El triunvirato (Daemon y Brandon)

Había sido un día duro, más de lo esperado. No había hecho más que deambular de un lado hacia otro entre medio del bullicio que, aún cuando la noche ya había empezado, no terminaba. Desde la charla con Ser Baratheon, hasta el encuentro con Lady Lynderley, Ser Lucas y el bastardo de Jhon Escarcha, todo habían sido charlas y más charlas. Quizás no era como había esperado, pero todo había contribuido a que el día hubiera pasado más rápido de lo que podría haberme imaginado. Apenas había visto a Anais y a mis hijos, y eso me producía sensaciones extrañas. Cierto era que debía aprender a estar sólo, y muchas veces lo hago, pero saber que la ciudad de Antigua abría sus puertas a tantas personas, y que mi esposa e hijos podrían correr cualquier tipo de peligros, siendo asaltados o incluso cuestionados de manera peligrosa, me ponía los bellos de punta. "Descarta esos pensamientos, Daemon. Anais sabe qué hace. Y Aemon y Aegon no dudarán en hacerle compañía para no dejarla sóla" pensaba continuamente, y sabía que era verdad, pues no había de qué preocuparse realmente. Era el instinto de sobreprotección el que me llevaba a pensar así, aunque supiera que no tenía que hacerlo.

Era por ello que, tras un largo descanso en mis aposentos, solitarios y prendidos por la vista de la espada Fuegoscuro, a la que no quitaba ojo de encima desde hacía varios días, un guardia personal llamó educadamente a la puerta, para entregarme una nota. En un principio, pensé que era una invitación de mi sobrina, Rose, la rosa del jardín para cenar todos juntos, en familia. Sin embargo, cual fue mi sorpresa que, mi encuentro de nuevo tras el largo día con los míos, aún tendría que esperar. Era de un Tyrell del que recibía la carta, pero en ese caso era mi cuñado, Lord Tyrell, Garlan como era su nombre, el que me invitaba a pasar la noche en una sala de reuniones, privada y de la compañía también de Lord Stark, mi viejo amigo, para poder hablar tranquilos y sin ningún tipo de percances. No dudé en aceptar la invitación y, cuando ya estuve arreglado, me dispuse a bajar en compañía del guardia, que me hacía de guía, hacia la zona indicada en la carta. Había varios guardias apostados en las puertas de la entrada al gran salón, que no dudaron en separarse y dejarme pasar, no sin antes inclinar la cabeza un poco en señal de sumisión. La casa de los Tyrell siempre nos había tratado bien, dado el hecho de que habíamos sellado nuestra amistad con mi casamiento con Anais. Quizás era Rose la que, seguramente, no sabría exactamente que bando tomar, pero no era algo que me importara. Siendo sinceros, no era algo que me preocupara pues Lady Tyrell no causaba problemas, y no los causaría. No sabría como hacerme daño tampoco, pues apenas hablamos. Simplemente, me es indiferente.

Al entrar, noto la sensación del calor regurgitar de la chimenea, que es agradable dado a que por las noches refrescas - Lord Tyrell... Garlan - sonrío mientras inclino un poco la cabeza y me acerco para estrechar con fuerza la mano de mi cuñado - Me complace poder acompañaros esta noche, será una velada llena de charla y de buenos recuerdos - sonrío, mientras me siento en una de las sillas, no muy alejado de él, para poder dejar hueco también a Lord Stark, aunque no es que no hubiera sitio. Me sentía un tanto achantado entre tantos Lores, quizás porque era la primera vez que me encontraba en una ceremonia de tal calibre. No obstante, los dos que me acompañarían esta noche, eran viejos amigos, grandes amigos, buenos amigos - ¿Qué te parece la estancia en Antigua, amigo mío? - pregunto a la espera de que aparezca Lord Stark.