Nuestro orgullo sigue intacto, como las ganas de pelea. [Franmark]

Aquella mañana se encontraba pensativo, sumido en multitud de ideas a las que aferrarse para el próximo movimiento de las islas contra el continente. Ya había sido advertido por Lord Harlaw para que comenzara los preparamientos de una nueva campaña, que reuniese fuerzas de donde no las tenía, que reclutase hombres del hierro donde solo quedaban jóvenes y ancianos y que se reunieran todos los pertrechos necesarios de dicha campaña. Por aquél entonces aún no había empezado a hacer nada de ello, Franmark era un hombre impulsivo en muchas ocasiones que no daba margen a las largas meditaciones a los asuntos que le aquejaban. Pero aquella vez si pensó, quería actuar con precisión y exprimir el potencial de lo poco que le quedaba tras la rebelión, no podía desobedecer esta llamada porque  además de privarle de cualquier gloria sería el Honor y el respeto de su casa el que se vería resentido. Por ello estaba decidido, marchó a la muralla de piedra que rodeaba el torreón principal de la fortaleza y observó desde la barbacana todo cuanto había a su alrededor.

La pequeña ciudad que a los pies del escarpado y laberíntico cerro en el que se situaba la fortaleza de Stonelaw estaba prácticamente desierta, en parte quemada tras el ataque de los Harlaw meses atrás. Los escasos habitantes que sobrevivieron repararon sus hogares, pero los que no tuvieron la misma suerte los dejaron abandonados al fuego, la lluvia y la soledad. Las empalizadas de la fortaleza habían sido reparadas parcialmente para una defensa efectiva, aunque podían observarse destrozos en algunas zonas y la guarnición era mucho más escasa que hacía meses o años. Y a espaldas de ella, el mar y los acantilados de su Isla que rodeaban toda salida al mar salvo en algunas pequeñas calas y puertos naturales. Suspiró, volviendose para el patio de armas donde al amanecer entrenaban unas cuantas parejas de guerreros en el uso del hacha. El guardia que somnoliento vigilaba la barbacana portaba un cuerno de carnero para avisar a todo el mundo en caso de que se requiriese. Había tomado una decisión.

-Toca reunión, tengo algo que decir

El hombre obedeció y lo hizo sonar dos veces para volver a soplar otras dos al cabo de un intervalo entre toque y toque. Pronto el patio estuvo lleno de aquellos que se encontraban alrededor de la fortaleza, en los salones, los barracones o cualquier punto de su interior. Muchos ojos estaban fijos sobre él, desde las torres y muros le observaban guerreros, en el patio una variopinta reunión de ancianos, mujeres y jóvenes, así como algún campesino esperaban a lo que tenía que decirles. No había preparado ningún discurso, no era esa clase de hombre que con su labia elevaba el espíritu de los que le seguían, pero sabía que tenía que decirles, la verdad y lo que tenía pensado hacer. Alzó la voz, seguro pero con el tono que menciona las malas noticias.

-El Rey Kraken y Victarion Harlaw me han dicho que debemos navegar con ellos y el resto de guerreros de Harlaw...no le he respondido pero es lo que vamos a hacer y sé que estais pensando muchos...No me gusta nada tener que seguir al señor que ha quemado mis tierras y matado a mis hombres y sus familias, que me ha encerrado durante la rebelión y no dejado defender las tierras que nos pertenecen tanto a mí como a vosotros...muchos me odiais por eso y lo sé, pero no iba a rendir mis tierras por capricho de ese hombre sin luchar, y fuisteis derrotados, pero tras haber hecho sangrar a esos hijos de perra a cada paso que dieron en estas rocas!

Se escucharon algunas carcajadas y bromas de aprobación entre algunos guerreros, pero la mayoría de los presentes guardaron silencio y continuaron escuchando.

-Ahora yo os pido que me sigáis a mí, ya se que nos gustaría bajar a Diez Torres con hachas y azadones a traerles una saangrienta respuesta a su petición, pero haremos algo mejor...me han dicho que tienen una orden de caballería en Diez Torres, bien, les demostraremso que aquí entendemos de eso también. He dado mi palabra de que les seguiríamos y obedecería las órdenes de ellos, pero les daremos la venganza a los Harlaw pagada con la sangre de continentales! Les demostraremos que un puñado de Hijos de los Acantilados de Hierro y de las Colinas Oscuras pueden aterrorizar, robar y asesinar a muchos  más Ponientis que los marcahs con sus caballos y lanzas!!

Se comenzaron a oir comentarios y asentimientos entre todos los presentes, les estaba convenciendo y ello le hizo exaltarse aún más.

-Que un firme muro de escudos puede frenar una carga de esos perfumados jinetes del Dominio!, que mi amigo Sonrisa de Lujo tiene más dientes de oro y plata que Roca Casterly, y que en esa puta celda me han dado de comer una sopa peor que cualquier veneno dorniense! Somos hijos del Hierro y de Harlaw, hemos sido vapuleados, nosotros aquí y el resto contra el Kraken de Drumm y la flota de Sal, pero nos levantamos más duros y más fuertes!!

El patio estalló en vítores y en carcajadas, los hombres de armas alzaban sus armas hacia él, gritándole que le seguirían allá donde les guiara. Pronto comenzaron los preparativos, mensajeros a caballo corrieron para avisar a los aldeanos y pescadores de todo el territorio para que acudieran a la llamada de armas. El hierro guardado en los almacenes enseguida fue transportado en yuntas a todas las forjas que había en el radio de la fortaleza para forjar hachas, puntas de flecha y arpones. Mandó a su hermano con una buena saca de oro a comprar cueros y engatusar cualquier curtidor o fabricante de armas que encontrase, pues muchos habían sido asesinados durante los ataques en sus vanos intentos por proteger sus talleres. El menor de sus hermanos partió con el conodido Capitán Sonrisa Lujosa y un grupo de marinos a preparar los barcos y conseguir a cualquier hombre o mujer del hierro que pudiera sostener un cabo en una mano mientras con la otra sostenía un puñal en la cubierta de un barcoluengo. No habría descanso desde aquél día ni para él ni para nadie, tanto en las forjas y talleres como en los patios de entrenamiento. Él mismo retomaría sus entrenamientos y obligaría a todo guerrero que quisiera seguirle a llevar los mismos ejercicios y esfuerzos que haría él.