El futuro es brillante [Aerys]

El barco atracó en el puerto de Rocadragón, yo me encontraba en la cubierta del barco desde hacía varias horas, observando como la isla se iba haciendo más y más grande a medida que nos acercábamos. Era imponente, llena de barrancos y playas, y, en el centro, la enorme fortaleza decordada con dragones de piedra. Me quedé en una esquina para no molestar a los marineros mientras estos organizaban toda la cubierta del barco, ataban cabos y desplegaban la rampa para descender a tierra. Cuando todo estuvo listo, bajé del barco, encontrandome al enviado casi de frente.

-¿Lord Sunglass? - preguntó cuando vió el emblema de mi casa en el pecho de mi jubón, las 7 estrellas doradas sobre un fondo blanco.

-Sí, así es. - contesté con una suave sonrisa. - ¿Haríais el favor de guiarme hasta el rey Aerys?

-A eso he venido, milord. - contestó cuando se daba la vuelta y cogía por las riendas dos caballos.

Cabalgamos por los pasos de la montaña hasta la gran fortaleza, la cual era bastante más impresionante desde tan cerca. Los dragones de piedra que tan solo parecían grandes desde la distancia, eran realmente enormes, y el resto de la construcción estaba al mismo nivel. Seguí al enviado por los pasillos de la gran fortaleza hasta que se detuvo ante una puerta. - Es aquí. - me indicó, para a continuación llamar, abrirla y anunciarme, con una reverencia se retiró.  

Entré en la habitación donde se encontraba el rey, era más joven de lo que pensaba, pero bueno, era posible que yo tambien lo fuera, así que tampoco me parecía mal, solo me había chocado... debería haber prestado más atención cuando mi maestre me daba las lecciones de heráldica e historia, pero es que a mi esas cosas me aburrían bastante. - Majestad, soy Kylar Sunglass. - me presenté con una breve reverencia.

Asentí cuando me ofreció beber algo y sostuve en la mano la copa que me sirvió la sirvienta. Miré su contenido, era rojizo y estaba adornado con cerezas, era vino sin duda, lo olfateé, no, no olía como el vino que se hacía por aquí, de modo que debía de ser de otra parte de Poniente, puede que incluso extranjero, aunque tampoco entendía mucho del tema, no solía tomar mucho vino, cerveza ni otras bebidas alchoolicas. Entonces lanzó la pregunta, me humedecí los labios y di un trago a la copa para tener tiempo para pensar la respuesta, bueno, ¿como explicarlo? Seguramente el rey ya tendría bastantes problemas y no quería engrosar su lista, sobre todo porque el vasallo era yo y tenía que ayudarle.

-Bueno, la situación en mi casa es... delicada. - comencé a decir para ganar tiempo. Dejé la copa sobre la mesa y me aparté un mechón de pelo rebelde de la frente. - Vereis, entre los hombres que sirven a los Sunglass hay discrepancias acerca de quien debería ostentar el poder, muchos afirman que ese puesto me corresponde a mi, pero hay otros, demasiados en realidad, que opinan que mi primo Kairot Mares, hijo de mi tio, que fue lord antes que mi padre, debería ser el próximo lord. - lo había suavizado un poco en realidad, no quería que mi señor pensase que no era capaz de mantener el control en mis propias tierras hasta el punto de estar bajo amenaza de una guerra civil que podía estallar de un momento a otro. Aunque el hombre parecía amable y dispuesto a escuchar, tampoco debía tentar a la suerte, por lo que me habían contado los reyes en general no eran conocidos por su paciencia.

-El mayor problema, es que mi primo cree que los Sunglass deberíamos servir al septón supremo, y temo que este pueda concederle el apellido Sunglass si le jura lealtad. - si eso sucedía el número de seguidores a su causa aumentaría. - Aunque por supuesto eso es algo que solo el rey puede hacer, es decir, vos, sin embargo... - negué con la cabeza, los Targaryen estaban en una posición débil y su poder y autoridad habían disminuido en proporción, muchas casas ya hacían más caso al poder de la iglesia que al de la realeza, a este ritmo, todas las Tierras de la Corona caerían bajo el control de los septones y, con el tiempo, Rocadragón seguiría sus pasos, había que pararles los pies ahora, yo lo sabía y Aerys tambien, pero decirlo era más sencillo que hacerlo. Cogí una de las cerezas bañada en el vino y me la comí, vale, con esto sería suficiente, aun era joven y este tipo de substancias me hacían efecto muy rápidamente, si comía más cerezas o bebía más vino podría provocar una situación poco adecuada.

El rey se tomó un tiempo para pensar en lo que había dicho, lo seguí con la mitada mientras paseaba por toda la sala, reflexionando. Bueno, me alegraba que mi problema le causase preocupación, aunque tambien podía ser solo la preocupación de perder una casa aliada, pero bueno, de momento iba a concederle el beneficio de la duda y suponer que quería ayudarme. Levanté la cabeza con curiosidad cuando afirmó que se le había ocurrido una idea, y ante su primera afirmación ladeé la cabeza, reflexionando. - La casa Sunglass tiene a su servicio a la casa Rambton, pero tan solo es una casa de caballería, además prefieren mantenerse neutrales con respecto a este conflicto. - era lógico, no querían arriesgarse a que ganase el otro "bando" y luego sufrir las consecuencias, además de que para ellos esto era poco más que una disputa de crios.

Entonces sus siguientes palabras me dejaron totalmente descolocado, cualquier atisbo de sonrisa desapareció de mi rostro y dí un paso atrás, alejándome del frasco de veneno y del hombre que me lo tendía, mirando a la toxina como si fuese una serpiente a punto de atacar. - ¿Que estais diciendo? - conseguí decir en cuanto recuperé el habla. Estaba, literalmente, flipando. - ¡No... voy a matar a alguien que no tiene nada que ver con esto! - mi expresión tan solo rebelaba disgusto ahora mismo, y una pizca de decepción. Bueno no, mucha decepción, esperaba más de este hombre, se decía que cuando nacía un Targaryen los dioses tiraban una moneda, ahora entendía porque, o eran increíblemente nobles o eran... negué con la cabeza, no, no debía juzgar tan rápido, tan solo había sido una frase. Pero es que... no me esperaba que me propusiese evenenar a un inocente, así, sin más, y menos aun con un plan tan flojo. - Me temo que no puedo hacer eso, majestad, es excesivo y deshonroso.

-Eso depende, ¿quienes nos apoyan en esta cruzada? - si solo éramos nosotros dos pues sería un suicidio, y aun así, aunque los Celtigar y los Velaryon nos ayudasen... íbamos a tener que pillarlos por sorpesa, el septón tenía más casas bajo su mando, ahora mismo los Targaryen eran muy débiles, y, la verdad, no estaba seguro de durante cuanto tiempo conseguirían controlar Desembarco del Rey si conseguíamos tomarlo, al fin y al cabo quedaríamos muy debilitados y vulnerables frente a otro ataque, y con que tan solo otro territorio fuese ambicioso ya nos podíamos despedir. - ¿No sería más prudente conseguir la anexión diplomática?

Me crucé de brazos y escuché su siguiente proposición, fruncí los labios y entrecerré los ojos, pensando en ello. - Eso... podría funcionar. - contesté con aprobación. Hacese miembro de la guardia real se consideraba un gran honor, un honor real no como hacerse guardia de la noche, y de esa forma le hacía renunciar a cualquier posibilidad de conseguir un título de forma que sus seguidores no podrían decir nada al respecto. Todo el mundo ganaba. El plan tan solo tenía un fallo y es que él tenía que aceptar formar parte de la guardia real, no se podía obligar a nadie a serlo, bueno, como rey que era Aerys seguramente podría, pero no sería muy inteligente encargar tu protección a un hombre obligado, sería bastante probable que te abandonase en el momento más crucial o que te apuñalase por la espalda. En fin, habría que intentarlo. - En cuanto vuelva a Puerto Plácido hablaré con él.

Lo volví a mirar cuando anunció que tenía una misión para mi. Me ajusté el cuello del jubón y presté atención a cada una de sus plabras, para acabar asintiendo. - Si, conozco a la Hayford, bueno, no en persona, pero he leido sobre ella. Durante la danza de dragones un Hayford fue Mano del Rey, si mal no recuerdo, y son de las pocas casas que se han cruzado con los Targaryen, vuestra casa, en alguna ocasión, así que es posible que tengan algo de sangre de dragón en las venas... podría recordarles esos vínculos para intentar atraerlos a nuestra causa. - reflexioné. La historia se me daba mal, y no me gustaba leer, pero ahora mismo agradecía que el maestre me hubiese obligado a estudiar.

Escuché su plan y tragué saliba, pero intenté mantenerme sereno y que no se notasen mis nervios, despues del torneo... eso era demasiado pronto. No, no, siempre sería demasiado pronto, dijera la fecha que dijera, pero tenía razón, era un buen momento para lanzar un ataque, aprovecharse de la vulnerabilidad de Desembarco en esos momentos sería lo mejor. Asentí. -  Esta bien. - como el había dicho el septón no renunciaría a las tierras que acababa de cosneguir por las buenas, habría que arrebatárselas. - Quizás alguno de nosotros podría "retrasarse" a la hora de partir de Desembarco, quedarse con su escolta dentro de la ciudad y lanzar un golpe desde dentro al mismo tiempo que vuestro ejército avanza desde fuera.

- No, será mejor que hable con él en persona. - contesté mientras negaba con la cabeza. Si le enviaba un cuervo no vendría nunca, pensaría que estabamos tendiendole una trampa o algo así. Me rasqué la nuca, reflexionando, ¿como se lo tomaría? Inesperado le resultaría, eso estaba clarísimo, tan solo esperaba que fuera una sorpresa agradable para él. Pero sus siguientes palabras me pillaron totalmente desprevenido, me quedé con los ojos abiertos durante unos segundos, en silencio total, pensando en como reaccionar.

-Majestad, yo... - titubeé un instante, buscando las palabras. Finalmente, tragué saliba y comencé a hablar. - Acepto con gusto este honor. - o lo que fuera, ¿que hacía exactamente un lord consejero de los eventos? Bueno, aconsejar, eso era obvio. Inqué una rodilla en el suelo y agaché la cabeza. - Yo, Kylar Sunglass, señor de Puertoplácido juro solemnemente hacer todo lo que esté en mi mano para ser merecedor de este puesto y serviros a vos y a vuestra casa hasta el final de los tiempos. - la fórmula normal era algo parecido, aunque ahora mismo no me venían las palabras exactas a la cabeza, pero bueno, la intención estaba clara.

Entonces me enderecé y pregunté. - Hasta donde yo estaba informado los consejeros eran: moneda, barcos, leyes y rumores, que... ¿que es exactamente un consejero de los eventos? - como mínimo necesitaba saber en que consistía mi trabajo, no quería meter la pata.