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¿Es el cuervo un ave de mal agüero? [Myma]
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¿Es el cuervo un ave de mal agüero? [Myma]
Llevaba días enclaustrado en sus aposentos sin más compañía eventual que la de sus hombres o la de las sirvientas que le preparaban el baño y le llevaban el yantar para aquellos calurosos días, que al parecer refulgían el calor de todas y cada una de las batallas que habían acontecido en torno a Desembarco. Era como si el reflejo de cada armadura bañada por el sol, cada espada tañida, el ardor que recorría la sangre de cada soldado o cada uno de los alaridos de dolor con su posterior estertor de muerte, hubieran quedado en el ambiente, impregnándolo y elevando la temperatura hasta límites casi insoportables, sin contar la pestilencia que inundaba las calles de la ciudad en aquellos instantes.
Tras dar instrucciones a sus hombres sobre su incierto destino, y dejar todo atado a su manera, al bastardo no le quedaba más que asegurarse de que sus pertenencias estuvieran a buen recaudo, y para ello debía visitar a una antigua conocida.
Sus habituales ropajes negros y su mancha color vino que le ascendía hasta la mejilla, eran ahora sus señas de identidad. Ninguna capa cubría sus hombros –pues el calor era infernal–, ya no era consejero de ningún rey, ya no servía a los intereses de nadie, si no a los suyos propias, por lo que ya no tenía que preocuparse de cuidar su imagen ocultándola de miradas indiscretas. Era un bastardo más, con cierta influencia y una oscura reputación, pero un bastardo a fin y al cabo. No representaba a ninguna casa, no rendía cuentas ante vasallos o señores superiores, no tenía descendencia ni mujer a los que cuidar, por triste que sonara, no tenía nada, y eso era algo con lo que había contado siempre; estar solo en el mundo a pesar de todos los contactos y conocidos que tuviera.
Aún con toda la libertad de la que gozaba ahora, los años ya no lo cambiarían, y seguiría siendo una sombra escurridiza aunque no tuviera que protegerse de las chanzas y habladurías del populacho. Aunque lo hubiera perdido casi todo, seguía manteniendo el respeto de las gentes, que se apartaban o cuchicheaban a su paso.
Dicen que únicamente cuando lo has perdido todo eres libre para actuar, le habían dicho hace años. Él siempre había sido un bastardo, con la suerte o fortuna de ser hijo legitimado de un rey, pero bastardo de carne, hueso y sangre, como cualquier otro.
Deambulaba por los barrios menos favorecidos de la capital, los que más habían sufrido el hastío de la guerra. Mientras los adultos intentaban recuperar sus negocios y sus vidas, los niños jugaban a representar las batallas de las que ya se había hecho eco todo Poniente.
-Soy el príncipe Maekar –decía uno palo de madera en mano –Vengo a proteger la ciudad de tus soldados, sucio Arryn –mientras el otro lo miraba reprochándole que no fue eso lo que dijo.
Decidió torcer a la derecha, pues quería perder de vista la colina de Visenya coronada por el Gran Septo de Baelor. Sus relaciones con el nuevo mandatario de la ciudad no eran muy buenas, y quería evitar cumplir sus amenazas y no dejar a los creyentes sin un templo donde venerar la fe.
-Brynden Ríos, me has traicionado como hermano, prepárate a morir –dijo una voz infantil a sus espaldas. Acto seguido, un niño vestido con un trapo negro a modo de capa, aparecía detrás de unos tablones y apuntaba con un arco invisible y una flecha partida, quizás encontrada en la batalla, contra el otro niño que llevaba un palo de madera casi más grande que él pintado de negro.
-Te quitaré tu espada y yo seré el rey, Daemon... –dijo.
Y en ese instante, la poca ilusión que había despertado aquel niño que lo representaba, se esfumó en un amargo resquemor hacia el mundo.
Así, con sus remordimientos, los enfrentamientos en su conciencia, y el agridulce final de la contienda aún latente en sus recuerdos, se plantó frente al burdel que había pisado por última vez cuando aún era alguien, cuando aún no era un fratricida, cuando su mera presencia infundía más temor que respeto, cuando no era un “héroe de guerra” sin condecoración, cuando era algo más que un bastardo venido a menos.
Pero las costumbres no cambiaban, y algunas personas menos todavía.
Al cruzar el umbral de la puerta, la sensación que inundó cada uno de sus sentidos de manera dispar era ligeramente diferente a como había sido en su anterior visita. Aún no sabía a qué se debía; quizás un cambio en las velas aromáticas, algo en la decoración que se la había escapado, el aumento de cliente durante la guerra, y sus descenso tras su fin... a saber.
Tan erguido como la primera vez que entró, se plantó en el vestíbulo, mientras una titilante vela lanzaba coletazos insolentes en la penumbra de la estancia. Sin duda, una puerta se había abierto, y el bastardo, como siempre, esperó.
Había vuelto después de demasiado tiempo, pero no como ave de mal agüero, algo difícil de creer viniendo de un cuervo.
Tras dar instrucciones a sus hombres sobre su incierto destino, y dejar todo atado a su manera, al bastardo no le quedaba más que asegurarse de que sus pertenencias estuvieran a buen recaudo, y para ello debía visitar a una antigua conocida.
Sus habituales ropajes negros y su mancha color vino que le ascendía hasta la mejilla, eran ahora sus señas de identidad. Ninguna capa cubría sus hombros –pues el calor era infernal–, ya no era consejero de ningún rey, ya no servía a los intereses de nadie, si no a los suyos propias, por lo que ya no tenía que preocuparse de cuidar su imagen ocultándola de miradas indiscretas. Era un bastardo más, con cierta influencia y una oscura reputación, pero un bastardo a fin y al cabo. No representaba a ninguna casa, no rendía cuentas ante vasallos o señores superiores, no tenía descendencia ni mujer a los que cuidar, por triste que sonara, no tenía nada, y eso era algo con lo que había contado siempre; estar solo en el mundo a pesar de todos los contactos y conocidos que tuviera.
Aún con toda la libertad de la que gozaba ahora, los años ya no lo cambiarían, y seguiría siendo una sombra escurridiza aunque no tuviera que protegerse de las chanzas y habladurías del populacho. Aunque lo hubiera perdido casi todo, seguía manteniendo el respeto de las gentes, que se apartaban o cuchicheaban a su paso.
Dicen que únicamente cuando lo has perdido todo eres libre para actuar, le habían dicho hace años. Él siempre había sido un bastardo, con la suerte o fortuna de ser hijo legitimado de un rey, pero bastardo de carne, hueso y sangre, como cualquier otro.
Deambulaba por los barrios menos favorecidos de la capital, los que más habían sufrido el hastío de la guerra. Mientras los adultos intentaban recuperar sus negocios y sus vidas, los niños jugaban a representar las batallas de las que ya se había hecho eco todo Poniente.
-Soy el príncipe Maekar –decía uno palo de madera en mano –Vengo a proteger la ciudad de tus soldados, sucio Arryn –mientras el otro lo miraba reprochándole que no fue eso lo que dijo.
Decidió torcer a la derecha, pues quería perder de vista la colina de Visenya coronada por el Gran Septo de Baelor. Sus relaciones con el nuevo mandatario de la ciudad no eran muy buenas, y quería evitar cumplir sus amenazas y no dejar a los creyentes sin un templo donde venerar la fe.
-Brynden Ríos, me has traicionado como hermano, prepárate a morir –dijo una voz infantil a sus espaldas. Acto seguido, un niño vestido con un trapo negro a modo de capa, aparecía detrás de unos tablones y apuntaba con un arco invisible y una flecha partida, quizás encontrada en la batalla, contra el otro niño que llevaba un palo de madera casi más grande que él pintado de negro.
-Te quitaré tu espada y yo seré el rey, Daemon... –dijo.
Y en ese instante, la poca ilusión que había despertado aquel niño que lo representaba, se esfumó en un amargo resquemor hacia el mundo.
Así, con sus remordimientos, los enfrentamientos en su conciencia, y el agridulce final de la contienda aún latente en sus recuerdos, se plantó frente al burdel que había pisado por última vez cuando aún era alguien, cuando aún no era un fratricida, cuando su mera presencia infundía más temor que respeto, cuando no era un “héroe de guerra” sin condecoración, cuando era algo más que un bastardo venido a menos.
Pero las costumbres no cambiaban, y algunas personas menos todavía.
Al cruzar el umbral de la puerta, la sensación que inundó cada uno de sus sentidos de manera dispar era ligeramente diferente a como había sido en su anterior visita. Aún no sabía a qué se debía; quizás un cambio en las velas aromáticas, algo en la decoración que se la había escapado, el aumento de cliente durante la guerra, y sus descenso tras su fin... a saber.
Tan erguido como la primera vez que entró, se plantó en el vestíbulo, mientras una titilante vela lanzaba coletazos insolentes en la penumbra de la estancia. Sin duda, una puerta se había abierto, y el bastardo, como siempre, esperó.
Había vuelto después de demasiado tiempo, pero no como ave de mal agüero, algo difícil de creer viniendo de un cuervo.
Brynden Ríos- Nobleza
Re: ¿Es el cuervo un ave de mal agüero? [Myma]
Un rápido y enérgico resoplido elevó en el aire un rebelde mechón rizado de cabello castaño que parecía poner todo su empeño en caer sobre la frente y ante los verdosos ojos de Myma. Con una mano apostada en la curva de su cintura y un gesto impaciente dibujado en el rostro, supervisaba la labor de tres fornidos hombres cuyas frentes perladas de sudor y fuertes respiraciones delataban el esfuerzo que les estaba conllevando la labor que les había sido encargada aquella mañana. - ¡Así no! - exclamaba la Espina con cierta irritación en la voz que hacía que ésta sonara más aguda de lo normal mientras sacudía a gran velocidad un pequeño abanico de exóticas plumas color perla que sostenía en la mano que no descansaba en su cadera - ¡Patanes! ¿Tengo que hacerlo todo yo? ¿También sujetaros la polla cuando meáis? - exclamó con severidad dirigiendo una mirada furibunda a los tres grandullones que sostenían a pulso una enorme cama de madera de roble atascada en diagonal en la curva del pasillo en torno al que se abrían los aposentos de las putas de la Rosa de Dos Espinas. El asfixiante calor de los últimos días contribuía a menguar la paciencia de Myma; ya de por sí la joven occidental toleraba muy mal la incompetencia y la mediocridad, por lo que tan sólo hacían falta algunos grados de más que acompañaran a tres torpes descerebrados para que la mujer deseara mandarlos azotar a todos en el sótano del burdel mientras degustaba un jugo de limón bien ácido. - Le cobraré todo esto a ese sucio gordo de Xamyr - masculló entre dientes mientras contemplaba cómo los hombres deshacían sus pasos para tratar de introducir la cama en la alcoba que le había sido designada. El grueso comerciante pentoshi, infravalorando las más de trescientas libras que constituían su blanda anatomía, había insistido en que fueran tres las muchachas encargadas de satisfacer un pene que apenas si superaba la longitud y grosor de un dedo pulgar. La Rosa de Dos Espinas siempre ofrecía máximas calidades, pero no había cama que soportara semejante peso y la suculenta cantidad de dragones de oro que Xamyr había pagado junto con algunos caprichos para Myma habían hecho que ésta ocultara su indignación hacia lo sucedido ante el pentoshi para descargarla ahora sobre los hombres a su cargo. El suave chirrido de la puerta de la entrada sacó a la joven de sus pensamientos, quien enarcó una ceja antes de lanzar una mirada de advertencia a los trabajadores.- Quiero esta cama dentro de esa alcoba antes del mediodia o Violador se encargará de vosotros - dictaminó a modo de ultimatum antes de abandonar el pasillo para enfilar el vestíbulo y recibir a quien quiera que fuera que acudía a la Rosa en busca del frescor que allí reinaba y de las flores de su jardín.
Xamyr y la cama rota quedaron relegados a un segundo plano cuando Myma distinguió en la penumbra del vestíbulo la siniestra figura de Brynden Ríos, a quien las sombras de aquella estancia acompañaban de forma tan lúgubre que parecía que traía la oscuridad tras él. La joven, ataviada en una liviana túnica ocre ceñida en su cintura por una banda carmesí de la misma seda que forraba sus pequeños zapatos de seda, avanzó hacia el otrora Consejero de los Rumores de Daeron II Targaryen agitando su abanico y exhibiendo una sonrisa feroz, sin dejarse amedrentar por el tenebroso aura que desprendía aquel hombre, convertido en algo parecido a un juguete roto tras la caída de los dragones. - El Bastardísimo en persona - exclamó apostándose ante él apoyando el puño cerrado en su cadera, ladeando el rostro con un malicioso gesto de curiosidad, casi saboreando el deleite de ver al mismo nivel que el resto de mortales a aquél que una vez había caminado con familiaridad por los pasillos de la Fortaleza Roja - ¿A qué se debe el honor de cobijar tus negras alas en este humilde nido de seda? ¿Quieres un pajarito que te susurre falacias al oído mientras te despluma? - Myma avanzó hacia él hasta que la distancia entre ambos fue tan corta que pudo percibir el olor de su sudor y el de las telas que lo absorbían mezclándose con su intenso y apaciaguador perfume de benjuí - Tengo una chica nueva recién llegada de las Islas del Verano perfecta para tí, ya que la he llamado el Colibrí Negro. ¿Sabes por qué? - preguntó con una expresión traviesa en sus ojos antes de bajar el tono de voz para crear un ambiente de confidencia entre los dos - ¿Alguna vez has visto la rapidez con la que mueve el pico un colibrí? - añadió cerrando los dedos extendidos de su mano libre para imitar con ellos el veloz movimiento que hacían aquellos diminutos pájaros para extraer el néctar de las flores; tras aquel elocuente gesto que acompañaba una sugerente analogía en cuanto al potencial de la muchacha de piel de ébano, Myma rompió a reír llenando aquel vestíbulo con el sonido de sus risas, volviendo a agitar el abanico de plumas con gracia ante su rostro. - No se la he ofrecido a nadie todavía porque pienso pedir un precio muy alto por una belleza tan exótica que muestra un apetito por los hombres muy conveniente para las arcas del burdel, pero por la amistad que te une a Liana, dejaré que seas el primero en entregarle tu néctar y en evaluar sus capacidades - apuntó mostrando en su rostro aquella encantadora avaricia que no hacía sino incrementar las riquezas que atesoraban aquel burdel.
Con un gesto de la mano, Myma invitó a Brynden a seguirla al interior del lupanar, conduciéndole hacia la gran sala central que hacía las veces de improvisada taberna para aquellos hombres que deseaban degustar vino o cualquier otro licor antes, después o durante de ser atendido por alguna de las meretrices que por allí se movían. Las ventanas, aparte de las celosías que las cubrían para proteger el lugar de miradas indiscretas, habían sido cubiertas por unas telas translúcidas color sangre que impedían el paso de los rayos del abrasador sol que parecía querer castigar Desembarco del Rey por la inmundicia de todo tipo que corría por sus calles. Además, Myma había ordenado cubrir prácticamente cada rincón con enormes plantas exóticas constantemente pulverizadas con agua y también había sustituido el habitual aroma de los pesados e intensos inciensos de Essos por numerosos cuencos de agua en los que flotaban pétalos de todo tipo de flores. La Rosa de Dos Espinas, sin perder el aspecto exótico y onírico que solían apreciar sus clientes, se había transformado en un refugio ante el impío calor del exterior, un oasis no sólo para la mente, sino ahora también para el cuerpo. Ante la autoridad del Septón Supremo en la ciudad desde que finalizara la guerra, Myma había tenido que combatir una oleada de pudor y mojigatería con todos los recursos que tenía al alcance de la mano. - Siéntate - le indicó mientras señalaba con su abanico un diván del color del musgo y ella ocupaba el que había frente a ella, del mismo color. Mientras esperaba a que Brynden aceptara o no su proposición, levantó las plumas de su abanico para llamar la atención de una chica cuyo atuendo consistía tan sólo en unas finas cadenas de plata que cruzaban un cuerpo perfecto y sonrosado; no tuvo que hablar para que la muchacha de cabellos dorados asintiera con la cabeza y desapareciera tras una de las puertas de aquella sala - Liana no está, pues imagino que esperabas ser recibido por ella como todos los bastardos ilustres que pisan este sitio - dijo con una sonrisa divertida en clara alusión a Nathair Piedra, ahora Arryn. En ese momento, la rubia llegó hasta ellos dejando sobre una mesita auxiliar de forma octogonal un cuenco con hielo y fruta troceada y también una jarra de dorado vino dorniense junto con dos copas. Tras dirigir una temerosa y suspicaz mirada a Brynden, se alejó de ambos para fundirse en las sombras de las escaleras que llevaban al piso superior. - Y bien, ¿qué es lo que desea el Bastardísimo de la Rosa de dos Espinas? - preguntó Myma levantando los pies para acomodarse sobre el diván, haciendo que sus zapatos carmesí parecieran manchas de sangre sobre la tela del asiento - Aquí cumplimos los sueños de muchos hombres - agregó con una sonrisa burlona y descarada mientras tomaba con las puntas de los dedos un pedazo de refrescante sandía.
Xamyr y la cama rota quedaron relegados a un segundo plano cuando Myma distinguió en la penumbra del vestíbulo la siniestra figura de Brynden Ríos, a quien las sombras de aquella estancia acompañaban de forma tan lúgubre que parecía que traía la oscuridad tras él. La joven, ataviada en una liviana túnica ocre ceñida en su cintura por una banda carmesí de la misma seda que forraba sus pequeños zapatos de seda, avanzó hacia el otrora Consejero de los Rumores de Daeron II Targaryen agitando su abanico y exhibiendo una sonrisa feroz, sin dejarse amedrentar por el tenebroso aura que desprendía aquel hombre, convertido en algo parecido a un juguete roto tras la caída de los dragones. - El Bastardísimo en persona - exclamó apostándose ante él apoyando el puño cerrado en su cadera, ladeando el rostro con un malicioso gesto de curiosidad, casi saboreando el deleite de ver al mismo nivel que el resto de mortales a aquél que una vez había caminado con familiaridad por los pasillos de la Fortaleza Roja - ¿A qué se debe el honor de cobijar tus negras alas en este humilde nido de seda? ¿Quieres un pajarito que te susurre falacias al oído mientras te despluma? - Myma avanzó hacia él hasta que la distancia entre ambos fue tan corta que pudo percibir el olor de su sudor y el de las telas que lo absorbían mezclándose con su intenso y apaciaguador perfume de benjuí - Tengo una chica nueva recién llegada de las Islas del Verano perfecta para tí, ya que la he llamado el Colibrí Negro. ¿Sabes por qué? - preguntó con una expresión traviesa en sus ojos antes de bajar el tono de voz para crear un ambiente de confidencia entre los dos - ¿Alguna vez has visto la rapidez con la que mueve el pico un colibrí? - añadió cerrando los dedos extendidos de su mano libre para imitar con ellos el veloz movimiento que hacían aquellos diminutos pájaros para extraer el néctar de las flores; tras aquel elocuente gesto que acompañaba una sugerente analogía en cuanto al potencial de la muchacha de piel de ébano, Myma rompió a reír llenando aquel vestíbulo con el sonido de sus risas, volviendo a agitar el abanico de plumas con gracia ante su rostro. - No se la he ofrecido a nadie todavía porque pienso pedir un precio muy alto por una belleza tan exótica que muestra un apetito por los hombres muy conveniente para las arcas del burdel, pero por la amistad que te une a Liana, dejaré que seas el primero en entregarle tu néctar y en evaluar sus capacidades - apuntó mostrando en su rostro aquella encantadora avaricia que no hacía sino incrementar las riquezas que atesoraban aquel burdel.
Con un gesto de la mano, Myma invitó a Brynden a seguirla al interior del lupanar, conduciéndole hacia la gran sala central que hacía las veces de improvisada taberna para aquellos hombres que deseaban degustar vino o cualquier otro licor antes, después o durante de ser atendido por alguna de las meretrices que por allí se movían. Las ventanas, aparte de las celosías que las cubrían para proteger el lugar de miradas indiscretas, habían sido cubiertas por unas telas translúcidas color sangre que impedían el paso de los rayos del abrasador sol que parecía querer castigar Desembarco del Rey por la inmundicia de todo tipo que corría por sus calles. Además, Myma había ordenado cubrir prácticamente cada rincón con enormes plantas exóticas constantemente pulverizadas con agua y también había sustituido el habitual aroma de los pesados e intensos inciensos de Essos por numerosos cuencos de agua en los que flotaban pétalos de todo tipo de flores. La Rosa de Dos Espinas, sin perder el aspecto exótico y onírico que solían apreciar sus clientes, se había transformado en un refugio ante el impío calor del exterior, un oasis no sólo para la mente, sino ahora también para el cuerpo. Ante la autoridad del Septón Supremo en la ciudad desde que finalizara la guerra, Myma había tenido que combatir una oleada de pudor y mojigatería con todos los recursos que tenía al alcance de la mano. - Siéntate - le indicó mientras señalaba con su abanico un diván del color del musgo y ella ocupaba el que había frente a ella, del mismo color. Mientras esperaba a que Brynden aceptara o no su proposición, levantó las plumas de su abanico para llamar la atención de una chica cuyo atuendo consistía tan sólo en unas finas cadenas de plata que cruzaban un cuerpo perfecto y sonrosado; no tuvo que hablar para que la muchacha de cabellos dorados asintiera con la cabeza y desapareciera tras una de las puertas de aquella sala - Liana no está, pues imagino que esperabas ser recibido por ella como todos los bastardos ilustres que pisan este sitio - dijo con una sonrisa divertida en clara alusión a Nathair Piedra, ahora Arryn. En ese momento, la rubia llegó hasta ellos dejando sobre una mesita auxiliar de forma octogonal un cuenco con hielo y fruta troceada y también una jarra de dorado vino dorniense junto con dos copas. Tras dirigir una temerosa y suspicaz mirada a Brynden, se alejó de ambos para fundirse en las sombras de las escaleras que llevaban al piso superior. - Y bien, ¿qué es lo que desea el Bastardísimo de la Rosa de dos Espinas? - preguntó Myma levantando los pies para acomodarse sobre el diván, haciendo que sus zapatos carmesí parecieran manchas de sangre sobre la tela del asiento - Aquí cumplimos los sueños de muchos hombres - agregó con una sonrisa burlona y descarada mientras tomaba con las puntas de los dedos un pedazo de refrescante sandía.
Myma- Ciudadano
Re: ¿Es el cuervo un ave de mal agüero? [Myma]
Dentro de aquel templo del deseo, de aquella algarabía de sensaciones y de las idas y venidas de putañeros y de mujeres de placer, la alegría se materializó en una mujer de oscuros cabellos, que con una aparente pose despreocupada y aireada, se plantó frente al bastardo. No era ella a la que deseaba ver, pero no sintió la necesidad de decírselo por el momento. Su rostro nacarado y jovial escondía sin duda una mirada ladina y levemente suspicaz. Sus rasgos no eran demasiado perfilados ni delicados, pero guardaban una armonía que la dotaba de cierta belleza occidental. No, aquella mujer no provenía de más allá del Mar Angosto. Aquella mujer era ponienti.
Quizás fuera esa amiga de la que le habían hablado sus hombres, la tal Myma. Un nombre extraño y sencillo, nada ornamentado y que no trasmitía poder ni intimidaba. Parecía escogido por una niña, y así se había quedado, sin contar que la niña se trasformó en una mujer atractiva que ceñía aquellas telas tan oportunamente escogidas a su estilizada figura.
Ese optimismo reflejado en su expresión era disonante con el de su pose. Un puño cerrado nunca era buena señal. Reflejaba tensión, violencia, ganas de hacer algo que intentaba reprimir con fuerza. El bastardo así lo notaba y haciendo caso omiso al nuevo apodo que la regente del burdel le había granjeado, preguntó sin reparos:
-¿Os pillo en mal momento? –dirigiendo la mirada hacia su puño para darle a entender de dónde sacaba aquella conclusión –Si es así, lo siento, pero no tengo otro –con determinación y sin intención de volver más tarde.
Aquel vestíbulo lo trasladaba a otro tiempo en que se había privado de disfrutar de los placeres que allí ofertaban por el amor de una mujer, y sin duda, la mujer que se le presentó aquella vez encarnaba a la perfección la lujuria. No obstante, Myma, a pesar de ser físicamente distinta a la asshaita, era bastante atractiva y sus ojos verdosos trasmitían algo más de confianza que los de Liana, pero como siempre y como todos, escondían algo, una historia, un trauma, una manía, una forma de ser encubierta. La gente era como esa ramera que se erigía imponente en el cielo, esa puta de la noche, con una cara oculta que muy pocos veían.
Brynden también la tenía, tenía una cara oculta, pero esa no era necesariamente la más oscura, sino la más agradable, la más llevadera para la gente normal.
Entornó sus ojos como siempre en busca de algo que le permitiera vislumbrar más allá, pero veía jovialidad, veía naturalidad y frescura. Aquella mujer parecía sacada de contexto, no parecía la regente de un burdel. Parecía más bien, por su elegancia, una dama de corte, pero el bastardo estaba seguro de que sabría moverse con bastante diligencia en otros ámbitos más turbios que una sala de audiencias.
-No busco cobijo para mí... ¿puedo llamaros Myma? –le convenía ser cortés –Busco cobijo para mis cosas –las que en breves serían traídas por guardias de palacio. No pensaba usar a sus Dientes de Cuervo como mulos de carga –Busco un pajarito, pero no quiero falacias, ni ser desplumado, más que nada, porque tengo pocas cosas de valor encima –en ese instante, mostró el mandoble que pendía del cincho. El acero valyrio de Hermana Oscura fulguraba con un brillo fantasmal, y los rubíes que la adornaban, como perladas gotas de sangre, suponían el perfecto complemento para un objeto que sostenía ya cientos de muertes en su haber. Eso era todo el objeto de valor que el otrora consejero llevaba encima, y ni por todo el oro de Poniente, Essos y más allá, se desharía de él.
Negó inconscientemente con la cabeza y mostró cierta indiferencia al escuchar la razón del apelativo de la nueva chica de placer que la regente había incorporado al lupanar. Se limitó a tragar saliva, pues aún mantenía en su recuerdo la última desavenencia sexual que había tenido antes de marchar a Dorne, y con tan solo imaginar lo que el Colibrí Negro podría hacer sobre su miembro, una leve pulsión lo sacudió de manera casi imperceptible. Era un hombre, no podía evitarlo, pero no era lo que andaba buscando y así se lo hizo saber a Myma:
-¿Liana te ha contado que hay una amistad que nos une? Vaya, me tiene en más consideración de lo que pensaba –o eso o intenta hacérmelo creer, pensó en su habitual postura de continua desconfiada –Os lo agradezco, pero de momento no –rechazó con más elegancia de la que se podría esperar de él –Debo ser de los pocos hombres que entran aquí voluntariamente sin intención de follar –una leve media sonrisa de incredulidad y modestia se dibujó en sus labios a la vez que pasaba el peso de su cuerpo de un pie al otro y posaba su mano izquierda sobre la empuñadura de su espada –Además, no me veo capacitado para contentar a ese supuesto prodigio de las artes... orales –una mueca de desagrado fingido se dibujó en sus labios.
La joven occidental invitó al bastardo de los ríos más allá del vestíbulo, a las estancias más reservadas a los clientes, sin ser él uno de ellos.
Un guantazo visual lo abofeteó con elegancia cuando se desplegó ante él el gran salón central. No era un erudito en la decoración, pero la sensación de sosiego que trasmitía la estancia, oportuna y elegantemente aderezada con molduras que invitaban a la tranquilidad y a la lujuria al mismo tiempo, lo embargó hasta relajar sus pensamientos más indecorosos y templar su humor.
Las plantas, lejos de ofrecer una intención decorativa, ofrecían frescura a la estancia, a la vez que exóticos aromas embriagaban hasta al más dispuesto. No era necesario fumar en narguile para entrar en un estado de somnolencia, mientras una joven exuberante deslizaba sus ágiles dedos hasta tu entrepierna. No, todo estaba dispuesto y predispuesto para ofrecer al cliente el ambiente idóneo para descargar sus “preocupaciones” y salir de allí con el bolsillo vacío y una sonrisa de oreja a oreja.
Desenganchó a Hermana Oscura de su cincho y la posó en el mullido diván. Brynden se sentó con cierto recelo mientras mantenía la mirada a la joven regente.
-¿Bastardos tan ilustres como supuestamente lo soy yo? –nunca se había creído ilustre, ni siquiera digno de pertenecer al contexto de la corte. Él era un hombre de acción, un soldado. Vivía en el campo de batalla y moría enclaustrado en sus aposentos –Me gustaría hablar directamente con ella. Dejamos asuntos pendientes en mi anterior visita –miraba a todos lados con lentitud y cierta tranquilidad -De la cual hace ya bastante tiempo –hizo una pausa –La guerra, ya sabe -añadió con obviedad.
Cogió una manzana del cuenco, se echó hacia atrás y cruzó las piernas adoptando la pose del putañero habitual. Dio un sonoro bocado a la pieza de fruta, mientras un hilillo de jugo se deslizaba por la comisura de sus labios.
-Le agradecería que evitara ese apelativo, Myma –dijo con una sonrisa tensa haciendo un enorme ejercicio de autocontención –Veréis, marcho de Desembarco. Ese imbécil Septón que ahora gobierna este antro de pestilencia que tenemos por ciudad, no me permite quedarme a menos que expíe mi pescados sirviendo a los Siete –y una puta mierda, pensó –Necesito poner mis objetos personales a buen recaudo, por supuesto bajo fianza. Y no se me ha ocurrido lugar mejor que este –continuó masticando un nuevo bocado de la roja manzana –Eso es casi todo lo que me trae aquí –dijo dejando la frase en el aire.
Continuó en su incesante observación de la joven, intentando desencriptar aquella mirada de aparente amenidad que no engañaba al bastardo.
-Tengo que encontrar a la señorita de Asshai por esos asuntos pendientes... –pero se interrumpió cuando habló la joven -Pues tan solo espero que no cumpláis mis sueños, pues en la mayoría de ellos muero... –con una amarga sonrisa.
Quizás fuera esa amiga de la que le habían hablado sus hombres, la tal Myma. Un nombre extraño y sencillo, nada ornamentado y que no trasmitía poder ni intimidaba. Parecía escogido por una niña, y así se había quedado, sin contar que la niña se trasformó en una mujer atractiva que ceñía aquellas telas tan oportunamente escogidas a su estilizada figura.
Ese optimismo reflejado en su expresión era disonante con el de su pose. Un puño cerrado nunca era buena señal. Reflejaba tensión, violencia, ganas de hacer algo que intentaba reprimir con fuerza. El bastardo así lo notaba y haciendo caso omiso al nuevo apodo que la regente del burdel le había granjeado, preguntó sin reparos:
-¿Os pillo en mal momento? –dirigiendo la mirada hacia su puño para darle a entender de dónde sacaba aquella conclusión –Si es así, lo siento, pero no tengo otro –con determinación y sin intención de volver más tarde.
Aquel vestíbulo lo trasladaba a otro tiempo en que se había privado de disfrutar de los placeres que allí ofertaban por el amor de una mujer, y sin duda, la mujer que se le presentó aquella vez encarnaba a la perfección la lujuria. No obstante, Myma, a pesar de ser físicamente distinta a la asshaita, era bastante atractiva y sus ojos verdosos trasmitían algo más de confianza que los de Liana, pero como siempre y como todos, escondían algo, una historia, un trauma, una manía, una forma de ser encubierta. La gente era como esa ramera que se erigía imponente en el cielo, esa puta de la noche, con una cara oculta que muy pocos veían.
Brynden también la tenía, tenía una cara oculta, pero esa no era necesariamente la más oscura, sino la más agradable, la más llevadera para la gente normal.
Entornó sus ojos como siempre en busca de algo que le permitiera vislumbrar más allá, pero veía jovialidad, veía naturalidad y frescura. Aquella mujer parecía sacada de contexto, no parecía la regente de un burdel. Parecía más bien, por su elegancia, una dama de corte, pero el bastardo estaba seguro de que sabría moverse con bastante diligencia en otros ámbitos más turbios que una sala de audiencias.
-No busco cobijo para mí... ¿puedo llamaros Myma? –le convenía ser cortés –Busco cobijo para mis cosas –las que en breves serían traídas por guardias de palacio. No pensaba usar a sus Dientes de Cuervo como mulos de carga –Busco un pajarito, pero no quiero falacias, ni ser desplumado, más que nada, porque tengo pocas cosas de valor encima –en ese instante, mostró el mandoble que pendía del cincho. El acero valyrio de Hermana Oscura fulguraba con un brillo fantasmal, y los rubíes que la adornaban, como perladas gotas de sangre, suponían el perfecto complemento para un objeto que sostenía ya cientos de muertes en su haber. Eso era todo el objeto de valor que el otrora consejero llevaba encima, y ni por todo el oro de Poniente, Essos y más allá, se desharía de él.
Negó inconscientemente con la cabeza y mostró cierta indiferencia al escuchar la razón del apelativo de la nueva chica de placer que la regente había incorporado al lupanar. Se limitó a tragar saliva, pues aún mantenía en su recuerdo la última desavenencia sexual que había tenido antes de marchar a Dorne, y con tan solo imaginar lo que el Colibrí Negro podría hacer sobre su miembro, una leve pulsión lo sacudió de manera casi imperceptible. Era un hombre, no podía evitarlo, pero no era lo que andaba buscando y así se lo hizo saber a Myma:
-¿Liana te ha contado que hay una amistad que nos une? Vaya, me tiene en más consideración de lo que pensaba –o eso o intenta hacérmelo creer, pensó en su habitual postura de continua desconfiada –Os lo agradezco, pero de momento no –rechazó con más elegancia de la que se podría esperar de él –Debo ser de los pocos hombres que entran aquí voluntariamente sin intención de follar –una leve media sonrisa de incredulidad y modestia se dibujó en sus labios a la vez que pasaba el peso de su cuerpo de un pie al otro y posaba su mano izquierda sobre la empuñadura de su espada –Además, no me veo capacitado para contentar a ese supuesto prodigio de las artes... orales –una mueca de desagrado fingido se dibujó en sus labios.
La joven occidental invitó al bastardo de los ríos más allá del vestíbulo, a las estancias más reservadas a los clientes, sin ser él uno de ellos.
Un guantazo visual lo abofeteó con elegancia cuando se desplegó ante él el gran salón central. No era un erudito en la decoración, pero la sensación de sosiego que trasmitía la estancia, oportuna y elegantemente aderezada con molduras que invitaban a la tranquilidad y a la lujuria al mismo tiempo, lo embargó hasta relajar sus pensamientos más indecorosos y templar su humor.
Las plantas, lejos de ofrecer una intención decorativa, ofrecían frescura a la estancia, a la vez que exóticos aromas embriagaban hasta al más dispuesto. No era necesario fumar en narguile para entrar en un estado de somnolencia, mientras una joven exuberante deslizaba sus ágiles dedos hasta tu entrepierna. No, todo estaba dispuesto y predispuesto para ofrecer al cliente el ambiente idóneo para descargar sus “preocupaciones” y salir de allí con el bolsillo vacío y una sonrisa de oreja a oreja.
Desenganchó a Hermana Oscura de su cincho y la posó en el mullido diván. Brynden se sentó con cierto recelo mientras mantenía la mirada a la joven regente.
-¿Bastardos tan ilustres como supuestamente lo soy yo? –nunca se había creído ilustre, ni siquiera digno de pertenecer al contexto de la corte. Él era un hombre de acción, un soldado. Vivía en el campo de batalla y moría enclaustrado en sus aposentos –Me gustaría hablar directamente con ella. Dejamos asuntos pendientes en mi anterior visita –miraba a todos lados con lentitud y cierta tranquilidad -De la cual hace ya bastante tiempo –hizo una pausa –La guerra, ya sabe -añadió con obviedad.
Cogió una manzana del cuenco, se echó hacia atrás y cruzó las piernas adoptando la pose del putañero habitual. Dio un sonoro bocado a la pieza de fruta, mientras un hilillo de jugo se deslizaba por la comisura de sus labios.
-Le agradecería que evitara ese apelativo, Myma –dijo con una sonrisa tensa haciendo un enorme ejercicio de autocontención –Veréis, marcho de Desembarco. Ese imbécil Septón que ahora gobierna este antro de pestilencia que tenemos por ciudad, no me permite quedarme a menos que expíe mi pescados sirviendo a los Siete –y una puta mierda, pensó –Necesito poner mis objetos personales a buen recaudo, por supuesto bajo fianza. Y no se me ha ocurrido lugar mejor que este –continuó masticando un nuevo bocado de la roja manzana –Eso es casi todo lo que me trae aquí –dijo dejando la frase en el aire.
Continuó en su incesante observación de la joven, intentando desencriptar aquella mirada de aparente amenidad que no engañaba al bastardo.
-Tengo que encontrar a la señorita de Asshai por esos asuntos pendientes... –pero se interrumpió cuando habló la joven -Pues tan solo espero que no cumpláis mis sueños, pues en la mayoría de ellos muero... –con una amarga sonrisa.
Brynden Ríos- Nobleza
Re: ¿Es el cuervo un ave de mal agüero? [Myma]
Con una expresión a medio camino entre la burla y la sorpresa, Myma esbozó una amplia sonrisa al escuchar la petición de Brynden en cuanto al apelativo con el que había decidido bautizarle en el instante en que distinguió su figura en las sombras del vestíbulo. Ciertamente no era la primera vez que alguien se sentía molesto o incómodo con alguno de sus apodos, y aunque en más de una ocasión había llegado a comprender que sus motes pudieran llegar a ser incluso ofensivos, no alcanzaba a vislumbrar el motivo por el que Brynden no quería ser llamado El Bastardísimo. A Myma le parecía simplemente genial y muy apropiado, dada la condición del Cuervo de Sangre. La sonrisa con la que le hizo aquella petición desvelaba así mismo una tensión que contrastaba directamente con el ambiente distendido de la Rosa; algo había oculto tras la misteriosa e introvertida figura de Brynden Ríos, aparentemente acomodado en el diván que Myma le había ofrecido de asiento, y la mujer dedujo que el morder de forma tan enérgica aquella manzana verdosa y ácida era una forma de desahogo mediante la que evitaba lanzarle la fruta a ella misma. - ¿No eres un bastardo? - inquirió enarcando las cejas de forma retórica mientras cruzaba los pies sobre el diván, como si estuviera tremendamente entretenida y no tuviera intención de moverse de allí en un buen rato - ¿Y no eres hijo de un rey...? Aunque tienes razón, nunca te dio su ilustre apellido, así que quizá en vez de Bastardísimo debería llamarle el Bastardo a secas - dedujo con una risa cantarina mientras escogía esta vez un amarillento trozo de melón del cuenco de fruta fresca que reposaba en la mesita. El solazado brillo de diversión que chispeaba en sus ojos se transformó en una expresión astuta y perspicaz, examinando la figura de Brynden mientras éste desvelaba a duras penas los motivos de su visita al excelso burdel de la Calle de la Seda. Myma permaneció en silencio mientras él desentrañaba sus palabras como si le resultara difícil depositar aquellos objetos y también su confianza en ella; la occidental disfrutaba de aquel momento como siempre que alguien acudía a ella en busca de un favor, y su mente ya trajinaba en busca del precio que le cobraría por custodiar sus objetos personales.
- Admiro tu integridad - respondió al fin con cierto sarcasmo, dilatando el momento en el que le diría si aceptaba o no hacerse cargo del pequeño montón de recuerdos y enseres que el Cuervo de Sangre aspiraba a guardar entre aquellos exóticos muros - No te planteas fingir devoción para permanecer en Desembarco del Rey, así que sospecho que en verdad quieres marcharte y ésta es la mejor ocasión para hacerlo, depositando toda la responsabilidad en nuestro buen Septón para no sentir remordimientos en caso de que tus aventuras lejos de esta ciudad no sean óptimas - tras una corta pausa en la que los ojos verdosos de Myma no se apartaron de los azules de Brynden, añadió de forma lacónica - O quizá realmente eres así de honesto - la mujer se encogió de hombros mientras volvía a agitar ante ella el abanico de plumas, haciendo que los ondulados mechones de su melena castaña se mecieran - Debes ser de ésos que odian Desembarco y ansían escapar de esta ciudad que para muchos es lo más parecido a una trampa... - una sonrisa algo amarga se dibujó en las facciones de Myma en los únicos momentos en que sus ojos se desviaron de los de Brynden, desvelando apenas en una fracción de segundo cierta resignada añoranza; los pensamientos de la joven occidental se habían desplazado hacia el nido al que había decidido volar su única amiga, la cual siempre se había mostrado amante y a la vez detractora de las calles de Desembarco del Rey. Un parpadeo bastó para que la chispa despreocupada y frívola volviera a brillar en sus ojos, posados de nuevo en el siniestro Brynden Ríos - No solemos ofrecer ese tipo de servicios en la Rosa - respondió al fin a su petición, genuinamente sorprendida ante aquello aunque su mente ya había empezado a explorar las posibilidades de beneficio de una opción como aquella - Es cierto que los que vienen aquí descargan sus preocupaciones... y otras cosas... pero nunca enseres personales bajo fianza - expuso mientras llenaba de vino dorado las dos copas que aún descansaban vacías entre ambos.
Myma no pensó en rechazar aquel compromiso, no por deferencia hacia los misteriosos asuntos que enlazaban al bastardo con la asshaita ni tampoco por el beneficio económico que podría obtener de aquello, sino por las oportunidades que se abrían ante ella en cuanto a un negocio con Brynden Ríos. El altruismo no era un concepto con el que jugara la occidental, entregada en los últimos años a todo tipo de transacciones que habían logrado enriquecer a las dos Espinas de forma muy considerable. - Tengo un rincón muy apropiado aquí dentro en el que poder guardar tus pertenencias - dijo al fin, adoptando su voz ahora ese matiz firme que usaba para cerrar acuerdos y sesgándose sus sagaces ojos mientras cerraba el abanico de un solo movimiento de muñeca - Y también tengo una fianza muy apropiada que pedirte y que no te costará un solo dragón de oro - expuso con su mejor sonrisa de zorra. Hizo una pausa para dar un sorbo al tibio vino dorniense, calibrando así la paciencia del bastardo, hasta que añadió, esta vez regresando a su tono de voz alegre y cantarín. - Pero antes de eso, hablemos de la “señorita de Asshai” - repitió modulando sus palabras con la mezcolanza de burla y diversión que solía caracterizarla. Creyó distinguir un atisbo de interés en Brynden a ser mencionada Liana de aquella forma, de lo que Myma dedujo que era la encrucijada asshaita el motivo de la visita del bastardo a la Rosa y no el depósito de enseres, que había pasado de primera necesidad a simple excusa. - Parece ser que desde que no eres el Consejero de los Rumores no estás muy enterado de lo que ocurre en Poniente - dijo irónica y algo ácida, algo arrogante al saberse en posesión de información que se escapaba a aquél que había ostentado un título aparentemente distinguido pero que en verdad se basaba en el manejo de chismes y cuchicheos, tal cual hacía la propia Myma en las calles de Desembarco - Liana se fue hace lunas al Valle de Arryn. La última vez que la ví estaba bien asentada en Puerto Gaviota, aunque me parece que ha volado al Nido de Águilas durante la guerra... al menos eso dicen los mensajes que me envía - agregó con una sonrisa maliciosa, expectante ante la reacción de Brynden Ríos ante aquella información, agitando una vez más su abanico con la misma maestría con la que pensaba beneficiarse de la insólita ascendencia que tenía sobre el siniestro bastardo.
- Admiro tu integridad - respondió al fin con cierto sarcasmo, dilatando el momento en el que le diría si aceptaba o no hacerse cargo del pequeño montón de recuerdos y enseres que el Cuervo de Sangre aspiraba a guardar entre aquellos exóticos muros - No te planteas fingir devoción para permanecer en Desembarco del Rey, así que sospecho que en verdad quieres marcharte y ésta es la mejor ocasión para hacerlo, depositando toda la responsabilidad en nuestro buen Septón para no sentir remordimientos en caso de que tus aventuras lejos de esta ciudad no sean óptimas - tras una corta pausa en la que los ojos verdosos de Myma no se apartaron de los azules de Brynden, añadió de forma lacónica - O quizá realmente eres así de honesto - la mujer se encogió de hombros mientras volvía a agitar ante ella el abanico de plumas, haciendo que los ondulados mechones de su melena castaña se mecieran - Debes ser de ésos que odian Desembarco y ansían escapar de esta ciudad que para muchos es lo más parecido a una trampa... - una sonrisa algo amarga se dibujó en las facciones de Myma en los únicos momentos en que sus ojos se desviaron de los de Brynden, desvelando apenas en una fracción de segundo cierta resignada añoranza; los pensamientos de la joven occidental se habían desplazado hacia el nido al que había decidido volar su única amiga, la cual siempre se había mostrado amante y a la vez detractora de las calles de Desembarco del Rey. Un parpadeo bastó para que la chispa despreocupada y frívola volviera a brillar en sus ojos, posados de nuevo en el siniestro Brynden Ríos - No solemos ofrecer ese tipo de servicios en la Rosa - respondió al fin a su petición, genuinamente sorprendida ante aquello aunque su mente ya había empezado a explorar las posibilidades de beneficio de una opción como aquella - Es cierto que los que vienen aquí descargan sus preocupaciones... y otras cosas... pero nunca enseres personales bajo fianza - expuso mientras llenaba de vino dorado las dos copas que aún descansaban vacías entre ambos.
Myma no pensó en rechazar aquel compromiso, no por deferencia hacia los misteriosos asuntos que enlazaban al bastardo con la asshaita ni tampoco por el beneficio económico que podría obtener de aquello, sino por las oportunidades que se abrían ante ella en cuanto a un negocio con Brynden Ríos. El altruismo no era un concepto con el que jugara la occidental, entregada en los últimos años a todo tipo de transacciones que habían logrado enriquecer a las dos Espinas de forma muy considerable. - Tengo un rincón muy apropiado aquí dentro en el que poder guardar tus pertenencias - dijo al fin, adoptando su voz ahora ese matiz firme que usaba para cerrar acuerdos y sesgándose sus sagaces ojos mientras cerraba el abanico de un solo movimiento de muñeca - Y también tengo una fianza muy apropiada que pedirte y que no te costará un solo dragón de oro - expuso con su mejor sonrisa de zorra. Hizo una pausa para dar un sorbo al tibio vino dorniense, calibrando así la paciencia del bastardo, hasta que añadió, esta vez regresando a su tono de voz alegre y cantarín. - Pero antes de eso, hablemos de la “señorita de Asshai” - repitió modulando sus palabras con la mezcolanza de burla y diversión que solía caracterizarla. Creyó distinguir un atisbo de interés en Brynden a ser mencionada Liana de aquella forma, de lo que Myma dedujo que era la encrucijada asshaita el motivo de la visita del bastardo a la Rosa y no el depósito de enseres, que había pasado de primera necesidad a simple excusa. - Parece ser que desde que no eres el Consejero de los Rumores no estás muy enterado de lo que ocurre en Poniente - dijo irónica y algo ácida, algo arrogante al saberse en posesión de información que se escapaba a aquél que había ostentado un título aparentemente distinguido pero que en verdad se basaba en el manejo de chismes y cuchicheos, tal cual hacía la propia Myma en las calles de Desembarco - Liana se fue hace lunas al Valle de Arryn. La última vez que la ví estaba bien asentada en Puerto Gaviota, aunque me parece que ha volado al Nido de Águilas durante la guerra... al menos eso dicen los mensajes que me envía - agregó con una sonrisa maliciosa, expectante ante la reacción de Brynden Ríos ante aquella información, agitando una vez más su abanico con la misma maestría con la que pensaba beneficiarse de la insólita ascendencia que tenía sobre el siniestro bastardo.
Myma- Ciudadano
Re: ¿Es el cuervo un ave de mal agüero? [Myma]
Miró levemente como volvía a posicionarse sobre el diván y adoptaba una postura más relajada, como si ante ella no tuviera más que a un pobre vagabundo venido a menos. Era un venido a menos, de eso no cabía duda, pero seguía siendo uno de los bastardos más respetados de Poniente, y no por su poder, si no por otras tantas virtudes, o defectos, dependiendo del cristal con el que se mirara, que ostentaba semejante hombre.
Apretó los labios y alzó una ceja. La deducción era lógica, pero no era la lógica del otrora consejero. Se sentía especial siendo bastardo, pero no cómodo si le recordaban a cada momento que era la ponzoña de la humanidad, que si el borracho y gordo de su padre hubiera podido, la concepción de Brynden no sería más que una corrida en cualquier parte que no fuera la vagina de su madre.
Si no hubiera precisado de los servicios de aquella mujer, y en lugar de una mujer fuera un hombre, y además lo hubiera hecho con mala intención, ahora mismo estaría despegando su puño enguantado y ribeteado de metal en los nudillos, manchado de sangre tras haber machacado la nariz de su interlocutor.
Pero como al menos dos de aquellas condiciones no se cumplían, se limitó a responder con frialdad:
-Tú lo has dicho: un bastardo, y ahora que no sirvo a rey alguno, no ostento cargo real que valga, merezco menos que nunca una distinción por encima del resto de bastardos de Poniente –dijo sin mostrar ni un mínimo halo de nostalgia –Llámame Brynden si eres tan amable –casi rechinando los dientes.
En ese instante, comprobó que no era el único que intentaba desentrañar algo en la otra persona. La sagacidad de Myma se dibujaba en sus ojos, en su sonrisa, en su disimulado interés, en su posición, su risa, su diversión. Todo el mundo sentía cierta satisfacción cuando recurrían a ti para que les concedieras algún favor, pero lo que aquella mujer transmitía era más que satisfacción; era diversión y placer, se sentía más poderosa al tener a un soldado caído en desgracia a sus pies. Era mezquino, y Brynden lo sabía, pero no dejaba de necesitarla.
-Integridad... digamos que lógica y principios. Unos dioses que llevan a dos hermanos a matarse entre sí en su nombre, para luego repudiar al que sobrevive, no merecen más que mi indiferencia. En el momento en que la fe y las creencias se institucionalizan en beneficio de unos pocos y tienen como dirigente y representante a una persona de carne y hueso, no merecen ni la más mínima de mis contemplaciones. Cuando pueda batirme en duelo con el guerrero en persona, follarme a la doncella o mirar al desconocido a sus ojos vacíos, entonces, quizás, es probable, que llegue a replantearme mi postura –dijo con tono enérgico sin detenerse en su reprimenda.
Entonces reparó en el análisis que la occidental había hecho de sus intenciones:
-Claro que quiero salir de esta maldita ciudad que he salvado y me ha pagado con el destierro. Aquí he perdido mi vida, y me niego a seguir a un devoto que me exige un sacrificio más por su puto perdón –esta vez lo dijo con calma, sin inmutarse, como si lo hubiera masticado ya demasiadas veces. Dio un nuevo bocado a la manzana, donde reflejó la rabia contenida –No me considero una persona honesta, pero sí bastante directa y franca. No tengo que pegarle a nadie una puñalada por la espalda, si puedo hacerlo de frente y mirando a los ojos cuando creo que algo es justo. Solo un cobarde y alguien que no confía en sí mismo, en sus propios ideales y convicciones cree que es mejor una puñalada por la espalda –dio un trago de vino, la garganta se le estaba secando –Por eso odio los entresijos de la corte aunque se me haya acusado durante años de ser un conspirador por ostentar el cargo de consejero de los rumores. Solo alguien que no tiene ni puta idea, es capaz de llamarme conspirador. Cuando desde siempre me decanté por un bando u otro en la guerra, sin medias tintas, sin marear la perdiz –quizás a la joven no le importaran sus desvaríos vitales, pero al parecer tenía todo el tiempo del mundo para escuchar.
Clavó sus ojos en ella cuando ésta los desvió una mínima fracción de tiempo. No terminó de captar aquella expresión, pero según su experiencia, se acercaba bastante a la soledad, quizás fruto de la nostalgia. En ese instante, Myma volvió a su posición de mujer poderosa y sabida de ese poder. Al principio desveló que no ofrecía esos servicios, pero después, con un matiz pícaro en su expresión, expuso, como si le estuviera haciendo un favor, que lo haría por un precio no monetario. Eso no hizo más que plasmar en la cara del bastardo la extrañeza. Arrugó el entrecejo, entornó los ojos y torció la boca, evaluando a la misma vez aquella expresión que a Brynden no le gustaba un pelo y menos viniendo de una mujer.
Pero Myma decidió entretener a su oscuro huésped un rato más. Ni más ni menos que hablando de Liana de Asshai.
-Digamos que he antepuesto la guerra, al muerte de la mitad de mi familia y el asesinato de mi hermano, a los rumores de Poniente –en tono de reproche –Pero seguro que podéis devolverme al negocio, Myma –sonriendo de manera forzada y volviendo a refrescar su gaznate.
Escuchó con atención las breves indicaciones de la occidental, y no evitó preguntar:
-¿Y volverá o se quedará como señora del Valle? –Aquello era sarcasmo, pero lo que Brynden no sabía es que estaba más cerca de la realidad que de la mera chanza –No consideréis que estáis traicionando a vuestra amiga, pues no es mi intención hacerle daño alguno ni ir en su contra. Os doy mi palabra, por poco valor que tenga –pero entre medias necesitaba saber con certeza si sus enseres personales estarían a buen recaudo –Decidme si mis hombres pueden traer mi pertenencias, y si puedo hacer frente al pago. Os prometo que no necesito más que un modesto rincón bajo la escalera –y era cierto. Libros, cartas, mapas, ropa y poco más, eran las austeras posesiones de Brynden, y en cierto modo sentía la necesidad de no quemarlo todo.
Nuevamente, sus ojos azulados dibujaron un recorrido por todos los rasgos de la joven, pasaron por sus delgadas y ágiles manos y bajaron hasta sus piernas, para volver de nuevo a su rostro.
Apretó los labios y alzó una ceja. La deducción era lógica, pero no era la lógica del otrora consejero. Se sentía especial siendo bastardo, pero no cómodo si le recordaban a cada momento que era la ponzoña de la humanidad, que si el borracho y gordo de su padre hubiera podido, la concepción de Brynden no sería más que una corrida en cualquier parte que no fuera la vagina de su madre.
Si no hubiera precisado de los servicios de aquella mujer, y en lugar de una mujer fuera un hombre, y además lo hubiera hecho con mala intención, ahora mismo estaría despegando su puño enguantado y ribeteado de metal en los nudillos, manchado de sangre tras haber machacado la nariz de su interlocutor.
Pero como al menos dos de aquellas condiciones no se cumplían, se limitó a responder con frialdad:
-Tú lo has dicho: un bastardo, y ahora que no sirvo a rey alguno, no ostento cargo real que valga, merezco menos que nunca una distinción por encima del resto de bastardos de Poniente –dijo sin mostrar ni un mínimo halo de nostalgia –Llámame Brynden si eres tan amable –casi rechinando los dientes.
En ese instante, comprobó que no era el único que intentaba desentrañar algo en la otra persona. La sagacidad de Myma se dibujaba en sus ojos, en su sonrisa, en su disimulado interés, en su posición, su risa, su diversión. Todo el mundo sentía cierta satisfacción cuando recurrían a ti para que les concedieras algún favor, pero lo que aquella mujer transmitía era más que satisfacción; era diversión y placer, se sentía más poderosa al tener a un soldado caído en desgracia a sus pies. Era mezquino, y Brynden lo sabía, pero no dejaba de necesitarla.
-Integridad... digamos que lógica y principios. Unos dioses que llevan a dos hermanos a matarse entre sí en su nombre, para luego repudiar al que sobrevive, no merecen más que mi indiferencia. En el momento en que la fe y las creencias se institucionalizan en beneficio de unos pocos y tienen como dirigente y representante a una persona de carne y hueso, no merecen ni la más mínima de mis contemplaciones. Cuando pueda batirme en duelo con el guerrero en persona, follarme a la doncella o mirar al desconocido a sus ojos vacíos, entonces, quizás, es probable, que llegue a replantearme mi postura –dijo con tono enérgico sin detenerse en su reprimenda.
Entonces reparó en el análisis que la occidental había hecho de sus intenciones:
-Claro que quiero salir de esta maldita ciudad que he salvado y me ha pagado con el destierro. Aquí he perdido mi vida, y me niego a seguir a un devoto que me exige un sacrificio más por su puto perdón –esta vez lo dijo con calma, sin inmutarse, como si lo hubiera masticado ya demasiadas veces. Dio un nuevo bocado a la manzana, donde reflejó la rabia contenida –No me considero una persona honesta, pero sí bastante directa y franca. No tengo que pegarle a nadie una puñalada por la espalda, si puedo hacerlo de frente y mirando a los ojos cuando creo que algo es justo. Solo un cobarde y alguien que no confía en sí mismo, en sus propios ideales y convicciones cree que es mejor una puñalada por la espalda –dio un trago de vino, la garganta se le estaba secando –Por eso odio los entresijos de la corte aunque se me haya acusado durante años de ser un conspirador por ostentar el cargo de consejero de los rumores. Solo alguien que no tiene ni puta idea, es capaz de llamarme conspirador. Cuando desde siempre me decanté por un bando u otro en la guerra, sin medias tintas, sin marear la perdiz –quizás a la joven no le importaran sus desvaríos vitales, pero al parecer tenía todo el tiempo del mundo para escuchar.
Clavó sus ojos en ella cuando ésta los desvió una mínima fracción de tiempo. No terminó de captar aquella expresión, pero según su experiencia, se acercaba bastante a la soledad, quizás fruto de la nostalgia. En ese instante, Myma volvió a su posición de mujer poderosa y sabida de ese poder. Al principio desveló que no ofrecía esos servicios, pero después, con un matiz pícaro en su expresión, expuso, como si le estuviera haciendo un favor, que lo haría por un precio no monetario. Eso no hizo más que plasmar en la cara del bastardo la extrañeza. Arrugó el entrecejo, entornó los ojos y torció la boca, evaluando a la misma vez aquella expresión que a Brynden no le gustaba un pelo y menos viniendo de una mujer.
Pero Myma decidió entretener a su oscuro huésped un rato más. Ni más ni menos que hablando de Liana de Asshai.
-Digamos que he antepuesto la guerra, al muerte de la mitad de mi familia y el asesinato de mi hermano, a los rumores de Poniente –en tono de reproche –Pero seguro que podéis devolverme al negocio, Myma –sonriendo de manera forzada y volviendo a refrescar su gaznate.
Escuchó con atención las breves indicaciones de la occidental, y no evitó preguntar:
-¿Y volverá o se quedará como señora del Valle? –Aquello era sarcasmo, pero lo que Brynden no sabía es que estaba más cerca de la realidad que de la mera chanza –No consideréis que estáis traicionando a vuestra amiga, pues no es mi intención hacerle daño alguno ni ir en su contra. Os doy mi palabra, por poco valor que tenga –pero entre medias necesitaba saber con certeza si sus enseres personales estarían a buen recaudo –Decidme si mis hombres pueden traer mi pertenencias, y si puedo hacer frente al pago. Os prometo que no necesito más que un modesto rincón bajo la escalera –y era cierto. Libros, cartas, mapas, ropa y poco más, eran las austeras posesiones de Brynden, y en cierto modo sentía la necesidad de no quemarlo todo.
Nuevamente, sus ojos azulados dibujaron un recorrido por todos los rasgos de la joven, pasaron por sus delgadas y ágiles manos y bajaron hasta sus piernas, para volver de nuevo a su rostro.
Brynden Ríos- Nobleza
Re: ¿Es el cuervo un ave de mal agüero? [Myma]
El brillo de atención y también de curiosidad que iluminó las pupilas de Brynden estimuló a Myma como si lo que tuviera ante sus ojos fuera un pequeño cofre de madera a rebosar de dragones de oro y venados de plata y no un hombre fascinado por Liana como tantos otros que habían pasado por la Rosa y que seguirían pasando. No pudo sin embargo dilucidar si en su expresión había sorpresa o decepción ante la noticia del pasado vuelo de Liana hacia el Nido de Águilas -Myma no se sorprendía ante el hecho de que una serpiente como ella hubiera sobrevivido rodeada de aves rapaces- así se dijo para sí misma que efectivamente aquella reveladora información había causado un gran impacto en el hijo de Aeron IV Targaryen. De igual manera, decidió atribuir el sarcasmo de su respuesta a la inquietud que le había producido saber que Liana no descansaba junto a Missandria en la alcoba del final del pasillo en el piso de arriba, desnuda sobre el lecho y rodeada de espejos de bronce y velas por doquier. Desde ese punto de vista, la situación era mucho más divertida para la Espina, aun consciente de que quizá sus suposiciones no se correspondieran con la realidad. - Por el momento y a juzgar por sus misivas no tiene intenciones de regresar y en cuanto a lo de señora de El Valle... - una sonrisa se dibujó en el rostro de Myma, una expresión divertida e incluso codiciosa al imaginar a Liana erigiéndose como soberana de aquel reino rocoso que parecía erigirse en precario equilibrio a las orillas del Mar Angosto - … si quiere serlo, lo será - afirmó con determinación, reservándose para sí cualquier dato referente a la relación de Liana con Nathair Arryn, quien había regido Nido de Águilas mientras su hermanastro Marcus emprendía una campaña casi suicida contra las tropas de El Tridente y los Targaryen. De vez en cuando, la prudencia emitía sus luces ante Myma para detener las ansias de presunción y vanidad de la occidental; a esa misma prudencia tenía que agradecer el seguir con vida tras algunas situaciones más que peligrosas en las que se había involucrado más de una vez en las calles de Desembarco. Y también a Violador.
Cerró su abanico de un solo golpe ante las siguientes palabras de Brynden, mirándole con curiosidad al tiempo que ladeaba su cabeza haciendo que de nuevo su melena castaña se deslizara sobre la tela ocre de su túnica. - Si creyera que esta conversación o que simplemente tu presencia aquí constituyera un atisbo de traición hacia Liana, créeme que llevarías un buen rato con tus botas de cuero de nuevo en el empedrado de la calle - quizá sus palabras contuvieran un deje de amenaza pero si fue así era difícil saberlo, pues las matizó con una sonrisa que casi podía calificarse de dulce - Siempre estoy encantada de ayudar a los amigos de Liana - interiormente se solazó con aquella respuesta, pues dudaba de que aquel calificativo pudiera extenderse a nadie más que no fuera ella misma, algo que era un privilegio para la joven Espina pues la amistad forjada con Liana en los oscuros rincones de la mansión de Devon el Orfebre mientras planeaban el asesinato de su esposa había sido un gran consuelo tras la vergüenza y humillación que había supuesto su expulsión de Lannisport por decisión de su propio padre. Brynden cambió entonces de tema, volviendo al asunto que en principio había conducido sus pasos hacia la Rosa y que según Myma, era una excusa muy conveniente para hablar con Liana. Con su mejor sonrisa de negociadora, volvió a abrir el abanico para seguir dándose aire, como si la mención de su amiga tan sólo hubiera sido un desvío de la conversación y no el punto principal. - ¡Un rincón bajo la escalera! - exclamó con un fingido escándalo, elevando la voz por encima de los gemidos ahogados y los jadeos que descendían del piso de arriba, sofocados por el espesor de las puertas de madera que aislaban a los ocupantes de aquellas alcobas - ¿Dónde castigaría a mis chicas si ocupo ese hueco con tus cosas? - preguntó con una sonrisa tan frívola como cruel.
Myma cubrió su mentón con las plumas del abanico mientras observaba al Cuervo Sangriento, recorriendo éste su anatomía con aquellos ojos azules y correspondiendo la Espina con un coqueto balanceo de sus pies cuando su mirada llegó a ellos, como un indicativo de que no le había pasado inadvertido aunque dudaba de que el bastardo quisiera disimularlo. - Tus hombres pueden traer tus cosas cuando más te plazca, destinaré un cuartito en el pasillo sólo para tus cosas y lo cerraré bajo llave. En cuanto al pago... - de nuevo el rostro de Myma se iluminó con una sonrisa astuta y también divertida; la Espina ejercía su mandato entre aquellos muros y realmente se la veía encantada con la situación, como así atestiguaban sus danzarines pies envueltos en escarpes de seda carmesí - No se me ocurre nada que puedas ofrecerme que sea de mi interés, así que... ¿qué te parece si lo dejamos en que me debes un favor? - le preguntó mientras inclinaba un poco el mentón hacia su pecho sin que sus ojos dejaran de escrutar los de Brynden, sagaz y expectante - No te lo pediré hoy ni mañana, a lo mejor dentro de cinco lunas o de cinco años, ¿quién sabe? Quizá uno de los dos muera antes de poder saldar la deuda... - se encogió de hombros con cierta indiferencia, como si creyera que esa posibilidad nunca llegaría a darse - ¿No vas a consumir nada? Déjame ofrecerte algo, es una invitación... -. Myma levantó la mano para chasquear los dedos y la muchacha rubia que les había servido el vino y la fruta acudió junto a ellos; bastó una mirada de su señora para que la chica se arrodillara junto a Brynden, pasando sus manos blancas y suaves sobre sus muslos enfundados en cuero negro. - ¡Oh, lo olvidaba! - exclamó repentinamente Myma - Lashya, para. Haz venir a Khama -. La chica pareció decepcionada, haciendo un mohín en dirección al bastardo antes de alejarse escaleras arriba, contoneando su cuerpo desnudo y libre de cualquier imperfección puesto que era una de las pocas que gozaban con el privilegio de no ser golpeadas. - Olvidaba que te gustan de cabello negro - le explicó Myma a Brynden mientras señalaba hacia las escaleras, donde una imponente morena de curvas imposibles y halo misterioso esperaba indicaciones de su señora - Tiene los ojos verdes, acento de Myr y es un poco idiota, pero si cierras los ojos y ella abre la boca sólo para lo necesario, quizá te dé igual - agregó antes de soltar una alegre carcajada, mirando a Brynden con aire travieso y sabiendo perfectamente que él comprendería a qué se refería.
Cerró su abanico de un solo golpe ante las siguientes palabras de Brynden, mirándole con curiosidad al tiempo que ladeaba su cabeza haciendo que de nuevo su melena castaña se deslizara sobre la tela ocre de su túnica. - Si creyera que esta conversación o que simplemente tu presencia aquí constituyera un atisbo de traición hacia Liana, créeme que llevarías un buen rato con tus botas de cuero de nuevo en el empedrado de la calle - quizá sus palabras contuvieran un deje de amenaza pero si fue así era difícil saberlo, pues las matizó con una sonrisa que casi podía calificarse de dulce - Siempre estoy encantada de ayudar a los amigos de Liana - interiormente se solazó con aquella respuesta, pues dudaba de que aquel calificativo pudiera extenderse a nadie más que no fuera ella misma, algo que era un privilegio para la joven Espina pues la amistad forjada con Liana en los oscuros rincones de la mansión de Devon el Orfebre mientras planeaban el asesinato de su esposa había sido un gran consuelo tras la vergüenza y humillación que había supuesto su expulsión de Lannisport por decisión de su propio padre. Brynden cambió entonces de tema, volviendo al asunto que en principio había conducido sus pasos hacia la Rosa y que según Myma, era una excusa muy conveniente para hablar con Liana. Con su mejor sonrisa de negociadora, volvió a abrir el abanico para seguir dándose aire, como si la mención de su amiga tan sólo hubiera sido un desvío de la conversación y no el punto principal. - ¡Un rincón bajo la escalera! - exclamó con un fingido escándalo, elevando la voz por encima de los gemidos ahogados y los jadeos que descendían del piso de arriba, sofocados por el espesor de las puertas de madera que aislaban a los ocupantes de aquellas alcobas - ¿Dónde castigaría a mis chicas si ocupo ese hueco con tus cosas? - preguntó con una sonrisa tan frívola como cruel.
Myma cubrió su mentón con las plumas del abanico mientras observaba al Cuervo Sangriento, recorriendo éste su anatomía con aquellos ojos azules y correspondiendo la Espina con un coqueto balanceo de sus pies cuando su mirada llegó a ellos, como un indicativo de que no le había pasado inadvertido aunque dudaba de que el bastardo quisiera disimularlo. - Tus hombres pueden traer tus cosas cuando más te plazca, destinaré un cuartito en el pasillo sólo para tus cosas y lo cerraré bajo llave. En cuanto al pago... - de nuevo el rostro de Myma se iluminó con una sonrisa astuta y también divertida; la Espina ejercía su mandato entre aquellos muros y realmente se la veía encantada con la situación, como así atestiguaban sus danzarines pies envueltos en escarpes de seda carmesí - No se me ocurre nada que puedas ofrecerme que sea de mi interés, así que... ¿qué te parece si lo dejamos en que me debes un favor? - le preguntó mientras inclinaba un poco el mentón hacia su pecho sin que sus ojos dejaran de escrutar los de Brynden, sagaz y expectante - No te lo pediré hoy ni mañana, a lo mejor dentro de cinco lunas o de cinco años, ¿quién sabe? Quizá uno de los dos muera antes de poder saldar la deuda... - se encogió de hombros con cierta indiferencia, como si creyera que esa posibilidad nunca llegaría a darse - ¿No vas a consumir nada? Déjame ofrecerte algo, es una invitación... -. Myma levantó la mano para chasquear los dedos y la muchacha rubia que les había servido el vino y la fruta acudió junto a ellos; bastó una mirada de su señora para que la chica se arrodillara junto a Brynden, pasando sus manos blancas y suaves sobre sus muslos enfundados en cuero negro. - ¡Oh, lo olvidaba! - exclamó repentinamente Myma - Lashya, para. Haz venir a Khama -. La chica pareció decepcionada, haciendo un mohín en dirección al bastardo antes de alejarse escaleras arriba, contoneando su cuerpo desnudo y libre de cualquier imperfección puesto que era una de las pocas que gozaban con el privilegio de no ser golpeadas. - Olvidaba que te gustan de cabello negro - le explicó Myma a Brynden mientras señalaba hacia las escaleras, donde una imponente morena de curvas imposibles y halo misterioso esperaba indicaciones de su señora - Tiene los ojos verdes, acento de Myr y es un poco idiota, pero si cierras los ojos y ella abre la boca sólo para lo necesario, quizá te dé igual - agregó antes de soltar una alegre carcajada, mirando a Brynden con aire travieso y sabiendo perfectamente que él comprendería a qué se refería.
Myma- Ciudadano
Re: ¿Es el cuervo un ave de mal agüero? [Myma]
Aquella joven, aunque de aspecto algo menos lascivo que Liana, conservaba la misma picardía y cierta malicia en sus palabras. Sus ojos denotaban más de lo que decía y expresaba con su sonrisa, y sus labios dibujaban sagaces y embaucadoras palabras que envolvían al bastardo de pies a cabeza. Pero no se dejó amedrentar lo más mínimo; él había lidiado con mujeres más peligrosas aún, ya que la noción de “hombre peligroso” no entraba dentro de ese grupo, pues lo amenazante que pudiera resultar no era nada comparado con una mujer vengativa o ambiciosa. Por no decir que había salido indemne de su primer encuentro con la asshaita, por lo que creía que estaba de sobra preparado para enfrentarse a la occidental, que permanecía allí tumbada con toda la atención de Brynden en sus manos.
-Es ambiciosa, pero no estoy seguro de que a ella le vaya la corte –hizo una breve pausa –Sí le va la sofisticación, pero... no sé, la veo más en las sombras, donde sin duda se mueve de manera excepcional, no en la cúspide. Aunque seguro que mirar desde arriba le resultaría muy estimulante –la imaginó sentada en aquel tronco maltrecho que era el trono de Nido de Águilas, y aunque no le quedaba nada mal, no terminó de cuadrarle –Y no hay lugar más alto en Poniente que esté por debajo del cuello que el Nido de Águilas –añadió.
Brynden no reaccionó más que con una modesta afirmación con la cabeza a la advertencia de Myma. Liana y su supuesto ascenso al poder no verían en el bastardo un obstáculo, sino más bien un empujón si ella lo precisaba, pues estaba claro que ahora era algo más que una misteriosa madame de burdel venida de tierras lejanas. Estaba seguro que si había salido de allí, era porque tenía algún plan, y en ese instante, el otrora consejero supo que en días venideros se le iba a desplegar delante de sus narices.
Se dio cuenta entonces de lo perdido que estaba en ese mundo que había sido su trabajo. Hacía tiempo que no recurría a sus informadores, a sus cuervos, hacía tiempo que los rumores no llegaban a él como volutas de humo en mitad de la noche, o como centellas de luz en pleno día. Hacía tiempo que un niño no se topaba accidentalmente con él en el mercado y cuando lo había perdido de vista tenía un papel en su mano enguantada, o que una anciana le ofrecía algún obsequio que guardaba algo en su interior, o un halago en forma de mensaje cifrado.
La maldita guerra, aunque le permitía expresar su verdadera naturaleza indomable, lo había apartado de aquello que le confería más poder que el resto de personas de Poniente: la información, la influencia y la capacidad de controlar con ella las vidas de medio continente.
Por suerte, había salido con vida de la contienda, y eso le daba una nueva oportunidad de volver a ser el que todos temían u odiaban, pero el que en pocos despertaba admiración.
Pero allí, la primera vez que había entrado, una mujer de oscura melena e intenciones más oscuras aún, se había sentido en cierta forma fascinada por el ejemplar que suponía Brynden cuando aún era alguien. Quizás era la hora de demostrar si era cierto que la amistad hacia Liana de Asshai era real o tan solo un mero adorno que velaba un fin mayor.
-Un armario tal vez. No es mucho lo que traigo. Ni siquiera es fascinante –dijo finiquitando con un último bocado la manzana –Pero no quiero dejarlo a merced de cualquiera en la Fortaleza Roja, y más sabiendo que ese santurrón asaltacunas deambula por donde le place –con cierto deje de repulsión.
Cuando la joven hizo de nuevo referencia al pago, Brynden ya se temía que tendría que hacer algún trabajo lingual, y la verdad es que no estaba muy por la labor, quizás porque el clima de beatificación, que por desgracia se había extendido por Desembarco, había hecho mella en él. Pero cuando aclaró que no había nada que pudiera interesarle de él por el momento, el bastardo se sintió aliviado, pues tras tanto tiempo de abstinencia no estaba seguro de poder aguantar el ritmo de nadie que aguantara más de lo que duraba un cuervo en batir las alas.
-Está bien, os debo un favor –quizás se lamentara de lo que iba a decir, pero lo hizo –No dudéis en avisarme cuando os hayáis decidido, siempre que esté dentro de mis posibilidades –añadió. Decidió seguir con la cruel broma de la joven –Si todo sigue así, quien tiene todas las de morir antes es un servidor –con una sonrisa amarga.
Estuvo a punto de decirle que si moría las pertenencias del bastardo que guardara serían suyas, pero no quería que aquellas palabras despertaran un instinto asesino en Myma, e instara a sus furcias a matarlo a arañazos o a felaciones, con tal de quedarse con lo que Brynden quisiera guardar allí.
Se contuvo y se limitó a enarbolar una tímida sonrisa, que ocultó con un trago de vino.
Antes de que pudiera reaccionar, con un chasquido de dedos, una joven de rubia melena estaba de rodillas frente al bastardo dispuesta a apresar con sus labios la posible turgencia que desatara en su entrepierna, pero Myma lo evitó para hacer que viniera otra que a su juicio era más del gusto del bastardo.
-Os... –dijo, casi embelesado, mientras observaba acercarse a la belleza myriense con ojos ávidos hacia él –...he dicho que debo ser de los pocos hombres que entran aquí sin intención de follar –continuó como último alegato.
La lengua viperina de la occidental danzaba emitiendo frases envenenadas, y estuvo seguro de que sabía a qué se estaba refiriendo. La torpeza de Brynden en los dobles sentidos se esfumaba de vez en cuando para dar paso a la lucidez.
-Prefiero alguien con quien pueda lidiar que alguien sumisa, Myma –dijo con presteza, antes de que la puta se acercara a él –Y esta no está a la altura... esperada –se mordió la lengua de nuevo para no hacer alusión a la asshaita o a ella misma. Se reincorporó sobre su asiento dejando la copa sobre la mesa –Me van los retos, para mí son plato de mejor gusto –con la sonrisa dibujada en sus ojos en lugar de en sus labios, y un brillo intimidante en ellos que en otro tiempo causaba tanto temor como excitación –Pero os lo agradezco de veras –dijo con sinceridad y alivio.
Habiendo rechazado la invitación, se enfrascó de nuevo en el tema que había surgido de manera espontánea:
-¿Liana ha huido o ha sido requerida? –entornó los ojos –¿Tenéis algún problema aquí? –si podía ayudar a que la fe no tomara cada uno de los rincones de aquella pestilente ciudad, y de paso saldar la deuda que Myma había impuesto, mejor que mejor.
-Es ambiciosa, pero no estoy seguro de que a ella le vaya la corte –hizo una breve pausa –Sí le va la sofisticación, pero... no sé, la veo más en las sombras, donde sin duda se mueve de manera excepcional, no en la cúspide. Aunque seguro que mirar desde arriba le resultaría muy estimulante –la imaginó sentada en aquel tronco maltrecho que era el trono de Nido de Águilas, y aunque no le quedaba nada mal, no terminó de cuadrarle –Y no hay lugar más alto en Poniente que esté por debajo del cuello que el Nido de Águilas –añadió.
Brynden no reaccionó más que con una modesta afirmación con la cabeza a la advertencia de Myma. Liana y su supuesto ascenso al poder no verían en el bastardo un obstáculo, sino más bien un empujón si ella lo precisaba, pues estaba claro que ahora era algo más que una misteriosa madame de burdel venida de tierras lejanas. Estaba seguro que si había salido de allí, era porque tenía algún plan, y en ese instante, el otrora consejero supo que en días venideros se le iba a desplegar delante de sus narices.
Se dio cuenta entonces de lo perdido que estaba en ese mundo que había sido su trabajo. Hacía tiempo que no recurría a sus informadores, a sus cuervos, hacía tiempo que los rumores no llegaban a él como volutas de humo en mitad de la noche, o como centellas de luz en pleno día. Hacía tiempo que un niño no se topaba accidentalmente con él en el mercado y cuando lo había perdido de vista tenía un papel en su mano enguantada, o que una anciana le ofrecía algún obsequio que guardaba algo en su interior, o un halago en forma de mensaje cifrado.
La maldita guerra, aunque le permitía expresar su verdadera naturaleza indomable, lo había apartado de aquello que le confería más poder que el resto de personas de Poniente: la información, la influencia y la capacidad de controlar con ella las vidas de medio continente.
Por suerte, había salido con vida de la contienda, y eso le daba una nueva oportunidad de volver a ser el que todos temían u odiaban, pero el que en pocos despertaba admiración.
Pero allí, la primera vez que había entrado, una mujer de oscura melena e intenciones más oscuras aún, se había sentido en cierta forma fascinada por el ejemplar que suponía Brynden cuando aún era alguien. Quizás era la hora de demostrar si era cierto que la amistad hacia Liana de Asshai era real o tan solo un mero adorno que velaba un fin mayor.
-Un armario tal vez. No es mucho lo que traigo. Ni siquiera es fascinante –dijo finiquitando con un último bocado la manzana –Pero no quiero dejarlo a merced de cualquiera en la Fortaleza Roja, y más sabiendo que ese santurrón asaltacunas deambula por donde le place –con cierto deje de repulsión.
Cuando la joven hizo de nuevo referencia al pago, Brynden ya se temía que tendría que hacer algún trabajo lingual, y la verdad es que no estaba muy por la labor, quizás porque el clima de beatificación, que por desgracia se había extendido por Desembarco, había hecho mella en él. Pero cuando aclaró que no había nada que pudiera interesarle de él por el momento, el bastardo se sintió aliviado, pues tras tanto tiempo de abstinencia no estaba seguro de poder aguantar el ritmo de nadie que aguantara más de lo que duraba un cuervo en batir las alas.
-Está bien, os debo un favor –quizás se lamentara de lo que iba a decir, pero lo hizo –No dudéis en avisarme cuando os hayáis decidido, siempre que esté dentro de mis posibilidades –añadió. Decidió seguir con la cruel broma de la joven –Si todo sigue así, quien tiene todas las de morir antes es un servidor –con una sonrisa amarga.
Estuvo a punto de decirle que si moría las pertenencias del bastardo que guardara serían suyas, pero no quería que aquellas palabras despertaran un instinto asesino en Myma, e instara a sus furcias a matarlo a arañazos o a felaciones, con tal de quedarse con lo que Brynden quisiera guardar allí.
Se contuvo y se limitó a enarbolar una tímida sonrisa, que ocultó con un trago de vino.
Antes de que pudiera reaccionar, con un chasquido de dedos, una joven de rubia melena estaba de rodillas frente al bastardo dispuesta a apresar con sus labios la posible turgencia que desatara en su entrepierna, pero Myma lo evitó para hacer que viniera otra que a su juicio era más del gusto del bastardo.
-Os... –dijo, casi embelesado, mientras observaba acercarse a la belleza myriense con ojos ávidos hacia él –...he dicho que debo ser de los pocos hombres que entran aquí sin intención de follar –continuó como último alegato.
La lengua viperina de la occidental danzaba emitiendo frases envenenadas, y estuvo seguro de que sabía a qué se estaba refiriendo. La torpeza de Brynden en los dobles sentidos se esfumaba de vez en cuando para dar paso a la lucidez.
-Prefiero alguien con quien pueda lidiar que alguien sumisa, Myma –dijo con presteza, antes de que la puta se acercara a él –Y esta no está a la altura... esperada –se mordió la lengua de nuevo para no hacer alusión a la asshaita o a ella misma. Se reincorporó sobre su asiento dejando la copa sobre la mesa –Me van los retos, para mí son plato de mejor gusto –con la sonrisa dibujada en sus ojos en lugar de en sus labios, y un brillo intimidante en ellos que en otro tiempo causaba tanto temor como excitación –Pero os lo agradezco de veras –dijo con sinceridad y alivio.
Habiendo rechazado la invitación, se enfrascó de nuevo en el tema que había surgido de manera espontánea:
-¿Liana ha huido o ha sido requerida? –entornó los ojos –¿Tenéis algún problema aquí? –si podía ayudar a que la fe no tomara cada uno de los rincones de aquella pestilente ciudad, y de paso saldar la deuda que Myma había impuesto, mejor que mejor.
Brynden Ríos- Nobleza
Re: ¿Es el cuervo un ave de mal agüero? [Myma]
Myma resopló con ademán impaciente, rodando los ojos con una hastiada resignación antes de alargar su abanico de plumas hacia la puta que esperaba en lo alto de las escaleras para indicarle con un gesto de la muñeca que volviera al lugar del que había salido. La muchacha, con un gesto ofendido en su rostro sensual y tostado por el sol, dio media vuelta haciendo gala de una voluptuosa gracilidad y se perdió en las mismas sombras en las que había desaparecido la rubia Lashya, como si aquellas chicas fueran tan sólo seductores espíritus que emergían gracias a algún tipo de magia oscura manejada por las únicas Espinas de aquella Rosa repleta de hermosos pétalos. - No te gustaría saber los nombres que damos a los hombres que vienen aquí sin intenciones de follar - dijo enarcando las cejas y sonriendo, aunque en su gesto se la percibía algo airada por el rechazo de Brynden - Aunque he de ser sincera, lo que cada uno haga con su polla y dónde decide meterla no me molesta. Lo que me molesta es no ganar dinero y que mis chicas no sean apreciadas - agregó sesgando los ojos, como si pretendiera hacer que el bastardo se sintiera incómodo a pesar de que interiormente tan sólo pretendía divertirse. Al escuchar las posteriores explicaciones que le ofreció aquel Cuervo, esbozó una sonrisa de soslayo, tremendamente astuta y vivaces las pupilas que chispeaban en sus ojos. - No negaré que son buenos motivos para rechazar a Khama y lo cierto es que tienes razón, no supone ningún reto más que el de tratar de tener su boca constantemente ocupada para no escuchar las idioteces que dice, algo en lo que los hombres, en cualquier caso, parecéis ser bastante expertos - Myma se inclinó un poco hacia adelante, cubriendo parcialmente su rostro con las plumas del abanico mientras le miraba por encima de las mismas con ojos traviesos, antes de contarle una de aquellas historias picantes con las que solía amenizar a los clientes que esperaban por alguna chica degustando una copa de vino. - Sólo hubo un hombre, del cual no diré su nombre porque el blasón de su casa es bien conocido - guiño de ojo - que no supo hacer callar a la pobre imbécil, y enseguida descubrí que... - Myma alargó su dedo meñique ante Brynden antes de estallar en carcajadas - … Khama podía trabajar y hablar al mismo tiempo -.
Myma recuperó su postura tras aquella historia, contemplando con atención al bastardo para comprobar que no existía ninguna turbación en él al haber escuchado las desventuras de aquel noble al que en la Rosa se conocía como El Mondadientes. Para la joven occidental, aquello significaba que Brynden no se sentía identificado y que por tanto, tras el cuero de aquellos pantalones se encontraba un miembro del que no avergonzarse, un dato aparentemente irrelevante pero que en manos de Myma podría ser bastante útil. La sonrisa que el bastardo mostró en aquellos momentos mientras hablaba de su preferencia por los retos en detrimento de aquello que era más previsible fue sincera, y en el brillo que apareció en sus ojos en aquel momento creyó reconocer Myma al antiguo Brynden, a aquél que había tenido en sus manos la información de todos los rincones de Poniente, al Alto Bastardo que rechazaba el lujo de los pasillos de la Fortaleza Roja para internarse en las callejuelas más pestilentes de Desembarco del Rey. - No insistiré más en mi invitación y que sepas que es un vale que ya has perdido, si otro día vienes a follar tendrás que pagar. Como todos - añadió con una sonrisa mientras sus cabellos castaños se mecían con el aire de su abanico; realmente estaba mintiendo pero los embustes surgían con tanta facilidad de sus labios que no era fácil distinguir cuando trataba de engañar a su interlocutor. Brynden, en cualquier caso, podía sentirse afortunado, pues realmente era la primera mentira que obtenía de una mujer muy acostumbrada a tejer sus trampas a base de falacias para conducir a los demás por donde le interesaba que fueran. Una amenazadora sombra se cernió entonces sobre el Cuervo Sangriento: Violador, aquella montaña de músculos y cuero tachonado que protegía a la joven Espina había hecho su aparición tras la misma con un sigilo que parecía imposible en alguien de su tamaño. Myma ni siquiera pestañeó, como si hubiera sabido en todo momento en qué minuto exacto Violador haría patente su presencia. El guardaespaldas había permanecido oculto en un sombrío rincón ocupado por unas palmas todo ese tiempo, vigilando a Brynden con la suspicacia de quien está entrenado para adelantarse a cualquier acto hostil.
Sin embargo, las inquietudes que Brynden parecía albergar en cuanto a la seguridad de la Rosa de Dos Espinas eran más interesantes para Myma que la entrada en escena de Violador, cuyos pequeños ojos azules se fijaban ahora en el bastardo mientras cruzaba los brazos sobre su amplio pecho cubierto de cuero marrón. - ¿Liana... huir? - repitió genuinamente sorprendida; mucho conocía sobre la historia de la asshaita, si no todo, y la trayectoria de Liana siempre había sido hacia adelante, en busca de nuevas oportunidades. Ella no había huido nunca, simplemente abandonaba aquello que le suponía algún pesar o simplemente variaba su rumbo en pos de algo mejor. - ¿Problemas en la Rosa? - insistió enfatizando el estupor que le provocaban las conclusiones de Brynden - Ni una cosa ni la otra - dijo finalmente antes de romper a reír una vez más mientras acomodaba su postura sobre el diván cual exótica reina oriental - Liana no ha huido ni tampoco ha sido requerida. Ha ido a El Valle porque así lo ha deseado, deberías saber que es lo único que motiva las acciones de Liana, sus propios deseos y apetencias - le explicó con una inusitada suavidad que encerraba un velada advertencia, proporcionándole poco a poco pistas y señales que el bastardo debería tener en cuenta si acaso pretendía acercarse realmente a la asshaita - Y afortunadamente no hay problemas en la Rosa, aunque la clientela fluctúa y es algo que me irrita sobremanera - dijo cerrando el abanico con una sacudida de la muñeca, como forma de mostrar su enojo ante aquello - La beatería que el Septón pretende instaurar en la ciudad no alcanza aún a la Calle de la Seda, aunque pienso que si ese gordo viniera a hacernos una visita, le trataríamos tan bien que quizá yo me convirtiera en la nueva Consejera de los Rumores - elucubró con una sonrisa burlona, abriendo por enésima vez el abanico para seguir dándose aire; su rostro se transformó después mediante una expresión perspicaz que dirigió directamente a Brynden - Pagar tu deuda conmigo no será tan fácil como proteger este sitio - echó una mano hacia atrás hasta rozar con las yemas de los dedos a Violador - Violador y sus chicos ya se encargan de eso, y además con bastante eficacia, es lo que explica algunas de las manchas de sangre seca que se ven junto a los muros de este burdel - dijo con naturalidad, enfatizando sus palabras con una fingida mueca de disgusto porque en realidad le encantaba tener esas señales de advertencia en la piedra del suelo. - No te preocupes en exceso por ese compromiso, no voy a ponerte en ningún aprieto - le ofreció a modo de consuelo, aunque la feroz sonrisa que se abrió paso en su rostro decía todo lo contrario.
Myma recuperó su postura tras aquella historia, contemplando con atención al bastardo para comprobar que no existía ninguna turbación en él al haber escuchado las desventuras de aquel noble al que en la Rosa se conocía como El Mondadientes. Para la joven occidental, aquello significaba que Brynden no se sentía identificado y que por tanto, tras el cuero de aquellos pantalones se encontraba un miembro del que no avergonzarse, un dato aparentemente irrelevante pero que en manos de Myma podría ser bastante útil. La sonrisa que el bastardo mostró en aquellos momentos mientras hablaba de su preferencia por los retos en detrimento de aquello que era más previsible fue sincera, y en el brillo que apareció en sus ojos en aquel momento creyó reconocer Myma al antiguo Brynden, a aquél que había tenido en sus manos la información de todos los rincones de Poniente, al Alto Bastardo que rechazaba el lujo de los pasillos de la Fortaleza Roja para internarse en las callejuelas más pestilentes de Desembarco del Rey. - No insistiré más en mi invitación y que sepas que es un vale que ya has perdido, si otro día vienes a follar tendrás que pagar. Como todos - añadió con una sonrisa mientras sus cabellos castaños se mecían con el aire de su abanico; realmente estaba mintiendo pero los embustes surgían con tanta facilidad de sus labios que no era fácil distinguir cuando trataba de engañar a su interlocutor. Brynden, en cualquier caso, podía sentirse afortunado, pues realmente era la primera mentira que obtenía de una mujer muy acostumbrada a tejer sus trampas a base de falacias para conducir a los demás por donde le interesaba que fueran. Una amenazadora sombra se cernió entonces sobre el Cuervo Sangriento: Violador, aquella montaña de músculos y cuero tachonado que protegía a la joven Espina había hecho su aparición tras la misma con un sigilo que parecía imposible en alguien de su tamaño. Myma ni siquiera pestañeó, como si hubiera sabido en todo momento en qué minuto exacto Violador haría patente su presencia. El guardaespaldas había permanecido oculto en un sombrío rincón ocupado por unas palmas todo ese tiempo, vigilando a Brynden con la suspicacia de quien está entrenado para adelantarse a cualquier acto hostil.
Sin embargo, las inquietudes que Brynden parecía albergar en cuanto a la seguridad de la Rosa de Dos Espinas eran más interesantes para Myma que la entrada en escena de Violador, cuyos pequeños ojos azules se fijaban ahora en el bastardo mientras cruzaba los brazos sobre su amplio pecho cubierto de cuero marrón. - ¿Liana... huir? - repitió genuinamente sorprendida; mucho conocía sobre la historia de la asshaita, si no todo, y la trayectoria de Liana siempre había sido hacia adelante, en busca de nuevas oportunidades. Ella no había huido nunca, simplemente abandonaba aquello que le suponía algún pesar o simplemente variaba su rumbo en pos de algo mejor. - ¿Problemas en la Rosa? - insistió enfatizando el estupor que le provocaban las conclusiones de Brynden - Ni una cosa ni la otra - dijo finalmente antes de romper a reír una vez más mientras acomodaba su postura sobre el diván cual exótica reina oriental - Liana no ha huido ni tampoco ha sido requerida. Ha ido a El Valle porque así lo ha deseado, deberías saber que es lo único que motiva las acciones de Liana, sus propios deseos y apetencias - le explicó con una inusitada suavidad que encerraba un velada advertencia, proporcionándole poco a poco pistas y señales que el bastardo debería tener en cuenta si acaso pretendía acercarse realmente a la asshaita - Y afortunadamente no hay problemas en la Rosa, aunque la clientela fluctúa y es algo que me irrita sobremanera - dijo cerrando el abanico con una sacudida de la muñeca, como forma de mostrar su enojo ante aquello - La beatería que el Septón pretende instaurar en la ciudad no alcanza aún a la Calle de la Seda, aunque pienso que si ese gordo viniera a hacernos una visita, le trataríamos tan bien que quizá yo me convirtiera en la nueva Consejera de los Rumores - elucubró con una sonrisa burlona, abriendo por enésima vez el abanico para seguir dándose aire; su rostro se transformó después mediante una expresión perspicaz que dirigió directamente a Brynden - Pagar tu deuda conmigo no será tan fácil como proteger este sitio - echó una mano hacia atrás hasta rozar con las yemas de los dedos a Violador - Violador y sus chicos ya se encargan de eso, y además con bastante eficacia, es lo que explica algunas de las manchas de sangre seca que se ven junto a los muros de este burdel - dijo con naturalidad, enfatizando sus palabras con una fingida mueca de disgusto porque en realidad le encantaba tener esas señales de advertencia en la piedra del suelo. - No te preocupes en exceso por ese compromiso, no voy a ponerte en ningún aprieto - le ofreció a modo de consuelo, aunque la feroz sonrisa que se abrió paso en su rostro decía todo lo contrario.
Myma- Ciudadano
Re: ¿Es el cuervo un ave de mal agüero? [Myma]
Brynden arqueó una ceja, desvió la mirada un instante y volvió a Myma.
-No soy maricón ni eunuco, si es eso lo que estáis pensando –mordiéndose la lengua para no añadir un apelativo referido a la occidental a esa frase –Y tranquila, que tus chicas serán apreciadas y pagadas en breve –una media sonrisa se dibujó en sus labios –No quiero correr con esa responsabilidad, y que me culpes de que el negocio va mal –digo sarcásticamente –Si puedo aportar algo a vuestro negocio y de paso romper con este puritanismo que se ha adueñado de este agujero que llamamos capital, lo haré –dijo con firmeza mientras daba un sorbo a la copa de vino.
Escuchó los consejos de la madame para acallar la insaciable lengua de la joven meretriz que no cesaba de decir estupideces mientras trabajaba, además de la historia de cierto noble con el miembro del tamaño de un cacahuete. Sin duda, algo lamentable y triste, el hecho de que un hombre no pudiera disfrutar de aquello que lo hacía instintivo y primario, además de la idiotez de los que muchos hacían gala. Si Brynden hubiera concluido que su polla no servía más que para mear, se la habría cortado sin dudarlo. Era pragmático, y tener eso entre las piernas debía servir para algo más que para evacuar, si no, se era medio hombre, y a él las medias tintas como que no le iban.
Los ojos de Myma y el incesante repiqueteo de los engranajes que conformaban su mente y sus cavilaciones, no escapaban a la percepción del bastardo.
-Me parece justo que un hombre que rechaza un favor, se le cobre por el siguiente que vaya a pedir –dijo con cierta picardía en los ojos –Tenéis buen olfato y madera de negociante, y yo tengo miedo de la próxima vez que pise este suelo y me habléis del precio que conlleva el haber depositado mis pertenencias aquí –con un guiño, como otorgándole el don del poder a la joven, pero a la vez haciéndole ver que aquel hombre tenía miedo a muy pocas cosas, y ella no era una de esas cosas.
Una de las estrategias para imbuir de valor y poder a sus interlocutores, o al menos para hacerlos creer superiores, era esa, pero en aquel caso, frente a la occidental, no pretendía hacerla sentir eso, más bien lo contrario. Era un mero chascarrillo sin importancia, pues sabía de sobra que aquella mujer no se tragaría que una persona como Brynden sería fácil de placar física o mentalmente.
Si quieres vencer a tu enemigo, imagina que es una máquina perfecta, le había dicho en alguna ocasión, y él mismo se lo había repetido en miles más. Pues estaba seguro que tanto Myma como Liana era conocedoras de esa filosofía de lucha.
En ese preciso instante, Brynden alzó la vista, y una mole embutida en ropas de cuero tachonado, fue escupida por la oscuridad y se personó tras Myma con el sigilo de un felino y la presencia de un elefante.
La ventaja con la que contaba aquel hombre era la fuerza bruta, y que estaba en su territorio, la ventaja con la que contaba Brynden era la rapidez, la lucha callejera y los reflejos entrenados a base de escaramuzas y una cruenta guerra. El honor en la lucha era cosa de lores perfumados y otras aberraciones hechas en nombre de aquel arte. Poca gente sabía cómo era el bastardo batiéndose en duelo o luchando uno contra uno. Cualquiera diría que un hombre así, con semejante mandoble pendiente del cincho, no precisaba de arma alguna, pero Brynden no lo creía así. El puñal era su arma predilecta en las distancias cortas donde un arco y un acero valyrio como aquel resultaban más un estorbo que una utilidad. Al bastardo le bastaban dos o tres mandoblazos para ponerse a la altura de su oponente y acto seguido descubrir el arma que empuñaba bajo la capa para asestársela en las costillas una y otra vez hasta que los gritos del contrincante no fueran más que mudos gorjeos.
Con una mirada de indiferencia, Brynden recibió a aquella especie de guardaespaldas, pues cualquier muestra de interés en ojos de otra persona como él podrá ser símbolo de hostilidad o de interés materializado en defensa.
Brynden escuchó con atención a la joven occidental a la vez que su mirada fluctuaba de ella a Violador. Liana de Asshai resultaba incluso interesante hasta cuando hablaban de ella, y también más peligrosa. A saber qué se le había perdido a aquella mujer en el Valle.
“Un noble bastardo del Valle de Arryn. Al igual que vos, también él se negó a aceptar mis condiciones durante una negociación”
Esas palabras, formuladas por unos labios que incitaban al pecado, flotaron en su mente durante un corto instante de tiempo, el suficiente para que Brynden supiera lo que podría andar Liana buscando en el Valle. Era en aquellas ocasiones, el bastardo daba gracias a haber estudiado en su juventud y haber entrenado su memoria para no precisar de libros más de lo necesario.
Volvió de nuevo a aquel rostro velado por un abanico:
-Con toda seguridad, ahora seríais mejor Consejera de los Rumores que yo –sonrió forzadamente –No hay nada en lo que podáis comprometerme, ya que no represento a nadie ni soy ningún cargo público -dio un último sorbo y apuró la copa –Por lo demás no os preocupéis...
Se levantó y cogió a Hermana Oscura con tranquilidad, la engarzó de nuevo en su cinturón y se dirigió hacia la puerta sin mediar palabra. La abrió y dos hombres que portaban una caja cada uno se personaron en el vestíbulo de la Rosa. La dejaron en el suelo a la vez que miraban a todas partes con ansia y curiosidad
El bastardo volvió su mirada y dirigió sus pasos de nuevo hacia Myma bajo la atenta mirada de Violador:
-¿Diez dragones de oro por cada uno serán suficientes para que se le dé un buen servicio a estos señores tan gallardos? ¿Quince, tal vez? –preguntó depositando una bolsita titilante con treinta y cuatro monedas de oro, ni una más ni una menos –¿No esperaríais que mi mera insistencia haría a dos capas doradas mover el culo hacia aquí tan solo para traer mis pertenencias? –se acercó a su oído sin perder de vista al guardaespaldas –He dicho que ayudaría a reflotar vuestro negocio, y en cuanto estos dos cuenten sus hazañas aquí a sus compañeros, media guardia hará cola en vuestro negocio, por no decir que el Septón contará entre sus guardianes del orden a hombres que aliviarán su estrés en vuestro lupanar –le guiñó un ojo y se separó de ella –Creemos un poco de caos –dijo dejando de susurrar –Esta ciudad se merece algo más que un velatorio tras la guerra –se quedó de pie sin intención de volver a sentarse –Ha sido un verdadero placer hacer negocios con usted, Myma, quizás la próxima vez no sea tan reticente a explorar lo que ofrece este lugar –dijo poniendo sus brazos en jarra y clavando su mirada en la joven de pelo castaño y poseedora de aquella mirada que resultaba una mezcolanza de picardía, lujuria y ternura.
-No soy maricón ni eunuco, si es eso lo que estáis pensando –mordiéndose la lengua para no añadir un apelativo referido a la occidental a esa frase –Y tranquila, que tus chicas serán apreciadas y pagadas en breve –una media sonrisa se dibujó en sus labios –No quiero correr con esa responsabilidad, y que me culpes de que el negocio va mal –digo sarcásticamente –Si puedo aportar algo a vuestro negocio y de paso romper con este puritanismo que se ha adueñado de este agujero que llamamos capital, lo haré –dijo con firmeza mientras daba un sorbo a la copa de vino.
Escuchó los consejos de la madame para acallar la insaciable lengua de la joven meretriz que no cesaba de decir estupideces mientras trabajaba, además de la historia de cierto noble con el miembro del tamaño de un cacahuete. Sin duda, algo lamentable y triste, el hecho de que un hombre no pudiera disfrutar de aquello que lo hacía instintivo y primario, además de la idiotez de los que muchos hacían gala. Si Brynden hubiera concluido que su polla no servía más que para mear, se la habría cortado sin dudarlo. Era pragmático, y tener eso entre las piernas debía servir para algo más que para evacuar, si no, se era medio hombre, y a él las medias tintas como que no le iban.
Los ojos de Myma y el incesante repiqueteo de los engranajes que conformaban su mente y sus cavilaciones, no escapaban a la percepción del bastardo.
-Me parece justo que un hombre que rechaza un favor, se le cobre por el siguiente que vaya a pedir –dijo con cierta picardía en los ojos –Tenéis buen olfato y madera de negociante, y yo tengo miedo de la próxima vez que pise este suelo y me habléis del precio que conlleva el haber depositado mis pertenencias aquí –con un guiño, como otorgándole el don del poder a la joven, pero a la vez haciéndole ver que aquel hombre tenía miedo a muy pocas cosas, y ella no era una de esas cosas.
Una de las estrategias para imbuir de valor y poder a sus interlocutores, o al menos para hacerlos creer superiores, era esa, pero en aquel caso, frente a la occidental, no pretendía hacerla sentir eso, más bien lo contrario. Era un mero chascarrillo sin importancia, pues sabía de sobra que aquella mujer no se tragaría que una persona como Brynden sería fácil de placar física o mentalmente.
Si quieres vencer a tu enemigo, imagina que es una máquina perfecta, le había dicho en alguna ocasión, y él mismo se lo había repetido en miles más. Pues estaba seguro que tanto Myma como Liana era conocedoras de esa filosofía de lucha.
En ese preciso instante, Brynden alzó la vista, y una mole embutida en ropas de cuero tachonado, fue escupida por la oscuridad y se personó tras Myma con el sigilo de un felino y la presencia de un elefante.
La ventaja con la que contaba aquel hombre era la fuerza bruta, y que estaba en su territorio, la ventaja con la que contaba Brynden era la rapidez, la lucha callejera y los reflejos entrenados a base de escaramuzas y una cruenta guerra. El honor en la lucha era cosa de lores perfumados y otras aberraciones hechas en nombre de aquel arte. Poca gente sabía cómo era el bastardo batiéndose en duelo o luchando uno contra uno. Cualquiera diría que un hombre así, con semejante mandoble pendiente del cincho, no precisaba de arma alguna, pero Brynden no lo creía así. El puñal era su arma predilecta en las distancias cortas donde un arco y un acero valyrio como aquel resultaban más un estorbo que una utilidad. Al bastardo le bastaban dos o tres mandoblazos para ponerse a la altura de su oponente y acto seguido descubrir el arma que empuñaba bajo la capa para asestársela en las costillas una y otra vez hasta que los gritos del contrincante no fueran más que mudos gorjeos.
Con una mirada de indiferencia, Brynden recibió a aquella especie de guardaespaldas, pues cualquier muestra de interés en ojos de otra persona como él podrá ser símbolo de hostilidad o de interés materializado en defensa.
Brynden escuchó con atención a la joven occidental a la vez que su mirada fluctuaba de ella a Violador. Liana de Asshai resultaba incluso interesante hasta cuando hablaban de ella, y también más peligrosa. A saber qué se le había perdido a aquella mujer en el Valle.
“Un noble bastardo del Valle de Arryn. Al igual que vos, también él se negó a aceptar mis condiciones durante una negociación”
Esas palabras, formuladas por unos labios que incitaban al pecado, flotaron en su mente durante un corto instante de tiempo, el suficiente para que Brynden supiera lo que podría andar Liana buscando en el Valle. Era en aquellas ocasiones, el bastardo daba gracias a haber estudiado en su juventud y haber entrenado su memoria para no precisar de libros más de lo necesario.
Volvió de nuevo a aquel rostro velado por un abanico:
-Con toda seguridad, ahora seríais mejor Consejera de los Rumores que yo –sonrió forzadamente –No hay nada en lo que podáis comprometerme, ya que no represento a nadie ni soy ningún cargo público -dio un último sorbo y apuró la copa –Por lo demás no os preocupéis...
Se levantó y cogió a Hermana Oscura con tranquilidad, la engarzó de nuevo en su cinturón y se dirigió hacia la puerta sin mediar palabra. La abrió y dos hombres que portaban una caja cada uno se personaron en el vestíbulo de la Rosa. La dejaron en el suelo a la vez que miraban a todas partes con ansia y curiosidad
El bastardo volvió su mirada y dirigió sus pasos de nuevo hacia Myma bajo la atenta mirada de Violador:
-¿Diez dragones de oro por cada uno serán suficientes para que se le dé un buen servicio a estos señores tan gallardos? ¿Quince, tal vez? –preguntó depositando una bolsita titilante con treinta y cuatro monedas de oro, ni una más ni una menos –¿No esperaríais que mi mera insistencia haría a dos capas doradas mover el culo hacia aquí tan solo para traer mis pertenencias? –se acercó a su oído sin perder de vista al guardaespaldas –He dicho que ayudaría a reflotar vuestro negocio, y en cuanto estos dos cuenten sus hazañas aquí a sus compañeros, media guardia hará cola en vuestro negocio, por no decir que el Septón contará entre sus guardianes del orden a hombres que aliviarán su estrés en vuestro lupanar –le guiñó un ojo y se separó de ella –Creemos un poco de caos –dijo dejando de susurrar –Esta ciudad se merece algo más que un velatorio tras la guerra –se quedó de pie sin intención de volver a sentarse –Ha sido un verdadero placer hacer negocios con usted, Myma, quizás la próxima vez no sea tan reticente a explorar lo que ofrece este lugar –dijo poniendo sus brazos en jarra y clavando su mirada en la joven de pelo castaño y poseedora de aquella mirada que resultaba una mezcolanza de picardía, lujuria y ternura.
Brynden Ríos- Nobleza
Re: ¿Es el cuervo un ave de mal agüero? [Myma]
Brynden pareció querer dar fin a su breve visita a la Rosa de Dos Espinas cuando se puso en pie al tiempo que volvía a ajustar su magnífica espada en el cinto de cuero que rodeaba sus caderas. Myma le observó con curiosidad y también con suspicacia; le hubiera gustado creer que su repentina prisa por irse estaba motivada por la amenazante presencia de Violador pero lo cierto era que apenas si le había dirigido una mirada al fornido guardaespaldas que seguía proyectando su sombra sobre la mujer. Con un suspiro no exento de cierta teatralidad, Myma abandonó la cómoda postura reclinada que había adoptado sobre el diván para acompañar a su ilustre visitante hacia la puerta de salida. Un par de putas les contemplaban desde la baranda del piso superior, desnudos sus cuerpos y lánguidas sus miradas, quizá lamentando que realmente el Cuervo Sangrante abandonara aquel lupanar sin tomar a ninguna de ellos siquiera por unos minutos, y Myma les dedicó una sonrisa burlona mientras se encogía de hombros fingiendo resignación, aunque en el fondo le divertía sobremanera verlas con aquellas actitudes de princesitas observando al más gallardo de los caballeros del reino. Decidió que más tarde las castigaría: una puta ha de ser lujuriosa y sensual, no cursi y enamoradiza. “Realmente no sólo las putas, todas las mujeres”, concluyó para sí misma mientras observaba a Brynden abrir la puerta con suma diligencia para hacer entrar a los porteadores que había traído consigo. Mientras aquellos hombres sudorosos y fatigados entraban en la Rosa amenazando con quebrar la belleza y el exotismo del lugar con su presencia ruda y vulgar, comentó mientras seguía abanicándose: - Parece que estabas muy seguro de que no nos negaríamos a cuidar de tus cosas, menos mal que hoy es tu día de suerte y no tienes que enviar a estos hombres a cualquier cuchitril -. Myma dirigió una mirada de soslayo a aquellos tipos, que jadeaban por el cansancio mientras paseaban sus ojos por aquel lugar hasta que divisaron a las muchachas que comenzaban su espectáculo de risitas y miradas traviesas, revoloteando con sus cuerpos desnudos entre las columnas y por la sala principal.
El delicioso canto de las monedas saltando dentro del saquito que agitaba Brynden atrajo de nuevo la atención de Myma, quien cerró de forma definitiva su abanico para ponerlo bajo uno de los tirantes de su túnica a modo de sujeción. Parecía aquel gesto la señal de que abandonaba los juegos y el esparcimiento para encargarse realmente de su negocio. - Si puedo elegir entre diez dragones o quince, te pediré quince dragones por cada uno - respondió perspicaz, volviendo sus ojos verdosos a las chicas que la miraban expectantes en busca de una orden que llegó en forma de un tenue movimiento de cabeza. Enseguida las putas supieron hacerse cargo de los agotados porteadores, quienes en breves instantes se encontraban disfrutando de la comodidad de los divanes que Myma y Brynden ocuparan momentos antes y también de la pericia con que aquellas chicas les daban a probar la fruta fresca que reposaba en los cuencos con hielo. El ilustre bastardo se acercó entonces a la Espina para depositar una confidencia en su oído, y la joven rió ante sus palabras. - No debiste revelarme la artimaña utilizada para que estos dos capas doradas trajeran sus relucientes... botas a este lugar - respondió volviendo el rostro para encontrar los ojos de Brynden - Hubiera sido mucho más digno hacerme creer que aún te guardan cierta lealtad... pero algo me dice que esas pomposidades no son tu estilo a pesar de que aún no me has tuteado- agregó con una sonrisa, imitando el tono susurrante que Brynden había empleado para crear cierto clima de confidencia entre ambos. - Me encanta la palabra caos... siempre que se refiera al exterior de este burdel y que me procure algo bueno... y creo que tus palabras se encaminan en esa dirección así que creo que comenzamos a hablar el mismo idioma... - tentada estuvo la atrevida Espina a emplear el apelativo que había incomodado a su interlocutor, pero tras una breve pausa, añadió -: … Brynden Ríos.
Myma suspiró ante las palabras del Cuervo como si le apenase el tono de despedida que parecían contener, y esbozando aquella sonrisa suya tan embaucadora como frívola, exclamó: - Las puertas de la Rosa de Dos Espinas siempre estarán abiertas para ti... y otras cosas también - agregó con picardía. - Ve allá donde te lleven tus negras alas, ahora eres un cuervo libre y estoy segura de que sabrás elegir qué hacer con el tiempo que tienes por delante -. Y con un grácil movimiento de la mano, despidió a aquel hombre enfundado en negro en la puerta del burdel, permaneciendo apoyada en la jamba observándole hasta que simplemente le vio desaparecer en la multitud, como si repentinamente se hubiera hecho humo para desvanecerse en el aire y materializarse luego en alguna parte en forma de cuervo. Myma enarcó las cejas y sonrió con un grato gesto de sorpresa, como cuando de niña se asombraba con los trucos de magia de los artistas callejeros de Lannisport, y volvió al interior de la Rosa, donde los primeros jadeos de los capas doradas se habían convertido en la melodía de aquella mañana.
__________________________________
Fue aquella misma noche cuando la joven occidental decidió ir al cuarto donde reposaban los enseres que Brynden Ríos le había confiado armada tan sólo con una amarillenta vela de miel que se balanceaba en precario equilibrio sobre un portacirios de hierro negro. Dejando a un Violador presa de la somnolencia provocada por el último orgasmo que habían compartido, la joven se deslizó en silencio por los oscuros pasillos del burdel enarbolando una pequeña llave de acero con la que accedió al pequeño cuarto que protegía los secretos del Cuervo Sangrante. La suave tos que le provocó el polvo que había en aquella estancia amenazó con apagar la titilante llama de su vela, pero logró que permaneciera encendida al menos el tiempo necesario para prender un candil que iluminó aquellas dos cajas y su desordenado contenido. Con los ojos brillantes de curiosidad y también de cierta avidez y una sonrisa amplia y traviesa, no dudó en comenzar a sacar de las cajas mil y un objetos, la mayoría de uso cotidiano como mapas de Poniente, un par de viejos puñales de filo mellado, también un puñado de hebillas de cinturón muy usadas, varios libros de páginas desvencijada... y algunos manuscritos. El interés de Myma se centró en unos pergaminos doblados de forma descuidada, doblados por mil lados y amarillentos por haber estado guardados demasiado tiempo. Una caligrafía elegante y delicada aunque masculina se mostró a la luz de las velas cuando Myma desplegó uno de aquellos pergaminos para comenzar a descifrar aquellas letras, mostrándose ante ella melancólicos versos escritos en la más absoluta intimidad, contenedores de sentimientos oscuros y derrotistas en ocasiones, sarcásticos y amargos en otras, pero siempre envueltos en una tristeza que parecía hacer latir el papel. Sin embargo, la occidental, haciendo gala de su frívolo carisma, de su despreocupado carácter, tan sólo acertó a sonreír algo burlona antes de volver a plegar aquellos pergaminos y guardarlos entre el resto de enseres. A ojos de Myma, el Cuervo se convertía en Poeta.
El delicioso canto de las monedas saltando dentro del saquito que agitaba Brynden atrajo de nuevo la atención de Myma, quien cerró de forma definitiva su abanico para ponerlo bajo uno de los tirantes de su túnica a modo de sujeción. Parecía aquel gesto la señal de que abandonaba los juegos y el esparcimiento para encargarse realmente de su negocio. - Si puedo elegir entre diez dragones o quince, te pediré quince dragones por cada uno - respondió perspicaz, volviendo sus ojos verdosos a las chicas que la miraban expectantes en busca de una orden que llegó en forma de un tenue movimiento de cabeza. Enseguida las putas supieron hacerse cargo de los agotados porteadores, quienes en breves instantes se encontraban disfrutando de la comodidad de los divanes que Myma y Brynden ocuparan momentos antes y también de la pericia con que aquellas chicas les daban a probar la fruta fresca que reposaba en los cuencos con hielo. El ilustre bastardo se acercó entonces a la Espina para depositar una confidencia en su oído, y la joven rió ante sus palabras. - No debiste revelarme la artimaña utilizada para que estos dos capas doradas trajeran sus relucientes... botas a este lugar - respondió volviendo el rostro para encontrar los ojos de Brynden - Hubiera sido mucho más digno hacerme creer que aún te guardan cierta lealtad... pero algo me dice que esas pomposidades no son tu estilo a pesar de que aún no me has tuteado- agregó con una sonrisa, imitando el tono susurrante que Brynden había empleado para crear cierto clima de confidencia entre ambos. - Me encanta la palabra caos... siempre que se refiera al exterior de este burdel y que me procure algo bueno... y creo que tus palabras se encaminan en esa dirección así que creo que comenzamos a hablar el mismo idioma... - tentada estuvo la atrevida Espina a emplear el apelativo que había incomodado a su interlocutor, pero tras una breve pausa, añadió -: … Brynden Ríos.
Myma suspiró ante las palabras del Cuervo como si le apenase el tono de despedida que parecían contener, y esbozando aquella sonrisa suya tan embaucadora como frívola, exclamó: - Las puertas de la Rosa de Dos Espinas siempre estarán abiertas para ti... y otras cosas también - agregó con picardía. - Ve allá donde te lleven tus negras alas, ahora eres un cuervo libre y estoy segura de que sabrás elegir qué hacer con el tiempo que tienes por delante -. Y con un grácil movimiento de la mano, despidió a aquel hombre enfundado en negro en la puerta del burdel, permaneciendo apoyada en la jamba observándole hasta que simplemente le vio desaparecer en la multitud, como si repentinamente se hubiera hecho humo para desvanecerse en el aire y materializarse luego en alguna parte en forma de cuervo. Myma enarcó las cejas y sonrió con un grato gesto de sorpresa, como cuando de niña se asombraba con los trucos de magia de los artistas callejeros de Lannisport, y volvió al interior de la Rosa, donde los primeros jadeos de los capas doradas se habían convertido en la melodía de aquella mañana.
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Fue aquella misma noche cuando la joven occidental decidió ir al cuarto donde reposaban los enseres que Brynden Ríos le había confiado armada tan sólo con una amarillenta vela de miel que se balanceaba en precario equilibrio sobre un portacirios de hierro negro. Dejando a un Violador presa de la somnolencia provocada por el último orgasmo que habían compartido, la joven se deslizó en silencio por los oscuros pasillos del burdel enarbolando una pequeña llave de acero con la que accedió al pequeño cuarto que protegía los secretos del Cuervo Sangrante. La suave tos que le provocó el polvo que había en aquella estancia amenazó con apagar la titilante llama de su vela, pero logró que permaneciera encendida al menos el tiempo necesario para prender un candil que iluminó aquellas dos cajas y su desordenado contenido. Con los ojos brillantes de curiosidad y también de cierta avidez y una sonrisa amplia y traviesa, no dudó en comenzar a sacar de las cajas mil y un objetos, la mayoría de uso cotidiano como mapas de Poniente, un par de viejos puñales de filo mellado, también un puñado de hebillas de cinturón muy usadas, varios libros de páginas desvencijada... y algunos manuscritos. El interés de Myma se centró en unos pergaminos doblados de forma descuidada, doblados por mil lados y amarillentos por haber estado guardados demasiado tiempo. Una caligrafía elegante y delicada aunque masculina se mostró a la luz de las velas cuando Myma desplegó uno de aquellos pergaminos para comenzar a descifrar aquellas letras, mostrándose ante ella melancólicos versos escritos en la más absoluta intimidad, contenedores de sentimientos oscuros y derrotistas en ocasiones, sarcásticos y amargos en otras, pero siempre envueltos en una tristeza que parecía hacer latir el papel. Sin embargo, la occidental, haciendo gala de su frívolo carisma, de su despreocupado carácter, tan sólo acertó a sonreír algo burlona antes de volver a plegar aquellos pergaminos y guardarlos entre el resto de enseres. A ojos de Myma, el Cuervo se convertía en Poeta.
Myma- Ciudadano
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