Una noticia complicada (Shiera)

Nadie podía podía intuir lo mucho que la había cambiado esa criatura, jugar con ella y sus balbuceantes ruidos eran un verdadero placer, Shiera volvía a cantar, ¿desde cuándo no lo hacía? No lo podía recordar, quizá en Lys, o en algún momento de soledad del campo, pero a la niña le gustaba. Ya no podía alimentarla, su glotona hija tenía el mismo apetito de su padre y de su familia pirata, devoraba, eructaba y se dormía, no antes de solicitar toda la atención de su madre, que se deshacía en caricias, juegos, canciones, para agotarla y dejarla dormir.

Descansaba en su lecho de piel de oso blanco, satisfecha, tenía por costumbre para dormir tomar un mechón de su madre y enrollárselo, la miró divertida, cuando su cabello creciera, dormiría con él liado a uno de sus deditos, por fin identificaba un gesto de ella en esa criatura, casi pirata del todo, aunque la cara en forma de corazón era ya el anuncio de una niña, mucho más hermosa que su madre, el pirata se desesperaría cuando creciera. La molestó que ese momento que dedicaba a su hija se viera alterado por la presencia de las doncellas con el requerimiento de su marido.

Alisó la túnica de seda que llevaba, había descubierto que a Thorey le encantaba el ruido de la seda, ese ¡frufru!, que se producía cuando un pliegue rozaba con otro a cada movimiento, avanzó hacia sus habitaciones, craso error, pensó cuando entró y vio la mirada de su calamar, supo que ese precioso vestido terminaría destrozado, sus cabellos podrían estar canosos, esa cicatriz que a otra persona le repugnaría para ella era la prueba de la defensa del rey, no la importaba, era un hombre que los protegió con su vida. Sonrió con delicadeza, recordó porque le amaba.

-Mi señor, vuestra hija duerme plácidamente, le podría decir que ya no le daba su leche, pues no era suficiente para lo que la niña necesitaba, no era necesario, su hija comía, se alimentaba correctamente, y eso era lo importante, le acarició la cicatriz con la yema de los dedos y la besó.

Cuando deslizó el vestido de sus hombros, intuyó como terminaría la conversación, mas al acercarle su miembro, al rozar la leve barrera de seda que los separaba supo que su intuición era certera, iban a hablar, ente beso, caricia, mordisco… como les gustaba a ambos, instaurada esa tradición desde su primer encuentro, siempre acordaban todo así, era increíble que las mejores ideas surgieran en esos momentos. Ella también buscaba algo sobre el bicho, pensaría, inocente, que cuando no ocupaba su lecho, ella no sabía dónde estaba, los hombres a veces son muy bobos.

- He leído algo que me parece interesante, su buena memoria, la hizo recitar de corrillo la curiosa anotación.

-Los excrementos del kraken, exhalan un agradable olor y van formando una suerte de islotes flotantes alrededor del monstruo, su voz tembló, la estaba mordiendo el cuello. Gra-ann canti-ti--dad de peces, recuperó la firmeza, - son atraídos hacia esa nueva pradera flotante que, además, es comestible, con las caricias, su miembro pegado a sus nalgas, la excitación, su tono de voz fue más ronco. - Cuando el Kraken logra atraer suficiente cantidad de peces, el bicho comienza a alimentarse de ellos y el ciclo vuelve a empezar, cerró los ojos, ¡maldito pirata, embaucador!, se giró, quedando entre la mesa y el hombre, seguía siendo tan fuerte, tan magnético, que ella no era capaz de resistirse, - ¿crees que esto es serio?

- Según un tal Calendor, -un mordisco en la nariz,- los pescadores de aguas profundas, -acarició la cicatriz, -a menudo corrían el riesgo de atrapar a los peces sobre el Kraken, cuando la pesca era tan buena, siguió la senda de su cuelo, para tirar de su labio, se terminarían los miramientos no era la sumisa dama embarazada.

-Si un pescador tenía una inusualmente buena pesca, uno le decía al otro, "Debes haber pescado sobre un Kraken". Calendor también razonó que el monstruo a veces es confundido con una isla, y que en algunos mapas se incluyen islas que sólo a veces eran visibles, que aparecen y desaparecen, introdujo su mano en las calzas del hombre, atrapó su miembro… -eso es un Kraken, y esto, otro que se alegra al besar a su reina

Cerró los ojos un momento, era clarividente, o era más que evidente, sus ropas duraron en su sitio hasta que la paciencia de su esposo, que se caracterizaba por su ausencia, desapareció. Era de nuevo ese pirata que la había  enamorado,  tosco, temperamental, vivo, exigente, posesivo,  recorría su  cuerpo con la certeza de ser su dueño, lo que ignoraba es que él pertenecía a la su esposa, y ella marcaba su territorio como una dragona, sin el menor resquicio a la duda, era  suyo, aunque el kraken tuviera otra certeza, era maravilloso que se aferrara a la idea de que mandaba.

Era en fin... era el hombre que amaba, ella le quería así, pura  fuerza y pasión. La hacía sentirse deseada, su ansiedad, sus manos,  su exigencia, su penetración, nadie era comparable a su pirata...

Deseo, pasión, la arrastraba al éxtasis, le  mordió el labio, cuando entró en ella no pudo, gritó, gimió, su piel se erizó. Todo era perfecto, hasta que habló, rompió todo el encanto, ese momento los instintos animales dejaban  paso a la cruda realidad. Le empujó para caer en el, si había algo que odiaba era que insultaran su inteligencia, ahora quería poseer,  follar, y hacer gemir a ese hombre que había caído bajo ella, tiró con fuerza del labio, le  mordió el lóbulo,

- No es el momento, lo  discutiremos después,  ahora  quiero a mi señor,  entregado a su esposa.

Cabalgó sobre él, llevándole al punto que ella quería, cayendo agotada sobre su pecho, cubriéndole con su cuerpo satisfecha como el gato que se había comido al ratón, se quedó recostada sobre su pecho. -No, Harrald. Le sonrió pícara, - debes darme un buen argumento, para que deje a mi hija, y pongas en peligro tu vida por una quimera. No uses mi pasión por ti, te amo demasiado para no pensar con claridad.