El sol y la pulpilla (Keira Greyjoy)

Ese maldito vestido, se enredaba como la nasa para pescar. Los pasillos de los vasallos de los hardineros eran una serie de corredores de decoración decadente, demasiados oropeles.

Necesitaba respirar, necesitaba salir del ambiente angustioso, y encima ese pasmarote de puso en medio. Respiró profundamente, Piratilla, no te cargues a la gente, no estás de batida, ni tienes la espada a mano.

Lo siento señor, tenía prisa, no os vi, es culpa mía. La joven Greyjoy, sonrió... y no, no, nos conocemos, no tengo la menor idea de quien sois, pero es posible que nos veamos en algun otro momento, si me permitís pasar... me retiro a mis habitaciones

La Pirata alzó una ceja, un solecito, adoraba las embarcaciones de los dornieses, le encantaba la canela, el clavo, la pimienta. Los Dornenses eran adorables con esa forma tan maravillosa de rendirse. Esos mercaderes de carnes fofas, que lloraban ante sus hombres. Su padre tenía una colección de sus mascarones de proa en las bodegas de Pike.

Señor, su tratamiento era de Príncipe o de Ser, no lo recordaba, de hecho el protocolo la traía al fresco, los Greyjoy no eran precisamente nobles de salón, intentó ser educada, dentro de lo posible. Su presentación como Ser la sacó de la duda, no sabía que los de las arenas hicieran el juramento. Señor soy Lady, ¿por qué, no? Si el era un Ser ella era una Lady, perdida en los pasillos, incómoda vestida como una dama.

Soy Lady Keira Greyjoy, efectivamente estoy perdida en este palacio, que no responde a una ordenación lógica. Busco los aposentos que ha asignado a los Greyjoy, pues el hombrecillo que me tenía ha salido corriendo No la extrañaba, la había pillado en una reprimenda a su Capitan "Araña" que desapareció dejándola sola en ese laberinto de estirados nobles.