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Todo lo que queda por descubrir.(Perséfone Caron)
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Todo lo que queda por descubrir.(Perséfone Caron)
Había oído que algunas casas de las Marcas eran gobernadas por mujeres, algunas por derecho, por haber pertenecido a Dorne, y otras por ser únicas herederas. Lo que más me fascinaba de todo aquello, era que pudieran seguir manteniendo su posición aunque se casaran. En el resto de Poniente no ocurría así, ka mujeres perdían su apellido y adoptaban el de los hombres con los que se casaban…y no es menospreciara mi vida de casada ni fuera infeliz, al contrario, me consideraba una privilegiada, pues yo había acabado en la cuna del saber y tenía un esposo que me quería y me dejaba ser quien era. Pero yo quería ir más lejos, quería ver a través de los ojos de ellas lo que significaba tener el derecho y no la suerte. Así pues, aquella mañana había decido citar a una de las invitadas de Svenar, quería saber que clase de personas eran esas mueres.
Mandé a Bethany, mi dama de compañía, niñera y amiga, a buscar a Lady Perséfone Caron, para invitarla a desayunar conmigo. Lo había dispuesto todo en una de las terrazas más soleadas del Faro. Corría una suave brisa mañanera, el viento arrastraba el olor de los macizos de flores y el de los pasteles de frutas y miel. Las especias, el vino caliente, la leche, huevos escalfados, y un largo etc. Todo dispuesto sobre una mesa de madera finamente labrada, redonda, cubierta por un mantel de lino bordado con sencillez y acompañada por dos sillas.
Bethany no tardaría en regresar junto con mi invitada. Me alisé el vestido de seda y gasas, de un suave tono azulado y bordado con sencillez, adornado simplemente con un broche de plata en forma de Faro. No me gustaba la ostentación, así que mi vestuario solía ser sencillo, ligero, adecuado para cada estación. Llevaba el cabello sujeto con una fina y pequeña orquilla de cristal de colores, con forma de lirio y una pizca de maquillaje, prefería prescindir de artificialidad. Mi invitación era eso, y nada más, no pretendía imponer nada a nadie por ser Lady Hightower, por ello le había insistido a Bethany que formulara una petición cortés, nada de trucos o dobles sentidos velados, no quería política, ni juegos siniestros o de astucia, quería conocer el mundo que había más allá de las murallas, quería otras mujeres con las que poder relacionarme.
Aún lamentaba la marcha de Anais, su exilio impuesto. Suspiré y pasé los dedos por el borde de la copa que tenía delante, absorta en mis pensamientos. Lo había dejado todo atado y bien atado para tener la mañana libre. Diana ya había comido y estaba dormida, mi pequeña belleza de ojos claros. Siempre me aseguraba de que parte de mis guardaespaldas de mayor confianza estuvieran con ella, junto con Bethany y Fang, la criatura en la que más podía confiar en este mundo. Me puse en pie cuando vi llegar a mi invitada y la saludé con la cortesía protocolaría que merecía.
-Buenos días Lady Caron, es todo un placer conoceros, me alegra que hayáis accedido a acompañarme. Espero que todo sea de vuestro gusto, pero si deseáis alguna otra cosa solo decidlo y se preparara- sñalé con una cortés sonrisa la silla que había frente a la mia y tomé asiento- He pensado que después, quizá, si es de vuestro agrado, podríamos ir a visitar Antigua. ¿Os parece?.
Mandé a Bethany, mi dama de compañía, niñera y amiga, a buscar a Lady Perséfone Caron, para invitarla a desayunar conmigo. Lo había dispuesto todo en una de las terrazas más soleadas del Faro. Corría una suave brisa mañanera, el viento arrastraba el olor de los macizos de flores y el de los pasteles de frutas y miel. Las especias, el vino caliente, la leche, huevos escalfados, y un largo etc. Todo dispuesto sobre una mesa de madera finamente labrada, redonda, cubierta por un mantel de lino bordado con sencillez y acompañada por dos sillas.
Bethany no tardaría en regresar junto con mi invitada. Me alisé el vestido de seda y gasas, de un suave tono azulado y bordado con sencillez, adornado simplemente con un broche de plata en forma de Faro. No me gustaba la ostentación, así que mi vestuario solía ser sencillo, ligero, adecuado para cada estación. Llevaba el cabello sujeto con una fina y pequeña orquilla de cristal de colores, con forma de lirio y una pizca de maquillaje, prefería prescindir de artificialidad. Mi invitación era eso, y nada más, no pretendía imponer nada a nadie por ser Lady Hightower, por ello le había insistido a Bethany que formulara una petición cortés, nada de trucos o dobles sentidos velados, no quería política, ni juegos siniestros o de astucia, quería conocer el mundo que había más allá de las murallas, quería otras mujeres con las que poder relacionarme.
Aún lamentaba la marcha de Anais, su exilio impuesto. Suspiré y pasé los dedos por el borde de la copa que tenía delante, absorta en mis pensamientos. Lo había dejado todo atado y bien atado para tener la mañana libre. Diana ya había comido y estaba dormida, mi pequeña belleza de ojos claros. Siempre me aseguraba de que parte de mis guardaespaldas de mayor confianza estuvieran con ella, junto con Bethany y Fang, la criatura en la que más podía confiar en este mundo. Me puse en pie cuando vi llegar a mi invitada y la saludé con la cortesía protocolaría que merecía.
-Buenos días Lady Caron, es todo un placer conoceros, me alegra que hayáis accedido a acompañarme. Espero que todo sea de vuestro gusto, pero si deseáis alguna otra cosa solo decidlo y se preparara- sñalé con una cortés sonrisa la silla que había frente a la mia y tomé asiento- He pensado que después, quizá, si es de vuestro agrado, podríamos ir a visitar Antigua. ¿Os parece?.
Enery Hightower
Re: Todo lo que queda por descubrir.(Perséfone Caron)
Un fino haz de luz que se colaba entre los ligeros cortinajes del dosel la despertó con sutileza cuando recién llegaban las primeras luces del alba. Fue un despertar sosegado en el que Persefone se permitió disfrutar de la suavidad de las sabanas, tibias tras una noche de sueño plácido y profundo, del aire nocturno que aún flotaba en la habitación, de las curiosas formas que comenzaban a danzar en el techo de su alcoba, nacidas de los reflejos del sol madrugador... Bostezó y se estiró, intentando librarse con paciencia y sin prisa ninguna de las telarañas del sueño que amenazaban con volver a tomar el control sobre ella. Se dio la vuelta y se se quedó mirando un instante a la muchacha que dormía en un catre, muy cerca de su lecho. Desde que manchó con sangre de la luna por primera vez se le había impuesto el dormir en compañía de alguna de sus doncellas, una medida rudimentaria pero útil para evitar rumores y maledicencias, y pese a que ya no había nadie que pudiera imponerle nada, Persefone había mantenido aquella usanza, consciente de que pese a que ostentaba el título de señora por pleno derecho, eso no la hacía menos mujer, y por lo tanto, eso no la libraba de los estigmas de su sexo. El honor de su familia seguía dependiendo de ella, y en ocasiones era peor dar pábulo a habladurías y a calumnias que perderlo de verdad.
Cirene despertó al instante, como si la mirada de su señora la hubiese sacado de su sueño. Se observaron durante un rato, en silencio, disfrutando de los primeros cantos de los pájaros y de la sensación refrescante de aquella mañana de Antigua. Cirene era a penas una cría, hija bastarda de quien fue uno de los favoritos de su hermano Pearse, y que como él, había perecido en la rebelión. Tras aquello, Persefone había tomado a Cirene bajo su protección como su doncella, y lo cierto era que no se arrepentía. La muchacha era discreta, humilde, servicial y tranquila ... Y lista, era lista.
Se levantaron y jugaron a vestirse solo por el placer de vestirse, a peinarse entre ellas simplemente por entretenerse, y también trastearon con las pocas joyas que Persefone había llevado con ella en su equipaje. Era agradable empezar la mañana sin la sensación de que le esperaban mil quehaceres... Tener tiempo del que disfrutar era una maravilla más que sumarle a aquel viaje a Antigua.
Tras haber descartado el vestido marrón por ser demasiado cerrado y el amarillo por tener las mangas demasiado largas, Persefone se decantó por un liviano vestido de color lavanda, con mangas abiertas y falda vaporosa, nada pesado ni engorroso de llevar y que le permitiría deambular sin problemas. Mientras Cirene le peinaba con un cuidado, se distraían jugando a las adivinanzas.
-Estáis presa -Explicó Persefone, que había ganado la anterior ronda de adivinanzas.
-Vale -Accedió Cirene, mientras pasaba el cepillo por cada mechón, casi con mimo.
-Y el malvado señor que os mantiene presa os lleva ante dos puertas, cada una custodiada por un guardia. Tras una de las puertas os espera la libertad, tras la otra, solo muerte. Una muerte horrible además. El malvado señor os explica que un guardia ha sido entrenado para decir siempre la verdad, y que el otro, solo sabe mentir. A continuación, os concede una sola pregunta que podréis dirigir a cualquiera de los dos guardias. Si escogéis la puerta correcta seréis libre, si no, moriréis -Persefone observó a través del espejo como Cirene fruncía el ceño, pensativa.
-¿Y yo no sé cual es el guardia que siempre miente y cual es el que siempre dice la verdad? -Preguntó la chiquilla, mordiéndose los labios mientras cavilaba.
-Lo desconocéis por completo. Son como dos gotas de agua, ambos impasibles, silenciosos, esperando a que os dirijáis a uno de los dos y le hagáis una pregunta... Pero escoged bien las palabras, pensadlo bien, que de ello depende vuestra vida -Los minutos transcurrieron en silencio mientras Cirene terminaba de cepillarle la larga melena, dejándola brillante y suave -¿Os rendís? -Preguntó Persefone, jocosa, levantándose del tocador y aproximándose a la ventana. En el exterior el sol de la mañana ya comenzaba a calentar, dejando atrás las horas frescas del amanecer. En aquel instante supo que había hecho bien en escoger ropajes ligeros, iba a ser un día caluroso y despejado.
-Nunca -Contestó su doncella con determinación.
Alguien llamó a la puerta, interrumpiendo el juego y obligando a Cirene a abrir la puerta. Tan inmersa en las adivinanzas como había estado, Persefone no se había percatado de lo hambrienta que estaba hasta que una dama de la Princesa de Antigua se presentó en sus estancias para invitarla a desayunar con su señora. Persefone aceptó, por supuesto. La Casa Hightower había logrado captar su interés desde el primer momento, demostrando que Antigua era una ciudad anciana con mucha historia y llena de sabiduría, pero también con ideas muy jóvenes, progresistas. Dejó a Cirene extremando en sus estancias, pero sobre todo, cavilando a cerca del acertijo, y marchó junto a aquella dama, que se presentó muy cortesmente como Bethany, hasta la terraza en la que ya esperaba Enery Hightower. El saludo siguió protocolos, pero fueron leves y amistosos. Tomaron asiento mientras el olor a pan recién hecho embriagaba los sentidos de Persefone.
-Para mi también es un placer, excelencia -Y no eran palabras vacías. Le había resultado grato conocer a Svenar Hightower, un hombre cabal y decidido a establecer lazos de amistad y comercio con las Marcas... Pero como mujer, Persefone era dada a buscar complicidad en otras mujeres, y la princesa de Antigua llamaba especialmente su atención. No solo la había invitado a desayunar sino que además le proponía una maravilla: Visitar Antigua -Me encantaría, por supuesto, Antigua es una ciudad hermosa y ardo en deseos de conocerla -Aceptó sin pensárselo dos veces. ¿Quién mejor que Enery Hightower para mostrarle la ciudad? Se hizo con trozo de pan tostado untado con miel y decorado con semillas de granada que parecía estar llamándola a gritos desde el centro de la mesa -Es tan grande que impresiona, da la sensación de que ni con todo el tiempo del mundo podría llegar a recorrerla entera -¿Cuantas callejuelas podía tener? ¿Cuantos secretos? -Será mejor que alguien experto guíe mis primeros pasos por la Ciudad, o terminaré deambulando -Sopesó, disfrutando del calor del sol sobre la piel -Su enormidad no es lo único que me ha sorprendido de Antigua... Es también osada -No hacía falta dar demasiadas explicaciones, pues quedaba claro a qué se refería. Los Hightower no solo se habían independizado territorial y políticamente... El de Antigua era también un cisma ideológico. Y Persefone estaba segura de que eran cambios más que positivos... Liberadores. Abrir la Ciudadela a las mujeres era innovador y controvertido, y un signo de que en Antigua las mujeres tenían más valor, más significado que en el resto de Poniente. El Faro era el guardián de Antigua, y en su cúspide se encontraba Enery Hightower. ¿Cómo no sentir curiosidad por una mujer así?
Cirene despertó al instante, como si la mirada de su señora la hubiese sacado de su sueño. Se observaron durante un rato, en silencio, disfrutando de los primeros cantos de los pájaros y de la sensación refrescante de aquella mañana de Antigua. Cirene era a penas una cría, hija bastarda de quien fue uno de los favoritos de su hermano Pearse, y que como él, había perecido en la rebelión. Tras aquello, Persefone había tomado a Cirene bajo su protección como su doncella, y lo cierto era que no se arrepentía. La muchacha era discreta, humilde, servicial y tranquila ... Y lista, era lista.
Se levantaron y jugaron a vestirse solo por el placer de vestirse, a peinarse entre ellas simplemente por entretenerse, y también trastearon con las pocas joyas que Persefone había llevado con ella en su equipaje. Era agradable empezar la mañana sin la sensación de que le esperaban mil quehaceres... Tener tiempo del que disfrutar era una maravilla más que sumarle a aquel viaje a Antigua.
Tras haber descartado el vestido marrón por ser demasiado cerrado y el amarillo por tener las mangas demasiado largas, Persefone se decantó por un liviano vestido de color lavanda, con mangas abiertas y falda vaporosa, nada pesado ni engorroso de llevar y que le permitiría deambular sin problemas. Mientras Cirene le peinaba con un cuidado, se distraían jugando a las adivinanzas.
-Estáis presa -Explicó Persefone, que había ganado la anterior ronda de adivinanzas.
-Vale -Accedió Cirene, mientras pasaba el cepillo por cada mechón, casi con mimo.
-Y el malvado señor que os mantiene presa os lleva ante dos puertas, cada una custodiada por un guardia. Tras una de las puertas os espera la libertad, tras la otra, solo muerte. Una muerte horrible además. El malvado señor os explica que un guardia ha sido entrenado para decir siempre la verdad, y que el otro, solo sabe mentir. A continuación, os concede una sola pregunta que podréis dirigir a cualquiera de los dos guardias. Si escogéis la puerta correcta seréis libre, si no, moriréis -Persefone observó a través del espejo como Cirene fruncía el ceño, pensativa.
-¿Y yo no sé cual es el guardia que siempre miente y cual es el que siempre dice la verdad? -Preguntó la chiquilla, mordiéndose los labios mientras cavilaba.
-Lo desconocéis por completo. Son como dos gotas de agua, ambos impasibles, silenciosos, esperando a que os dirijáis a uno de los dos y le hagáis una pregunta... Pero escoged bien las palabras, pensadlo bien, que de ello depende vuestra vida -Los minutos transcurrieron en silencio mientras Cirene terminaba de cepillarle la larga melena, dejándola brillante y suave -¿Os rendís? -Preguntó Persefone, jocosa, levantándose del tocador y aproximándose a la ventana. En el exterior el sol de la mañana ya comenzaba a calentar, dejando atrás las horas frescas del amanecer. En aquel instante supo que había hecho bien en escoger ropajes ligeros, iba a ser un día caluroso y despejado.
-Nunca -Contestó su doncella con determinación.
Alguien llamó a la puerta, interrumpiendo el juego y obligando a Cirene a abrir la puerta. Tan inmersa en las adivinanzas como había estado, Persefone no se había percatado de lo hambrienta que estaba hasta que una dama de la Princesa de Antigua se presentó en sus estancias para invitarla a desayunar con su señora. Persefone aceptó, por supuesto. La Casa Hightower había logrado captar su interés desde el primer momento, demostrando que Antigua era una ciudad anciana con mucha historia y llena de sabiduría, pero también con ideas muy jóvenes, progresistas. Dejó a Cirene extremando en sus estancias, pero sobre todo, cavilando a cerca del acertijo, y marchó junto a aquella dama, que se presentó muy cortesmente como Bethany, hasta la terraza en la que ya esperaba Enery Hightower. El saludo siguió protocolos, pero fueron leves y amistosos. Tomaron asiento mientras el olor a pan recién hecho embriagaba los sentidos de Persefone.
-Para mi también es un placer, excelencia -Y no eran palabras vacías. Le había resultado grato conocer a Svenar Hightower, un hombre cabal y decidido a establecer lazos de amistad y comercio con las Marcas... Pero como mujer, Persefone era dada a buscar complicidad en otras mujeres, y la princesa de Antigua llamaba especialmente su atención. No solo la había invitado a desayunar sino que además le proponía una maravilla: Visitar Antigua -Me encantaría, por supuesto, Antigua es una ciudad hermosa y ardo en deseos de conocerla -Aceptó sin pensárselo dos veces. ¿Quién mejor que Enery Hightower para mostrarle la ciudad? Se hizo con trozo de pan tostado untado con miel y decorado con semillas de granada que parecía estar llamándola a gritos desde el centro de la mesa -Es tan grande que impresiona, da la sensación de que ni con todo el tiempo del mundo podría llegar a recorrerla entera -¿Cuantas callejuelas podía tener? ¿Cuantos secretos? -Será mejor que alguien experto guíe mis primeros pasos por la Ciudad, o terminaré deambulando -Sopesó, disfrutando del calor del sol sobre la piel -Su enormidad no es lo único que me ha sorprendido de Antigua... Es también osada -No hacía falta dar demasiadas explicaciones, pues quedaba claro a qué se refería. Los Hightower no solo se habían independizado territorial y políticamente... El de Antigua era también un cisma ideológico. Y Persefone estaba segura de que eran cambios más que positivos... Liberadores. Abrir la Ciudadela a las mujeres era innovador y controvertido, y un signo de que en Antigua las mujeres tenían más valor, más significado que en el resto de Poniente. El Faro era el guardián de Antigua, y en su cúspide se encontraba Enery Hightower. ¿Cómo no sentir curiosidad por una mujer así?
Persefone Caron- Casa vasalla
Re: Todo lo que queda por descubrir.(Perséfone Caron)
Esbocé una suave sonrisa y di vueltas con una cucharilla a mi te con miel. Yo también me había sentido fascinada y sobrecogida por la enorme ciudad...Resultaba una visión impresionante, y pensar que el hombre pudiera hacer algo de dimensiones tan ciclópeas te hacia reflexionar sobre el enorme potencial de la humanidad. Lástima que usásemos la mayor parte de nuestro talento para destruir.
-Entiendo el sentimiento. Cuando vine aquí para casarme con dieciséis años me quedé muy impresionada. Siempre había deseado visitar Antigua, y había leído muchas cosas sobre ella, pero ninguna descripción está a la altura de la realidad- tomé un sorbo del dulce líquido y estudié con discrepción a Lady Caron, intentando recordar toda la información que había obtenido de ella.
No la había invitado a ella concretamente por puro capricho, si no porque, a diferencia de las dornienses, ella no había nacido con los mismos derechos que los hombres, su existencia se regía por las mismas normas con las que me había criado yo, aunque deseaba de corazón que ahora que se habían independizado, mantuvieran las costumbres dornienses en cuanto a herencia. Aparté un poco la taza y cogí un bollo de hojaldre bañado en miel de una bandeja cercana. Debía resultar una tarea muy dura tomar las riendas de tu casa cuando no te habían educado expresamente para ello, tendría que aprender a marchas forzadas y por las malas, y encima con un conflicto en ciernes, pues dudaba mucho que los Baratheon se quedaran tan tranquilos y permitieran que algunos de sus vasallos tomaran su propio camino...igual que nosotros con los Tyrell. Por suerte, si Antigua entablaba buenas relaciones con las Marcas, podríamos apoyarnos mutuamente, y había sido un buen movimiento dar el derecho del conocimiento a las mujeres nobles, pero por supuesto, también tenía sus contrapartidas.
-Ni yo que llevo tantos años viviendo en ella la conozco por completo, pero si puedo enseñaros un par de lugares interesantes que la gente no suele tener en cuenta.- había oído que la propuesta de mi marido no la había disgustado, pero desconocía en que grado estaba conforme con ella. Me limpié los dedos pringosos por la miel en la servilleta que había colocado en mi regazo y continué- Y en cuanto a la medida adoptada por Svenar...Traerá consecuencias. Es un paso adelante para las mujeres, aunque algunas no lo vean así. Pero el poder sigue siendo de los hombres, y ellos fueron quienes decidieron limitarnos, y eso incluye a los Maestres. Esto traerá consecuencias- aseguré muy convencida- Pero no pueden evitar el progreso, así que en algún momento tendrán que dejar avanzar a la otra mitad de la población les guste...o no- aseveré con una divertida sonrisa- esperaba que pensase lo mismo que yo a tendría que abogar por una mayor diplomacia para evitar un conflicto.- Aprovecho la ocasión para daros el pésame por la muerte de vuestros familiares, el dolor de su perdida y todas las cargas que se os vienen encima son algo que realmente no puedo ni llegar a imaginar. Pero os ofrezco mi ayuda en todo lo que preciséis, y si puedo hacer algo para que vuestra estancia os sea más grata no dudéis en pedírmelo- dije dedicándole una alentadora sonrisa y cambié de tema rápidamente para evitar hacer presente de nuevo la inquietud y el dolor de la pérdida- Me gustaría saber más cosas sobre vos, Lady Caron, contadme, ¿Qué os gusta hacer? ¿qué os apasiona?, quizá coincidimos en algo y podamos compartirlo. Yo adoro la música, mi instrumento favorito es el arpa.- dije con tono amigable y entusiasta, creía que podíamos llegar a conectar y ser buenas amigas.
-Entiendo el sentimiento. Cuando vine aquí para casarme con dieciséis años me quedé muy impresionada. Siempre había deseado visitar Antigua, y había leído muchas cosas sobre ella, pero ninguna descripción está a la altura de la realidad- tomé un sorbo del dulce líquido y estudié con discrepción a Lady Caron, intentando recordar toda la información que había obtenido de ella.
No la había invitado a ella concretamente por puro capricho, si no porque, a diferencia de las dornienses, ella no había nacido con los mismos derechos que los hombres, su existencia se regía por las mismas normas con las que me había criado yo, aunque deseaba de corazón que ahora que se habían independizado, mantuvieran las costumbres dornienses en cuanto a herencia. Aparté un poco la taza y cogí un bollo de hojaldre bañado en miel de una bandeja cercana. Debía resultar una tarea muy dura tomar las riendas de tu casa cuando no te habían educado expresamente para ello, tendría que aprender a marchas forzadas y por las malas, y encima con un conflicto en ciernes, pues dudaba mucho que los Baratheon se quedaran tan tranquilos y permitieran que algunos de sus vasallos tomaran su propio camino...igual que nosotros con los Tyrell. Por suerte, si Antigua entablaba buenas relaciones con las Marcas, podríamos apoyarnos mutuamente, y había sido un buen movimiento dar el derecho del conocimiento a las mujeres nobles, pero por supuesto, también tenía sus contrapartidas.
-Ni yo que llevo tantos años viviendo en ella la conozco por completo, pero si puedo enseñaros un par de lugares interesantes que la gente no suele tener en cuenta.- había oído que la propuesta de mi marido no la había disgustado, pero desconocía en que grado estaba conforme con ella. Me limpié los dedos pringosos por la miel en la servilleta que había colocado en mi regazo y continué- Y en cuanto a la medida adoptada por Svenar...Traerá consecuencias. Es un paso adelante para las mujeres, aunque algunas no lo vean así. Pero el poder sigue siendo de los hombres, y ellos fueron quienes decidieron limitarnos, y eso incluye a los Maestres. Esto traerá consecuencias- aseguré muy convencida- Pero no pueden evitar el progreso, así que en algún momento tendrán que dejar avanzar a la otra mitad de la población les guste...o no- aseveré con una divertida sonrisa- esperaba que pensase lo mismo que yo a tendría que abogar por una mayor diplomacia para evitar un conflicto.- Aprovecho la ocasión para daros el pésame por la muerte de vuestros familiares, el dolor de su perdida y todas las cargas que se os vienen encima son algo que realmente no puedo ni llegar a imaginar. Pero os ofrezco mi ayuda en todo lo que preciséis, y si puedo hacer algo para que vuestra estancia os sea más grata no dudéis en pedírmelo- dije dedicándole una alentadora sonrisa y cambié de tema rápidamente para evitar hacer presente de nuevo la inquietud y el dolor de la pérdida- Me gustaría saber más cosas sobre vos, Lady Caron, contadme, ¿Qué os gusta hacer? ¿qué os apasiona?, quizá coincidimos en algo y podamos compartirlo. Yo adoro la música, mi instrumento favorito es el arpa.- dije con tono amigable y entusiasta, creía que podíamos llegar a conectar y ser buenas amigas.
Enery Hightower
Re: Todo lo que queda por descubrir.(Perséfone Caron)
Era emocionante pensar en pasear por Antigua y conocerla en su esplendor níveo, pero Persefone decidió apartar aquello de su mente y prestar su entera atención a la conversación con Enery Hightower durante el desayuno, ya tendría tiempo de recrearse durante el paseo. Además, la conversación merecía todo su interés; la princesa de Antigua, que había entendido perfectamente la insinuación de Persefone respecto a la polémica medida de su marido, respondió con mucha sensatez. Efectivamente, la decisión de dejar que las mujeres se formaran en la Ciudadela iba a ser criticado, quizá incluso vilipendiado... Muchos aprovecharían aquello para tachar a los Hightower de inconscientes o de dañinos, y probablemente terminarían incluso acusando de lo mismo a quienes los secundaran.
-Sin duda, será difícil al principio. Muchos verán la medida de vuestro marido como insultante o incluso peligrosa... Y me temo que la mayoría no cambiarán de parecer en toda su vida. El secreto está en esperar y aguantar. Educar a nuestros hijos para que acepten a nuestras hijas... y sus derechos. Así ocurre en Dorne, y allí nadie lo ve como una aberración. Es todo cuestión de educación -Comentó mientras escogía un racimo de uvas negras del frutero que había sobre la mesa. Disfrutaba de ellas cuando la Hightower le dio sus amables condolencias por la perdida de sus hermanos, y también le ofreció su ayuda si así la requería -Gracias, excelencia... Sois muy amable -Habían pasado meses, pero el ramalazo de dolor no había disminuido demasiado desde que le notificaron la tragedia. Por lo menos ya no era una pena tan constante, y podía dejar de pensar en ello en cuanto cambiaba el tema de la conversación. Por fortuna, aquello ocurrió al instante, pues su anfitriona no tardó nada en sacar un nuevo tema. Persefone se lo agradeció con una leve sonrisa antes de contestar.
-Me apasionan las artes, todas, en todos sus aspectos. Admiro la creatividad y la maestría, y las considero grandes placeres para el cuerpo y para la mente. Las estimo todas, pero mis preferidas son las que están vinculadas con las letras. La escritura, la poesía... -En un acto reflejo se miró las manos. Limpias. En la intimidad de su alcoba solía escribir hasta altas horas de la madrugada, y las manos se le solían llenar de manchas de tinta que a veces no se iban en días. Pero estaban inmaculadas... Llevaba mucho sin escribir nada -Y la música -Asintió, coincidiendo con su interlocutora -Aunque el arpa se le daba mejor a mi hermano Pearse... Mi instrumento predilecto es el laúd -Que también había descuidado, al igual que sus labores de costura, sus lecturas y sus rezos. Llevaba meses sin pisar el Septo de Canto Nocturno, aunque tenía ordenado que siempre debían arder cuatro velas a los pies del Desconocido. Todos entendían que la primera era por Eressea, la segunda por Pearse y la tercera por Perceval... Nadie había dado en adivinar por quién era la cuarta -También me interesa la herbología y la jardinería... Aunque el jardín de Canto deja bastante que desear... -Si no estuviera tan ocupada amoldándose a su nueva situación y tratando de recomponerse de una guerra, quizá podría pensar en renovar los jardines -Y el ejercicio -Añadió, recordando con media sonrisa sus mañanas en el patio de armas. Cada vez se le daba mejor defenderse en una lucha, e incluso estaba mejorando su puntería.
-Sin duda, será difícil al principio. Muchos verán la medida de vuestro marido como insultante o incluso peligrosa... Y me temo que la mayoría no cambiarán de parecer en toda su vida. El secreto está en esperar y aguantar. Educar a nuestros hijos para que acepten a nuestras hijas... y sus derechos. Así ocurre en Dorne, y allí nadie lo ve como una aberración. Es todo cuestión de educación -Comentó mientras escogía un racimo de uvas negras del frutero que había sobre la mesa. Disfrutaba de ellas cuando la Hightower le dio sus amables condolencias por la perdida de sus hermanos, y también le ofreció su ayuda si así la requería -Gracias, excelencia... Sois muy amable -Habían pasado meses, pero el ramalazo de dolor no había disminuido demasiado desde que le notificaron la tragedia. Por lo menos ya no era una pena tan constante, y podía dejar de pensar en ello en cuanto cambiaba el tema de la conversación. Por fortuna, aquello ocurrió al instante, pues su anfitriona no tardó nada en sacar un nuevo tema. Persefone se lo agradeció con una leve sonrisa antes de contestar.
-Me apasionan las artes, todas, en todos sus aspectos. Admiro la creatividad y la maestría, y las considero grandes placeres para el cuerpo y para la mente. Las estimo todas, pero mis preferidas son las que están vinculadas con las letras. La escritura, la poesía... -En un acto reflejo se miró las manos. Limpias. En la intimidad de su alcoba solía escribir hasta altas horas de la madrugada, y las manos se le solían llenar de manchas de tinta que a veces no se iban en días. Pero estaban inmaculadas... Llevaba mucho sin escribir nada -Y la música -Asintió, coincidiendo con su interlocutora -Aunque el arpa se le daba mejor a mi hermano Pearse... Mi instrumento predilecto es el laúd -Que también había descuidado, al igual que sus labores de costura, sus lecturas y sus rezos. Llevaba meses sin pisar el Septo de Canto Nocturno, aunque tenía ordenado que siempre debían arder cuatro velas a los pies del Desconocido. Todos entendían que la primera era por Eressea, la segunda por Pearse y la tercera por Perceval... Nadie había dado en adivinar por quién era la cuarta -También me interesa la herbología y la jardinería... Aunque el jardín de Canto deja bastante que desear... -Si no estuviera tan ocupada amoldándose a su nueva situación y tratando de recomponerse de una guerra, quizá podría pensar en renovar los jardines -Y el ejercicio -Añadió, recordando con media sonrisa sus mañanas en el patio de armas. Cada vez se le daba mejor defenderse en una lucha, e incluso estaba mejorando su puntería.
Persefone Caron- Casa vasalla
Re: Todo lo que queda por descubrir.(Perséfone Caron)
“Oh dioses, ¿por qué me dais este nefasto don de la oportunidad?” pensé cuando por vicisitudes del destino, resultó que su difunto hermano tocaba el mismo instrumento que yo. Apreté ligeramente los labios y decidí que dejaría un poco apartado ese instrumento de la conversación, y me centraría en otros aspectos. Aún se me hacía extraño que me dedicaran un título honorífico tan elevado como Excelencia. Ahora era princesa, pero no me sentía diferente de cómo era antes, y mis deseos no habían cambiado, pero si tenía más obligaciones, y la más urgente era dotar de un heredero a la casa, y eso era algo que aún me angustiaba. Exhalé un breve suspiro y aparté esos pensamientos de mi mente.
-¿Escribís poesía?- comenté con admiración- Maravilloso, yo también soy amante de las artes. Incluso soy mecenas de un puñado de artistas. Pero los poetas me fascinan, considero que para la poesía se necesita tener un don especial. A mi la verdad, no se me da nada bien, yo hago descripciones de monumentos y paisajes que son de mi agrado, hago recopilaciones de historias, a veces hago pequeñas ilustraciones, pero el trabajo al que tengo más cariño es una guía sobre estrategias para el Sitrang que llevo años haciendo. Espero tener , algún día, el honor de poder leer alguno de vuestros manuscritos.
Me puse un poco de vino caliente que había en una jarra tapada en una simple copa con el emblema de los Hightower en fina filigrana de plata y le añadí una cucharadita de canela. Después tomé un pastelito relleno de manzana y pasas y tomé un sorbo del rojo líquido
-Se un poco sobre herbología, aunque, si hay algo que realmente me fascina es la alquimia. Es una ciencia increíblemente misteriosa, y sutil. Hace unos años llegó a mis manos un libro, escrito con tantos giros y trasfondo filosóficos, que me ha llevado años de investigación llegar a desentrañar solo unos pocos de sus secretos.- sonreí, embargada por una replica de la emoción que sentí al desvelar el primer misterio- Pero si hay algo que me fascina aún más, es sin duda la astronomía. Uno de los Maestres que me tienen simpatía tienen unos artilugios que le permiten observar el cielo nocturno. No podéis imaginar que clase de maravillas se esconden tras esos puntitos brillantes en el cielo. Nadie puede, y sin embargo te sientes tan insignificantes, y te preguntas cuantas estrellas habrá, cuan lejos quedan, y si habrá más allá donde no alcanza la vista de los mortales. ¿Os gustaría venir una noche conmigo? Estoy convencida de que no le importara, es un hombre un tanto excéntrico, pero no encontrareis erudito más entregado y entusiasta, sobre todo ante la perspectiva de poder dar a conocer todo lo que sabe- añadí esbozando una sonrisa divertida y tomando otro sorbo de vino- Por cierto, no es necesario que me llaméis Excelencia, y menos aún estando ambas solas. Prefiero dejar esos protocolos para actos públicos y oficiales. Podeís llamarme simplemente, Enery- sugerí.
Esa palabra me rechinaba al oído, y no la encontraba necesaria en esas circunstancias.
-¿Escribís poesía?- comenté con admiración- Maravilloso, yo también soy amante de las artes. Incluso soy mecenas de un puñado de artistas. Pero los poetas me fascinan, considero que para la poesía se necesita tener un don especial. A mi la verdad, no se me da nada bien, yo hago descripciones de monumentos y paisajes que son de mi agrado, hago recopilaciones de historias, a veces hago pequeñas ilustraciones, pero el trabajo al que tengo más cariño es una guía sobre estrategias para el Sitrang que llevo años haciendo. Espero tener , algún día, el honor de poder leer alguno de vuestros manuscritos.
Me puse un poco de vino caliente que había en una jarra tapada en una simple copa con el emblema de los Hightower en fina filigrana de plata y le añadí una cucharadita de canela. Después tomé un pastelito relleno de manzana y pasas y tomé un sorbo del rojo líquido
-Se un poco sobre herbología, aunque, si hay algo que realmente me fascina es la alquimia. Es una ciencia increíblemente misteriosa, y sutil. Hace unos años llegó a mis manos un libro, escrito con tantos giros y trasfondo filosóficos, que me ha llevado años de investigación llegar a desentrañar solo unos pocos de sus secretos.- sonreí, embargada por una replica de la emoción que sentí al desvelar el primer misterio- Pero si hay algo que me fascina aún más, es sin duda la astronomía. Uno de los Maestres que me tienen simpatía tienen unos artilugios que le permiten observar el cielo nocturno. No podéis imaginar que clase de maravillas se esconden tras esos puntitos brillantes en el cielo. Nadie puede, y sin embargo te sientes tan insignificantes, y te preguntas cuantas estrellas habrá, cuan lejos quedan, y si habrá más allá donde no alcanza la vista de los mortales. ¿Os gustaría venir una noche conmigo? Estoy convencida de que no le importara, es un hombre un tanto excéntrico, pero no encontrareis erudito más entregado y entusiasta, sobre todo ante la perspectiva de poder dar a conocer todo lo que sabe- añadí esbozando una sonrisa divertida y tomando otro sorbo de vino- Por cierto, no es necesario que me llaméis Excelencia, y menos aún estando ambas solas. Prefiero dejar esos protocolos para actos públicos y oficiales. Podeís llamarme simplemente, Enery- sugerí.
Esa palabra me rechinaba al oído, y no la encontraba necesaria en esas circunstancias.
Enery Hightower
Re: Todo lo que queda por descubrir.(Perséfone Caron)
Al parecer, ambas disfrutaban de la escritura, y a Persefone no le extrañó en absoluto que Enery, entre otras cosas, coleccionara descripciones sobre monumentos y paisajes, si ella viviera rodeada de tanta maravilla también se dedicaría a plasmarlas con tinta en sus manuscritos... Quizá se planteara escribir sobre el paseo que iban a realizar más tarde, como una especie de ejercicio literario. Pero lo que más llamó la atención de Persefone fue esa guía sobre estrategias del Sitrang. Era un juego complicado pero que captaba el interés de cualquiera, quizá precisamente por ser tan complejo.
-El Sitrang... He jugado alguna vez, pero me temo que no soy una adversaria demasiado sustancial -Comentó recordando lo breves que resultaban sus partidas -Estaría encantada de echarle un ojo a esa guía cuando la tengáis lista. Sería lo justo. Yo os dejo leer mis poemas a cambio de un poco de dignidad ante el tablero del Sitrang -Se permitió bromear para terminar de borrar la sombra del luto que había pululado entre ellas durante unos instantes. Era una mañana demasiado luminosa y agradable como para pasarla penando, debía ocupar sus pensamientos en cosas más agradables y curiosas, como por ejemplo, la alquimia. Aquello eran conocimientos de alto grado, un grado al que las mujeres no solían estar expuestas. En la mente de Persefone la Alquimia era demasiado parecida a la mágia, misteriosa, incomprensible... Entre otras cosas porque solo había llegado hasta ella información reducida y muy distorsionada sobre la alquimia.
-Sé muy poco sobre alquimia, y probablemente la mitad de lo que sé sean cuentos y leyendas... Pero de astronomía entiendo algo más, es un entretenimiento que disfruto desde niña -Aseguró mientras revolvía con cuidado su té con esencias de limón -Y me encantará acompañaros a vos y a ese Maestre una noche para poder contemplar el cielo y esos artilugios que decís -El ingenio era algo maravilloso, sobre todo si se usaba para el bien y no para crear nuevas formas de matar o dañar a los demás.
-Como gustéis, Enery... Entonces a mí podéis llamarme simplemente, Persefone -Contestó a la petición de la dama del Faro -No alcanzo a imaginar como debe de ser vivir en una ciudad tan llena de vida... ¡Y gobernarla! Vuestro esposo debe de ser un hombre ocupado -Comentó recostándose en su asiento y observando las vistas de aquella terraza.
-El Sitrang... He jugado alguna vez, pero me temo que no soy una adversaria demasiado sustancial -Comentó recordando lo breves que resultaban sus partidas -Estaría encantada de echarle un ojo a esa guía cuando la tengáis lista. Sería lo justo. Yo os dejo leer mis poemas a cambio de un poco de dignidad ante el tablero del Sitrang -Se permitió bromear para terminar de borrar la sombra del luto que había pululado entre ellas durante unos instantes. Era una mañana demasiado luminosa y agradable como para pasarla penando, debía ocupar sus pensamientos en cosas más agradables y curiosas, como por ejemplo, la alquimia. Aquello eran conocimientos de alto grado, un grado al que las mujeres no solían estar expuestas. En la mente de Persefone la Alquimia era demasiado parecida a la mágia, misteriosa, incomprensible... Entre otras cosas porque solo había llegado hasta ella información reducida y muy distorsionada sobre la alquimia.
-Sé muy poco sobre alquimia, y probablemente la mitad de lo que sé sean cuentos y leyendas... Pero de astronomía entiendo algo más, es un entretenimiento que disfruto desde niña -Aseguró mientras revolvía con cuidado su té con esencias de limón -Y me encantará acompañaros a vos y a ese Maestre una noche para poder contemplar el cielo y esos artilugios que decís -El ingenio era algo maravilloso, sobre todo si se usaba para el bien y no para crear nuevas formas de matar o dañar a los demás.
-Como gustéis, Enery... Entonces a mí podéis llamarme simplemente, Persefone -Contestó a la petición de la dama del Faro -No alcanzo a imaginar como debe de ser vivir en una ciudad tan llena de vida... ¡Y gobernarla! Vuestro esposo debe de ser un hombre ocupado -Comentó recostándose en su asiento y observando las vistas de aquella terraza.
Persefone Caron- Casa vasalla
Re: Todo lo que queda por descubrir.(Perséfone Caron)
-Todo es práctica, os lo aseguro. Pasé una abundante cantidad de derrotas antes de aprender a jugar medianamente bien. Yo puedo enseñaros a jugar si os interesa….¡Todo sea por leer esos poemas de vuestro puño y letra!- esbocé una leve sonrisa ante mis torpes, torpísimos intentos de escribir poemas. Desde luego, consideraba dignas a de admiración a aquellas personas capaces de juntar palabras y darlas la forma de un poema- En cuanto la alquimia…es un saber que solo está al alcance de un puñado de personas, ni siquiera a los aprendices le son rebelados los secretos de tal arte a la ligera. Y tengo entendido que conlleva una basta cantidad de años de estudio el llegar solo a comprender uno de sus libros. No importa tu nivel de cultura, si no perteneces al gremio ni tienes a algún maestro del arte que pueda guiarte en su lectura, jamás lo comprenderás del todo, o directamente resultará incomprensible.- suspiré- Yo, simplemente, por ser quien soy, tengo acceso a ciertas…fuentes.- me alegraba comprobar que tenías cosas en común. Además, lady Perséfone me parecía una persona dispuesta a abrirse a nuevas experiencias y conocimientos- Y, la verdad, Svenar siempre ha sido una persona muy ocupada, lo hace prácticamente todo el mismo, y si no, al menos lo supervisa. Pero sin duda
Terminé el último sorbo de vino y me limpié los labios con la servilleta, dejándola sobre la mesa. Hice un gesto a uno de mis guardias personales, que se mantenía alejado, lo suficiente para no escuchar a nuestras voces. El hombre se acercó y nos saludó con una cortés reverencia. Era un muchacho joven, de porte elegante, gallardo, armadura impoluta y larga capa gris con el emblema de los Hightower. Era sin duda atractivo, como sacado de un cuento de caballeros y princesas.
-Ser Lorent, por favor, mande preparar el caballo de Lady Perséfone y el mío. Vamos a visitar la ciudad.
El hombre hizo otra reverencia y se retiró para cumplir la orden. Volví la atención hacia mi invitada y sonreí abiertamente. Tenía pensado el itinerario a seguir, pero siempre podía ser modificado en función de los que Perséfone deseara visitar primero. La dama había llamado mi atención, estaba motivada y entusiasmada, no había apenas mujeres con las que pudiera compartir mis pasiones, mi autentica personalidad, sin que me censurasen. Quería conocerla un poco más a fondo, creía que era una mujer que podía sacar gran partido del libre acceso al archivo.
-Si ya habéis terminado, Perséfone, podemos irnos ya. Había pensado comenzar por una visita al Septo Estrellado. Un monumento arquitectónico en toda regla, cada piedra aún rezuma todo el esplendor del pasado. A pesar de que la sede de la Fé ahora resida en Desembarco del rey, en mi opinión, el Septo Estrellado es, si cabe, más digno de tal honor.- Me puse en pie y me coloqué el vestido adecuadamente- Había pensado, dejar la Ciudadela para el final, así tendremos más tiempo para estrenar la libertad que se nos ha otorgado-aseveré.
Caminé hasta el patio principal, donde nos esperaban los miembros de mi guardia personal. Diez hombres uniformados entre los que se encontraba Ser Lorent. Le presenté al capitán, y pariente mío al mismo tiempo, Ser Layonel Beesbury y a sus subordinados. Todos ellos eran hombres de honor y leales a los Hightower. Se Layonel me ayudó a colocarme sobre la silla al estilo de las damas y Ser Lorent hizo lo propio con Perséfone. Una vez estuvimos todos sobre los caballos, se colocaron en una fila doble tras nosotras. Layonel iba a mi izquierda, algo retrasado. Iniciamos la marcha y nos alejamos del Faro. No tardamos en unirnos al hormiguero de personas que deambulaban por la ciudad atendiendo sus asuntos. La lleve por las calles donde sabía que se abrían mercados o establecimientos especialmente pintorescos. Pasamos por una cuajada de puestos de flores, en realidad no era una zona dedicada íntegramente a ello, pero destacaba mucho por las mujeres vestidas de vistosos colores, con cestas repletas de flores cortadas. El aire estaba impregnado por múltiples aromas, incluidos los de varios herbolarios. Además, en los balcones de las casas y las fachadas, había numerosas macetas en flor.
Fuimos adsorbidas por el incesante bullicio de la ciudad, y su ritmo agitado y volátil resultaba contagioso. No tardamos en llegar a la via principal que nos llevaria hasta el septo. Era una avenida amplia, soleada y jalonada por una gran cantidad de variopintos edificios.
-Decidme Perséfone, ¿cómo es el lugar en el que vivís?.
La pregunté con tono curioso. No sabía mucho acerca de las costumbres o lo paisajes de las Marcas, solo lo más llamativo, y tener esa información me diría muchas cosas acerca de ella misma.
Terminé el último sorbo de vino y me limpié los labios con la servilleta, dejándola sobre la mesa. Hice un gesto a uno de mis guardias personales, que se mantenía alejado, lo suficiente para no escuchar a nuestras voces. El hombre se acercó y nos saludó con una cortés reverencia. Era un muchacho joven, de porte elegante, gallardo, armadura impoluta y larga capa gris con el emblema de los Hightower. Era sin duda atractivo, como sacado de un cuento de caballeros y princesas.
-Ser Lorent, por favor, mande preparar el caballo de Lady Perséfone y el mío. Vamos a visitar la ciudad.
El hombre hizo otra reverencia y se retiró para cumplir la orden. Volví la atención hacia mi invitada y sonreí abiertamente. Tenía pensado el itinerario a seguir, pero siempre podía ser modificado en función de los que Perséfone deseara visitar primero. La dama había llamado mi atención, estaba motivada y entusiasmada, no había apenas mujeres con las que pudiera compartir mis pasiones, mi autentica personalidad, sin que me censurasen. Quería conocerla un poco más a fondo, creía que era una mujer que podía sacar gran partido del libre acceso al archivo.
-Si ya habéis terminado, Perséfone, podemos irnos ya. Había pensado comenzar por una visita al Septo Estrellado. Un monumento arquitectónico en toda regla, cada piedra aún rezuma todo el esplendor del pasado. A pesar de que la sede de la Fé ahora resida en Desembarco del rey, en mi opinión, el Septo Estrellado es, si cabe, más digno de tal honor.- Me puse en pie y me coloqué el vestido adecuadamente- Había pensado, dejar la Ciudadela para el final, así tendremos más tiempo para estrenar la libertad que se nos ha otorgado-aseveré.
Caminé hasta el patio principal, donde nos esperaban los miembros de mi guardia personal. Diez hombres uniformados entre los que se encontraba Ser Lorent. Le presenté al capitán, y pariente mío al mismo tiempo, Ser Layonel Beesbury y a sus subordinados. Todos ellos eran hombres de honor y leales a los Hightower. Se Layonel me ayudó a colocarme sobre la silla al estilo de las damas y Ser Lorent hizo lo propio con Perséfone. Una vez estuvimos todos sobre los caballos, se colocaron en una fila doble tras nosotras. Layonel iba a mi izquierda, algo retrasado. Iniciamos la marcha y nos alejamos del Faro. No tardamos en unirnos al hormiguero de personas que deambulaban por la ciudad atendiendo sus asuntos. La lleve por las calles donde sabía que se abrían mercados o establecimientos especialmente pintorescos. Pasamos por una cuajada de puestos de flores, en realidad no era una zona dedicada íntegramente a ello, pero destacaba mucho por las mujeres vestidas de vistosos colores, con cestas repletas de flores cortadas. El aire estaba impregnado por múltiples aromas, incluidos los de varios herbolarios. Además, en los balcones de las casas y las fachadas, había numerosas macetas en flor.
Fuimos adsorbidas por el incesante bullicio de la ciudad, y su ritmo agitado y volátil resultaba contagioso. No tardamos en llegar a la via principal que nos llevaria hasta el septo. Era una avenida amplia, soleada y jalonada por una gran cantidad de variopintos edificios.
-Decidme Perséfone, ¿cómo es el lugar en el que vivís?.
La pregunté con tono curioso. No sabía mucho acerca de las costumbres o lo paisajes de las Marcas, solo lo más llamativo, y tener esa información me diría muchas cosas acerca de ella misma.
Enery Hightower
Re: Todo lo que queda por descubrir.(Perséfone Caron)
-Es un buen trato, mis poemas por vuestras lecciones de Sitrang -Acordó Persefone con una sonrisa torcida mientras terminaba de picotear los últimos granos de su racimo de uvas, pensando en las palabras de Enery sobre la alquimia. Ciertamente, siempre había entendido que a la alquimia la rodeaba un nivel de secretismo extremo, solo unos pocos señalados llegaban a ser merecedores de conocer los detalles de aquel extenso y oculto saber. Sentada en aquella terraza fantaseó con esa ciencia que según contaban los rumores se empeñaba en convertir hierro en oro, o en construir torres tan altas que llegaran a rozar la cúpula celeste. Parecía un saber empeñado en superar lo establecido, en hacer posible lo imposible... Y sin duda, eso parecía un tipo de magia, y que una mujer tuviera acceso a fuentes sobre alquimia era algo que terminaba de maravillar a Persefone. Estaba claro que Antigua era el epicentro de algo nuevo... Quizá, de una nueva era para las mujeres de Poniente.
Dieron por concluido el desayuno y comenzaron a prepararse para el paseo por Antigua. Se reunieron con la Guardia que las acompañaría durante la travesía en el patio, donde también esperaban sus monturas. Tizón la recibió con un relincho cuando el gentil Ser Lorent la ayudó a posarse sobre la silla, especialmente diseñada para montar a lo amazona, con ambas piernas a un costado del caballo. Persefone sentía su corazón latir con fuerza, haciendo que cada palmo de su cuerpo temblara al ritmo de su pulso. Aquel viaje a Antigua estaba resultando mucho más grato de lo que esperaba en un principio, y no solo porque estaba estableciendo lazos comerciales y de simpatía con los Hightower, sino porque durante aquellos días se estaba demostrando a si misma que podía hacerlo: podía ser una buena señora, podía conseguir grandes cosas, podía evitar la desaparición de su Casa... Podía soportar aquel peso sin derrumbarse. Podía disponer de su vida con libertad, podía entrar en el archivo de Antigua, podía conocer lugares, marchar a mil sitios sin necesidad de pedir permiso a nadie. Era dueña de su propio destino. Y le pareció que era una idea inmejorable pasar primero por el Septo Estrellado para dar gracias por ello.
-No sois la primera que me comenta que el Septo de Antigua supera con creces al de Desembarco, pero me temo que no podré compararlos. Nunca he estado en esa ciudad -Llevaba toda su vida sin alejarse demasiado de Canto Nocturno. Sus labores de hija de la Casa Caron nunca la habían llevado a emprender grandes viajes, pero eso había cambiado. Disfrutando del paseo a caballo, comenzaron a internarse en las calles, con la Guardia siguiéndolas de cerca, pero sin resultar molestos, dejando que fueran ellas las que tomaran las decisiones de hacia donde ir. Tal y como le ocurrió el día anterior cuando entró en la ciudad, Persefone comenzó a observar con atención todo cuanto la rodeaba. Los cientos de personas que se arremolinaban en las calles, cruzando de un lado a otro, cada cual con sus quehaceres... Era como observar un panal de abejas.
A cada esquina le esperaban mil cosas que requerían su atención a la vez, era abrumador y emocionante a partes iguales. En una de las calles, mujeres con cestos repletos de flores se paseaban entre la gente, perfumando el lugar con mil esencias. Al pasar junto a una de ellas, una anciana de sonrisa afable le tendió un ramillete de espliego. Persefone lo tomó con sorpresa y gratitud mientras su caballo seguía su camino, siguiendo mecánicamente al de Enery, sin que ella tuviera que guiarlo a penas. Mientras disfrutaba del olor del espliego, se giró para mirar una preciosa planta que lucía en una de las balconadas de aquella calle.
-Una Maravilla de Noche -Señaló Persefone -Sus flores solo se abren al atardecer, llenando la noche con su dulce aroma, y vuelven a cerrarse en cuanto comienza a salir el sol -Era una delicia de planta, pero demasiado delicada para soportar las condiciones de Canto Nocturno, donde hacía demasiado viento y demasiado calor para una planta tan frágil. Reconoció unas cuantas plantas más antes de que Enery le preguntara por como era el lugar donde vivía. Quedó pensativa un instante, tratando de ver como explicar la diferencia. -Mi tierra es dura -Sentenció mientras los cascos de los caballos resonaban contra las piedras de los edificios que las rodeaban -El horizonte está marcado por las Montañas Rojas que se van acentuando cerca del sur y que sin embargo resultan mas suaves hacia el norte... Los amaneceres son anaranjados, pues el sol despierta con fuerza ya muy temprano... Y los atardeceres son más violáceos. Los días son muy calurosos en verano, pues el sol castiga con dureza entre las montañas... Aunque algunos valles son tan profundos que consiguen que el sol no les dé durante demasiado rato antes de que una montaña los proteja del sol abrasador. Las noches sin embargo suelen ser más frías... Aunque el cambio de temperatura no es tan brusco como en el desierto dorniense... Pero se hace notar. Esa fluctuación de temperaturas parece ser la causa de las tormentas que suelen retumbar contra las montañas de piedra afilada que rodean Canto. A veces ni siquiera llueve, pero los rayos y los truenos estallan entre las montañas y sacuden cada roca. Se despiertan fuertes rachas de viento, que aúllan en los pasos contra los risco y peñas, dando lugar a leyendas sobre monstruos gigantes que cantan desde lo alto de las montañas y que bajan a devorar niños a las aldeas. -Explicó Persefone, tratando de evocar la imagen de sus tierras. Suyas. Seguía sorprendiéndose de ello. -Y las gentes que allí habitan son tan duras como las montañas. La mayoría son campesinos que generación tras generación han aprendido a vivir en una tierra difícil, buenas gentes que ya vienen mereciéndose algo de paz y bonanza -Tras tanta guerra, tras tanta miseria y tanta muerte, todos se merecían un poco de paz. Un tiempo para lamerse las heridas -Las tradiciones son muy importantes allí, tanto, que qué una mujer heredara el señorío de Canto Nocturno fue todo un escándalo -Porque sus tierras estaban muy cerca de Dorne, pero no eran Dorne. Por suerte los marqueños ganaron la rebelión contra los Baratheon, y con eso logró ganarse la aceptación de sus gentes -Si algún día deseáis ver mis tierras, sabed que estaré encantada de acogeros en Canto Nocturno y mostrároslas, con la esperanza de resultar tan buena anfitriona como vos y vuestro marido -Cuando Persefone dejó su hogar para visitar Antigua no imaginaba ni por asomo lo que iba a encontrar allí. Comercio, una propuesta rompedora e innovadora sobre la educación femenina, simpatías hacia los Hightower y nuevas formas de belleza. Siempre imaginó que las ciudades grandes eran monstruosas, demasiado desmesuradas para ser apreciadas... Pero Antigua era hermosa en su enormidad, con mil detalles que la hacían única, y que parecían cambiar a cada instante, haciendo que la misma ciudad se agitara, llena de vida.
Dieron por concluido el desayuno y comenzaron a prepararse para el paseo por Antigua. Se reunieron con la Guardia que las acompañaría durante la travesía en el patio, donde también esperaban sus monturas. Tizón la recibió con un relincho cuando el gentil Ser Lorent la ayudó a posarse sobre la silla, especialmente diseñada para montar a lo amazona, con ambas piernas a un costado del caballo. Persefone sentía su corazón latir con fuerza, haciendo que cada palmo de su cuerpo temblara al ritmo de su pulso. Aquel viaje a Antigua estaba resultando mucho más grato de lo que esperaba en un principio, y no solo porque estaba estableciendo lazos comerciales y de simpatía con los Hightower, sino porque durante aquellos días se estaba demostrando a si misma que podía hacerlo: podía ser una buena señora, podía conseguir grandes cosas, podía evitar la desaparición de su Casa... Podía soportar aquel peso sin derrumbarse. Podía disponer de su vida con libertad, podía entrar en el archivo de Antigua, podía conocer lugares, marchar a mil sitios sin necesidad de pedir permiso a nadie. Era dueña de su propio destino. Y le pareció que era una idea inmejorable pasar primero por el Septo Estrellado para dar gracias por ello.
-No sois la primera que me comenta que el Septo de Antigua supera con creces al de Desembarco, pero me temo que no podré compararlos. Nunca he estado en esa ciudad -Llevaba toda su vida sin alejarse demasiado de Canto Nocturno. Sus labores de hija de la Casa Caron nunca la habían llevado a emprender grandes viajes, pero eso había cambiado. Disfrutando del paseo a caballo, comenzaron a internarse en las calles, con la Guardia siguiéndolas de cerca, pero sin resultar molestos, dejando que fueran ellas las que tomaran las decisiones de hacia donde ir. Tal y como le ocurrió el día anterior cuando entró en la ciudad, Persefone comenzó a observar con atención todo cuanto la rodeaba. Los cientos de personas que se arremolinaban en las calles, cruzando de un lado a otro, cada cual con sus quehaceres... Era como observar un panal de abejas.
A cada esquina le esperaban mil cosas que requerían su atención a la vez, era abrumador y emocionante a partes iguales. En una de las calles, mujeres con cestos repletos de flores se paseaban entre la gente, perfumando el lugar con mil esencias. Al pasar junto a una de ellas, una anciana de sonrisa afable le tendió un ramillete de espliego. Persefone lo tomó con sorpresa y gratitud mientras su caballo seguía su camino, siguiendo mecánicamente al de Enery, sin que ella tuviera que guiarlo a penas. Mientras disfrutaba del olor del espliego, se giró para mirar una preciosa planta que lucía en una de las balconadas de aquella calle.
-Una Maravilla de Noche -Señaló Persefone -Sus flores solo se abren al atardecer, llenando la noche con su dulce aroma, y vuelven a cerrarse en cuanto comienza a salir el sol -Era una delicia de planta, pero demasiado delicada para soportar las condiciones de Canto Nocturno, donde hacía demasiado viento y demasiado calor para una planta tan frágil. Reconoció unas cuantas plantas más antes de que Enery le preguntara por como era el lugar donde vivía. Quedó pensativa un instante, tratando de ver como explicar la diferencia. -Mi tierra es dura -Sentenció mientras los cascos de los caballos resonaban contra las piedras de los edificios que las rodeaban -El horizonte está marcado por las Montañas Rojas que se van acentuando cerca del sur y que sin embargo resultan mas suaves hacia el norte... Los amaneceres son anaranjados, pues el sol despierta con fuerza ya muy temprano... Y los atardeceres son más violáceos. Los días son muy calurosos en verano, pues el sol castiga con dureza entre las montañas... Aunque algunos valles son tan profundos que consiguen que el sol no les dé durante demasiado rato antes de que una montaña los proteja del sol abrasador. Las noches sin embargo suelen ser más frías... Aunque el cambio de temperatura no es tan brusco como en el desierto dorniense... Pero se hace notar. Esa fluctuación de temperaturas parece ser la causa de las tormentas que suelen retumbar contra las montañas de piedra afilada que rodean Canto. A veces ni siquiera llueve, pero los rayos y los truenos estallan entre las montañas y sacuden cada roca. Se despiertan fuertes rachas de viento, que aúllan en los pasos contra los risco y peñas, dando lugar a leyendas sobre monstruos gigantes que cantan desde lo alto de las montañas y que bajan a devorar niños a las aldeas. -Explicó Persefone, tratando de evocar la imagen de sus tierras. Suyas. Seguía sorprendiéndose de ello. -Y las gentes que allí habitan son tan duras como las montañas. La mayoría son campesinos que generación tras generación han aprendido a vivir en una tierra difícil, buenas gentes que ya vienen mereciéndose algo de paz y bonanza -Tras tanta guerra, tras tanta miseria y tanta muerte, todos se merecían un poco de paz. Un tiempo para lamerse las heridas -Las tradiciones son muy importantes allí, tanto, que qué una mujer heredara el señorío de Canto Nocturno fue todo un escándalo -Porque sus tierras estaban muy cerca de Dorne, pero no eran Dorne. Por suerte los marqueños ganaron la rebelión contra los Baratheon, y con eso logró ganarse la aceptación de sus gentes -Si algún día deseáis ver mis tierras, sabed que estaré encantada de acogeros en Canto Nocturno y mostrároslas, con la esperanza de resultar tan buena anfitriona como vos y vuestro marido -Cuando Persefone dejó su hogar para visitar Antigua no imaginaba ni por asomo lo que iba a encontrar allí. Comercio, una propuesta rompedora e innovadora sobre la educación femenina, simpatías hacia los Hightower y nuevas formas de belleza. Siempre imaginó que las ciudades grandes eran monstruosas, demasiado desmesuradas para ser apreciadas... Pero Antigua era hermosa en su enormidad, con mil detalles que la hacían única, y que parecían cambiar a cada instante, haciendo que la misma ciudad se agitara, llena de vida.
Persefone Caron- Casa vasalla
Re: Todo lo que queda por descubrir.(Perséfone Caron)
-Me encantará visitar vuestro hogar, Perséfone. La descripción que me habéis dado es sobrecogedora, yo jamás he visto las montañas.- añadí con una suave sonrisa en los labios y cierta curiosidad- A ver si cuando termine todo esto puedo hablar con Svenar sobre el asunto.
Dirigí la mirada hacia las diferentes plantas que señalaba, pero definitivamente, mis conocimientos de jardinería eran bastante escasos, mucha veces, me limitaba a mirar las flores sin saber como se llamaban, no tenía idea de que algunas pudieran tener nombres tan seductores. La brisa que recorría de forma intermitente la avenida, aliviaba ligeramente la pesada atmósfera generada por la basta aglomeración de personas. Y en seguida la enorme edificación del Septo Estrellado se hizo notar entre los edificios. No tardamos en llegar a una enorme plaza en cuyo centro había construido una fuente de piedra en forma de estrella y siete caños de los que brotaba el líquido elemento. Se notaba que era antigua, y sin embargo se mantenía en casi perfecto estado, como atrapada en el tiempo. La plaza estaba totalmente alicatada, las baldosas tenían un suave brillo mate debido a lo pulidos que estaban, y la armonía solo era interrumpida por lugares donde sentarse y algún que otro árbol.
En cuanto Erion tocó los relucientes baldosines con los cascos, detuve la marcha y di la orden a la escolta para que cuidaran de los caballos y cuatro de ellos nos acompañaran. Hubiese sido muy irrespetuoso por nuestra parte manchar la plaza con los caballos. Me recoloqué el vestido al bajar del animal. Al levantar la vista, mi mirada no podía abarcar la inmensidad del Septo. De piedra inmaculada, pero rebosante de antigüedad, de vidrieras de vivos colores, muros altos y fuertes hasta que casi parecían arañar las nubes...aunque no fuera tan alto como el Faro, los constructores parecía que lo habían diseñado para engañar a la vista y dar al edificio un efecto sobrecogedor.
-Acompañadme- dije haciéndole una seña.
Al acercarnos a la fuente, se podían ver reflejados, en la ondulante superficie, diferentes colores. Provenían de los azulejos lacados del fondo. Cada brazo de la estrella tenía un color diferente, los colores de los dioses. Alrededor de ella, el aire era mucho más fresco, y el claro sonido del agua absorbía el murmullo de las voces de los viandantes. Subí por las escaleras que llevaban hasta las puertas, primorosamente talladas con abundantes relieves, y al cruzar el umbral, me acogió el ambiente fresco de la penumbra de la amplia estancia y un ligero aroma a incienso. En los altares, titilaban las luces de algunas velas, y en algunos de ellos, rezaban algunos fieles. Las luces de las vidrieras se estiraban sobre el suelo, deformando los dibujos y difuminandolos. Mis pisadas generaban un sutil eco que rebotaba en las paredes.
-Si gustáis, podéis orar. Después quizá queráis conocer el septon encargado de este Septo. Yo voy a visitar a a madre, por la salud mi vástago y los que estén por venir.- dije en un leve susurro- Os esperaré si termináis antes, no tengáis prisa.- y me retiré.
OFF: perdona la tardanza, super tardanza, pero suspendí una y estuve estudiando para sacarla, que no quería quedarme un año mas en la facultad XD.
Dirigí la mirada hacia las diferentes plantas que señalaba, pero definitivamente, mis conocimientos de jardinería eran bastante escasos, mucha veces, me limitaba a mirar las flores sin saber como se llamaban, no tenía idea de que algunas pudieran tener nombres tan seductores. La brisa que recorría de forma intermitente la avenida, aliviaba ligeramente la pesada atmósfera generada por la basta aglomeración de personas. Y en seguida la enorme edificación del Septo Estrellado se hizo notar entre los edificios. No tardamos en llegar a una enorme plaza en cuyo centro había construido una fuente de piedra en forma de estrella y siete caños de los que brotaba el líquido elemento. Se notaba que era antigua, y sin embargo se mantenía en casi perfecto estado, como atrapada en el tiempo. La plaza estaba totalmente alicatada, las baldosas tenían un suave brillo mate debido a lo pulidos que estaban, y la armonía solo era interrumpida por lugares donde sentarse y algún que otro árbol.
En cuanto Erion tocó los relucientes baldosines con los cascos, detuve la marcha y di la orden a la escolta para que cuidaran de los caballos y cuatro de ellos nos acompañaran. Hubiese sido muy irrespetuoso por nuestra parte manchar la plaza con los caballos. Me recoloqué el vestido al bajar del animal. Al levantar la vista, mi mirada no podía abarcar la inmensidad del Septo. De piedra inmaculada, pero rebosante de antigüedad, de vidrieras de vivos colores, muros altos y fuertes hasta que casi parecían arañar las nubes...aunque no fuera tan alto como el Faro, los constructores parecía que lo habían diseñado para engañar a la vista y dar al edificio un efecto sobrecogedor.
-Acompañadme- dije haciéndole una seña.
Al acercarnos a la fuente, se podían ver reflejados, en la ondulante superficie, diferentes colores. Provenían de los azulejos lacados del fondo. Cada brazo de la estrella tenía un color diferente, los colores de los dioses. Alrededor de ella, el aire era mucho más fresco, y el claro sonido del agua absorbía el murmullo de las voces de los viandantes. Subí por las escaleras que llevaban hasta las puertas, primorosamente talladas con abundantes relieves, y al cruzar el umbral, me acogió el ambiente fresco de la penumbra de la amplia estancia y un ligero aroma a incienso. En los altares, titilaban las luces de algunas velas, y en algunos de ellos, rezaban algunos fieles. Las luces de las vidrieras se estiraban sobre el suelo, deformando los dibujos y difuminandolos. Mis pisadas generaban un sutil eco que rebotaba en las paredes.
-Si gustáis, podéis orar. Después quizá queráis conocer el septon encargado de este Septo. Yo voy a visitar a a madre, por la salud mi vástago y los que estén por venir.- dije en un leve susurro- Os esperaré si termináis antes, no tengáis prisa.- y me retiré.
OFF: perdona la tardanza, super tardanza, pero suspendí una y estuve estudiando para sacarla, que no quería quedarme un año mas en la facultad XD.
Enery Hightower
Re: Todo lo que queda por descubrir.(Perséfone Caron)
Nada de lo que pudiese haber visto con anterioridad podría haberla preparado para aquello. El Septo Estrellado se alzaba monumental contra el cielo despejado de Antigua, representando la grandeza y el poder de los Siete, emanando gran dignidad de cada piedra de cada ventanal... Persefone no podía apartar su mirada, ni siquiera para maravillarse de la maravillosa plaza que precedía al Templo. Era capaz de escuchar el chapoteo continuo de la fuente de siete caños, pero sus ojos permanecían clavados en la silueta de aquel gigantesco edificio recortada contra el cielo e iluminada por los rayos del sol.
-Es una maravilla -Murmuró más para si misma que para su acompañante, consciente de que acababa de comprender el pleno significado de esa palabra en aquel mismo instante. Maravilla, reflejo de la grandeza de los Siete, el lugar más espléndido que había podido observar hasta entonces... Al pensar entonces en su pequeña capilla en Canto Nocturno no pudo más que sonreír.
Bajaron de sus caballos para no entrar con ellos en la plaza alicatada, y Persefone siguió a Enery tratando de apartar su mirada del Septo para poder fijarse en otras cosas, pero sus ojos siempre volvían a posarse en él, como tratando de averiguar su altura o su dimensión. Una vez traspasadas las enormes puertas, Persefone respiró la frescura que proporcionaban los altos muros de piedra antes de volver a sumirse en aquel trance en el que su única ambición era observarlo todo y conseguir guardarlo bien en su memoria para poder rememorarlo. Primero se concentró en las exquisitas vidrieras de colores que daban entrada a la luz de la Fe, y en las que se podían encontrar a los Siete en todo tipo de estampas sacras. Luego las pinturas, las magníficas estatuas bajo las cuales rezaban algunos fieles... Las columnas, los arcos... Hasta los suelos habían sido específicamente decorados para honrar a los Siete.
Lady Enery propuso dejar un tiempo para las oraciones y luego ir a conocer al septón encargado del Septo Estrellado, propuesta que Persefone aceptó con un leve asentimiento de cabeza... Tanta grandeza la había dejado sin palabras. Observó a su acompañante avanzar hacia la estatua de la Madre como le había dicho, y ella se quedó mirando las Siete estatuas sin saber a cuales acudir. Llevaba meses sin pisar un septo, lo cierto era que no había tenido tiempo y que también le habían faltado las ganas de enfrentarse a su capilla, bajo la cual, en las criptas, yacía toda su familia.
Caminó entonces hasta los pies del Desconocido, uno de los rostros de la Fe que mejor conocía. Como cualquier muchacha, solía rezar a la Doncella, como toda hija y hermana, había rezado muchas veces bajo la atenta y amorosa mirada de la Madre o bajo la cabal y justa mirada del Padre, el Guerrero había sido su predilecto durante la revolución, cuando rezaba por la victoria de su familia, y la Vieja y el Herrero eran indispensables cuando Persefone se encontraba en una encrucijada o se hallaba confusa... Pero el Desconocido era el único de los Siete que conocía bien su corazón, sus miedos y sus anhelos. Él se lo había arrebatado todo, pero a cambio le había hecho un regalo: Su libertad.
Se arrodilló por primera vez desde que el título de señora de Canto Nocturno recayó sobre ella y posó sus ojos en el rostro vacío de la estatua, pero para ella no estaba vacío en absoluto. En aquella penetrante oscuridad podía distinguir a sus padres, a su hermana, a sus dos hermanos... Apartó la mirada cuando resultó demasiado doloroso seguir observándolo y se concentró en sus rezos. Cuando terminó, dejó cuatro velas a los pies del Desconocido y se arrodilló ante la Vieja, pidiéndole que le alumbrara en aquel camino que le resultaba tan extraño y desconocido. Ser señora es muy difícil, sobre todo si no has sido educada para ello.
-Por favor, permite que tu luz me bañe y me guíe al cuidar de mi Casa. No me dejes flaquear, no dejes que mi apellido se desvanezca, que mi Casa no se me deshaga entre los dedos, por favor, por favor... -Era una letanía fervorosa pero silenciosa, en la que solo un susurro se escapaba de sus labios entreabiertos.
Volvió a ponerse en pie y buscó a Enery con la mirada, quizá ya podrían ir a conocer al septón de aquel magnífico lugar.
-Es una maravilla -Murmuró más para si misma que para su acompañante, consciente de que acababa de comprender el pleno significado de esa palabra en aquel mismo instante. Maravilla, reflejo de la grandeza de los Siete, el lugar más espléndido que había podido observar hasta entonces... Al pensar entonces en su pequeña capilla en Canto Nocturno no pudo más que sonreír.
Bajaron de sus caballos para no entrar con ellos en la plaza alicatada, y Persefone siguió a Enery tratando de apartar su mirada del Septo para poder fijarse en otras cosas, pero sus ojos siempre volvían a posarse en él, como tratando de averiguar su altura o su dimensión. Una vez traspasadas las enormes puertas, Persefone respiró la frescura que proporcionaban los altos muros de piedra antes de volver a sumirse en aquel trance en el que su única ambición era observarlo todo y conseguir guardarlo bien en su memoria para poder rememorarlo. Primero se concentró en las exquisitas vidrieras de colores que daban entrada a la luz de la Fe, y en las que se podían encontrar a los Siete en todo tipo de estampas sacras. Luego las pinturas, las magníficas estatuas bajo las cuales rezaban algunos fieles... Las columnas, los arcos... Hasta los suelos habían sido específicamente decorados para honrar a los Siete.
Lady Enery propuso dejar un tiempo para las oraciones y luego ir a conocer al septón encargado del Septo Estrellado, propuesta que Persefone aceptó con un leve asentimiento de cabeza... Tanta grandeza la había dejado sin palabras. Observó a su acompañante avanzar hacia la estatua de la Madre como le había dicho, y ella se quedó mirando las Siete estatuas sin saber a cuales acudir. Llevaba meses sin pisar un septo, lo cierto era que no había tenido tiempo y que también le habían faltado las ganas de enfrentarse a su capilla, bajo la cual, en las criptas, yacía toda su familia.
Caminó entonces hasta los pies del Desconocido, uno de los rostros de la Fe que mejor conocía. Como cualquier muchacha, solía rezar a la Doncella, como toda hija y hermana, había rezado muchas veces bajo la atenta y amorosa mirada de la Madre o bajo la cabal y justa mirada del Padre, el Guerrero había sido su predilecto durante la revolución, cuando rezaba por la victoria de su familia, y la Vieja y el Herrero eran indispensables cuando Persefone se encontraba en una encrucijada o se hallaba confusa... Pero el Desconocido era el único de los Siete que conocía bien su corazón, sus miedos y sus anhelos. Él se lo había arrebatado todo, pero a cambio le había hecho un regalo: Su libertad.
Se arrodilló por primera vez desde que el título de señora de Canto Nocturno recayó sobre ella y posó sus ojos en el rostro vacío de la estatua, pero para ella no estaba vacío en absoluto. En aquella penetrante oscuridad podía distinguir a sus padres, a su hermana, a sus dos hermanos... Apartó la mirada cuando resultó demasiado doloroso seguir observándolo y se concentró en sus rezos. Cuando terminó, dejó cuatro velas a los pies del Desconocido y se arrodilló ante la Vieja, pidiéndole que le alumbrara en aquel camino que le resultaba tan extraño y desconocido. Ser señora es muy difícil, sobre todo si no has sido educada para ello.
-Por favor, permite que tu luz me bañe y me guíe al cuidar de mi Casa. No me dejes flaquear, no dejes que mi apellido se desvanezca, que mi Casa no se me deshaga entre los dedos, por favor, por favor... -Era una letanía fervorosa pero silenciosa, en la que solo un susurro se escapaba de sus labios entreabiertos.
Volvió a ponerse en pie y buscó a Enery con la mirada, quizá ya podrían ir a conocer al septón de aquel magnífico lugar.
- Spoiler:
- No pasa nada mujer, yo ando también medio en las nubes XD
Persefone Caron- Casa vasalla
Re: Todo lo que queda por descubrir.(Perséfone Caron)
No era una persona especialmente devota, no creía que los dioses influyeran tanto en nuestras vidas como predicaban los Septones, pero admito que eran una forma de consuelo, sobre todo desde el aborto que había sufrido. Cuando sucedió, si no fuera porque mi salud se resintió más de lo normal para un sangrado corriente, no me habría percatado, no habría consultado al Maestre, y no estaría devorándome la conciencia el sentimiento de pérdida y culpabilidad, aunque el Maestre no dejara de repetirme que probablemente se había debido a que era un embarazo demasiado reciente...pero igualmente, lo que a mi más me angustiaba, era que volviera a suceder, y nadie podía asegurarme que no fuera así. Pedí a la Madre que velara por Diana, que me concediera un heredero lo antes posible y que todos mis futuros embarazos no acabaran como mi segundo hijo.
Al incorporarme, me alejé de las figuras de los dioses para que los fieles pudieran orar sin interferencias. Al ver que Perséfone seguía sumida en sus oraciones, llamé a uno de los guardias para que buscara al Septon Bryce, ya que no lo había visto por el Septo, y eso no era habitual. No tardó casi ni cinco minutos en regresar para decirme que estaba fuera, sentado en un banco de piedra, bajo un gran castaño. pensé que seguramente estaba descansando, pues era un hombre muy responsable pero ya muy mayor, ya lo era cuando ofició mi boda con Svenar.
Una vez que mi invitada terminó sus oraciones, hice un gesto para llamar su atención y cuando estuvo a mi altura la informe de que el Septon se encontraba fuera y que nos recibiría ahora encantado. Salimos de nuevo a la plaza y rodeamos el edificio hasta un diminuto jardin cercano al gran edificio y vallado.
-El Septon se llama Bryce. Es un hombre muy mayor, pero es muy dulce, trata a sus fieles casi como si fueran sus nietos.- dije sin exagerar ni un ápice.
Atravesamos la cancela de hierro forjado, e indiqué a los guardias que nos esperasen allí. Un estrecho camino entre macizos nos llevó hasta el centro del jardín, donde el anciano descansaba sentado en un banco de piedra, al cobijo de la fresca sombra de un frondoso castaño. Tenía los pies metidos en un balde de agua en cuya superficie flotaban algunas hierbas. Al acercarnos, nos saludó con una cordial sonrisa, aunque seguramente, más que vernos, nos habría oido, puesto que tenía los ojos velados por su avanzada edad, por lo que supuse que vería formas difuminadas.
-¡Lady Hightower, me alegro de veros!. Es agradable ver una cara joven que no viene a hacerme la pelota. Perdonad que no me ponga en pie y os salude como debería, pero este viejo cuerpo está ya muy cansado, y no digamos ya estos viejos pies- comentó el anciano con gesto risueño y sincero. No había cambiado mucho desde el día de mi boda, aunque estaba claramente más encorvado y más arrugado, pero no perdía su espíritu, por mucho que su cuerpo se marchitase- He oido que habéis tenido una niña, a la que seguro que seguirán más criaturas. La próxima vez ¿podríais traerla con vos?. Ojalá el Desconocido me permita vivir para ver la carita de rodos vuestros vástagos.
-Cuento con ello, la próxima vez, la traeré conmigo.
-Estupendo, la prepararé algún regalito. - entonces centró su borrosa visión en Perséfone y sonrió- Y ¿quién es la dama que os acompaña?.
-Es Lady Perséfone Caron, Señora de Canto Nocturno, de las Marcas Libres.- la presenté- Lady Perséfone, le presento al Septón Bryce...
-¡Ese soy yo!- añadió rápidamente el anciano con tono risueño- Pero, por favor, sentaos, dijo dando unos golpecitos sobre la piedra a cada lado suyo- Qué modales los míos no haberlo ofrecido antes- me senté a su izquierda para que Perséfone tomará asiento al otro lado, y no tardó en dirigirse a ella- Es un placer conoceros. Sois toda una revolucionaria, ahora tengo curiosidad. Contadme cosas sobre vos.- desde luego, no se andaba con rodeos.
Al incorporarme, me alejé de las figuras de los dioses para que los fieles pudieran orar sin interferencias. Al ver que Perséfone seguía sumida en sus oraciones, llamé a uno de los guardias para que buscara al Septon Bryce, ya que no lo había visto por el Septo, y eso no era habitual. No tardó casi ni cinco minutos en regresar para decirme que estaba fuera, sentado en un banco de piedra, bajo un gran castaño. pensé que seguramente estaba descansando, pues era un hombre muy responsable pero ya muy mayor, ya lo era cuando ofició mi boda con Svenar.
Una vez que mi invitada terminó sus oraciones, hice un gesto para llamar su atención y cuando estuvo a mi altura la informe de que el Septon se encontraba fuera y que nos recibiría ahora encantado. Salimos de nuevo a la plaza y rodeamos el edificio hasta un diminuto jardin cercano al gran edificio y vallado.
-El Septon se llama Bryce. Es un hombre muy mayor, pero es muy dulce, trata a sus fieles casi como si fueran sus nietos.- dije sin exagerar ni un ápice.
Atravesamos la cancela de hierro forjado, e indiqué a los guardias que nos esperasen allí. Un estrecho camino entre macizos nos llevó hasta el centro del jardín, donde el anciano descansaba sentado en un banco de piedra, al cobijo de la fresca sombra de un frondoso castaño. Tenía los pies metidos en un balde de agua en cuya superficie flotaban algunas hierbas. Al acercarnos, nos saludó con una cordial sonrisa, aunque seguramente, más que vernos, nos habría oido, puesto que tenía los ojos velados por su avanzada edad, por lo que supuse que vería formas difuminadas.
-¡Lady Hightower, me alegro de veros!. Es agradable ver una cara joven que no viene a hacerme la pelota. Perdonad que no me ponga en pie y os salude como debería, pero este viejo cuerpo está ya muy cansado, y no digamos ya estos viejos pies- comentó el anciano con gesto risueño y sincero. No había cambiado mucho desde el día de mi boda, aunque estaba claramente más encorvado y más arrugado, pero no perdía su espíritu, por mucho que su cuerpo se marchitase- He oido que habéis tenido una niña, a la que seguro que seguirán más criaturas. La próxima vez ¿podríais traerla con vos?. Ojalá el Desconocido me permita vivir para ver la carita de rodos vuestros vástagos.
-Cuento con ello, la próxima vez, la traeré conmigo.
-Estupendo, la prepararé algún regalito. - entonces centró su borrosa visión en Perséfone y sonrió- Y ¿quién es la dama que os acompaña?.
-Es Lady Perséfone Caron, Señora de Canto Nocturno, de las Marcas Libres.- la presenté- Lady Perséfone, le presento al Septón Bryce...
-¡Ese soy yo!- añadió rápidamente el anciano con tono risueño- Pero, por favor, sentaos, dijo dando unos golpecitos sobre la piedra a cada lado suyo- Qué modales los míos no haberlo ofrecido antes- me senté a su izquierda para que Perséfone tomará asiento al otro lado, y no tardó en dirigirse a ella- Es un placer conoceros. Sois toda una revolucionaria, ahora tengo curiosidad. Contadme cosas sobre vos.- desde luego, no se andaba con rodeos.
Enery Hightower
Re: Todo lo que queda por descubrir.(Perséfone Caron)
En cuanto volvió junto a Enery, esta le dijo que el septón del Septo Estrellado las esperaba en el exterior, así que se encaminaron dejando atrás las estatuas y las pinturas sacras para volver al exterior donde el sol brillaba sobre la hermosa plaza. Habiendo disfrutado ya de la belleza del Septo, Persefone pudo apreciar cada exquisito detalle de la plaza alicatada, con su fuente en forma de estrella de siete puntas chapoteando a lo lejos.
Siguió a la dama del Faro rodeando el Septo hacia un pequeño jardín, alejado del bullicio y perfumado con el aroma de diferentes flores, Persefone conocía algunas, pero no todas. Cada vez estaba más convencida de que debía hacerse con algunas semillas para intentar ampliar la flora de su jardín en Canto. Tan concentrada en las plantas como estaba, Persefone no vio al anciano septón hasta que ya estuvieron casi a su altura a la sombra de aquel castaño. Desde luego, la descripción de Enery sobre aquel anciano septón no habría podido ser más certera. La edad lo había arrugado y encorvado además de nublarle la vista... Pero la alegría y la dulzura parecían desprenderse de su gesto.
Persefone permaneció en silencio mientras su anfitriona y el septón intercambiaban saludos muy cordiales y hablaban sobre la hija de los Hightower. Se permitió una leve sonrisa cuando el septón se fijó en ella. Enery efectuó las presentaciones inmediatamente, y una vez el septón las invitó a tomar asiento junto a él, el anciano se interesó por ella, llamándola revolucionaria y haciendo que su sonrisa se ensanchara un poco más. No era vanidad ni infulas lo que la embargaban cuando alguien señalaba el cambio efectuado por las Marcas Libres... Era, simplemente, que sentía que se reconocía el esfuerzo de los Caron durante la guerra, sentía que el sacrificio de su familia no había sido en vano. Sí, era una revolucionaria, y se alegraba de serlo cada día más.
-Vivimos tiempos de revolucionarios... -Sonrió con cierta complicidad a Enery antes de volver a posar su vista en el anciano -El placer es mío, septón Bryce -Aseguró con la afabilidad que acostumbraba a dedicar a los ancianos, pero lo cierto era que aquel septón le había caído en gracia desde el primer momento. Lo cierto era que no acostumbraba a hablar de si misma, y menos tan frecuentemente... Así que tras pensarlo un instante, suspiró.
-No soy demasiado interesante, me temo. Tan solo soy una mujer que ha tenido que adaptar un papel para el que no había sido educada. Me desenvuelvo lo mejor que puedo, pero me costará adaptarme. A estas alturas yo ya había aceptado la idea de tener que renunciar a mi apellido al casarme, y ahora resulta que seré esposa de mi propia Casa y que de momento, soy mi propio señor -Y lo cierto es que lo último que deseaba Persefone era que aquello cambiara un ápice. Cuando alguien le señalaba la posibilidad de un matrimonio ella aseguraba seguir de luto por la muerte de sus hermanos, y lo cierto es que el luto comenzaba a parecerse al de una viuda en vez de al de una hermana... Y es que la libertad que le habían brindado los dolorosos acontecimientos era demasiado dulce como para renunciar a ella por un hombre con más deseos de poseer un título que de amarla a ella. Estaba harta de los hombres de humo, y no pensaba renunciar a lo que le pertenecía por derecho propio así como así, y no quedaba nadie en el reino de los vivos con capacidad de hacerle cambiar de opinión.
-También puedo deciros lo maravillosa que me esta resultando Antigua -Continuó tras un instante de silencio pensativo -Cuando la vi por primera vez aparecer ante un camino por el que llevaba viajando varios días y que parecía interminable, me quedé sin aliento. Nunca me había alejado tanto de mi hogar, y lo cierto es que espero que no sea mi última visita... -Ni el último viaje. Tras tantos años tras las murallas de Canto, quizá era el momento de deleitarse con nuevos paisajes... Pero primero debía estabilizar la situación de las Marcas. Primero el deber, luego el placer.
Siguió a la dama del Faro rodeando el Septo hacia un pequeño jardín, alejado del bullicio y perfumado con el aroma de diferentes flores, Persefone conocía algunas, pero no todas. Cada vez estaba más convencida de que debía hacerse con algunas semillas para intentar ampliar la flora de su jardín en Canto. Tan concentrada en las plantas como estaba, Persefone no vio al anciano septón hasta que ya estuvieron casi a su altura a la sombra de aquel castaño. Desde luego, la descripción de Enery sobre aquel anciano septón no habría podido ser más certera. La edad lo había arrugado y encorvado además de nublarle la vista... Pero la alegría y la dulzura parecían desprenderse de su gesto.
Persefone permaneció en silencio mientras su anfitriona y el septón intercambiaban saludos muy cordiales y hablaban sobre la hija de los Hightower. Se permitió una leve sonrisa cuando el septón se fijó en ella. Enery efectuó las presentaciones inmediatamente, y una vez el septón las invitó a tomar asiento junto a él, el anciano se interesó por ella, llamándola revolucionaria y haciendo que su sonrisa se ensanchara un poco más. No era vanidad ni infulas lo que la embargaban cuando alguien señalaba el cambio efectuado por las Marcas Libres... Era, simplemente, que sentía que se reconocía el esfuerzo de los Caron durante la guerra, sentía que el sacrificio de su familia no había sido en vano. Sí, era una revolucionaria, y se alegraba de serlo cada día más.
-Vivimos tiempos de revolucionarios... -Sonrió con cierta complicidad a Enery antes de volver a posar su vista en el anciano -El placer es mío, septón Bryce -Aseguró con la afabilidad que acostumbraba a dedicar a los ancianos, pero lo cierto era que aquel septón le había caído en gracia desde el primer momento. Lo cierto era que no acostumbraba a hablar de si misma, y menos tan frecuentemente... Así que tras pensarlo un instante, suspiró.
-No soy demasiado interesante, me temo. Tan solo soy una mujer que ha tenido que adaptar un papel para el que no había sido educada. Me desenvuelvo lo mejor que puedo, pero me costará adaptarme. A estas alturas yo ya había aceptado la idea de tener que renunciar a mi apellido al casarme, y ahora resulta que seré esposa de mi propia Casa y que de momento, soy mi propio señor -Y lo cierto es que lo último que deseaba Persefone era que aquello cambiara un ápice. Cuando alguien le señalaba la posibilidad de un matrimonio ella aseguraba seguir de luto por la muerte de sus hermanos, y lo cierto es que el luto comenzaba a parecerse al de una viuda en vez de al de una hermana... Y es que la libertad que le habían brindado los dolorosos acontecimientos era demasiado dulce como para renunciar a ella por un hombre con más deseos de poseer un título que de amarla a ella. Estaba harta de los hombres de humo, y no pensaba renunciar a lo que le pertenecía por derecho propio así como así, y no quedaba nadie en el reino de los vivos con capacidad de hacerle cambiar de opinión.
-También puedo deciros lo maravillosa que me esta resultando Antigua -Continuó tras un instante de silencio pensativo -Cuando la vi por primera vez aparecer ante un camino por el que llevaba viajando varios días y que parecía interminable, me quedé sin aliento. Nunca me había alejado tanto de mi hogar, y lo cierto es que espero que no sea mi última visita... -Ni el último viaje. Tras tantos años tras las murallas de Canto, quizá era el momento de deleitarse con nuevos paisajes... Pero primero debía estabilizar la situación de las Marcas. Primero el deber, luego el placer.
Persefone Caron- Casa vasalla
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