Nuevo Rumbo, diferentes caminos [Viraq]

El Septón Supremo había permitido que el bastardo siguiera conservando unos días más sus aposentos en la Fortaleza Roja. La verdad, no había sido fácil, aunque las negociaciones habían llegado a buen puerto, no así los métodos utilizados por el otrora consejero de los rumores.
-Permíteme conservarlos unas semanas y no pegaré fuego a tu puto templo contigo dentro –dijo de manera distendida Brynden, cuando el máximo representante de la fe de los Siete le imperó a marcharse por haber asesinado a los de su propia sangre y conspirado a la misma vez contra los Targaryen.

Definitivamente, la guerra había hecho estragos en la elocuencia y habilidades negociadoras del bastardo. No obstante, los resultados habían sido los que esperaba, por lo que no se detuvo ni un solo instante a calibrar sus palabras.
Empacó todas sus cosas para que sus hombres las llevaran a un sitio seguro, donde en un futuro poder recogerlas a cambio de un depósito de oro y un par de amenazas veladas. La Rosa de Dos Espinas, el burdel que regentaba la Asshaita, había sido el lugar donde las pertenencias del bastardo permanecerían hasta que tuviera a bien recogerlas.

La situación estaba así. Había asesinado a su medio hermano, Daemon. A los ojos de medio Poniente, era el artífice de que los Targaryen hubieran quedado relegados a Rocadragón, debido a una supuesta mala praxis de las estrategias de defensa de la ciudad, cuando ni siquiera había participado en los últimos consejos de guerra, y aun habiendo matado a Daemon para salvar la ciudad de un asedio que podría haber durado meses.
Era un renegado y un repudiado, y poco podía hacer para lavar su imagen que desaparecer durante una buena temporada, no sin antes dejar unos asuntos pendientes.

Hizo llamar a Viraq, uno de sus comandantes y hombre de confianza, para encomendarle una ardua misión. Ya que, aunque la guerra hubiera terminado, la tensión entre los reinos independizados se palpaba y la amenaza continuaba fraguando su venganza al otro lado del Mar Angosto.
La puerta repiqueteó y Brynden hizo pasar a su hombre:
-Siéntate –dijo parcamente –Tengo una misión que encomendarte –comenzó –Requiere pericia, sigilo, infiltración… -no sabía qué más añadir –Y en un terreno que conoces mejor que nadie.

Y como dándole intriga al asunto, esperó la respuesta del Diente de Cuervo.

Su hombre no tenía remedio, y aunque con cualquier otra persona el bastardo se habría resignado, no así lo hacía con sus hombres de confianza.
-Te he dicho mil veces, Viraq, que no soy tu amo ni eres mi siervo -dijo sin mirarlo a la cara mientras escarbaba entre las montañas de pergaminos y libros que coronaban su mesa -Eres libre, y libremente has elegido estar a mis órdenes, no servirme como si fueras una doncella de compañía -con despreocupación.

Llevaba días enclaustrado en sus aposentos. Ojeaba libros, releía documentos de cuentas, tropas, caminaba recitando una y otra vez casas, estandartes, fortalezas y formas de llegar a cada una de ellas. Más pronto que tarde saldría de aquella fortaleza y aquella ciudad, y no tendría oportunidad de volver a tener aquellos libros delante de sus ojos, y por supuesto no iba a llevarlos consigo, por lo que debía hacer acopio de toda la información que pudiera almacenar y que le fuera útil.

Antes de marchar a cualquier sitio, también debía dejar a todos sus hombres organizados y todos sus asuntos bien atados, y Viraq Graveyard era una pieza imprescindible en aquel juego.
-Veamos, como bien sabrás, la estirpe Fuegoscuro ha emigrado al otro lado del Mar Angosto -comenzó -Supongo que a las Ciudades Libres -siguió ojeando y encontró un mapa -Myr, Tyrosh o Pentos, quizás Lys, pero dudo que Braavos o cualquier otra. Deberías empezar por esas. Son las ciudades más orientales, transitadas y que mejor comunicación tienen con Poniente -lo miró a los ojos -Necesito que encuentres a los Fuegoscuro, te infiltres entre ellos, te ofrezcas como hombre de confianza, su mercenario, o lo que sea, necesito en ti un espía doble. Deberás darles algo para que confíen en ti, y por supuesto darme todo lo que averigües de ellos. Intenciones, movimientos, si compran soldados, si tienen oro, si alguien los hospeda, algún mecenas... todo, incluso si Anaís se queda preñada o si sus hijos engendran algún vástago.

Eso era lo bueno de Viraq, no hacía falta darle muchas instrucciones, él sabía cómo actuar, y no solía cometer errores ni siquiera nimios.
-¿Alguna duda, algo que añadir...? -parquedad incluso con sus hombres de confianza aunque fueran más hermanos que los de sangre.