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Objetos perdidos [Gerald]
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Objetos perdidos [Gerald]
Todo había pasado demasiado rápido, había visto a una lysena asumir el cargo de la Señora de Occidente, había visto a su esposo marchar hacia la guerra y morir en el intento al desestabilizar al hombre que dirigía el Dominio, consiguiéndolo a un precio demasiado alto para el gusto de la mujer de rojo. La volanteena sonrió ante el recuerdo, las cartas yendo y viniendo, de sangre recorriendo las calles de los lugares que había visitado para ver de primera mano lo que sucedía, una guerra no era una vista preciosa, pero al menos era algo distinto y necesitaba saber la verdad para volver después a Occidente donde había decidido quedarse por un poco más gracias a la invitación de Daven Lannister, aquel hombre que había entrado en la posada en la que se quedaba hacía meses y que ahora parecía ser su amigo hasta cierto nivel, y ella, su consejera. Con aquellas imágenes en su mente, tomó un sorbo del vino que tenía entre los dedos, acariciando luego distraídamente el borde de su copa, cerrando el libro que tenía en la otra mano al encontrarse lo suficientemente distraída como para no poder leer ni dos palabras más.
Salió de aquel lugar en el que se quedaba, notando en los guardias un momento en el que se irguieron al verla pasar, sin decir palabra alguna, en cambio le siguieron con la mirada hasta que se perdió de vista en una de las esquinas que dobló. Pensaba ir al templo aquel día, por lo mismo iba vestida de rojo, un vestido de seda tornasol que al caminar hacía que llamas danzasen en el ruedo con sencillez, seguramente atraería la atención pero eso poco le importaba. Escuchaba el resonar de sus pasos tras de si, uno a uno subía los escalones hacia la pequeña capilla que se erigía en Lannisport, dedicada al Señor de la Luz, había poca gente pues al parecer aún eran costumbres extranjeras, pero el lugar parecía imponer respeto por lo que nadie solía entrometerse con los que entraban a aquel lugar. –Señor de la Luz, protégeme.- musitó al entrar al lugar, observando a su alrededor las paredes rojizas y en el centro, un fuego ardía vigorosamente.
La volanteena bajó el manto que le cubría la cabeza y se acercó al fuego, haciendo que con su presencia, este ardiese un poco más, jugando con las llamas como si quisiera ver algo entre ellas, era solo una seguidora más así que no solía tener demasiadas visiones aunque últimamente su Dios parecía quererla un poco más. -¿Qué vas a hacer, Zia?.- se preguntó como si intentase así ordenar sus pensamientos, la verdad era que no quería irse de Occidente, pero tampoco se había olvidado de su hogar, pensó en que seguramente habría sufrido la tempestad de la guerra y se habría teñido de rojo pero no le importó, nada importaba cuando no tenía claro cual seria su siguiente paso. Alguien la interrumpió en aquel momento de duda y la mirada de la joven de cabellos besados por el fuego voló hacia el lugar del que pertenecía la voz que le habló, nadie solía hacerlo y estaba acostumbrada pero por un momento permitió que la curiosidad le venciese. -¿Se te ha perdido algo?...-
Salió de aquel lugar en el que se quedaba, notando en los guardias un momento en el que se irguieron al verla pasar, sin decir palabra alguna, en cambio le siguieron con la mirada hasta que se perdió de vista en una de las esquinas que dobló. Pensaba ir al templo aquel día, por lo mismo iba vestida de rojo, un vestido de seda tornasol que al caminar hacía que llamas danzasen en el ruedo con sencillez, seguramente atraería la atención pero eso poco le importaba. Escuchaba el resonar de sus pasos tras de si, uno a uno subía los escalones hacia la pequeña capilla que se erigía en Lannisport, dedicada al Señor de la Luz, había poca gente pues al parecer aún eran costumbres extranjeras, pero el lugar parecía imponer respeto por lo que nadie solía entrometerse con los que entraban a aquel lugar. –Señor de la Luz, protégeme.- musitó al entrar al lugar, observando a su alrededor las paredes rojizas y en el centro, un fuego ardía vigorosamente.
La volanteena bajó el manto que le cubría la cabeza y se acercó al fuego, haciendo que con su presencia, este ardiese un poco más, jugando con las llamas como si quisiera ver algo entre ellas, era solo una seguidora más así que no solía tener demasiadas visiones aunque últimamente su Dios parecía quererla un poco más. -¿Qué vas a hacer, Zia?.- se preguntó como si intentase así ordenar sus pensamientos, la verdad era que no quería irse de Occidente, pero tampoco se había olvidado de su hogar, pensó en que seguramente habría sufrido la tempestad de la guerra y se habría teñido de rojo pero no le importó, nada importaba cuando no tenía claro cual seria su siguiente paso. Alguien la interrumpió en aquel momento de duda y la mirada de la joven de cabellos besados por el fuego voló hacia el lugar del que pertenecía la voz que le habló, nadie solía hacerlo y estaba acostumbrada pero por un momento permitió que la curiosidad le venciese. -¿Se te ha perdido algo?...-
Última edición por Zia de Volantis el Mar Mayo 28, 2013 7:46 pm, editado 1 vez
Zia de Volantis- Ciudadano
Re: Objetos perdidos [Gerald]
Las cosas habían cambiado abruptamente. La Guerra civil había terminado y las Islas estaban pacificadas. Se habían conquistado las Islas Escudo y ...que? yo que había hecho? Si, había capturado al Martell, pero la historia recordaría a Keira, ya que era la comandante en jefe de la flota. En realidad, no me quejaba, porque quedaba mucho que hacer y, no era mi forma de ser. No iría a ningún lado a reclamar nada. Las cosas se tomaban por el precio del hierro o no se tomaban en absoluto. Cuando hicieras algo por ti mismo era cuando tus superiores se darían cuenta de lo que valías... o mejor aún, no tener a nadie por encima tuyo para opacar tu accionar. De nuevo, sentía la familiar tormenta interior, el vórtice de incertidumbre que creía extinto hacía unos meses atrás. Había vuelto con fuerza demoledora.
Hacía una semana había estado en Catroferro, ocupándome de los asuntos estrictamente señoriales... en los cuales me cagaba, porque por mas que los hacía bien, no era lo mío. Detestaba el papeleo... Cuando me vino a la mente la forma de sacarme de encima los tormentos. Hacía cinco meses, cuando estaba confundido, la Dama Roja ayudó a despejar mis dudas sobre el camino que tenía que seguir... quizás, y sólo quizás, podía volver a pasar algo similar. No podía confiar en mis compatriotas Isleños debido a su forma de ser... no entenderían a que me referiría con mis inquietudes... ella lo haría. Ése mismo día, tomé el Ghostmoon y partí hacia Occidente, llegando a las costas y tomando unos caballos en un poblado cercano a Lannisport para introducirme en la ciudad junto con dos de mis hombres de mayor confianza, pasando desapercibido como ya había hecho con anterioridad.
La ciudad había iniciado la construcción de una capilla al Señor de la Luz... por tanto, allí era donde debía estar la mujer. No cabía duda. Cabalgué encapuchado entre la multitud de personas que se movían por las calles esa noche, volviendo a sus hogares y terminando sus negocios, hasta llegar a la construcción. Ladrillo rojo y un resplandor amarillo surgía de su interior. Desmonté e indiqué a mis hombres que se quedaran de guardias. Sailor sobrevoló y se apoyó en mi hombro silenciosamente. Mis armas hacían un familiar tintineo al chocarse con las tachas de acero en mis pantalones de cuero. Entré y allí la vi, rezando o algo. Sonreí de medio lado, la sombra de la capucha tapándome mis ojos y la escuché hablar. "Si, creo que he perdido mi cuervo, sería tan amable de devolvérmelo Milady?" dije sarcásticamente, viendo como el ave se posaba en el hombro de la mujer.
Hacía una semana había estado en Catroferro, ocupándome de los asuntos estrictamente señoriales... en los cuales me cagaba, porque por mas que los hacía bien, no era lo mío. Detestaba el papeleo... Cuando me vino a la mente la forma de sacarme de encima los tormentos. Hacía cinco meses, cuando estaba confundido, la Dama Roja ayudó a despejar mis dudas sobre el camino que tenía que seguir... quizás, y sólo quizás, podía volver a pasar algo similar. No podía confiar en mis compatriotas Isleños debido a su forma de ser... no entenderían a que me referiría con mis inquietudes... ella lo haría. Ése mismo día, tomé el Ghostmoon y partí hacia Occidente, llegando a las costas y tomando unos caballos en un poblado cercano a Lannisport para introducirme en la ciudad junto con dos de mis hombres de mayor confianza, pasando desapercibido como ya había hecho con anterioridad.
La ciudad había iniciado la construcción de una capilla al Señor de la Luz... por tanto, allí era donde debía estar la mujer. No cabía duda. Cabalgué encapuchado entre la multitud de personas que se movían por las calles esa noche, volviendo a sus hogares y terminando sus negocios, hasta llegar a la construcción. Ladrillo rojo y un resplandor amarillo surgía de su interior. Desmonté e indiqué a mis hombres que se quedaran de guardias. Sailor sobrevoló y se apoyó en mi hombro silenciosamente. Mis armas hacían un familiar tintineo al chocarse con las tachas de acero en mis pantalones de cuero. Entré y allí la vi, rezando o algo. Sonreí de medio lado, la sombra de la capucha tapándome mis ojos y la escuché hablar. "Si, creo que he perdido mi cuervo, sería tan amable de devolvérmelo Milady?" dije sarcásticamente, viendo como el ave se posaba en el hombro de la mujer.
Gerald Wynch
Re: Objetos perdidos [Gerald]
Había llegado a aquel lugar con la luz del sol, no se había dado cuenta de cuanto tiempo había pasado entre sus ratos de concentración, mismos que solía tener en el templo de Asshai o en el de Volantis. Se mordió los labios ante el danzar de las llamas, habló varias veces con su Dios, concentrándose en no pedir nada más que una guía clara hacia el futuro pues su dios en particular podía parecer bastante ambiguo cuando quería. Las miradas de quienes entraban al templo tanto por curiosidad como por su creencia en el Señor de la Luz, se le quedaban viendo a la extranjera que jugaba entre sus dedos con una pequeña llama, que brincaba de un lado a otro sin quemarla ni alarmarla. –No pertenezco aquí.- murmuró para si misma con una sonrisa a medias, como si le hablase a su señor pero se estaba hablando a si misma. Alzó la mirada y a su alrededor rápidamente las personas comenzaron a retirarse ante la gélida invitación de los ojos de la volanteena.
Pensó que todo el mundo se había retirado, que habían entendido la pista y la habían dejado sola, pero la verdad fue otra, en ese momento en que volvió a concentrarse, sentada frente a la hoguera, sintió el agarre sobre su hombro de algo que no podía ser humano, miro de reojo y se dio cuenta de qué era lo que tenía. “Sailor” pensó, pues nunca antes otro cuervo se había apoderado de su hombro con tal facilidad. –Anda, Sailor, vuelve con tu amo al que se le ha perdido el mar.- le dijo por lo bajo, incitándolo a volar con un leve encogimiento de hombros que obtuvo el resultado deseado. El batir de las alas del cuervo fue lo único que se escuchó en aquel pequeño templo a R’hllor, al menos hasta que la joven de Volantis se puso de pie y caminó hasta llegar a la altura del hombre encapuchado. -¿Te han hecho una cicatriz en la cara que te dejó aún más feo o es solo que le tienes miedo al sol, Wynch?.- preguntó, cruzándose de brazos al tomar su lugar frente a él con una sonrisa sarcástica y una ceja enarcada.
Se permitió observarlo de pies a cabeza en cuanto la capucha se retiró de su vista, al parecer no había cambiado nada más que el color de su piel al haberse expuesto al sol, cosa que le hizo sonreír. –El sol también es fuego, te dije que no jugaras con él o podías quemarte… pareces un esclavo de Mereen. ¿Dónde te has metido esta vez, pirata?- le dijo, riendo ligeramente pues no parecía ser tanto desde la última vez que lo había visto. –Parece ser que el fulgor de la batalla te ha dejado algo deslumbrado. ¿A qué viniste, Gerald?.- inquirió directamente, como solía hacer las cosas pues los rodeos no eran algo que le gustase a menos que estuviera cazando alguna presa, en aquel caso, la volanteena solía disfrutar tanto de la espera como de las ganancias.
Pensó que todo el mundo se había retirado, que habían entendido la pista y la habían dejado sola, pero la verdad fue otra, en ese momento en que volvió a concentrarse, sentada frente a la hoguera, sintió el agarre sobre su hombro de algo que no podía ser humano, miro de reojo y se dio cuenta de qué era lo que tenía. “Sailor” pensó, pues nunca antes otro cuervo se había apoderado de su hombro con tal facilidad. –Anda, Sailor, vuelve con tu amo al que se le ha perdido el mar.- le dijo por lo bajo, incitándolo a volar con un leve encogimiento de hombros que obtuvo el resultado deseado. El batir de las alas del cuervo fue lo único que se escuchó en aquel pequeño templo a R’hllor, al menos hasta que la joven de Volantis se puso de pie y caminó hasta llegar a la altura del hombre encapuchado. -¿Te han hecho una cicatriz en la cara que te dejó aún más feo o es solo que le tienes miedo al sol, Wynch?.- preguntó, cruzándose de brazos al tomar su lugar frente a él con una sonrisa sarcástica y una ceja enarcada.
Se permitió observarlo de pies a cabeza en cuanto la capucha se retiró de su vista, al parecer no había cambiado nada más que el color de su piel al haberse expuesto al sol, cosa que le hizo sonreír. –El sol también es fuego, te dije que no jugaras con él o podías quemarte… pareces un esclavo de Mereen. ¿Dónde te has metido esta vez, pirata?- le dijo, riendo ligeramente pues no parecía ser tanto desde la última vez que lo había visto. –Parece ser que el fulgor de la batalla te ha dejado algo deslumbrado. ¿A qué viniste, Gerald?.- inquirió directamente, como solía hacer las cosas pues los rodeos no eran algo que le gustase a menos que estuviera cazando alguna presa, en aquel caso, la volanteena solía disfrutar tanto de la espera como de las ganancias.
Zia de Volantis- Ciudadano
Re: Objetos perdidos [Gerald]
Quizás yo había cambiado... no sabía, no me había visto en el espejo mucho salvo para cortarme el pelo y la barba que tanto me molestaban. No había recibido heridas en la guerra... no era como si hubiera luchado mucho tampoco. Me quité la capucha y me apoyé en el umbral del templo, sonriendo con mi usual expresión burlona mientras que Sailor volvía a mi hombro. Esperé a que la dama estuviera a mi altura y hablé. "Dorne tiene un sol asqueroso. No es novedad, hablar del clima allí es redundante, lo mismo que en el Norte. Lo único que puedo decir es que no lo recomiendo como lugar turístico..." dije sarcásticamente, dejando que el negro animal volara de nuevo hacia una de las vigas del templo. "A que vine...? supongo que a no faltar a mi palabra de volver a cruzar nuestros caminos Zía... supongo que a éso." añadí, como si fuera lo más natural del mundo.
Chasquee la lengua y me dispuse a dar unos pasos alrededor de la habitación dedicada al Dios Rojo, mirando con ojos curiosos la arquitectura y su disposición. "Que pintoresco. No hay templos dedicados al Dios Ahogado, y ya estoy familiarizado con los Septos... ver un lugar "sagrado" de otro talante me parece una novedad. " exclamé, haciendo que mis palabras resonaran en el techo del lugar. "Había escuchado hablar que el Señorito de Occidente decidió cambiar sus dioses... que muchacho inestable. No lo conozco personalmente, eso está claro, pero lo que se dice de él no me parece una forma de alentar a nadie para conocerlo" reflexioné, pasando mi mano por las llamas de la fogata del hogar, evitando quemarme y pensando que era lo que hacía en un lugar que no respondía ni a mis creencias, ni a mi cultura. "Supongo que tu no tuviste nada que ver con la re conversión del... emmm Rey? No se... se me complica con todos los nuevos títulos que han surgido últimamente. Parece la Edad Heroica, hay más reyes que personas en Poniente." sacudí la cabeza levemente, sonriendo al fuego.
Chasquee la lengua y me dispuse a dar unos pasos alrededor de la habitación dedicada al Dios Rojo, mirando con ojos curiosos la arquitectura y su disposición. "Que pintoresco. No hay templos dedicados al Dios Ahogado, y ya estoy familiarizado con los Septos... ver un lugar "sagrado" de otro talante me parece una novedad. " exclamé, haciendo que mis palabras resonaran en el techo del lugar. "Había escuchado hablar que el Señorito de Occidente decidió cambiar sus dioses... que muchacho inestable. No lo conozco personalmente, eso está claro, pero lo que se dice de él no me parece una forma de alentar a nadie para conocerlo" reflexioné, pasando mi mano por las llamas de la fogata del hogar, evitando quemarme y pensando que era lo que hacía en un lugar que no respondía ni a mis creencias, ni a mi cultura. "Supongo que tu no tuviste nada que ver con la re conversión del... emmm Rey? No se... se me complica con todos los nuevos títulos que han surgido últimamente. Parece la Edad Heroica, hay más reyes que personas en Poniente." sacudí la cabeza levemente, sonriendo al fuego.
Gerald Wynch
Re: Objetos perdidos [Gerald]
La conocida postura del hombre del hierro le hizo sonreír a la volanteena que poca gente conocida había visto en algunos meses fuera de sus habituales compras y sus pláticas importantes, le haría bien encontrarse con alguien que tuviera otra cosa que decir o eso fue lo que pensó mientras sus pasos resonaban en la habitación que extrañamente se había quedado vacía en tan solo unos minutos después del primer intercambio de palabras. -¡Y yo que pensaba ir a disfrutar del sol y la arena! Ahora que me has quitado mis intenciones de visita, puedo preguntar ¿Qué me trajiste del desierto?.- soltó la pelirroja con un sarcasmo palpable, no había nada en ese lugar que le atrajese siquiera un poco, quizá la cultura de libertad y la manera de conducirse en diferentes situaciones, pero finalmente, para eso tenía Volantis. –Me alegra que tu palabra valga de algo, pirata, cualquiera diría que los tuyos han perdido el sentido del honor por lo que se dice en las calles.- dejó caer con una sonrisa habitual, una que quizá no le regalase a cualquiera pero que estaba acostumbrada a utilizar con aquel hombre que había visto en el pasado.
Sin más, la volanteena tomó su lugar en el marco de la entrada a su lugar preferido en Lannisport mientras que el pirata caminaba alrededor del lugar como si buscase escudriñar cada detalle tallado en las paredes o las palabras en Alto Valyrio que estaban escritas en la base del lugar en donde ardía el fuego de su Dios. –Es algo que solo se ha visto en Antigua, los templos a R’hllor son pocos pero preciosos por que es el único que tiene una magia inherente que le añade vida a los lugares y aleja las sombras…- comentó con una voz casi apagada pues no solía decir aquello repetidamente. –Lo que se dice de tus señores tampoco es precisamente alentador, Wynch, pero supongo que eso lo sabes de primera mano.- soltó con una media sonrisa, concentrándose en las llamas que danzaban bajo la mano del pirata, preguntándose que pasaría por su cabeza al hacer aquello. -¿Yo? No…- no le diría el por qué de la unión del Rey de Occidente a sus creencias pues finalmente, si le decía, tenía que agregar su propia historia y la volanteena parecía reacia a hacerlo. –Lo divertido es que si vas por la calle y matas a alguien, lo más probable es que te cambien el apodo a “Matarreyes”.- murmuró con una sonrisa burlona, en realidad le daba igual como se hiciesen llamar las personas, príncipes, princesas, reyes y reinas, todos eran simples y llanos humanos más allá de las coronas sobre sus cabezas y sus montones de papeles en el escritorio.
Sin más, la volanteena tomó su lugar en el marco de la entrada a su lugar preferido en Lannisport mientras que el pirata caminaba alrededor del lugar como si buscase escudriñar cada detalle tallado en las paredes o las palabras en Alto Valyrio que estaban escritas en la base del lugar en donde ardía el fuego de su Dios. –Es algo que solo se ha visto en Antigua, los templos a R’hllor son pocos pero preciosos por que es el único que tiene una magia inherente que le añade vida a los lugares y aleja las sombras…- comentó con una voz casi apagada pues no solía decir aquello repetidamente. –Lo que se dice de tus señores tampoco es precisamente alentador, Wynch, pero supongo que eso lo sabes de primera mano.- soltó con una media sonrisa, concentrándose en las llamas que danzaban bajo la mano del pirata, preguntándose que pasaría por su cabeza al hacer aquello. -¿Yo? No…- no le diría el por qué de la unión del Rey de Occidente a sus creencias pues finalmente, si le decía, tenía que agregar su propia historia y la volanteena parecía reacia a hacerlo. –Lo divertido es que si vas por la calle y matas a alguien, lo más probable es que te cambien el apodo a “Matarreyes”.- murmuró con una sonrisa burlona, en realidad le daba igual como se hiciesen llamar las personas, príncipes, princesas, reyes y reinas, todos eran simples y llanos humanos más allá de las coronas sobre sus cabezas y sus montones de papeles en el escritorio.
Zia de Volantis- Ciudadano
Re: Objetos perdidos [Gerald]
"Creeme volantina... nada hay en el desierto que te interese... de hecho, no se porque carajo tus compatriotas Volantinos y sus Triarcas fijaron la vista en un pedazo de arena... pero bueno, por algo yo no soy político o almirante y ellos sí..." dije muy sarcásticamente, un poco enojado. De no haber sido por la invasión, habría luchado en la guerra civil o contra el Dominio. Observé el fuego ascender por la chimenea y pensé que las aguas del Ahogado extinguirían esas llamas con facilidad... o no? Hacía 5 meses lo habría afirmado con convicción. Hoy? no estaba tan seguro. Apreté los dientes. Poco me importaba el honor de otros hombres de hierro. Cada uno hacía como le parecía a bordo de su barco, por mucha orden que Harrald Greyjoy diera. Ya se veía en la rebelión de los Drumm... así les había ido también.
"Los dioses no deberían necesitar templos... de por sí son poderosos y es inútil por parte de los humanos intentar contactarse directamente con ellos... no es como si pudiéramos mandarle un cuervo con las plegarias...." dije entre risas amargas, deseando tener alguna certeza con respecto a las deidades y porque me negaban mi lugar entre los míos. Mostre mis dientes amenazadoramente, el fuego iluminando mis ojos. "Lo que digan de mis señores... poco me importa..." dije sin mas, dando muestras de molestia por primera vez en... desde que murió mi madre. Y sí, hoy había mas reyes que plebeyos en la calle, pero las bromas sobre el asunto se estaban gastando. Observé los símbolos valyrios en el edificio mientras que percibía a la mujer sentada en su lugar, a varios metros de distancia.
"Todo es tan perecedero... tan capaz de esfumarse. Miranos a los hombres de hierro! Debemos ser fuertes o morir, y aún cuando lo demuestras, poco le importa al resto como seas. Pocos son los que de verdad aprecian las características de uno sin mirarse el ombligo antes. Ésa es la sociedad en la que vivo y adopté como mía..." me detuve abruptamente y volví el rostro para que no vea mi cara de horror ante la palabra "adoptar". Yo había nacido entre ellos... porque decía que me habían adoptado?.
"Los dioses no deberían necesitar templos... de por sí son poderosos y es inútil por parte de los humanos intentar contactarse directamente con ellos... no es como si pudiéramos mandarle un cuervo con las plegarias...." dije entre risas amargas, deseando tener alguna certeza con respecto a las deidades y porque me negaban mi lugar entre los míos. Mostre mis dientes amenazadoramente, el fuego iluminando mis ojos. "Lo que digan de mis señores... poco me importa..." dije sin mas, dando muestras de molestia por primera vez en... desde que murió mi madre. Y sí, hoy había mas reyes que plebeyos en la calle, pero las bromas sobre el asunto se estaban gastando. Observé los símbolos valyrios en el edificio mientras que percibía a la mujer sentada en su lugar, a varios metros de distancia.
"Todo es tan perecedero... tan capaz de esfumarse. Miranos a los hombres de hierro! Debemos ser fuertes o morir, y aún cuando lo demuestras, poco le importa al resto como seas. Pocos son los que de verdad aprecian las características de uno sin mirarse el ombligo antes. Ésa es la sociedad en la que vivo y adopté como mía..." me detuve abruptamente y volví el rostro para que no vea mi cara de horror ante la palabra "adoptar". Yo había nacido entre ellos... porque decía que me habían adoptado?.
Gerald Wynch
Re: Objetos perdidos [Gerald]
Por un momento, la volanteena se permitió reir ante las palabras del pirata que parecía tan seguro de sus palabras que causaba cierto impacto en la pelirroja que lo escuchaba con atención. –Por primera vez en Volantis hay dos Triarcas de los Tigres, los Tigres buscan todo por la fuerza, seguramente habrán visto algo de valor en Dorne… incluso una mujer pudo haberlos llevado a cometer tal invasión, son hombres libres, pirata, capaces de destruir y construir con la misma fuerza…- le dijo con una sonrisa ladina, no le decía más que la verdad, había vivido muchos años en las tierras libres como para no saber aquello en especial. Se preguntó por un momento la verdadera razón detrás del ataque y no la encontró pues tales noticias no habían alcanzado Occidente, quizá nadie sabía en realidad que había detrás de eso.
Sin preocuparse más por aquel tema, la volanteena se paseó por el lugar con pasos cautelosos mientras la reflexión del hombre de hierro le llevaba a un nuevo tema que escarbar. –Pero que poca fe la tuya, Gerald… ¿Qué te ha pasado en estos meses? Creí que eras un hombre de fe cuando te vi la última vez y ahora ni siquiera crees en el poder de las palabras.- murmuró la pelirroja con simpleza, dejando que su tono alcanzase el peligro antes de volver a caer mientras las llamas de R’hllor se alzaban de nuevo ante la cercana presencia de la joven. -¿Qué te importa entonces?.- preguntó acercándose de nuevo sin importarle lo que pudiese decirle al respecto, pues finalmente, aquel era su lugar y dentro de su fe, el aún era un intruso. –El fuego esta sacando energía de ti, vive con tu tono de voz…- estaba molesto y a ella el fuego le dejaba verlo.
Lo siguiente en la lista de cosas por decir del imprevisto visitante, Zia alzó una ceja, suspirando imperceptiblemente al entender ligeramente por donde se dirigía aquel tema en realidad. -¿Qué sucedió en realidad?.- preguntó sin importarle que hiciese demasiadas preguntas para un momento tan corto. Se acercó finalmente y lo tomó por el brazo, conduciéndolo a una sala privada con la que la capilla contaba, su lugar favorito en Poniente si podía haber alguno. Le indicó que se pusiese cómodo si quería y sirvió una copa de vino y otra de agua, podía tomar lo que quisiese, ella por su parte tomaría simple agua para calmar el calor. – Ahora sí…- musitó, dándole a entender que podía contestarle si quería o abordar otro tema con la misma facilidad.
Sin preocuparse más por aquel tema, la volanteena se paseó por el lugar con pasos cautelosos mientras la reflexión del hombre de hierro le llevaba a un nuevo tema que escarbar. –Pero que poca fe la tuya, Gerald… ¿Qué te ha pasado en estos meses? Creí que eras un hombre de fe cuando te vi la última vez y ahora ni siquiera crees en el poder de las palabras.- murmuró la pelirroja con simpleza, dejando que su tono alcanzase el peligro antes de volver a caer mientras las llamas de R’hllor se alzaban de nuevo ante la cercana presencia de la joven. -¿Qué te importa entonces?.- preguntó acercándose de nuevo sin importarle lo que pudiese decirle al respecto, pues finalmente, aquel era su lugar y dentro de su fe, el aún era un intruso. –El fuego esta sacando energía de ti, vive con tu tono de voz…- estaba molesto y a ella el fuego le dejaba verlo.
Lo siguiente en la lista de cosas por decir del imprevisto visitante, Zia alzó una ceja, suspirando imperceptiblemente al entender ligeramente por donde se dirigía aquel tema en realidad. -¿Qué sucedió en realidad?.- preguntó sin importarle que hiciese demasiadas preguntas para un momento tan corto. Se acercó finalmente y lo tomó por el brazo, conduciéndolo a una sala privada con la que la capilla contaba, su lugar favorito en Poniente si podía haber alguno. Le indicó que se pusiese cómodo si quería y sirvió una copa de vino y otra de agua, podía tomar lo que quisiese, ella por su parte tomaría simple agua para calmar el calor. – Ahora sí…- musitó, dándole a entender que podía contestarle si quería o abordar otro tema con la misma facilidad.
Zia de Volantis- Ciudadano
Re: Objetos perdidos [Gerald]
Enarqué una ceja. "Hablas de los hombres libres como si todo el resto de nosotros no lo fuéramos...." reflexione de forma casi inaudible, respirando profundamente, sintiéndome cansado... no sabía porque. No la veía... tenía la cara dando hacia la pared que se presentaba cuando uno entraba directamente al templo. No sabía porque, pero sentía que no necesitaba mirarla... ni que ella me mirara. Estaba... avergonzado? no. Inseguro. Por primera vez en años, el miedo e incertidumbre golpeaban mi mente incansablemente. Apreté las muelas y contuve el aliento. Miedo a que?! ni yo entendía! Además... se suponía que venir aquí me tranquilizaría o me estabilizaría como antes... no ponerme peor... hacerme dudar mas...
Me reí con carcajadas secas y cortas, carentes de alegría. "Puede ser... la fé se pone a prueba constantemente, pero cuando tu mismo piensas que no tiene sentido superar la prueba, entonces la fé deja de tener utilidad...." alegué casi perdiendo el hilo de lo que decía. La fé no era algo que tuviera utilidad... no para aquellos que eran ciegos en la misma o para los que lo veían desde afuera. Pero para los moderados, si. La fé era el arma que esgrimían los necesitados de causas para vivir o morir en su defecto. En mí caso, si mi gente, a la cual había dedicado mi vida, si mis Señores, a los cuales seguí sin chistar, no reconocían el esfuerzo de uno, pues... que quedaba? Por lo menos a mí. La búsqueda del reconocimiento se perdía...
Fui arrastrado por ella hasta un cuarto mas pequeño y privado. Se sentó... y yo casi no percibía lo que hacía o donde estaba. Solo miraba adornos escuetos y un poco de mobiliario. Me pregunté si ella residía allí temporalmente o algo similar. "Que sucedió... nada grave en realidad. O nada que alguien en su sano juicio debería considerar como grave..." añadí pasándome una mano por la cara y sentándome en el suelo, apoyando la espalda en la pared. "Pasó que me perdí la verdadera guerra persiguiendo hombres de arena y volanteenos. Pasó que la poca acción que tuvimos en Dorne fue la de capturar a una personalidad importante bajo el comando de mis superiores, pero ideado por mí. Aún así, logré poco o nada de reconocimiento al volver.... pasó que, aún cuando me arriesgué y levanté mis armas en nombre de mis creencias... no conseguí nada... y temo que vuelva a pasar..." Descargué, cuidando muy mucho mis palabras.
Me reí con carcajadas secas y cortas, carentes de alegría. "Puede ser... la fé se pone a prueba constantemente, pero cuando tu mismo piensas que no tiene sentido superar la prueba, entonces la fé deja de tener utilidad...." alegué casi perdiendo el hilo de lo que decía. La fé no era algo que tuviera utilidad... no para aquellos que eran ciegos en la misma o para los que lo veían desde afuera. Pero para los moderados, si. La fé era el arma que esgrimían los necesitados de causas para vivir o morir en su defecto. En mí caso, si mi gente, a la cual había dedicado mi vida, si mis Señores, a los cuales seguí sin chistar, no reconocían el esfuerzo de uno, pues... que quedaba? Por lo menos a mí. La búsqueda del reconocimiento se perdía...
Fui arrastrado por ella hasta un cuarto mas pequeño y privado. Se sentó... y yo casi no percibía lo que hacía o donde estaba. Solo miraba adornos escuetos y un poco de mobiliario. Me pregunté si ella residía allí temporalmente o algo similar. "Que sucedió... nada grave en realidad. O nada que alguien en su sano juicio debería considerar como grave..." añadí pasándome una mano por la cara y sentándome en el suelo, apoyando la espalda en la pared. "Pasó que me perdí la verdadera guerra persiguiendo hombres de arena y volanteenos. Pasó que la poca acción que tuvimos en Dorne fue la de capturar a una personalidad importante bajo el comando de mis superiores, pero ideado por mí. Aún así, logré poco o nada de reconocimiento al volver.... pasó que, aún cuando me arriesgué y levanté mis armas en nombre de mis creencias... no conseguí nada... y temo que vuelva a pasar..." Descargué, cuidando muy mucho mis palabras.
Gerald Wynch
Re: Objetos perdidos [Gerald]
Un suspiro inaudible fue lo que la dama roja dejó escapar ante las palabras del hombre de hierro que se encontraba en la cercanía. -¿Libertad en éste lado del mundo? Eso no existe, Gerald, ya deberías saberlo, ni tu en el mar eres libre… tu barco ha tenido que seguir las órdenes de alguien mayor. Bienvenido a la realidad, no puedes ir contra corriente por que así es aquí.- dejó caer la volanteena con una sonrisa enigmática, podría sonar cruel pero era la verdad, no había nadie más que le dijese eso por que a nadie le convenía. En un mundo donde la ignorancia y el placer eran más importantes que la libertad, no era posible conseguirla mientras que en las Ciudades Libres a pesar de existir la esclavitud, existía también la libertad. –Según lo que sus rumores pregonan, ustedes han “elegido” un rey… pero aceptémoslo, es un rey que los había estado gobernando desde hace años… ¿Cómo pueden llamarse hombres libres cuando no saben lo que es eso?.- murmuró, su voz tan afilada como la daga de la verdad, no había mucho más que decir al respecto y Zia en realidad solo quería que viera la verdad a pesar de que seguramente se enojaría con ella y con el mundo.
Ante sus palabras sobre la fe, la volanteena estuvo segura de que seguir con aquello no tenía sentido, había perdido una parte de si mismo mientras que en ese lugar, Zia estaba más completa que nunca. Después del sufrimiento gracias a las torturas a las que había sido sometida en los Templos a R’hllor, la dama roja podía decir que su Dios era real y latente, le había dado la fuerza para soportarlo y acabar con quienes la habían herido. Y si algo podía reconocer, era que el pirata estaba en la misma situación. Sonrió a medias luego de llegar a la sala en donde se pasaba las tardes leyendo, tomó un sorbo del agua que se había servido y escuchó con atención como siempre. –Teniendo en cuenta que tu no estas en tu sano juicio…- murmuró la pelirroja, enarcando una ceja al verlo sentarse en el piso como si estuviese derrotado incluso antes de que la verdadera batalla hubiese empezado. “Un juguete roto, olvidado” pensó en un segundo y se mordió los labios.
Ante sus palabras, Zia no pudo hacer demasiado para detener sus teorías. -¿Peleabas por reconocimiento, gloria y sangre o por que creías en los motivos de esa guerra?.- preguntó la volanteena con acidez enmascarada con terciopelo. –Si peleabas por lo segundo, entonces lo primero no debería importante… pero te movió lo que mueve a todos los caballeros, un lugar en la historia.- se aventuró a inquirir, dejando que su dedo se deslizase por el borde de la copa. –No deberías temer que vuelva a pasar… por que lo hará quieras o no, mientras sigas pensando así.- murmuró con una sinceridad aplastante. –Matarías para demostrar que estás en lo correcto del mismo modo en que lo harías si eso te ganara un lugar entre los tuyos, que en realidad ya tienes.- agregó con una sonrisa a medias. –Tu tienes un lugar ya, por que naciste entre ellos, así como yo lo tengo entre los volanteenos, lo que pasa es que tu no crees tenerlo, no crees que pertenezcas ahí.- le dijo finalmente, tomando un poco más de agua, dejando que el líquido cristalino aclarase sus pensamientos como tantas otras veces había hecho.
Ante sus palabras sobre la fe, la volanteena estuvo segura de que seguir con aquello no tenía sentido, había perdido una parte de si mismo mientras que en ese lugar, Zia estaba más completa que nunca. Después del sufrimiento gracias a las torturas a las que había sido sometida en los Templos a R’hllor, la dama roja podía decir que su Dios era real y latente, le había dado la fuerza para soportarlo y acabar con quienes la habían herido. Y si algo podía reconocer, era que el pirata estaba en la misma situación. Sonrió a medias luego de llegar a la sala en donde se pasaba las tardes leyendo, tomó un sorbo del agua que se había servido y escuchó con atención como siempre. –Teniendo en cuenta que tu no estas en tu sano juicio…- murmuró la pelirroja, enarcando una ceja al verlo sentarse en el piso como si estuviese derrotado incluso antes de que la verdadera batalla hubiese empezado. “Un juguete roto, olvidado” pensó en un segundo y se mordió los labios.
Ante sus palabras, Zia no pudo hacer demasiado para detener sus teorías. -¿Peleabas por reconocimiento, gloria y sangre o por que creías en los motivos de esa guerra?.- preguntó la volanteena con acidez enmascarada con terciopelo. –Si peleabas por lo segundo, entonces lo primero no debería importante… pero te movió lo que mueve a todos los caballeros, un lugar en la historia.- se aventuró a inquirir, dejando que su dedo se deslizase por el borde de la copa. –No deberías temer que vuelva a pasar… por que lo hará quieras o no, mientras sigas pensando así.- murmuró con una sinceridad aplastante. –Matarías para demostrar que estás en lo correcto del mismo modo en que lo harías si eso te ganara un lugar entre los tuyos, que en realidad ya tienes.- agregó con una sonrisa a medias. –Tu tienes un lugar ya, por que naciste entre ellos, así como yo lo tengo entre los volanteenos, lo que pasa es que tu no crees tenerlo, no crees que pertenezcas ahí.- le dijo finalmente, tomando un poco más de agua, dejando que el líquido cristalino aclarase sus pensamientos como tantas otras veces había hecho.
Zia de Volantis- Ciudadano
Re: Objetos perdidos [Gerald]
Enarqué una ceja y la miré directamente a los ojos. "La libertad es mucho mas que seguir la bandera de alguien o no hacerlo. La libertad también está en el pensamiento, en la forma de actuar y de pensar, los puntos de vista, las decisiones que uno toma... en ése sentido, hasta el pueblerino mas humilde es libre, Zia la volanteena, pero ése no es mi caso. Soy un hombre que decide que hacer y comete sus errores, y me sorprende que te lo tenga que explicar...." dije secamente, sintiendo la urgencia por un buen trago de... algo. Vino, ron, cualquier cosa con cierta graduación alcoholica vendría bien. "Los Greyjoy han ganado su puesto a través de las generaciones y... si, ya nos gobernaban antes. Y que? es muy noble de parte de Harrald Greyjoy haberse postulado, arriesgar su puesto en frente de sus capitanes. Yo no lo habría hecho...." me sinceré, para luego agregar con gesto compungido. "Tienes vino? tengo el gaznate ardiendo de tanto hablar..." ironicé, dejando un gran rastro de sinceridad en mi pedido, casi agonizante.
"Peleaba por lo que pensaba que me daría gloria o reconocimiento, éso elígelo tú..." exclamé pensativo, dejando que los retazos de desesperación se desvanecieran en la vorágine de pensamientos que surgían a medida que escuchaba a la extranjera. "Tengo un lugar entre los hombres de hierro por haber nacido como uno, pero las pocisiones deben afianzarse con acciones.... no por derecho de nacimiento. Éso es basura continental. Si no puedo demostrarme a mí mismo que merezco ser Señor mis hombres y capitán de mi barco... es lo mismo que haber nacido plebeyo o bastardo de la casa mas baja del rincón mas bajo de Poniente..." pero después, ése argumento no pareció tener tanto valor... No crees pertenecer entre ellos.... La miré a los ojos, extrañado y con un brillo de curiosidad. "A que te refieres con éso Red?"
"Peleaba por lo que pensaba que me daría gloria o reconocimiento, éso elígelo tú..." exclamé pensativo, dejando que los retazos de desesperación se desvanecieran en la vorágine de pensamientos que surgían a medida que escuchaba a la extranjera. "Tengo un lugar entre los hombres de hierro por haber nacido como uno, pero las pocisiones deben afianzarse con acciones.... no por derecho de nacimiento. Éso es basura continental. Si no puedo demostrarme a mí mismo que merezco ser Señor mis hombres y capitán de mi barco... es lo mismo que haber nacido plebeyo o bastardo de la casa mas baja del rincón mas bajo de Poniente..." pero después, ése argumento no pareció tener tanto valor... No crees pertenecer entre ellos.... La miré a los ojos, extrañado y con un brillo de curiosidad. "A que te refieres con éso Red?"
Gerald Wynch
Re: Objetos perdidos [Gerald]
Estaba desesperado por no dejar que sus pensamientos lo acorralaran y Zia podía ver perfectamente eso en su mirada, un ligero reto, una amenaza pero sobretodo, un intento por ver más alla de las palabras de la joven de Volantis. –A mi me sorprende que me lo expliques, no necesitarías hacerlo si estuvieras tan seguro, pirata… habrías dejado pasar mis palabras como en otras ocasiones de ser así.- le dijo con una sonrisa templada, estaba probando que tanto podía llevarlo al borde, que tanto estaba dispuesto a darle a conocer y para la sorpresa de Zia, parecía ser mucho más que en otras ocasiones, quizá era cierto y el que se hubiesen acostado en el pasado les ayudaba a confiar mínimamente en el otro. –Noble o no, les han robado libertades que otros si gozan… pero supongo que no importa, no me entenderías a menos que conocieses las Ciudades Libres.- expresó con una sonrisa a medias, levantándose para buscar entre sus cosas algo de lo que pedía.
Fue detrás de unos libros donde encontró una botella de vino que había guardado, sin siquiera detenerse por una copa, se la pasó, igualmente se la acabaría asi que era mejor no ensuciar copas. –Es fino, así que si no te gusta es por que estas acostumbrado a la basura de las tabernas.- murmuró con una sonrisa ladina, recargándose contra uno de los sillones para verlo de frente aunque con la elevación propia de estar de pie. –Peleabas para demostrarte algo, pero no pudiste, peleabas no por que creyeras en la causa, sino por que pensaste que si decías que no, serías un traidor y eso te molesta.- inquirió sin saber realmente las razones del pirata que tenía frente a ella, aventurándose solo a imaginar. Lo escuchó quejarse y repetirle como en otras ocasiones que si no podía demostrarse lo que era, no valía nada y la pelirroja sonrió a medias. –Me refiero a que te esfuerzas en encajar, en demostrarles que eres tan fuerte como ellos y más inteligente por que tu no crees ser un isleño “hasta la médula”, sabes que naciste ahí… pero no sabes si ese es tu lugar.- soltó sin detenerse demasiado a pensar en si eso le molestaría o no.
Acto seguido, la pelirroja se acomodó el cabello, tomando agua sin inmutarse sobre los desvaríos del pirata que estaba ante ella. –Aceptémoslo, Wynch, te sientes como un extraño en tierras desconocidas… caminas por las Islas y las conoces todas, pero nunca te has detenido a considerarlas tu hogar, quizá solo Castroferro tenga ese honor y eso aún lo dudo un poco.- musitó, encogiéndose de hombros luego de un suspiro. –Tu no sientes lo que yo por las Ciudades Libres.- le confió con una media sonrisa, recordando como se sentía ella en Poniente, era una Piper y había visto muchos lugares de Poniente en el pasado y aún así los sentía ajenos, ella no pertenecía ahí, pertenecía a las Ciudades Libres y siempre lo haría. –No podrás negarme que te sientes enjaulado, por que te veo… y siento que te conozco mejor de lo que parece.- murmuró con aquella sonrisa tan propia. -¿Qué te une a las Islas y a los Hombres de Hierro?.- preguntó sin dar ninguna explicación ni detalle, quería que él le mostrase aquello que sentía suyo de aquel lugar al que ella consideraba asqueroso.
Fue detrás de unos libros donde encontró una botella de vino que había guardado, sin siquiera detenerse por una copa, se la pasó, igualmente se la acabaría asi que era mejor no ensuciar copas. –Es fino, así que si no te gusta es por que estas acostumbrado a la basura de las tabernas.- murmuró con una sonrisa ladina, recargándose contra uno de los sillones para verlo de frente aunque con la elevación propia de estar de pie. –Peleabas para demostrarte algo, pero no pudiste, peleabas no por que creyeras en la causa, sino por que pensaste que si decías que no, serías un traidor y eso te molesta.- inquirió sin saber realmente las razones del pirata que tenía frente a ella, aventurándose solo a imaginar. Lo escuchó quejarse y repetirle como en otras ocasiones que si no podía demostrarse lo que era, no valía nada y la pelirroja sonrió a medias. –Me refiero a que te esfuerzas en encajar, en demostrarles que eres tan fuerte como ellos y más inteligente por que tu no crees ser un isleño “hasta la médula”, sabes que naciste ahí… pero no sabes si ese es tu lugar.- soltó sin detenerse demasiado a pensar en si eso le molestaría o no.
Acto seguido, la pelirroja se acomodó el cabello, tomando agua sin inmutarse sobre los desvaríos del pirata que estaba ante ella. –Aceptémoslo, Wynch, te sientes como un extraño en tierras desconocidas… caminas por las Islas y las conoces todas, pero nunca te has detenido a considerarlas tu hogar, quizá solo Castroferro tenga ese honor y eso aún lo dudo un poco.- musitó, encogiéndose de hombros luego de un suspiro. –Tu no sientes lo que yo por las Ciudades Libres.- le confió con una media sonrisa, recordando como se sentía ella en Poniente, era una Piper y había visto muchos lugares de Poniente en el pasado y aún así los sentía ajenos, ella no pertenecía ahí, pertenecía a las Ciudades Libres y siempre lo haría. –No podrás negarme que te sientes enjaulado, por que te veo… y siento que te conozco mejor de lo que parece.- murmuró con aquella sonrisa tan propia. -¿Qué te une a las Islas y a los Hombres de Hierro?.- preguntó sin dar ninguna explicación ni detalle, quería que él le mostrase aquello que sentía suyo de aquel lugar al que ella consideraba asqueroso.
Zia de Volantis- Ciudadano
Re: Objetos perdidos [Gerald]
No... no era así. Yo era un hombre de hierro por nacimiento y por adopción de costumbres. Acaso no lo había demostrado multitud de veces? Acaso no encontraba placer en las antiguas formas? No las seguía? No adoraba a mi dios y dedicaba mis acciones a él? Acaso no estaba a gusto con mis compatriotas...?. Tomé la copa que me tendía y le eché un buen trago... era verdad, un buen vino, quizás demasiado dulce para mi gusto, pero bueno al fin. Lo degusté un rato, escuchando sus palabras en silencio y meditando. No sabía si decir si eso era verdad o no... habían sido múltiples las ocasiones en las que encontraba como idiotas a los otros señores hombres de hierro, siempre pensando en lo mismo y nunca sacando su cabeza de lo que no era el pillaje, las mujeres o la lucha. Obviamente, no caería en la hipocresía de decir que yo no lo hacía, porque así era. Pero mis objetivos siempre habían sido mas amplios... aprender de los continentales, sacar lo positivo de ellos, reconocer que no todo lo que ellos producían era basura...
Había planteos que no podían dejar de cruzar mi cabeza. Que pasaría el día en que no hubiera nada más para saquear? Nada mas para sacrificar? Cambiaríamos de Dios..? Nos exigiría algo distinto? "No tendría sentido... si ese no es mi lugar... no habría otro al cual pertenecer..." aseguré. O por lo menos, no se me ocurría otro. Las Islas eran mi hogar... o por lo menos eran parte de mi hogar. En realidad, mi barco era más el lugar donde pensaba que tenía puesto mi cariño... mi barco y los hombres y mujeres que lo tripulaban. "No... no siento lo que tu sientes por Volantis... pero negar mi procedencia sería negarme a mí mismo... y no aceptar tus palabras sería rechazar otra parte que, según tu, me pertenece..." Señalé, haciendo girar el vino en la copa esperando a ver como sería capaz de responderme. "Que hacer entonces...?" La miro desafiante y con un rastro de sarcasmo en mis ojos.
Las palabras sobre conocerme me hicieron levantar una ceja y sacar mi trasero del piso, apoyándome en la pared, mirando a la pelirroja con un rostro más relajado... mas parecido a mi yo habitual. "Me unen algunas convicciones y creencias, además de sus códigos y su amor por el mar. Éso no me lo podrá quitar nadie..." Pero había mucho más que no rebelaba. Todo aquello que no me unía a las Islas. Las pocas verdaderas amistades que había hecho entre los míos... las veces que había estado en completo desacuerdo con fijar la cabeza hacia adelante y no pensar en las consecuencias...
Había planteos que no podían dejar de cruzar mi cabeza. Que pasaría el día en que no hubiera nada más para saquear? Nada mas para sacrificar? Cambiaríamos de Dios..? Nos exigiría algo distinto? "No tendría sentido... si ese no es mi lugar... no habría otro al cual pertenecer..." aseguré. O por lo menos, no se me ocurría otro. Las Islas eran mi hogar... o por lo menos eran parte de mi hogar. En realidad, mi barco era más el lugar donde pensaba que tenía puesto mi cariño... mi barco y los hombres y mujeres que lo tripulaban. "No... no siento lo que tu sientes por Volantis... pero negar mi procedencia sería negarme a mí mismo... y no aceptar tus palabras sería rechazar otra parte que, según tu, me pertenece..." Señalé, haciendo girar el vino en la copa esperando a ver como sería capaz de responderme. "Que hacer entonces...?" La miro desafiante y con un rastro de sarcasmo en mis ojos.
Las palabras sobre conocerme me hicieron levantar una ceja y sacar mi trasero del piso, apoyándome en la pared, mirando a la pelirroja con un rostro más relajado... mas parecido a mi yo habitual. "Me unen algunas convicciones y creencias, además de sus códigos y su amor por el mar. Éso no me lo podrá quitar nadie..." Pero había mucho más que no rebelaba. Todo aquello que no me unía a las Islas. Las pocas verdaderas amistades que había hecho entre los míos... las veces que había estado en completo desacuerdo con fijar la cabeza hacia adelante y no pensar en las consecuencias...
Gerald Wynch
Re: Objetos perdidos [Gerald]
Poco a poco, lo que ella había pensado comenzó a salir a la superficie, aquellos sentimientos ocultos que había visto en su mirada comenzaban a hacer acto de presencia, traicionando sus palabras y sus acciones por más que intentase negárselo. -¿Entonces perteneces por costumbre y no por convicción?.- le preguntó, enarcando una ceja, a sabiendas de que se estaba metiendo en un terreno peligroso en donde los hombres generalmente no querían caminar, no por miedo sino por que su inconsciente no se los permitía, el aceptar que estaban a la deriva no solía ser precisamente tentador y menos con una mujer tan impredecible como Zia. –Estas dividido, hay tantas partes de ti que no sabes cual seguir y darle la espalda a una es traicionarte a ti mismo…- comentó, encogiéndose de hombros al escuchar su reflexión que a la volanteena le parecía un tanto más desesperada que lo que había previsto. –Eso dimelo tu, ¿No eres dueño de ti mismo? ¿No eres dueño de tu destino? Dime tú que vas a hacer para no sentirte como ese extranjero que pisa tierra conocida pero no logra conectarse con la esencia de su cultura.- le dijo con el mismo desafío en su tono, dos podían jugar aquel juego y la volanteena era un rival bastante fuerte.
Para Zia parecía no haber límites entre una cosa y otra, solía ver todo como un ente etéreo del mismo modo en que era ella una mezcla de culturas, de conocimientos y de ideas. No se creía de un solo lugar, pero si tenía en cuenta sus raíces, sabía que tanto sus aprendizajes en Poniente como su hogar en Volantis eran importantes para ella y todo lo demás se había incluido en sus pensamientos poco a poco, como si un rio se hubiese rodeado de una villa, pero seguía corriendo con la libertad propia de un principio. –¿Has pensado en quién serías de no ser el Señor de Castroferro?.- le preguntó en un momento. -¿Qué harías de no tener que estar atado a ese lugar por tradición?.- agregó con una media sonrisa, esa era una pregunta que se había hecho tantas veces que cuando parecía alcanzar una respuesta, ésta desaparecía de nuevo, tan rápido como había aparecido.
Amar el mar era una cosa, disfrutar de los saqueos y las violaciones era otra que podían no entrar en la misma descripción si no se quería, el chiste era que él lo entendiese y por lo que ella podía ver, comenzaba a vislumbrar aquella diferencia. Sonrió al encontrarse con su mirada a la altura habitual, acomodando su cabello con delicadeza, escuchando con la mirada gacha lo que le respondía en torno a las Islas. –“Algunas”.- fue lo único que dijo antes de alzar la mirada. –Algunas no son suficientes para tus compatriotas, ¿No es así?.- preguntó de nueva cuenta. –A ellos no les importa lo mucho que te guste navegar si al final del día no compartes sus charlas sin sentido sobre todas las mujeres a las que desvirgaron y a los ancianos a los que robaron.- se arriesgó a decir pues nunca en realidad había estado en una conversación de aquellas y esperaba nunca tener que hacerlo. –Hay cosas que escapan de tu control con los tuyos, del mismo modo en el que las aguas pueden ser impredecibles, ¿No es así?... Y no te gusta.- murmuró sin acercarse a él como habría hecho de no tener que exponer aquello que él tenía oculto en su mirada. –No pretendo renegar de los tuyos, pero creo que has tomado lo mejor de ellos y te has quedado con una mano vacía a pesar de que creíste que no sería así.- inquirió con una sonrisa ligera, suave y nada despectiva, quizá era momento de ser sinceros.
Para Zia parecía no haber límites entre una cosa y otra, solía ver todo como un ente etéreo del mismo modo en que era ella una mezcla de culturas, de conocimientos y de ideas. No se creía de un solo lugar, pero si tenía en cuenta sus raíces, sabía que tanto sus aprendizajes en Poniente como su hogar en Volantis eran importantes para ella y todo lo demás se había incluido en sus pensamientos poco a poco, como si un rio se hubiese rodeado de una villa, pero seguía corriendo con la libertad propia de un principio. –¿Has pensado en quién serías de no ser el Señor de Castroferro?.- le preguntó en un momento. -¿Qué harías de no tener que estar atado a ese lugar por tradición?.- agregó con una media sonrisa, esa era una pregunta que se había hecho tantas veces que cuando parecía alcanzar una respuesta, ésta desaparecía de nuevo, tan rápido como había aparecido.
Amar el mar era una cosa, disfrutar de los saqueos y las violaciones era otra que podían no entrar en la misma descripción si no se quería, el chiste era que él lo entendiese y por lo que ella podía ver, comenzaba a vislumbrar aquella diferencia. Sonrió al encontrarse con su mirada a la altura habitual, acomodando su cabello con delicadeza, escuchando con la mirada gacha lo que le respondía en torno a las Islas. –“Algunas”.- fue lo único que dijo antes de alzar la mirada. –Algunas no son suficientes para tus compatriotas, ¿No es así?.- preguntó de nueva cuenta. –A ellos no les importa lo mucho que te guste navegar si al final del día no compartes sus charlas sin sentido sobre todas las mujeres a las que desvirgaron y a los ancianos a los que robaron.- se arriesgó a decir pues nunca en realidad había estado en una conversación de aquellas y esperaba nunca tener que hacerlo. –Hay cosas que escapan de tu control con los tuyos, del mismo modo en el que las aguas pueden ser impredecibles, ¿No es así?... Y no te gusta.- murmuró sin acercarse a él como habría hecho de no tener que exponer aquello que él tenía oculto en su mirada. –No pretendo renegar de los tuyos, pero creo que has tomado lo mejor de ellos y te has quedado con una mano vacía a pesar de que creíste que no sería así.- inquirió con una sonrisa ligera, suave y nada despectiva, quizá era momento de ser sinceros.
Zia de Volantis- Ciudadano
Re: Objetos perdidos [Gerald]
Porque cuando pensaba que las cosas se balanceaban se volvía a desmoronar todo? Era como jugar a hacer casas con naipes o construir una casa con palitos de caña de azúcar. "Simplemente pertenezco..." dije sin más, no queriendo ahondar en ése asunto. Por lo menos por ahora. Aún así, dejé que siguiera con sus reflexiones, ya que, extrañamente, encontraba algo reconfortante en sus análisis. Era como si su voz fuera mi conciencia que separaba las partes de mi psique que debían ser analizadas y procesadas. Tras escuchar un buen rato, sonreí y la miré directamente a los ojos nuevamente "O sea que implantas la teoría, pero no tienes respuesta en la práctica? Que poco... tú, Zia" retruqué, no sin cierto sarcasmo. Pero luego, decidí continuar con la línea de pensamiento. "Supongo... que encontrar aquello que da una unión a todas esa "piezas" de mi ser..."
Volví mi atención momentáneamente a mi copa, tomando los últimos tragos de ése buen vino y dejandola en una mesa al lado de la chimenea más cercana, pasando por al lado de la volanteena y dejando que el fuego iluminara mi cara. "Qué haría..." susurré asintiendo como diciendo "En efecto! Que haria?". Pero pensar éso era como pensar que el Sol no saldría con el próximo amanecer. "Es difícil de pensar éso... para rastrar ésa respuesta deberíamos pensar "Que pasaría si no hubieras nacido donde naciste?" pero si me dieran a elegir, probablemente hubiera nacido como otro tipo de viajero, no uno del mar solamente..." reflexoné sonriendo, mirando el fuego y creyendo verme como un comerciante o un mercader de caravanas.
"No sé que es suficiente o no para los míos. De hecho... considero que nuestra mentalidad termina siendo hasta cerrada. Si haces como pensamos, bien. Sino, te matamos o te tildamos de loco." Exclamé, con voz un poco más fría que la habitual. "Obviamente... ésto es así en todas las sociedades. No hay ni una sola, ni siquiera entre las Ciudades Libres, que no sea así... Y no se que me gusta y que no. Hay momentos en que disfruto enormemente su compañía, pero hay otros que no los puedo soportar. Generalmente, ellos no hablan conmigo y yo no tengo interés en hablar con ellos. Es extraño..." dije, acercándome levemente a ella mientras la miraba a los ojos, quedando a escasos metros uno del otro.
La sinceridad de sus palabras hicieron que acariciara su rojo cabello, ahora más arreglado por sus movimientos, en un gesto que podía decirse, era de cariño. Después de todo, ella prestaba sus oídos para escucharme, cuando podría mandarme de vuelta a mi barco. "Puede ser... tengo la sensación de no haber obtenido nada... pero por lo menos, recupero algo de éstas palabras, Zía de Volantis..." dicho éso, sonreí y me acerqué a la leve marca que tenía en su cuello en forma de medialuna para besarla con suavidad, pinchándola con mi incipiente barba. Era un ritual ya, un saludo mucho más íntimo que cualquier otro pudiera tener... "Hola, Red..." dije, ahora saludándola como se debía, sin separarme de ella ni un ápice.
Volví mi atención momentáneamente a mi copa, tomando los últimos tragos de ése buen vino y dejandola en una mesa al lado de la chimenea más cercana, pasando por al lado de la volanteena y dejando que el fuego iluminara mi cara. "Qué haría..." susurré asintiendo como diciendo "En efecto! Que haria?". Pero pensar éso era como pensar que el Sol no saldría con el próximo amanecer. "Es difícil de pensar éso... para rastrar ésa respuesta deberíamos pensar "Que pasaría si no hubieras nacido donde naciste?" pero si me dieran a elegir, probablemente hubiera nacido como otro tipo de viajero, no uno del mar solamente..." reflexoné sonriendo, mirando el fuego y creyendo verme como un comerciante o un mercader de caravanas.
"No sé que es suficiente o no para los míos. De hecho... considero que nuestra mentalidad termina siendo hasta cerrada. Si haces como pensamos, bien. Sino, te matamos o te tildamos de loco." Exclamé, con voz un poco más fría que la habitual. "Obviamente... ésto es así en todas las sociedades. No hay ni una sola, ni siquiera entre las Ciudades Libres, que no sea así... Y no se que me gusta y que no. Hay momentos en que disfruto enormemente su compañía, pero hay otros que no los puedo soportar. Generalmente, ellos no hablan conmigo y yo no tengo interés en hablar con ellos. Es extraño..." dije, acercándome levemente a ella mientras la miraba a los ojos, quedando a escasos metros uno del otro.
La sinceridad de sus palabras hicieron que acariciara su rojo cabello, ahora más arreglado por sus movimientos, en un gesto que podía decirse, era de cariño. Después de todo, ella prestaba sus oídos para escucharme, cuando podría mandarme de vuelta a mi barco. "Puede ser... tengo la sensación de no haber obtenido nada... pero por lo menos, recupero algo de éstas palabras, Zía de Volantis..." dicho éso, sonreí y me acerqué a la leve marca que tenía en su cuello en forma de medialuna para besarla con suavidad, pinchándola con mi incipiente barba. Era un ritual ya, un saludo mucho más íntimo que cualquier otro pudiera tener... "Hola, Red..." dije, ahora saludándola como se debía, sin separarme de ella ni un ápice.
Gerald Wynch
Re: Objetos perdidos [Gerald]
Las palabras se las llevaba el viento, las acciones se desvanecerían también si no eran permanentes pero aquello fue algo que ella no se atrevió a decirle por que pensó que no era necesario, parecía ser que él se estaba cuestionando ya lo suficiente como para que la volanteena necesitase un poco más. –No te voy a decir mi respuesta, por que tu historia no es la mía.- le dijo con sencillez, encogiéndose de hombros como si así dejase que el sarcasmo de la frase del pirata se resbalase de su piel. –El escucharte suponer es algo tan extraño, Wynch, te tenía por alguien que no suponía sino sabía.- se permitió decirle con una sonrisa a medias. -¿Qué “supones” tu que unirá esas piezas? ¿Reunirte de nuevo con tus raíces; tu dios o qué?.- preguntó, enarcando una ceja sin afán alguno de conocer la respuesta por gusto propio, sino por ayudarle al menos un poco a fijar el curso que su barco tendría que tomar para recuperar el camino perdido.
El paseo del pirata por el lugar le dio unos minutos a la volanteena para contemplar las posibilidades que ella misma tenía, le había dicho tantas cosas que también se aplicaban para si misma que comenzaba poco a poco a cuestionarse de la razón por la que estaba en Poniente. “Debí haberme ido cuando tuve la oportunidad” pensó con una media sonrisa, quizá en ese preciso instante estaría con otro en Volantis o quizá en Asshai… incluso Myr le parecía una buena idea, pero no, estaba ahí por azares del destino y tenía que cumplir con lo que R’hllor le encomendaba en ese momento. –Así que lo que te gusta de ti es el conocer, el que se te permita ir de un lugar a otro sin ataduras permanentes… ¿Por qué entonces no persigues eso y dejas lo que te molesta a un lado?.- le preguntó con verdadera curiosidad. –Si quisieras podrías inventarte otra historia, ser otra persona por un tiempo…- dejó caer con una sonrisa ligera, había un millón de veces en las que ella misma había hecho eso, había sido solo Zia, sin el apellido valyrio que le garantizaba una buena recepción.
Sin detenerse demasiado a analizar aquello por temor a encontrar más cosas que pudieran develarle el alma misma del pirata, Zia sostuvo su mirada. -¿Y con quién si quieres hablar entonces? Por que dudo que mientras estés en las Islas seas un ermitaño.- soltó con una sonrisa divertida. –Con tanta indecisión, comienzo a pensar que a ti también te afectan los problemas que los días de la sangre de la luna traen en las mujeres.- le dijo con una ceja levemente enarcada, perfecta como siempre. –Sé lo que es haber visto tanto que no haya un punto en donde poder conformarse, pero también sé que si te gusta algo, soportas los defectos. ¿A ti te gusta ser quien eres?.- inquirió con la misma cadencia suave que su voz había mantenido.
Quizá fue eso lo que finalmente le hizo acercarse a ella y Zia recibió aquella caricia con una sonrisa suave que podía no ser muy habitual de conocerla bien. -No se puede recuperar nada que no se cree perdido… lo que nos lleva a pensar que de algún modo me echaste de menos, Gerald Wynch.- soltó la volanteena poco antes de sentir aquel beso sobre su cuello.- Hola, pirata.- contestó contra sus labios gracias a la cercanía en la que se encontraba. –Si un pirata tostado es lo único que recibo después de tantos meses, creo que tengo todo el derecho a exigir un reembolso de mi tiempo, que la última vez perdí una noche de sueño.- murmuró con una sonrisa ladina, poco le importaba cualquier otra cosa que no tuviese que ver con ella misma y era por eso por lo que quizá había terminado de aquel modo.
El paseo del pirata por el lugar le dio unos minutos a la volanteena para contemplar las posibilidades que ella misma tenía, le había dicho tantas cosas que también se aplicaban para si misma que comenzaba poco a poco a cuestionarse de la razón por la que estaba en Poniente. “Debí haberme ido cuando tuve la oportunidad” pensó con una media sonrisa, quizá en ese preciso instante estaría con otro en Volantis o quizá en Asshai… incluso Myr le parecía una buena idea, pero no, estaba ahí por azares del destino y tenía que cumplir con lo que R’hllor le encomendaba en ese momento. –Así que lo que te gusta de ti es el conocer, el que se te permita ir de un lugar a otro sin ataduras permanentes… ¿Por qué entonces no persigues eso y dejas lo que te molesta a un lado?.- le preguntó con verdadera curiosidad. –Si quisieras podrías inventarte otra historia, ser otra persona por un tiempo…- dejó caer con una sonrisa ligera, había un millón de veces en las que ella misma había hecho eso, había sido solo Zia, sin el apellido valyrio que le garantizaba una buena recepción.
Sin detenerse demasiado a analizar aquello por temor a encontrar más cosas que pudieran develarle el alma misma del pirata, Zia sostuvo su mirada. -¿Y con quién si quieres hablar entonces? Por que dudo que mientras estés en las Islas seas un ermitaño.- soltó con una sonrisa divertida. –Con tanta indecisión, comienzo a pensar que a ti también te afectan los problemas que los días de la sangre de la luna traen en las mujeres.- le dijo con una ceja levemente enarcada, perfecta como siempre. –Sé lo que es haber visto tanto que no haya un punto en donde poder conformarse, pero también sé que si te gusta algo, soportas los defectos. ¿A ti te gusta ser quien eres?.- inquirió con la misma cadencia suave que su voz había mantenido.
Quizá fue eso lo que finalmente le hizo acercarse a ella y Zia recibió aquella caricia con una sonrisa suave que podía no ser muy habitual de conocerla bien. -No se puede recuperar nada que no se cree perdido… lo que nos lleva a pensar que de algún modo me echaste de menos, Gerald Wynch.- soltó la volanteena poco antes de sentir aquel beso sobre su cuello.- Hola, pirata.- contestó contra sus labios gracias a la cercanía en la que se encontraba. –Si un pirata tostado es lo único que recibo después de tantos meses, creo que tengo todo el derecho a exigir un reembolso de mi tiempo, que la última vez perdí una noche de sueño.- murmuró con una sonrisa ladina, poco le importaba cualquier otra cosa que no tuviese que ver con ella misma y era por eso por lo que quizá había terminado de aquel modo.
Zia de Volantis- Ciudadano
Re: Objetos perdidos [Gerald]
Otra vez... allí estábamos como siempre, envueltos en entramados filosóficos que requerían mas tiempo decirlos que pensarlos en la mente de uno. No era como si hablar estuviera mal... mucho menos pensar, pero me parecía que ésto se volvía capítulo repetido, por lo que ignoré la mayoría de sus provocaciones, prefiriendo contemplar el hecho de no pensarme a mí en un contexto, sino a mi por como era. Era raro encontrarse pensando que quizás no necesitaba el reconocimiento de mis superiores, sino el de mí mismo... y éso no se conseguía estando a las sombras de otra persona. Pero tampoco se conseguiría construyendo otra identidad... después de todo, ésta identidad tenía sus responsabilidades. Ser Señor de Castroferro me ataba a las personas que en ésas tierras vivían, así que escapar a éso estaba descontado.
La única de sus burlas que le seguí con alegría fue la referida a los sangrados de la luna. Ni bien hizo mención de ello, me reí mucho mas animado que hacía unos minutos y la miré a los ojos con los míos entrecerrados, ya a escasos centímetros de la habitante de Volantis. "Da la casualidad que mi emblema es una Luna que sangra... pero no tiene que ver con el sangrado de las mujeres... tiene que ver con la fundación de mi casa... pero éso es una historia reservada para un momento en que las casualidades no estén tan presentes." anuncié entre risas, ya oliendo la fragancia de su cuello. "Y si... ahora mismo me gusta ser quien soy..." dije, dejando un claro doble sentido a la frase.
Lo siguiente fue más extraño. Mientras que besaba su piel me pregunté si efectivamente la había extrañado. Y, retrocediendo, sí lo había hecho. Quizás Dorne me había ocupado mucho tiempo, pero si me había acordado de ella y la noche que habíamos pasado no muy lejos de aquí hacía unos cuantos meses. Sonreí contra sus labios. "Puede ser volanteena, pero no te des muchos aires... puede que alimente el fuego de tu ego." acto seguido, llegó lo inevitable. Lentamente, mis labios se presionaron contra los de la mujer roja, primero con suavidad y luego mucho más pasional, explorando su boca con mi lengua. Me separé y escuché su siguiente frase mientras que mis manos rodeaban su cintura y la atraían hacia mi cuerpo, sintiendo el calor de su anatomía contra el mío. "Quizás... yo tambien perdí ésa noche de sueño, pero la gané en otras... cosas." exclamé suavemente, dándole otro beso igual de profundo pero más corto mientras que, casi sin darme cuenta, caminaba hacia una litera que estaba junto a la chimenea. "Pero en cuanto a que no recibiste nada... tienes razón, y mereces un reembolso..."
Me senté en la litera, con ella en frente mío y parada. La miré desde sus ojos hasta sus piernas y le acaricié la izquierda, levantándola levemente para que se arqueara y se apoyara justo al lado mío. Miré la blanca piel de la pierna de la mujer y deposité algunos besos en ella, claramente haciéndole una invitación. La miré con una sonrisa altanera. "Aún así... yo tampoco recibí nada por mi regreso y por haber cumplido mi palabra de volver a verte, Zía de Volantis... supongo que estamos andados... o no?" le solté, justo cuando le hacía una leve mordida en la cara interna de su pierna.
La única de sus burlas que le seguí con alegría fue la referida a los sangrados de la luna. Ni bien hizo mención de ello, me reí mucho mas animado que hacía unos minutos y la miré a los ojos con los míos entrecerrados, ya a escasos centímetros de la habitante de Volantis. "Da la casualidad que mi emblema es una Luna que sangra... pero no tiene que ver con el sangrado de las mujeres... tiene que ver con la fundación de mi casa... pero éso es una historia reservada para un momento en que las casualidades no estén tan presentes." anuncié entre risas, ya oliendo la fragancia de su cuello. "Y si... ahora mismo me gusta ser quien soy..." dije, dejando un claro doble sentido a la frase.
Lo siguiente fue más extraño. Mientras que besaba su piel me pregunté si efectivamente la había extrañado. Y, retrocediendo, sí lo había hecho. Quizás Dorne me había ocupado mucho tiempo, pero si me había acordado de ella y la noche que habíamos pasado no muy lejos de aquí hacía unos cuantos meses. Sonreí contra sus labios. "Puede ser volanteena, pero no te des muchos aires... puede que alimente el fuego de tu ego." acto seguido, llegó lo inevitable. Lentamente, mis labios se presionaron contra los de la mujer roja, primero con suavidad y luego mucho más pasional, explorando su boca con mi lengua. Me separé y escuché su siguiente frase mientras que mis manos rodeaban su cintura y la atraían hacia mi cuerpo, sintiendo el calor de su anatomía contra el mío. "Quizás... yo tambien perdí ésa noche de sueño, pero la gané en otras... cosas." exclamé suavemente, dándole otro beso igual de profundo pero más corto mientras que, casi sin darme cuenta, caminaba hacia una litera que estaba junto a la chimenea. "Pero en cuanto a que no recibiste nada... tienes razón, y mereces un reembolso..."
Me senté en la litera, con ella en frente mío y parada. La miré desde sus ojos hasta sus piernas y le acaricié la izquierda, levantándola levemente para que se arqueara y se apoyara justo al lado mío. Miré la blanca piel de la pierna de la mujer y deposité algunos besos en ella, claramente haciéndole una invitación. La miré con una sonrisa altanera. "Aún así... yo tampoco recibí nada por mi regreso y por haber cumplido mi palabra de volver a verte, Zía de Volantis... supongo que estamos andados... o no?" le solté, justo cuando le hacía una leve mordida en la cara interna de su pierna.
Gerald Wynch
Re: Objetos perdidos [Gerald]
Una risa fue lo que hizo que las cosas tomasen otro rumbo en segundos, la volanteena rió de buena gana, notando como la tensión en el ambiente se reducía poco a poco luego de que ella hubiese hecho un millón de planteamientos que seguramente harían mella en los pensamientos del pirata por los próximos días, no como la burla que había logrado asestar. –Eso quiere decir que nunca me la vas a contar, finalmente siempre que nos encontramos se trata de casualidades.- murmuró entre risas la joven de cabellos rojizos, escuchando con toda claridad si afirmación. –Entonces vas a tener que soportar tus defectos.- terminó por decir, mordiéndose los labios como hacía habitualmente, dejando que su mirada sostuviese la suya por unos instantes. Eran tan distintos y a la vez tan parecidos que nadie podía entenderlo mejor que ellos aunque incluso ambos protagonistas tuviesen problemas para mantener aquella imagen de desinterés.
Luego de permitirle posar sus labios sobre su cuello con aquel saludo poco habitual entre sus allegados, Zia se encontró de nuevo con sus labios, curvados en una sonrisa al alcance de ella si tan solo se inclinaba unos pocos grados. –Ese no necesita ni un solo madero más para crecer.- aceptó con diversión. –Igual, ya me había hecho a la idea de que no podrías olvidarte de mí…- dejó caer justo antes de que su última palabra fuese acallada por un beso que ella sabía que el pirata no podría evitar. Uno que ella siguió sin problema pues parecía ser que también lo había estado esperando, encontrándose después con su cintura atrapada entre sus brazos y los propios rodeándole el cuello para mantener aquella cercanía que le recordaba a momentos anteriores. –Merezco mucho más que un reembolso, pensándolo bien.- terminó por decir mientras sus pasos la conducían sin más por el mismo rumbo que él tomaba.
Se dio cuenta de las intenciones de aquel hombre cuando se sentó en aquella litera que mantenían en el templo, y por un momento ella siguió el juego, dejándolo besarla sin más mientras sus manos se posaban sobre sus hombros. –Debiste recibir de tu superior una buena noche por sobrevivir a Dorne… no es mi culpa si no la recibiste.- le dijo con una sonrisa ladina, recordando los rumores que había escuchado en el pasado; sentándose en su regazo y cruzando las piernas en un movimiento seguido. –Este no es lugar, si tu podrías profanar así el templo de tu Dios, yo no.- le dejó claro al oído con una voz aterciopelada. Deslizó después sus labios hacia su cuello, depositando ahí algunos besos que casi podrían considerarse delicados. – Uhm… no, no me había olvidado de tu aroma.- constató con una sonrisa suave antes de levantarse de su lugar de honor para recoger de nuevo su copa de agua, finalmente con algo tenía que ocuparse.
Luego de permitirle posar sus labios sobre su cuello con aquel saludo poco habitual entre sus allegados, Zia se encontró de nuevo con sus labios, curvados en una sonrisa al alcance de ella si tan solo se inclinaba unos pocos grados. –Ese no necesita ni un solo madero más para crecer.- aceptó con diversión. –Igual, ya me había hecho a la idea de que no podrías olvidarte de mí…- dejó caer justo antes de que su última palabra fuese acallada por un beso que ella sabía que el pirata no podría evitar. Uno que ella siguió sin problema pues parecía ser que también lo había estado esperando, encontrándose después con su cintura atrapada entre sus brazos y los propios rodeándole el cuello para mantener aquella cercanía que le recordaba a momentos anteriores. –Merezco mucho más que un reembolso, pensándolo bien.- terminó por decir mientras sus pasos la conducían sin más por el mismo rumbo que él tomaba.
Se dio cuenta de las intenciones de aquel hombre cuando se sentó en aquella litera que mantenían en el templo, y por un momento ella siguió el juego, dejándolo besarla sin más mientras sus manos se posaban sobre sus hombros. –Debiste recibir de tu superior una buena noche por sobrevivir a Dorne… no es mi culpa si no la recibiste.- le dijo con una sonrisa ladina, recordando los rumores que había escuchado en el pasado; sentándose en su regazo y cruzando las piernas en un movimiento seguido. –Este no es lugar, si tu podrías profanar así el templo de tu Dios, yo no.- le dejó claro al oído con una voz aterciopelada. Deslizó después sus labios hacia su cuello, depositando ahí algunos besos que casi podrían considerarse delicados. – Uhm… no, no me había olvidado de tu aroma.- constató con una sonrisa suave antes de levantarse de su lugar de honor para recoger de nuevo su copa de agua, finalmente con algo tenía que ocuparse.
Zia de Volantis- Ciudadano
Re: Objetos perdidos [Gerald]
Si... debía aceptar mis defectos. No era como si no supiera éso de antemano, pero escucharlo por parte de la mujer de cabellos rojizos solía tener un efecto de replanteamiento sobre las cuestiones más metafísicas... por lo menos las mías. Aún así, ignoré la charla sobre su ego y como yo podría haberla extrañado y como la recordaría o no la olvidaría... Debería concederle que éso era verdad, pero no lo haría en voz alta. Ya bastante que le concedía cosas que a otras mujeres no había ni soñado con concederles y que ella no cediera ni una onza de terreno, como para darle un arma tan fuerte como ésa... No... no era momento de conceder nada... aún cuando ella era guardiana o carcelera de tantos secretos y dudas que salían de mi cabeza...
Le sonreí igualmente... los actos decían más que las palabras. Ella era de mas palabras aún así... pero sus acciones no se quedaban lejos de las mías. Una vez sentado en la litera y luego de besarle la pierna, la miré extrañado. "No hubo tiempo para ésas cosas en Dorne... es un país de verdad seco..." señalé con claro sarcasmo. No sabía como se podía enterar la mujer roja de algunas cosas, pero tampoco era como si importara. Había vuelto de Dorne cambiado, mi alma envuelta en un fuego que sólo era una pequeña llama cuando partí hacia el desierto. Pero mucho más tiempo de pensar en éso no tuve, porque Zía se sentó en mi regazo y dijo lo que ya me esperaba. Rodé los ojos y apoyé mis manos en la litera y le dí un suave beso a la volanteena, respetando sus creencias. "Es la falta de costumbre... no hay templos al Dios Ahogado... aunque creo que estaría honrado de que te tomara en su presencia..." dije pensativamente, haciendole una broma a la volanteena mientras me besaba el cuello.
La dejé levantarse y la miré con una mezcla de cariño e intriga. Me acerqué a ella sin ninguna intención carnal ahora y entrelacé mi mano con la de ella, tomando una decisión rápida. "Ven... te llevaré a mi barco y te mostraré que te traje de Dorne...." la invité con una sonrisa. Me era difícil decirle eso a una mujer, ya que era la primera a la que le preguntaba amablemente y no la raptaba para encerrarla en el Ghostmoon. "Quedate tranquila, no te estoy aprisionando... además no podría hacerlo tan fácil" sugerí, ahora llevándola ante mi caballo y partiendo directo hacia el recodo donde mi galeón había anclado. El mismo flotaba suavemente, escondido entre las formaciones rocosas y la niebla de la noche. Mis hombres remaron en el bote hasta la cubierta del barco. Ayudé a Zia a subir y la conduje hasta mi camarote. No había nadie cerca y nadie conocía a la mujer roja, así que si la hubieran visto, pocos rumores hubieran trascendido.
Una vez dentro de mi espaciosa y, casi lujosa, cabina, le tendí una copa de vino dorniense. "Éste es mi hogar, Zia de Volantis... éste lo es mucho antes que Pyke o Castroferro..." señalé con una sonrisa y abarcando el espacio con un gesto de la mano. Sin mucho más preámbulo, me dirigí a un estante a mi izquierda mientras decía "Recuerdas el tatuaje en mi espalda? Pues yo recuerdo el tuyo en... bueno, lo recuerdo..." dije entre risas cortas, sacando un cajón muy bien cuidado y que parecía el contenedor de un instrumento. "Hace tres años hice un viaje a las ciudades libres... no a Volantis, pero sí a Myr, donde encontré un volanteeno todo tatuado que perfeccionó el arte de dibujar el cuerpo... y construyó ésto." expliqué, sacando de su estuche un artefacto que parecía una aguja que tenía un contenedor negro en su sostén. "Él me dibujó a mí y me enseño como hacerlo... éso me fascinó y compré, si... compré, uno de sus artilugios." dije mirándola con ojos entrecerrados. "Quisiera que me dejaras dibujarte..." añadí sin más, no sabiendo muy bien como hacer ésa petición.
Le sonreí igualmente... los actos decían más que las palabras. Ella era de mas palabras aún así... pero sus acciones no se quedaban lejos de las mías. Una vez sentado en la litera y luego de besarle la pierna, la miré extrañado. "No hubo tiempo para ésas cosas en Dorne... es un país de verdad seco..." señalé con claro sarcasmo. No sabía como se podía enterar la mujer roja de algunas cosas, pero tampoco era como si importara. Había vuelto de Dorne cambiado, mi alma envuelta en un fuego que sólo era una pequeña llama cuando partí hacia el desierto. Pero mucho más tiempo de pensar en éso no tuve, porque Zía se sentó en mi regazo y dijo lo que ya me esperaba. Rodé los ojos y apoyé mis manos en la litera y le dí un suave beso a la volanteena, respetando sus creencias. "Es la falta de costumbre... no hay templos al Dios Ahogado... aunque creo que estaría honrado de que te tomara en su presencia..." dije pensativamente, haciendole una broma a la volanteena mientras me besaba el cuello.
La dejé levantarse y la miré con una mezcla de cariño e intriga. Me acerqué a ella sin ninguna intención carnal ahora y entrelacé mi mano con la de ella, tomando una decisión rápida. "Ven... te llevaré a mi barco y te mostraré que te traje de Dorne...." la invité con una sonrisa. Me era difícil decirle eso a una mujer, ya que era la primera a la que le preguntaba amablemente y no la raptaba para encerrarla en el Ghostmoon. "Quedate tranquila, no te estoy aprisionando... además no podría hacerlo tan fácil" sugerí, ahora llevándola ante mi caballo y partiendo directo hacia el recodo donde mi galeón había anclado. El mismo flotaba suavemente, escondido entre las formaciones rocosas y la niebla de la noche. Mis hombres remaron en el bote hasta la cubierta del barco. Ayudé a Zia a subir y la conduje hasta mi camarote. No había nadie cerca y nadie conocía a la mujer roja, así que si la hubieran visto, pocos rumores hubieran trascendido.
Una vez dentro de mi espaciosa y, casi lujosa, cabina, le tendí una copa de vino dorniense. "Éste es mi hogar, Zia de Volantis... éste lo es mucho antes que Pyke o Castroferro..." señalé con una sonrisa y abarcando el espacio con un gesto de la mano. Sin mucho más preámbulo, me dirigí a un estante a mi izquierda mientras decía "Recuerdas el tatuaje en mi espalda? Pues yo recuerdo el tuyo en... bueno, lo recuerdo..." dije entre risas cortas, sacando un cajón muy bien cuidado y que parecía el contenedor de un instrumento. "Hace tres años hice un viaje a las ciudades libres... no a Volantis, pero sí a Myr, donde encontré un volanteeno todo tatuado que perfeccionó el arte de dibujar el cuerpo... y construyó ésto." expliqué, sacando de su estuche un artefacto que parecía una aguja que tenía un contenedor negro en su sostén. "Él me dibujó a mí y me enseño como hacerlo... éso me fascinó y compré, si... compré, uno de sus artilugios." dije mirándola con ojos entrecerrados. "Quisiera que me dejaras dibujarte..." añadí sin más, no sabiendo muy bien como hacer ésa petición.
Gerald Wynch
Re: Objetos perdidos [Gerald]
Una sonrisa enigmática acompañó a la mirada de la volanteena que fijó su vista en una de las ventanas, anunciando que el tiempo de nuevo había pasado y que ella lo había visto pasar sin decir nada, ¿Había ganado algo en esas últimas horas? La verdad es que no sabía, ni quería darse cuenta de ello por que aún tenía mucho por recordar o eso se dijo poco antes de que sus palabras le atrajeran de nuevo. –Muy seco por lo que se ve…- se permitió decirle la pelirroja con un tono divertido que terminó por perderse en los confines de la habitación, a pesar de que pudo haberlo negado no había ni rastro de aquello por lo que le dio crédito a los rumores, había aprendido de un viejo amigo a perseguir los rumores y por una vez le había funcionado, algo muy distinto a la relación aquella que había fracasado. Ante sus palabras, la volanteena no pudo hacer más que reír con verdadero sarcasmo. –Pues tu Dios tampoco tendría tal honor… no soy del tipo exhibicionista.- dejó caer, encogiéndose de hombros ya lejos de aquel hombre que planeaba hacerla caer en sus redes.
Sería una mentira decir que no le sorprendió la manera en que tomó su mano, pero sus facciones no la delataron, aquella sonrisa indeleble se hizo cargo de la sorpresa y una ceja enarcada fue la respuesta dada ante su propuesta. ¿Estaba invitándola de verdad? Era un tanto increíble y no por que fuese algo que no se esperaba sino por que en alguna ocasión anterior le había quedado claro que ese era un lugar al que no se iba por invitación. –Reduciría tu barquito de papel a cenizas antes de que lo lograras.- aceptó con una media sonrisa, dejando que la guiara para salir del lugar y dirigirse finalmente al galeón que yacía anclado a unos pocos minutos de donde habían estado. Con el tedio que generalmente le producía subirse a un barco, la pelirroja aceptó su ayuda para subir, dejando que la seda gris de su vestido rozara con sencillez la cubierta del galeón mientras sus pasos resonaban en la madera.
Escuchó la puerta del camarote cerrarse tras de ella y no pudo evitar curiosear el lugar, escudriñando cada pequeño detalle que le llamaba la atención. Aquel era definitivamente una habitación de un hombre, con colores oscuros, velas consumidas y botellas de vino, de las cuales, la copa que le tendía debía haber salido. – Podría haber sido más colorido y no me habría molestado…- le dijo con un deje de broma, señalando después el punto exacto en el que se encontraba aquel tatuaje suyo. – Le pagaste con oro y no con sangre, eso debe ser un avance.- murmuró con una sonrisilla, apropiándose de un sillón junto al que una vela refulgía, misma con la que la volanteena se puso a jugar sin problemas. -¿Por qué debería dejarte poner algo permanente en mi cuerpo? ¿Qué sentido tendría?.- le preguntó mientras la llama crecía y se disminuía, mientras la escondía de la vista de cualquiera antes de posar su propia mirada sobre la del pirata.
Sería una mentira decir que no le sorprendió la manera en que tomó su mano, pero sus facciones no la delataron, aquella sonrisa indeleble se hizo cargo de la sorpresa y una ceja enarcada fue la respuesta dada ante su propuesta. ¿Estaba invitándola de verdad? Era un tanto increíble y no por que fuese algo que no se esperaba sino por que en alguna ocasión anterior le había quedado claro que ese era un lugar al que no se iba por invitación. –Reduciría tu barquito de papel a cenizas antes de que lo lograras.- aceptó con una media sonrisa, dejando que la guiara para salir del lugar y dirigirse finalmente al galeón que yacía anclado a unos pocos minutos de donde habían estado. Con el tedio que generalmente le producía subirse a un barco, la pelirroja aceptó su ayuda para subir, dejando que la seda gris de su vestido rozara con sencillez la cubierta del galeón mientras sus pasos resonaban en la madera.
Escuchó la puerta del camarote cerrarse tras de ella y no pudo evitar curiosear el lugar, escudriñando cada pequeño detalle que le llamaba la atención. Aquel era definitivamente una habitación de un hombre, con colores oscuros, velas consumidas y botellas de vino, de las cuales, la copa que le tendía debía haber salido. – Podría haber sido más colorido y no me habría molestado…- le dijo con un deje de broma, señalando después el punto exacto en el que se encontraba aquel tatuaje suyo. – Le pagaste con oro y no con sangre, eso debe ser un avance.- murmuró con una sonrisilla, apropiándose de un sillón junto al que una vela refulgía, misma con la que la volanteena se puso a jugar sin problemas. -¿Por qué debería dejarte poner algo permanente en mi cuerpo? ¿Qué sentido tendría?.- le preguntó mientras la llama crecía y se disminuía, mientras la escondía de la vista de cualquiera antes de posar su propia mirada sobre la del pirata.
Zia de Volantis- Ciudadano
Re: Objetos perdidos [Gerald]
Sonreí cuando la volanteena se puso cómoda en uno de mis sillones. Dejé la aguja a un costado y me senté en el sillón exactamente en frente de el de ella, mirándo como jugaba con la vela. Sentía que ella resaltaba mucho en un camarote de un barco como éste. Siempre había dicho que el Ghostmoon era mi verdadero amor y hogar, por muchas mujeres que haya tenido en mi camarote... pero la la pelirroja era la primera de su clase... y probablemente la única que pisaría éste barco y no sentirse intimidada. Era algo... quizás muy extraño en mi. Debía averiguar que era lo que me estaban poniendo en el vino para comportarme más erráticamente que de costumbre. Me apoyé cómodamente en el sillón e hice sonar las vértebras de mi cuello, moviéndolo hacia un lado y hacia el otro.
Ella tenía un punto. Porque me dejaría tatuarla? No era como si la conociera de siempre, por más que tuviéramos tantas cosas en común. La miré, sopesando la pregunta como si fuera una prueba que, tratándose de Zía, no me extrañaría en absoluto que así fuera. Hice un leve gesto con los labios y la miré directo a los ojos. "Podría decir por el amor al arte.... pero sería solo media verdad..." dije riéndome y buscando su mirada nuevamente. "Es porque yo también me lo haré..." añadí, soltando ésas palabras que querían decir mucho más que lo que decían. Me sentía peor que los jovenzuelos de las tierras verdes cuando se proponían ante una mujer... es más, nunca le había pedido nada a una mujer en mi vida y justo Zía no encajaba en el tipo a la que le pediría algo... o si? Ya el tema de los esteriotipos y los papeles llegaban a confundirse.
No sabía si seguir esperando. En realidad, pensaba que recibiría un rotundo no. Pero porque era importante su respuesta? Porqué ME era importante su respuesta?. Haciendo un gesto de resignación mientras que dejaba pensar a la mujer roja, me levanté y me volví a servir vino, dándole la espalda a ella. En ése momento me puse a ver un mapa con los recorridos que había hecho en el Ghostmoon, el cual estaba pegado en la pared dominante del camarote. Me apoyé en ésa pared, recordando cada recodo del camino, sabiendo que en ningún momento me había encontrado en una situación tan complicada como ésta... y me repetía a mí mismo que, o la estaba manejando para la mierda, o bastante bien... no podía calificarme a mí mismo en éso.
Ella tenía un punto. Porque me dejaría tatuarla? No era como si la conociera de siempre, por más que tuviéramos tantas cosas en común. La miré, sopesando la pregunta como si fuera una prueba que, tratándose de Zía, no me extrañaría en absoluto que así fuera. Hice un leve gesto con los labios y la miré directo a los ojos. "Podría decir por el amor al arte.... pero sería solo media verdad..." dije riéndome y buscando su mirada nuevamente. "Es porque yo también me lo haré..." añadí, soltando ésas palabras que querían decir mucho más que lo que decían. Me sentía peor que los jovenzuelos de las tierras verdes cuando se proponían ante una mujer... es más, nunca le había pedido nada a una mujer en mi vida y justo Zía no encajaba en el tipo a la que le pediría algo... o si? Ya el tema de los esteriotipos y los papeles llegaban a confundirse.
No sabía si seguir esperando. En realidad, pensaba que recibiría un rotundo no. Pero porque era importante su respuesta? Porqué ME era importante su respuesta?. Haciendo un gesto de resignación mientras que dejaba pensar a la mujer roja, me levanté y me volví a servir vino, dándole la espalda a ella. En ése momento me puse a ver un mapa con los recorridos que había hecho en el Ghostmoon, el cual estaba pegado en la pared dominante del camarote. Me apoyé en ésa pared, recordando cada recodo del camino, sabiendo que en ningún momento me había encontrado en una situación tan complicada como ésta... y me repetía a mí mismo que, o la estaba manejando para la mierda, o bastante bien... no podía calificarme a mí mismo en éso.
Gerald Wynch
Re: Objetos perdidos [Gerald]
Entre los juegos que tenía con aquella vela que seguramente se sentiría ultrajada por el paseo de los dedos de la volanteena, Zia escuchó como el pirata se tronaba el cuello con sencillez como si hubiese sido un día largo y recientemente comenzase a detenerse a pensarlo, ante aquello, la pelirroja no hizo más que negar con la cabeza, podría decirse que no era fanática de aquellos sonidos sordos. El tiempo, sin embargo, no se detuvo ahí y siguió avanzando con crueldad hasta atarla a un remolino que no podía explicar ni con la fuerza de su Dios. Curiosamente, Zia se había encontrado a si misma preguntándose más cosas de las que estaba dispuesta a decirle al pirata y no fue hasta que su voz cortó el silencio en la habitación que dejó aquella plática consigo misma. -¿Qué sentido tiene para ti, entonces?.- le preguntó con una suavidad que parecía esconder dagas bajo su manto.
Con simpleza, la joven de Volantis siguió jugando, midiendo a aquel hombre que se había posado ante ella con tal propuesta sin que nada les interrumpiera, parecía ser que él mismo había dado las ordenes pertinentes para que nada fuera un problema aquella noche. ¿Qué estaría planeando? Se preguntó un par de veces pero nunca encontró la respuesta, solamente vio al hombre del hierro pasear por el lugar, deteniéndose en un punto para contemplar un mapa que ella vagamente podía vislumbrar gracias a la penumbra en la que la habitación se había sumido. Dejó su juego con la vela a la que en varias ocasiones había ultrajado y se levantó sin hacer ningún ruido, fue cuando estaba de espaldas a ella cuando sus manos se posaron en sus hombros y sus labios en su oído. –Tantos lugares y ninguno marcado con algo especial.- le murmuró mientras sus manos parecían deshacer los nudos de la tensión. -¿Por qué estas tan tenso, pirata?.- preguntó con tono seseante, divertido que incluso parecía intentar relajar el ambiente al que apenas se acostumbraba.
En el momento en que se separó para apoyarse contra esa misma pared, la volanteena se apoyó contra el escritorio donde papeles sin arreglar se amontonaban alrededor de una copa de vino que recientemente había dejado. Bebió de ella sin quitarle la mirada de encima, notando como parecía ser consiente de cada uno de los movimientos de la mujer de cabellos rojizos. -¿Qué hace que me veas en tantas ocasiones? Para este momento seguro ya te has memorizado mi rostro.- le dijo con una sonrisa, apoyando sus brazos en el borde del mueble de madera sobre el que se había recargado, enarcando una de sus cejas para darle claridad a su punto mientras lo veía con aquella mirada cristalina. -¿Qué es lo que quieres llevar para toda la vida, Wynch?.- inquirió de nueva cuenta, quizá si le explicase el qué podría acceder a aquella locura que le pedía, quizá.
Con simpleza, la joven de Volantis siguió jugando, midiendo a aquel hombre que se había posado ante ella con tal propuesta sin que nada les interrumpiera, parecía ser que él mismo había dado las ordenes pertinentes para que nada fuera un problema aquella noche. ¿Qué estaría planeando? Se preguntó un par de veces pero nunca encontró la respuesta, solamente vio al hombre del hierro pasear por el lugar, deteniéndose en un punto para contemplar un mapa que ella vagamente podía vislumbrar gracias a la penumbra en la que la habitación se había sumido. Dejó su juego con la vela a la que en varias ocasiones había ultrajado y se levantó sin hacer ningún ruido, fue cuando estaba de espaldas a ella cuando sus manos se posaron en sus hombros y sus labios en su oído. –Tantos lugares y ninguno marcado con algo especial.- le murmuró mientras sus manos parecían deshacer los nudos de la tensión. -¿Por qué estas tan tenso, pirata?.- preguntó con tono seseante, divertido que incluso parecía intentar relajar el ambiente al que apenas se acostumbraba.
En el momento en que se separó para apoyarse contra esa misma pared, la volanteena se apoyó contra el escritorio donde papeles sin arreglar se amontonaban alrededor de una copa de vino que recientemente había dejado. Bebió de ella sin quitarle la mirada de encima, notando como parecía ser consiente de cada uno de los movimientos de la mujer de cabellos rojizos. -¿Qué hace que me veas en tantas ocasiones? Para este momento seguro ya te has memorizado mi rostro.- le dijo con una sonrisa, apoyando sus brazos en el borde del mueble de madera sobre el que se había recargado, enarcando una de sus cejas para darle claridad a su punto mientras lo veía con aquella mirada cristalina. -¿Qué es lo que quieres llevar para toda la vida, Wynch?.- inquirió de nueva cuenta, quizá si le explicase el qué podría acceder a aquella locura que le pedía, quizá.
Zia de Volantis- Ciudadano
Re: Objetos perdidos [Gerald]
Sentí su presencia en mi espalda. Me tensé un segundo, aflojando los músculos cuando sus dedos aflojaron levemente los nudos que se podían encontrar de forma subcutánea. Sonreí y miré hacia abajo mientras me ataba las cuerdas de la camisa y ella hablaba de los lugares que había visitado. "Ninguno mereció la pena de ser marcado... supongo que no lo necesitaba..." dije mucho mas relajado. Porqué estaba tenso? Porque no sabía que carajo pasaba conmigo... quizás era por eso, pero no se lo diría a ella. Seguramente ya se daba cuenta por sus capacidades de percepción Orientales o algo así... Me reí levemente ante el pensamiento, dejando escapar el aire entre dientes en una carcajada suave y sarcástica. Las cosas que uno podía pensar en ciertos momentos... eran locuras hasta para mí.
"Si supiera que es lo que me pasa, no habría venido a verte tantas veces volanteena..." exclamé, como si fuera lo más obvio del mundo, apoyándome contra la pared con tranquilidad, sintiendo el vaivén del galeón anclado y reposando. "Quizás hablo contigo porque pareces querer escuchar... o no, pero por lo menos lo haces..." moví mi cabeza de lado a lado, haciendo muecas de estar pensando mucho lo que decía, aunque no lo hiciera. Mis ojos se detuvieron en cada detalle de ése suelo de madera tan conocido para mí. Había contado ésos tablones casi toda mi vida, y aún así no dejaba de encontrar maravillas en éste barco...
Enarqué una ceja en el tan común gesto de introspección. "Tampoco lo sé... de hecho, no tengo idea de porque lo sugerí.... Pocas cosas son las que cargo el resto de mi vida, y ninguna que me haya costado pedir porque... bueno, básicamente porque nunca pedí nada." analicé, siguiendo con la mirada el techo y luego depositándolos en los ojos analistas de la mujer roja. "No tengo respuestas a todo... claramente traigo más preguntas que respuestas conmigo. Cosa que parece que compartimos...." añadí, sonriendo sarcásticamente.
"Si supiera que es lo que me pasa, no habría venido a verte tantas veces volanteena..." exclamé, como si fuera lo más obvio del mundo, apoyándome contra la pared con tranquilidad, sintiendo el vaivén del galeón anclado y reposando. "Quizás hablo contigo porque pareces querer escuchar... o no, pero por lo menos lo haces..." moví mi cabeza de lado a lado, haciendo muecas de estar pensando mucho lo que decía, aunque no lo hiciera. Mis ojos se detuvieron en cada detalle de ése suelo de madera tan conocido para mí. Había contado ésos tablones casi toda mi vida, y aún así no dejaba de encontrar maravillas en éste barco...
Enarqué una ceja en el tan común gesto de introspección. "Tampoco lo sé... de hecho, no tengo idea de porque lo sugerí.... Pocas cosas son las que cargo el resto de mi vida, y ninguna que me haya costado pedir porque... bueno, básicamente porque nunca pedí nada." analicé, siguiendo con la mirada el techo y luego depositándolos en los ojos analistas de la mujer roja. "No tengo respuestas a todo... claramente traigo más preguntas que respuestas conmigo. Cosa que parece que compartimos...." añadí, sonriendo sarcásticamente.
Gerald Wynch
Re: Objetos perdidos [Gerald]
Bajo su tacto, la piel del hombre del hierro comenzó a destensarse, el calor que sus manos producían y los movimientos delicados que había aprendido en el continente lejano del que provenía parecían haber hecho el trabajo que se necesitaba pues la volanteena no notó entre las intenciones del pirata el querer retirarse. – Te faltan muchos lugares por visitar en el mundo.- logró decir cuando sus manos se separaron de los hombros de aquel hombre. Se cruzó de brazos en aquel momento, escuchando una risa conocida escapar del capitán del galeón, que solo habló cuando estuvo apoyando su peso en la pared contraria. -¿Así que soy tu consciencia?.- preguntó con una sonrisa ladina, si era así entonces el pirata debería tener acumulados tantos pecados como ella, debería ser tan libertino como las costumbres de la mujer roja sugerían. –Me gusta escuchar… tu… eres distinto, sueles estar tan contrariado que te respondes con dudas sobre dudas, es interesante ver como las resuelves.- murmuró, bajando la mirada hacia las botas del hombre poco antes de encararlo de nuevo.
Notó el poco ánimo que tenía para voltear a verla, pareciéndole más importante el piso que ella. Por un momento pensó que quizá la única vez en la que de verdad se encargaría de verla sería cuando el vestido gris cayera, pero de nuevo le sorprendió con sus palabras. -¿Qué te gustaría recordar, entonces?.- preguntó con una sonrisa mientras su mirada lo analizaba sin problema alguno. –En este caso, te toca responder a ti. – le dijo al hombre que se había acomodado las lazadas de la camisa hacía unos momentos, mismas a las que se acercó para deshacer, llevándose consigo la tira de cuero como había hecho alguna vez en el pasado. - ¿Qué pasaría si otra vez me llevo una parte de ti?.- inquirió como si aquella pieza representase demasiado, la verdad es que seguramente tendría miles pero se permitió jugar con esa sola, alejándose luego de él mientras sus pasos resonaban en el lugar.
El vaivén del galeón nunca le había parecido divertido, no solía vivir en barcos a pesar de que podría, pero por un momento eso no le molestó, se sentó en esa ocasión en un baúl que no se preocupó en abrir, bien podría tener ropa, piezas de hombres o cráneos e igualmente a ella no le habría importado. -¿Qué esperas dejar sobre mi piel, que me acompañe siempre? Ya tengo una luna, cortesía de mi familia, unas plumas cortesía del pasado… ¿Cuál será tu regalo?.- preguntó con una sonrisa a medias, una que parecía ser tan tentadora como delicada. Se preguntó a si misma si lo aceptaría y solamente encontró un “¿Por qué no?” para refutar aquello, solamente tendría una vida y sus colecciones de recuerdos podrían extenderse también a su piel en cualquier minuto y quizá no tendría problema con ello si el hombre que se lo proponía valía realmente el sufrimiento que conllevaba aquel acto.
Notó el poco ánimo que tenía para voltear a verla, pareciéndole más importante el piso que ella. Por un momento pensó que quizá la única vez en la que de verdad se encargaría de verla sería cuando el vestido gris cayera, pero de nuevo le sorprendió con sus palabras. -¿Qué te gustaría recordar, entonces?.- preguntó con una sonrisa mientras su mirada lo analizaba sin problema alguno. –En este caso, te toca responder a ti. – le dijo al hombre que se había acomodado las lazadas de la camisa hacía unos momentos, mismas a las que se acercó para deshacer, llevándose consigo la tira de cuero como había hecho alguna vez en el pasado. - ¿Qué pasaría si otra vez me llevo una parte de ti?.- inquirió como si aquella pieza representase demasiado, la verdad es que seguramente tendría miles pero se permitió jugar con esa sola, alejándose luego de él mientras sus pasos resonaban en el lugar.
El vaivén del galeón nunca le había parecido divertido, no solía vivir en barcos a pesar de que podría, pero por un momento eso no le molestó, se sentó en esa ocasión en un baúl que no se preocupó en abrir, bien podría tener ropa, piezas de hombres o cráneos e igualmente a ella no le habría importado. -¿Qué esperas dejar sobre mi piel, que me acompañe siempre? Ya tengo una luna, cortesía de mi familia, unas plumas cortesía del pasado… ¿Cuál será tu regalo?.- preguntó con una sonrisa a medias, una que parecía ser tan tentadora como delicada. Se preguntó a si misma si lo aceptaría y solamente encontró un “¿Por qué no?” para refutar aquello, solamente tendría una vida y sus colecciones de recuerdos podrían extenderse también a su piel en cualquier minuto y quizá no tendría problema con ello si el hombre que se lo proponía valía realmente el sufrimiento que conllevaba aquel acto.
Zia de Volantis- Ciudadano
Re: Objetos perdidos [Gerald]
"Otra vez?" pregunté extrañado, preguntándome que se había llevado anteriormente, o a qué se había referido. Miré sonriente mientras deshacía las lazadas de mi camisa y se las llevaba así como así. "Me gustaría recordar muchas cosas... quizás algunas innecesarias, y cambiarlas por algunos recuerdos que no entiendo porque los tengo todavía..." dije un poco secamente. "Si te llevas una parte de mí, espero que por lo menos sea de tu agrado..." fue mi automático comentario, volviendo sobre el tema. Moví los mapas en el escritorio y me senté sobre él, ahora encarando directamente a la mujer y mirándola a los ojos.
Mis ojos interrogaban su cuerpo y su mente en búsqueda de aquello que estuviera dispuesto a cargar el resto de su vida, dejando de lado las nimiedades del tiempo y del espacio. Ignorando los aspectos más filosóficos del hoy. Ya estaba cansado de pensar, estaba en mi barco, en el cual era el rey, y no tenía ganas de reinar. "Me pregunto porqué tú te empeñas en escucharme? Y no me vengas con todo ese palabrerío de "eres interesante, distinto, etc" añadí con una sonrisa lobuna mientras habría el cajón del escritorio y sacaba una botella pequeña que contenía un licor algo mas fuerte, pero agradable. "Un fuego... te regalaría el fuego..." añadí luego de pensarlo largamente, los ojos perdidos en la pared contraria a la que estaba a mi espalda, y que luego viajaron a encontrarse con el azul marino de la mirada de la de Volantis.
Raro... todo ésto se transformaba en más raro a medida que pasaban los minutos. Lo incomprensible se hacía material. Material se hacía incomprensible... por lo menos, si había algo para recordar, éste día, hasta ahora, no lo olvidaría en mucho tiempo.
Mis ojos interrogaban su cuerpo y su mente en búsqueda de aquello que estuviera dispuesto a cargar el resto de su vida, dejando de lado las nimiedades del tiempo y del espacio. Ignorando los aspectos más filosóficos del hoy. Ya estaba cansado de pensar, estaba en mi barco, en el cual era el rey, y no tenía ganas de reinar. "Me pregunto porqué tú te empeñas en escucharme? Y no me vengas con todo ese palabrerío de "eres interesante, distinto, etc" añadí con una sonrisa lobuna mientras habría el cajón del escritorio y sacaba una botella pequeña que contenía un licor algo mas fuerte, pero agradable. "Un fuego... te regalaría el fuego..." añadí luego de pensarlo largamente, los ojos perdidos en la pared contraria a la que estaba a mi espalda, y que luego viajaron a encontrarse con el azul marino de la mirada de la de Volantis.
Raro... todo ésto se transformaba en más raro a medida que pasaban los minutos. Lo incomprensible se hacía material. Material se hacía incomprensible... por lo menos, si había algo para recordar, éste día, hasta ahora, no lo olvidaría en mucho tiempo.
Gerald Wynch
Re: Objetos perdidos [Gerald]
Como lo suponía, el capitán del Ghostmoon había olvidado aquello que le había dado la primera vez que se habían visto, Zia no se mostró afligida por ello, entre sus amantes habían desfilado unos con mejor memoria que otros así que no le importó. Sonrió sin necesitar razón como muchas otras veces había hecho y lo escuchó, prestando atención sin parecer una verdadera chismosa. –Hay cosas que nos sirven para recordar quienes éramos y quienes ya no queremos ser.- fue lo único que se aventuró a decirle mientras el conocido vaivén del galeón le obligaba a concentrarse en la forma en la que estaba parada y no en el lugar. –Creo que no puedo llevarme las partes que más me gustan de ti… no servirían de nada.- se atrevió a decirle mientras paseaba por el lugar, palpando las telas y jugando con la pieza de cuero que tenía entre los dedos. Fueron un par de veces las que enredó aquel listón pero los nudos pronto cayeron ante la habilidad de la volanteena para deshacerlos como su padre le había enseñado alguna vez. “Hace tanto…” pensó mientras veía el cuero que dejó en su regazo tan pronto se sentó.
No le fue difícil el darse cuenta de que la observaba como otras veces, la volanteena parecía ser un enigma que el pirata no podía desenredar totalmente o al menos eso quería creer ella mientras le devolvía la mirada sin recato alguno. La manera en la que se había sentado le dijo mucho del hombre que la encaraba, se le notaba cansado, como si el día no hubiera hecho más que exprimirlo y casi se sintió mal por ello, había sido una gran parte de el. –No lo sé… quizá es por que tengo tiempo de sobra para gastarlo en lo que quiera.- le dijo, encogiéndose de hombros con una sencillez que no poseía desde hacía años. –Quizá eres solo tú, el que crees que me empeño en escucharte; puede ser que solo quieras proyectar en mí a una persona que te escucha, una que te hace falta…- murmuró mientras sacaba del cajón una botella, al parecer había costumbres de su gente que no podía evitar.
Ante la respuesta del pirata, la volanteena se permitió sonreir con ironía. –Me costó años, torturas y esfuerzos el conseguirlo…- comenzó a decir. –Ese es un regalo con el que ya cuento.- soltó finalmente, encendiendo la tira de cuero por uno de los extremos mientras la levantaba, deleitándose con la flama que comenzaba a consumir el material, ennegreciéndolo a su paso. –Dijiste que sería un recuerdo mutuo… ¿Qué dirán los tuyos si te ven con algo que no le pertenece a las Islas?.- le preguntó, escudriñando su mirada que también estaba empeñada en ver detrás de su faz de porcelana. -¿Me vas a decir que no te importa? Por que yo he de decirte en ese caso que no te creo…- delicada pero firme en sus palabras, no había manera en que esa mujer no se diese cuenta de lo contradictorio que sonaba la propuesta del hombre del hierro. ¿Qué esperaba de ella? ¿Qué creía que diría?. Por un momento Zia se permitió sonreir mientras apagaba la llama de la línea de cuero que había encendido, se necesitaba mucho más que una mirada para convencerla de algo.
No le fue difícil el darse cuenta de que la observaba como otras veces, la volanteena parecía ser un enigma que el pirata no podía desenredar totalmente o al menos eso quería creer ella mientras le devolvía la mirada sin recato alguno. La manera en la que se había sentado le dijo mucho del hombre que la encaraba, se le notaba cansado, como si el día no hubiera hecho más que exprimirlo y casi se sintió mal por ello, había sido una gran parte de el. –No lo sé… quizá es por que tengo tiempo de sobra para gastarlo en lo que quiera.- le dijo, encogiéndose de hombros con una sencillez que no poseía desde hacía años. –Quizá eres solo tú, el que crees que me empeño en escucharte; puede ser que solo quieras proyectar en mí a una persona que te escucha, una que te hace falta…- murmuró mientras sacaba del cajón una botella, al parecer había costumbres de su gente que no podía evitar.
Ante la respuesta del pirata, la volanteena se permitió sonreir con ironía. –Me costó años, torturas y esfuerzos el conseguirlo…- comenzó a decir. –Ese es un regalo con el que ya cuento.- soltó finalmente, encendiendo la tira de cuero por uno de los extremos mientras la levantaba, deleitándose con la flama que comenzaba a consumir el material, ennegreciéndolo a su paso. –Dijiste que sería un recuerdo mutuo… ¿Qué dirán los tuyos si te ven con algo que no le pertenece a las Islas?.- le preguntó, escudriñando su mirada que también estaba empeñada en ver detrás de su faz de porcelana. -¿Me vas a decir que no te importa? Por que yo he de decirte en ese caso que no te creo…- delicada pero firme en sus palabras, no había manera en que esa mujer no se diese cuenta de lo contradictorio que sonaba la propuesta del hombre del hierro. ¿Qué esperaba de ella? ¿Qué creía que diría?. Por un momento Zia se permitió sonreir mientras apagaba la llama de la línea de cuero que había encendido, se necesitaba mucho más que una mirada para convencerla de algo.
Zia de Volantis- Ciudadano
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