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La calma hace añorar la tempestad (Cualquier Greyjoy)
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La calma hace añorar la tempestad (Cualquier Greyjoy)
La bruma se alzaba sobre las costas rocosas de Pyke. La claridad del amanecer pugnaba con hacerse con el dominio del cielo plomizo frente a la densa niebla nocturna. Los hombres y mujeres del Hierro comenzaban a dejarse ver fuera de sus lechos orquestando un pausado baile de idas y venidas por el patio y los pasillos de la vieja fortaleza. Pequeñas hormigas laboriosas que parecían tener una misión clara y precisa. Pequeñas piezas de un engranaje gigantesco que era el mundo de Keira. La kraken observaba pensativa desde la ventana de sus aposentos. Apenas conocía a muchas de esas sombras diminutas que cruzaban bajo su mirada. Sabía sus nombres si, y sus oficios. Pero existe un mundo complejo y basto guardado en el interior de cada persona del que los demás no vislumbran más que unos trazos. A eso se refería ella al pensar que no conocía a los habitantes de Pyke.
La guerra te cambia inexorablemente. A ella le había dado madurez y un amor renovado por su tierra y sus gentes. También le había dado una hermana. Un pequeño ser berreante y sonrosado que la miraba con unos ojos enormes de colores diferentes. Nunca había sentido ese instinto de protección tan marcado y agudo por nadie. Su familia y su sangre eran lo más importante. Y no dudaría en emprender cualquier empresa por arriesgada que fuera por cualquiera de ellos. Pero todos esos hombres que compartían su apellido eran capaces de valerse por si mismos. Incluso Shiera una mujer fuerte e inteligente con sus propias armas. Pero aquella cosa balbuceante le parecía totalmente indefensa. Tardó casi dos meses en atreverse a cogerla por miedo a que se le rompiera entre sus nervudos brazos. Pero si una cosa tenía segura y cierta es que no permitiría jamás que nadie le hiciera daño.
Keira abandonó sus pensamientos y se dirigió al salón principal con paso decidido. Su estómago rugía como un león hambriento y la promesa del desayuno solo aumentaba la exigencia de sus ruidosas demandas. Al llegar a la sala la mesa estaba dispuesta con varias bandejas. Queso cortado en trozos, pan negro, arenques ahumados y fruta la esperaban tentadores. Se sentó en una de las sillas y pidió una jarra de cerveza floja a una de las criadas. Se sirvió un poco de cada cosa en el plato dispuesta a darse un pequeño banquete. En ese momento el sonido de unos pasos le hizo levantar la cabeza del plato. Al ver que tenía compañía sonrió de oreja a oreja.
- Buenos días. Desayuna conmigo. - dijo a modo de saludo.
La guerra te cambia inexorablemente. A ella le había dado madurez y un amor renovado por su tierra y sus gentes. También le había dado una hermana. Un pequeño ser berreante y sonrosado que la miraba con unos ojos enormes de colores diferentes. Nunca había sentido ese instinto de protección tan marcado y agudo por nadie. Su familia y su sangre eran lo más importante. Y no dudaría en emprender cualquier empresa por arriesgada que fuera por cualquiera de ellos. Pero todos esos hombres que compartían su apellido eran capaces de valerse por si mismos. Incluso Shiera una mujer fuerte e inteligente con sus propias armas. Pero aquella cosa balbuceante le parecía totalmente indefensa. Tardó casi dos meses en atreverse a cogerla por miedo a que se le rompiera entre sus nervudos brazos. Pero si una cosa tenía segura y cierta es que no permitiría jamás que nadie le hiciera daño.
Keira abandonó sus pensamientos y se dirigió al salón principal con paso decidido. Su estómago rugía como un león hambriento y la promesa del desayuno solo aumentaba la exigencia de sus ruidosas demandas. Al llegar a la sala la mesa estaba dispuesta con varias bandejas. Queso cortado en trozos, pan negro, arenques ahumados y fruta la esperaban tentadores. Se sentó en una de las sillas y pidió una jarra de cerveza floja a una de las criadas. Se sirvió un poco de cada cosa en el plato dispuesta a darse un pequeño banquete. En ese momento el sonido de unos pasos le hizo levantar la cabeza del plato. Al ver que tenía compañía sonrió de oreja a oreja.
- Buenos días. Desayuna conmigo. - dijo a modo de saludo.
Última edición por Keira Greyjoy el Vie Mayo 10, 2013 3:17 pm, editado 1 vez
Keira Greyjoy- Nobleza
Re: La calma hace añorar la tempestad (Cualquier Greyjoy)
Esa pequeña personita de ojos bicolor y pelusilla castaño claro, se había quedado dormida, por fin, después de una toma de leche, al mirarla una lágrima se deslizó por su mejilla, los horribles acontecimientos, la guerra civil, los dolores de parto en medio de la contienda, sin ninguna mano amiga, solamente Gwen, la angustia, la visión unos días antes del terrible animal, le causaron una angustia que se tradujo en la perdida de la leche, y en la imposibilidad de poder alimentar a su hija, siempre agradecería a esa extraña mujer que un día intentó robar en la casa de su esposo, ella y Gwen en una situación de casi soledad trajeron a su hija a la vida, mientras sus seres más queridos luchaban, angustia por su esposo, por su amiga, por su cuñado, por su sobrino, mientras algunos, cobardemente, se alejaron, jamás olvidaría aquellos, tenían unas cuentas que rendir.
Se había deslizado del lecho de su esposo antes del amanecer, no sabía como podía escuchar el gemido de su hija, debería escribirse algo sobre como las madres afinaban su sentido auditivo cuando tenían un bebe, saltó como un resorte, desde el más profundo sueño, besó a su esposo, le hacía cosquillas su barba, tenía que decirle algo sobre ese aspecto terrorífico, que asustaba al bebé, en verdad no, la cría estaba encantada tirándole de la barba, era a ella la que protestaba, mientras el pirata disfrutaba con el poco temor que tenía la niña. Su león se había aposentado ante la puerta de la habitación de la niña, como si fuera su cachorro, estaba segura que terminaría cazando para ella y llenaría la cuna de piezas para que se alimentase.
Besó de nuevo a su esposo, para que no tuviera celos, cosa que le habían contado que solía suceder con los padres, si sus esposas se volcaban demasiado en sus retoños, aunque él seguía dejando claro a quién pertenecía la bastarda, deslizó una túnica sobre su cuerpo para acercarse a la habitación de la niña, que mamaba de Frida, la oronda, grande y fuerte ama de cría, comparada con la frágil reina,- esta niña, si sigue comiendo así, os superará en altura en unos pocos años, afirmación que fue acompañada de una gran risotada de la mujer, de un ¡gu,gu!, del bebé satisfecho, sonriendo, tocándose la orejita, estaba segura que a no muy tardar, caería dormida. Había heredado los hoyuelos que ocultaba la barba de su esposo, la naricita de Keira, era una Greyjoy, con poco de Targaryen, excepto ese ojo violeta, y la mirada seductora de su madre.
La tomó en brazos, la niña, reconoció a su madre, acurrucándose, en un momento expulsó el aire, en un eructo que había encantado a su padre… ¡una verdadera Greyjoy!, los hombres de la familia deberían temblar. La depositó con suavidad en su cuna, dormida como una marmota, ¡que perfecta era!, como una pequeña joya.
Cuando regresó a la habitación Harrald ya no estaba, vestida con una sencilla túnica de lana verde, ajustada, la bastarda había recuperado su figura y su atractivo, gracias a su inquieta naturaleza, el ejercicio, las largas caminatas, los paseos a caballo, y su herencia, que su esposo estaba dispuesta desperdiciar, la rúcula se había convertido en una de las comidas favoritas de las dos mujeres, ¿cómo decía Kei?, comer hierba como las vacas.
Kei se había adelantado, - ¡buenos días, piratilla, ¡estoy hambrienta!, comentó divertida, - tu padre y tu hermana me agotan, un velo de tristeza la atravesó, como cada vez que pensaba que no podía alimentar a su hija. Dio un abrazo su amiga, -ahora ya no tengo una tripaza por medio, dime ¿has ido a ver a mi cuñado?. Me han dicho que lo tienes encadenado en una mazmorra, húmeda, ¿puedo ir a verlo?, a ella no le caían especialmente bien los Martell, excepto la viuda de su hermano, de la cual ignoraba su suerte.
Se había deslizado del lecho de su esposo antes del amanecer, no sabía como podía escuchar el gemido de su hija, debería escribirse algo sobre como las madres afinaban su sentido auditivo cuando tenían un bebe, saltó como un resorte, desde el más profundo sueño, besó a su esposo, le hacía cosquillas su barba, tenía que decirle algo sobre ese aspecto terrorífico, que asustaba al bebé, en verdad no, la cría estaba encantada tirándole de la barba, era a ella la que protestaba, mientras el pirata disfrutaba con el poco temor que tenía la niña. Su león se había aposentado ante la puerta de la habitación de la niña, como si fuera su cachorro, estaba segura que terminaría cazando para ella y llenaría la cuna de piezas para que se alimentase.
Besó de nuevo a su esposo, para que no tuviera celos, cosa que le habían contado que solía suceder con los padres, si sus esposas se volcaban demasiado en sus retoños, aunque él seguía dejando claro a quién pertenecía la bastarda, deslizó una túnica sobre su cuerpo para acercarse a la habitación de la niña, que mamaba de Frida, la oronda, grande y fuerte ama de cría, comparada con la frágil reina,- esta niña, si sigue comiendo así, os superará en altura en unos pocos años, afirmación que fue acompañada de una gran risotada de la mujer, de un ¡gu,gu!, del bebé satisfecho, sonriendo, tocándose la orejita, estaba segura que a no muy tardar, caería dormida. Había heredado los hoyuelos que ocultaba la barba de su esposo, la naricita de Keira, era una Greyjoy, con poco de Targaryen, excepto ese ojo violeta, y la mirada seductora de su madre.
La tomó en brazos, la niña, reconoció a su madre, acurrucándose, en un momento expulsó el aire, en un eructo que había encantado a su padre… ¡una verdadera Greyjoy!, los hombres de la familia deberían temblar. La depositó con suavidad en su cuna, dormida como una marmota, ¡que perfecta era!, como una pequeña joya.
Cuando regresó a la habitación Harrald ya no estaba, vestida con una sencilla túnica de lana verde, ajustada, la bastarda había recuperado su figura y su atractivo, gracias a su inquieta naturaleza, el ejercicio, las largas caminatas, los paseos a caballo, y su herencia, que su esposo estaba dispuesta desperdiciar, la rúcula se había convertido en una de las comidas favoritas de las dos mujeres, ¿cómo decía Kei?, comer hierba como las vacas.
Kei se había adelantado, - ¡buenos días, piratilla, ¡estoy hambrienta!, comentó divertida, - tu padre y tu hermana me agotan, un velo de tristeza la atravesó, como cada vez que pensaba que no podía alimentar a su hija. Dio un abrazo su amiga, -ahora ya no tengo una tripaza por medio, dime ¿has ido a ver a mi cuñado?. Me han dicho que lo tienes encadenado en una mazmorra, húmeda, ¿puedo ir a verlo?, a ella no le caían especialmente bien los Martell, excepto la viuda de su hermano, de la cual ignoraba su suerte.
Shiera Greyjoy- Nobleza
Re: La calma hace añorar la tempestad (Cualquier Greyjoy)
La barba me llegaba ya a medir dos palmos, tras no afeitarme a partir del bautizo múltiple en Harlaw. La guerra había pasado rápida para mí, y había aprendido. Apenas una cicatriz me había quedado en el brazo derecho tras la batalla de la Colina de Nagga; con el Dios de nuestra parte, la paz se había impuesto por el precio del Hierro.
Esa mañana llevaba tan sólo una larga túnica de hombre ahogado, con unas pantuflas de piel de foca, para andar por casa. Avanzaba despacio para poder caminar recto, pues la resaca aún me hacía daño. Tenía el pelo revuelto y la barba recién humedecida, para limpiar los retazos de vómito que siempre quedaban. Tras sonarme en la pila y tratar de peinarme un poco, sin éxito, bajé como un muerto viviente hacia los comedores.
Alcé una ceja al llegar, me dejé caer sobre un banco y, acostado, crucé las piernas y tanteé la mesa hasta encontrar algo que llevarme a la boca. Decepcionado, ví otra ostra fría de la noche anterior; me encogí de hombros y me la comí, sintiendo una arcada al mi estómago vacío recordar ese sabor. Pero eh, no todos los días conseguíamos ostras sin perder a los pescadores.
Tras una jarra de cerveza pude sentarme, con un gutural gruñido, y entonces caí en que mi tiástra y Keira estaban también allí. Con una leve sonrisa, separé la mano de la cabeza y los saludé con un gesto.
Esa mañana llevaba tan sólo una larga túnica de hombre ahogado, con unas pantuflas de piel de foca, para andar por casa. Avanzaba despacio para poder caminar recto, pues la resaca aún me hacía daño. Tenía el pelo revuelto y la barba recién humedecida, para limpiar los retazos de vómito que siempre quedaban. Tras sonarme en la pila y tratar de peinarme un poco, sin éxito, bajé como un muerto viviente hacia los comedores.
Alcé una ceja al llegar, me dejé caer sobre un banco y, acostado, crucé las piernas y tanteé la mesa hasta encontrar algo que llevarme a la boca. Decepcionado, ví otra ostra fría de la noche anterior; me encogí de hombros y me la comí, sintiendo una arcada al mi estómago vacío recordar ese sabor. Pero eh, no todos los días conseguíamos ostras sin perder a los pescadores.
Tras una jarra de cerveza pude sentarme, con un gutural gruñido, y entonces caí en que mi tiástra y Keira estaban también allí. Con una leve sonrisa, separé la mano de la cabeza y los saludé con un gesto.
Axel Greyjoy- Nobleza
Re: La calma hace añorar la tempestad (Cualquier Greyjoy)
Shiera le arrancó una sonrisa. Era una luz luminosa, un bálsamo relajante que templa el ánimo y calma las preocupaciones. Cada día agradecía más y más su compañía. La presencia de Shiera era como beber un vaso de vino caliente en lo más crudo del invierno. Desde que regresó de Dorne muchas cosas estaban cambiando y no todas le gustaban. En ocasiones se sentía sola y extraña. Su amiga siempre lograba traerla de vuelta cuando se perdía en ese estado de melancolía, ira y frustración - No me extraña que estés agotada. Hasta yo la oigo berrear sin parar por las noches. ¿seguro que es normal que una cosa tan pequeña haga tanto ruido? - Keira la miró frunciendo el ceño para tomarle el pelo - Seguro que si te decidieras a darle unas gotas de tinto, dormiría como un tronco durante toda la noche.... ¡y los demás también!.
Se dejó abrazar y rió al recordar lo voluminosa que estaba Shiera durante su embarazo. Se había recuperado con rapidez, pero lo cierto es que siempre había sido esbelta y activa por lo que no era de extrañar. La mención de Olyvar la hizo arrugar los labios. Durante la guerra había sido un rehén valioso y un seguro que mantuvo a los Dornienses a raya. Pero ahora que la paz se había instaurado era más una molestia que otra cosa. - Si, lo tengo vigilado. Lo tuve en las mazmorras durante un tiempo. Pero la paz ha llegado. ¿Por qué no va a llegarle también al dorniense? He decidido trasladarlo a unos aposentos de la torre. Esta custodiado y encerrado bajo llave. Pero dispondrá de una cama, ropa limpia y un baño. - le informó - Pero siéntate estarás cansada. - Keira hizo lo propio y le acercó la bandeja del queso para que se sirviera. - Si quieres verlo por mi no hay inconveniente, ya lo sabes. Avisaré a mis hombres para que te dejen pasar y para que te protejan.
La Kraken se interrumpió cuando su primo entró en la sala. Su aspecto era deplorable como siempre. Tanto que amaba el agua del mar y lo poco que probaba el agua con jabón. Aunque le resultaba difícil creerlo, en los últimos mese le había tomado cariño. Estaba como una puta cabra, pero había luchado con arrojo durante la guerra y había cuidado de Shiera. Le sorprendía como las mismas excentricidades que antes le producían ganas de golpearle, ahora le arrancaban una sonrisa. Le dejó aposentarse sin abrir la boca. Tenía aspecto de haber pasado una noche dura y ni siquiera había reparado en ella ni en la bastarda. Cuando por fin las saludó Keira entornó los ojos hacia Shiera con complicidad. - Buenos días primos. ¿Que se cuenta el Ahogado?
Se dejó abrazar y rió al recordar lo voluminosa que estaba Shiera durante su embarazo. Se había recuperado con rapidez, pero lo cierto es que siempre había sido esbelta y activa por lo que no era de extrañar. La mención de Olyvar la hizo arrugar los labios. Durante la guerra había sido un rehén valioso y un seguro que mantuvo a los Dornienses a raya. Pero ahora que la paz se había instaurado era más una molestia que otra cosa. - Si, lo tengo vigilado. Lo tuve en las mazmorras durante un tiempo. Pero la paz ha llegado. ¿Por qué no va a llegarle también al dorniense? He decidido trasladarlo a unos aposentos de la torre. Esta custodiado y encerrado bajo llave. Pero dispondrá de una cama, ropa limpia y un baño. - le informó - Pero siéntate estarás cansada. - Keira hizo lo propio y le acercó la bandeja del queso para que se sirviera. - Si quieres verlo por mi no hay inconveniente, ya lo sabes. Avisaré a mis hombres para que te dejen pasar y para que te protejan.
La Kraken se interrumpió cuando su primo entró en la sala. Su aspecto era deplorable como siempre. Tanto que amaba el agua del mar y lo poco que probaba el agua con jabón. Aunque le resultaba difícil creerlo, en los últimos mese le había tomado cariño. Estaba como una puta cabra, pero había luchado con arrojo durante la guerra y había cuidado de Shiera. Le sorprendía como las mismas excentricidades que antes le producían ganas de golpearle, ahora le arrancaban una sonrisa. Le dejó aposentarse sin abrir la boca. Tenía aspecto de haber pasado una noche dura y ni siquiera había reparado en ella ni en la bastarda. Cuando por fin las saludó Keira entornó los ojos hacia Shiera con complicidad. - Buenos días primos. ¿Que se cuenta el Ahogado?
Keira Greyjoy- Nobleza
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