La sombra del Trono. (Daeron Targaryen).

Sala del Trono.

A la sombra del Trono de hierro se podía entender porque Poniente era como era y si verdaderamente todo había merecido la pena o si lo merecería en un futuro próximo. Desde Aegon I el Conquistador los Targaryen habían reinado en los Siete Reinos, simplemente porque eran quienes se habían alzado para unirlos, ellos habían tenido los medios, recursos y sobretodo la ambición suficiente para hacer lo que nadie se había atrevido antes, unir Siete Reinos en constante guerra, bajo un mismo trono, consiguiéndolo medianamente bien. Una paz duradera, en cierto modo. Una hazaña que todavia era recordada, pero desgraciadamente se veía amenazada.

Formando parte de la alargada forma que toma el Trono de Hierro en la Sala del Trono, aguardo a quien por ahora es el legitimo dueño de el, haga acto de presencia. Esto no era traición, pues las dudas agolpaban mi mente, pero si se han de hacer las cosas bien, seré yo quien tome la decisión correcta. Los Grandes Guardianes han mostrado demasiado facil sus debilidades, ansían demasiado, no hay honor, no hay lealtad. Solo ambición, pero esto no se hace por ambición, sino por justicia, porque si han de ocurrir las cosas que sea por algo justo.

Empece a escuchar los pasos,Ya viene, ya esta aquí, el momento de decidir a llegado.La debilidad de los Siete Reinos era palpable por permitir una guerra civil, había esperado mas de los Guardianes de los Reinos, pero no lo había conseguido, ya no escuchaban, y si ellos no hacían lo necesario para mantener la paz, lo haría yo. No quiero guerra y no lo habrá de ser posible.

Embutido en las sombras, que proyecta el trono y las grandes calaveras de los ya fallecidos dragones, mi presencia es solo visible siendo muy detallista con la mirada, de todas formas no estoy solo la Guardia Real me vigila, los veo y ellos a mi, pero hoy soy "La sombra del Trono de Hierro" y una sombra no tiene cuerpo, solo voz. El Rey de Poniente Daeron Targaryen, finalmente entra y al hacerlo aunque sin salir de la sombras inco la rodilla y con susurro diciendo Majestad Lo saludo. El no sabe mi nombre, pues es falso, pero si sabe de donde vengo y el mensaje que le traigo, mis primeras palabras para conseguir tal audiencia, habían sido suficientes.Vengo a firmar la paz, con Rey.No mentía, solo quiero la paz, aunque el máximo beneficiario de esa paz sea para mi persona. Es lo que pasa cuando la gente es débil y no sabe mantener la paz.

Aquella visita inesperada, remitida por uno de sus guardias reales le hizo fruncir el ceño pues ni era día de audiencias ni esperaba recibir a nadie. Se encontraba en su cuarto con un mapa esquematizado de Poniente y moviendo caballitos de madera y soldados del mismo material aquí y allá. En un momento dado fue hasta un cofre de pequeño tamaño situado junto a su lado de la cama y de él extrajo la figura de un dragón de madera tallada con las alas extendidas y lo observó largo rato con sus ojos violáceos, preguntándose por un momento qué pasaría si lo pusiera sobre el mapa, seguramente todo acabaría rápido y de forma indolora para quien tenía que acabar aquello: Fuegoscuro. Pero los toques en la puerta del veterano ser Gwayn le hizo cerrar el puño rápidamente y ocultar así el dragón.

¿Qué quieres? preguntó sin más, entendiendo que sería alguien del servicio que quería pedirle o decirle algo, pero la voz del capa blanca le hizo arquear las cejas y voltearse de cara a la puerta.

Majestad, un encapuchado solicita veros en la sala del Trono, dice que viene de lejos y no ha querido desvelar su identidad, pero no temáis, lo hemos registrado y viene desarmado. Daeron entonces abrió la mano y miró la figura del dragón, preguntándose si aquella sería la señal de los dioses para cambiar su fortuna, su dragón particular, ¿Un dragón encapuchado? Quizá la forma de acabar con la guerra. Dejó la figura en el tablero de Poniente y se ajustó bien las ropas para abrir la puerta y ver que ser Gwayn se cuadraba ante él. Ambos emprendieron el camino hasta la sala del Trono, por lo que los pasos se contaban por cuatro.

Finalmente llegaron y Daeron frunció el ceño al ver cómo se ocultaba aquel hombre que le saludaba de forma cortés y respetuosa. La sospecha le hizo no acercarse más de lo necesario manteniendo a ser Gwayn en una cercanía más que beneficiosa por si tenía que intervenir ante aquel personaje que le hablaba con voz sibilina.

Yo soy Daeron Targaryen, rey de estos reinos, y no creo que sea apropiado hablar con una sombra que se oculta tras el Trono de Hierro. Si tenéis que exponerme algo desembozad vuestro rostro, decidme quién sois y qué queréis. Intentaba escudriñar a través de las sombras pero era incapaz de ver. "No es un dragón, es un hombre, un hombre encapuchado". El pensamiento le arrancó un destello divertido de los labios, era increíble como el deseo de victoria podía hacer desear a un hombre cosas que ya pertenecían al pasado remoto y lejano.

Adelante pues, primero he de saber quién sois para ver quién quiere firmar la paz conmigo, ¿a caso sois un lord? Descubríos de una buena vez, señor y hablemos como los hombres, aquí no corréis peligro.

Finalmente estaba ante el Rey de Poniente, el cual es mi voluntad que siga siéndolo.-El mis otros días he sido solo un hombre, hoy soy "La sombra del Trono".-Esa es mi presentación.-Pero si queréis saber quien en mi otra vida, tomad.-Digo para después lanzar al Guardia Real mas cercano al Rey, un anillo que salio de las sombras, cual estrella brillante de esperanza, irónico aún sin saber si todo iba a valer la pena o no.

El Guardia Real lo cogió en el aire y lo miro. Se lo paso a Daeron, para que este lo viera y así reconociendo la heráldica que aparecía, pudiera saber de donde había salido.-Desembarco del Rey es un Nido de Viboras, por ello que ese presente sea suficiente para que sepaís mi identidad, pero que hoy se quede oculta. Pues hoy soy de las sombras y ellas me quedare, hasta que el Trono de Hierro no considere que sea necesario que cumpla mas su Voluntad.-La voz era poco mas que un susurro, pero eran las paredes de la Sala del Trono lo que le dan a tan susurrante voz, un tono místico, sombrío, casi divino. Si aún quedara alguien vivo de cuando estaban los dragones incluso podría haber dicho que así tendría que ser la voz de un dragón al hablar, pero los dragones se habían extinguido y solo quedaba el Trono de Hierro como signo y recuerdo de su existencia. Y ahora es el Trono de Hierro quien habla.

-Hay tinieblas por doquier, Daeron...-La voz casí había perdido su tono humano, siendo casí un tono espectral. Con el presente dado, ahora sabria o se imaginaria cual seria mi propósito.-Es hora de recordar la Sangre y el Fuego, como en los tiempos de Aegon el Conquistador...-Cuando el primer Targaryen que unió a los Siete Reinos fue nombrado, las bridieras de las Sala del Trono sonaron por el aire, aunque el efecto parecía que fuera justamente otra cosa...

La actitud de aquel encapuchado comenzaba a incomodarle. No sólo estaba allí, detrás del Trono de Hierro ocultándose tras su sombra sino que hablaba con acertijos y con entuertos. Cuando su capa blanca atrapó su anillo sello frunció el ceño al mostrárselo al rey, que en cambio arqueó las cejas.

Por los Siete, esto es realmente inesperado... dijo al ver el blasón de la casa de la que era señor. Gozáis de inmunidad diplomática aquí mi señor, nada os va a pasar, pero comienzo a incomodarme al ver que hablo con un hombre que se oculta tras mi Trono, normalmente los que se ocultan en las sombras sólo portan aviesas intenciones... entornó un poco los ojos mirando al hombre y le volvió a lanzar el anillo.

Ruego que salgáis de ahí, o mandaré a mi guardia que os invite a salir a la luz. Estamos solos en esta sala y no voy a tratar con vos a base de acertijos y palabras veladas, se cual es el emblema de mi casa y lo haré prevalecer en los tiempos venideros, pero desde luego no acierto a entender qué hacéis vos aquí, siendo de la casa que sois y tan lejos de vuestro hogar. Salid de ahí de una vez, no lo diré más, y estad tranquilo, si lo que queréis es cooperar conmigo no deberíais temerme ni ocultaros.

Había cogido el anillo al vuelto, en un absoluto silencio, como si ningún sonido hubiera salido de ese cuerpo al moverse y a volver a poner el anillo en la mano. No hizo tampoco falta que el legitimo señor del Trono de Hierro repitiera su solicitud dos veces, pues antes de que hubiera terminado de hablar, avance para dejar a mi rostro a la vista de los presentes.

-Sois un buen Rey, no es de vos de quien temo, sino de aquellos que son contrarios a la buena voluntad de vuestro reinado.-Respondo en un susurro.-Por la expresión de vuestra cara y vuestro comentario, supongo que ya sabéis quien soy y de donde vengo, por desgracia sabéis que tan aciagos actos representa mi presencia aquí. Vengo a poner fin a una locura, vengo aquí a hacer valer los verdaderos juramentos de lealtad, que hace siglos se hicieron, pero para eso necesito cortar con la fuerza y buena voluntad de mi Rey. ¿Me ayudareis majestad?.-Dudo mucho de que en verdad el legitimo Rey de Poniente no quiera ayudarme, pues su ayuda ahora a mi, es su ayuda a el mañana y poner fin mas cerca y rápido a esta guerra. Todo fuera por empezar a ha hablar lo estrictamente importante lo antes posible, los enemigos ya estaban en marcha y cada segundo que pasa es de una importancia vital. Si se pierde el tiempo, perderemos la guerra. Y la paz que tanto queremos ambos.

Tras ver vuestro anillo confiaré en vuestra condición y en vuestra buena disposición para el bien en vuestras tierras, decidme pues qué apoyo necesitáis y para qué fin. Daeron había decidido esperar a que aquel hombre le revelase sus intenciones. Estaba claro que no quería dejarse ver, así que de nada servía marear la perdiz, tarde o temprano alguien lo vería y le comunicaría oficialmente su identidad, aunque él ya había observado el anillo.

Si lo que queréis es mantener la paz os escucho entonces. Era curioso como alguien del Valle había acudido desde tan lejos a hacerle una petición de una forma tan extraña y tan poco protocolaria, pero tendría sus motivos, aunque Daeron esperaba que no fueran artimañas ocultas en la sombra para revolverlas contra él, cuando escuchase su petición estaría predispuesto a colaborar o no. Sus guardias reales intervendrían en caso de ser necesario, aunque aquel hombre no portaba armas, o al menos que supiera él...

Por fin, finalmente Daeron hacia oídos claros a mis intenciones. Ya era hora.-Mi tierra sufre una plaga que ya hemos sufrido desde hace demasiado tiempo y nadie ha echo nada, para evitarlo. Esta guerra no es otra cosa que nos debilitara aún mas. Si no hago lo que estoy haciendo, mi tierra caera en el caos y la anarquía.-Comente finalmente.--Lo que vuestro pueblo en verdad os pide tomando la forma de mi voz, por voluntad del Trono de Hierro, es que mandéis a vuestro glorioso ejercito y ayudéis a mantener la paz. Demostrad con echos y no como otros con trozos de acero y simples palabras que sois merecedor de vuestro Trono, no solo por nacimiento, sino por echos palpables.-Dije finalmente esperando a que Daeron aceptara, lo que le pedía.

-Se que os pido mucho en los tiempos que corren, pero es la paz lo que esta en juego. Y por mucho que yo quiera y desee, no puedo hacer mas de lo que ya he echo. No os pido que deis un castillo a todo aquel que os lo pida, pero si que como Defensor del Reino, demostréis como incluso en los momentos mas aciagos para vos, os preocupáis por vuestros súbditos.-Termine mi discurso y espere, no pedia nada para mi, ninguna recompensa personal, aunque no soy necio y la espero, pero para eso antes hay que conseguir lo que pienso. Lo que he venido a hacer aquí.

Y en ese momento y sabiendo que era necesario, me arrodille.-Os fiel ahora y siempre, Majestad. Pero sin vuestra ayuda, ese humilde siervo no puede hacer nada.-Con la cabeza inclinada, aunque no iba a poder verme el rostro igualmente, era muestra mas de sumisión y obedienza, pero si no acepta lo que me pide, no podre hacer nada y todo esto no abra servido para nada.

Daeron mantenía el ceño fruncido en todo momento al tiempo que su guardia real mantenía la mano en el puño de la espada.

Ya he escuchado vuestra declaración de intenciones señor, pero hasta ahora sólo habéis mostrado vuestro respeto hacia mi y hacia mi corona, se que vuestra tierra se encamina a una guerra que no puede ganar y os honra el intentar evitarlo, pero ahora es el momento de que digáis cómo pensáis hacerlo para que yo tenga que intervenir. No olvidéis que cuando comience esta guerra tendré al menos dos frentes abiertos, sino tres, contando con los Arryn, claro...

El rey miró a su alrededor y vio que los criados comenzaban a aparecer en mayor número, se acercaba la hora de la cena y el salón del trono pronto estaría muy frecuentado.

Os ayudaré en vuestra gesta pues me parece honorable, lord... decidió guardar silencio entonces dibujando un círculo con los ojos. Pero decidme qué me venís a pedir exactamente.

El momento dejar las cartas sobre la mesa había llegado, así pues trague saliva, no podia negar que siento cierto nerviosismo. Estoy aquí, en ese momento, por lo que voy a decir en esa misma situación, así que mejor no posponerlo mas.

-Lo que pido exactamente es que deis muestra clara de vuestra preocupación por vuestros súbditos, incluso en un momento tan convulso como este y mandéis vuestro ejercito a mi tierra, pero no con la intención de conquistarlo, sino de ayudarnos a destruir la plaga que nos invade. Y así aquellos que han dudado de vos, serán conscientes de su error.-Ya estaba dicho, mas claro no podía ser, supongo que eso lo entendería, ahora solo espero saber, si su majestad aceptara.-Sobre aquellos que todavía renieguen de vuestra buena voluntad y compromiso con vuestro pueblo, sin duda traidores sin remedio, los detendré personalmente a la espera de que vos como su Rey les guste o no hagáis justicia.-Era una remarcación importante, aunque ahora que ya todo esta dicho y la decisión no esta en mis manos.

-¿Cual es la decisión del Rey?.-Pregunto algo impaciente, por saber si finalmente va aceptar en ayudarme a deshacernos de la plaga que no azota y mi amada tierra puede vivir en paz, lejos de plagas de ese tipo y guerras de bastardos.

Leo en vuestras palabras y en vuestras intenciones que vuestro deseo es honorable, que vuestro deseo se corresponde a salvaguardar la paz del rey y la vida de miles de personas. Si en verdad pretendéis eso y no pretendéis el enriquecimiento personal contaréis con mi ayuda, lord. Pondré al servicio de estas intenciones una tropa suficiente para cumplir lo que decís, y más os vale que surta efecto. El rey entornó los ojos haciendo una seña a su capa blanca. Asegúrate de que nuestro invitado encapuchado reciba bebida y comida, que se aloje hoy si lo desea, pero que nadie husmee en su presencia, que marche cuando le plazca... ¿Cuándo tendré vuestras noticias para poner esto en marcha? ¿Tenéis algún tipo de plan? Daeron se cruzó de brazos, esperanzado por poder pacificar una región de un plumazo posiblemente.

Los criados eran cada vez más numerosos, más interesados en aquella extraña conversación, de modo que el rey no demoró más. Id adonde gustéis, pero esta conversación ha de acabar, vos no habéis estado aquí ni yo os he visto nunca hasta que vuestro plan de comienzo, ¿entendido?

Finalmente Daeron me daba lo que había ido a buscar y sentí que un peso se me quito de encima, ahora solo había que encontrar el momento oportuno, aunque eso era algo a parte. Aunque no era la parte mas importante de todo el plan pensado, solo una mas, que por suerte ya estaba resulta.

-Muchas gracias, Majestad.-Agradecí al Rey.-Espero que gracias a vuestra buena voluntad, tal y como es deseo de todos, podamos volver a la paz que tanto ansiamos todos. Y aquellos que movidos por su ambición y avaricia sin limites sufran su justo castigo.-Comente con voz sivelina que había mantenido durante toda la conversación.-No es necesario que me deís de comer o beber, volver de inmediato. Pero sobre el plan que me decís, ya esta pensado. Me gustaría poder deciros una fecha exactamente, pero aún hay que esperar el momento oportuno. Os pido que siendo el que el tiempo sera crucial, no tardéis en tener a vuestras tropas en el lugar oportuno, para el momento oportuno.-Conté finalmente.

-Solo espero que podamos vernos cuando todo esto ya haya acabado y celebremos la paz, que todos merecemos.-Después de hablar, me moví para de una forma silenciosa, ir a salir de la Sala del Trono. Siendo la primera vez que Daeron me veía tal y como era, sonreí. La puerta de la sala del trono, ya estaba abierta y llegue hasta el marco de ello, hasta que en el ultimo momento, me gire y mire al Targaryen.-Va a ser para mi un honor ser para mi, vuestra "voluntad", llegado el momento. A Sangre y Fuego.-Me despedí, para desaparecer.