Compañero de armas. (Aemon Fuegoscuro)

Había llegado para el Consejo de Vasallos del Dominio, pero la verdad estaba aprovechando para reunirme con gente que llevaba bastante tiempo sin ver, mi periodo guardando la frontera norte había sido tedioso y aburrido, sobre todo para un hombre de acción como yo. Por ello ahora buscaba a Aemon Fuegoscuro uno de mis mejores amigos, por no decir el mejor. Antes del inicio de lo que era esta guerra habian pasado mucho tiempo juntos, y esos meses sin verlo se le habían hecho largos.

Lo encontré en el patio de armas, mirando varias espadas junto a la armería, no sabía que andaba buscando pero supuse que un arma de calidad. Como la espada que yo portaba Amanecer cuya empuñadura estaba engalanada con ámbar en el pomo. Era una espada explendida. Aparté esos pensamientos de mi cabeza y sonreí de oreja a oreja, me acerque a él silencioso y le di un buen empujón. Cuando el joven se volvio con rostro amenazante me rei, al verme sonrió.

Con otra carcajada me acerque y le di un fuerte abrazo: -Te has asustado Aemon. Le sonreí con sorna. -¿Que tal estas? Por los Siete que te he añorado en el Norte, ten por seguro que no volveré a salir sin ti. Palmeé con cariño su hombro, le había prometido hacía ya tiempo, que cuando llegase la hora de ir a al guerra lucharía a su lado y me encargaría de protegerlo. Y ese momento se acercaba.

Me encontraba en la armería revisando las espadas de los entrenamientos, pensativo. El maestro de armas nos hacía entrenar con aceros distintos cada sesión para que no nos acostumbráramos a un tipo de espada, a un tipo de peso. Me parecía una buena técnica. Aún así, sabía que pronto me sería forjada la mía propia, la real, la que llevaría a la batalla. Aquello me produjo un escalofrío. Estaba deseoso de entrar en combate, pero sentía un sano miedo hacia el mismo.

Perdido como estaba en mis pensamientos, no oí cómo se me acercaban por la espalda. Alguien me empujó. El instinto me hizo descolgar una de las espadas embotadas de entrenamiento y girarme hacia mi agresor; pero no pude sino bajar el acero y sonreir de oreja a oreja. Mi "agresor" no era sino Willem Rowan, viejo amigo de la infancia, que me dio un fuerte abrazo de oso que casi me quiebra las costillas.

-¡Will! -Exclamé, emocionado-. Por los Siete, vaya alegría. ¿Qué demonios haces aquí? Creí que estabas en el norte.

Volví a colgar al espada en su sitio y pasé un brazo por los hombros de mi amigo.

-Ven, vamos a buscar a mi hermano y nos tomamos algo con él; seguro que también se alegra de verte. -Al salir de la armería pude verlo bajo la luz del día. Parecía haber envejecido; el frío y las leguas de viaje no le habían hecho bien-. Pero dime, viejo amigo, ¿cómo están las cosas por el Norte? ¿Qué nuevas traes?

Mire al joven, y le sonrei con sorna. -Por supuesto que he estado en el Norte, controlando la frontera, para que ningún puto león se nos cuele por accidente. Le guiñe un ojo pícaro y pase mi brazo sobre su hombro, de igual forma como lo hizo el.

Empezamos a andar en dirección a la fortaleza, mientras Aemon me decía de ir a tomar una copa con su gemelo. No recordaba cuantas veces habíamos salido los tres juntos a tomar una de esas copas, y habíamos acabado ala mañana siguiente preguntado donde no las habíamos tomado. -Por supuesto Aemon, habrá que buscar a tu gemelo y tomarnos una buena copa de vino del Rejo. Miré al joven mientras me preguntaba por mi campaña en el Norte. -Por suerte no ha habido trifulcas con los Lannister. Estos han convocado a sus vasallos, y la mayoría de las casas han equipado bien a sus hombres, como medida de prevención. Pero el Occidente será neutral. Mire a mi amigo y le sonreí: -Supongo que a tu padre le vendrá bien que no intervenga con Daeron, he oído en mi camino de vuelta que Daemon tiene el apoyo de los Baratheon y los Arryn, ¿es cierto? De ser así seríamos afortunados de contar con el apoyo de dos grandes casas.

Aún me encontraba en shock por el reencuentro con mi viejo amigo. La verdad es que no esperaba verlo tan pronto, más sabiendo que había marchado al norte a proteger las fronteras del Dominio. Y sin embargo, aunque me alegraba de su vuelta, no podía sino sentir cierta envidia hacia él. Estaba deseoso de entrar en combate, de probar mis habilidades, pero mi padre no paraba de decirme que aún no era el momento. ¡Hacía años que era el momento! Ya tenía 19 días del nombre, ¿cuánto más pensaba esperar? Aún así, le sonreí a mi amigo.

-Si quieres que sea sincero, Will, padre es bastante reservado en cuanto a esos detalles. -Le dije con cierto tono tristón-. No me malinterpretes, sé que lo hace por seguridad. Cuantos menos conozcan sus planes, más éxito tendremos en el futuro.

Si los Lannister habían convocado a sus vasallos tal y como Will decía, las tensiones en la frontera debían de ser bastante fuertes. Sabía que era el momento, padre tenía que verlo. Era el momento de que yo entrara en batalla. Sí las chispas en la frontera se convertían en fuego yo debía estar allí. Se lo dejaría caer más tarde a Daemon, más para ver su reacción que por otra cosa. Después de estos pensamientos, con tono sombrío, añadí:

-De cualquier manera, pronto lo sabremos. Se ha convocado una asamblea para la semana que viene. -Bajé la voz. La misma idea me daba vértigo y me hacía un nudo en el estómago-:Puedo decirte de buena mano que se planea coronar a padre como Daemon I Fuegoscuro. Y ambos sabemos qué es lo que significa.-Cambié completamente el tono y añadí con tono risueño-:Pero ya llegarán los momentos serios. Cuéntame lo que habéis hecho en la frontera y cómo es la vida de soldado, estar siempre en el camino, preparado, vigilante...

Mire a mi joven amigo y le sonreí, su impaciencia por entrar en combate era de lo más normal. Con 16 años yo ya había sido nombrado caballero por Lord Tyrell, no entendía porque no habían dejado al oven combatir un poco. Le ofrecería a Daemon cuidar de él y dejarlo combatir bajo mi ala, de manera que probará la sangre pero tampoco se le lanzará al corazón de la batalla.

El sería príncipe del reino, y señor de Rocadragón dentro de un tiempo, tras la guerra. Debía salir a luchar y aprender lo que era la guerra solo así sería un heredero completo. Palmee su espalda y con cariño le comenté: -Bueno no te preocupes llegará el día en que nada en Poniente se haga sin que tu lo sepas. Le guiñe un ojo y lo condije hacia la zona donde podríamos tomar una buena copa de vino del Rejo.

Pase mi mano izquierda por mis rizos, apartandolos de mis ojos dorados. -En general suele ser aburrida y suele llevar como norma el estar lleno de barro todo el puto día. Pero la camaderia con los hombres es algo que no tiene precio, aunque se debe de estar siempre atento y en tensión, para no cometer errores y ser descubierto, sobre todo en tareas de exploración.