Casting Amanda Lannister.

Nombre del Cannon Elegido: Amanda Lannister.
¿Porque lo has elegido?: Porque me parece que tiene mucha profundidad y un gran fondo, y me gustaría poder llevarla lo mejor posible.
Casting:

No. Era la única palabra que habitaba su mente. Su marido no iba a vender a ninguno de sus hijos, ella no lo iba a permitir. Sabe que seguramente tras todas las proposiciones indecentes de su ambicioso marido está la mente retorcida de su cuñada. Ariadne es el tipo de mujer que consigue sacarla de sus casillas. Amanda nunca ha sido una mujer violenta, ni mucho menos, pero la bruja de su cuñada saca de ella lo peor, incluso lo que nunca había existido. Ha sido la única persona de la que ha deseado una verdadera muerte, la única a la que ha imaginado una y mil veces retorciéndose de dolor entre los últimos estertores de vida. Al principio se odiaba al pensar así, pero después, con el tiempo, se dio cuenta de que quien no mataba, moría. Y quizá ese fue el mayor cambio en su personalidad, que dejó de lado a la joven risueña y agradable para dar paso a lo que es hoy: una persona fría, autoritaria y poderosa. Muy poderosa. Se dedica una sonrisa a sí misma, a través de su reflejo en el espejo. Unos golpes captan su atención, y resuenan en la puerta de roble que guarda sus aposentos solitarios. A estas horas de la mañana su esposo ya ha salido hace rato, pero a ella no es algo que le quite el sueño. Damon no para mucho junto a ella, y en el fondo, lo agradece. Este no es uno de esos matrimonios de conveniencia en los que los miembros acaban teniéndose, al menos, un cariño respetuoso: no. Damon nunca se ha ganado su respeto, así como ella tampoco ha sido nunca una esposa sumisa y obediente. Ella era una leona, y todo el mundo en los siete reinos habría de escuchar su rugido. Y los pequeños de su manada no iban a terminar vendidos por Lord Lannister, porque aquello solo sucedería por encima de su cadáver. Ella haría lo que fuera mejor para sus pequeños, y de momento, ¿qué mejor que permanecer con su madre? Al fin y al cabo, ¿quién podría cuidarles y quererles como ella? Nadie, por descontado.

Da paso a la sirvienta que espera paciente en la puerta. Ésta le sonríe y se inclina ante ella, en una reverencia respetuosa. Amanda asiente y la mira a través del espejo del tocador caoba en el que está sentada, con el camisón y el cabello suelto, y pronto cuatro sirvientas la rodean y dos abren el armario vestidor que hay a un lado de sus aposentos. -Hoy quiero el escarlata.-su voz, autoritaria, firme, y sin embargo de un tono suave, un tono de dama, se abre paso entre todas las mujeres que habitan la estancia en ese momento llegando a las doncellas que habrían de sacar sus ropajes. Las jóvenes ya conocen los gustos de su Señora, y por ello sacan dos pares de zapatos para que sea ella quien los elija llegado el momento. Las otras cuatro se disponen a peinarla con decoro y recato, alzando un moño enrevesado por finas trenzas de diferentes tamaños y estilos. En el centro colocan una diadema con un rubí en la mitad y dos diamantes en forma de rombo. Cuando se mira al espejo, sus doncellas ya la han maquillado. Se observa curiosa alzando la barbilla, y en su mente, una vez más, resuena su rugido. Con un revoloteo de su camisón de seda se levanta, dejándose ver el cuerpo que a sus treinta y siete años porta con orgullo, y no es para menos. Se desnuda, y sus doncellas la asean y la visten, poniéndole un corsé apretado en el torso para después introducir por su cabeza el entramado vestido pesado. Cuando se mira al espejo ya no es ella, sino el papel que adopta ante la sociedad. Es Lady Lannister, y está preparada para comerse, un día más, el mundo, antes de que éste se la coma a ella.