Pasando revista a las tropas (Generales Targaryen)

Había tardado el doble en realziar el viaje a Desembarco. La marcha fue lenta y penosa, pero los Rivereños iban a cumplir con su deber, con su palabra. Ante todo el Honor era lo primero.

Le acompañaban en una larga comitiva que no pasaba desapercibida 3.000 hombres de armas, 1.000 arqueros y 500 caballeros de los Tully, sumados a 2000 hombres de armas, 500 arqueros y 200 caballeros suyos. Hacían un total de 5000 hombres de armas, 1500 arqueros y 700 caballeros. Un ejercito enorme, bien preparado y con el habituallamiento suficiente. El Tridente había llegado.

Acamparon a las afueras de Desembarco. La tienda de Mance estaba situada en el centro del campamento. Era algo más grande que el resto y estaba guardada día y noche. El campamento se había preparado para permanecer allí el tiempo que hiciera falta hasta que le dieran als órdenes pertinente. Mandó a uno de sus soldados a avisar de su llegada y con una escolta de 10 caballeros se encaminó a la fortaleza Roja para presentarse ante Daeron, o Baleor o su camarada Maekar, quién estuviera al mando. Dipuesto a recibir órdenes y cumplirlas al precio que fuera.

Desembarco estaba agetreada pero excepto por la cantidad de mercenarios, soldados y demás gentes que vivian de la guerra. El ritmo de la imponente ciudad no había cambiado. Cómo se notaba que la guerra todavia estaba lejos.

Llegó al patio principal, había sido anunciada su llegada y aguardó con rostro serio a ser llamado.

Había sido avisado con suficiente antelación de la llegada de las tropas del Tridente. En primer lugar por medio del propio Desmond Tully y en segundo lugar por sus exploradores y lores vasallos. Estos últimos habían recibido las instrucciones del rey de facilitarles el paso sin cobrar ningún tipo de peaje así como de aportar las viandas que fueran necesarias. Y por fin habían llegado a las afueras de Desembarco del Rey, donde otrora acampara el ejército de Damon Lannister ahora se encontraba un ejército amigo. Daeron estaba exhultante con aquellos hechos. Por fin habían llegado sus aliados en la contienda así que cuando fue avisado de que lord Blackwood había arribado a la Fortaleza Roja y que esperaba a ser recibido no dudó en acudir personalmente, sin saber si Maekar o Baelor habían hecho acto de presencia ya.

Caminó con premura, haciendo que sus botas resonaran por pasillos y patios, seguido por su guardia real bien de cerca, pues desde que se declarasen abiertas las hostilidades no iba a ningún lugar público sin dos o tres guardias guardándole las espaldas. Era un día soleado y por ello Desembarco del Rey vivía, todo en una armonía que se traducía a su vez en una algarabía de ruidos y desorden, pero todo con un fin, proporcionar riquezas a la ciudad sobre todo con el comercio.

Llegó ante lord Mance ataviado con un jubón de color negro, guateado y con el emblema de su casa. Sus piernas estaban vestidas con un pantalón rojo y sus botas eran marrones. Eran vestiduras sobrias pero sin duda con un objetivo ideológico al mostrar en público aquellos colores, se mostraba que el dragón vivía y que iba allí y aquí.

Lord Mance, me alegro de veros, ser Desmond me avisó de vuestra llegada. Sonrió y caminó hacia él para estrechar su mano como gesto amigable. Habréis cabalgado mucho, acompañadme a la Fortaleza Roja y allí podréis beber algo y charlar conmigo, ¿Están vuestros hombres atendidos? No dudéis en decirme si algo os falta, faltaría más, por supuesto. Con un gesto le indicó que le siguiera a la fortaleza mientras los guardias reales los escoltaban ahora a ambos, como férreas esculturas vivientes, enfundadas en acero y cuero.

Se sorprendió de que el que apareciera ante él fuera el mismísimo Rey Daeron, hizo una profunda reverencia para mostrarle respeto. Iba ataviado con ropa cómoda con el emblema de su casa. Seguramente las últimas semanas no habría parado de aquí para allá organizando sus defensas y el devenir de la rebelión.

El rey no gustó de sus formalismos y le estrechó la mano en un gesto cercano. Mance le devolvió el gesto.

Así es, sólo traigo la fuerza de su casa y la de la mía. El resto de Lores del Tridente no han proporcionado nada, aunque si vos se lo pedís quizás puedan mandar algo más.

Aceptó la invitación, estaba cansado por el viaje.

Están atendidos, por ellos no os preocupéis. Hay asuntos más importantes que tratar me temo. Os aceptaré la comida y esa copa que em ofrecéis.

Los guardias les rodearon y velaron por su seguridad el resto del camino a la Fortaleza Roja. Mance tenía muchas preguntas que hacerle. Dónde estaban el resto de fuerzas del Rey, a dónde debería dirigirse. Bajo el mando de quién estaría y muchas más. No se caracterizaba por su paciencia, pero no sería él quién metiera prisa al Targaryen, a fin de cuentas era su guerra y el Blackwood uno más entre sus soldados.

Habían tenido sus diferencias y la verdad es que no esperaba un trato tan afable, pero ahora su enemigo era común, y era común lo que les unía.

Había escuchado de la venida de su espada con las tropas del dominio, había escuchado que estaban en acampados a las afueras de la fortaleza e incluso había escuchado que su padre había ido a recibirlos, cosa que el hizo fruncir ligeramente el ceño, pues si bien aquel ejercito le pertenecía en cierta manera aquel hombre le pertenecía a él y no le gustaba que su padre tratase con su hombre de confianza más de lo estrictamente necesario. Se había terminado de arreglar casi de forma presurosa, pero antes de salir se aseguró de que estaba perfecto, antes no le habría importado parecer un chiquillo desaliñado que correteaba tal cual por la fortaleza, pero aquel ya no era el caso, ahora prefería que se le viera en el mejor de los casos perfecto, y en el peor simplemente aceptable. Se enfundo con espada y daga, pues aunque estuviera en su fortaleza, es algo que había empezado a llevar a todos lados y en todo momento y aquel no sería la excepción que confirmara la regla ni mucho menos.

Paro a un par de sirvientes aquí y allí para preguntar dónde estaban su señor padre y Lord Blackwood, escucho sus respuestas y dio órdenes precisas de que llevaran comida y bebida en abundancia a aquel lugar, y que se encargaran de llevar a una buena cantidad de mujeres de dudosa moralidad a los hombres que descansaban a las afueras de su ciudad, no le gustaban los soldado ociosos, así que también mando a su maestro de armas a que fuera a ver cómo iban allí las cosas, que se relacionara, y hablara con los generales, intercambiando ideas y pensamientos, era mejor tener amigos que aliados, y entre soldados todos se entendían mejor.

Tras asegurarse de que todo estuviera hablado, y atado sus pasos tomaron rumbo hacia donde se suponía estarían su padre y Mance charlando amigablemente, estaba tenso, era una sensación que venía acuciándole desde hacía tiempo, y sus manos casi chillaban por la necesidad de empuñar una espada contra sus enemigos. Espero pacientemente en la entrada de la Fortaleza, con los brazos cruzados y el ceño ligeramente fruncido, y le lanzo un bota de vino a su espada juramentada para que se refrescara un poco, mirándolo largamente y con el gesto ligeramente preocupado. – Todo bien?..- No haría más preguntas por ahora, dejaría que su padre llevara un poco las riendas de todo.

Daeron no se sorprendió de ver a Maekar esperando en la puerta. Ya sabía lo de Baelor y Daeron, a pesar de la efusividad con la que había recibido a lord Blackwood, sentía un gran pesar en su interior. Pero era un rey que debía afrontar una situación muy peliaguda e iba a estar a la altura. Hijo, lord Mance acaba de llegar y con las mejores noticias posibles, una buena tropa sonrió y colocó amigablemente una mano en el hombro de Mance. Los dioses nos sonríen y pronto el usurpador será derrotado así como los que lo protegen. Sin mayor parada siguió caminando hacia el interior del castillo, seguido por Mance y Maekar, dirigiéndose hacia su despacho, donde liberó dos sillas que sostenían una pila de libros importante cada una.

Por favor, sentáos dijo al tiempo que salía al pasillo a decir a un guardia que trajeran comida y bebida para Mance. Luego regresó y se sentó en su sillón, aclarándose la garganta. Cómo están las tierras de los Ríos, lord Blackwood? ¿Todo está bien? Qué sabéis de los Tully, se de buena tinta que en un momento u otro recibirán la molesta visita de los Stark por el Cuello, espero que lord Frey sea un hombre sensato y cierre el paso a esos traidores dijo sin tapujos.

Pronto dos criadas entraron en el despacho, una con una jarra en cada mano, una de vino y otra de agua fresca y la otra con una bandeja con pescado frito, pan caliente y cerdo asado cortado en taquitos para que se pudiera pinchar con un tenedor sin tener que pringarse. Daeron asintió entonces indicando a las sirvientas que escanciaran el vino y pusieran la comida sobre la mesa.

Apareció Maekar con un gesto serio. Ya tendrían tiempo de hablar.

Todo en orden Ser.

Se dirigió a Daeron para contestarle.


Eso esperamos ambos mi señor. Que esto acabe cuanto antes. A poder ser con las menores bajas posibles. Por eso mismo estoy allí, para ofrecerte mi apoyo y el de mis hombres en lo que necesites. Patrullas, defensas, ataques, saqueos. Lo que haga falta, para ello me envió Ser Desmond que es el que se está encargando de todo este asunto.

Aceptó la invitación y se sentó junto con Maekar.

Intranquilas, pero por ahora sin mucha novedad. Mi señor Desmond se está encargando de todo por ahora. Supongo que habrá tenido en cuenta el asunto de los Frey, pero le mandaré un cuervo para evitarnos sorpresas. Si creéis que necesitase ayuda podéis mandarme. Estoy aquí para serviros lo mejor que pueda. Si mis tropas no son suficientes, como ya os he dicho, seguro podéis pedirle más a Lord Tully, aunque quizás él también las necesite. Si Lord Frey les impide el paso, con sus hombres y los de Desmond, podría detener a los Stark, no pasarían del cruce.

Todo eran posibilidades, pero Mance estaba impaciente porque le dieran objetivo y destino. Quería sangre. Entraron las sirvientas y se sirvió una copa de vino y cogió uno de los pescados con un trozo de pan, estaba hambriento.