Necesito tu bendición (Maron Martell)

El sol ya se había puesto en las montañas arenosas de Lanza del Sol. A Sarella le gustaba quedarse en la ventana contemplando la caída del día, sobre todo desde que supo que pronto estaría muy lejos de su hogar, probablemente para siempre. El tiempo que había pasado junto a la ventana le había servido para elaborar las palabras con las que iría a su hermano Maron esa misma noche: la paciencia no era su principal virtud, y aunque comprendía que su hermano podría no estar en el mejor momento para oírla, ya no podía esperar más.
Abandonó sus aposentos y se dirigió a los de su hermano. La puerta estaba entreabierta, y Maron estaba sentado al borde de la cama, de espaldas, también mirando hacia la ventana. Sarella se acercó, con el reptil sigilo que la caracterizaba, y se sentó a su lado. Le puso una mano en la pierna y besó su mejilla.
¿Cómo está mi jefe dorniense favorito? No esperaba una respuesta jovial por parte de su hermano: Tras la muerte de la dragona y la declaración de guerra, Maron había tenído pocos motivos para sonreir. "Y me temo que yo no vengo a darle más..."
Conversaron largo rato sobre temas varios: su hija, su futuro sobrino o sobrina, la cena que acababan de tomar o incluso el clima de los últimos días, más cálido aún de lo habitual. Sirvió para aliviar tensiones, pero no podía demorar la conversación por más tiempo. "Es ahora o nunca".
Hermano, hace días que quiero comentarte algo. Cargó su mirada de ternura. Bueno, en teoría es una buena noticia para la casa Martell: Olyvar me ha convencido. Intentaré... bueno, iré a conocerle. A Pearse Caron... iremos... Se mordió el labio, mirando a su hermano como si fuera una niña pequeña que acababa de romper un jarrón. Olyvar vendrá conmigo. ¡De incógnito! No te alarmes... no queremos llamar la atención... Maron, amado hermano, ya sé que últimamente la relación entre Olyvar y tú... Por favor, no seáis más críos, ¡me duele mucho veros así! Os queréis mucho, lo sé... Por desgracia, vivimos tiempos de guerra... No sabéis que será de vosotros... Quereos ahora que podéis, no hagáis algo de lo que os podáis arrepentir... El rostro de su hermano parecía cada día más esculpido en piedra, y eso le dificultaba las cosas. Ella los quería a los dos más que a su vida, y una grieta en la familia podría matarla más lentamente aún que sus venenos. Cogió las manos de su hermano y se arrodilló ante él para poder mirarle mejor a los ojos.
Hermano, allí estaré muy sola. Tú debes permanecer en Lanza, y Mors... ya sabes como es, se ahoga fuera del mar. Deja que Olyvar me acompañe, por favor. Por favor, necesito que lo apruebes. Me rompería el corazón hacer algo con lo que no estés de acuerdo, y le necesito... necesito un hermano allí... Y quizás... nunca se sabe, pero las hermanas Caron también son doncellas... Y seguiríamos siendo familia. Se quedó mirándolo, rezando a los dioses porque su hermano la quisiera tanto como ella le quería a él.

Estaba cayendo la noche, en la soledad de su alcoba perdido en mil y un pensamientos que le rondaban en aquellos momentos. Tenía demasiadas preocupaciones y últimamente no dormía bien. Por lo que se tiraba largas noches observando mapas y leyendo cartas acerca de los movimientos que hacían sus guarniciones y la cartografía de las fronteras estudiando posibles ataques y defensas para cuando tomase posición oficial.

Su hermana entró en la habitación sin que se percatase de ello. Nunca se terminó de acostumbrar, pero a Sarella le perdonaba casi cualquier cosa, era difícil enfadarse con ella.

¡Eres una aduladora! No hagas eso. El tono nostálgico en su voz disipaba cualquier molestia que le pudiera haber causado su hermana.

Pearse Caron, poco sé de ellos la verdad, aunque algo he oído, en las Tormentas tienen poder y... su hermana no había terminado de hablar y cuando Maron oyó sus palabras tuvo que contar hasta diez y contenerse.

Creo que no lo he entendido bien Sarella. Yo a Olyvar le quiero, pero no hace más que traerme quebraderos de cabeza y ahora te lía para ¡¿Qué?! Nuestro hermano ha tenido ideas estúpidas e inmaduras, pero esta se lleva la palma.

Es que no tenéis los pies en el suelo, de verdad os habéis parado a pensar por un segundo lo que habéis dicho? Olyvar no es un señor menor le reconocerán, sería un insulto a la cara de los Baratheon ni si quiera consultarles y ¿Os habéis parado a pensar que los venados van a ser enemigos? Si Olyvar se esconde y le descubren lo podrían apresar, me exigirían un rescate.

No es momento para bodas pero sería totalmente absurdo que os casárais ambos con miembros de la misma familia. No se si tu intención era gastarme una broma pesada, pero no ha tenido gracias

El humor de Maron estaba por los suelos después de escuchar aquellas palabras, una auténtica locura y lo peor de todo era que el objetivo era inútil. O Olyvar o Sarella, no casaría a ambos con una misma familia. Y menos tan cerca de los Baratheon, era demasiado peligroso.

Además los Caron deberían saber que si alguno os casáis con sus herederos, sería prácticamente rebelarse contra Nathan. No creo que aceptasen, lo mire por donde lo mire es inaceptable.

Si yo lo sé hermano, no sabes lo que intenté convencer a Olyvar de que era una locura ir a Canto Nocturno, incluso me enfadé con él... pero yo de política no entiendo, hermano, y él insistía en que era la mejor opción, por lo que no tuve más remedio que ceder. Y se lo dije, le dije que sería peligroso, y que cualquier acuerdo, de tierras o de matrimonio, era mejor ser tratado en Lanza, tanto porque el riesgo de problemas es menor, como porque es la capital de Dorne, ¿qué mejor lugar entonces? Sabes que soy muy cabezota... pero él me gana. Intentó lanzarle una media sonrisa a su hermano por si así lograba aliviar tensiones, pero dio poco resultado. Oh Maron por favor, no te enfades conmigo. Aferró sus manos con más fuerza a las de él. Bien saben los dioses que no quiero casarme y que lo último que deseo es abandonar Lanza. Lo sabes hermano, sabes que no quiero irme... y también sabes que soy de las que piensa que lo mejor que puede hacer una princesa dorniense es casarse con un varón de Dorne, sea vasallo... o noble. Quien sea, pero de aquí. Lo mantengo y lo seguiré manteniendo. Olyvar me convenció porque me habló de la ascendencia dorniense del Caron y de su deseo por unir a nosotros las Marcas... pero si tú fueras capaz de buscarme un marido de aquí... sería la mujer más feliz del mundo, y siempre os tendría cerca.
Era cierto que la idea de contraer matrimonio con los Caron había sido de Olyvar, y lo del viaje también, a pesar de su negativa y sus enfados en ambos temas. Pero también era cierto que ella no era una simple víctima de la situación: había hecho un pacto con su hermano por el cual aceptaría casarse con quien él quisiera, un pacto que Maron desconocía, y que probablemente lo haría avergonzarse de ella... juró con Olyvar que sería su "pequeño" secreto, pero ya no aguantaba más.
Hermano... no le eches la culpa de todo a Olyvar, yo también tengo algo que decir... Le soltó las manos y miró al suelo, avergonzada. Lo de contraer matrimonio ambos con la misma familia no fue cosa suya... sino mía. No quería... no quería casarme, ni quería separarme de... vosotros. Y fue lo único que se me ocurrió. Y, además, como te he dicho antes, siempre quise que mi estirpe fuera dorniense pura, y no mezclada con otras casas... yo... Era el momento de mirar a su hermano a los ojos. Fui yo, Maron. No lo pagues con él, es culpa mía. Si te enfadas... lo entenderé, pero por favor, tienes que entenderme. Yo no quería casarme, pero sé que vosotros deseáis que lo haga... y accedí, accedí con la condición de que ese hombre jurase lealtad a Dorne antes de nuestro matrimonio y que... y que Olyvar se casara con una de sus hermanas. Yo no quería estar sola, y él aceptó el trato. Bien es verdad que preferí que fuera en Lanza que allí, pero él me dijo que era la única manera y por eso... por eso lo del viaje. Es cosa mía Maron. Sé que te he defraudado. Perdóname...

No es cuestión de lo que deseemos, pero no todas la batallas se ganan derramando sangre, algunas se ganan creándola.

Estaba visiblemente molesto por la actuación de ambos.

No me bastaba con Olyvar y sus caprichos y ahora tengo que interceder en los tuyos. Estoy cansado muy cansado. Cansado de que no veáis las cosas y de que las decisiones que tomáis no las consultéis conmigo. ¿Queréis casaron ambos con los Caron? Pues hacedlo.

Podéis tomar las decisiones vosotros mismos, ya que mi opinión poco os importa, ahora bien, si capturan a Olyvar, no pienso pagar un dragon de oro por él. Si se va de Dorne a las Tormentas a causar problemas como siempre hace, es bajo su responsabilidad. Aquí hay asuntos importantes que atender y no las chiquillerías de un infante inmaduro.

Me da igual que la idea fuera tuya, eso sólo me duele. Él tendría que haberse negado y haberte hecho entrar en razón.

Quiero que os vayáis. Un dorniense de pura cepa se mantiene firme en sus decisiones, ¿Queríais mi bendición? Pues la tenéis. Iros y casaros con quién os plazca. Sólo espero que a tí no te pase nada Sarella. Porque con eso si que no podría vivir.

No, no lo haré. No le gustaba ver a su hermano tan enfadado, tan dolido, pero se lo habían ganado a pulso. Maron siempre había sido mucho más analítico que el resto de la familia, y lo que Mors y Olyvar parecían considerar "aburrido", Sarella empezaba a interpretar como "maduro". Olyvar y ella se habían pasado la infancia jugando a los secretos, pero ya no eran niños, y esto hacía mucho que había dejado de ser un juego. Se avergonzaba de haberse comportado así: tenía ganas de salir corriendo y no volver a mirar a la cara a su hermano nunca más, o la vergüenza la mataría. Pero eso no era propio de una Martell, y mucho menos de ella. Clavó en él sus ojos, intentando no romperse como la Martell que era. Dos gruesas lágrimas se precipitaron rápidamente por sus mejillas, pero suficiente daño le había hecho ya al príncipe como para pretender, además, darle pena.
Maron tienes razón, no sabes lo avergonzada y egoísta que me siento. Hemos hecho una chiquillada, te juro por mi vida que no volveré a hacerlo, lo juro, de verdad. Sé que ya no sirve de nada, pero ya no es tu bendición lo que quiero, porque no llevaremos a cabo esa... tontería. Hasta ese momento no se había dado cuenta de la locura que pretendían que su hermano aceptase. "Olyvar, siempre me lleva a su terreno, siempre... y yo no solo le hago caso, sino que lo estropeo aún más..." Ahora lo que necesito es tu perdón. Hermano, insisto, yo ni quería casarme con ese hombre, ni quería abandonar Lanza. A lo primero acepté porque pensé que tú también creías que era lo mejor para mí, créeme por favor. Sé que no estoy en posición de pedirte nada ahora, pero en esto debes creerme, ¿cuándo he querido yo unirme eternamente a un hombre no dorniense? Nunca, nunca quise, bajo ningún concepto. Pero él me dijo, y parecía muy convencido, que en la situación en la que estábamos esa alianza nos venía como anillo al dedo, por eso acepté. Lo hice por el futuro de nuestra familia, porque bien saben los dioses que sería incapaz de amar a un extranjero, pero prefería que vuestra guerra fuera más llevadera, aunque tuviera que trasladar una aún peor al interior de mi alcoba. Maron, cásame con un dorniense, lo dejo en tus manos y confío en ti. Pero por favor, no quiero hacer algo que nunca me convenció y a sabiendas de que a ti no te parece correcto... No, es definitivo, no lo haré. Hablaré con Olyvar, esta broma ya hace mucho que dejó de tener gracia.
En cuanto a lo segundo, lo de ir a Canto Nocturno, te digo lo mismo otra vez. Por mí los siete infiernos podrían engullir el resto de Poniente y no me importaría, porque lo único que me importa es Dorne. Ir allí me parecía tanto un suicidio, como una tontería, como un fastidio: un suicidio porque nos arriesgábamos a que nos atacaran, y así se lo hice saber a nuestro hermano. Una tontería porque cualquier pacto que implique a Dorne considero que debe realizarse aquí, en Lanza del Sol, que por algo es la capital. Y un fastidio porque, si por mi fuera, no saldría de estas montañas de arena en lo que me resta de vida. ¡No quiero irme de aquí! Pero yo no entiendo apenas de política, y si alguno de vosotros, sea Olyvar, Myriah, Mors o tú, me dice que algo es correcto, os creo. Había soltado todo el discurso casi sin respirar, con el tono más suplicante que encontró. No sabía qué más decir o hacer, lo que sí tenía claro es que la idea de casarse con el Caron no le había gustado nunca, y ahora menos todavía. "Yo lo único que quería era compartir techo con Olyvar toda la vida..."
Sé que tu enfado es porque no quieres que nos ocurra nada malo, porque quieres lo mejor tanto para la familia como para nuestro reino. He sido una egoísta, solo quería... solo quería vivir con mi hermano para no sentirme sola. Pero soy una princesa, y una adulta, y tengo que asumir ciertas responsabilidades incompatibles con mis caprichos... Lo siento hermano, lo siento...

Sarella, no tienes que darme explicaciones. Si que te cases con el Caron me parece bien, es una buena familia y aliarnos con ellos nos puede beneficiar. Si esa decisión no es la incorrecta, lo que no tiene sentido es que los dos os caséis con una misma familia.

Intentó relajar el tono no quería tratar mal a su hermana. No era justo que pagase con ella las noticias, rumores y problemas que iban surgiendo en las últimas semanas. Había actuado mal, pero ¿Quién es perfecto?

Y no sólo eso, si no que Olyvar debería saber que casarse con una Caron implica un peligro muy alto. Los Baratheon quieren su cabeza, se lo ha ganado a pulso. Y entrar en sus tierras y casarse con un vasallo que probablemente en poco tiempo nos jure fidelidad a nosotros es una declaración de guerra abierta. Y aún siendo el hermano mayor es un rehén muy codiciado. Pero a él ya estoy harto de advertirle. La prudencia no es uno de sus puntos fuertes y ya he asumido que hará lo que le dé la gana. Pero contigo es diferente hermana. Otros no tendrían elección, pero tu si la tienes. Yo te la concedo, cásate con quién tú quieras, pero tienes que casarte. Sólo tienes que decirme su nombre y yo lo moveré. Pero tienes que medir bien tus palabras y tus actos, las cosas no pasan por un momento fácil y tenemos que ser muy astutos.

Ya no eres una niñita Sarella. Me duele tener que pedirte éstas cosas pero es nuestro deber por nacimiento. Tu boda al igual que la mía no puede ser algo trivial, esas celebraciones son pactos y como tal deben planearse. Sea con quién sea podrás viajar a tu libre albedrío y estas montañas y estas arenas siempre serán tu hogar, tanto si al final te casamos con un dorniense como si no fuera así. Tendremos que pensarlo. Pero sobretodo ten cuidado, ahora cualquiera puede ser un enemigo y hay que cuidarse las espaldas, por lo que cualquier estupidez que podamos evitar será mejor.