Conectarse
Últimos temas
Este foro está basado en la saga de George R.R. Martin titulada "Canción de Hielo y Fuego", además sacamos contenido de diversas webs relacionadas como Asshai.com o de Hielo y Fuego Wikia. También traducimos expresamente artículos relacionados de Westeros.org para utilizarlos en Valar Morghulis. Los gráficos, plantillas, reglas y personajes cannon fueron creados por los miembros del Staff por lo que poseemos derechos reservados. No intentes plagiar o tomar algo sin habernos notificado o nos veremos forzados a tomar las medidas necesarias y a efectuar las denuncias correspondientes a Foroactivo.
(Campamento Baratheon)El Sol y el Rayo (Claudia Dondarrion)
2 participantes
Página 1 de 1.
(Campamento Baratheon)El Sol y el Rayo (Claudia Dondarrion)
De despertó temprano, antes incluso de que amaneciera, su intención era llegar poco después de amanecer, cuando el campamento estuviera ya en movimiento y preparado para comenzar las actividades diarias.
Se vistió como un soldado, con la camisa de monedas de bronce habitual, sus espadas y la lanza y el escudo a sus espaldas, como llevaban muchos de sus compañeros, en verdad pensaba pasar desapercibido y no desvelar su identidad hasta que no estuviera ya en el campamento de los Baratheon. Pensaba compartir lo que había estado sucediendo en sus tierras y enterarse de viva voz de las novedades de sus vecinos, ya llevaban un tiempo en la zona y la reciente batalla en las cercanías podía aportar novedades interesantes.
Llevaba el pelo ya bastante largo, a un par de dedos de rozarle los hombros, por lo que decidió recogerlo en tres colas, una en la parte superior de la cabeza, otra en la nuca y una tercera en la parta baja. LA barba también le había crecido bastante en las últimas semanas, era un recordatorio del tiempo que ya llevaba con esta situación, mucho más del que había esperado pasar de campaña.
Nada más cruzar la frontera le dieron el alto los guardias de los venados, les explicó que traía un mensaje para Orson y le dejaron pasar. Los mensajeros habían estado cruzando la frontera de manera habitual, incluso en grupos de cuarto desde que se estableció el campamento fortificado, por lo que no levantó demasiadas suspicacias.
Vengo a ver a Ser Orson Baratheon los guardias lo miraron un poco estupefactos pues o llagas muy temprano o muy tarde, no está en el campamento En ese momento estallaron las risas. Olyvar se alejó, no debería de haber dado por supuesto que iba a estar esperándole, tendría que haber mandado un mensajero previamente. Ya pensaba que el viaje había resultado inútil cuando vislumbró a pocos pasos a una mujer, lucía los colores del rayo, y si, efectivamente, se trataba de Claudia Dondarrion. Hacía ya bastante tiempo que no la veía, cuando él apenas era un adolescente, bueno puede que al final el viaje mereciera la pena.
Lady Claudia, soy el príncipe Olyvar Martell, había venido para hablar con Ser Orson sobre el curso de la rebelión, pero me han comunicado que no está presente. ¿Le gustaría acompañarme y conversar un poco? ¿qué le parece la situación? Si no se equivocaba participaba bastante en el gobierno, son las cosas de la influencia dorniense, sin duda.
Se vistió como un soldado, con la camisa de monedas de bronce habitual, sus espadas y la lanza y el escudo a sus espaldas, como llevaban muchos de sus compañeros, en verdad pensaba pasar desapercibido y no desvelar su identidad hasta que no estuviera ya en el campamento de los Baratheon. Pensaba compartir lo que había estado sucediendo en sus tierras y enterarse de viva voz de las novedades de sus vecinos, ya llevaban un tiempo en la zona y la reciente batalla en las cercanías podía aportar novedades interesantes.
Llevaba el pelo ya bastante largo, a un par de dedos de rozarle los hombros, por lo que decidió recogerlo en tres colas, una en la parte superior de la cabeza, otra en la nuca y una tercera en la parta baja. LA barba también le había crecido bastante en las últimas semanas, era un recordatorio del tiempo que ya llevaba con esta situación, mucho más del que había esperado pasar de campaña.
Nada más cruzar la frontera le dieron el alto los guardias de los venados, les explicó que traía un mensaje para Orson y le dejaron pasar. Los mensajeros habían estado cruzando la frontera de manera habitual, incluso en grupos de cuarto desde que se estableció el campamento fortificado, por lo que no levantó demasiadas suspicacias.
Vengo a ver a Ser Orson Baratheon los guardias lo miraron un poco estupefactos pues o llagas muy temprano o muy tarde, no está en el campamento En ese momento estallaron las risas. Olyvar se alejó, no debería de haber dado por supuesto que iba a estar esperándole, tendría que haber mandado un mensajero previamente. Ya pensaba que el viaje había resultado inútil cuando vislumbró a pocos pasos a una mujer, lucía los colores del rayo, y si, efectivamente, se trataba de Claudia Dondarrion. Hacía ya bastante tiempo que no la veía, cuando él apenas era un adolescente, bueno puede que al final el viaje mereciera la pena.
Lady Claudia, soy el príncipe Olyvar Martell, había venido para hablar con Ser Orson sobre el curso de la rebelión, pero me han comunicado que no está presente. ¿Le gustaría acompañarme y conversar un poco? ¿qué le parece la situación? Si no se equivocaba participaba bastante en el gobierno, son las cosas de la influencia dorniense, sin duda.
Olyvar Martell- Nobleza
Re: (Campamento Baratheon)El Sol y el Rayo (Claudia Dondarrion)
Apenas acababa de llegar al campamento Baratheon junto a sus hombres por lo que no había podido verse aún con ninguno de los dos hermanos. No era que ardiese en deseos de inclinar la cabeza ante sus señores, pero sí quería mirarlos a los ojos cuando se presentase como Lady Dondarrion, cuando viesen en su pecho el blasón del rayo púrpura, el mismo que habían portado sus tíos en la guerra que había acaecido en Tierras de la Tormenta hacía dos años. Le habían llegado órdenes acerca de su misión de vigilar los vados para afianzar la posición del campamento Baratheon tras la última batalla, pero antes había decidido dejar a sus hombres unos instantes de distensión antes de volver a la tensión y el tedio de las interminables guardias. Los rápidos e inesperados movimientos del Rey Buitre hacían que no fuese posible confiarse ni mucho menos prescindir de una vigilancia extrema, pero la joven creía que sus soldados merecían también algo de descanso. Ella misma paseaba entre los hombres, tomando notas de los diferentes grupos de tropas que se reunían acá y allá, de la organización de los pertrechos, mientras estiraba sus piernas atenazadas por tantas horas subida sobre su caballo.
Percibía muchas miradas sobre ella, más de las que hubiera deseado, pero aún así caminaba con la cabeza alta y una mano en el pomo de su espada, fiera y orgullosa como su padre, sabiendo que muchos de aquellos hombres asociaban el nombre de su casa con el de la traición, y que las abundantes tropas de que disponían eran tomadas por muchos como una amenaza o una muestra de poderío. Unas risas llamaron su atención y la dama giró la cabeza para dirigir su mirada a un grupo de guardias que parecían burlarse de un joven mensajero. Éste se alejó de los soldados y ella le siguió con la mirada hasta que sus ojos se encontraron. Claudia no pudo esconder un gesto de sorpresa al reconocer a Olyvar Martell. Evidentemente sabía que los Martell estaban implicados en aquel conflicto pero no había esperado encontrarse con Olyvar dado que los Baratheon parecían no gustar de las rondas conjuntas en los vados. – Príncipe Martell, hacía años que no nos veíamos – respondió a modo de saludo, parándose junto a él y observándole con curiosidad; él apenas había abandonado la niñez cuando se habían encontrado por última vez – Cierto, Orson Baratheon no está en el campamento, yo tampoco he podido reunirme con él ni con el Lord – afirmó con un tono de voz entre resignado y molesto. Entendía que ambos hermanos estaban ocupados dirigiendo la situación pero Claudia percibía aquellas ausencias como una muestra de soberbia. Echó a andar junto a Olyvar, por suerte aquella mañana corría un poco de brisa fresca y aplacaba el calor del sol primaveral que lucía en lo alto del cielo. – Reconozco que estoy impaciente por ver quién se esconde bajo ese penacho de plumas de buitre… Ha sido alguien realmente molesto y demasiado capaz de arrastrar a la gente con él. No creo que sus ejércitos estén de brazos cruzados aunque su líder esté cautivo… suponiendo que realmente sea él y no un cebo… - tras unos instantes de silencio entre ambos, en los que les rodearon los sonidos metálicos de las espadas de quienes practicaban y las gruesas voces de los soldados riendo, discutiendo o gritándose órdenes, Claudia añadió: - Imagino que lamentáis no poder asistir a la boda de vuestro hermano…
Percibía muchas miradas sobre ella, más de las que hubiera deseado, pero aún así caminaba con la cabeza alta y una mano en el pomo de su espada, fiera y orgullosa como su padre, sabiendo que muchos de aquellos hombres asociaban el nombre de su casa con el de la traición, y que las abundantes tropas de que disponían eran tomadas por muchos como una amenaza o una muestra de poderío. Unas risas llamaron su atención y la dama giró la cabeza para dirigir su mirada a un grupo de guardias que parecían burlarse de un joven mensajero. Éste se alejó de los soldados y ella le siguió con la mirada hasta que sus ojos se encontraron. Claudia no pudo esconder un gesto de sorpresa al reconocer a Olyvar Martell. Evidentemente sabía que los Martell estaban implicados en aquel conflicto pero no había esperado encontrarse con Olyvar dado que los Baratheon parecían no gustar de las rondas conjuntas en los vados. – Príncipe Martell, hacía años que no nos veíamos – respondió a modo de saludo, parándose junto a él y observándole con curiosidad; él apenas había abandonado la niñez cuando se habían encontrado por última vez – Cierto, Orson Baratheon no está en el campamento, yo tampoco he podido reunirme con él ni con el Lord – afirmó con un tono de voz entre resignado y molesto. Entendía que ambos hermanos estaban ocupados dirigiendo la situación pero Claudia percibía aquellas ausencias como una muestra de soberbia. Echó a andar junto a Olyvar, por suerte aquella mañana corría un poco de brisa fresca y aplacaba el calor del sol primaveral que lucía en lo alto del cielo. – Reconozco que estoy impaciente por ver quién se esconde bajo ese penacho de plumas de buitre… Ha sido alguien realmente molesto y demasiado capaz de arrastrar a la gente con él. No creo que sus ejércitos estén de brazos cruzados aunque su líder esté cautivo… suponiendo que realmente sea él y no un cebo… - tras unos instantes de silencio entre ambos, en los que les rodearon los sonidos metálicos de las espadas de quienes practicaban y las gruesas voces de los soldados riendo, discutiendo o gritándose órdenes, Claudia añadió: - Imagino que lamentáis no poder asistir a la boda de vuestro hermano…
Claudia Dondarrion- Casa vasalla
Re: (Campamento Baratheon)El Sol y el Rayo (Claudia Dondarrion)
Desde luego era de agradecer que por fin alguien le brindara una sonrisa en ese campamento. Parecía que a la dama centella no le habían tratado mal los años, aún seguía armada, como haría casi cualquier dama de Dorne. Bueno así tenemos la excusa perfecta para vernos, Lady Dondarrion Se acercó a ella y le cogió la mano para besársela Aunque estemos en un campamento no tenemos por qué perder los modales cortenos Esbozó con una sonrisa burlona.
La verdad es que he venido en busca de un poco de información, tal vez me pudráis ayudar. Las cosas en el sur no van todo lo bien que debieran, el rebelde nos está dando más problemas de lo que podíamos sospechar en un inicio. Parece que tiene bastantes hombres, algunos muy bien entrenados. ¿Cómo están las cosas en las Tierra de la Tormenta?
Cuando dijo lo de que lo habían capturado, trató de disimular, ¿Cuándo pensaban decírselo?. Puede que no estuvieran seguros y prefirieran no lanza las campanas al vuelo por miedo al posterior ridículo pero…..
El cambio de tema le vino bien. Si, es una lástima, cuando partí de Lanza pensé que sólo sería cuestión de unos días, de pocas semanas y que me daría tiempo a volver para la boda, no se casa un hermano todos los días, pero dadas las circunstancias ha sido imposible, aunque espero en que derrotemos al rebelde pronto o si no son capaces de encargarme un sobrino antes de que regrese. Siendo sincero me hubiera gustado asistir…
Olyvar Martell- Nobleza
Re: (Campamento Baratheon)El Sol y el Rayo (Claudia Dondarrion)
Una sonrisa entre incrédula y divertida se abrió paso en los labios de Claudia cuando Olyvar mostró esa disposición a las formas cortesanas tomando su mano y besándola con cuidado. La joven pensó que el Martell encontraría alguna diferencia entre las cálidas y suaves manos de las damas de las cortes y la piel tibia y quizá algo más endurecida de las manos de la Dondarrion, más habituada a las riendas del caballo que a las cintas del cabello, y a las espadas más que a las agujas. Sin embargo, permitió que el caballero tratase de dotar a aquel ambiente castrense de algo más formal y no apartó la mano ni le negó aquella cortesía. - Suele ser raro encontrar caballeros en los campamentos - respondió devolviéndole el gesto burlón, enarcando las cejas - Ya sabéis que donde impera la guerra, difícilmente se abre paso la cortesía, aunque haya quienes sigan enarbolando el honor por bandera - apostilló con un tono de voz entre resignado e impaciente, recordando algunas conversaciones con jóvenes caballeros en las que se desgañitaban lanzando al aire sus principios éticos y morales, los cuales quedarían pisoteados por sus monturas en cuanto pisaran por primera vez un campo de batalla. Olyvar y Claudia continuaron paseando por el campamento, siendo observados por algunos de los soldados que repararon en su presencia y especialmente en sus blasones, pero la joven no se preocupaba en absoluto por aquellas cuestiones. Si alguien pensaba que los Dondarrion tramaban algo con los Martell, no era asunto de Claudia el tener que desmentirlo.
La joven escuchó a Olyvar mientras éste le postulaba el motivo de su visita al campamento con total claridad, aparentemente sin disfrazar sus pretensiones de algo que no fuera la intención de obtener información acerca de la situación en otros puntos de Las Marcas. Claudia le dedicó una mirada soslayada, desconfiada incluso, antes de responder a las cuestiones del Martell. - Ha habido algunas incursiones de los hombres del Rey Buitre, llegando muy cerca de Refugio Negro, mi hogar - aclaró, pues no sabía hasta qué punto Olyvar podía estar informado acerca de Tierras de la Tormenta - Hasta ahora hemos conseguido frenar su avance y reparar el daño que han hecho, por suerte algunos señores están enviando víveres a mi padre para poder abastecer a los campesinos que se han visto perjudicados -. Ella misma había estado en Refugio Negro apenas un par de días para tratar de organizar la llegada de mercancías antes de regresar a su vigilancia en los vados. - No puedo deciros mucho más -. A Claudia no le pasó desapercibido el hecho de que Olyvar no hiciese ningún comentario acerca de la captura del supuesto Rey Buitre, o cuanto menos de alguien perteneciente a su ejército, y aquel detalle le hizo ver que el asunto interesaba al Martell más de lo que quería hacer ver. ¿Cómo no preguntarle a la dama por el prisionero? El no hacerlo delataba que algo había en la mente de Olyvar acerca de aquel asunto, aunque obviamente Claudia no pudo dilucidarlo.
Olyvar prefirió centrarse en el asunto de la boda de su hermano Maron con la joven princesa Targaryen y Claudia en parte también; aunque casamientos, nacimientos y demás no solían ser asuntos de su interés, tras días de rondas, vigilancias y escaramuzas no le vendría mal ocupar su mente en otros asuntos más ligeros. - No gusto en demasía de las bodas - respondió Claudia negando con la cabeza y dibujando un gesto de indiferencia en su rostro; el último enlace al que había acudido había sido al de Nathan Baratheon con aquella Connington que había tomado como rehén en su lecho - aunque imagino que en vuestro caso sería diferente al tratarse de un hermano. Seguro que os proporcionarán un sobrino pronto - aseguró con una sonrisa más cordial que sincera, girando el rostro hacia Olyvar y cerrando un ojo ante el destello que produjo un rayo de sol incidiendo en el escudo de un soldado - ¿Qué otra cosa debe hacer la princesa más que comenzar a parir hijos? - preguntó de forma retórica la joven, esbozando una sonrisa sarcástica mientras usaba su mano a modo de visera para poder mirar a Olyvar - Imagino que pronto volveremos todos a casa y podremos olvidarnos de este rebelde... suponiendo que su acto de insurrección no se contagie a otros como él que puedan estar agazapados esperando el momento oportuno...
La joven escuchó a Olyvar mientras éste le postulaba el motivo de su visita al campamento con total claridad, aparentemente sin disfrazar sus pretensiones de algo que no fuera la intención de obtener información acerca de la situación en otros puntos de Las Marcas. Claudia le dedicó una mirada soslayada, desconfiada incluso, antes de responder a las cuestiones del Martell. - Ha habido algunas incursiones de los hombres del Rey Buitre, llegando muy cerca de Refugio Negro, mi hogar - aclaró, pues no sabía hasta qué punto Olyvar podía estar informado acerca de Tierras de la Tormenta - Hasta ahora hemos conseguido frenar su avance y reparar el daño que han hecho, por suerte algunos señores están enviando víveres a mi padre para poder abastecer a los campesinos que se han visto perjudicados -. Ella misma había estado en Refugio Negro apenas un par de días para tratar de organizar la llegada de mercancías antes de regresar a su vigilancia en los vados. - No puedo deciros mucho más -. A Claudia no le pasó desapercibido el hecho de que Olyvar no hiciese ningún comentario acerca de la captura del supuesto Rey Buitre, o cuanto menos de alguien perteneciente a su ejército, y aquel detalle le hizo ver que el asunto interesaba al Martell más de lo que quería hacer ver. ¿Cómo no preguntarle a la dama por el prisionero? El no hacerlo delataba que algo había en la mente de Olyvar acerca de aquel asunto, aunque obviamente Claudia no pudo dilucidarlo.
Olyvar prefirió centrarse en el asunto de la boda de su hermano Maron con la joven princesa Targaryen y Claudia en parte también; aunque casamientos, nacimientos y demás no solían ser asuntos de su interés, tras días de rondas, vigilancias y escaramuzas no le vendría mal ocupar su mente en otros asuntos más ligeros. - No gusto en demasía de las bodas - respondió Claudia negando con la cabeza y dibujando un gesto de indiferencia en su rostro; el último enlace al que había acudido había sido al de Nathan Baratheon con aquella Connington que había tomado como rehén en su lecho - aunque imagino que en vuestro caso sería diferente al tratarse de un hermano. Seguro que os proporcionarán un sobrino pronto - aseguró con una sonrisa más cordial que sincera, girando el rostro hacia Olyvar y cerrando un ojo ante el destello que produjo un rayo de sol incidiendo en el escudo de un soldado - ¿Qué otra cosa debe hacer la princesa más que comenzar a parir hijos? - preguntó de forma retórica la joven, esbozando una sonrisa sarcástica mientras usaba su mano a modo de visera para poder mirar a Olyvar - Imagino que pronto volveremos todos a casa y podremos olvidarnos de este rebelde... suponiendo que su acto de insurrección no se contagie a otros como él que puedan estar agazapados esperando el momento oportuno...
Claudia Dondarrion- Casa vasalla
Re: (Campamento Baratheon)El Sol y el Rayo (Claudia Dondarrion)
Olyvar comenzó a reír Precisamente en estas circunstancias es cuando hay que ser más galante y caballeroso. ¿Qué mérito tiene hacerlo en la corte?, lo complicado es hacerlo en un campamento, aunque por desgracia a la mayoría parece que solo le gusta ser caballeros, o comportarse caballerosamente cuando están emperifollados ante bellas damas en bailes y recepciones. Aunque a mi me gusta más así.
Olyvar se dio cuenta de las miradas, parecía que una parte substancias del campamento estaba al tanto de su llegada, preguntándose que hacía Lady Claudia paseando con un mensajero, no sabían que era un Martell, aunque puede que eso fuera bueno Parece que estamos atrayendo muchas miradas, la verdad es que no me extraña, creo que buena parte de los hombres se están retorciendo de envidia hacía mí al verme pasear con vos, y puede que más de uno se retuerza por vos al veros a mi lado… aunque tampoco le hemos dado nada para murmurar…
Olyvar escuchó con atención las palabras de la mujer Eso os honra, nosotros estamos haciendo lo mismo, estamos repartiendo víveres y ropa entre los más desfavorecidos y vamos a aplicar una reducción de impuestos, el pueblo ya está sufriendo bastante, no se le puede cargar con más cosas. Quería mostrar la atención que su casa estaba haciendo con respecto al pueblo Si no podéis decir nada más, no digáis anda, pero permitdme que sea yo el que hable. Los soldados de ese tal rey buitre parece que están bien entrenados, han tendido emboscadas a caballeros, incluso a grupos numerosos, y a pesar de todos los esfuerzos de los dos, parece que siguen campando a sus ancha. Por cierto, me preocupa que los Tyrell no hayan hecho acto de presencia, solamente se presentaron los fuegoscuros y montaron un campamento en la confluencia de las tres regiones, pero poco más han hecho…
Espero que si, estoy seguro que pronto tendré un nuevo sobrino En ese momento se detuvo ante las palabras de la Dondarrion Muchas más cosas si de mi dependiera, me gustaría que mi princesa participara en los consejos, que diera su opinión sobre los temas que interesen al principado, que proponga planes militares, que se interese por el bienestar del pueblo, una princesa no es solo una figura decorativa , un bonito mueble que pare herederos, debería ser valiente, inteligente, capaz… aunque puede que esta opinión sea porque desde chicos nos enseñan que las mujeres pueden mandar igual que los hombres, llevamos la sangre de Nymeria y estamos orgullosos de eso
En ese momento sintió el reflejo del sol en la cara, reflejado por el escudo. Ojalá sea cierto, pero creo que vamos a llevarnos aquí algún tiempo. De todas maneras si se trata bien al pueblo, si no se le oprime, si demuestras que compartes sus preocupaciones es más difícil que prenda la llama. Si los tratas bien el pueblo no se rebelará, otra cosa son los señores, esos alguna vez no tienen ninguna razón, solo el hambre de poder, a veces….
Olyvar se dio cuenta de las miradas, parecía que una parte substancias del campamento estaba al tanto de su llegada, preguntándose que hacía Lady Claudia paseando con un mensajero, no sabían que era un Martell, aunque puede que eso fuera bueno Parece que estamos atrayendo muchas miradas, la verdad es que no me extraña, creo que buena parte de los hombres se están retorciendo de envidia hacía mí al verme pasear con vos, y puede que más de uno se retuerza por vos al veros a mi lado… aunque tampoco le hemos dado nada para murmurar…
Olyvar escuchó con atención las palabras de la mujer Eso os honra, nosotros estamos haciendo lo mismo, estamos repartiendo víveres y ropa entre los más desfavorecidos y vamos a aplicar una reducción de impuestos, el pueblo ya está sufriendo bastante, no se le puede cargar con más cosas. Quería mostrar la atención que su casa estaba haciendo con respecto al pueblo Si no podéis decir nada más, no digáis anda, pero permitdme que sea yo el que hable. Los soldados de ese tal rey buitre parece que están bien entrenados, han tendido emboscadas a caballeros, incluso a grupos numerosos, y a pesar de todos los esfuerzos de los dos, parece que siguen campando a sus ancha. Por cierto, me preocupa que los Tyrell no hayan hecho acto de presencia, solamente se presentaron los fuegoscuros y montaron un campamento en la confluencia de las tres regiones, pero poco más han hecho…
Espero que si, estoy seguro que pronto tendré un nuevo sobrino En ese momento se detuvo ante las palabras de la Dondarrion Muchas más cosas si de mi dependiera, me gustaría que mi princesa participara en los consejos, que diera su opinión sobre los temas que interesen al principado, que proponga planes militares, que se interese por el bienestar del pueblo, una princesa no es solo una figura decorativa , un bonito mueble que pare herederos, debería ser valiente, inteligente, capaz… aunque puede que esta opinión sea porque desde chicos nos enseñan que las mujeres pueden mandar igual que los hombres, llevamos la sangre de Nymeria y estamos orgullosos de eso
En ese momento sintió el reflejo del sol en la cara, reflejado por el escudo. Ojalá sea cierto, pero creo que vamos a llevarnos aquí algún tiempo. De todas maneras si se trata bien al pueblo, si no se le oprime, si demuestras que compartes sus preocupaciones es más difícil que prenda la llama. Si los tratas bien el pueblo no se rebelará, otra cosa son los señores, esos alguna vez no tienen ninguna razón, solo el hambre de poder, a veces….
Olyvar Martell- Nobleza
Re: (Campamento Baratheon)El Sol y el Rayo (Claudia Dondarrion)
El Martell se mostraba elocuente a la hora de evaluar la situación y de mostrar todo lo que su familia estaba haciendo para favorecer que aquel asunto concluyese lo antes posible. Claudia le escuchó con atención, considerando la ayuda que los Martell estaban prestando al pueblo para liberarles de las cargas que tenían, ya que los pobladores de las Marcas eran quienes estaban sufriendo de forma más directa los ataques del llamado Rey Buitre. Asintió con la cabeza ante la evidencia de la aparente profesionalidad de los soldados de aquel bandido, lo cual era preocupante ya que estaban oponiendo una importante resistencia ante ejércitos bien formados de algunas de las casas más importantes de Poniente. – Me he percatado de la ausencia de los Tyrell – respondió mientras desviaba la mirada hacia Olyvar, componiendo un gesto de gravedad en el que se podía leer también cierta desconfianza hacia los regentes de El Dominio - ¿Tenéis alguna teoría acerca de ello? – preguntó directamente, con astucia y quizá cierta malicia, pues intuía que aquel comentario aparentemente lanzado al aire como si no tuviera importancia era más relevante de que Olyvar quería hacer ver – La verdad es que he estado con mis hombres en los vados y apenas he tenido noticias de cómo han ido las cosas en otras zonas de la contienda, exceptuando lo que ha afectado directamente a mi gente. Esperaba poder enterarme de algo más aquí.
Olyvar se deshizo en una sucesión de explicaciones ante lo que para él debieran ser las funciones de una princesa. Claudia no pudo menos que sentirse complacida y en total acuerdo con sus palabras, en las que se apreciaba con claridad la influencia cultural de Dorne y su diferente forma de considerar a ambos sexos. – Sabéis que de compartir esas opiniones con otros hombres de Poniente seguramente recibiríais a cambio burlas y chanzas, pues en los reinos al norte de vuestros desiertos las mujeres somos consideradas poco más que bellos animales cuya función es traer caballeros y señores al mundo, y también nobles casaderas – el desprecio con el que la Dondarrion prácticamente escupió esas palabras era muestra de la opinión que tenía al respecto, aunque siempre se había sentido afortunada al serle permitido vestir como un soldado y comportarse como tal prácticamente desde que era adolescente – Por suerte, mi padre nunca se atuvo a esas leyes y desde niña me permitió dedicarme a lo que realmente mi naturaleza tiende, que es a la guerra y a la estrategia – una sonrisa de orgullo y también algo arrogante se abrió paso en sus labios, y su gesto, alumbrado por el rayo de sol que incidía directamente en ambos jóvenes, le confirió un aspecto luminoso y radiante que destacaba entre el polvo y el metal de los hombres que les rodeaban en ese instante. Tan sólo el cuero de su jubón y el barro de sus botas ensombrecían el aspecto de una mujer que bien hubiese podido lucir como una de las damas más hermosas de Poniente de no ser por su gusto en los quehaceres masculinos. – No deja de ser gratificante poder escuchar palabras como las vuestras – concluyó, dedicándole esta vez una sonrisa de agrado y exenta de la altanería que solía caracterizarla.
Olyvar parecía reacio a creer que las cosas fuesen a solucionarse con rapidez y Claudia comprendió con cierto desánimo que seguramente el Martell estaba en lo cierto al ser pesimista, o cuanto menos prudente, en su valoración de la situación a futuro. Se mantuvo silenciosa unos instantes, reanudando su caminar e ignorando un comentario algo soez que un soldado masculló entre dientes cuando pasaron a su lado. Hacía tiempo que la Dondarrion había decidido dejar de enfrentarse a las groserías de sus propios hombres, se limitaba a memorizar sus rostros para aplicar el castigo en el momento más adecuado, por más que en aquel momento tuviese ganas de ceñir el cuello de aquel atrevido con sus propias manos. – Hay señores con hambre de poder pero también el pueblo tiene sus propias ambiciones y deseos, aun dentro de la miseria en la que algunos de ellos viven – comentó con un suspiro, mirando a Olyvar con un gesto de advertencia, enarcando las cejas mientras una corriente de aire mecía un mechón de cabello negro frente a su rostro – De ahí vienen los problemas, cuando un bandido carismático y con cierto potencial les hace mil promesas y ellos, incapaces de valorar su propia condición, creen que pueden igualar su estatus al de los señores que los gobiernan. Como decís, lo único que podemos hacer es procurar que no les falten las necesidades básicas, algo difícil cuando es necesario alimentar a los ejércitos que los defienden – concluyó su manifiesto señalando con el mentón a los soldados que les rodeaban, algunos paseando y otros sentados, aprovechando el descanso que se les había permitido.
Claudia se detuvo junto a una roca, posando uno de sus pies en ella para ajustar las cintas de cuero que ceñían la bota de cuero a su pierna, y mientras sus ágiles dedos se encargaban de una tarea que algunos nobles consideraban ignominiosa y más adecuada para que un criado la llevase a cabo, comentó con un tono casual en la voz: - ¿No os pica a vos el aguijón del matrimonio? – de soslayo y a través de la cortina de cabello azabache, Claudia contempló al joven príncipe dorniense – Poniente está lleno de doncellas hermosas con padres influyentes, quizá no tanto como los Targaryen, pero estoy segura de que entre los Martell se fragua alguna alianza más, ¿me equivoco? -. Claudia volvió a erguirse, aunque dejó su pie sobre la roca que le servía de reposo, mirando a Olyvar de frente y con un brillo de curiosidad en la mirada, no tanto por enterarse de los avatares amorosos de Poniente sino por la posibilidad de valorar las posibles alianzas entre las casas principales que pudiesen surgir en un futuro. Su familia y la de los Martell nunca habían tenido conflictos y Claudia consideraba aquel hecho sumamente beneficioso dada la precaria condición de los Dondarrion a pesar del poder militar que ostentaban.
Olyvar se deshizo en una sucesión de explicaciones ante lo que para él debieran ser las funciones de una princesa. Claudia no pudo menos que sentirse complacida y en total acuerdo con sus palabras, en las que se apreciaba con claridad la influencia cultural de Dorne y su diferente forma de considerar a ambos sexos. – Sabéis que de compartir esas opiniones con otros hombres de Poniente seguramente recibiríais a cambio burlas y chanzas, pues en los reinos al norte de vuestros desiertos las mujeres somos consideradas poco más que bellos animales cuya función es traer caballeros y señores al mundo, y también nobles casaderas – el desprecio con el que la Dondarrion prácticamente escupió esas palabras era muestra de la opinión que tenía al respecto, aunque siempre se había sentido afortunada al serle permitido vestir como un soldado y comportarse como tal prácticamente desde que era adolescente – Por suerte, mi padre nunca se atuvo a esas leyes y desde niña me permitió dedicarme a lo que realmente mi naturaleza tiende, que es a la guerra y a la estrategia – una sonrisa de orgullo y también algo arrogante se abrió paso en sus labios, y su gesto, alumbrado por el rayo de sol que incidía directamente en ambos jóvenes, le confirió un aspecto luminoso y radiante que destacaba entre el polvo y el metal de los hombres que les rodeaban en ese instante. Tan sólo el cuero de su jubón y el barro de sus botas ensombrecían el aspecto de una mujer que bien hubiese podido lucir como una de las damas más hermosas de Poniente de no ser por su gusto en los quehaceres masculinos. – No deja de ser gratificante poder escuchar palabras como las vuestras – concluyó, dedicándole esta vez una sonrisa de agrado y exenta de la altanería que solía caracterizarla.
Olyvar parecía reacio a creer que las cosas fuesen a solucionarse con rapidez y Claudia comprendió con cierto desánimo que seguramente el Martell estaba en lo cierto al ser pesimista, o cuanto menos prudente, en su valoración de la situación a futuro. Se mantuvo silenciosa unos instantes, reanudando su caminar e ignorando un comentario algo soez que un soldado masculló entre dientes cuando pasaron a su lado. Hacía tiempo que la Dondarrion había decidido dejar de enfrentarse a las groserías de sus propios hombres, se limitaba a memorizar sus rostros para aplicar el castigo en el momento más adecuado, por más que en aquel momento tuviese ganas de ceñir el cuello de aquel atrevido con sus propias manos. – Hay señores con hambre de poder pero también el pueblo tiene sus propias ambiciones y deseos, aun dentro de la miseria en la que algunos de ellos viven – comentó con un suspiro, mirando a Olyvar con un gesto de advertencia, enarcando las cejas mientras una corriente de aire mecía un mechón de cabello negro frente a su rostro – De ahí vienen los problemas, cuando un bandido carismático y con cierto potencial les hace mil promesas y ellos, incapaces de valorar su propia condición, creen que pueden igualar su estatus al de los señores que los gobiernan. Como decís, lo único que podemos hacer es procurar que no les falten las necesidades básicas, algo difícil cuando es necesario alimentar a los ejércitos que los defienden – concluyó su manifiesto señalando con el mentón a los soldados que les rodeaban, algunos paseando y otros sentados, aprovechando el descanso que se les había permitido.
Claudia se detuvo junto a una roca, posando uno de sus pies en ella para ajustar las cintas de cuero que ceñían la bota de cuero a su pierna, y mientras sus ágiles dedos se encargaban de una tarea que algunos nobles consideraban ignominiosa y más adecuada para que un criado la llevase a cabo, comentó con un tono casual en la voz: - ¿No os pica a vos el aguijón del matrimonio? – de soslayo y a través de la cortina de cabello azabache, Claudia contempló al joven príncipe dorniense – Poniente está lleno de doncellas hermosas con padres influyentes, quizá no tanto como los Targaryen, pero estoy segura de que entre los Martell se fragua alguna alianza más, ¿me equivoco? -. Claudia volvió a erguirse, aunque dejó su pie sobre la roca que le servía de reposo, mirando a Olyvar de frente y con un brillo de curiosidad en la mirada, no tanto por enterarse de los avatares amorosos de Poniente sino por la posibilidad de valorar las posibles alianzas entre las casas principales que pudiesen surgir en un futuro. Su familia y la de los Martell nunca habían tenido conflictos y Claudia consideraba aquel hecho sumamente beneficioso dada la precaria condición de los Dondarrion a pesar del poder militar que ostentaban.
Claudia Dondarrion- Casa vasalla
Re: (Campamento Baratheon)El Sol y el Rayo (Claudia Dondarrion)
Olyvar miró a la mujer, parecía una pregunta inocente, pero no lo era en absoluto. Tengo algunas teorías, pero todas pueden ser igual de válidas, que no tengan problemas con el rebelde, que este se haya contentado con darnos problemas solo a los dos, que viendo que estamos cubriendo los pasos haya pensado que con que lo vigile uno sea suficiente, que sus problemas estén más al interior, que este reuniendo tropas, que pase del problema, que… como ve hay muchas posibilidades. Eso estaba pasando y les estaba perjudicando, la falta de comunicación Por mi parte estaré encantado de compartir información si lo hacemos recíprocamente, pero vamos algo si que puedo decirle, son bastantes activos en las montañas, atacando caravanas
En eso tenéis razón, pero por sus venas no corre la sangre de los Rhoynir, la sangre de la Reina Nymeria, en Dorne en temas sucesorios mujeres y hombres somos iguales, aunque habéis pensado que ellos son aún más sujeto de burla, pues al partir hacía la guerra dejan precisamente a sus mujeres al cargo de todo, y de todas maneras, para serte sincero no veo la razón por la que una mujer, por el hecho de ser mujer, tenga que ser inferior a un hombre, uno de nuestros principales dirigentes fue la Reina Nymeria, he conocido brillantes estrategias creadas por mujeres de la casa de Dorne, pueden manejar una espada tan bien como cualquiera, puede que se cansen antes, pero suelen ser más flexibles. Hay taberneras en Lanza capaces de destrozarme en un pulso mientras empinan una jarra. Aquello no hacía falta que lo jurara, se notaba, bueno podía ser una experiencia Tal vez algún día podríais enseñarme algún truco en el combate a espadas
En ese momento sonrió, su aspecto ruda cambiaba bastante, cuando las perlas afloraban en sus labios Tenéis una bonita sonrisa, deberíais sonreír más a menudo, os ilumina la cara a menos que queráis que piense que es del sol.
Olyvar asintió Estoy de acuerdo con vos, aunque solo en parte, si se trata bien al pueblo, si se atiende sus necesidades, no se le exprime con impuestos, se le trata con justicia, pueden dar de comer a sus hijos y se vela por su seguridad, no suelen rebelarse, aunque claro que si el que se rebela es su señor, lo seguirán a muerte. Las falsas promesas tienen un fértil campo para germinar en las injusticias
Olyvar esbozó una sonrisa cuando la vio hacerse la lazada Pocas damas norteñas serían capaces de hacer lo que estáis haciendo, sois hábil. La pregunta del matrimonio le pillo realmente por sorpresa Siendo sincero, la verdad es que no demasiado. No me malinterpretéis, la decisión de la boda recae sobre mi hermano y la cosa está complicada, no se puede buscar una casa demasiado menor porque no se ganaría nada con mi enlace y una casa grande…complicado si fuera heredera me obligaría a marcharme de Dorne… o sus alrededores, y no me gustaría. De todas maneras tendría que aceptar lo que dispusiese mi hermano, sólo espero que me de un ramillete de posibles candidatas. Aunque tengo un par de ventajas, me gustan las mujeres, por lo que eso no es un problema y no me preocupa en exceso que sea doncella, aunque no haya estado casada. De todas maneras espero que no haya pensado en una pusilánime doncella. Me gustan que sepan decirme que no, que me equivoco y que pueda mantener una conversación inteligente, y eso si que sea una buena gobernante y se preocupe por su pueblo, que al igual que yo esté dispuesta a derramar su sangre para proteger a los suyos. Se acercó un poco para quitarle un mechón de la cara Si me permitís, os quitaré ese mechón de vuestro rostro. ¿y vos? ¿os ha entrado ya el gusanillo?, solo tenéis que escoger, pertenecéis a una reconocida familia por su valor y sois hermosa, además de valiente, los caballeros deben de hacer cola para pedir vuestra mano a vuestro padre
En eso tenéis razón, pero por sus venas no corre la sangre de los Rhoynir, la sangre de la Reina Nymeria, en Dorne en temas sucesorios mujeres y hombres somos iguales, aunque habéis pensado que ellos son aún más sujeto de burla, pues al partir hacía la guerra dejan precisamente a sus mujeres al cargo de todo, y de todas maneras, para serte sincero no veo la razón por la que una mujer, por el hecho de ser mujer, tenga que ser inferior a un hombre, uno de nuestros principales dirigentes fue la Reina Nymeria, he conocido brillantes estrategias creadas por mujeres de la casa de Dorne, pueden manejar una espada tan bien como cualquiera, puede que se cansen antes, pero suelen ser más flexibles. Hay taberneras en Lanza capaces de destrozarme en un pulso mientras empinan una jarra. Aquello no hacía falta que lo jurara, se notaba, bueno podía ser una experiencia Tal vez algún día podríais enseñarme algún truco en el combate a espadas
En ese momento sonrió, su aspecto ruda cambiaba bastante, cuando las perlas afloraban en sus labios Tenéis una bonita sonrisa, deberíais sonreír más a menudo, os ilumina la cara a menos que queráis que piense que es del sol.
Olyvar asintió Estoy de acuerdo con vos, aunque solo en parte, si se trata bien al pueblo, si se atiende sus necesidades, no se le exprime con impuestos, se le trata con justicia, pueden dar de comer a sus hijos y se vela por su seguridad, no suelen rebelarse, aunque claro que si el que se rebela es su señor, lo seguirán a muerte. Las falsas promesas tienen un fértil campo para germinar en las injusticias
Olyvar esbozó una sonrisa cuando la vio hacerse la lazada Pocas damas norteñas serían capaces de hacer lo que estáis haciendo, sois hábil. La pregunta del matrimonio le pillo realmente por sorpresa Siendo sincero, la verdad es que no demasiado. No me malinterpretéis, la decisión de la boda recae sobre mi hermano y la cosa está complicada, no se puede buscar una casa demasiado menor porque no se ganaría nada con mi enlace y una casa grande…complicado si fuera heredera me obligaría a marcharme de Dorne… o sus alrededores, y no me gustaría. De todas maneras tendría que aceptar lo que dispusiese mi hermano, sólo espero que me de un ramillete de posibles candidatas. Aunque tengo un par de ventajas, me gustan las mujeres, por lo que eso no es un problema y no me preocupa en exceso que sea doncella, aunque no haya estado casada. De todas maneras espero que no haya pensado en una pusilánime doncella. Me gustan que sepan decirme que no, que me equivoco y que pueda mantener una conversación inteligente, y eso si que sea una buena gobernante y se preocupe por su pueblo, que al igual que yo esté dispuesta a derramar su sangre para proteger a los suyos. Se acercó un poco para quitarle un mechón de la cara Si me permitís, os quitaré ese mechón de vuestro rostro. ¿y vos? ¿os ha entrado ya el gusanillo?, solo tenéis que escoger, pertenecéis a una reconocida familia por su valor y sois hermosa, además de valiente, los caballeros deben de hacer cola para pedir vuestra mano a vuestro padre
Olyvar Martell- Nobleza
Re: (Campamento Baratheon)El Sol y el Rayo (Claudia Dondarrion)
El Martell era pródigo en palabras y Claudia absorbía con interés cada uno de los comentarios que dejaba caer en aquella conversación. No podía recordar si el joven ya era así cuando se habían conocido años atrás así que supuso que quizá tenía ganas de conversar después de días de hacer guardias en los vados y de cabalgar por las Marcas, recorriendo aquel territorio hostil en tensión, temiendo ser atacado en cualquier momento. Ella misma, aunque amante de la soledad que le permitía reflexionar con tranquilidad, se había sorprendido a sí misma deseando compañía mientras, subida sobre su caballo, fijaba la vista en el horizonte esperando ver aparecer las tropas del Rey Buitre en cualquier momento. De hecho, estaba disfrutando con aquella distendida conversación a pesar de que estuviesen tratando mayoritariamente asuntos de guerra y que se hallasen rodeados de soldados agotados por la lucha y las largas cabalgadas. Reanudó su caminar mientras escuchaba la opinión que Olyvar tenía acerca de su posible futuro casamiento, sorprendiéndose al comprobar que, al parecer, los Martell aún no habían decidido el destino del joven que andaba a su lado. Las palabras de Olyvar hicieron reflexionar a Claudia acerca de sí misma, pues aunque el tema del matrimonio no era recurrente en las conversaciones que mantenía con su padre, sabía que tarde o temprano deberían abordarlo. La casa Dondarrion se mostraba débil ante el resto de casas de Tierras de la Tormenta y corría el riesgo de que el apellido pereciese con ella. – Cuánto se nota que os habéis criado en los desiertos de Dorne – respondió casi con admiración mientras le miraba y volvía a detenerse, tratando de dar más consistencia a sus palabras fijando en él unos ojos que querían mostrarse humildes y no arrogantes, como era habitual – La mayoría de los caballeros sólo buscan dos cosas a la hora de elegir una esposa: que tenga un buen apellido que dé lustre y unas buenas caderas que alberguen unos cuantos niños. Y a ser posible, que hable sólo cuando se le pida – añadió con una sonrisa feroz y sarcástica, mientras en sus ojos volvía a aparecer el brillo astuto de un zorro, de quien no se dejaba engañar fácilmente.
Se mantuvo inmóvil cuando él levantó la mano para atrapar entre sus dedos el rebelde mechón azabache que se movía ante su rostro, mecido por el viento. Inclinó levemente el mentón hacia abajo, en un gesto que pretendía ser humilde pero que sólo se quedaba en el intento, pues los ojos de la joven se elevaron para fijarse en los del Martell, con cierto aire pícaro y también curioso ante el accidental roce de los dedos de Olyvar en su mejilla. – No soy mujer inclinada hacia las supuestas bondades del matrimonio, mi señor – respondió con voz suave pero tono de convencimiento; sus anteriores palabras confirmaban esta última afirmación – No hallaré en Poniente marido que me permita levantarme al alba para practicar con mi espada, ni que consienta que intervenga en las reuniones políticas, ni que guste de verme envuelta en cuero en vez de en sedas y satén –. La voz de la mujer sonaba convencida pero resignada al mismo tiempo, pues sabedora de la evidencia de sus palabras, asumía que quizá ella fuese la última Dondarrion. En algunas ocasiones se había preguntado a sí misma si no debía apartar su orgullo a un lado y ceder ante alguna propuesta de matrimonio que interesase a su casa, tener hijos que se apellidasen Dondarrion y perpetuar así su casa, pero después se decía a sí misma que no era capaz de atarse al yugo de la sumisión de manos de cualquier noble avaricioso de Poniente. – Y en realidad, no veo ninguna fila de pretendientes ante mi puerta, a menos que mi padre se haya encargado de hacer su propia selección antes de que yo fuese conocedora de su existencia – agregó con una risa algo amarga, pues a la negativa de la joven a desposarse se unía la poca predisposición del padre a perder a su única hija. – Os agradezco sin embargo las virtudes que veis en mí. No puedo negarlas, pero no las veo como objetivos a conseguir un marido conveniente a mi causa. También os diré algo… - Claudia dio un paso adelante, aproximándose a Olyvar y acercando sus labios al oído de éste para susurrar: - … no todos los hombres quieren a una mujer valiente a su lado, pondría en evidencia su propia cobardía… -.
La joven Dondarrion mantuvo aquella estrecha cercanía con el Martell unos segundos, los justos para percibir en él el olor a cuero, a metal y a caballo que tanto le gustaba apreciar en los hombres, y después se separó de él dejando escapar una alegre carcajada producida por las últimas palabras que había derramado en el oído de Olyvar. Sabía muy bien que estaría de acuerdo con su afirmación, pues todos los hombres se creían siempre más valientes que los demás, especialmente cuando provenían de tierras que se tenían en tan alta estima como la dornienses. – Mi actual posición es muy cómoda y llena de ventajas – exclamó antes de suspirar y mirarle con cierta altanería y una incipiente sonrisa curvando sus labios; su actitud se tornó ciertamente presumida mientras hablaba y parecía buscar algo con la mirada, desviando sus ojos del rostro del Martell – Tengo la misma libertad que un hombre para hacer lo que se me antoje, desde salir a cabalgar a medianoche hasta entrar en una taberna a buscar a alguien que caliente mi lecho – dijo con aire provocador antes de dirigirse a un soldado que se hallaba sentado en el suelo para arrebatarle de las manos el odre de cuero del que se disponía a dar un trago; el primer impulso del hombre fue echar la mano a un pequeño puñal que colgaba de su cinto hasta que comprobó que las suaves manos que ahora sostenían el odre eran las de su señora. Claudia dio un trago al vino que el guardia se había quedado sin degustar, y después lo extendió hacia Olyvar, convidándole mientras se encogía de hombros con aire divertido: - Es un vino pésimo, pero mis pobres hombres no pueden permitirse algo mejor con la escasa paga que les proporcionamos. Las tierras de Refugio Negro parecen agotarse como los pechos de una nodriza demasiado demandada…
Se mantuvo inmóvil cuando él levantó la mano para atrapar entre sus dedos el rebelde mechón azabache que se movía ante su rostro, mecido por el viento. Inclinó levemente el mentón hacia abajo, en un gesto que pretendía ser humilde pero que sólo se quedaba en el intento, pues los ojos de la joven se elevaron para fijarse en los del Martell, con cierto aire pícaro y también curioso ante el accidental roce de los dedos de Olyvar en su mejilla. – No soy mujer inclinada hacia las supuestas bondades del matrimonio, mi señor – respondió con voz suave pero tono de convencimiento; sus anteriores palabras confirmaban esta última afirmación – No hallaré en Poniente marido que me permita levantarme al alba para practicar con mi espada, ni que consienta que intervenga en las reuniones políticas, ni que guste de verme envuelta en cuero en vez de en sedas y satén –. La voz de la mujer sonaba convencida pero resignada al mismo tiempo, pues sabedora de la evidencia de sus palabras, asumía que quizá ella fuese la última Dondarrion. En algunas ocasiones se había preguntado a sí misma si no debía apartar su orgullo a un lado y ceder ante alguna propuesta de matrimonio que interesase a su casa, tener hijos que se apellidasen Dondarrion y perpetuar así su casa, pero después se decía a sí misma que no era capaz de atarse al yugo de la sumisión de manos de cualquier noble avaricioso de Poniente. – Y en realidad, no veo ninguna fila de pretendientes ante mi puerta, a menos que mi padre se haya encargado de hacer su propia selección antes de que yo fuese conocedora de su existencia – agregó con una risa algo amarga, pues a la negativa de la joven a desposarse se unía la poca predisposición del padre a perder a su única hija. – Os agradezco sin embargo las virtudes que veis en mí. No puedo negarlas, pero no las veo como objetivos a conseguir un marido conveniente a mi causa. También os diré algo… - Claudia dio un paso adelante, aproximándose a Olyvar y acercando sus labios al oído de éste para susurrar: - … no todos los hombres quieren a una mujer valiente a su lado, pondría en evidencia su propia cobardía… -.
La joven Dondarrion mantuvo aquella estrecha cercanía con el Martell unos segundos, los justos para percibir en él el olor a cuero, a metal y a caballo que tanto le gustaba apreciar en los hombres, y después se separó de él dejando escapar una alegre carcajada producida por las últimas palabras que había derramado en el oído de Olyvar. Sabía muy bien que estaría de acuerdo con su afirmación, pues todos los hombres se creían siempre más valientes que los demás, especialmente cuando provenían de tierras que se tenían en tan alta estima como la dornienses. – Mi actual posición es muy cómoda y llena de ventajas – exclamó antes de suspirar y mirarle con cierta altanería y una incipiente sonrisa curvando sus labios; su actitud se tornó ciertamente presumida mientras hablaba y parecía buscar algo con la mirada, desviando sus ojos del rostro del Martell – Tengo la misma libertad que un hombre para hacer lo que se me antoje, desde salir a cabalgar a medianoche hasta entrar en una taberna a buscar a alguien que caliente mi lecho – dijo con aire provocador antes de dirigirse a un soldado que se hallaba sentado en el suelo para arrebatarle de las manos el odre de cuero del que se disponía a dar un trago; el primer impulso del hombre fue echar la mano a un pequeño puñal que colgaba de su cinto hasta que comprobó que las suaves manos que ahora sostenían el odre eran las de su señora. Claudia dio un trago al vino que el guardia se había quedado sin degustar, y después lo extendió hacia Olyvar, convidándole mientras se encogía de hombros con aire divertido: - Es un vino pésimo, pero mis pobres hombres no pueden permitirse algo mejor con la escasa paga que les proporcionamos. Las tierras de Refugio Negro parecen agotarse como los pechos de una nodriza demasiado demandada…
Claudia Dondarrion- Casa vasalla
Re: (Campamento Baratheon)El Sol y el Rayo (Claudia Dondarrion)
Olyvar se encogió de hombros ante la afirmación de la mujer Pues la verdad es que no lo entiendo, el apellido, en la mayoría de los casos la mujer lo pierde, y con respecto a las otras cosas… te vas a levantar a diario con esa mujer, mejor que tenga una bonita sonrisa, unos ojos en los que sumergirse y un buen cuerpo con el que disfrutar y hacerlo disfrutar. Además mejor que sea inteligente y te de su opinión, puede que sea mejor que la que tenga y te haga que no cometas un error. Esa es mi opinión Mientras lo decía había fijado sus ojos en las esmeraldas que se encontraban en el centro del rostro de Claudia. Lo que decía tenía mucha razón, muchos caballeros la buscaban de ese tipo. Pero él desde luego que no. puede que sea por mi educación dorniense o por algo más personal, pero en eso la mayoría difiera de mí
Vio como le brillaban los ojos al responder. En eso estoy de acuerdo, si por ejemplo fuerais mi mujer no os permiría entrenar sola, y a esa hora, al amanecer, me gusta entrenar con la lanza, y después ya con las espadas, así que tendrías que cambiar tus horarios y en mi consejo estarías obligada a asistir y en cuanto a lo otro, no niego que las sedas y el satén sienten bien a la belleza de la mujer, pero el cuero está mejor sobretodo cuando se tiene unas piernas torneadas y un buen culo, como el vuestro, aunque en estos momentos esté un poco sucio Olyvar se acercó y pasó su mano varias veces por las nalgas de la mujer de arriba a abajo, para quitarle el polvo aunque la última vez su mano se quedó para cogerlo un poco, al momento se separó con una sonrisa Desde luego que os beneficia ese tipo de prendas, a Lady Ballena no, pero a ti…
Olyvar sonrió ante el comentario Bueno no sé si vuestro padre es de los que piensa decidir solo o es que todos los caballeros y señores de la Tormenta son idiotas por no buscaros, para mí son las mejores cualidades, además en eso que decís, mejor que haya al menos un valiente en la pareja ¿no? Su lengua tan cercana a su oreja le hizo estremecer, casi podía sentir su humedad Eso no lo veo mal, si los hombres tenemos derecho a divertirnos antes de casarnos no veo por qué no lo iban a poder hacer las mujeres, es más yo lo prefiero así, de esa manera en el matrimonio e puede dar mucho más placer a la pareja . A la hora de la verdad no te encuentras a un pedazo de carne que intenta no parecer nerviosa, sino a alguien que sabe moverse y hasta pedir lo que quiere recibir a cambio de lo que da. De mí dicen que cuando introduzco la lengua entre sus labios es de las mejores cosas que han sentido Olyvar se encogió de hombros como quitándole importancia Y que tampoco beso demasiado mal…
La conversación estaba yendo por vericueto cada vez más interesante, puede que de aquí saliera algo…placentero, aunque esto le hizo darse cuenta de otras cosa, estaba hablando con una heredera, con una Dondarrion que en los últimos tiempos no había sido tratada demasiado bien por los Baratheon, puede que Claudia fuera una buena puerta de entrada, una cuña para las marcas ocupadas por el venado, y puede que los del rayo no vieran con malos ojos una protección del sol frente a los venados. Aquello se ponía cada vez más interesante.
Olyvar tomó el pellejo de vino y lo probó, realmente sabía mal, estuvo tentado de escupirlo, pero se resistió, no sabía como podía sentarle a la mujer, o al soldado. En mi yegua tengo un pequeño pellejo de vino dorniense, un tinto con mucho cuerpo, tal vez si te apetece… podríamos tomarlo en vuestra tienda, nos podríamos enseñar donde nos está causando molestias ese rebelde, puede que nos ayude a solucionar el problema. Además tal vez podríamos discutir temas comerciales, tenemos buen vino dorniense en nuestro campamento y tal vez podríamos negociar, podríamos hacerlo aquí u otro día, pero creo que podría ser más placentero si lo hacemos tranquilamente, sin que nadie nos moleste y con una buena copa de vino…
Olyvar le ofrecio su brazo, si accedía iría por el vino, un pequeño presente para los venados, y lo tomaría con la mujer, una vez dentro pensaba enlazar su brazo al talle de la mujer, para bajar posterior mente su mano hacía el magnífico trasero de Claudia, que se mostraba perfectamente con la ropa que llevaba y si no la rechazaba besar esos labios carnosos. El había insinuado, ahora habría que ver como reaccionaba ella.
Vio como le brillaban los ojos al responder. En eso estoy de acuerdo, si por ejemplo fuerais mi mujer no os permiría entrenar sola, y a esa hora, al amanecer, me gusta entrenar con la lanza, y después ya con las espadas, así que tendrías que cambiar tus horarios y en mi consejo estarías obligada a asistir y en cuanto a lo otro, no niego que las sedas y el satén sienten bien a la belleza de la mujer, pero el cuero está mejor sobretodo cuando se tiene unas piernas torneadas y un buen culo, como el vuestro, aunque en estos momentos esté un poco sucio Olyvar se acercó y pasó su mano varias veces por las nalgas de la mujer de arriba a abajo, para quitarle el polvo aunque la última vez su mano se quedó para cogerlo un poco, al momento se separó con una sonrisa Desde luego que os beneficia ese tipo de prendas, a Lady Ballena no, pero a ti…
Olyvar sonrió ante el comentario Bueno no sé si vuestro padre es de los que piensa decidir solo o es que todos los caballeros y señores de la Tormenta son idiotas por no buscaros, para mí son las mejores cualidades, además en eso que decís, mejor que haya al menos un valiente en la pareja ¿no? Su lengua tan cercana a su oreja le hizo estremecer, casi podía sentir su humedad Eso no lo veo mal, si los hombres tenemos derecho a divertirnos antes de casarnos no veo por qué no lo iban a poder hacer las mujeres, es más yo lo prefiero así, de esa manera en el matrimonio e puede dar mucho más placer a la pareja . A la hora de la verdad no te encuentras a un pedazo de carne que intenta no parecer nerviosa, sino a alguien que sabe moverse y hasta pedir lo que quiere recibir a cambio de lo que da. De mí dicen que cuando introduzco la lengua entre sus labios es de las mejores cosas que han sentido Olyvar se encogió de hombros como quitándole importancia Y que tampoco beso demasiado mal…
La conversación estaba yendo por vericueto cada vez más interesante, puede que de aquí saliera algo…placentero, aunque esto le hizo darse cuenta de otras cosa, estaba hablando con una heredera, con una Dondarrion que en los últimos tiempos no había sido tratada demasiado bien por los Baratheon, puede que Claudia fuera una buena puerta de entrada, una cuña para las marcas ocupadas por el venado, y puede que los del rayo no vieran con malos ojos una protección del sol frente a los venados. Aquello se ponía cada vez más interesante.
Olyvar tomó el pellejo de vino y lo probó, realmente sabía mal, estuvo tentado de escupirlo, pero se resistió, no sabía como podía sentarle a la mujer, o al soldado. En mi yegua tengo un pequeño pellejo de vino dorniense, un tinto con mucho cuerpo, tal vez si te apetece… podríamos tomarlo en vuestra tienda, nos podríamos enseñar donde nos está causando molestias ese rebelde, puede que nos ayude a solucionar el problema. Además tal vez podríamos discutir temas comerciales, tenemos buen vino dorniense en nuestro campamento y tal vez podríamos negociar, podríamos hacerlo aquí u otro día, pero creo que podría ser más placentero si lo hacemos tranquilamente, sin que nadie nos moleste y con una buena copa de vino…
Olyvar le ofrecio su brazo, si accedía iría por el vino, un pequeño presente para los venados, y lo tomaría con la mujer, una vez dentro pensaba enlazar su brazo al talle de la mujer, para bajar posterior mente su mano hacía el magnífico trasero de Claudia, que se mostraba perfectamente con la ropa que llevaba y si no la rechazaba besar esos labios carnosos. El había insinuado, ahora habría que ver como reaccionaba ella.
Olyvar Martell- Nobleza
Re: (Campamento Baratheon)El Sol y el Rayo (Claudia Dondarrion)
El gesto afable de Claudia se transformó en una impertérrita máscara cuando el Martell se atrevió a posar su mano en su trasero, quizá pensando que la estaba halagando, o al menos eso quería creer la joven Dondarrion pues prefería no contemplar la posibilidad de que fuese una de esas demostraciones que algunos machos gustaba de hacer frente a otros congéneres. El soldado que estaba junto a ellos y quien había prestado forzosamente su odre de vino contempló aquella escena con las gruesas cejas enarcadas y un bobalicón gesto en el rostro que derivó poco a poco en una envidiosa lascivia, provocando así una muda ira en Claudia. Ésta, sin embargo, haciendo gala de una inusitada paciencia y serenidad, continuó escuchando las palabras de Olyvar, que se mostraba partidario de mujeres experimentadas al estar muy seguro de sí mismo a la hora de saber complacerlas. Claudia imaginó que el hecho de haberse criado en un reino tan liberal con las mujeres como Dorne le había facilitado mucho las cosas, ya que habría flirteado y retozado con chicas de su misma condición, mucho menos reacias a los juegos de alcoba que la mayoría de damas de Poniente. Sin embargo, las posteriores sugerencias de Olyvar le interesaron mucho más, así que decidió atenuar su enfado por el atrevimiento del Martell, aunque ello no quería decir que fuese a olvidarlo y a quedar impune. Su oportunidad llegó muy pronto.
Observó el brazo que Olyvar le tendía caballerosamente para encaminarse ambos hacia su tienda y poder negociar a solas y acompañados de un buen vino. Las frases del dorniense estaban llenas de condiciones y posibles pero Claudia ya había decidido que accedería a todas sus proposiciones, al menos durante el tiempo libre que le permitiera todo el asunto del Rey Buitre en ese campamento. Posando de nuevo el pie en el suelo, tomó el antebrazo de Olyvar con suavidad y languidez hasta que sus dedos se aferraron con fuerza a la muñeca del Martell. Con la mano que le quedaba libre, extrajo de su cinto una pequeña pero afilada daga que escondía para posibles casos de emergencia y golpeó con su mango de acero los nudillos de la mano de Olyvar que agarraba. Procuró mantener aquella imagen entre su cuerpo y el del Martell, pues no deseaba humillarle ante un campamento repleto de soldados sino tan sólo castigar su osadía. Cuando levantó sus ojos verdes de los ahora enrojecidos nudillos del Martell y los posó sobre los del joven, se aproximó a él para decir en un amenazante susurro: - Que sea la última vez que me palpáis como a una vaca en el mercado delante de mis hombres – y tras un breve silencio, acabó de enlazar su brazo en el de Olyvar y sacudió su melena negra mientras recuperaba su tono normal de voz y decía: - Vayamos a mi tienda, mi señor, tengo algunos mapas que mostraros respecto a la situación de mis tropas y los puntos que han sido atacados por el Rey Buitre.
Caminaron entre las voces, risas, bostezos y quejas de los soldados Dondarrion y Baratheon que allí se mezclaban como si fuesen buenos amigos, olvidando que tan sólo hacía dos años habían querido matarse los unos a los otros por orden de sus señores. Claudia pensó que aquella era la moral y la lealtad de los hombres que combatían a sus órdenes: era obvio que no sentían el rayo púrpura como su propia guardia personal ni mucho menos como ella misma. Los soldados continuaban mirándoles con curiosidad y algunos incluso con malicia, pero Claudia decidió ignorarlos en pro de los negocios que Olyvar le había prometido. Pronto llegaron a la puerta de la tienda de la joven, que apenas se distinguía de las demás sino porque era ligeramente más grande y el blasón Dondarrion decoraba su entrada principal. – Es aquí, mi señor – dijo ella apartando con el dorso de la mano la tela que cubría la entrada, apenas dejando ver un austero interior en el que sin embargo destacan toques femeninos como exóticas lámparas de vidrio coloreado y algunas cintas de colores colgando del techo - ¿Iréis a por vuestro vino mientras yo preparo unas copas? – preguntó con tono sugerente, separándose de su cuerpo dando un par de pasos hacia atrás y sumergiéndose poco a poco en la oscuridad de su tienda. Cuando Olyvar se encaminó en busca de su yegua, Claudia se apresuró a encender un par de lámparas que dieron un aire tan irreal a aquel pequeño lugar que sin embargo, pareció adquirir cierto carácter confortable. Sobre una enorme mesa de madera descansaban tres o cuatro pulcros mapas de la zona en los que la joven había realizado algunas anotaciones, las cuales ocultó en un arcón, y un montón de cojines confeccionados en varias telas y colores ocupaban prácticamente la mitad del suelo. Cuando el Martell entró en la tienda, Claudia lo esperaba con dos copas de bronce, envuelta en los colores dorados y rojizos que emitían las velas tras los cristales tintados de las lámparas. - ¿Sabéis que el rayo púrpura representado en mi blasón mató a dos dornienses? – preguntó a modo de bienvenida.
Observó el brazo que Olyvar le tendía caballerosamente para encaminarse ambos hacia su tienda y poder negociar a solas y acompañados de un buen vino. Las frases del dorniense estaban llenas de condiciones y posibles pero Claudia ya había decidido que accedería a todas sus proposiciones, al menos durante el tiempo libre que le permitiera todo el asunto del Rey Buitre en ese campamento. Posando de nuevo el pie en el suelo, tomó el antebrazo de Olyvar con suavidad y languidez hasta que sus dedos se aferraron con fuerza a la muñeca del Martell. Con la mano que le quedaba libre, extrajo de su cinto una pequeña pero afilada daga que escondía para posibles casos de emergencia y golpeó con su mango de acero los nudillos de la mano de Olyvar que agarraba. Procuró mantener aquella imagen entre su cuerpo y el del Martell, pues no deseaba humillarle ante un campamento repleto de soldados sino tan sólo castigar su osadía. Cuando levantó sus ojos verdes de los ahora enrojecidos nudillos del Martell y los posó sobre los del joven, se aproximó a él para decir en un amenazante susurro: - Que sea la última vez que me palpáis como a una vaca en el mercado delante de mis hombres – y tras un breve silencio, acabó de enlazar su brazo en el de Olyvar y sacudió su melena negra mientras recuperaba su tono normal de voz y decía: - Vayamos a mi tienda, mi señor, tengo algunos mapas que mostraros respecto a la situación de mis tropas y los puntos que han sido atacados por el Rey Buitre.
Caminaron entre las voces, risas, bostezos y quejas de los soldados Dondarrion y Baratheon que allí se mezclaban como si fuesen buenos amigos, olvidando que tan sólo hacía dos años habían querido matarse los unos a los otros por orden de sus señores. Claudia pensó que aquella era la moral y la lealtad de los hombres que combatían a sus órdenes: era obvio que no sentían el rayo púrpura como su propia guardia personal ni mucho menos como ella misma. Los soldados continuaban mirándoles con curiosidad y algunos incluso con malicia, pero Claudia decidió ignorarlos en pro de los negocios que Olyvar le había prometido. Pronto llegaron a la puerta de la tienda de la joven, que apenas se distinguía de las demás sino porque era ligeramente más grande y el blasón Dondarrion decoraba su entrada principal. – Es aquí, mi señor – dijo ella apartando con el dorso de la mano la tela que cubría la entrada, apenas dejando ver un austero interior en el que sin embargo destacan toques femeninos como exóticas lámparas de vidrio coloreado y algunas cintas de colores colgando del techo - ¿Iréis a por vuestro vino mientras yo preparo unas copas? – preguntó con tono sugerente, separándose de su cuerpo dando un par de pasos hacia atrás y sumergiéndose poco a poco en la oscuridad de su tienda. Cuando Olyvar se encaminó en busca de su yegua, Claudia se apresuró a encender un par de lámparas que dieron un aire tan irreal a aquel pequeño lugar que sin embargo, pareció adquirir cierto carácter confortable. Sobre una enorme mesa de madera descansaban tres o cuatro pulcros mapas de la zona en los que la joven había realizado algunas anotaciones, las cuales ocultó en un arcón, y un montón de cojines confeccionados en varias telas y colores ocupaban prácticamente la mitad del suelo. Cuando el Martell entró en la tienda, Claudia lo esperaba con dos copas de bronce, envuelta en los colores dorados y rojizos que emitían las velas tras los cristales tintados de las lámparas. - ¿Sabéis que el rayo púrpura representado en mi blasón mató a dos dornienses? – preguntó a modo de bienvenida.
Claudia Dondarrion- Casa vasalla
Re: (Campamento Baratheon)El Sol y el Rayo (Claudia Dondarrion)
Olyvar pudo apreciar como se le cambiaba la cara cuando procedió a palparle el culo, aunque la falta de una reacción posterior le hizo medio olvidarse, puede que fuesen imaginaciones suyas.
Parecía que se dirigirían a su tienda cuando ella le cogió por las muñecas y le golpeó con el canto de una daga en los nudillos. Las frases susurradas estaban claras. Bueno aquello era mejor que otro tipo de reacción que le hubiera puesto en un compromiso mayor Por favor aceptad mis más sinceras disculpas, no era mi intención causaron molestia, reconozco mi error Por un momento pensó que allí acabaría todo, pero no, ella le volvió a contestar en un tono normal. Puede que no todo estuviera perdido.
Era agradable pasear junto a ella por el campamento hasta su tienda, cuando la abrió apenas tuvo tiempo de echarle un vistazo cuando le recordó lo del vino En un momento vuelvo con él. Espero que os guste Se dirigió hacia Nymeria y descolgó el pellejo de vino, en un principio iba a ser un regalo, pero lo acabarían bebiendo los dos.
Desde luego que ese no era el mejor de los recibimientos, pero le hizo gracia, por lo que su única respuesta en el inicio fue una carcajada Y yo que pensaba que era porque estaba en las tierras de la Tormenta, aunque no me extraña, y tendré que creeros si me lo decís de esa manera. He traído el vino, un buen tinto, no diré que es de mi bodega personal pues sería mentira, pero de todos modos es excelente, aunque yo lo tome con cuatro partes de agua. Si os gusta os regalaré una barrica para vos y otra para que la distribuyáis entre vuestros soldados, seguro que de esa manera vuestra popularidad será mayor, y vuestros soldados podrán presumir ante los de otros nobles. Y tal vez incluso podamos llegar a hacer negocios. ¿Qué podría ofrecerme Refugio Negro a cambio del vino y otras cosas dornienses?. Pero tal vez podamos dejar eso para luego vayamos primero con lo importante. Qué podéis enseñarme, que yo so complaceré de igual manera Se acercó a ella para ver el mapa, pensaba decirle de primeras algunas de las aldeas atacadas, después le diría donde habían sido emboscadas algunas de las caravanas Por cierto, si os place, tal vez podríamos encontrar tiempo algún otro día para practicar con las espadas, aunque lo más probable es que me derroteis Olyvar esbozó una sonrisa ante la mujer.
Parecía que se dirigirían a su tienda cuando ella le cogió por las muñecas y le golpeó con el canto de una daga en los nudillos. Las frases susurradas estaban claras. Bueno aquello era mejor que otro tipo de reacción que le hubiera puesto en un compromiso mayor Por favor aceptad mis más sinceras disculpas, no era mi intención causaron molestia, reconozco mi error Por un momento pensó que allí acabaría todo, pero no, ella le volvió a contestar en un tono normal. Puede que no todo estuviera perdido.
Era agradable pasear junto a ella por el campamento hasta su tienda, cuando la abrió apenas tuvo tiempo de echarle un vistazo cuando le recordó lo del vino En un momento vuelvo con él. Espero que os guste Se dirigió hacia Nymeria y descolgó el pellejo de vino, en un principio iba a ser un regalo, pero lo acabarían bebiendo los dos.
Desde luego que ese no era el mejor de los recibimientos, pero le hizo gracia, por lo que su única respuesta en el inicio fue una carcajada Y yo que pensaba que era porque estaba en las tierras de la Tormenta, aunque no me extraña, y tendré que creeros si me lo decís de esa manera. He traído el vino, un buen tinto, no diré que es de mi bodega personal pues sería mentira, pero de todos modos es excelente, aunque yo lo tome con cuatro partes de agua. Si os gusta os regalaré una barrica para vos y otra para que la distribuyáis entre vuestros soldados, seguro que de esa manera vuestra popularidad será mayor, y vuestros soldados podrán presumir ante los de otros nobles. Y tal vez incluso podamos llegar a hacer negocios. ¿Qué podría ofrecerme Refugio Negro a cambio del vino y otras cosas dornienses?. Pero tal vez podamos dejar eso para luego vayamos primero con lo importante. Qué podéis enseñarme, que yo so complaceré de igual manera Se acercó a ella para ver el mapa, pensaba decirle de primeras algunas de las aldeas atacadas, después le diría donde habían sido emboscadas algunas de las caravanas Por cierto, si os place, tal vez podríamos encontrar tiempo algún otro día para practicar con las espadas, aunque lo más probable es que me derroteis Olyvar esbozó una sonrisa ante la mujer.
Olyvar Martell- Nobleza
Re: (Campamento Baratheon)El Sol y el Rayo (Claudia Dondarrion)
La dama Dondarrion esbozó una suave sonrisa ante las pulcras carcajadas con las que Olyvar recibió su comentario acerca del blasón portaba en el pecho. Aún sosteniendo entre sus dedos las dos copas de bronce –que parecían hechas en oro viejo por el efecto de las extrañas luces que se movían dentro de aquella tienda- ladeó la cabeza en un gesto de curiosidad pero que también ocultaba cierta astucia, reflejaba en aquellos iris verdes que se habían oscurecido bajo las gruesas telas que cubrían sus cabezas. – No es por Tierra de las Tormentas – negó avanzando hacia él y dejando las copas de bronce en la austera mesa de madera que reinaba en aquel pequeño espacio – Dos dornienses atacaron al primer Dondarrion y un rayo los fulminó. De ahí el origen de nuestro blasón – explicó con el solemne gesto que exigía aquella breve historia que su padre le había contado mil veces de niña, cuando se sentaba en sus rodillas para acariciar su entonces barba castaña mientras le escuchaba hablar de cualquiera cosa que el Lord quisiera compartir con su única hija; una vez presentado aquel toque de orgullo, escuchó al Martell, mostrándose sorprendida ante algunas de sus palabras - ¿Cuatro partes de agua? –repitió enarcando las finas cejas en un genuino gesto de estupor – Demasiada agua le ponéis al vino, mi señor, no puede apreciarse el cuerpo ni su sabor si lo diluís tanto, ¿no creéis?-. Alargó una de sus manos hasta hacerse con el pellejo de vino que portaba Olyvar, rozando con sus dedos la ruda piel del Martell por unos segundos, y llenó ambas copas a gusto de quienes iban a consumir el vino. - ¿Una barrica para mis soldados? – Claudia rió con ligereza, volviendo de nuevo su verde mirada a los ojos castaños de Olyvar – Parece que no supiérais lo que son capaces de beber los hombres antes y después de una batalla. Necesitaría al menos diez barriles para satisfacer sus ganas de celebración. Porque eso será lo que harán en no demasiado tiempo, celebrar - aseguró la joven con firmeza, con una expresión en su rostro tan convincente que apenas habría variado si hubiera asegurado con la misma vehemencia que ella era la Doncella hecha carne.
Un brillo apareció por unos segundos en la mirada de Claudia cuando Olyvar mencionó la posibilidad de negocios entre ambas familias, y por su mente pasaron como ideas fugaces las posibilidades de aquella alianza y los beneficios que Refugio Negro podrían obtener de ella. Sin embargo, decidió no mostrarse demasiado entusiasmada para no parecer excesivamente necesitada –aunque así era como estaban las tierras y gentes de Refugio Negro y sus alrededores- y le dedicó una mirada desapasionada, casi indiferente. – Claro que podemos hablar de negocios, mi señor. Refugio Negro tiene muchas cosas que ofrecer, entre ellas la fuerte madera de nuestros bosques pero sí… vayamos a lo importante – finalizó su respuesta repitiendo las palabras del Martell, mirándole de soslayo mientras probaba al fin el vino con el que la había obsequiado. Cuando el caballero se acercó algunos pasos a ella, Claudia pudo percibir su olor a sol, como si llevase el desierto y el calor de Dorne imprimido en la piel y lo llevara consigo allá donde fuera. La Dondarrion se preguntó si ella también portaría a la lluvia y al viento consigo, aunque no fuera consciente de ello. – Un vino exquisito, tal como habéis prometido – afirmó ella, levantando su copa unos centímetros como si estuviese brindando y dando otro largo trago; apenas había rebajado su vino con una parte de agua y se recordó a sí misma la inconveniencia de beber demasiado rápido ante un miembro de la familia Martell.
Posó la copa de bronce sobre la mesa de madera; en ese instante una ráfaga de viento meció las telas que conformaban aquella tienda y también las llamas de las coloridas lámparas, sumergiendo por un momento a los dos jóvenes en una suave espiral de color fuego que pareció engullirlos en llamas. Claudia posó las yemas de los dedos en el extremo de uno de los mapas y señaló con una pequeña pieza de madera en la que había tallado un rayo el lugar en el que se encontraban ambos, el campamento Baratheon. Fue en ese instante en el que Olyvar le propuso un entrenamiento con espadas y el brillo del desafío sesgó la mirada de Claudia cuando ésta dirigió sus ojos al joven dornienses. Siempre había sido competitiva y algo pendenciera, y los años no habían corregido aquellos rasgos en su carácter, especialmente con la mejora en sus habilidades con la espada. – Siempre estoy dispuesta a usar mi espada… Parece una frase más propia de un hombre, ¿verdad? – rió su propia ocurrencia, sus palabras con doble sentido, mientras sonreía con cierta sorna al Martell, en aquella mezcla de travesura y coquetería que solía surgir en ella de forma natural sin que apenas se percatara de ello. – Ahora decidme, ¿cuáles han sido exactamente los puntos atacados? – inquirió de forma aparentemente despreocupada, volviendo sus ojos hacia el mapa mientras señalaba con piezas de madera circulares los lugares cercanos a Refugio Negro en los que se habían detectado ataques. Su mano se movía con tal rapidez y precisión que pudiera pensarse que elegía lugares aleatoriamente, pero lo cierto era que la dama tenía tan memorizados aquellos mapas que no necesitaba siquiera buscar las aldeas, fortalezas y accidentes geográficos que en ellos se mostraban.
Un brillo apareció por unos segundos en la mirada de Claudia cuando Olyvar mencionó la posibilidad de negocios entre ambas familias, y por su mente pasaron como ideas fugaces las posibilidades de aquella alianza y los beneficios que Refugio Negro podrían obtener de ella. Sin embargo, decidió no mostrarse demasiado entusiasmada para no parecer excesivamente necesitada –aunque así era como estaban las tierras y gentes de Refugio Negro y sus alrededores- y le dedicó una mirada desapasionada, casi indiferente. – Claro que podemos hablar de negocios, mi señor. Refugio Negro tiene muchas cosas que ofrecer, entre ellas la fuerte madera de nuestros bosques pero sí… vayamos a lo importante – finalizó su respuesta repitiendo las palabras del Martell, mirándole de soslayo mientras probaba al fin el vino con el que la había obsequiado. Cuando el caballero se acercó algunos pasos a ella, Claudia pudo percibir su olor a sol, como si llevase el desierto y el calor de Dorne imprimido en la piel y lo llevara consigo allá donde fuera. La Dondarrion se preguntó si ella también portaría a la lluvia y al viento consigo, aunque no fuera consciente de ello. – Un vino exquisito, tal como habéis prometido – afirmó ella, levantando su copa unos centímetros como si estuviese brindando y dando otro largo trago; apenas había rebajado su vino con una parte de agua y se recordó a sí misma la inconveniencia de beber demasiado rápido ante un miembro de la familia Martell.
Posó la copa de bronce sobre la mesa de madera; en ese instante una ráfaga de viento meció las telas que conformaban aquella tienda y también las llamas de las coloridas lámparas, sumergiendo por un momento a los dos jóvenes en una suave espiral de color fuego que pareció engullirlos en llamas. Claudia posó las yemas de los dedos en el extremo de uno de los mapas y señaló con una pequeña pieza de madera en la que había tallado un rayo el lugar en el que se encontraban ambos, el campamento Baratheon. Fue en ese instante en el que Olyvar le propuso un entrenamiento con espadas y el brillo del desafío sesgó la mirada de Claudia cuando ésta dirigió sus ojos al joven dornienses. Siempre había sido competitiva y algo pendenciera, y los años no habían corregido aquellos rasgos en su carácter, especialmente con la mejora en sus habilidades con la espada. – Siempre estoy dispuesta a usar mi espada… Parece una frase más propia de un hombre, ¿verdad? – rió su propia ocurrencia, sus palabras con doble sentido, mientras sonreía con cierta sorna al Martell, en aquella mezcla de travesura y coquetería que solía surgir en ella de forma natural sin que apenas se percatara de ello. – Ahora decidme, ¿cuáles han sido exactamente los puntos atacados? – inquirió de forma aparentemente despreocupada, volviendo sus ojos hacia el mapa mientras señalaba con piezas de madera circulares los lugares cercanos a Refugio Negro en los que se habían detectado ataques. Su mano se movía con tal rapidez y precisión que pudiera pensarse que elegía lugares aleatoriamente, pero lo cierto era que la dama tenía tan memorizados aquellos mapas que no necesitaba siquiera buscar las aldeas, fortalezas y accidentes geográficos que en ellos se mostraban.
Claudia Dondarrion- Casa vasalla
Re: (Campamento Baratheon)El Sol y el Rayo (Claudia Dondarrion)
Iba a permanecer allí un tiempo, por lo que decidió ponerse un poco más cómodo, se quitó el casco, el escudo y dejó la lanza, las espadas y la camisa de monedas de bronce que le servían de coraza. Si vamos a estar un tiempo mejor estar cómodos, además es una muestra de confianza Además se encontraba muy cómodo con la fina camisa de algodón, amplia y holgada que portaba en esos momentos.
Olyvar continuó sonriendo Muchas casas contarán cosas fantásticas sobre sus orígenes, aunque esta tiene pinta de ser verdad. Es al menos verosímil, brindo por el rayo de los Dondarrion, salud Alzó su copa y le dio un buen sorbo. Bueno, las dos barricas son un regalo, podéis hacer con ella lo que prefiráis, os lo podéis que dar con ella, bebérosla, o si os preferís os podríais bañar en ella, aunque ese sería un espectáculo digno de verse y una buena ocasión para beber vino puro Dos barricas está bien.
La madera podía ser un buen negocio, no es algo que sobrase precisamente en Dorne Podría ser interesante, y además de vino podríamos añadir algodón, como el que está hecha esta camisa, es una prenda realmente cómoda y bien tejida…si lo queréis comprobar, aunque puede que eso sea mejor dejarlo para después…
Olyvar vio como la copa de Claudia estaba vacía por lo que procedió a llenársela, casi exclusivamente de vino. No veo por qué habría de serlo, en Dorne tendríais tanto derecho a usar vuestra espada tanto como quisierais y para mí sería un autentico placer que nuestras espadas lucharan, siempre podréis contar conmigo para eso. Es lo normal entre dos personas adultas que saben usar sus espadas correctamente, ¿no?, hasta podríamos tener un escarceo después de esto. Había captado el doble matiz y había subido la apuesta. Mientras tanto señaló con habilidad los puntos de los ataques.
Olyvar continuó sonriendo Muchas casas contarán cosas fantásticas sobre sus orígenes, aunque esta tiene pinta de ser verdad. Es al menos verosímil, brindo por el rayo de los Dondarrion, salud Alzó su copa y le dio un buen sorbo. Bueno, las dos barricas son un regalo, podéis hacer con ella lo que prefiráis, os lo podéis que dar con ella, bebérosla, o si os preferís os podríais bañar en ella, aunque ese sería un espectáculo digno de verse y una buena ocasión para beber vino puro Dos barricas está bien.
La madera podía ser un buen negocio, no es algo que sobrase precisamente en Dorne Podría ser interesante, y además de vino podríamos añadir algodón, como el que está hecha esta camisa, es una prenda realmente cómoda y bien tejida…si lo queréis comprobar, aunque puede que eso sea mejor dejarlo para después…
Olyvar vio como la copa de Claudia estaba vacía por lo que procedió a llenársela, casi exclusivamente de vino. No veo por qué habría de serlo, en Dorne tendríais tanto derecho a usar vuestra espada tanto como quisierais y para mí sería un autentico placer que nuestras espadas lucharan, siempre podréis contar conmigo para eso. Es lo normal entre dos personas adultas que saben usar sus espadas correctamente, ¿no?, hasta podríamos tener un escarceo después de esto. Había captado el doble matiz y había subido la apuesta. Mientras tanto señaló con habilidad los puntos de los ataques.
Olyvar Martell- Nobleza
Re: (Campamento Baratheon)El Sol y el Rayo (Claudia Dondarrion)
Claudia observó al Martell mientras poco a poco éste iba despojándose de la marcialidad de su atuendo, quedando ante ella tan sólo con una holgada camisa de algodón y los pantalones de cuero que se solían usar en los ámbitos castrenses y que eran muy similares a los que ella misma portaba. La armadura del dorniense, descansando sobre una de las mesas auxiliares que había en la tienda de la Dondarrion, se mostraba ante los ojos de la dama como el símbolo de lo fácil que resultaba a veces desarmar a un hombre, aunque no podía culparle por sentirse en confianza ante ella quien, sin embargo, decidió no desprenderse de la espada que colgaba de sus caderas por el momento. Volvió sus ojos a Olyvar cuando éste insinuó la posibilidad de contemplarla mientras se daba un baño en vino dorniense, y avanzando un paso hacia él, clavando sus pupilas en los del dorniense, dijo casi en un susurro, curvando sus labios en una sonrisa traviesa: - He leído que muchas mujeres más allá del Mar Angosto se bañan con los mejores vinos de Essos para mantener su piel impoluta y los cabellos brillantes... - permaneció unos instantes en aquella cercanía con el Martell, percibiendo una vez más su olor a sol y a arena, y después retrocedió un paso mientras añadía abiertamente -: Yo en cambio no tengo tiempo para tratamientos de belleza utilizados por mujeres ociosas que ocupan sus días en contemplarse en el espejo -. Una sonrisa arrogante rubricó aquellas palabras mientras sacudía la cabeza para hacer que su melena espesa y negra volviese a caer por su espalda y no por delante de sus hombros.
Olyvar no parecía dejar escapar la ocasión de conseguir madera para Dorne y así lo mostró explicando a la Dondarrion la posibilidad de intercambios comerciales que pudiese favorecer a ambos. Aunque el dorniense aludió a la buena calidad del algodón de su tierra, poniendo la camisa que llevaba como ejemplo del mismo, Claudia tenía otros intereses en mente, pese a lo cual alargó la mano hasta tomar entre sus dedos un pedazo de aquella tela, introduciendo parte de su mano en la manga de la prenda. - Desde luego es un algodón digno de un Martell - elevó sus ojos verdes hacia los de Olyvar, mostrando en ellos un brillo codicioso pero también algo dócil - pero mi gente tiene hambre, y no creo que les agradase masticar camisas y blusones - a pesar de que su comentario incluía cierto sarcasmo, no expresaba lo mismo su sonrisa resignada - ¿Quizá Dorne podría apiadarse de los habitantes de Refugio Negro y sus gentes y enviarnos grano a cambio de nuestra fuerte madera? -. Los dedos que aún palpaban la manga de la camisa se posaron entonces sobre la piel del dorniense, cerrándose en torno a su muñeca con tal suavidad que el roce era casi imperceptible. - Una carreta de madera por cada dos carretas de grano me parece un trato justo, mi señor -. La voz de Claudia era tan acariciadora como las yemas de sus dedos posadas sobre la piel de Olyvar, describiendo pequeños y distraídos círculos en parte interior de su muñeca.
El sonido del vino llenando de nuevo la copa de la dama distrajo a ésta unos instantes, que bajó sus ojos hacia el apetecible líquido carmesí. En la intimidad de aquella tienda, rodeados por los colores de las lámparas de cristal y aislados de las groserías y voces de los soldados que se relajaban en el exterior, parecían no estar en guerra ni tampoco conversando sobre las estrategias del Rey Buitre, como así atestiguaron las palabras del Martell, cargadas del mismo doble sentido que Claudia había usado en las suyas. Sin embargo, decidió atender primero a los puntos que el dorniense señaló sobre el mapa, mostrando el mismo conocimiento acerca de la geografía de la zona que ella. - Quizá deberíamos destinar parte de la guardia de las vados a esas zonas... Hay aldeas que parecen estar desprotegidas, o cuanto menos no tenemos hombres a la distancia suficiente como para que intervengan en caso de un ataque rápido e inesperado, la especialidad del Rey Buitre... -. Una vez expuesta su opinión acerca de los movimientos tácticos, su mirada perdió el frío militarismo que adquiría cuando hablaba de asuntos estratégicos para volver a brillar ante las sugerencias del Martell. - Si hay algo que me guste más que las espadas es encontrar hombres dispuestos a usarlas conmigo... Aunque os parezca mentira, son pocos los valientes -. Claudia volvió a acortar distancias entre ambos, siempre sin perder el contacto visual al tiempo que bebía de su segunda copa de vino, apenas rebajado con agua. - ¿Os atreveríais a hacerlo ahora mismo? - la mano libre de Claudia, que ya había abandonado las anteriores caricias en la muñeca del Martell, se dirigió a la empuñadura de su espada al tiempo que daba un paso hacia adelante, quedando así su antebrazo entre las caderas de ambos como única barrera y el dorso de su mano unido a la latente entrepierna del dorniense - ¿O firmamos primero ese acuerdo entre Dorne y Refugio Negro?
Olyvar no parecía dejar escapar la ocasión de conseguir madera para Dorne y así lo mostró explicando a la Dondarrion la posibilidad de intercambios comerciales que pudiese favorecer a ambos. Aunque el dorniense aludió a la buena calidad del algodón de su tierra, poniendo la camisa que llevaba como ejemplo del mismo, Claudia tenía otros intereses en mente, pese a lo cual alargó la mano hasta tomar entre sus dedos un pedazo de aquella tela, introduciendo parte de su mano en la manga de la prenda. - Desde luego es un algodón digno de un Martell - elevó sus ojos verdes hacia los de Olyvar, mostrando en ellos un brillo codicioso pero también algo dócil - pero mi gente tiene hambre, y no creo que les agradase masticar camisas y blusones - a pesar de que su comentario incluía cierto sarcasmo, no expresaba lo mismo su sonrisa resignada - ¿Quizá Dorne podría apiadarse de los habitantes de Refugio Negro y sus gentes y enviarnos grano a cambio de nuestra fuerte madera? -. Los dedos que aún palpaban la manga de la camisa se posaron entonces sobre la piel del dorniense, cerrándose en torno a su muñeca con tal suavidad que el roce era casi imperceptible. - Una carreta de madera por cada dos carretas de grano me parece un trato justo, mi señor -. La voz de Claudia era tan acariciadora como las yemas de sus dedos posadas sobre la piel de Olyvar, describiendo pequeños y distraídos círculos en parte interior de su muñeca.
El sonido del vino llenando de nuevo la copa de la dama distrajo a ésta unos instantes, que bajó sus ojos hacia el apetecible líquido carmesí. En la intimidad de aquella tienda, rodeados por los colores de las lámparas de cristal y aislados de las groserías y voces de los soldados que se relajaban en el exterior, parecían no estar en guerra ni tampoco conversando sobre las estrategias del Rey Buitre, como así atestiguaron las palabras del Martell, cargadas del mismo doble sentido que Claudia había usado en las suyas. Sin embargo, decidió atender primero a los puntos que el dorniense señaló sobre el mapa, mostrando el mismo conocimiento acerca de la geografía de la zona que ella. - Quizá deberíamos destinar parte de la guardia de las vados a esas zonas... Hay aldeas que parecen estar desprotegidas, o cuanto menos no tenemos hombres a la distancia suficiente como para que intervengan en caso de un ataque rápido e inesperado, la especialidad del Rey Buitre... -. Una vez expuesta su opinión acerca de los movimientos tácticos, su mirada perdió el frío militarismo que adquiría cuando hablaba de asuntos estratégicos para volver a brillar ante las sugerencias del Martell. - Si hay algo que me guste más que las espadas es encontrar hombres dispuestos a usarlas conmigo... Aunque os parezca mentira, son pocos los valientes -. Claudia volvió a acortar distancias entre ambos, siempre sin perder el contacto visual al tiempo que bebía de su segunda copa de vino, apenas rebajado con agua. - ¿Os atreveríais a hacerlo ahora mismo? - la mano libre de Claudia, que ya había abandonado las anteriores caricias en la muñeca del Martell, se dirigió a la empuñadura de su espada al tiempo que daba un paso hacia adelante, quedando así su antebrazo entre las caderas de ambos como única barrera y el dorso de su mano unido a la latente entrepierna del dorniense - ¿O firmamos primero ese acuerdo entre Dorne y Refugio Negro?
Claudia Dondarrion- Casa vasalla
Re: (Campamento Baratheon)El Sol y el Rayo (Claudia Dondarrion)
Observó como lo miraba la mujer, pero a pasar de todo no se quitaba la espada, por ahora no se preocuparía.
En ese momento sintió las pupilas de las mujer clavadas en las suyas y como le susurraba las palabras al oído, decidió seguirle el juego Será porque no lo necesitas, además quién querría a esas aburridas, su conversación no podría ser más sosa y solo servirían para ser lucidas, como un adorno más.
Sintió como los dedos tocaban la camisa y rozaban su piel, era agradable. Aunque sus palabras le dejaron por un momento helado, tenía que aprovechar aquello. Si fuerais súbditos Martell, no tendríais ese problema, nosotros no permitimos que nuestros vasallos pasen hambre si tenemos grano disponible, nos apiadaremos por supuesto de nuestros aliados, nosotros somos así, os enviaremos inmediatamente algunas carretas con provisiones. Y sobre el trato que os parecería cinco de grano por tres de madera, aunque podemos seguir negociando.
Por un momento abandonaron esa discusión, estaba seguro de que pronto regresarían No veo inconveniente en eso, tal vez hasta podríamos ayudarnos, que formemos grupos y nos ocupemos de las aldeas en ambos lados de la frontera, de esa manera el pueblo estaría mejor protegido, y de paso seguir con las patrullas por si los pillamos en el acto
Vio de repente como sus ojos se transformaban, como adquirían cierta calidez tras la frialdad de los temas militares. YA Olyvar asintió Muchos hombres solo piensan en una rápida victoria que satisfaga sus egos, poco más que un entrenamiento personal, acabar en pocos segundos. Yo prefiero disfrutar de la lucha, de los intentos de dominar el uno sobre el otro, tratar de escoger la mejor posición, descubrir quien es el que mejor sabe usar su espada, que la pelea se prolongue durante minutos hasta acabar los dos sudando, exhaustos y felices por el ejercicio realizado
Pudo notar como se acercaba, como el dorso de la mano tocaba su entrepierna cada vez más abultada, se acercó a ella, sus labios y su lengua casi rozando su oído su mano sobre la cadera en la que no tenía la espada, el mismo lado en el que estaba susurrando Como quieras, aunque puede que durante el combate consigas convencerme de ser más…. Generoso con un aliado de la casa Martell Se alejó un poco de ella, sonriendo, para despojarse de la camisa. Creo que para el combate que vamos a realizar hay ciertas cosas que sobran….
En ese momento sintió las pupilas de las mujer clavadas en las suyas y como le susurraba las palabras al oído, decidió seguirle el juego Será porque no lo necesitas, además quién querría a esas aburridas, su conversación no podría ser más sosa y solo servirían para ser lucidas, como un adorno más.
Sintió como los dedos tocaban la camisa y rozaban su piel, era agradable. Aunque sus palabras le dejaron por un momento helado, tenía que aprovechar aquello. Si fuerais súbditos Martell, no tendríais ese problema, nosotros no permitimos que nuestros vasallos pasen hambre si tenemos grano disponible, nos apiadaremos por supuesto de nuestros aliados, nosotros somos así, os enviaremos inmediatamente algunas carretas con provisiones. Y sobre el trato que os parecería cinco de grano por tres de madera, aunque podemos seguir negociando.
Por un momento abandonaron esa discusión, estaba seguro de que pronto regresarían No veo inconveniente en eso, tal vez hasta podríamos ayudarnos, que formemos grupos y nos ocupemos de las aldeas en ambos lados de la frontera, de esa manera el pueblo estaría mejor protegido, y de paso seguir con las patrullas por si los pillamos en el acto
Vio de repente como sus ojos se transformaban, como adquirían cierta calidez tras la frialdad de los temas militares. YA Olyvar asintió Muchos hombres solo piensan en una rápida victoria que satisfaga sus egos, poco más que un entrenamiento personal, acabar en pocos segundos. Yo prefiero disfrutar de la lucha, de los intentos de dominar el uno sobre el otro, tratar de escoger la mejor posición, descubrir quien es el que mejor sabe usar su espada, que la pelea se prolongue durante minutos hasta acabar los dos sudando, exhaustos y felices por el ejercicio realizado
Pudo notar como se acercaba, como el dorso de la mano tocaba su entrepierna cada vez más abultada, se acercó a ella, sus labios y su lengua casi rozando su oído su mano sobre la cadera en la que no tenía la espada, el mismo lado en el que estaba susurrando Como quieras, aunque puede que durante el combate consigas convencerme de ser más…. Generoso con un aliado de la casa Martell Se alejó un poco de ella, sonriendo, para despojarse de la camisa. Creo que para el combate que vamos a realizar hay ciertas cosas que sobran….
Olyvar Martell- Nobleza
Re: (Campamento Baratheon)El Sol y el Rayo (Claudia Dondarrion)
Claudia permaneció inmóvil, casi conteniendo la respiración, cuando el Martell aprovechó la escasa distancia entre ambos para acercar sus labios a su oído y convertir aquella conversación en una sucesión de susurros. Mientras escuchaba sus palabras, con la mirada baja y una sonrisa complacida en el rostro, dejó la copa de vino sobre la mesa cercana, quedando así su mano libre aunque por el momento, en el aire. Casi de inmediato, sintió el peso de la mano de Olyvar sobre su cadera y ella la meció levemente, como el gato que se roza contra unas piernas mientras ronronea. - Me agrada negociar con alguien dispuesto a lidiar por un buen resultado - respondió ella susurrando igualmente, aunque girando el rostro hasta que su mejilla casi tocó la del Martell, tostada por el sol dorniense - y mucho más me agrada que consideréis a los Dondarrion como vuestros aliados... -. Una chispa de codicia brilló en sus ojos verdes cuando el Martell aludió a la posibilidad de mejorar las condiciones de aquel acuerdo, y sin perder aquella sonrisa que curvaba sus labios, le contempló mientras se despojaba de la camisa de algodón de la que instantes antes había estado presumiendo. Claudia no siguió la trayectoria de la prenda que seguramente se dejó caer con liviandad al suelo, pues estaba mucho más interesada en el Martell semidesnudo que tenía frente a ella, a solas en su tienda. ¿Cuántos habrían pagado por estar en su situación, aunque seguramente con intenciones poco libidinosas? Esta idea hacía que la joven se sintiese en una situación privilegiada y poderosa, lo que se reflejó en su rostro iluminado por las precarias lámparas de cristal de colores.
Claudia retiró la mano de la empuñadura de su espada y decidió al fin despojarse de su arma, dejándola con sumo cuidado sobre los mapas que ambos jóvenes habían estado contemplando antes, deslizando las tiras de cuero por sus caderas hasta que quedó tan sólo con los pantalones y la camisa de lino. No se desprendió sin embargo de la pequeña daga que escondía en su espalda, sujeta con la cintura del pantalón y oculta bajo la blusa. - No sé si os quitáis vuestra camisa de algodón por comodidad o por evitar que salga maltrecha en el combate. Yo lo haré por ambas cosas -. Y tras bajar la mirada a los botones de su camisa, alzó los ojos una vez más mostrando en ellos una astucia más digna de una anciana que de una joven que apenas había comenzado a salir del nido de su padre. Sus dedos ágiles y largos desabrocharon la prenda mientras ella avanzaba de nuevo hacia el Martell; cuando apenas les separaban unos centímetros, levantó la mirada hacia él y deslizó una de sus manos por el hombro desnudo del dorniense. - Cinco carretas de grano... y yo os enviaría tres cargamentos de la mejor madera de nuestros bosques... - dijo con un susurro que parecía reflexivo, haciendo que su mirada oscilase de los ojos del Martell a sus labios alternativamente.
La blusa de la Dondarrion se había abierto y sus pechos desnudos rozaban el torso del dorniense mientras ella continuaba hablando, sin perder la sensualidad que había adquirido su voz, perdiendo definitivamente el carácter castrense del encuentro. - ¿Y si añadís a vuestro envío una carreta de ese algodón del que tanto alardeáis? Os aseguro vehementemente que sólo lo usaría yo - un suave pestañeo y una sonrisa coqueta rubricaron sus palabras - Y puedo mejorar mi oferta también... - la mano de Claudia que no estaba posada sobre su hombro encontró refugio en el vientre del Martell para iniciar un camino de descenso que tenía como fin aquello que a duras penas ocultaba ya el pantalón; una vez capturada su presa, agregó -: … incluso podría daros un adelanto... -. La joven selló sus palabras con un beso en el mentón del joven, tan leve que apenas el dorniense lo sintió como un cosquilleo en su piel.
Claudia retiró la mano de la empuñadura de su espada y decidió al fin despojarse de su arma, dejándola con sumo cuidado sobre los mapas que ambos jóvenes habían estado contemplando antes, deslizando las tiras de cuero por sus caderas hasta que quedó tan sólo con los pantalones y la camisa de lino. No se desprendió sin embargo de la pequeña daga que escondía en su espalda, sujeta con la cintura del pantalón y oculta bajo la blusa. - No sé si os quitáis vuestra camisa de algodón por comodidad o por evitar que salga maltrecha en el combate. Yo lo haré por ambas cosas -. Y tras bajar la mirada a los botones de su camisa, alzó los ojos una vez más mostrando en ellos una astucia más digna de una anciana que de una joven que apenas había comenzado a salir del nido de su padre. Sus dedos ágiles y largos desabrocharon la prenda mientras ella avanzaba de nuevo hacia el Martell; cuando apenas les separaban unos centímetros, levantó la mirada hacia él y deslizó una de sus manos por el hombro desnudo del dorniense. - Cinco carretas de grano... y yo os enviaría tres cargamentos de la mejor madera de nuestros bosques... - dijo con un susurro que parecía reflexivo, haciendo que su mirada oscilase de los ojos del Martell a sus labios alternativamente.
La blusa de la Dondarrion se había abierto y sus pechos desnudos rozaban el torso del dorniense mientras ella continuaba hablando, sin perder la sensualidad que había adquirido su voz, perdiendo definitivamente el carácter castrense del encuentro. - ¿Y si añadís a vuestro envío una carreta de ese algodón del que tanto alardeáis? Os aseguro vehementemente que sólo lo usaría yo - un suave pestañeo y una sonrisa coqueta rubricaron sus palabras - Y puedo mejorar mi oferta también... - la mano de Claudia que no estaba posada sobre su hombro encontró refugio en el vientre del Martell para iniciar un camino de descenso que tenía como fin aquello que a duras penas ocultaba ya el pantalón; una vez capturada su presa, agregó -: … incluso podría daros un adelanto... -. La joven selló sus palabras con un beso en el mentón del joven, tan leve que apenas el dorniense lo sintió como un cosquilleo en su piel.
Claudia Dondarrion- Casa vasalla
Re: (Campamento Baratheon)El Sol y el Rayo (Claudia Dondarrion)
Olyvar vio como se desprendía de la espada y esbozó una sonrisa, finalmente había decidido pelear del modo más placentero, era al menos el que el prefería.
Por ambas razones, no me gusta que se vea dañada en las lizas, a veces pasa No pudo más que contemplar como se desabotonaba la camisa, lentamente hubiera querido ser él, pero la dejó hacer . Solo apartó su vista de sus pechos para fijarla en sus ojos y en sus labios. Su mano ardía en contacto con su hombro.
Bueno parecía que la oferta había sido aceptada, no le parecía el mejor de los acuerdos, pero desde luego que no era malo. Las siguientes palabras le dejaron desconcertado hasta que habló de mejorar la oferta y de un adelanto y Olyvar sonrió. Sus manos buscaron el trasero de la mujer, definitivamente era delicioso, como le había parecido antes. Creo que os prefiero vestida de cuero, sus labios se juntaron apenas por un instante tal como estás ahora, Claudia sus labios se volvieron a juntar, esta vez por más tiempo Aunque nada nos impide negociar Sus lenguas comenzaron el combate, empezaron las paradas, las fintas y los intentos de estocada entre la humedad de sus bocas, sus manos comenzaron buscar la curvatura de los senos de la mujer, bien formados, con los pezones del tamaño que a él le gustaban, o al menos que le gustaban en ese momento.
Su boca abandonó el combate, a veces una retirada es una victoria, más que cuando hay otros objetivos a la vista. Su boca buscaron, como un recién nacido, los pechos de la mujer, en un largo recorrido pasando por el cuello. Si el adelanto es bueno, puede que tenga que ofrecer yo algo más para compensar . Olyvar le terminó de quitar la camisa y tomó la copa bebió un pequeño trago y se lo ofreció a la mujer, para después verter un poco sobre la amplia curva de su torso Así sabe más sabroso Sus lenguas volvieron a encontrarse, mientras sus manos buscaban las generosas curvas de la mujer. Sintió las manos de la mujer en la entrepierna, nuevamente, donde la erección de su miembro pugnaba por ser liberada.
Volvió a besarla, y comenzó a bajar nuevamente, besó su mentón, la dulce piel de su cuello, sus pezones aún con el gusto tinto del vino, y comenzó a bajar por su plana barriga, besó la depresión de ombligo y se recordó que antes había alardeado de su habilidad con la lengua Te demostraré ahora que no te mentía Olyvar sonrió traviesamente, perversamente, antes de bajar y con la ayuda de sus manos y de su boca despojar del pantalón a la Dondarrion y una vez más su lengua entró feliz en una húmeda cavidad, quería hacerla gozar, la iba a hacer gozar, tenía experiencia, desde que una pastelera le había enseñado todos los secretos de ese arte hacía un par de años, era una experiencia que no demasiadas damas habían experimentado, no sabía si ese sería el caso.
Levantó la vista hacía el rostro de Claudia y sonrió en ese momento ya todas sus ropas estaban en el suelo. El combate no había hecho nada más que empezar y mientras le quedaran fuerzas, mientras fuera capaz de levantarse continuaría peleando, era un Martell. [color=yellow] Como toma de contacto no está nada mal[/color ]
Por ambas razones, no me gusta que se vea dañada en las lizas, a veces pasa No pudo más que contemplar como se desabotonaba la camisa, lentamente hubiera querido ser él, pero la dejó hacer . Solo apartó su vista de sus pechos para fijarla en sus ojos y en sus labios. Su mano ardía en contacto con su hombro.
Bueno parecía que la oferta había sido aceptada, no le parecía el mejor de los acuerdos, pero desde luego que no era malo. Las siguientes palabras le dejaron desconcertado hasta que habló de mejorar la oferta y de un adelanto y Olyvar sonrió. Sus manos buscaron el trasero de la mujer, definitivamente era delicioso, como le había parecido antes. Creo que os prefiero vestida de cuero, sus labios se juntaron apenas por un instante tal como estás ahora, Claudia sus labios se volvieron a juntar, esta vez por más tiempo Aunque nada nos impide negociar Sus lenguas comenzaron el combate, empezaron las paradas, las fintas y los intentos de estocada entre la humedad de sus bocas, sus manos comenzaron buscar la curvatura de los senos de la mujer, bien formados, con los pezones del tamaño que a él le gustaban, o al menos que le gustaban en ese momento.
Su boca abandonó el combate, a veces una retirada es una victoria, más que cuando hay otros objetivos a la vista. Su boca buscaron, como un recién nacido, los pechos de la mujer, en un largo recorrido pasando por el cuello. Si el adelanto es bueno, puede que tenga que ofrecer yo algo más para compensar . Olyvar le terminó de quitar la camisa y tomó la copa bebió un pequeño trago y se lo ofreció a la mujer, para después verter un poco sobre la amplia curva de su torso Así sabe más sabroso Sus lenguas volvieron a encontrarse, mientras sus manos buscaban las generosas curvas de la mujer. Sintió las manos de la mujer en la entrepierna, nuevamente, donde la erección de su miembro pugnaba por ser liberada.
Volvió a besarla, y comenzó a bajar nuevamente, besó su mentón, la dulce piel de su cuello, sus pezones aún con el gusto tinto del vino, y comenzó a bajar por su plana barriga, besó la depresión de ombligo y se recordó que antes había alardeado de su habilidad con la lengua Te demostraré ahora que no te mentía Olyvar sonrió traviesamente, perversamente, antes de bajar y con la ayuda de sus manos y de su boca despojar del pantalón a la Dondarrion y una vez más su lengua entró feliz en una húmeda cavidad, quería hacerla gozar, la iba a hacer gozar, tenía experiencia, desde que una pastelera le había enseñado todos los secretos de ese arte hacía un par de años, era una experiencia que no demasiadas damas habían experimentado, no sabía si ese sería el caso.
Levantó la vista hacía el rostro de Claudia y sonrió en ese momento ya todas sus ropas estaban en el suelo. El combate no había hecho nada más que empezar y mientras le quedaran fuerzas, mientras fuera capaz de levantarse continuaría peleando, era un Martell. [color=yellow] Como toma de contacto no está nada mal[/color ]
Olyvar Martell- Nobleza
Re: (Campamento Baratheon)El Sol y el Rayo (Claudia Dondarrion)
Una sonrisa se dibujó en los labios de Claudia cuando sintió que las manos de Olyvar se acomodaban en su trasero, por encima de los pantalones de cuero y haciéndole sentir la presión de sus dedos por encima del mismo. Permitió que la besara sin oponer resistencia, recibiendo el ímpetu del joven dorniense con cierta sorpresa y respondiendo a su pasión sin quedarse atrás. Lejos de un inicio suave y precavido, el Martell no dudó en lanzar un ataque directo hacia su boca, buscando su lengua dentro de la misma al tiempo que sus manos se desplazaban de su trasero para hacerse con sus senos, erectos y calientes entre sus dedos. Claudia echó la cabeza hacia atrás con cierta languidez, permitiendo que Olyvar se hiciese cargo de aquel apasionado beso hasta que decidió iniciar el descenso hacia sus pechos, erizándose su piel conforme aquellos labios cálidos la recorrían. La camisa de lino se deslizó finalmente por los brazos de la joven, ayudada por el dorniense, y pronto éste tuvo acceso total a los senos que parecían palpitar ante el suave roce de su lengua. Claudia le contempló con ojos lujuriosos cuando él se detuvo para dar un trago a su copa de vino, cuyos restos derramó sobre la suave piel de la dama, manchada así de carmesí, como si estuviese recién llegada de la batalla y la sangre la cubriera mientras buscaba a su macho para desfogarse. - Negociemos, mi señor... - respondió a sus palabras con un susurro - Estoy abierta a todas las posibilidades que podáis ofrecerme... - una risa leve, casi como un cascabaleo, llenó el espacio entre ambos con aire de travesura y picardía. Cuando el dorniense se irguió de nuevo para volver a tomar posesión de sus labios, la dama introdujo furtivamente una de sus manos en los pantalones del varón, aferrando con posesividad su miembro y esta vez acariciándolo intensamente, sintiéndolo crecer y palpitar entre sus dedos, llenas sus venas de sangre caliente.
El dorniense inició entonces un nuevo descenso por su cuerpo, pero sin detenerse esta vez en los suaves montículos que eran sus senos, dejando una estela de fina saliva que brillaba con la luz anaranjada de las lámparas y marcaba el sendero que seguía su boca en aquel mapa que era el cuerpo desnudo de Claudia. La joven sonreía mientras le ayudaba a desprenderla de los pantalones de cuero, y apoyó las redondeadas nalgas en el borde de la mesa sobre la que descansaban los ahora ignorados mapas. Separó los muslos, facilitando el acceso que Olyvar buscaba, y jadeó profundamente cuando la lengua del dorniense se introdujo en aquella grieta húmeda de la misma manera en que las serpientes se esconden entre las dunas de arena del desierto. Un ardor incontrolable pareció extenderse por su cuerpo como una llamarada procedente de su entrepierna, y tras gemir, la joven echó la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos unos instantes y entregándose al placer antes de volver a abrirlos y contemplar los dibujos del techo de su tienda. Los dedos de Olyvar se hundían en la carne de sus muslos mientras ella cerraba una de sus manos en sus cabellos castaños, usando la que le quedaba libre para palpar la superficie de la mesa hasta hallar un pergamino, tratando de recuperar cierta consciencia ante el placer que le proporcionaba la sinuosa lengua del Martell.
Cuando el joven levantó la mirada entre las piernas de la acalorada Dondarrion, sonriente y satisfecho con su labor al contemplar las arreboladas mejillas de Claudia, pudo ver también que ésta sostenía un pergamino en blanco sobre su vientre. - Mi señor, ¿firmamos ese acuerdo? - dijo ella entre jadeos, velados sus ojos por la lascivia mientras posaba su muslo derecho en el hombro del dorniense que se arrodillaba ante ella, acariciando con la suave piel de su pierna la mejilla de Olyvar - Estoy segura de que nunca habéis firmado un trato comercial sobre un escritorio más cálido y tentador - alardeó aludiendo a su propio vientre, aterciopelado y latente bajo el pergamino - Y después, podréis enfundar vuestra espada en la vaina que con tanta pericia habéis humedecido... - añadió bajando el tono de voz y meciendo las caderas llevada por el placer y el cálido aliento de Olyvar aún llegando a su carne. La temperatura en el interior de la tienda parecía haber aumentado a una velocidad vertiginosa, aunque Claudia tenía la teoría de que era su propio cuerpo el que ardía por el tacto de las manos y la boca de Olyvar en su piel. Realmente el calor del desierto estaba haciendo mella en el frío de las Tormentas, y de aquella conjunción tan sólo podía brotar el placer de los contrastes y la excitación de lo inesperado.
El dorniense inició entonces un nuevo descenso por su cuerpo, pero sin detenerse esta vez en los suaves montículos que eran sus senos, dejando una estela de fina saliva que brillaba con la luz anaranjada de las lámparas y marcaba el sendero que seguía su boca en aquel mapa que era el cuerpo desnudo de Claudia. La joven sonreía mientras le ayudaba a desprenderla de los pantalones de cuero, y apoyó las redondeadas nalgas en el borde de la mesa sobre la que descansaban los ahora ignorados mapas. Separó los muslos, facilitando el acceso que Olyvar buscaba, y jadeó profundamente cuando la lengua del dorniense se introdujo en aquella grieta húmeda de la misma manera en que las serpientes se esconden entre las dunas de arena del desierto. Un ardor incontrolable pareció extenderse por su cuerpo como una llamarada procedente de su entrepierna, y tras gemir, la joven echó la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos unos instantes y entregándose al placer antes de volver a abrirlos y contemplar los dibujos del techo de su tienda. Los dedos de Olyvar se hundían en la carne de sus muslos mientras ella cerraba una de sus manos en sus cabellos castaños, usando la que le quedaba libre para palpar la superficie de la mesa hasta hallar un pergamino, tratando de recuperar cierta consciencia ante el placer que le proporcionaba la sinuosa lengua del Martell.
Cuando el joven levantó la mirada entre las piernas de la acalorada Dondarrion, sonriente y satisfecho con su labor al contemplar las arreboladas mejillas de Claudia, pudo ver también que ésta sostenía un pergamino en blanco sobre su vientre. - Mi señor, ¿firmamos ese acuerdo? - dijo ella entre jadeos, velados sus ojos por la lascivia mientras posaba su muslo derecho en el hombro del dorniense que se arrodillaba ante ella, acariciando con la suave piel de su pierna la mejilla de Olyvar - Estoy segura de que nunca habéis firmado un trato comercial sobre un escritorio más cálido y tentador - alardeó aludiendo a su propio vientre, aterciopelado y latente bajo el pergamino - Y después, podréis enfundar vuestra espada en la vaina que con tanta pericia habéis humedecido... - añadió bajando el tono de voz y meciendo las caderas llevada por el placer y el cálido aliento de Olyvar aún llegando a su carne. La temperatura en el interior de la tienda parecía haber aumentado a una velocidad vertiginosa, aunque Claudia tenía la teoría de que era su propio cuerpo el que ardía por el tacto de las manos y la boca de Olyvar en su piel. Realmente el calor del desierto estaba haciendo mella en el frío de las Tormentas, y de aquella conjunción tan sólo podía brotar el placer de los contrastes y la excitación de lo inesperado.
Claudia Dondarrion- Casa vasalla
Re: (Campamento Baratheon)El Sol y el Rayo (Claudia Dondarrion)
Su voz sonaba sugerente, llena de promesas, dejando muchas puertas abierta a la imaginación. Sus dedos cálidos tomaron posesión de su miembro, incrementando su excitación, su sonrisa se vio quebrada por un pequeño jadeo cuando incrementó la presión.
La oyó gemir, estaba claro que le estaba proporcionando el placer que quería darle. Su intención era continuar, provocarle el primer orgasmo con su lengua. En ese momento sintió la mano de Claudia en su pelo, jugando con él, eso le gustaba, se permitió una sonrisa en una parada en su labor.
Alzó la mirada para comprobar su rostro, volver a ver sus ojos, su sonrisa y entonces vio el pergamino. Por un momento se extrañó, hasta que oyó sus palabras. Buena manera de negociar, tenía que admitirlo, era inteligente, quería firmar para luego dejarle enfundar su espada. Está bien, firmaré, preparar el documento el cambio será de cinco de grano por tres de maderas. ¿os parece bien que este mes mandemos quince de grano?, no tendré demasiado tiempo para organizarlo todo pero el siguiente mes podríamos incrementarlo. Cuando lo tengas, avísame, o cuando quieras que pare… y lo firmaré gustoso Olyvar sonrió con picardía.
Una vez hubo firmado Olyvar le tendió el documento Ya tienes lo que quería, ahora… celebrémoslo Sus bocas volvieron a encontrarse, habidas del combate que pronto imitarían sus cuerpos La mesa sería un buen sitio, pero podríamos estropear los mapas… La tomó entre sus brazos con intención de llevarla a la cama, aunque antes por primera vez la penetró. Sintió como sus piernas se entrelazaban como si Claudia quisiera que sus cuerpos se fusionaran. Casi se caen en su trayecto hacía el lecho. Olyvar comenzó a reír y silencio al poco la risa de la mujer con su boca, mientras su miembro se introducía rítmicamente en el interior de ella. Con una cadencia constante, mientras su lengua, traviesa salía de su boca para explorar otros lugares.
Esta estaba siendo por descontado la manera más placentera de firmar un acuerdo, aunque no le había gustado especialmente que quisiera firmarlo en mitad del placer, pero el acuerdo ya estaba firmado. En ese momento ella pereció querer tomar el mando, consiguió, sin apenas resistencia que cambiaran sus posiciones, quedando ella arriba, bueno eso le daría mejor acceso a sus pechos.
Había llegado el momento, ahora le tocaba a él mostrar sus cartas No me has dicho si, además de grano quieres otra cosa, pescado en salazón, para que tengáis un poco más de variedad, sal para condimentar y tal vez podríamos llegar a un acuerdo para que distribuyáis especias en las tierras de la Tormenta, eso os puede reportar una buena cantidad de monedas para reconstruir la casa Dondarrion. Es la manera en la que tratamos a los aliados en Dorne. A los vasallos los tratamos mucho mejor. Cuanta más es la prosperidad de una casa, más ganamos nosotros y mientras tengamos comida en la reserva ningún vasallo pasará hambre. Lástima que el acuerdo esté ya firmado, aunque claro, aún puedes convencerme de negociar otro…... En ese momento acalló sus posibles palabras con un nuevo beso mientras trataba de volver a tomar el control de la situación. Él también sabía negociar.
La oyó gemir, estaba claro que le estaba proporcionando el placer que quería darle. Su intención era continuar, provocarle el primer orgasmo con su lengua. En ese momento sintió la mano de Claudia en su pelo, jugando con él, eso le gustaba, se permitió una sonrisa en una parada en su labor.
Alzó la mirada para comprobar su rostro, volver a ver sus ojos, su sonrisa y entonces vio el pergamino. Por un momento se extrañó, hasta que oyó sus palabras. Buena manera de negociar, tenía que admitirlo, era inteligente, quería firmar para luego dejarle enfundar su espada. Está bien, firmaré, preparar el documento el cambio será de cinco de grano por tres de maderas. ¿os parece bien que este mes mandemos quince de grano?, no tendré demasiado tiempo para organizarlo todo pero el siguiente mes podríamos incrementarlo. Cuando lo tengas, avísame, o cuando quieras que pare… y lo firmaré gustoso Olyvar sonrió con picardía.
Una vez hubo firmado Olyvar le tendió el documento Ya tienes lo que quería, ahora… celebrémoslo Sus bocas volvieron a encontrarse, habidas del combate que pronto imitarían sus cuerpos La mesa sería un buen sitio, pero podríamos estropear los mapas… La tomó entre sus brazos con intención de llevarla a la cama, aunque antes por primera vez la penetró. Sintió como sus piernas se entrelazaban como si Claudia quisiera que sus cuerpos se fusionaran. Casi se caen en su trayecto hacía el lecho. Olyvar comenzó a reír y silencio al poco la risa de la mujer con su boca, mientras su miembro se introducía rítmicamente en el interior de ella. Con una cadencia constante, mientras su lengua, traviesa salía de su boca para explorar otros lugares.
Esta estaba siendo por descontado la manera más placentera de firmar un acuerdo, aunque no le había gustado especialmente que quisiera firmarlo en mitad del placer, pero el acuerdo ya estaba firmado. En ese momento ella pereció querer tomar el mando, consiguió, sin apenas resistencia que cambiaran sus posiciones, quedando ella arriba, bueno eso le daría mejor acceso a sus pechos.
Había llegado el momento, ahora le tocaba a él mostrar sus cartas No me has dicho si, además de grano quieres otra cosa, pescado en salazón, para que tengáis un poco más de variedad, sal para condimentar y tal vez podríamos llegar a un acuerdo para que distribuyáis especias en las tierras de la Tormenta, eso os puede reportar una buena cantidad de monedas para reconstruir la casa Dondarrion. Es la manera en la que tratamos a los aliados en Dorne. A los vasallos los tratamos mucho mejor. Cuanta más es la prosperidad de una casa, más ganamos nosotros y mientras tengamos comida en la reserva ningún vasallo pasará hambre. Lástima que el acuerdo esté ya firmado, aunque claro, aún puedes convencerme de negociar otro…... En ese momento acalló sus posibles palabras con un nuevo beso mientras trataba de volver a tomar el control de la situación. Él también sabía negociar.
Olyvar Martell- Nobleza
Re: (Campamento Baratheon)El Sol y el Rayo (Claudia Dondarrion)
El rostro del joven y complaciente dorniense mostró un leve desconcierto ante la proposición de la Dondarrion, pero no dudó en esbozar una sonrisa y acceder a la propuesta que le hacía la mujer cuyos muslos aún sostenía entre sus dedos. Mostrando una practicidad que sorprendió a la joven, quien había temido que el Martell no accediese a interrumpir el erotismo del momento, estuvo más que dispuesto a firmar el tratado del que habían estado hablando instantes antes, seguramente apurado por el miembro erecto que pedía atención entre sus piernas. Claudia, apoyando los antebrazos en la superficie de la mesa para ofrecerle a Olyvar su vientre liso lo más horizontal posible y facilitarle la escritura, sonrió triunfal y orgullosa mientras sentía el cosquilleo que la pluma hacía sobre su carne a través del pergamino mientras el Martell redactaba a grandes rasgos el acuerdo al que habían llegado. - No olvidéis una carreta de algodón, mi señor - dijo mientras alargaba el cuello para leer los trazos del dorniense en el pergamino, enarcando las cejas y asegurándose de que los términos eran los correctos. Una vez firmado, Olyvar se lo extendió pero ella ni siquiera hizo ademán de tomarlo, puesto que ya había comprobado que todo estaba en orden, prefiriendo atrapar con sus piernas el cuerpo del Martell mientras éste dejaba el documento a un lado para penetrarla al fin y obtener la recompensa prometida. Los brazos dorados por el sol del dorniense atraparon con firmeza el cuerpo de Claudia mientras volvían a intercambiar besos breves y húmedos, sirviéndoles de ruido de fondo las voces de los soldados que descansaban en espera de recibir órdenes de sus señores. La Dondarrion separó su boca unos milímetros de la del Martell mientras gemía suavemente y entrelazaba los dedos en sus cabellos, dedicándole una corta pero intensa mirada con los ojos entrecerrados y velados por la pasión.
El camino hasta el lecho, a pesar de constar de apenas dos o tres pasos, fue algo accidentado dadas las estrecheces de aquella tienda de campaña, pero ambos jóvenes rieron divertidos aquella circunstancia hasta que una vez tendidos en la relativa comodidad de aquel jergón militar volvieron a entregarse a los besos apasionados y las ardientes caricias que intercambiaban. Claudia se aferraba a la espalda de Olyvar mientras éste la penetraba con vehemencia y movimientos cadenciales, besándola en la boca, en la mejilla, en el mentón, en el cuello, sellando la piel de la joven allá por donde sus labios pasaban. Pronto la joven del rayo prefirió tomar el mando una vez más en aquella negociación, y con la venia del dorniense que se lo permitió gustoso, giró sobre él hasta quedar en posición erguida, cabalgándole con la maestría que otorga la experiencia, aprisionando su miembro duro y latente en su carne húmeda y caliente. Claudia mecía sus caderas sobre él, apoyando ambas manos a los lados de su cabeza y permitiendo así que Olyvar accediese a sus senos turgentes y cálidos. El Martell aún tenía algo que decir, y ella le escuchó sin dejar de montarle, con los cabellos negros y alborotados enmarcando su rostro sonrojado por la excitación y una sonrisa lasciva y astuta en sus labios. - Me interesa el pescado y las especias, no así la sal - respondió deslizando sus manos por el torso del joven, zalamera y embaucadora, hasta que el dorniense se incorporó y tras sujetarla por la nuca, selló sus labios con un beso, recuperando una vez más su posición dominante en aquel combate, negociación o cualquier otro apelativo que se le pudiera poner. Con un gesto rebelde, Claudia liberó su boca de aquel beso para mirar al Martell a los ojos. - No tengo inconveniente en firmar otro acuerdo, mi señor, me gusta tenerlo todo bien atado - y apostillando sus palabras, cerró las piernas en torno a las caderas de Olyvar con aire dominante, riendo suavemente bajo el cuerpo del dorniense, que no cesaba de embestirla cada vez con más fuerza.
Claudia hundió la cabeza en la almohada de plumas, cerrando los ojos y gimiendo largamente conforme un estremecimiento se apoderaba de su cuerpo, y deslizó sus dedos por la espalda de su amante con lentitud y lujuria. - Dos carretas de pescado... - logró decir entre jadeos, cerrando sus dedos en los cabellos que cubrían la nuca del Martell - … y os enviaré una carreta de lana de nuestras ovejas... no puedo ofrecer más, mi señor... -. Las entrecortadas palabras de la Dondarrion se vieron interrumpidas por un nuevo gemido conforme el éxtasis llegaba hasta ella, nublando su razón durante unos instantes mientras el miembro del dorniense seguía horadándola con insistencia y cada vez con más dureza. Claudia arqueó la espalda según las oleadas de placer se extendían por su cuerpo, cálidas, intensas, acercando sus senos erectos al torso sudado de Olyvar y disfrutando de aquel orgasmo con los ojos cerrados y una suave sonrisa en los labios. - ¿Me permitiréis firmar ese nuevo acuerdo en vuestra espalda? - preguntó con voz melosa y los ojos empañados de placer una vez hubo disfrutado del éxtasis que invadió su cuerpo, deslizando el muslo derecho por el costado del dorniense mientras resistía sus embestidas, acompañándolas con el ritmo de sus caderas y estimulándole con el hundimiento de sus uñas en la carne de su espalda. - Pero antes... - susurró en su oído, entre jadeos - … inundad mis tierras...
El camino hasta el lecho, a pesar de constar de apenas dos o tres pasos, fue algo accidentado dadas las estrecheces de aquella tienda de campaña, pero ambos jóvenes rieron divertidos aquella circunstancia hasta que una vez tendidos en la relativa comodidad de aquel jergón militar volvieron a entregarse a los besos apasionados y las ardientes caricias que intercambiaban. Claudia se aferraba a la espalda de Olyvar mientras éste la penetraba con vehemencia y movimientos cadenciales, besándola en la boca, en la mejilla, en el mentón, en el cuello, sellando la piel de la joven allá por donde sus labios pasaban. Pronto la joven del rayo prefirió tomar el mando una vez más en aquella negociación, y con la venia del dorniense que se lo permitió gustoso, giró sobre él hasta quedar en posición erguida, cabalgándole con la maestría que otorga la experiencia, aprisionando su miembro duro y latente en su carne húmeda y caliente. Claudia mecía sus caderas sobre él, apoyando ambas manos a los lados de su cabeza y permitiendo así que Olyvar accediese a sus senos turgentes y cálidos. El Martell aún tenía algo que decir, y ella le escuchó sin dejar de montarle, con los cabellos negros y alborotados enmarcando su rostro sonrojado por la excitación y una sonrisa lasciva y astuta en sus labios. - Me interesa el pescado y las especias, no así la sal - respondió deslizando sus manos por el torso del joven, zalamera y embaucadora, hasta que el dorniense se incorporó y tras sujetarla por la nuca, selló sus labios con un beso, recuperando una vez más su posición dominante en aquel combate, negociación o cualquier otro apelativo que se le pudiera poner. Con un gesto rebelde, Claudia liberó su boca de aquel beso para mirar al Martell a los ojos. - No tengo inconveniente en firmar otro acuerdo, mi señor, me gusta tenerlo todo bien atado - y apostillando sus palabras, cerró las piernas en torno a las caderas de Olyvar con aire dominante, riendo suavemente bajo el cuerpo del dorniense, que no cesaba de embestirla cada vez con más fuerza.
Claudia hundió la cabeza en la almohada de plumas, cerrando los ojos y gimiendo largamente conforme un estremecimiento se apoderaba de su cuerpo, y deslizó sus dedos por la espalda de su amante con lentitud y lujuria. - Dos carretas de pescado... - logró decir entre jadeos, cerrando sus dedos en los cabellos que cubrían la nuca del Martell - … y os enviaré una carreta de lana de nuestras ovejas... no puedo ofrecer más, mi señor... -. Las entrecortadas palabras de la Dondarrion se vieron interrumpidas por un nuevo gemido conforme el éxtasis llegaba hasta ella, nublando su razón durante unos instantes mientras el miembro del dorniense seguía horadándola con insistencia y cada vez con más dureza. Claudia arqueó la espalda según las oleadas de placer se extendían por su cuerpo, cálidas, intensas, acercando sus senos erectos al torso sudado de Olyvar y disfrutando de aquel orgasmo con los ojos cerrados y una suave sonrisa en los labios. - ¿Me permitiréis firmar ese nuevo acuerdo en vuestra espalda? - preguntó con voz melosa y los ojos empañados de placer una vez hubo disfrutado del éxtasis que invadió su cuerpo, deslizando el muslo derecho por el costado del dorniense mientras resistía sus embestidas, acompañándolas con el ritmo de sus caderas y estimulándole con el hundimiento de sus uñas en la carne de su espalda. - Pero antes... - susurró en su oído, entre jadeos - … inundad mis tierras...
Claudia Dondarrion- Casa vasalla
Re: (Campamento Baratheon)El Sol y el Rayo (Claudia Dondarrion)
Olyvar se detuvo y aceptó la situación, comenzando a escribir con una letra pulcra, al menos no necesitaba de ningún maestre para que le leyera y escribiera. Los términos eran claros. En ese momento Claudia habló. Olyvar sonrió, mientras que negaba con l cabeza, le dio la vuelta a la pluma y bajó la mano para acariciar con la pluma los labios de la mujer. Como gesto de buena voluntad os regalaré esa carreta, un gesto entre aliados, y si tenéis necesidad puedo dar la orden de que os manden inmediatamente… es lo mínimo que haríamos por un aliado y ni os cuento lo que haríamos por el que nos ha jurado lealtad…
Ahora podía disfrutar de la pasión, de la entrega de uno a otro, del placer de dos cuerpos que saben moverse, que tienen experiencia y saben y quieren compartir el placer. Si quieres una carreta de algodón, será un regalo, esta vez, de la casa Martell, la verdad es que me gustaría verte con una ligera prenda de algodón….
Estaba realmente disfrutando con la negociación ojalá todas fueran así, aunque tal vez mejor, no había tantas herederas en poniente, o tantas herederas con poder, y tratar de ese modo con otros….definitivamente no. Esta vez era especial y tendría que disfrutarla. Me encantar ese acuerdo. En las especias podrías ser nuestra…sucursal en las tierras de la tormenta, os llevaríais un porcentaje vendiendo a vuestros vecinos, es una buena manera de que vuestra casa se recupere de… del pasado. Somos amigos, ¿no?. Es lo que los Martell hacemos. ¿Qué proponéis por el pescado?.
Sintió como se estremecía, como le costaba cada vez más articular palabra, sabía lo que se aproximaba. ¿Lana?, la verdad es que no le interesaba demasiado, pero ya le encontrarían acomodo y la verdad dos carretas de pescado no eran nada si se comparaba con los beneficios, Los Baratheon no habían tratado bien a los Dondarrion y puede que llegaran a comprender que les iría mejor con los Martell, al fin y al cabo pertenecían a las Marcas. Acepto, puedes firmar, Claudia donde prefieras
Le calló la boca con un nuevo beso, iba a incrementar el ritmo de sus caderas. Ella ya estaba claro que había obtenido el placer. Ahora le tocaba a él. Se vació en su interior y le sonrió, mientras sus manos acariciaban su cuerpo.
Vuestro padre debe de estar muy orgulloso de ti. Tienes los suficientes ovarios para engrandecer, o devolver la gloria a la casa del rayo, que en los últimos años, ha perdido parte de su lustre. Imagino que algunas casas cercanas piensan que es una desgracia que no tenga hijos, aunque sé que no es cierto, en Dorne pensamos diferente, no vemos si ha nacido hombre o mujer, sino en la capacidad para gobernar al pueblo. En Dorne nadie se extrañaría en veros en cuero y no en sedas, en que llevarais espada y no una aguja, es más si hicierais lo contrario sería lo extraño, y desde luego como heredera tendríais derecho a divertiros cuanto quisierais, a tener los amantes que quisierais siempre que tuvieseis cuidado con los bastardos, en eso tengo que admitir que somos un poco conservadores, pero en el resto... La mujer tiene que saber defender a su pueblo y sobre sus hombros recaerán las tareas de gobierno, y como los hombres a divertirse y disfrutar del sexo.
Olyvar le sonrió le dio un último beso y se levantó de la cama. No te creas que me he olvidado, aún tenemos que cruzar nuestros aceros Olyvar señaló la espada de la Dondarrion aunque lo más probable es que me des una paliza Olyvar se dirigió hacía la mesa y tomó una pluma y escribió unas palabras y le tendió el pergamino a Claudia Toma, es un salvoconducto para tu padre y para ti para que podáis ir a Lanza, es un gesto de amistad.
Ahora podía disfrutar de la pasión, de la entrega de uno a otro, del placer de dos cuerpos que saben moverse, que tienen experiencia y saben y quieren compartir el placer. Si quieres una carreta de algodón, será un regalo, esta vez, de la casa Martell, la verdad es que me gustaría verte con una ligera prenda de algodón….
Estaba realmente disfrutando con la negociación ojalá todas fueran así, aunque tal vez mejor, no había tantas herederas en poniente, o tantas herederas con poder, y tratar de ese modo con otros….definitivamente no. Esta vez era especial y tendría que disfrutarla. Me encantar ese acuerdo. En las especias podrías ser nuestra…sucursal en las tierras de la tormenta, os llevaríais un porcentaje vendiendo a vuestros vecinos, es una buena manera de que vuestra casa se recupere de… del pasado. Somos amigos, ¿no?. Es lo que los Martell hacemos. ¿Qué proponéis por el pescado?.
Sintió como se estremecía, como le costaba cada vez más articular palabra, sabía lo que se aproximaba. ¿Lana?, la verdad es que no le interesaba demasiado, pero ya le encontrarían acomodo y la verdad dos carretas de pescado no eran nada si se comparaba con los beneficios, Los Baratheon no habían tratado bien a los Dondarrion y puede que llegaran a comprender que les iría mejor con los Martell, al fin y al cabo pertenecían a las Marcas. Acepto, puedes firmar, Claudia donde prefieras
Le calló la boca con un nuevo beso, iba a incrementar el ritmo de sus caderas. Ella ya estaba claro que había obtenido el placer. Ahora le tocaba a él. Se vació en su interior y le sonrió, mientras sus manos acariciaban su cuerpo.
Vuestro padre debe de estar muy orgulloso de ti. Tienes los suficientes ovarios para engrandecer, o devolver la gloria a la casa del rayo, que en los últimos años, ha perdido parte de su lustre. Imagino que algunas casas cercanas piensan que es una desgracia que no tenga hijos, aunque sé que no es cierto, en Dorne pensamos diferente, no vemos si ha nacido hombre o mujer, sino en la capacidad para gobernar al pueblo. En Dorne nadie se extrañaría en veros en cuero y no en sedas, en que llevarais espada y no una aguja, es más si hicierais lo contrario sería lo extraño, y desde luego como heredera tendríais derecho a divertiros cuanto quisierais, a tener los amantes que quisierais siempre que tuvieseis cuidado con los bastardos, en eso tengo que admitir que somos un poco conservadores, pero en el resto... La mujer tiene que saber defender a su pueblo y sobre sus hombros recaerán las tareas de gobierno, y como los hombres a divertirse y disfrutar del sexo.
Olyvar le sonrió le dio un último beso y se levantó de la cama. No te creas que me he olvidado, aún tenemos que cruzar nuestros aceros Olyvar señaló la espada de la Dondarrion aunque lo más probable es que me des una paliza Olyvar se dirigió hacía la mesa y tomó una pluma y escribió unas palabras y le tendió el pergamino a Claudia Toma, es un salvoconducto para tu padre y para ti para que podáis ir a Lanza, es un gesto de amistad.
Olyvar Martell- Nobleza
Re: (Campamento Baratheon)El Sol y el Rayo (Claudia Dondarrion)
Claudia no tuvo que resistir demasiado tiempo el peso del Martell sobre ella, pues la excitación del joven parecía ser tal que no necesitó de muchas más embestidas para alcanzar él mismo el placer. La Dondarrion le acogió entre sus brazos mientras él hundía el rostro en su cuello, en sus revueltos cabellos azabaches, ahogando un gemido que podría haber alcanzado la consideración de rugido en el caso de haber estado en un castillo y no en una precaria tienda de campamento en mitad de las Marcas. Alzó sus caderas, facilitándole el acceso aún más a Olyvar, y cuando el hombre atenuó poco a poco sus movimientos y sustituyó su brusco empuje por lentas caricias, supo que las negociaciones habían terminado. Aún con el dorniense sobre ella, se permitió el lujo de lanzar un mordisco a sus labios húmedos para atrapar el inferior entre sus dientes con suavidad, incorporándose mientras lo hacía hasta conseguir que el hombre quedase tumbado sobre el estrecho catre de campaña, boca abajo, ocultando entre las sábanas su erección en retroceso. A Claudia no le gustaba ver miembros cansados y agotados, como animales derrotados y humillados tras una pelea, y era la razón por la que solía echar a sus amantes de la cama cuando había terminado con ellos y ya no aparecían ante ella fuertes y vigorosos. Aquella situación, sin embargo, era distinta y exigía de la dama un poco más de paciencia. Colocándose a horcajadas sobre el trasero del Martell, tan sólo tuvo que inclinar su cuerpo hacia atrás para hacerse con un nuevo pergamino y la pluma que Olyvar había utilizado para firmar su primer acuerdo. - Pescado por lana, en proporción de dos a uno... - dijo con tono jovial, como el que usaría una niña que ha conseguido lo que quiere, mientras se escuchaba el suave sonido del rasgueo que la pluma producía en su roce con el pergamino - … y el monopolio de la venta de especias en Tierras de la Tormenta - completó engrandeciendo su sonrisa, pensando en el orgullo que sentiría su padre cuando fuese conocedor de aquel trato. El comercio de especias les daba la independencia económica que necesitaban, el último empuje para salir a flote de nuevo sin tener que arrastrarse ante los Baratheon.
- Precisamente por todo eso que decís es por lo que no he contraído matrimonio ni he tenido hijos. Ni siquiera bastardos - puntualizó, aún sobre la espalda del Martell, dejando el nuevo acuerdo a un lado para deslizar sus manos por la piel sudada de su amante, proporcionándole los últimos instantes de placer - ¿Cómo iba a hacerme cargo de mis tierras, de mi gente... con un hijo a mi cargo? - en su desapego por el sentimiento maternal, Claudia ni siquiera usaba las palabras “niño” o “bebé”, prefiriendo utilizar el término más objetivo de “hijo” - Tengo que ayudar a mi padre y estar a su lado - siguió hablando, esta vez algo más seria y perdiendo su mirada en la espalda del Martell, que presentaba alguna cicatriz que otra - Dorne suena como un lugar muy distinto del resto de reinos de Poniente - dijo con cierto aire de indiferencia mientras abandonaba su posición sobre Olyvar al mostrar éste sus deseos de levantarse de la cama. Claudia, a diferencia de él, decidió permanecer recostada entre las sábanas revueltas tras recibir un último beso del dorniense, contemplando su cuerpo desnudo mientras se desperezaba con ademanes de gata satisfecha, descarada e impúdica, riendo con cierta desvergüenza cuando Olyvar le recordó el cruce de espadas que habían acordado. - Yo también creo que es lo más probable, mi señor... - interrumpió sus provocaciones cuando le vio, aún desnudo, inclinarse sobre el escritorio para escribir un tercer pergamino. Claudia se incorporó, apoyándose en los antebrazos mientras alzaba el mentón, curiosa e intrigada, hasta que Olyvar se giró hacia ella extendiéndole el nuevo escrito - Os estoy muy agradecida por este gesto - dijo sonriente, acercando el salvoconducto a sus senos en un fingido gesto de protección hacia el mismo - y estoy segura de que mi padre querrá hacer uso de ésto cuanto antes.
Olyvar decidió finalmente abandonar la tienda de Claudia al escuchar revuelo en el exterior. Parecía ser que las patrullas en los vados se estaban reorganizando así que se requería allí la presencia de sus generales, que en ese momento se hallaban desnudos y acalorados tras el fragor de una encarnizada batalla empañada por el sudor y los jadeos. La Dondarrion se tomó cierta dilación premeditada al levantarse, mientras observaba al dorniense acomodarse las ropas y las armas rápidamente para salir al encuentro de sus soldados, y una vez a solas, se puso definitivamente en pie para acercarse a sus fardos y hurgar en ellos hasta que extrajo de un pequeño baúl de madera una jarra sellada con un tapón de cera. Con el puñal que solía llevar escondido a la espalda rompió aquel sello de cera, llegando hasta ella el amargo olor a té de la luna que siempre le hacía fruncir el ceño a pesar de que llevaba años consumiéndolo. Antes de probarlo, se acercó a una jofaina que descansaba en una pequeña mesita auxiliar. Introduciendo con premura una de sus manos en el agua fresca que contenía, se lavó la boca con fruición mientras fruncía el ceño, eliminando el sabor a desierto, y después volvió a coger la jarra. Permaneció en pie en mitad de su tienda, desnuda y bebiendo a grandes sorbos aquella infusión, con los ojos perdidos en los dibujos del cristal coloreado de sus exóticas lámparas y su mente haciendo mil planes basados en los acuerdos que acababa de firmar, diseminados sobre el lecho en forma de pergaminos firmados con tinta, sudor y semen. Una orden gritada por uno de sus suboficiales despertó a la Dondarrion del leve letargo en el que había entrado, y la joven se apresuró a vestirse mientras escuchaba en el exterior los metálicos sonidos de los soldados que corrían a la formación para recibir nuevas instrucciones. Una vez hubo acomodado a Rayo en su cintura, se dirigió hacia la cortina que hacía las veces de puerta en aquella tienda para salir de ella, caminando con largos y decididos pasos hasta que encontró a sus hombres, liderados por el estandarte del rayo púrpura. - ¡En formación! - exclamó a voz en grito mientras se movía entre ellos como una fiera, sin apenas dirigirles una mirada. Y no hubo de repetir su orden dos veces.
- Precisamente por todo eso que decís es por lo que no he contraído matrimonio ni he tenido hijos. Ni siquiera bastardos - puntualizó, aún sobre la espalda del Martell, dejando el nuevo acuerdo a un lado para deslizar sus manos por la piel sudada de su amante, proporcionándole los últimos instantes de placer - ¿Cómo iba a hacerme cargo de mis tierras, de mi gente... con un hijo a mi cargo? - en su desapego por el sentimiento maternal, Claudia ni siquiera usaba las palabras “niño” o “bebé”, prefiriendo utilizar el término más objetivo de “hijo” - Tengo que ayudar a mi padre y estar a su lado - siguió hablando, esta vez algo más seria y perdiendo su mirada en la espalda del Martell, que presentaba alguna cicatriz que otra - Dorne suena como un lugar muy distinto del resto de reinos de Poniente - dijo con cierto aire de indiferencia mientras abandonaba su posición sobre Olyvar al mostrar éste sus deseos de levantarse de la cama. Claudia, a diferencia de él, decidió permanecer recostada entre las sábanas revueltas tras recibir un último beso del dorniense, contemplando su cuerpo desnudo mientras se desperezaba con ademanes de gata satisfecha, descarada e impúdica, riendo con cierta desvergüenza cuando Olyvar le recordó el cruce de espadas que habían acordado. - Yo también creo que es lo más probable, mi señor... - interrumpió sus provocaciones cuando le vio, aún desnudo, inclinarse sobre el escritorio para escribir un tercer pergamino. Claudia se incorporó, apoyándose en los antebrazos mientras alzaba el mentón, curiosa e intrigada, hasta que Olyvar se giró hacia ella extendiéndole el nuevo escrito - Os estoy muy agradecida por este gesto - dijo sonriente, acercando el salvoconducto a sus senos en un fingido gesto de protección hacia el mismo - y estoy segura de que mi padre querrá hacer uso de ésto cuanto antes.
Olyvar decidió finalmente abandonar la tienda de Claudia al escuchar revuelo en el exterior. Parecía ser que las patrullas en los vados se estaban reorganizando así que se requería allí la presencia de sus generales, que en ese momento se hallaban desnudos y acalorados tras el fragor de una encarnizada batalla empañada por el sudor y los jadeos. La Dondarrion se tomó cierta dilación premeditada al levantarse, mientras observaba al dorniense acomodarse las ropas y las armas rápidamente para salir al encuentro de sus soldados, y una vez a solas, se puso definitivamente en pie para acercarse a sus fardos y hurgar en ellos hasta que extrajo de un pequeño baúl de madera una jarra sellada con un tapón de cera. Con el puñal que solía llevar escondido a la espalda rompió aquel sello de cera, llegando hasta ella el amargo olor a té de la luna que siempre le hacía fruncir el ceño a pesar de que llevaba años consumiéndolo. Antes de probarlo, se acercó a una jofaina que descansaba en una pequeña mesita auxiliar. Introduciendo con premura una de sus manos en el agua fresca que contenía, se lavó la boca con fruición mientras fruncía el ceño, eliminando el sabor a desierto, y después volvió a coger la jarra. Permaneció en pie en mitad de su tienda, desnuda y bebiendo a grandes sorbos aquella infusión, con los ojos perdidos en los dibujos del cristal coloreado de sus exóticas lámparas y su mente haciendo mil planes basados en los acuerdos que acababa de firmar, diseminados sobre el lecho en forma de pergaminos firmados con tinta, sudor y semen. Una orden gritada por uno de sus suboficiales despertó a la Dondarrion del leve letargo en el que había entrado, y la joven se apresuró a vestirse mientras escuchaba en el exterior los metálicos sonidos de los soldados que corrían a la formación para recibir nuevas instrucciones. Una vez hubo acomodado a Rayo en su cintura, se dirigió hacia la cortina que hacía las veces de puerta en aquella tienda para salir de ella, caminando con largos y decididos pasos hasta que encontró a sus hombres, liderados por el estandarte del rayo púrpura. - ¡En formación! - exclamó a voz en grito mientras se movía entre ellos como una fiera, sin apenas dirigirles una mirada. Y no hubo de repetir su orden dos veces.
CERRADO
Claudia Dondarrion- Casa vasalla
Temas similares
» [Refugionegro] Visita a un aliado (Arthur Dondarrion, Claudia Dondarrion y quién esté en el castillo)
» El rayo precede al trueno
» Un rayo de sol puede iluminar al más frío acero [Bjorn Greyjoy]
» Camp Half Bloodr >> Campamento Mestizo {Élite}
» Nathan Baratheon
» El rayo precede al trueno
» Un rayo de sol puede iluminar al más frío acero [Bjorn Greyjoy]
» Camp Half Bloodr >> Campamento Mestizo {Élite}
» Nathan Baratheon
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Vie Mar 20, 2015 10:13 pm por Invitado
» SONS OF ANARCHY | NORMAL
Lun Oct 13, 2014 8:57 am por Invitado
» University of Cambridgre +18 # Nuevo
Mar Abr 08, 2014 11:45 pm por Invitado
» Spelling a Spell - Nuevo! {Afiliación Elite}
Vie Ene 24, 2014 4:39 pm por Invitado
» Life in NEW YORK +18 - Tumblr Promocional
Sáb Ene 04, 2014 11:07 pm por Invitado
» Naruto New World (A.Élite)
Lun Dic 09, 2013 2:37 pm por Invitado
» Looking For You
Dom Dic 08, 2013 12:26 pm por Invitado
» Anime Rol [Élite]
Miér Nov 13, 2013 10:10 pm por Invitado
» O.W. {Foro rol Naruto/Inuyasha-Yaoi/Yuri/Hetero} normal
Vie Oct 25, 2013 3:16 pm por Invitado