Casting de Damon Lannister.

Nombre del Cannon Elegido: Damon Lannister.
¿Porque lo has elegido?: Porque creo que puedo llevarlo bien, obvio es.
Casting:

El sonido de las armaduras completas de cuatro de sus siete guardias pesados era inconfundible. Armaduras bien pulidas, de excelente calidad, rojas y doradas. Avanzó con paso decidido atravesando la Galería Dorada, sin detenerse a mirar los ancestros que grabados en oro puro lo observaban desde los sucesivos tapices de la sala. Siguió hasta las amplias escaleras que conducían al Jardín de Piedra. Lady Banefort y la hermana de Stackspears discutían acerca de las últimas conbinaciones de raso. Dirigió una afable sonrisa a las damas que pasaban el tiempo bajo las tupidas enredaderas de madreselva, jazmín y buganvilla. Se inclinaron al paso del Lord y este hizo un alto en su diligente camino, muy correcto, agradecido de ver a dos nobles damas.

"Mierda puta, porque siempre tengo que cruzarme con gente cuando bajo allí abajo, Tengo que demoler este jardín y construirlo en otro sitio. Bien, a hacer el paripé, gallinitas.

-Mis señoras, espero que la visita a Roca Casterly sea de su agrado. ¿Les gustó la representación teatral de nuestros actores? "Quiero decir, a mis dos esclavos enanos subidos en cerdos pegándose con palos?" -Cortés, pero sin resultar cariñoso, agradable, pero con las formas justas. De otros señores de poniente se decía que eran mujeriegos y que gustaban de la conversación de las damas, llenarlas de agasajos y finalmente llevarlas a la cama. Lord Damon Lannister trataba a las mujeres como aquello que eran, armas. Las más mortíferas que existían para hacer caer a un hombre. Siempre eran necesarias las armas, pero cada una en su momento y aún no era ese momento para aquellas dos. Sin embargo, como a todas, conservarlas exigía cortesía, talante y bardos, muchos bardos.

-Así es, mi señor, fue divertidísimo, además ese bardo vuestro tiene una voz deliciosa.-Lady Banefort, sonrió recordando el espectáculo.

-Me alegro, si me disculpan, asuntos requieren de mi presencia, y ojalá fuera teatro. "Menos mal que no lo es, si no, me abro la garganta" Las Damas asintieron, complacidas por la deferencia y continuó su camino.

El camino que llevaba desde el jardín hasta su destino lo hizo sin más sobresaltos. Dos guardias le abrieron la puerta de las entrañas de La Roca, y otros cuatro le abrieron la segunda. Las paredes, recubiertas de dura piedra, recorrían varios pasillos más o menos amplios. Sin embargo él se dirigió a la escalera, dejó a dos guardias en el nivel superior y otros dos, Ser Martyn y Ser Hennis Yew le iluminaron el descenso con sendas antorchas. A medida que bajaban el sonido de los gritos, el olor de la peste y la oscuridad iban en aumento, cada vez hacía más frío. Cuando llegaron al último nivel el carcelero, un anciano caballero que de caballero tenía bien poco lo recibió con una reverencia. Allí abajo no se oían gritos, tan sólo los ecos lejanos de los niveles superiores.

-¿Ha hablado? -El tono ya no era el mismo, la cortesía se había esfumado en pos de la contundencia, su rostro, bien parecido, se fundía con las sombras y las luces de las antorchas, allí abajo, revelaba su verdadera identidad. Lord Damon Lannister no tenía identidad, y a la vez, las tenía todas. Nadie sabía como iba a reaccionar, por ello, sus subordinados se limitaban a cumplir las órdenes.

-Así es mi señor. La información es bastante clara, no ha cambiado. Fuegoscuro sigue en El Dominio, al parecer Antigua discrepa y alguno de los Tyrell también. La festividad del equinoccio sería pronto, tendría que personarse, pero primero tendría que hablar con el rey.

-Bien, ¿Qué habéis sacado del asunto de los Tully?

-La muerte sigue sin estar clara, cada vez hay más rumores, pero en el Tridente nadie duda que parte de los mismos sean ciertos. Lo que me pedisteis sobre los Frey, los Bracken y los Blackwood... Es posible, mi señor.

El rostro de Damon se iluminó un instante, para volver a su afilada seriedad. -Excelente- Asintió al carcelero y se dio media vuelta, enfiló de nuevo las escaleras y cuando iba a iniciar el ascenso, el carcelero le habló de nuevo.

-Disculpad, mi señor, el prisionero ha hablado sobre todo, pidió únicamente que no se hiciera daño a su familia. ¿Qué hago?.-El Lannister sonrió, las oportunidades de negocio siempre aumentaban en las mazmorras. Él no disfrutaba con el sufrimiento ajeno, ni con los gritos, la muerte o el sadismo. Él disfrutaba con las deudas, y aquella oscuridad, bajo la roca y el mar, estaba llena de deudas impagadas.

-Llévame hasta el preso.

Aquel hombre, taciturno y casi anciano, le guió por el entresijo de laberintos del cuarto nivel, hasta llegar a un pasillo con celdas excavadas hacía mucho en la roca, con puerta de metal. Dos varas y media de alto por una de ancho. Cuando le abrieron la puerta pudo contemplar al hombre que le había traicionado dos meses atrás. Vencido, maltrecho y sin espacio vital aquel hombre ya no merecía tal mención, aunque meses atrás fuera un noble.

-¿Has pedido que no se haga daño a tu familia? Eres consciente que tengo el derecho a matarte por lo que me hiciste, sin embargo hay algo que tú quieres, aunque no tengas el derecho a pedirlo.-El silencio fue la respuesta de aquel hombre, asustado, confuso, le había dicho aquello al carcelero desesperado, sabiendo que su fin era inevitable. Los ojos claros del Lord Lannister examinaban lo que quedaba aquella vida humana, manteniendo el contacto unos segundos, el otro lo rehuía.

-Disculpad, mi señor... yo...

-Te daré más. Me ocuparé de que tu familia sea bien atendida, tu mujer tendrá trabajo y tus hijos un futuro como artesanos. Claro que tu deuda exige tu vida. Y para darte eso necesito además de tu muerte algo más a cambio.-El preso seguía sin comprender, se echó a llorar.

-Ppero... yo no tt..tengo nada más.

-Sí que lo tienes, sólo que aún no lo sabes. Tu deuda exige tu muerte, pero la manera en la que morirás, eso sí es negociable. Entonces tu familia estará bien. -Resignado, con una agria nueva esperanza, a aquel hombre ya vencido se le daba una oportunidad de salvar algo que quería, sin merecerlo. "Tu lealtad ahora sí sería interesante y más la manera de llevarla a cabo."

-¿Qué tengo que hacer?

-Matar, mentir, morir. Verás...

Quince minutos más tarde el sol le dio en la cara cuando salió de la prisión, hacía un buen día, un cielo azul sin nubes, cálido, pero no demasiado. Contempló el lateral de la fortaleza, las calas que alcanzaba a ver, siendo lamidas por el mar. Esbozó una sonrisa felina, solo un segundo. E interpeló a Ser Martyn.

-Llama a Tybolt, a Sofia y a Ariadne, llévalos a la Sala de las luces. Diles que Poniente está listo

-¿Para qué, mi señor?

-Para la guerra.

El viento se levantó, el cabello rubio oscuro se le mecía en el aire mientras él giraba lentamente, de nuevo hacia el castillo. Destellos de grandeza futura le vinieron a la mente, un momento tonto eclipsado de nuevo por la cruda realidad. "Yo soy Lord Lannister, a la mierda la grandeza, yo quiero lo que es mío."