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Los fantasmas del almirante, Puerto Noble (Medea. Harlaw)
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Los fantasmas del almirante, Puerto Noble (Medea. Harlaw)
La mañana estaba nublada, el clima en las islas del Hierro era duro, salvaje y tormentoso, había siempre nubes oscuras amenazando nuestras costas, sin embargo este día parecía particularmente triste, decaído, con una profunda y remarcada melancolía, era la misma melancolía que me perseguía sin detenerse jamás, pensaba en Harrald, mi hermano, el gran señor de las islas del hierro, parecía que estábamos malditos por el Ahogado a jamás tener paz, ni un solo remanso de tranquilidad en medio de la batalla. Sin embargo quizás así era mejor, al menos en medio de la batalla lograba evadirme de mis recuerdos, memorias que se incrementaban cada vez que miraba a Shiera, mi cuñada, cerca de mi hermano, acompañándolo, follando con el, apresándolo con sus piernas cada noche, dándole la paz que yo perseguía por años. La observaba a veces de forma discreta, esa deliciosa criatura cuya posesión me hacia por primera vez en mi vida envidiar a Harrald, ¿y si ella fuera mía el recuerdo de Thalas podría ser siquiera un poco menos doloroso? Nunca lo sabría, mi hermano tenia a su reina y nada mas era importante. Solo que este día, este mandito día se cumplía el aniversario de su fallecimiento, cada aniversario venían hacia mi como una legión, los recuerdos, los remordimientos, la maldita soledad golpeándome con una fuerza salvaje, sus ojos azules y sus cabellos besados por el fuego, se transformaban en cenizas por las llamas que convirtieron su barco en una hoguera. -Me dijiste, ¡no te abandonaré jamás, jamás… y lo hiciste Thalas, lo hiciste para siempre!
Como todos los años, melancólico, frustrado por los recuerdos, buscaba un entretenimiento, algo que opacara mi mente, que me alejara siquiera por unas horas de los demonios que venían por mí cada vez que la soledad se transformaba en gritos de desesperación. El trabajo, el esfuerzo y el sudor eran el mejor de los bálsamos para un hombre de hierro, apenas la noche dio paso a este sombrío día comencé mis labores supervisando el estado de mi nave, sentía el navío balanceándose lientamente, buscaba evadirme y la única forma de lograrlo era agotarme por completo,me despoje de la armadura por completo, vista unas calzas viejas, una camisa ajada por el paso del tiempo y empuñando un cuchillo plano abordo un esquife, comenzando la dura, aburrida y lenta tarea de desincrustar los moluscos adheridos al casco y que podrían terminar pudriendo la madera del barco, poniéndonos en riesgo en caso de alguna tormenta o de un encuentro inesperado con alguno de los enemigos de los Greyjoy.
La labor era tediosa, sin embargo al menos me permitía olvidar, estaba realizando mi tarea cuando de soslayo observe a Harlaw caminando por la cubierta de su navío, era la única de sus naves fondeada en el Puerto noble, pero era su nave capitana, le odiaba y le apreciaba a partes iguales, me había arrebatado algo que busque por diez años con una fuerza superior a cualquier otra meta en mi vida, El había terminado con el traidor, con el renegado, asesino de los suyos, agradecía su muerte, bendecía al Ahogado por haber estado en el momento en que el maldito Drumm respiro por ultima vez, sin embargo el me había privado del placer de la venganza, eso no podía perdonárselo, se había adelantado a él, que juró sobre los restos calcinados de su esposa, le había robado el objetivo de su vida, el amargo sabor de la promesa de su vida. Solo que, al mismo tiempo que admiraba como a nadie el valor de Harlaw en batalla le agradecía el haber asesinado ese hombre, en el fragor de la batalla Bjorn ignoraba si finalizaría la jornada con vida, pero el saber que Albus Drumm estaba muerto le había quitado un terrible peso de encima.
Atendí de nuevo mi trabajo, al menos me permitía desquitarme con los malditos moluscos, con saña seguía arrancando una a una las conchas, solo que de forma breve, como una visión observe pasar a Harlaw, con ese paso orgulloso enfundado en su armadura de hierro, al parecer había traído algunos recuerdos de la campaña, que se divirtiera, tenia derecho, después de su gran lucha a mi lado. Solo que no era un recuerdo sino varios, ¡Maldito pirata! Exclame con sorna por lo bajo, solo que mi atención se centro en una mujer, parecía apenas una cría, ¡no era posible!, habían pasado casi diez años, estaba como entonces, se restregó los ojos súbitamente agitado. Ese cabello, esa piel blanca, ese andar entre bestias. Harlaw la tenía en su nave, la había traído de vuelta, ¿ de dónde coño la había sacado? ¿Cómo había logrado que le Ahogado la devolviera del fondo del mar?, más joven, más hermosa, besada por el fuego. El Dios le recompensaba, ponía fin a años de soledad, le devolvía lo que era suyo, con un pequeño matiz, lo tenía Harlaw, pero eso era poco relevante, era su amigo y su aliado, seguramente se la sedería sin problemas, pues cuando deseaba algo, lo obtenía a las buenas o a las malas, El Dios tiene un ríspido sentido del humor, la ponía en mis manos, apenas a unos metros en otra cubierta, con paso firme me aproxime a mi estribor, su nave apenas estaba a unos metros, mi voz fue fuerte y clara, la voz de un Greyjoy – Valla Harlaw, parece que la guerra te ha dado un suculento trofeo, espero pirata que la hayas montado y domesticado, pues la deseo para mi…
Como todos los años, melancólico, frustrado por los recuerdos, buscaba un entretenimiento, algo que opacara mi mente, que me alejara siquiera por unas horas de los demonios que venían por mí cada vez que la soledad se transformaba en gritos de desesperación. El trabajo, el esfuerzo y el sudor eran el mejor de los bálsamos para un hombre de hierro, apenas la noche dio paso a este sombrío día comencé mis labores supervisando el estado de mi nave, sentía el navío balanceándose lientamente, buscaba evadirme y la única forma de lograrlo era agotarme por completo,me despoje de la armadura por completo, vista unas calzas viejas, una camisa ajada por el paso del tiempo y empuñando un cuchillo plano abordo un esquife, comenzando la dura, aburrida y lenta tarea de desincrustar los moluscos adheridos al casco y que podrían terminar pudriendo la madera del barco, poniéndonos en riesgo en caso de alguna tormenta o de un encuentro inesperado con alguno de los enemigos de los Greyjoy.
La labor era tediosa, sin embargo al menos me permitía olvidar, estaba realizando mi tarea cuando de soslayo observe a Harlaw caminando por la cubierta de su navío, era la única de sus naves fondeada en el Puerto noble, pero era su nave capitana, le odiaba y le apreciaba a partes iguales, me había arrebatado algo que busque por diez años con una fuerza superior a cualquier otra meta en mi vida, El había terminado con el traidor, con el renegado, asesino de los suyos, agradecía su muerte, bendecía al Ahogado por haber estado en el momento en que el maldito Drumm respiro por ultima vez, sin embargo el me había privado del placer de la venganza, eso no podía perdonárselo, se había adelantado a él, que juró sobre los restos calcinados de su esposa, le había robado el objetivo de su vida, el amargo sabor de la promesa de su vida. Solo que, al mismo tiempo que admiraba como a nadie el valor de Harlaw en batalla le agradecía el haber asesinado ese hombre, en el fragor de la batalla Bjorn ignoraba si finalizaría la jornada con vida, pero el saber que Albus Drumm estaba muerto le había quitado un terrible peso de encima.
Atendí de nuevo mi trabajo, al menos me permitía desquitarme con los malditos moluscos, con saña seguía arrancando una a una las conchas, solo que de forma breve, como una visión observe pasar a Harlaw, con ese paso orgulloso enfundado en su armadura de hierro, al parecer había traído algunos recuerdos de la campaña, que se divirtiera, tenia derecho, después de su gran lucha a mi lado. Solo que no era un recuerdo sino varios, ¡Maldito pirata! Exclame con sorna por lo bajo, solo que mi atención se centro en una mujer, parecía apenas una cría, ¡no era posible!, habían pasado casi diez años, estaba como entonces, se restregó los ojos súbitamente agitado. Ese cabello, esa piel blanca, ese andar entre bestias. Harlaw la tenía en su nave, la había traído de vuelta, ¿ de dónde coño la había sacado? ¿Cómo había logrado que le Ahogado la devolviera del fondo del mar?, más joven, más hermosa, besada por el fuego. El Dios le recompensaba, ponía fin a años de soledad, le devolvía lo que era suyo, con un pequeño matiz, lo tenía Harlaw, pero eso era poco relevante, era su amigo y su aliado, seguramente se la sedería sin problemas, pues cuando deseaba algo, lo obtenía a las buenas o a las malas, El Dios tiene un ríspido sentido del humor, la ponía en mis manos, apenas a unos metros en otra cubierta, con paso firme me aproxime a mi estribor, su nave apenas estaba a unos metros, mi voz fue fuerte y clara, la voz de un Greyjoy – Valla Harlaw, parece que la guerra te ha dado un suculento trofeo, espero pirata que la hayas montado y domesticado, pues la deseo para mi…
Bjorn Greyjoy
Re: Los fantasmas del almirante, Puerto Noble (Medea. Harlaw)
Sí, el día gris, la espuma salpicando las rocas de Pyke. Atracó el galeón junto a la nave del capitán de la flota del hierro, el mejor marino, con el perdón de Harrald que había visto jamás. Había llegado para el consejo de Pyke y de nuevo partiría hacia el continente por un asunto de urgencia. Mientras descargaban y cargaban, reparaban y bajaban el velamen... Harlaw compelió a un par de Marcach para que subieran a la chica a cubierta a que viera el sol. La verdad ya no sabía que hacer con ella, hasta que vio a Bjorn Greyjoy. Inclinó levemente la cabeza desde su cubierta en respeto hacia el Almirante, el sol incidía transversal y cegaba si se dirigía la mirada hacia el este. Todo el asunto de los Ríos había acabado por cansarle así que al final desistió de tener cualquier contacto con aquellas fértiles tierras. Había perdido muchos hombres y aún más barcos y aunque había pacificado Harlaw otra guerra abierta mermaría demasiado sus fuerzas. Con la mano sobre el entrecejo para alejar el sol de sus pupilas observó al Greyjoy ensimismado con la muchacha... Así que se le ocurrió algo para cumplir con la tradición del mar.
Echó mano a un cubo de frescas y deliciosas tripas de pescado, sangre y vísceras y lo echó sin miramientos por la borda. Mientras la gente de Bjorn y él mismo trabajaban, Victarion aguardaba al mar apoyado en la baranda de babor, sus hombres recogieron los aparejos y a Medea la paseaban como si de un perro se tratara, para que le diera el sol. Llegado el momento la curiosidad del Greyjoy se hizo fehaciente y el hermano de su hermano hubo de responderle.
-¡Bueno Greyjoy... al menos ha aprendido lo que pasa cuando al hierro se le antoja algo!.- Se giró hacia Medea sin aire socarrón, con toda naturalidad.- ¿Verdad que has aprendido, puta?- Lo de puta lo remarcó más con los dientes, no por nada, sino para que la chica comprendiera por si no lo había hecho ya lo que una mujer verde significaba para la entera tripulación de un buen navío. -¡Bjorn!- Llamó al marino mientras echaba un vistazo hacia abajo, llevaba un buen rato esperando y el agua entre los dos barcos se teñía de un componente sangriento importante.- No voy a vendértela pues eres hermano de mi hermano, no voy a regalártela porque me costó un buen viaje... pero... Lo que sale del mar es del que lo encuentra.- Las fórmulas de intercambios en el hierro no podían incluir regalos o compraventas como necios homosexuales de las tierras verdes, esto se daba cuando era estrictamente necesario, pero en cuestiones de gozo personal entre capitanes todo debía incluir cierta fortaleza, cierto decoro isleño.- ¡Sí le coges el culo antes que ese marrajo es tuya, amigo!- Efectivamente, un buen rato mientras se trabajaba en los barcos y la sangre atrajo a un pequeño pero agresivo tiburón de apenas un metro de longitud. Victarion se giró hacia Medea Vance y la miró a los ojos, finalmente tras todo lo que había hecho sólo se llevaba un amargo sentimiento de diversión ya pasada así que decidió que en el futuro tenía que mitigar sus campañas de diversión para hacerlas más amenas. -Podría decir que ha sido un placer, señorita, pero sólo lo fueron unos cinco minutos, espero que me recuerdes tú y tu gente con aprecio.- Atada como estaba de ambas manos la cogió y levantándola en peso como tantas veces había hecho para tirar enemigos por la borda la proyectó hacia el gris claro de las aguas del puerto, entre el navío de Bjorn Greyjoy y el suyo. Harlaw ordenó lanzar también a las perras de la chica, pero en el último momento se lo pensó mejor, las miró en sus jaulas y ordenó algo mucho más sencillo. -Herid a las perras y que salten detrás de su ama.- Un par de zafios grumetes le dieron dos lanzazos en las patas a los cánidos y les abrieron las jaulas para que renqueando se lanzaran al mar a defender a su joven y maltrecha ama.
El sonido fue trascendente al caer a pesar de que no pesaría mucho la joven. No obstante el objetivo lo había logrado, la mayoría de la tripulación del dromón corrió a babor a vislumbrar el ocio de que les proveía su capitán. No le daba la chica al Greyjoy, se la daba al mar y este debía sacarla de ahí si la quería. Los marineros de Harlaw comenzaron a apostar sobre si el escualo iba a morder a la chica o no, sobre si Bjorn se tiraría al mar a por su obsequio o no o sobre cuanto tardarían en venir tiburones más grandes. Victarion que no solía jugar nunca apostó dos cajas de kiwis a Harras Harlaw a que Greyjoy apuñalaba al hambriento pescado.
Echó mano a un cubo de frescas y deliciosas tripas de pescado, sangre y vísceras y lo echó sin miramientos por la borda. Mientras la gente de Bjorn y él mismo trabajaban, Victarion aguardaba al mar apoyado en la baranda de babor, sus hombres recogieron los aparejos y a Medea la paseaban como si de un perro se tratara, para que le diera el sol. Llegado el momento la curiosidad del Greyjoy se hizo fehaciente y el hermano de su hermano hubo de responderle.
-¡Bueno Greyjoy... al menos ha aprendido lo que pasa cuando al hierro se le antoja algo!.- Se giró hacia Medea sin aire socarrón, con toda naturalidad.- ¿Verdad que has aprendido, puta?- Lo de puta lo remarcó más con los dientes, no por nada, sino para que la chica comprendiera por si no lo había hecho ya lo que una mujer verde significaba para la entera tripulación de un buen navío. -¡Bjorn!- Llamó al marino mientras echaba un vistazo hacia abajo, llevaba un buen rato esperando y el agua entre los dos barcos se teñía de un componente sangriento importante.- No voy a vendértela pues eres hermano de mi hermano, no voy a regalártela porque me costó un buen viaje... pero... Lo que sale del mar es del que lo encuentra.- Las fórmulas de intercambios en el hierro no podían incluir regalos o compraventas como necios homosexuales de las tierras verdes, esto se daba cuando era estrictamente necesario, pero en cuestiones de gozo personal entre capitanes todo debía incluir cierta fortaleza, cierto decoro isleño.- ¡Sí le coges el culo antes que ese marrajo es tuya, amigo!- Efectivamente, un buen rato mientras se trabajaba en los barcos y la sangre atrajo a un pequeño pero agresivo tiburón de apenas un metro de longitud. Victarion se giró hacia Medea Vance y la miró a los ojos, finalmente tras todo lo que había hecho sólo se llevaba un amargo sentimiento de diversión ya pasada así que decidió que en el futuro tenía que mitigar sus campañas de diversión para hacerlas más amenas. -Podría decir que ha sido un placer, señorita, pero sólo lo fueron unos cinco minutos, espero que me recuerdes tú y tu gente con aprecio.- Atada como estaba de ambas manos la cogió y levantándola en peso como tantas veces había hecho para tirar enemigos por la borda la proyectó hacia el gris claro de las aguas del puerto, entre el navío de Bjorn Greyjoy y el suyo. Harlaw ordenó lanzar también a las perras de la chica, pero en el último momento se lo pensó mejor, las miró en sus jaulas y ordenó algo mucho más sencillo. -Herid a las perras y que salten detrás de su ama.- Un par de zafios grumetes le dieron dos lanzazos en las patas a los cánidos y les abrieron las jaulas para que renqueando se lanzaran al mar a defender a su joven y maltrecha ama.
El sonido fue trascendente al caer a pesar de que no pesaría mucho la joven. No obstante el objetivo lo había logrado, la mayoría de la tripulación del dromón corrió a babor a vislumbrar el ocio de que les proveía su capitán. No le daba la chica al Greyjoy, se la daba al mar y este debía sacarla de ahí si la quería. Los marineros de Harlaw comenzaron a apostar sobre si el escualo iba a morder a la chica o no, sobre si Bjorn se tiraría al mar a por su obsequio o no o sobre cuanto tardarían en venir tiburones más grandes. Victarion que no solía jugar nunca apostó dos cajas de kiwis a Harras Harlaw a que Greyjoy apuñalaba al hambriento pescado.
Victarion Harlaw- Casa vasalla
Re: Los fantasmas del almirante, Puerto Noble (Medea. Harlaw)
Ni se molestó en mirarle a la cara, no merecía la pena, mientras caía. La tiró entre el barco el pequeño esquife, tan cerca de él que si hubiera calculado un poco más, habría caído en los brazos del hombre que la reclamaba. Pasaba de un pirata a otro, ¡bien! Sin embargo había un leve problema, ese pequeño tiburón. Era media mañana, sonrió, tenía una leve oportunidad, ya habría desayunado, los bichos comían al amanecer ya al atardecer, si lograba tranquilizarse.
Esa oportunidad pasaba por sus amados animales, cruel hasta decir basta las había herido, los animales sangrarían. Su padre la explicó, que no era raro que los tiburones despistados, hambrientos se adentraran en los ríos siguiendo el rastro de los salmones o esturiones, cuando desovaban. -Has de recordar unas normas básicas.
-A los tiburones no les gusta la carne humana si hay pescado, ¿entiendes pequeña? Medea lo recordaba, había visto salmones de gran tamaño, destripados, y también en la costa focas mordidas por los escualos, especialmente en las tierras de Kyle.
Cuando la tomó en brazos, ella cayó después de sus perras, los animales patalearon.- Recuerda Med, decía su padre, tu olor no les atrae, En la superficie, es mejor mantenerse quieta y tranquila y no echar a nadar como si hubiéramos visto al diablo. No supo si fue la sangre fría o el terror, pero no se movió, simplemente flotó.
Debes ser silenciosa y no chapotear. Patalear, salpicar y otro tipo de movimientos erráticos pueden alertar a los tiburones de tu presencia. Intenta realizar movimientos suaves y sutiles.
Las perras, como en el momento de recogida de las huevas, se lanzaron contra eso que se movía, un grito ahogado murió en su garganta. Las lagrimas que no había derramado por el maltrato, por las vejaciones, por el dolor, se mezclaron con la sal. El movimiento del pataleo de un perro es como la campanilla de la cena para los tiburones. Apenas se movió, las perras atacaron al pequeño tiburón, la más pequeña, fue directa a los ojos, la mayor, nadó por debajo del vientre, apresando el lomo con su mandíbula, eran perros de presa, de mordisco cruzado, no soltarían su presa. Era el momento, con ambas manos, se izó a la superficie, sin apenas desplazar el agua, su padre decía
- Si estás buceando, no subas a la superficie a no ser que no te quede otro remedio. No te muevas para evitar que te vea y no llamar su atención. Es mejor mantenerse a la misma altura del tiburón o por debajo. A él le gusta pillarte por sorpresa y de abajo a arriba. Estaba alejada, el mar olía a sangre de perro y pescado, el marrajo, herido, lanzaba dentelladas, el dolor del dorso debía ser insoportable, pero acertó a la pequeña de las perras, la otra, acostumbrada a atacar en grupo, profundizó en el mordisco, ¡Med sobrevive!, sus manos golpearon la barca, las alzó por encima, asió con sus dedos el borde, miró al atractivo hombre, nada parecido al repugnante pirata.
No era ni el amanecer ni el atardecer, los tiburones estarían saciados, no se veía ninguno en el horizonte, pese al olor de la sangre, Med, debes sobrevivir, no habló,- hija si te ves acorralada, si ningún consejo anterior te ha servido de nada y el animal te ha mordido, no dejes de pelear. Un buen golpe en la cabeza, sobre todo en los ojos o en la nariz, su parte más frágil, puedes noquearle y decidirá dejarte en paz. No la hizo falta el tiburón estaba a punto de agonizar, y no llegaban sus congéneres y si un a multitud de salmonetes y otros peces carroñeros para comer.El marrajo tenía suficiente con las perras, había perdido un ojo, la mayor le destripaba.
Los ojos azules con lágrimas, asida a la barca, alejada varios metros de la acción, se cruzaron con el hombre, quería hablar, pero no pudo, quería decirle que no quería morir. No llegaban más tiburones, no le dio espectáculo esperado a los cabrones de cubierta, si moría no emitiría un grito, sin embargo algo le dijo, que el deseo de ese hombre, sería su salvación
Esa oportunidad pasaba por sus amados animales, cruel hasta decir basta las había herido, los animales sangrarían. Su padre la explicó, que no era raro que los tiburones despistados, hambrientos se adentraran en los ríos siguiendo el rastro de los salmones o esturiones, cuando desovaban. -Has de recordar unas normas básicas.
-A los tiburones no les gusta la carne humana si hay pescado, ¿entiendes pequeña? Medea lo recordaba, había visto salmones de gran tamaño, destripados, y también en la costa focas mordidas por los escualos, especialmente en las tierras de Kyle.
Cuando la tomó en brazos, ella cayó después de sus perras, los animales patalearon.- Recuerda Med, decía su padre, tu olor no les atrae, En la superficie, es mejor mantenerse quieta y tranquila y no echar a nadar como si hubiéramos visto al diablo. No supo si fue la sangre fría o el terror, pero no se movió, simplemente flotó.
Debes ser silenciosa y no chapotear. Patalear, salpicar y otro tipo de movimientos erráticos pueden alertar a los tiburones de tu presencia. Intenta realizar movimientos suaves y sutiles.
Las perras, como en el momento de recogida de las huevas, se lanzaron contra eso que se movía, un grito ahogado murió en su garganta. Las lagrimas que no había derramado por el maltrato, por las vejaciones, por el dolor, se mezclaron con la sal. El movimiento del pataleo de un perro es como la campanilla de la cena para los tiburones. Apenas se movió, las perras atacaron al pequeño tiburón, la más pequeña, fue directa a los ojos, la mayor, nadó por debajo del vientre, apresando el lomo con su mandíbula, eran perros de presa, de mordisco cruzado, no soltarían su presa. Era el momento, con ambas manos, se izó a la superficie, sin apenas desplazar el agua, su padre decía
- Si estás buceando, no subas a la superficie a no ser que no te quede otro remedio. No te muevas para evitar que te vea y no llamar su atención. Es mejor mantenerse a la misma altura del tiburón o por debajo. A él le gusta pillarte por sorpresa y de abajo a arriba. Estaba alejada, el mar olía a sangre de perro y pescado, el marrajo, herido, lanzaba dentelladas, el dolor del dorso debía ser insoportable, pero acertó a la pequeña de las perras, la otra, acostumbrada a atacar en grupo, profundizó en el mordisco, ¡Med sobrevive!, sus manos golpearon la barca, las alzó por encima, asió con sus dedos el borde, miró al atractivo hombre, nada parecido al repugnante pirata.
No era ni el amanecer ni el atardecer, los tiburones estarían saciados, no se veía ninguno en el horizonte, pese al olor de la sangre, Med, debes sobrevivir, no habló,- hija si te ves acorralada, si ningún consejo anterior te ha servido de nada y el animal te ha mordido, no dejes de pelear. Un buen golpe en la cabeza, sobre todo en los ojos o en la nariz, su parte más frágil, puedes noquearle y decidirá dejarte en paz. No la hizo falta el tiburón estaba a punto de agonizar, y no llegaban sus congéneres y si un a multitud de salmonetes y otros peces carroñeros para comer.El marrajo tenía suficiente con las perras, había perdido un ojo, la mayor le destripaba.
Los ojos azules con lágrimas, asida a la barca, alejada varios metros de la acción, se cruzaron con el hombre, quería hablar, pero no pudo, quería decirle que no quería morir. No llegaban más tiburones, no le dio espectáculo esperado a los cabrones de cubierta, si moría no emitiría un grito, sin embargo algo le dijo, que el deseo de ese hombre, sería su salvación
Medea Vance
Re: Los fantasmas del almirante, Puerto Noble (Medea. Harlaw)
La vida en Poniente no era mínimamente agradable, si bien durante mucho tiempo el continente había estado en relativa paz, ahora la guerra perseguía a los pueblos de los siete reinos, la batalla era gloriosa en ella se mostraba lo mas glorioso del espíritu de los hombres, sin embargo en el conflicto se desataban al mismo tiempo las mas bajas y miserables pasiones de los hombres, saqueos, violaciones, asesinatos, robos, todo era parte de la guerra, en las islas del Hierro era aun mas duro, para nosotros no había piedad para nuestros enemigos, en altamar la vida es dura y en la batalla aun mas, no había espacio para la piedad o la misericordia, pues si nosotros éramos débiles los muchos enemigos que siempre se han perfilado en nuestras costas vendrían a por nosotros, violando, saqueando, todo ello formaba parte de lo que un hombre del hierro tenia frente a si.
Mi mundo jamás fue diferente, excepto por Thalas, mi esposa, la hermosa rosa espinada, sensual y fuerte, peligrosa y astuta, justo lo que había esperado durante años, ella me acompaño, fue mi amante, mi amiga, apretaba sus muslos en mi cadera y su voz calmaba mis sentidos hasta que el maldito Drumm provoco su muerte, pasaron diez años y aun no tenia paz, ni un atisbo de la misma, la mujer en la proa del barco de mi amigo no era Thalas, pero era tan endemoniadamente parecida a ella, su pelo, su piel, una versión limpia, joven, tersa, mis fantasías hechas realidad, al menos un atisbo de ellas, ¡que me importaba si no lo era! Al menos era lo más parecido a mi mujer.
Como lo imaginaba, no seria sencillo que Harlaw la dejara ir, la fiereza que lo distinguía como mi mejor almirante solía aderezarse con una fuerte dosis de sadismo, excelente en batalla cuando debes de cortar y despedazar todo a tu paso, pero muy poco apropiada cuando estas entregando una mercancía deliciosa como se antojaba la chica – Solo ten cuidado en tus juegos Harlaw, no quiero que dañes mi diversión. Exclame entre cínico y algo tenso, él era perfectamente capaz de atravesarla con una espada y luego lanzarla al mar y eso no seria nada grato ni para mi, ni para él, sin embargo por fortuna al menos de cierta forma planeo un juego macabro, había avistado al tiburón que nadaba cerca de la costa, intercambio algunas palabras con ella y luego la lanzo al agua…
Siguieron unos perros, tal como lo imaginaba, quería verla muerta, en otras circunstancias no me habría importado, si bien jamás he forzado a una mujer, la vida de un hombre de hierro es dura y he aprendido a vivir con eso, sin embargo en este caso era diferente, quería ese trofeo para mi, no quería que un puñetero tiburón la devorara, mi primer impulso fue lanzarme al mar a por ella, el animal seguramente la devoraría, pero los mismos perros al parecer se habían lanzado a por el tiburón, -lanzad una cuerda. Grite a uno de mis hombres que había venido atraído por el escándalo, por un momento un largo demonio se poso sobre mi, perderla de nuevo ¡jamás! De ser necesario me lanzaría al agua, pero por fortuna la chica logro nadar hasta tomar el cabo , con fuerza comencé a jalar de la cuerda, no me era difícil, en apenas unos segundos logre jalarla hasta la línea de mi proa, uno de sus perros había logrado morder su vestido para subir con ella, al mirarla por un segundo sentí el peso de mis demonios sobre mi, solo que un almirante, un hombre de hierro no podía ser débil frente a sus hombres, girando me dirigí a mi timonel – llevadla al camarote, no me gusta la sal en la cama, así que se limpie y se prepare para el almirante del hierro.
Escuche las risas de los hombres en el barco de Harlaw, por un momento había estado a punto de lanzarme al agua por ella, no me causaba gracia pues solo tenia mi cuchillo en la mano, pero este habría sido mas que suficiente para asesinar al maldito depredador, ademas habia sido bien defendida por sus perros, otro habia sido recuperado con otro cabo, observe como la joven era conducida a mi camarote y mirando a Harlaw grite –como vez, Bjorn jamás pierde algo que quiere…
Mi mundo jamás fue diferente, excepto por Thalas, mi esposa, la hermosa rosa espinada, sensual y fuerte, peligrosa y astuta, justo lo que había esperado durante años, ella me acompaño, fue mi amante, mi amiga, apretaba sus muslos en mi cadera y su voz calmaba mis sentidos hasta que el maldito Drumm provoco su muerte, pasaron diez años y aun no tenia paz, ni un atisbo de la misma, la mujer en la proa del barco de mi amigo no era Thalas, pero era tan endemoniadamente parecida a ella, su pelo, su piel, una versión limpia, joven, tersa, mis fantasías hechas realidad, al menos un atisbo de ellas, ¡que me importaba si no lo era! Al menos era lo más parecido a mi mujer.
Como lo imaginaba, no seria sencillo que Harlaw la dejara ir, la fiereza que lo distinguía como mi mejor almirante solía aderezarse con una fuerte dosis de sadismo, excelente en batalla cuando debes de cortar y despedazar todo a tu paso, pero muy poco apropiada cuando estas entregando una mercancía deliciosa como se antojaba la chica – Solo ten cuidado en tus juegos Harlaw, no quiero que dañes mi diversión. Exclame entre cínico y algo tenso, él era perfectamente capaz de atravesarla con una espada y luego lanzarla al mar y eso no seria nada grato ni para mi, ni para él, sin embargo por fortuna al menos de cierta forma planeo un juego macabro, había avistado al tiburón que nadaba cerca de la costa, intercambio algunas palabras con ella y luego la lanzo al agua…
Siguieron unos perros, tal como lo imaginaba, quería verla muerta, en otras circunstancias no me habría importado, si bien jamás he forzado a una mujer, la vida de un hombre de hierro es dura y he aprendido a vivir con eso, sin embargo en este caso era diferente, quería ese trofeo para mi, no quería que un puñetero tiburón la devorara, mi primer impulso fue lanzarme al mar a por ella, el animal seguramente la devoraría, pero los mismos perros al parecer se habían lanzado a por el tiburón, -lanzad una cuerda. Grite a uno de mis hombres que había venido atraído por el escándalo, por un momento un largo demonio se poso sobre mi, perderla de nuevo ¡jamás! De ser necesario me lanzaría al agua, pero por fortuna la chica logro nadar hasta tomar el cabo , con fuerza comencé a jalar de la cuerda, no me era difícil, en apenas unos segundos logre jalarla hasta la línea de mi proa, uno de sus perros había logrado morder su vestido para subir con ella, al mirarla por un segundo sentí el peso de mis demonios sobre mi, solo que un almirante, un hombre de hierro no podía ser débil frente a sus hombres, girando me dirigí a mi timonel – llevadla al camarote, no me gusta la sal en la cama, así que se limpie y se prepare para el almirante del hierro.
Escuche las risas de los hombres en el barco de Harlaw, por un momento había estado a punto de lanzarme al agua por ella, no me causaba gracia pues solo tenia mi cuchillo en la mano, pero este habría sido mas que suficiente para asesinar al maldito depredador, ademas habia sido bien defendida por sus perros, otro habia sido recuperado con otro cabo, observe como la joven era conducida a mi camarote y mirando a Harlaw grite –como vez, Bjorn jamás pierde algo que quiere…
Bjorn Greyjoy
Re: Los fantasmas del almirante, Puerto Noble (Medea. Harlaw)
Bien, procedemos a las tiradas. Pensaba hacer un post narrativo y coherente basado en mis propios criterios y en favor de los personajes, pero para que no se me acuse de querer perjudicar o favorecer a nadie, dejaré que sean los dados los que decidan.
En primer lugar, si acude un segundo tiburón o no, pues los marrajos, aunque puede ser raro verlos en la costa, también van en busca de comida, y si acude un segundo, eso aumenta la peligrosidad y dificultad del resto de tiradas. De 1-4 no acude ninguno, de 5-6 acude uno.
En primer lugar, si acude un segundo tiburón o no, pues los marrajos, aunque puede ser raro verlos en la costa, también van en busca de comida, y si acude un segundo, eso aumenta la peligrosidad y dificultad del resto de tiradas. De 1-4 no acude ninguno, de 5-6 acude uno.
- Número aleatorio (1,6) : 2
Brynden Ríos- Nobleza
Re: Los fantasmas del almirante, Puerto Noble (Medea. Harlaw)
Visto lo visto, las tiradas tendrán la dificultad de un único tiburón de un metro aproximado. Para quien no sepa lo que es un marrajo, ni su comportamiento, diré de manera breve que son animales a los cuales no hace falta darles un motivo para atacar, lo hacen solos, son muy agresivos, tienen una fisionomía e hidrodinámica muy buena para moverse y ser rápidos, por no hablar de su poder de mordida. Este podría ser un macho, al que le falta poco menos de un metro para ser adulto, ya que no son del tipo tiburón blanco.
En fin, volviendo al orden de acontecimientos:
Medea es lanzada al agua. Tirada para ver si el tiburón, al ver movimiento, deja la carnaza y va en su ataque. De 1-3 la ataca, de 4-6 la ignora.
Contamos con que lo importante es salvar a Medea, tiempo que las perras se debaten en nadar malheridas, eso si no los ataca el marrajo, si las atacan estás casi muertas.
Si las perras no consiguen interceder por Medea, tal y como está maniatada, la dificultad es grande. El Tiburón la embiste sin más fracturando alguna extremidad con posterior recuperación: 1-2. La muerde de levedad en una pierna, con cojera temporal media (tres meses onrol): 3-6. Mordida grave en alguna pierna con cojera de por vida: 7-9. Muerte: 10.
Tomando estas tiradas como referencia, la narración realizará un post narrativo de la situación.
En fin, volviendo al orden de acontecimientos:
Medea es lanzada al agua. Tirada para ver si el tiburón, al ver movimiento, deja la carnaza y va en su ataque. De 1-3 la ataca, de 4-6 la ignora.
- Número aleatorio (1,6) : 1
- Número aleatorio (1,6) : 6
- Número aleatorio (1,10) : 1
Contamos con que lo importante es salvar a Medea, tiempo que las perras se debaten en nadar malheridas, eso si no los ataca el marrajo, si las atacan estás casi muertas.
Si las perras no consiguen interceder por Medea, tal y como está maniatada, la dificultad es grande. El Tiburón la embiste sin más fracturando alguna extremidad con posterior recuperación: 1-2. La muerde de levedad en una pierna, con cojera temporal media (tres meses onrol): 3-6. Mordida grave en alguna pierna con cojera de por vida: 7-9. Muerte: 10.
- Número aleatorio (1,10) : 4
Tomando estas tiradas como referencia, la narración realizará un post narrativo de la situación.
Brynden Ríos- Nobleza
Re: Los fantasmas del almirante, Puerto Noble (Medea. Harlaw)
Las aguas parecían tranquilas, tan solo enturbiadas por los barcos que salían y entraban del embarcadero. La ferocidad de los Hombres del Hierro era por todos sabida, así como su crueldad. Pero en el mar existían seres más crueles aún que Victarion Harlaw, y ahora, mientras el agua se teñía de escarlata, uno de ellos hacía acto de presencia devorando con avidez las tripas de pescado que el isleño había lanzado para atraerlo.
Victarion no iba a dejar escapar la oportunidad de demostrar lo que era, un sanguinario sin escrúpulos. Sigiloso, mortal, perfectamente equilibrado y hecho para el ataque, el marrajo no tenía suficiente con el aperitivo que el señor de Diez Torres le había ofrecido.
El cuerpo trémulo de Medea resultaría un bocado bastante más suculento, aunque en realidad la intención no fuera tanto alimentar al escualo, sino dar un poco de diversión a los marinos.
El sonido de la Lady de los ríos al romper la superficie del agua y el incesante chapoteo por no morir ahogada, despertó sin duda la atención del pequeño tiburón.
Los hombres de Bjorn no dudaron en echarle cuerdas, por orden de su capitán, para que la joven pudiera agarrarse. Pero el miedo, el elemento líquido, unas manos atadas y un mundo cruel y duro como el hierro, no permitieron que pudiera hacerse con ninguna.
Las perras de la pelirroja, entre quejumbrosos gimoteos, y renqueando debido a las heridas provocadas, se zambulleron para intentar ayudar a su ama, pero no consiguieron siquiera captar la atención del marrajo y servir de distracción.
El escualo, con una rapidez asombrosa enfiló su mandíbula directa a la joven, pero en el último instante, el pataleo de Medea consiguió esquivar una mordida que con toda seguridad se habría llevado media pierna.
Por suerte o por desgracia, aquel tiburón no era un tiburón blanco. Si lo fuera y hubiera decidido atacarla, no habría errado debido a la amplitud de sus mandíbulas. Pero era un marrajo, los tiburones a los que no había que darles razón alguna para que te atacaran. Eran carniceros por naturaleza, y mataban a todo ser viviente que se acercara a ellos.
Una de las perras consiguió llegar hasta su ama, pero el tiburón ya estaba de camino para una segunda acometida. El tiburón embistió al can, librando a la joven de nuevo de la furia del animal.
Mientras tanto, ajena ya a todo, la otra perra había nadado hasta la extenuación hacia la costa, mientras dejaba un pequeño reguero de sangre al que el tiburón no prestó la menor atención.
La segunda perra, desorientada, se dirigió nadando al mascarón de proa, donde fue subida al barco de Bjorn gracias a un par de grumetes que, ayudándose de cuerdas y redes, consiguieron izarla.
Ahora, la única oportunidad que Harlaw había dado a Medea para que pudiera salir con vida, se había esfumado. El tiburón no lo dudó y acometió contra la joven, esta vez sí, agarrando una de sus piernas entre sus hileras de dientes curvados hacia dentro, a la misma vez que un espontón acertaba de lleno en el lomo del animal. Esto no hizo que el tiburón dejara de zarandear a la joven y ésta pudiera sentir el desgarro de la piel del gemelo y cómo su tobillo experimentaba un intento de luxación debido a las sacudidas. El agua mitigaba levemente el dolor, pero no lo hacía soportable. Gritaba y se debatía, mientras la joven fiera que la apresaba tiraba de ella. Pero un chuzo impactó contra el mismo costado, casi en las branquias, viéndose obligado de manera milagrosa a soltar a la joven.
Dos intentos fueron suficientes para izar a la joven en una red como si fuera una captura, pues agarrarse a una cuerda era una tarea demasiado ardua para su estado.
Una vez en la cubierta, Lady Vance pudo ver las secuelas del ataque. Su pierna era una amalgama sanguinolenta. Había tenido mucha suerte, ya que si el escualo la hubiera agarrado con los dientes delanteros, habría desgarrado el gemelo, dejando tan solo un gran vacío en su lugar. Pero no. Su tobillo estaba hinchado, el ligamento isquiofemoral –que unía el fémur a la pelvis– había sufrido una torsión, y en el gemelo se podían apreciar los dientes del marrajo como si fueran puñaladas.
Estaba viva, y sus queridas perras también. Ya tenían más vicisitudes que las unieran: el mar, heridas en las extremidades y un tiburón marrajo.
Medea Vance había descubierto la violencia del mar, la crueldad de los hombres y la dureza del hierro. Y eso, era algo que la marcaría para siempre, no solo en apariencia.
Victarion no iba a dejar escapar la oportunidad de demostrar lo que era, un sanguinario sin escrúpulos. Sigiloso, mortal, perfectamente equilibrado y hecho para el ataque, el marrajo no tenía suficiente con el aperitivo que el señor de Diez Torres le había ofrecido.
El cuerpo trémulo de Medea resultaría un bocado bastante más suculento, aunque en realidad la intención no fuera tanto alimentar al escualo, sino dar un poco de diversión a los marinos.
El sonido de la Lady de los ríos al romper la superficie del agua y el incesante chapoteo por no morir ahogada, despertó sin duda la atención del pequeño tiburón.
Los hombres de Bjorn no dudaron en echarle cuerdas, por orden de su capitán, para que la joven pudiera agarrarse. Pero el miedo, el elemento líquido, unas manos atadas y un mundo cruel y duro como el hierro, no permitieron que pudiera hacerse con ninguna.
Las perras de la pelirroja, entre quejumbrosos gimoteos, y renqueando debido a las heridas provocadas, se zambulleron para intentar ayudar a su ama, pero no consiguieron siquiera captar la atención del marrajo y servir de distracción.
El escualo, con una rapidez asombrosa enfiló su mandíbula directa a la joven, pero en el último instante, el pataleo de Medea consiguió esquivar una mordida que con toda seguridad se habría llevado media pierna.
Por suerte o por desgracia, aquel tiburón no era un tiburón blanco. Si lo fuera y hubiera decidido atacarla, no habría errado debido a la amplitud de sus mandíbulas. Pero era un marrajo, los tiburones a los que no había que darles razón alguna para que te atacaran. Eran carniceros por naturaleza, y mataban a todo ser viviente que se acercara a ellos.
Una de las perras consiguió llegar hasta su ama, pero el tiburón ya estaba de camino para una segunda acometida. El tiburón embistió al can, librando a la joven de nuevo de la furia del animal.
Mientras tanto, ajena ya a todo, la otra perra había nadado hasta la extenuación hacia la costa, mientras dejaba un pequeño reguero de sangre al que el tiburón no prestó la menor atención.
La segunda perra, desorientada, se dirigió nadando al mascarón de proa, donde fue subida al barco de Bjorn gracias a un par de grumetes que, ayudándose de cuerdas y redes, consiguieron izarla.
Ahora, la única oportunidad que Harlaw había dado a Medea para que pudiera salir con vida, se había esfumado. El tiburón no lo dudó y acometió contra la joven, esta vez sí, agarrando una de sus piernas entre sus hileras de dientes curvados hacia dentro, a la misma vez que un espontón acertaba de lleno en el lomo del animal. Esto no hizo que el tiburón dejara de zarandear a la joven y ésta pudiera sentir el desgarro de la piel del gemelo y cómo su tobillo experimentaba un intento de luxación debido a las sacudidas. El agua mitigaba levemente el dolor, pero no lo hacía soportable. Gritaba y se debatía, mientras la joven fiera que la apresaba tiraba de ella. Pero un chuzo impactó contra el mismo costado, casi en las branquias, viéndose obligado de manera milagrosa a soltar a la joven.
Dos intentos fueron suficientes para izar a la joven en una red como si fuera una captura, pues agarrarse a una cuerda era una tarea demasiado ardua para su estado.
Una vez en la cubierta, Lady Vance pudo ver las secuelas del ataque. Su pierna era una amalgama sanguinolenta. Había tenido mucha suerte, ya que si el escualo la hubiera agarrado con los dientes delanteros, habría desgarrado el gemelo, dejando tan solo un gran vacío en su lugar. Pero no. Su tobillo estaba hinchado, el ligamento isquiofemoral –que unía el fémur a la pelvis– había sufrido una torsión, y en el gemelo se podían apreciar los dientes del marrajo como si fueran puñaladas.
Estaba viva, y sus queridas perras también. Ya tenían más vicisitudes que las unieran: el mar, heridas en las extremidades y un tiburón marrajo.
Medea Vance había descubierto la violencia del mar, la crueldad de los hombres y la dureza del hierro. Y eso, era algo que la marcaría para siempre, no solo en apariencia.
- Spoiler:
- Lógicamente, los posts de Bjorn y Medea deberán ser modificados por sus autores y publicados a continuación de esta resolución, borrando así los otros para no confundirnos. Gracias por vuestra paciencia.
El Herrero- Otros
Re: Los fantasmas del almirante, Puerto Noble (Medea. Harlaw)
Tras caer al mar sintió como el escualo enfilaba hacia ella, el animal la envistió provocando el desgarro, sintió sus dientes, pues aunque en los primeros momentos, el miedo la había paralizado, el terror hizo que nadara para salvar su vida el animal la había mordido.
Sus leales animales no consiguieron distraer al escualo, que la envistió, primero logro esquivarlo y el anima mordió el aire, la segunda vez no tuvo tanta suerte.
Había sufrido una torsión, y en el gemelo se podían apreciar los dientes del marrajo como si fueran puñaladas. Lo siguiente ni lo recordaba ni lo recordaría durante muchos días. Había sobrevivido, sangrando sobre la cubierta de otro barco. Solo la quedaba volver a sus tierras, no era el momento para la venganza, solo par la vida.
Sus animales habían luchado y ella también, el futuro diría lo que haría, pero con toda seguridad, había perdido la inocencia, no la del cuerpo que eso se cura, sino la del alma que es más difícil de sanar.
Las marcas del tiburón serian un recuerdo de un trago amargo, pero que serviría para no volver a confiar en nadie. Ni en su mejor amiga, ni el hombre que creía honrado, simplemente eral una nueva Medea, cuyo fin ahora era sobrevivir,... lo demás podía esperar, por el momento, el dolor la hizo hundirse, todo se volvió gris, luego oscuro, luego todo silencioso, después la nada.
- nota:
- Esta es la respuesta que sustituye a la mían, no creo necesario dar mas detalles para no caer en una nueva descripción de dicha escena, con ella doy por terminada mi participación es este post.
Medea Vance
Re: Los fantasmas del almirante, Puerto Noble (Medea. Harlaw)
La vida en Poniente no era mínimamente agradable, si bien durante mucho tiempo el continente había estado en relativa paz, ahora la guerra perseguía a los pueblos de los siete reinos, la batalla era gloriosa en ella se mostraba lo mas glorioso del espíritu de los hombres, sin embargo en el conflicto se desataban al mismo tiempo las mas bajas y miserables pasiones de los hombres, saqueos, violaciones, asesinatos, robos, todo era parte de la guerra, en las islas del Hierro era aun mas duro, para nosotros no había piedad para nuestros enemigos, en altamar la vida es dura y en la batalla aun mas, no había espacio para la piedad o la misericordia, pues si nosotros éramos débiles los muchos enemigos que siempre se han perfilado en nuestras costas vendrían a por nosotros, violando, saqueando, todo ello formaba parte de lo que un hombre del hierro tenia frente a si.
Mi mundo jamás fue diferente, excepto por Thalas, mi esposa, la hermosa rosa espinada, sensual y fuerte, peligrosa y astuta, justo lo que había esperado durante años, ella me acompaño, fue mi amante, mi amiga, apretaba sus muslos en mi cadera y su voz calmaba mis sentidos hasta que el maldito Drumm provoco su muerte, pasaron diez años y aun no tenia paz, ni un atisbo de la misma, la mujer en la proa del barco de mi amigo no era Thalas, pero era tan endemoniadamente parecida a ella, su pelo, su piel, una versión limpia, joven, tersa, mis fantasías hechas realidad, al menos un atisbo de ellas, ¡que me importaba si no lo era! Al menos era lo más parecido a mi mujer.
Como lo imaginaba, no seria sencillo que Harlaw la dejara ir, la fiereza que lo distinguía como mi mejor almirante solía aderezarse con una fuerte dosis de sadismo, excelente en batalla cuando debes de cortar y despedazar todo a tu paso, pero muy poco apropiada cuando estas entregando una mercancía deliciosa como se antojaba la chica – Solo ten cuidado en tus juegos Harlaw, no quiero que dañes mi diversión. Exclame entre cínico y algo tenso, él era perfectamente capaz de atravesarla con una espada y luego lanzarla al mar y eso no seria nada grato ni para mi, ni para él, sin embargo por fortuna al menos de cierta forma planeo un juego macabro, había avistado al tiburón que nadaba cerca de la costa, intercambio algunas palabras con ella y luego la lanzo al agua…
Siguieron unos perros, tal como lo imaginaba, quería verla muerta, en otras circunstancias no me habría importado, si bien jamás he forzado a una mujer, la vida de un hombre de hierro es dura y he aprendido a vivir con eso, sin embargo en este caso era diferente, quería ese trofeo para mi, no quería que un puñetero tiburón la devorara, mi primer impulso fue lanzarme al mar a por ella, el animal seguramente la devoraría, pero los mismos perros al parecer se habían lanzado a por el tiburón, apenas se notaba algo en medio del agua, al parecer uno de los perros habia logrado contener al escuelo, pero no por mucho tiempo, apenas perceptible se escucho el grito de la chica, el tiburón la habia logrado morder, un animal asi jamás dejaba a su presa, como en un impulso estuve a punto de saltar al agua a por ella, nada me importaba en ese momento, tenia un vacio, mi mente estaba en blanco de regreso diez años en el tiempo, ya no era una peliroja, era Thalas, mi hermosa mujer, la única, apenas un instante antes de saltar por una extraña fortuna el tiburón se alejo, dejándola apenas flotando a un palmo de distancia de mi.
-lanzad una red. Grite a uno de mis hombres que había venido atraído por el escándalo, por un momento un largo demonio se poso sobre mi, perderla de nuevo ¡jamás! De ser necesario me lanzaría al agua, pero por fortuna en el segundo intento la joven fue atrapada en medio de la red , con fuerza comencé a jalar de la misma, no me era difícil, en apenas unos segundos logre jalarla hasta la línea de mi proa, al mirarla por un segundo sentí el peso de mis demonios sobre mi, solo que un almirante, un hombre de hierro no podía ser débil frente a sus hombres, pero la herida en su pierna me conmovió, fácilmente podría sufrir una infección y morir o simplemente desangrarse, mire a mi timonel y con una voz de orden emite mis deseos –llevadla a mi camarote, curad la herida, si ella muere, muchos pagaran con sus vidas. exclame poseido por viejos fantasmas que aparecian de nuevo en mi vida, en forma de cabellos rojos como el sol que se pone.
Escuche las risas de los hombres en el barco de Harlaw, por un momento había estado a punto de lanzarme al agua por ella, no me causaba gracia pues solo tenia mi cuchillo en la mano, pero este habría sido mas que suficiente para asesinar al maldito depredador, ademas habia sido bien defendida por sus perros, uno de ellos habia sido rescatado por dos de mis hombres y el otro habia logrado nadar mal trecho a la costa, observe como la joven era conducida a mi camarote y mirando a Harlaw grite –como vez, Bjorn jamás pierde algo que quiere… Exclame, no quería regresar a Pike, quería irme de aquí, sarpar a un lugar lejano, esta habia sido una amarga experiencia, -a las escudo. Ordene lacónicamente al marinero en el timon, a la lejanía del mar…
Mi mundo jamás fue diferente, excepto por Thalas, mi esposa, la hermosa rosa espinada, sensual y fuerte, peligrosa y astuta, justo lo que había esperado durante años, ella me acompaño, fue mi amante, mi amiga, apretaba sus muslos en mi cadera y su voz calmaba mis sentidos hasta que el maldito Drumm provoco su muerte, pasaron diez años y aun no tenia paz, ni un atisbo de la misma, la mujer en la proa del barco de mi amigo no era Thalas, pero era tan endemoniadamente parecida a ella, su pelo, su piel, una versión limpia, joven, tersa, mis fantasías hechas realidad, al menos un atisbo de ellas, ¡que me importaba si no lo era! Al menos era lo más parecido a mi mujer.
Como lo imaginaba, no seria sencillo que Harlaw la dejara ir, la fiereza que lo distinguía como mi mejor almirante solía aderezarse con una fuerte dosis de sadismo, excelente en batalla cuando debes de cortar y despedazar todo a tu paso, pero muy poco apropiada cuando estas entregando una mercancía deliciosa como se antojaba la chica – Solo ten cuidado en tus juegos Harlaw, no quiero que dañes mi diversión. Exclame entre cínico y algo tenso, él era perfectamente capaz de atravesarla con una espada y luego lanzarla al mar y eso no seria nada grato ni para mi, ni para él, sin embargo por fortuna al menos de cierta forma planeo un juego macabro, había avistado al tiburón que nadaba cerca de la costa, intercambio algunas palabras con ella y luego la lanzo al agua…
Siguieron unos perros, tal como lo imaginaba, quería verla muerta, en otras circunstancias no me habría importado, si bien jamás he forzado a una mujer, la vida de un hombre de hierro es dura y he aprendido a vivir con eso, sin embargo en este caso era diferente, quería ese trofeo para mi, no quería que un puñetero tiburón la devorara, mi primer impulso fue lanzarme al mar a por ella, el animal seguramente la devoraría, pero los mismos perros al parecer se habían lanzado a por el tiburón, apenas se notaba algo en medio del agua, al parecer uno de los perros habia logrado contener al escuelo, pero no por mucho tiempo, apenas perceptible se escucho el grito de la chica, el tiburón la habia logrado morder, un animal asi jamás dejaba a su presa, como en un impulso estuve a punto de saltar al agua a por ella, nada me importaba en ese momento, tenia un vacio, mi mente estaba en blanco de regreso diez años en el tiempo, ya no era una peliroja, era Thalas, mi hermosa mujer, la única, apenas un instante antes de saltar por una extraña fortuna el tiburón se alejo, dejándola apenas flotando a un palmo de distancia de mi.
-lanzad una red. Grite a uno de mis hombres que había venido atraído por el escándalo, por un momento un largo demonio se poso sobre mi, perderla de nuevo ¡jamás! De ser necesario me lanzaría al agua, pero por fortuna en el segundo intento la joven fue atrapada en medio de la red , con fuerza comencé a jalar de la misma, no me era difícil, en apenas unos segundos logre jalarla hasta la línea de mi proa, al mirarla por un segundo sentí el peso de mis demonios sobre mi, solo que un almirante, un hombre de hierro no podía ser débil frente a sus hombres, pero la herida en su pierna me conmovió, fácilmente podría sufrir una infección y morir o simplemente desangrarse, mire a mi timonel y con una voz de orden emite mis deseos –llevadla a mi camarote, curad la herida, si ella muere, muchos pagaran con sus vidas. exclame poseido por viejos fantasmas que aparecian de nuevo en mi vida, en forma de cabellos rojos como el sol que se pone.
Escuche las risas de los hombres en el barco de Harlaw, por un momento había estado a punto de lanzarme al agua por ella, no me causaba gracia pues solo tenia mi cuchillo en la mano, pero este habría sido mas que suficiente para asesinar al maldito depredador, ademas habia sido bien defendida por sus perros, uno de ellos habia sido rescatado por dos de mis hombres y el otro habia logrado nadar mal trecho a la costa, observe como la joven era conducida a mi camarote y mirando a Harlaw grite –como vez, Bjorn jamás pierde algo que quiere… Exclame, no quería regresar a Pike, quería irme de aquí, sarpar a un lugar lejano, esta habia sido una amarga experiencia, -a las escudo. Ordene lacónicamente al marinero en el timon, a la lejanía del mar…
- Spoiler:
Como solo se me indica, no he realizado el post completo, solo lo he editado modificando las partes necesarias, agredezco a Harlaw y a nuestro admi su ayuda asi como a Medea, con esto, queda cerrado este post, al menos para mi
Bjorn Greyjoy
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