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Tablones que crean una ciudad
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Tablones que crean una ciudad
"La mujer del dorniense era bella como ninguna
y sus besos eran más dulces que la uva.
Pero la espada del dorniense era de negro acero
y su beso del dolor más certero.
La mujer del dorniense cantaba durante el baño
con una voz que era dulce como un melocotón,
mas la espada del dorniense tenía su propia canción
y se clavaba como el aguijón de un escorpión.
Mientras yacía en el suelo y la vista se le nublaba,
notó el sabor de la sangre que la boca le llenaba.
Sus hermanos se arrodillaron y rezaron una oración,
y él sonrió, se echó a reír y entonó una canción:
«Hermanos, oh, hermanos, mis días aquí han terminado,
pues el dorniense la vida me ha quitado,
pero todo hombre muere tarde o temprano,
y a la mujer del dorniense yo ya he probado."
y sus besos eran más dulces que la uva.
Pero la espada del dorniense era de negro acero
y su beso del dolor más certero.
La mujer del dorniense cantaba durante el baño
con una voz que era dulce como un melocotón,
mas la espada del dorniense tenía su propia canción
y se clavaba como el aguijón de un escorpión.
Mientras yacía en el suelo y la vista se le nublaba,
notó el sabor de la sangre que la boca le llenaba.
Sus hermanos se arrodillaron y rezaron una oración,
y él sonrió, se echó a reír y entonó una canción:
«Hermanos, oh, hermanos, mis días aquí han terminado,
pues el dorniense la vida me ha quitado,
pero todo hombre muere tarde o temprano,
y a la mujer del dorniense yo ya he probado."
La ciudad de los Tablones estaba en la desembocadura del Sangreverde. No era muy grande, la verdad, y allí vivían los verdaderos rhoynar, el pueblo de la reina Nymeria de hacía años. Los tablones actuaban como puentes y sobre ellos se encontraban todos los edificios. Por eso tenía ese nombre la ciudad. Thomas había notado la diferencia entre el resto de Dorne y aquella pequeña ciudad, vaya que si la había notado. Los dornienses eran abiertos, de eso no había duda, aunque Antigua, al tener el mestizaje por ser una gran ciudad, compartía eso mismo. Pero allí, los Rhoynar, habían llegado a sobrepasar esos límites y habían aceptado al extranjero de una forma que el creía más que agradable. En poco tiempo le pidieron que cantara. Seguramente habían notado que tenía una voz buena para ello y Thomas no se negó mucho. ¡Le gustaba cantar! ¡Así era como más mujeres había conseguido llevar a la cama!
Así que se atrevió con la mujer del dorniense. Y cuando terminó el "Caballo de Mar" se llenó de aplausos y vítores hasta que el hombre de Antigua se bajó de aquel pequeño estrado. Sonriente y recibiendo algunos golpecitos de apoyo y enhorabuena Thomas se sentó en la mesa en la que antes estaba. Recibió un vaso de arcilla con vino dentro. Vino de Dorne. La muchacha que se lo había servido, morena de piel y de cabello, señaló hacia la barra, donde estaba el que parecía ser el dueño de la posada y el que le había invitado por la actuación. Alzó el vaso en señal de gratitud y bebió.
Estaba seco tras la canción.
Thomas Blacktree- Ciudadano
Re: Tablones que crean una ciudad
La ciudad de los Tablones estaba a tan solo unas horas de cabalgada desde Lanza del Sol. El joven espadachín no solía frecuentarla, pero al regreso de su último viaje, Lanza del Sol le sabía a hogar, y no quería tener ese sabor en el alma todavía. Ya no sabía bien a qué llamar hogar, y desde luego no quería encariñarse con la aquella ciudad, ni con aquella gente sabiendo que su destino quedaba muy al norte, en un paraje donde las arenas estaban sustituidas por el hielo y la nieve, los cactos por los pinos soldado y las serpientes por los cuervos.
Por eso la ciudad de los Tablones resultó ser perfecta para aquel momento. Era cálida con los viajeros de todos los orígenes y de todos los lugares y siempre había suficiente jaleo para divertirse un rato. Ademas, sabía perfectamente qué ojos lo vigilaban y aquellos no eran peligrosos, sino todo lo contrario, eran demasiado inocentes. Pensó en la Encantadora de Serpientes y en sus pequeños reptiles observando todos los rincones de Lanza del Sol. Seguro que tenía algún pajarito escondido por otras ciudades, pero hasta donde él sabía, allí en el Sangreverde estaba protegido de sus intrigas. O lo que era lo mismo, no estaba de servicio.
En cuanto vio al cantante sentarse, Sean tomó asiento a su lado. Llevaba una copa de vino dorniense en la mano y la alzó en dirección al extranjero con gracia.
-¡Enhorabuena por la actuación!- gritó aún con la copa en alto- ¡A vuestra salud!- y se la bebió de un trago, golpeando con la copa en la mesa tras el hito. No sobreactuó, el vino dorniense no era duro, no era aguardiente ni orujo, no escocía, pero le dejó un regusto en la garganta que casi le hace sacudir la cabeza. Supuso, por la mirada del cantante, que había averiguado por su aspecto que no era un dorniense más, cuánto menos un rhoynar como los que vivían en aquella ciudad. Su estancia en Lanza del sol había bronceado su piel, pero sus ojos azules y su cabello rubio lo delataban como extranjero. Le tendió la mano al cantante y sonrió.- Dejadme que me presente- dijo,- mi nombre es Sean Tormenta, de los Tormenta de ningún lugar y todos los rincones entre Refugionegro y la Isla de Tarth- negó con la cabeza, ante la estupidez que había dicho- ¿De dónde venís, viajero? No parecéis un dorniense que digamos.
Por eso la ciudad de los Tablones resultó ser perfecta para aquel momento. Era cálida con los viajeros de todos los orígenes y de todos los lugares y siempre había suficiente jaleo para divertirse un rato. Ademas, sabía perfectamente qué ojos lo vigilaban y aquellos no eran peligrosos, sino todo lo contrario, eran demasiado inocentes. Pensó en la Encantadora de Serpientes y en sus pequeños reptiles observando todos los rincones de Lanza del Sol. Seguro que tenía algún pajarito escondido por otras ciudades, pero hasta donde él sabía, allí en el Sangreverde estaba protegido de sus intrigas. O lo que era lo mismo, no estaba de servicio.
En cuanto vio al cantante sentarse, Sean tomó asiento a su lado. Llevaba una copa de vino dorniense en la mano y la alzó en dirección al extranjero con gracia.
-¡Enhorabuena por la actuación!- gritó aún con la copa en alto- ¡A vuestra salud!- y se la bebió de un trago, golpeando con la copa en la mesa tras el hito. No sobreactuó, el vino dorniense no era duro, no era aguardiente ni orujo, no escocía, pero le dejó un regusto en la garganta que casi le hace sacudir la cabeza. Supuso, por la mirada del cantante, que había averiguado por su aspecto que no era un dorniense más, cuánto menos un rhoynar como los que vivían en aquella ciudad. Su estancia en Lanza del sol había bronceado su piel, pero sus ojos azules y su cabello rubio lo delataban como extranjero. Le tendió la mano al cantante y sonrió.- Dejadme que me presente- dijo,- mi nombre es Sean Tormenta, de los Tormenta de ningún lugar y todos los rincones entre Refugionegro y la Isla de Tarth- negó con la cabeza, ante la estupidez que había dicho- ¿De dónde venís, viajero? No parecéis un dorniense que digamos.
Sean Tormenta
Re: Tablones que crean una ciudad
- ¿Qué me delató?- Sonriente alzó la copa en forma de brindis, dando gracias por el detalle de darle la enhorabuena. ¿Qué le delataba? Pues a ver, primero su piel, que no era precisamente muy morena aunque, por haber vivido en Antigua, en la misma latitud, tampoco es que fuese muy blanca. También le delataba su voz, que no era tan susurrante como la de los hombres y mujeres de allí. Y también su cuerpo porque los dornienses eran más estilizados y sin embargo él era alto y ancho, muy distinto a ellos. Y claro, el ambiente. La confianza entre los allí presentes no era el mismo con el extranjero de Antigua, que va.- Bueno...no ahondaré en esa pregunta, solo os diré que acertasteis porque soy de la Ciudad de Antigua, en el Dominio, o en el Principado, porque ahora parece que Lord Hightower ha tenido ganas y huevos de decir que él mismo va a gobernar parte de esa tierra.- Y se encogió de hombros que eso a él poco le importaba, la política y todo eso por lo que no estaba nada interesado.
- Yo me llamo Thomas Blacktree, Sean.- Tendió su mano para estrechar la del hombre que se había sentado a su lado y luego alzó la mano hacia la mujer que le había traído la copa. Le vio y estuvo a puntito de ir hacia ellos pero Thomas utilizó sus dedos para señalar un dos y luego su copa. La mujer le entendió y dio media vuelta.- ¿Qué hacéis tan lejos? Yo tengo una excusa, y es que Antigua tiene comercio con estas tierras pero las Tormentas...¿No soléis llevaros mal con estos hombres?- Incluyó al resto con un ademán de ambas manos y justo después, aprovechando que la mujer se acercaba hacia ellos, bebió la copa de otro trago, igualando al bastardo. La mujer, morena de ojos y de cabello, sonrió a ambos antes de dejar las copas en la mesa y hacerles saber que esperaba poder escuchar otra vez la voz del hombre, sin tanta algarabía. Thomas rascó su coronilla entonces.- Más tarde quizás, cuando esto se despeje...no pienso irme muy rápido a dormir. ¿Y vos, Sean?
- Yo me llamo Thomas Blacktree, Sean.- Tendió su mano para estrechar la del hombre que se había sentado a su lado y luego alzó la mano hacia la mujer que le había traído la copa. Le vio y estuvo a puntito de ir hacia ellos pero Thomas utilizó sus dedos para señalar un dos y luego su copa. La mujer le entendió y dio media vuelta.- ¿Qué hacéis tan lejos? Yo tengo una excusa, y es que Antigua tiene comercio con estas tierras pero las Tormentas...¿No soléis llevaros mal con estos hombres?- Incluyó al resto con un ademán de ambas manos y justo después, aprovechando que la mujer se acercaba hacia ellos, bebió la copa de otro trago, igualando al bastardo. La mujer, morena de ojos y de cabello, sonrió a ambos antes de dejar las copas en la mesa y hacerles saber que esperaba poder escuchar otra vez la voz del hombre, sin tanta algarabía. Thomas rascó su coronilla entonces.- Más tarde quizás, cuando esto se despeje...no pienso irme muy rápido a dormir. ¿Y vos, Sean?
Thomas Blacktree- Ciudadano
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