Entre tus brazos al fin... (Casiopea Rowan)

El Consejo se había extendido todo el día y casi toda la tarde, de hecho una vez finalizado todos salieron camino de la cena. Y tras esta los señores del Dominio se encaminaron a sus aposentos, todo excepto yo. Deseaba, anhelaba y necesitaba ver a alguien más, me dirigi a sus aposentos con paso firme, pero algo cansado. Finalmente llegué a la puerta y sin llamar siquiera irrumpí en la sala, debían de haber cenado hacía poco y ahora estaban desvistiendo a mi hermana. La verdad es que ya habían acabado, ahora se encontraba vestida con un ligero camisón blanco, que tenía el aspecto de ser suave y sedoso.

Busque sus ojos con velocidad, y solo pude susurrar: -Cas... Después dirigí mi mirada hacia su barriga, que ya mostraba unos símbolos más que claros de su avanzado estado. Al principio cuando uno de mis hombres se lo conto en mi vuelta a Sotodeoro, después de mi largo periodo en la frontera occidental, no lo creí. Pero era cierto y alli estaba el fruto de su semilla, su futuro hijo o hija.

Hice una señal a la doncella de mi hermana que salió de alli rápidamente, me acerque y le sonreí con cariño. Posé un mano con suavidad en su mejilla:
-Estas muy hermosa mi amor. Me incliné y le di un beso. Al principio fue con delicadeza, pero después se convirtió en deseo y pasión. Ese deseo que nacía de lo imposible de nuestro amor, de la prohibición de lo habíamos hecho y del fruto que ahora anidaba en el vientre de mi hermana. Me separe de ella con suavidad, pero me mantuve cerca apenas a unos milimetros notaba su acalorada respiración contra mi mejilla.

- ¿Como estas? Fue mi simple pregunta, mientras me volvía a sumergir en sus ojos.

El tiempo pasaba en diferente manera aquí, en Altojardín. Eso creía notar cuando las horas de reunión social al que debía de someterme no pasaban rápidamente como debían, como deseaba, haciendo que anhelara volver a mi hogar en demasía.
Solo la presencia de Anaís lo hacia soportable, porque aquellas charlas que las damas se veían enfrascadas y en que me veía incluida, eran una tortura.

Aquel día había de recibido noticias de que Willem Rowan, mi hermano, llegaría a Altojardín en el correr de las fechas. Al parecer se convocaba a los vasallos de Lord Tyrell a venir a allí por razones muy buen conocidas.
Con decir que mi corazón casi sale de mi pecho con la noticia, no era exagerar. La idea de volver a verle, de que mis manos tuvieran la oportunidad otra vez de tocarle, hacían que aquel órgano dentro de mi saltara mil veces más rápido, golpeando con fuerza la caja que lo contenía, haciendo que doliera. Un dolor extraño como maravilloso.

El día daba a su fin, me encontraba en mis aposentos, en proceso de ir a la cama para el descanso que tanto mi cuerpo ahora necesitaba. Mi sirvienta, la que había traído conmigo desde Sotodeoro, ayudo a despojarme de mis ropas y colocarme el camisón luego de mi baño en la tina.
Cuando apenas hubo terminado de bajar la tela de mi vestimenta, la puerta de la habitación se abrió de de repente sin previo aviso.
Gire mi cabeza hacia la puerta abierta, para ver a la persona que con descaro invadía y darle unas cuantas palabras sobre educación básica pero de mis labios ya entreabiertos no salieron reprimenda alguna.
Allí, adentrando se en el dormitorio, estaba Willem.

Mis ojos conectaron con los suyos sin perder antes la oportunidad de ver todo su ser, grabando y comparando su aspecto actual con el anterior pasado, desde la última vez que lo vi. Parecía que ningún mal físico había de caído sobre mi hermano mayor, daba gracias a los Siete por ello.
Su boca se movió, observe, mientras que sus ojos se posaron sobre mi estómago, solo levemente hinchado por el bebé que dentro de él crecía. Mi mente no comprendio su mirada, solo estaba centrada en su mera presencia.
Sonreí mientras aún le miraba y se acercaba hacia mi.
Pude ver que sin palabra alguna, solo una mirada suya echada, mi doncella sale a prisa de la habitación cerrando detrás de ella la puerta.

Su toque sobre mi piel, sobre mi mejilla, trajo placenteros recuerdos pasados. Cerré mis ojos solo segundos para luego abrirlos y ver su rostro sonriente frente al mio. Sus palabras halagadoras provocaron aún más alegría en mi alterado corazón - Willem... amor... - mis palabras se vieron cortadas por el suave toque de sus labios sobre los mios. Aquel inocente beso se transformo en uno de pasión y ansias entre ambos. Reflejo de sentimientos que sentía por mi hermano mayor desde hace tanto tiempo.
El beso se termino al verse Willem alejarse solo un poco de mi. Con una respiración alterada y con notables mejillas sonrojadas por lo compartido solo hace instantes, intente de contestar a su pregunta - Ahora que tú estas aquí, conmigo, estoy estupenda - dije sonriente, dejando que mis ojos quedaran sujetos por los suyos.

Con su presencia había olvidado que debía de darle aún la gran noticia, mi sonrisa ante el recuerdo, se perdio. El temor aparecio dentro de mi corazón tratando de aplastar mi alegría. Temor a la reacción de mi hermano ante la revelación que debía de anunciar. No podía de ocultar mi estado, no a él. Willem era el padre de este bebé creciendo dentro de mi.
Coloque una de mis manos sobre mi estómago, de forma protectora - Willem hay algo que debo de decirte. Algo importante - dije con voz insegura y algo asustada - Yo... estoy embarazada... - susurre en lo bajo, en que solo sus oídos serían los receptores del sonido de mi voz asustada.