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Casting de Rickard Stark
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Casting de Rickard Stark
Nombre del Cannon Elegido:Rickard Stark
¿Porque lo has elegido?:Me parece un personaje interesante. Es de una forma con su familia y de otra con el resto. Creo que podría intentar llevar a alguien que es perfecto en casi todo. (Véase su torpeza con las mujeres). Le veo como el guaperas torpe. Me ha llamado mucho la atención.
Casting:
¿Porque lo has elegido?:Me parece un personaje interesante. Es de una forma con su familia y de otra con el resto. Creo que podría intentar llevar a alguien que es perfecto en casi todo. (Véase su torpeza con las mujeres). Le veo como el guaperas torpe. Me ha llamado mucho la atención.
Casting:
Se había levantado temprano, con los primeros rayos del sol. Abrió la ventana de par en par, dejando que el frío matinal le diera de golpe en la cara. Eso le rejuvenecía, como una brizna de vida, que le colmaba los pulmones hasta lo insaciable. Decidió salir sin avisar a nadie, no quería que se supiera a dónde iba. ¿Qué diría su hermano de enterarse? Los establos no se encontraban lejos de donde había pasado la noche. El recuerdo de la mujer con la que podía haber dormido hizo que su rostro se marcara por una mueca de desagrado. ¿Por qué me resulta tan fácil empuñar una espada y tan difícil sostener las caderas de una mujer?
Con esos pensamientos, preparó él mismo su montura. Tras acariciar el lomo del hermoso animal, se subió de un salto y lo espoleó con fuerza. Sentir la velocidad bajo sus piernas era lo que más necesitaba en esos momentos. Hizo un gesto con la mano para que le abrieran las puertas y salió por el camino hacia el bosque. Pequeños montículos de escarcha se esparcían a su alrededor, bañando todo el paisaje de un color verde oscuro y blanco. Al llegar a la linde del bosque, detuvo su caballo y se bajó de otro salto. Se acercó a uno de los árboles, cuyo tronco estaba hueco, y tiró de la corteza. Introdujo la mano y sacó un par de arcos y un carcaj de cuero añejo lleno de flechas.
Retomó su camino, adentrándose en la profundidad del bosque. Tiró de las riendas de su montura hasta detenerla frente a un riachuelo. A partir de ahí, continuaría a pie. Tras asegurarse de que quedaba bien atado, dejó a su caballo atrás, dirigiéndose hacia el este. Sabía que el lugar al que iba era tranquilo, que nadie les molestaría allí. «Seguro que lleva esperándome desde antes del alba... esta niña es demasiado impaciente, pero llegará lejos». Habla consigo mismo, intentando distraerse y evadirse. Seguía llamándola niña, a pesar de que ya era una joven que había cumplido ya su vigésimotercer día del nombre. Sentía orgullo por ella y haría lo que estuviera en su mano por agradar a su sobrina.
Ya avistaba el claro y, como era ya costumbre, Sarah le esperaba con una cálida sonrisa en el rostro. - Buenos días -le devolvió la sonrisa, acercándose y sosteniendo en alto los arcos y el carcaj con las flechas para que la muchacha los viera. Antes de que ella pudiera abrir la boca, adquirió una actitud similar a la que tenía con sus hombres e, incluso, con su hermano Brandon. Disfrutaba ayudando a su sobrina con sus prácticas de tiro y su pecho se henchía de orgullo cada vez que acertaba de pleno en la diana, pero le gustaba ponerse serio de vez en cuando y tantear su reacción. Que le pidiera ayuda con algo tan inusual como era aprender a tirar con arco, solo hizo que Rickard sintiera aún más admiración de la que podía sentir por ella. La veía como una luchadora, una luchadora de honor. Tal vez le recordara a él mismo cuando era joven.
-Buenos días... Estás de buen humor hoy, ¿eh? -Sarah se acercó a su él y cogió con un tirón uno de los arcos. La observó, dentro de poco conseguiría acertarle a un blanco en movimiento. Podría ser ese el día en que lo consiguiera. -¿Qué vamos a hacer hoy? Estoy cansada de disparar a los árboles...- Rickard solo hizo un gesto distraído y bajó la mirada para tensar su arco. «Bien... iniciativa», pensaba eso mientras abría el arco, apuntando con una flecha invisible a la cabeza de su sobrina. Se disponía a hacer el repaso, ya rutinario, de las lecciones que le iba enseñando.
-¿Qué haces cuando alguien te apunta con un arco y una flecha? -tensó aún más la cuerda, esperando su respuesta. Como esperaba que hiciera, Sarah, sin abrir la boca, ladeó su cuerpo, cayendo sobre uno de sus hombros y rodando para ponerse tras un árbol. Todo eso lo había hecho en el tiempo que dura un parpadeo. -Bien...- fue lo único que dijo. Destensó el arco y le hizo un gesto para que saliera de su posición. -Pongámoslo mejor en práctica, me he cansado de palabrerías... ¿Te apetece un poco de acción?.- Alzó una ceja, mirándola con una media sonrisa al ver su rostro iluminarse. Oteó entre los árboles hasta que divisó un pequeño búho, posado en una de las ramas.
Si decir nada, se puso detrás de su sobrina, pegado a su oreja. -Mantén ambos ojos abiertos.-Le tendió el carcaj con las flechas y se alejó unos pasos para observar cómo actuaba. Sarah sacó una flecha del carcaj. Su cara de concentración hizo que Rickard pensara en su hermano. Siempre había obedecido al que consideraba su señor por encima de cualquier rango familiar. Acatando siempre sus órdenes, procurando obedecerlas lo mejor posible. Sobre todo, le ofrecía consejo. Rickard, sin duda, disfrutaba cuando obtenía buenos resultados y cuando sus consejos llegaban a buen puerto. No podía dejar de lado la inquietud de que, ayudando a su sobrina, desobedecía la voluntad de Brandon. La voluntad de su señor. El Señor de Invernalia. ¿Por qué lo hacía? La respuesta era tan clara como el riachuelo en que había dejado su montura: era la única vez que se había sentido bien desobedeciendo una orden.
Absorto en sus pensamientos, había olvidado a Sarah. Ya tenía la flecha apuntando a su objetivo. Rickard descruzó los brazos y dió una única palmada. El sonido se hizo eco en el silencioso bosque y el búho, asustado, remontó el vuelo. No apartó los ojos del ave, confiando plenamente en que su sobrina acertara. Un ruido seco. Una flecha rozando ligeramente las hojas de los árboles y... Ni siquiera había llegado a rozar al animal. Rickard se acercó y puso una mano sobre su hombro. -Habrá más blancos en movimiento.- No dijo más. Juzgó que debía dejarla sola. Justo cuando pretendía darse la vuelta para colocar una pequeña diana en uno de los árboles, Sarah habló. -Cerré uno de los ojos... -No dijo más. El resto del tiempo discurrió lento. «Alza el mentón», «Separa las piernas», «El codo más arriba»... Rickard daba órdenes e instrucciones a su sobrina, mientras esta lanzaba flechas a diferentes alturas.
Cuando el sol ya lucía sobre sus cabezas, implacable, Rickard consideró que era hora de volver. Debía hablar con su hermano de unos asuntos que había estado demorando demasiado. Tras despedirse de su sobrina, abrazándola con fuerza, Rickard deshizo el camino, de vuelta al castillo. Al entrar por las puertas, el segundo al mando se acercó raudo, mientras detenía su caballo algo brusco. -¿Dónde os habíais metido? Lord Stark os espera en su despacho. -A Rickard le pareció que se había tomado demasiadas confianzas. Desmontó, serio y algo obtuso. - Desensillad mi montura. Necesito mi uniforme.- buscó con la mirada a su escudero.- ¿Dónde se ha metido el maldito? - apareció un joven corriendo con su capa y sus guanteletes. Tras ceñirse su espada a la cintura, caminó con la cabeza alta ante sus hombres, cruzando el patio dando órdenes a diestro y siniestro, hasta llegar a la puerta del despacho de su hermano. «Llegó la hora». Llamó a la puerta y entró, dispuesto a pasar horas discutiendo del asunto que tanto le preocupaba.
Con esos pensamientos, preparó él mismo su montura. Tras acariciar el lomo del hermoso animal, se subió de un salto y lo espoleó con fuerza. Sentir la velocidad bajo sus piernas era lo que más necesitaba en esos momentos. Hizo un gesto con la mano para que le abrieran las puertas y salió por el camino hacia el bosque. Pequeños montículos de escarcha se esparcían a su alrededor, bañando todo el paisaje de un color verde oscuro y blanco. Al llegar a la linde del bosque, detuvo su caballo y se bajó de otro salto. Se acercó a uno de los árboles, cuyo tronco estaba hueco, y tiró de la corteza. Introdujo la mano y sacó un par de arcos y un carcaj de cuero añejo lleno de flechas.
Retomó su camino, adentrándose en la profundidad del bosque. Tiró de las riendas de su montura hasta detenerla frente a un riachuelo. A partir de ahí, continuaría a pie. Tras asegurarse de que quedaba bien atado, dejó a su caballo atrás, dirigiéndose hacia el este. Sabía que el lugar al que iba era tranquilo, que nadie les molestaría allí. «Seguro que lleva esperándome desde antes del alba... esta niña es demasiado impaciente, pero llegará lejos». Habla consigo mismo, intentando distraerse y evadirse. Seguía llamándola niña, a pesar de que ya era una joven que había cumplido ya su vigésimotercer día del nombre. Sentía orgullo por ella y haría lo que estuviera en su mano por agradar a su sobrina.
Ya avistaba el claro y, como era ya costumbre, Sarah le esperaba con una cálida sonrisa en el rostro. - Buenos días -le devolvió la sonrisa, acercándose y sosteniendo en alto los arcos y el carcaj con las flechas para que la muchacha los viera. Antes de que ella pudiera abrir la boca, adquirió una actitud similar a la que tenía con sus hombres e, incluso, con su hermano Brandon. Disfrutaba ayudando a su sobrina con sus prácticas de tiro y su pecho se henchía de orgullo cada vez que acertaba de pleno en la diana, pero le gustaba ponerse serio de vez en cuando y tantear su reacción. Que le pidiera ayuda con algo tan inusual como era aprender a tirar con arco, solo hizo que Rickard sintiera aún más admiración de la que podía sentir por ella. La veía como una luchadora, una luchadora de honor. Tal vez le recordara a él mismo cuando era joven.
-Buenos días... Estás de buen humor hoy, ¿eh? -Sarah se acercó a su él y cogió con un tirón uno de los arcos. La observó, dentro de poco conseguiría acertarle a un blanco en movimiento. Podría ser ese el día en que lo consiguiera. -¿Qué vamos a hacer hoy? Estoy cansada de disparar a los árboles...- Rickard solo hizo un gesto distraído y bajó la mirada para tensar su arco. «Bien... iniciativa», pensaba eso mientras abría el arco, apuntando con una flecha invisible a la cabeza de su sobrina. Se disponía a hacer el repaso, ya rutinario, de las lecciones que le iba enseñando.
-¿Qué haces cuando alguien te apunta con un arco y una flecha? -tensó aún más la cuerda, esperando su respuesta. Como esperaba que hiciera, Sarah, sin abrir la boca, ladeó su cuerpo, cayendo sobre uno de sus hombros y rodando para ponerse tras un árbol. Todo eso lo había hecho en el tiempo que dura un parpadeo. -Bien...- fue lo único que dijo. Destensó el arco y le hizo un gesto para que saliera de su posición. -Pongámoslo mejor en práctica, me he cansado de palabrerías... ¿Te apetece un poco de acción?.- Alzó una ceja, mirándola con una media sonrisa al ver su rostro iluminarse. Oteó entre los árboles hasta que divisó un pequeño búho, posado en una de las ramas.
Si decir nada, se puso detrás de su sobrina, pegado a su oreja. -Mantén ambos ojos abiertos.-Le tendió el carcaj con las flechas y se alejó unos pasos para observar cómo actuaba. Sarah sacó una flecha del carcaj. Su cara de concentración hizo que Rickard pensara en su hermano. Siempre había obedecido al que consideraba su señor por encima de cualquier rango familiar. Acatando siempre sus órdenes, procurando obedecerlas lo mejor posible. Sobre todo, le ofrecía consejo. Rickard, sin duda, disfrutaba cuando obtenía buenos resultados y cuando sus consejos llegaban a buen puerto. No podía dejar de lado la inquietud de que, ayudando a su sobrina, desobedecía la voluntad de Brandon. La voluntad de su señor. El Señor de Invernalia. ¿Por qué lo hacía? La respuesta era tan clara como el riachuelo en que había dejado su montura: era la única vez que se había sentido bien desobedeciendo una orden.
Absorto en sus pensamientos, había olvidado a Sarah. Ya tenía la flecha apuntando a su objetivo. Rickard descruzó los brazos y dió una única palmada. El sonido se hizo eco en el silencioso bosque y el búho, asustado, remontó el vuelo. No apartó los ojos del ave, confiando plenamente en que su sobrina acertara. Un ruido seco. Una flecha rozando ligeramente las hojas de los árboles y... Ni siquiera había llegado a rozar al animal. Rickard se acercó y puso una mano sobre su hombro. -Habrá más blancos en movimiento.- No dijo más. Juzgó que debía dejarla sola. Justo cuando pretendía darse la vuelta para colocar una pequeña diana en uno de los árboles, Sarah habló. -Cerré uno de los ojos... -No dijo más. El resto del tiempo discurrió lento. «Alza el mentón», «Separa las piernas», «El codo más arriba»... Rickard daba órdenes e instrucciones a su sobrina, mientras esta lanzaba flechas a diferentes alturas.
Cuando el sol ya lucía sobre sus cabezas, implacable, Rickard consideró que era hora de volver. Debía hablar con su hermano de unos asuntos que había estado demorando demasiado. Tras despedirse de su sobrina, abrazándola con fuerza, Rickard deshizo el camino, de vuelta al castillo. Al entrar por las puertas, el segundo al mando se acercó raudo, mientras detenía su caballo algo brusco. -¿Dónde os habíais metido? Lord Stark os espera en su despacho. -A Rickard le pareció que se había tomado demasiadas confianzas. Desmontó, serio y algo obtuso. - Desensillad mi montura. Necesito mi uniforme.- buscó con la mirada a su escudero.- ¿Dónde se ha metido el maldito? - apareció un joven corriendo con su capa y sus guanteletes. Tras ceñirse su espada a la cintura, caminó con la cabeza alta ante sus hombres, cruzando el patio dando órdenes a diestro y siniestro, hasta llegar a la puerta del despacho de su hermano. «Llegó la hora». Llamó a la puerta y entró, dispuesto a pasar horas discutiendo del asunto que tanto le preocupaba.
Invitado- Invitado
Re: Casting de Rickard Stark
¡Casting aceptado! Bienvenido y pasa a hacer la ficha.
Nathair Arryn- Otros
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