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We light the way... (Enery Hightower)
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We light the way... (Enery Hightower)
Primavera, mes diez, año 189. El Dominio, Ciudad de Antigua... El Faro.
Entre el campesinado había un dicho que decía que la primavera era peor que el Invierno. En mis años de niñez nunca había logrado captar la frase, ya que no podido captar la frase... ¿Como las verdes praderas y bosques... el clima cálido y la abundancia de la Primavera podía ser peor que el frío, la desolación y la inactividad del Invierno?. Éso era lo lógico que un chico de 10 u 11 años pensaría, inmerso en su propio mundo de fantasía. Pero cuando uno crece y se transforma en adulto, y más aún; cuando se transforma en Lord de una casa de importancia, comprende el dicho con mas claridad. Los campesinos no hacen referencia al clima... sino a la expectativa de vivir otra primavera. Cuentan hasta el más mínimo de los granos de maíz para guardarlos en los graneros y sobrevivir al corto otoño y al, casi siempre, largo invierno. La angustia de la expectativa de poder vivir otro día de calor y prosperidad debe generar ésa relacion de amor odio entre los comunes y la primavera.
Todo ésto pasaba por mi mente mientras, sentado en mi estudio privado, rodeado de papeles y a la luz de varias velas, miraba las últimas cuentas de los granos por tonelada que se habían recolectado éste mes. El Maestre Marteras sabía que me encantaba tener los papeles de las cuentas bajo mi conocimiento siempre, por los que me los traía en persona cada vez que él los pasaba en limpio. Así era con todos los asuntos económicos de la Casa y de mis dominios. Claramente, los números daban todos positivos... de más estaba decir que las cuentas daban perfecto y con excedentes... pero no podía parar de pensar que los campesinos tenían algo de razón con sus preocupaciones... pero a los nobles nos tocaba preocuparnos de otros asuntos que acarraba la primavera.
Me recosté sobre mi sillón, un cómodo asiento de madera revestido en simples telas y entrelazé mis dedos debajo de mi barbilla. Miré la habitación que me rodeaba. Era amplia y limpia sí, pero lo único que denotaba el status social al cual pertenecía era una bandera con el Faro de los Hightower a mis espaldas, colgados sobre un gran ventanal por el cual se podía ver todo el Puerto y el Mar. Los muebles y mi biblioteca privada eran de excelente calidad, pero carecían de adornos o diseños complicados. Pensar que mi padre había sido alguien ostentoso... ésa era, quizás, una de las pocas cualidades que no había heredado de él. Me levanté hasta la biblioteca y saqué un libro de cuentas, anoté en él los resultados del informe y escuché que llamaban a la puerta.
Sólo podía ser ella... era la única que podía pasar por los guardias sin que me informaran que alguien requería mi atención. Me sonreí y dejé que entrara... después de todo lo haría aún sin mi permiso, cosa que jamás me atrevería a negarle de buena gana.
Entre el campesinado había un dicho que decía que la primavera era peor que el Invierno. En mis años de niñez nunca había logrado captar la frase, ya que no podido captar la frase... ¿Como las verdes praderas y bosques... el clima cálido y la abundancia de la Primavera podía ser peor que el frío, la desolación y la inactividad del Invierno?. Éso era lo lógico que un chico de 10 u 11 años pensaría, inmerso en su propio mundo de fantasía. Pero cuando uno crece y se transforma en adulto, y más aún; cuando se transforma en Lord de una casa de importancia, comprende el dicho con mas claridad. Los campesinos no hacen referencia al clima... sino a la expectativa de vivir otra primavera. Cuentan hasta el más mínimo de los granos de maíz para guardarlos en los graneros y sobrevivir al corto otoño y al, casi siempre, largo invierno. La angustia de la expectativa de poder vivir otro día de calor y prosperidad debe generar ésa relacion de amor odio entre los comunes y la primavera.
Todo ésto pasaba por mi mente mientras, sentado en mi estudio privado, rodeado de papeles y a la luz de varias velas, miraba las últimas cuentas de los granos por tonelada que se habían recolectado éste mes. El Maestre Marteras sabía que me encantaba tener los papeles de las cuentas bajo mi conocimiento siempre, por los que me los traía en persona cada vez que él los pasaba en limpio. Así era con todos los asuntos económicos de la Casa y de mis dominios. Claramente, los números daban todos positivos... de más estaba decir que las cuentas daban perfecto y con excedentes... pero no podía parar de pensar que los campesinos tenían algo de razón con sus preocupaciones... pero a los nobles nos tocaba preocuparnos de otros asuntos que acarraba la primavera.
Me recosté sobre mi sillón, un cómodo asiento de madera revestido en simples telas y entrelazé mis dedos debajo de mi barbilla. Miré la habitación que me rodeaba. Era amplia y limpia sí, pero lo único que denotaba el status social al cual pertenecía era una bandera con el Faro de los Hightower a mis espaldas, colgados sobre un gran ventanal por el cual se podía ver todo el Puerto y el Mar. Los muebles y mi biblioteca privada eran de excelente calidad, pero carecían de adornos o diseños complicados. Pensar que mi padre había sido alguien ostentoso... ésa era, quizás, una de las pocas cualidades que no había heredado de él. Me levanté hasta la biblioteca y saqué un libro de cuentas, anoté en él los resultados del informe y escuché que llamaban a la puerta.
Sólo podía ser ella... era la única que podía pasar por los guardias sin que me informaran que alguien requería mi atención. Me sonreí y dejé que entrara... después de todo lo haría aún sin mi permiso, cosa que jamás me atrevería a negarle de buena gana.
Svenar Hightower
Re: We light the way... (Enery Hightower)
Las primeras luces del alba habían traído consigo un día de primavera especialmente hermoso y agradable. La mañana se mostró clara y animada con el continuo suspiro de las aguas marinas y el reluciente orbe solar calentando el ambiente pero sin resultar agobiante. Me levanté temprano, como siempre, para atender las demandas de la casa y hacerme cargo de todas las tareas diarias. Cuando llegué por primera vez, me sentí abrumada, pues la cantidad de responsabilidades que debía asumir con respecto a mi hogar en Aguasclaras, era bastante más significativo. Pero como no soy alguien que se rinda fácilmente, me sobrepuse y en poco tiempo me gané el respeto de la servidumbre, a pesar de mi corta edad. Me enfrenté a mis nuevas tareas, me familiaricé con ellas, y en pocos meses había conseguido crear un sistema de "mandos", de organización, que me permitía abordar todas las tareas y además, responder con eficacia ante los imprevistos...aunque claro, he tenido que modificarlo en varias ocasiones para adaptarme a los cambios. No solo lo hice para demostrarle a mi marido que era perfectamente capaz de llevar y enfrentar mis deberes sin ayuda, si no también para demostrarme a mi misma que podía superar aquel reto de forma eficaz, que estaba preparada.
Al final del día, con el parpadeo de las últimas luces de la tarde, me dispuse a dar las últimas instrucciones a la cocinera jefe y a sus ayudantes sobre el menú de la cena, y sobre el desayuno del día siguiente, y salí al patio. Todo estaba envuelto en una densa penumbra...justo como el día que había puesto los pies por primera vez en la Torre como una mujer casada. Recuerdo que el día de la boda la realidad me golpeó con fuerza, fui consciente de todo lo que estaba en juego, de todo lo que podía perder, y al mar de incertidumbre al que me enfrentaba. Sentí pánico, y unas ganas acuciantes de escapar de todo aquello. Pero mi sentido del deber no e lo permitió, hacer algo así hubiese supuesto una deshonra para mi casa y una vergüenza para mi. Así pues, contraje matrimonio, intentando disimular mis miedos e inquietudes. Al principio, me mostré un tanto reservada, retraída y huidiza, aunque la idea de estar en Antigua, la cuna del saber, me ilusionaba muchísimo, también era muy consciente de que no conocía a la persona a la persona con la que me había casado. Es más, al primer contacto, resultaba frío y distante, aunque debo decir que en ningún momento me trató mal, siempre amable y correcto. Sin embargo, estaba segura de como tratarle, su actitud me volvía insegura. Pero, aun con todo, sabía que no podía mantener esa actitud eternamente, iba a convivir con Svenar prácticamente hasta el fin de mis días, y no se podía vivís feliz y agusto en esas condiciones.
Además, y puede que sea un pensamiento infantil, siempre he creído que todos tenemos una parte más o menos acentuada con ganas de dar y recibir afecto. Yo, debo decir, que la tengo bastante desarrollada. Así pues, me esforcé por tranquilizarme y ver las cosas con perspectiva. Enfrenté la situación de forma similar a un juego de estrategia, como el Cyvasse o el Sitrang. Solo que en aquella ocasión no se trataba de una batalla, o de intentar cambiar su forma de ser, si no explorar tierras inhóspitas para conocerlo y entenderlo. Me mostré tal cual era, como cuando vivía en Aguasclaras. Procuraba mostrarme siempre amable, discreta, alegre y atenta. Intenté crear un hogar donde fuera grato vivir, y no solo el lugar donde regresas porque es donde comes y duermes, si no porque realmente te sientes bien, cómodo y protegido.
Empecé con pequeños cambios a su alrededor, en función de lo que veía que podía agradarle. No se trataba de atacar el muro de hielo, si no de buscar la grieta o hacer que lo retirase el solo para dejarme pasar. En definitiva, el amor es algo que uno tiene que ganarse y es un trabajo de todo los días, y yo de paciencia y constancia iba bien surtida. Aunque admito que a veces me desesperaba un poco. Procuré no mostrarle de golpe la clase de persona que era, en parte por miedo a que no lo considerase adecuado para una dama y se viniera abajo todo lo que había conseguido, así pues le daba pequeñas dosis que iban en aumento en función de como iba respondiendo.
Tras ocho años llegué a respetarlo más allá de sus títulos y del hecho de que era mi marido. Lo respetaba y lo adoraba por la clase de persona que era. Por lo que puedo decir que me siento afortunada de que me hubiera elegido para ser su esposa.
Subí hasta su despacho acompañada por mi sombra canina, Fang, que me acompañaba a casi todas partes. Saludé a los guardias con mi perenne sonrisa y ellos hicieron lo propio, incluso aparecieron diminutas sonrisas en sus caras. Llamé a la puerta y dos segundos después puse la mano en el picaporte y abrí. Asomé primero la cabeza y saludé, dedicándole una resplandeciente sonrisa que reservaba para mis seres más queridos.
-¡Buenas tardes, esposo mio! Hace una tarde estupenda- dije con entusiasmo.
Entré, acompañada por Fang y cerré tras de mi. Llevaba un vestido de ligero de primavera, de seda de color blanco y amarillo, pero de un tono suave, nada estridente, pues no me gustaba destacar y menos cuando no era necesario. El escote era adecuado al tiempo pero discreto, resaltado únicamente por una hilera de pequeñas perlas blancas. Las mangas eran largas, de gasa blanca semitranslucida y decorada con unos delicados bordados en diversos tonos de amarillo en forma de soles de diferentes formas. No llevaba maquillaje, no me gustaba, y no me ponía a no ser que fuera muy necesario. Y lo mismo con las joyas y demás adornos. Solo llevaba una fina y corta cadena de plata de la que pendía un zafiro del tamaño de una perla, muy facetado y rodeado por un fino anillo de plata. Parte del pelo lo llevaba sujeto atrás con una horquilla en forma de libélula de plata y cristales de colores, para que el cabello no se me viniera a la cara, el resto lo llevaba suelto hasta la cintura.
-Espero que el día haya transcurrido sin demasiados percances.
Me acerqué hasta el escritorio y ladeé con gesto curioso la cabeza para leer los papeles que tenía sobre la mesa. Entonces, le miré, volví a sonreír, y me acerqué para tomar suavemente su rostro entre mis manos y besarle con afecto. Fang, meneó la cola y le dio un golpecito con el hocico en la mano, pues había aprendido que Svenar era tan de la familia como yo o Adrien. Me incorporé y paseé la mirada por los libros y el abarrotado escritorio.
-Espero no haber interrumpido nada muy importante- sabía que era una persona con muchas responsabilidades y era difícil encontrarlo desocupado. Le sonreí con cierta picardía y tomé uno de los pliegos del escritorio- ¿Quieres que te ayude con todas estas tediosas cuentas? o...¿Me dejas raptarte de tus obligaciones un rato?- volví a dejar el pliego exactamente donde los había encontrado y le miré con gesto risueño.- ¿Todo bien?- pregunté refiriéndome a las cuentas.
Había esperado a la caída del sol para verle y así no distraerle de sus obligaciones, pero de esa hora en adelante pensaba estar bien presente.
Al final del día, con el parpadeo de las últimas luces de la tarde, me dispuse a dar las últimas instrucciones a la cocinera jefe y a sus ayudantes sobre el menú de la cena, y sobre el desayuno del día siguiente, y salí al patio. Todo estaba envuelto en una densa penumbra...justo como el día que había puesto los pies por primera vez en la Torre como una mujer casada. Recuerdo que el día de la boda la realidad me golpeó con fuerza, fui consciente de todo lo que estaba en juego, de todo lo que podía perder, y al mar de incertidumbre al que me enfrentaba. Sentí pánico, y unas ganas acuciantes de escapar de todo aquello. Pero mi sentido del deber no e lo permitió, hacer algo así hubiese supuesto una deshonra para mi casa y una vergüenza para mi. Así pues, contraje matrimonio, intentando disimular mis miedos e inquietudes. Al principio, me mostré un tanto reservada, retraída y huidiza, aunque la idea de estar en Antigua, la cuna del saber, me ilusionaba muchísimo, también era muy consciente de que no conocía a la persona a la persona con la que me había casado. Es más, al primer contacto, resultaba frío y distante, aunque debo decir que en ningún momento me trató mal, siempre amable y correcto. Sin embargo, estaba segura de como tratarle, su actitud me volvía insegura. Pero, aun con todo, sabía que no podía mantener esa actitud eternamente, iba a convivir con Svenar prácticamente hasta el fin de mis días, y no se podía vivís feliz y agusto en esas condiciones.
Además, y puede que sea un pensamiento infantil, siempre he creído que todos tenemos una parte más o menos acentuada con ganas de dar y recibir afecto. Yo, debo decir, que la tengo bastante desarrollada. Así pues, me esforcé por tranquilizarme y ver las cosas con perspectiva. Enfrenté la situación de forma similar a un juego de estrategia, como el Cyvasse o el Sitrang. Solo que en aquella ocasión no se trataba de una batalla, o de intentar cambiar su forma de ser, si no explorar tierras inhóspitas para conocerlo y entenderlo. Me mostré tal cual era, como cuando vivía en Aguasclaras. Procuraba mostrarme siempre amable, discreta, alegre y atenta. Intenté crear un hogar donde fuera grato vivir, y no solo el lugar donde regresas porque es donde comes y duermes, si no porque realmente te sientes bien, cómodo y protegido.
Empecé con pequeños cambios a su alrededor, en función de lo que veía que podía agradarle. No se trataba de atacar el muro de hielo, si no de buscar la grieta o hacer que lo retirase el solo para dejarme pasar. En definitiva, el amor es algo que uno tiene que ganarse y es un trabajo de todo los días, y yo de paciencia y constancia iba bien surtida. Aunque admito que a veces me desesperaba un poco. Procuré no mostrarle de golpe la clase de persona que era, en parte por miedo a que no lo considerase adecuado para una dama y se viniera abajo todo lo que había conseguido, así pues le daba pequeñas dosis que iban en aumento en función de como iba respondiendo.
Tras ocho años llegué a respetarlo más allá de sus títulos y del hecho de que era mi marido. Lo respetaba y lo adoraba por la clase de persona que era. Por lo que puedo decir que me siento afortunada de que me hubiera elegido para ser su esposa.
Subí hasta su despacho acompañada por mi sombra canina, Fang, que me acompañaba a casi todas partes. Saludé a los guardias con mi perenne sonrisa y ellos hicieron lo propio, incluso aparecieron diminutas sonrisas en sus caras. Llamé a la puerta y dos segundos después puse la mano en el picaporte y abrí. Asomé primero la cabeza y saludé, dedicándole una resplandeciente sonrisa que reservaba para mis seres más queridos.
-¡Buenas tardes, esposo mio! Hace una tarde estupenda- dije con entusiasmo.
Entré, acompañada por Fang y cerré tras de mi. Llevaba un vestido de ligero de primavera, de seda de color blanco y amarillo, pero de un tono suave, nada estridente, pues no me gustaba destacar y menos cuando no era necesario. El escote era adecuado al tiempo pero discreto, resaltado únicamente por una hilera de pequeñas perlas blancas. Las mangas eran largas, de gasa blanca semitranslucida y decorada con unos delicados bordados en diversos tonos de amarillo en forma de soles de diferentes formas. No llevaba maquillaje, no me gustaba, y no me ponía a no ser que fuera muy necesario. Y lo mismo con las joyas y demás adornos. Solo llevaba una fina y corta cadena de plata de la que pendía un zafiro del tamaño de una perla, muy facetado y rodeado por un fino anillo de plata. Parte del pelo lo llevaba sujeto atrás con una horquilla en forma de libélula de plata y cristales de colores, para que el cabello no se me viniera a la cara, el resto lo llevaba suelto hasta la cintura.
-Espero que el día haya transcurrido sin demasiados percances.
Me acerqué hasta el escritorio y ladeé con gesto curioso la cabeza para leer los papeles que tenía sobre la mesa. Entonces, le miré, volví a sonreír, y me acerqué para tomar suavemente su rostro entre mis manos y besarle con afecto. Fang, meneó la cola y le dio un golpecito con el hocico en la mano, pues había aprendido que Svenar era tan de la familia como yo o Adrien. Me incorporé y paseé la mirada por los libros y el abarrotado escritorio.
-Espero no haber interrumpido nada muy importante- sabía que era una persona con muchas responsabilidades y era difícil encontrarlo desocupado. Le sonreí con cierta picardía y tomé uno de los pliegos del escritorio- ¿Quieres que te ayude con todas estas tediosas cuentas? o...¿Me dejas raptarte de tus obligaciones un rato?- volví a dejar el pliego exactamente donde los había encontrado y le miré con gesto risueño.- ¿Todo bien?- pregunté refiriéndome a las cuentas.
Había esperado a la caída del sol para verle y así no distraerle de sus obligaciones, pero de esa hora en adelante pensaba estar bien presente.
Enery Hightower
Re: We light the way... (Enery Hightower)
Por más que a mí me trataran de gris o amargo... de estirado quizás, nadie sabía que en mi interior, la luz que alumbraba todos mis días era ella. Obviamente que jamás se lo dije a nadie, salvo a ella una sola vez... y a los dos años de casados. "El Gris" no era sólo un apodo que alude a la forma que tenía de vestir, sino también a mi aparente falta se sentimientos... o por lo menos a la incapacidad de demostrarlos. Con Enery era completamente distinto, ya que mi esposa era la única capaz de arrancarme una sonrisa en cualquier momento que estuviera a mí alrededor. Por eso, cuando entró en mi despacho, una sonrisa sincera se formó en mi rostro, dándole una cálida bienvenida.
Ella estaba espléndida con su sonrisa eterna y sus ojos amables. El pelo semi recogido, pero suelto hasta la cintura en una cascada dorada y vestida de forma simple, pero elegante, sin ningún tipo de maquillaje. Yo siempre me decía que no lo necesitaba.... era preciosa así como estaba. Recordaba los tiempos en que la ví por primera vez, cuando era un joven de 16 o 17 años, en una visita formal a Aguasclaras. Creía que el encanto de las mujeres se encontraba en un par de cuestiones meramente físicas y, en efecto, con ella me pasó de igual forma. Era una belleza en potencia, ya que no se había terminado de desarrollar, pero llamó mi atención al instante. No había intercambiado mas de unas pocas palabras de cortesía con ella... pero a partir de ése momento había intentado tener encuentros "por casualidad" con ella, chocándonos en los pasillos u observándola sin que se diera cuenta... Hoy día me parecía una actitud por completo infantil, y me la reprochaba.
Una vez que dejé Aguasclaras atrás, me dije que, algún día, tomaría su mano para ser mi esposa... cosa que se cumplió cuando cumplí 20 días del nombre, luego de ganar un Torneo en Antigua, el cual se lo dediqué, nombrándola Reina de la Belleza y pidiendo su mano a su padre. Para mi infinita alegría, los Florent aceptaron y se celebró la boda a los pocos meses. Pero, al principio, las cosas fueron muy anormales, ya que era poco y nada el tiempo que habíamos pasado juntos y no nos conocíamos. Por lo que manteníamos la distancias... como tanteando el terreno en el que nos metíamos. Yo la veía esforzarse por ser una excelente esposa, pero yo no quería que tuviera que sufrir para lograrlo... así que me atreví a dejar caer parte por parte el muro gris que conformaba mi dura y lejana personalidad, pasando el tiempo con ella y descubriendo sus gustos, sus disgustos, su forma de ser y de pensar... conociéndola.
Tras dos años de matrimonio, por fin me atreví a decirle que la amaba, cosa que me sorprendió hasta a mí. Ése día le regalé el colgante con el zafiro que hoy llevaba puesto... y su noche de bodas como correspondía.
A partir de ése momento, nuestra verdadera relación comenzó, acostumbrándonos a la presencia del otro y complementándonos. Me sorprendió su infinita capacidad para mantener todo el Faro en orden, como si de un Lord con su tierra se tratase; y sus increíbles habilidades intelectuales. Yo sabía que era una dama inteligente, pero superaba los estándares que uno podía tener con respecto a la media de las mujeres que había conocido en el Dominio.
Me giré en mi sillón para mirarla con mi acostumbrada cara de bienvenida cuando la veía. Yo vestía una camisa en de lino gris y un pantalón de cuero marrón claro, junto con unas botas de cuero de buey Dorniense que era de mi colección privada. Las botas eran la única prenda en la que gastaba más dinero del que de verdad se necesitaba. El pelo corto y alborotado, junto con la barba a medio crecer me daban un aspecto poco señorial, por mas que mantenía mi higiene personal al día.
"Buenas tardes, En" dije en respuesta a su caluroso saludo mientras se acercaba al escritorio a mirar el papeleo. Ella tenía total permiso de hacerlo... creo que de las pocas personas que podía, ya que gozaba de mi total confianza. "Por lo que veo, así es, pero recién ahora me percato... mucho papeleo y cosas que controlar...." ella sabía lo que eso era, ya que manejaba los asuntos del Faro como yo manejaba los asuntos de la Casa y sus dominios. Me tiré hacia atrás cuando se acercó a besarme, cosa que respondí con gusto mientras acariciaba el morro de Fang, su perro guardián. Cuando se separó, la miré con los ojos brillantes y una media sonrisa divertida. Podía ser el peor de los días, que ella lograría alegrármelo.
"Las cuentas ya están terminadas, así que no requieren más atención.... por otro lado estaría más que encantado en que me raptes de mis obligaciones...." me levanté y le di un beso en la frente. "Vamos... antes que venga el Maestre Marteras con mas cuentas para realizar..." dije en un intento de broma. Le di el brazo y salimos del estudio saludando a los guardias con rumbo a los jardines colgantes del Faro. Eran terrazas impresionantes con balcones repletos de plantas que daban al mar y al atardecer. El cielo estaba rojo sangre y las aguas del Océano parecían calmas y planas. Me asomé por el pasillo y mandé pedir un par de copas y vino Dorniense. Luego la abracé por la cintura y me quedé mirando el horizonte.
"Pareciera como si no hubiera ningún problema en Poniente... como si no hubiera tensiones ni conflictos de intereses...." dije, dejando escapar mis preocupaciones de una buena vez. Lo que me tenía preocupado era la abierta hostilidad entre los Altos Bastardos y la Casa Targaryen. En algún momento, muy cercano en el tiempo, las casas deberían tomar partido por alguno de los bandos.... y allí se encontraba el dilema. Yo no estaba con la decisión de los Tyrell de apoyar a los Fuegoscuro, pero si lo declaraba abiertamente tendría a todo el Dominio a las puertas de Antigua.
Por fin llegó el vino y serví las dos copas, dándole a ella una y tomando con ganas varios sorbos.
Ella estaba espléndida con su sonrisa eterna y sus ojos amables. El pelo semi recogido, pero suelto hasta la cintura en una cascada dorada y vestida de forma simple, pero elegante, sin ningún tipo de maquillaje. Yo siempre me decía que no lo necesitaba.... era preciosa así como estaba. Recordaba los tiempos en que la ví por primera vez, cuando era un joven de 16 o 17 años, en una visita formal a Aguasclaras. Creía que el encanto de las mujeres se encontraba en un par de cuestiones meramente físicas y, en efecto, con ella me pasó de igual forma. Era una belleza en potencia, ya que no se había terminado de desarrollar, pero llamó mi atención al instante. No había intercambiado mas de unas pocas palabras de cortesía con ella... pero a partir de ése momento había intentado tener encuentros "por casualidad" con ella, chocándonos en los pasillos u observándola sin que se diera cuenta... Hoy día me parecía una actitud por completo infantil, y me la reprochaba.
Una vez que dejé Aguasclaras atrás, me dije que, algún día, tomaría su mano para ser mi esposa... cosa que se cumplió cuando cumplí 20 días del nombre, luego de ganar un Torneo en Antigua, el cual se lo dediqué, nombrándola Reina de la Belleza y pidiendo su mano a su padre. Para mi infinita alegría, los Florent aceptaron y se celebró la boda a los pocos meses. Pero, al principio, las cosas fueron muy anormales, ya que era poco y nada el tiempo que habíamos pasado juntos y no nos conocíamos. Por lo que manteníamos la distancias... como tanteando el terreno en el que nos metíamos. Yo la veía esforzarse por ser una excelente esposa, pero yo no quería que tuviera que sufrir para lograrlo... así que me atreví a dejar caer parte por parte el muro gris que conformaba mi dura y lejana personalidad, pasando el tiempo con ella y descubriendo sus gustos, sus disgustos, su forma de ser y de pensar... conociéndola.
Tras dos años de matrimonio, por fin me atreví a decirle que la amaba, cosa que me sorprendió hasta a mí. Ése día le regalé el colgante con el zafiro que hoy llevaba puesto... y su noche de bodas como correspondía.
A partir de ése momento, nuestra verdadera relación comenzó, acostumbrándonos a la presencia del otro y complementándonos. Me sorprendió su infinita capacidad para mantener todo el Faro en orden, como si de un Lord con su tierra se tratase; y sus increíbles habilidades intelectuales. Yo sabía que era una dama inteligente, pero superaba los estándares que uno podía tener con respecto a la media de las mujeres que había conocido en el Dominio.
Me giré en mi sillón para mirarla con mi acostumbrada cara de bienvenida cuando la veía. Yo vestía una camisa en de lino gris y un pantalón de cuero marrón claro, junto con unas botas de cuero de buey Dorniense que era de mi colección privada. Las botas eran la única prenda en la que gastaba más dinero del que de verdad se necesitaba. El pelo corto y alborotado, junto con la barba a medio crecer me daban un aspecto poco señorial, por mas que mantenía mi higiene personal al día.
"Buenas tardes, En" dije en respuesta a su caluroso saludo mientras se acercaba al escritorio a mirar el papeleo. Ella tenía total permiso de hacerlo... creo que de las pocas personas que podía, ya que gozaba de mi total confianza. "Por lo que veo, así es, pero recién ahora me percato... mucho papeleo y cosas que controlar...." ella sabía lo que eso era, ya que manejaba los asuntos del Faro como yo manejaba los asuntos de la Casa y sus dominios. Me tiré hacia atrás cuando se acercó a besarme, cosa que respondí con gusto mientras acariciaba el morro de Fang, su perro guardián. Cuando se separó, la miré con los ojos brillantes y una media sonrisa divertida. Podía ser el peor de los días, que ella lograría alegrármelo.
"Las cuentas ya están terminadas, así que no requieren más atención.... por otro lado estaría más que encantado en que me raptes de mis obligaciones...." me levanté y le di un beso en la frente. "Vamos... antes que venga el Maestre Marteras con mas cuentas para realizar..." dije en un intento de broma. Le di el brazo y salimos del estudio saludando a los guardias con rumbo a los jardines colgantes del Faro. Eran terrazas impresionantes con balcones repletos de plantas que daban al mar y al atardecer. El cielo estaba rojo sangre y las aguas del Océano parecían calmas y planas. Me asomé por el pasillo y mandé pedir un par de copas y vino Dorniense. Luego la abracé por la cintura y me quedé mirando el horizonte.
"Pareciera como si no hubiera ningún problema en Poniente... como si no hubiera tensiones ni conflictos de intereses...." dije, dejando escapar mis preocupaciones de una buena vez. Lo que me tenía preocupado era la abierta hostilidad entre los Altos Bastardos y la Casa Targaryen. En algún momento, muy cercano en el tiempo, las casas deberían tomar partido por alguno de los bandos.... y allí se encontraba el dilema. Yo no estaba con la decisión de los Tyrell de apoyar a los Fuegoscuro, pero si lo declaraba abiertamente tendría a todo el Dominio a las puertas de Antigua.
Por fin llegó el vino y serví las dos copas, dándole a ella una y tomando con ganas varios sorbos.
Svenar Hightower
Re: We light the way... (Enery Hightower)
Verle sonreír me producía una gran alegría. Aún recordaba con total nitidez el día que conseguí arrancarle la primera, fue un paso adelante en nuestra relación, y a partir de ese momento el hielo de sus muros se deshizo y pude empezar a conocerle más a fondo. No estoy segura de si sucedió por mis intentos de acercamiento o porque él, por voluntad propia, decidió abrirse a mi. Aunque me inclinaba a pensar que habían sido un poco por ambos motivos. De alguna manera, también noté que él me sondeaba, era una situación curiosa, como dos niños tímidos que no se atreven a decirse algo.
Aproveché la oportunidad que me había brindado y me encantó lo que encontré en él. Me cautivó ese contraste entre su máscara fría y su interior tan cálido, atento y sincero. Entonces, poco tiempo después, me dijo que me amaba, fueron las palabras más sinceras que jamás he escuchado pronunciar a nadie, y a pesar de que me sorprendieron un poco, me tocaron directamente el corazón. Ahí estaba lo que yo andaba buscando, esa capacidad para amar que todos los seres humanos teníamos...y me había honrado dedicándomela a mí. Me pregunté cuanto habría estado guardándose ese sentimiento, incluso llegué a plantearme que ese había sido el motivo por el que había pedido mi mano y no la de cualquier otra mujer, aunque me pareció un pensamiento muy apresurado, innecesario y sin fundamentos claros. Realmente no importaba cuando había nacido ese sentimiento, si no que yo lo correspondía y que sin duda era sincero. Fue entonces cuando me regaló la joya de la que muy rara vez me desprendía y cuando se acostó conmigo en lo que tenía que haber sido la noche de bodas dos años antes. Debo decir que fue una experiencia interesante...y muy satisfactoria pasada la fase inicial. Mis conocimientos sobre sexo eran muy pobres. Mi madre me había dado ciertos consejos que la verdad, no me habían ayudado en casi nada una vez llegado el momento. No gustaban tanto las mujeres sumisas como mi progenitora aseguraba, al menos, no fue eso lo que me dio a entender Svenar. Así pues, fui destruyendo las limitaciones que me habían inculcado, como lo de dejarse hacer etc, y como la experiencia me había gustado y despertado mi curiosidad, intenté ponerme al día explorando mi cuerpo y el suyo. Al principio avanzaba con la inexperiencia que cabía esperar de una dama, pero rebosaba ganas de aprender. En aquellos momentos no terminaba de comprender por que una actividad tan placentera podía estar tan censurada, y matar a alguien podía considerarse normal cuando traía tanta desgracia y sufrimiento. Con la practica, fui ganando seguridad e iniciativa, de forma que llegó el momento en que yo misma le buscaba sin esperar a que me lo propusiera.
Gracias a todo esto, gané la confianza necesaria para relajarme y abrirme, le dejé ver que clase de mujer era y que podía contar conmigo. Desplegué toda mi capacidad intelectual, empecé a ponerle las cosas difíciles jugando al cyvasse, y le animé para que fuera mi rival en el sitrang. La verdad es que el era mejor en el primer juego, y yo en el segundo, pero jamás cejé en mi empeño de ganarle cada vez que nos poníamos frente al tablero, y estaba prácticamente convencida de que a él le pasaba lo mismo con el sitrang.
Tomé el brazo que me ofrecía y sonreí ante sus palabras. Me dejé llevar por él hasta los jardines acompañada también por Fang. La primera vez que los vi, me fascinaron, no esperaba que hubiese tanto verdor en un lugar como aquel. La luz del sol a aquellas horas era agradable, no quemaba la piel y calentaba lo justo, y la brisa marina atemperaba el ambiente. Le dediqué una mirada cariñosa cuando me abrazo y apreté ligeramente los labios ante sus palabras. Un pequeño suspiro escapó de entre mis labios y miré las volutas de espuma que se generaban de vez en cuando sobre la suave superficie marina con gesto pensativo. Había pensado mucho en el tema que planteaba, era todo un dilema, uno de gran relevancia, y por lo que dediqué mucho tiempo a reflexionar sobre nuestras opciones y los pros y los contras de cada una de ellas.
Cuando llegó el vino, tomé la copa que me ofreció, pero no lo probé al momento. Pasé la yema de un dedo por la boca del objeto, siguiendo la circunferencia con gesto distraído. Había acabado determinando, tanto por motivos y opiniones personales, como por hechos objetivos, que lo más positivo era apoyar a los Targaryen. Personalmente, simpatizaba con la política de Daeron Targaryen, su mecenazgo indicaba claramente que le interesaba cultivar las artes y el conocimiento, además, consideraba que había demostrado tener las cualidades de las que debería hacer gala todo buen gobernante, y no solo a mi juicio. Sin embargo...Daemon Fuegoscuro...Apoyé las lumbares en la barandilla de la terraza y dejé la copa a un lado. Miré a Svenar con una pequeña sonrisa en el rostro, entre resignada y cansada.
-Me pregunto si alguna vez ha sido de otra manera...Supongo que en un tiempo ya muy remoto, cuando no existían los nobles, y quizá, ni los humanos.- suspiré- Estamos en una situación sin duda difícil y muy comprometida- mi tono de voz se había más serio. Palabras serias, para asuntos serios. Hice una seña a Fang para que estuviera atento a cualquier intromisión inoportuna u olor y hablé para que solo pudiera escucharme Svenar- Ahora, de repente, los Altos bastardos han decidido o han decidido otros por ellos, que se merecen más el trono que nuestro actual monarca, por el motivo egoísta de siempre: conseguir más poder a cualquier precio. Dudo mucho que los nobles que apoyan a los Fuegoscuro, concretamente a Daemon, piensen en el beneficio de las personas que están bajo su protección, su pueblo... o por lo menos no es el principal de sus motivos. Y lo mismo pienso de muchos nobles que apoyan a los Targaryen. Después de todo, así es el Juego de tronos.- dí un pequeño sorbo al vino- Ahora bien, ventajas de alinearse con los Fuegoscuro- empezaba el discurso objetivo, y más tarde, mi propia opinión- Primero, nos ahorramos el problema de tener que fingir frente a los Tyrell que estamos en desacuerdo con su postura, y por lo tanto, evitamos que llamen con su ejercito a nuestras puertas. Desventajas: si las pretensiones de los bastardos fallan, nosotros seremos de los primeros en caer al abismo, y además por defender algo en lo que no creemos. Habrá durísimas represalias por parte de la Corona.- ese penúltimo comentario había sido un poco idealista, pero para mi las ideas y defenderlas eran importantes, aunque no las antepondría a la seguridad de mi hogar- Por otro lado, apoyar a los Targaryen nos traería beneficios a corto plazo, pero sobretodo a largo que aún, según están dispuestas las fichas, no sabría determinar- aunque sabía que él imaginaba algo muy parecido a lo que tenía yo en mente- Y apoyaríamos algo en lo que creemos. Las desventajas están más claras: si los Tyrell descubren nuestra tendencia, estaremos en serios aprietos.- y ambos sabíamos lo que podía significar eso- A mi juicio...-aquí empezaba mi discurso sobre mis propias ideas y pensamientos- La actitud de Daemon está totalmente fuera de lugar. Me da igual si es la encarnación del Guerrero, si se parece a Aegon el Conquistador o a un caniche, o si le regalaron tal espada, o toda la armería de Desembarco del Rey. No creo que ser bello o un gran guerrero sean atributos suficientes para gobernar nada. Es más, sus aspiraciones solo lograran desestabilizar Poniente y abocarlo a la senda de la sangre y la espada. Y algo que ha sido tomado así suele mantenerse de la misma manera.- Svenar ya sabía, que, para mi, un buen gobernante barajaría otras opciones mucho antes que la del conflicto armado para solucionar un problema- No creo que haya demostrado tener los méritos y cualidades de un buen gobernante. Sin embargo, creo que Daeron Targaryen ha demostrado que si goza de tales cualidades. Se preocupa por algo más que tener la maquinaria de su ejercito bien engrasada, cultiva el conocimiento, que puede traer muchas más prosperidad a sus dominios que un millón de espadas- aunque sabía que los ejércitos eran muy necesarios y obviamente no me oponía a ellos. Era una mujer con ideas, pero realista y no estúpida- Tampoco tengo nada en contra de Myriah Targaryen, ni de las costumbres y tendencias que está introduciendo. Pero claro, cualquier cambio molesta a los nobles siempre y cuando convenga que moleste...al menos muchos creo que funcionan así.- di otro sorbo para que no se me secara la boca- No veo nada de perjudicial en que la Corte se llene de un poco de aire nuevo- dije con una sonrisa entusiasta. Había cosas que me agradaban más, otras menos, pero no me oponía- Y por supuesto, no doy crédito a esos rumores sobre la supuesta ilegitimidad del Rey...me parecen un tanto oportunos ¿no te parece?- añadí con una sonrisilla irónica.- Creo que lo mejor que podemos hacer es movernos en la sombra. Sonreir y encogernos de hombros.-añadí. Dí otro sorbo al vino y mi expresión volvió a relajarse.
No me creía la suerte que había tenido al haber acabado con un hombre que me permitía manifestar mis ideas sin censurarme. Era uno de los múltiples motivos por los que le adoraba. Y había desarrollado un marcado instinto de protección hacia él, a mi manera claro. Le dediqué una cálida sonrisa y una suave caricia en el rostro. Me aparté de la barandilla, pues ya empezaba a calentarseme en exceso la espalda. Estaba convencida de que él también tendría algo que decir al respecto.
Aproveché la oportunidad que me había brindado y me encantó lo que encontré en él. Me cautivó ese contraste entre su máscara fría y su interior tan cálido, atento y sincero. Entonces, poco tiempo después, me dijo que me amaba, fueron las palabras más sinceras que jamás he escuchado pronunciar a nadie, y a pesar de que me sorprendieron un poco, me tocaron directamente el corazón. Ahí estaba lo que yo andaba buscando, esa capacidad para amar que todos los seres humanos teníamos...y me había honrado dedicándomela a mí. Me pregunté cuanto habría estado guardándose ese sentimiento, incluso llegué a plantearme que ese había sido el motivo por el que había pedido mi mano y no la de cualquier otra mujer, aunque me pareció un pensamiento muy apresurado, innecesario y sin fundamentos claros. Realmente no importaba cuando había nacido ese sentimiento, si no que yo lo correspondía y que sin duda era sincero. Fue entonces cuando me regaló la joya de la que muy rara vez me desprendía y cuando se acostó conmigo en lo que tenía que haber sido la noche de bodas dos años antes. Debo decir que fue una experiencia interesante...y muy satisfactoria pasada la fase inicial. Mis conocimientos sobre sexo eran muy pobres. Mi madre me había dado ciertos consejos que la verdad, no me habían ayudado en casi nada una vez llegado el momento. No gustaban tanto las mujeres sumisas como mi progenitora aseguraba, al menos, no fue eso lo que me dio a entender Svenar. Así pues, fui destruyendo las limitaciones que me habían inculcado, como lo de dejarse hacer etc, y como la experiencia me había gustado y despertado mi curiosidad, intenté ponerme al día explorando mi cuerpo y el suyo. Al principio avanzaba con la inexperiencia que cabía esperar de una dama, pero rebosaba ganas de aprender. En aquellos momentos no terminaba de comprender por que una actividad tan placentera podía estar tan censurada, y matar a alguien podía considerarse normal cuando traía tanta desgracia y sufrimiento. Con la practica, fui ganando seguridad e iniciativa, de forma que llegó el momento en que yo misma le buscaba sin esperar a que me lo propusiera.
Gracias a todo esto, gané la confianza necesaria para relajarme y abrirme, le dejé ver que clase de mujer era y que podía contar conmigo. Desplegué toda mi capacidad intelectual, empecé a ponerle las cosas difíciles jugando al cyvasse, y le animé para que fuera mi rival en el sitrang. La verdad es que el era mejor en el primer juego, y yo en el segundo, pero jamás cejé en mi empeño de ganarle cada vez que nos poníamos frente al tablero, y estaba prácticamente convencida de que a él le pasaba lo mismo con el sitrang.
Tomé el brazo que me ofrecía y sonreí ante sus palabras. Me dejé llevar por él hasta los jardines acompañada también por Fang. La primera vez que los vi, me fascinaron, no esperaba que hubiese tanto verdor en un lugar como aquel. La luz del sol a aquellas horas era agradable, no quemaba la piel y calentaba lo justo, y la brisa marina atemperaba el ambiente. Le dediqué una mirada cariñosa cuando me abrazo y apreté ligeramente los labios ante sus palabras. Un pequeño suspiro escapó de entre mis labios y miré las volutas de espuma que se generaban de vez en cuando sobre la suave superficie marina con gesto pensativo. Había pensado mucho en el tema que planteaba, era todo un dilema, uno de gran relevancia, y por lo que dediqué mucho tiempo a reflexionar sobre nuestras opciones y los pros y los contras de cada una de ellas.
Cuando llegó el vino, tomé la copa que me ofreció, pero no lo probé al momento. Pasé la yema de un dedo por la boca del objeto, siguiendo la circunferencia con gesto distraído. Había acabado determinando, tanto por motivos y opiniones personales, como por hechos objetivos, que lo más positivo era apoyar a los Targaryen. Personalmente, simpatizaba con la política de Daeron Targaryen, su mecenazgo indicaba claramente que le interesaba cultivar las artes y el conocimiento, además, consideraba que había demostrado tener las cualidades de las que debería hacer gala todo buen gobernante, y no solo a mi juicio. Sin embargo...Daemon Fuegoscuro...Apoyé las lumbares en la barandilla de la terraza y dejé la copa a un lado. Miré a Svenar con una pequeña sonrisa en el rostro, entre resignada y cansada.
-Me pregunto si alguna vez ha sido de otra manera...Supongo que en un tiempo ya muy remoto, cuando no existían los nobles, y quizá, ni los humanos.- suspiré- Estamos en una situación sin duda difícil y muy comprometida- mi tono de voz se había más serio. Palabras serias, para asuntos serios. Hice una seña a Fang para que estuviera atento a cualquier intromisión inoportuna u olor y hablé para que solo pudiera escucharme Svenar- Ahora, de repente, los Altos bastardos han decidido o han decidido otros por ellos, que se merecen más el trono que nuestro actual monarca, por el motivo egoísta de siempre: conseguir más poder a cualquier precio. Dudo mucho que los nobles que apoyan a los Fuegoscuro, concretamente a Daemon, piensen en el beneficio de las personas que están bajo su protección, su pueblo... o por lo menos no es el principal de sus motivos. Y lo mismo pienso de muchos nobles que apoyan a los Targaryen. Después de todo, así es el Juego de tronos.- dí un pequeño sorbo al vino- Ahora bien, ventajas de alinearse con los Fuegoscuro- empezaba el discurso objetivo, y más tarde, mi propia opinión- Primero, nos ahorramos el problema de tener que fingir frente a los Tyrell que estamos en desacuerdo con su postura, y por lo tanto, evitamos que llamen con su ejercito a nuestras puertas. Desventajas: si las pretensiones de los bastardos fallan, nosotros seremos de los primeros en caer al abismo, y además por defender algo en lo que no creemos. Habrá durísimas represalias por parte de la Corona.- ese penúltimo comentario había sido un poco idealista, pero para mi las ideas y defenderlas eran importantes, aunque no las antepondría a la seguridad de mi hogar- Por otro lado, apoyar a los Targaryen nos traería beneficios a corto plazo, pero sobretodo a largo que aún, según están dispuestas las fichas, no sabría determinar- aunque sabía que él imaginaba algo muy parecido a lo que tenía yo en mente- Y apoyaríamos algo en lo que creemos. Las desventajas están más claras: si los Tyrell descubren nuestra tendencia, estaremos en serios aprietos.- y ambos sabíamos lo que podía significar eso- A mi juicio...-aquí empezaba mi discurso sobre mis propias ideas y pensamientos- La actitud de Daemon está totalmente fuera de lugar. Me da igual si es la encarnación del Guerrero, si se parece a Aegon el Conquistador o a un caniche, o si le regalaron tal espada, o toda la armería de Desembarco del Rey. No creo que ser bello o un gran guerrero sean atributos suficientes para gobernar nada. Es más, sus aspiraciones solo lograran desestabilizar Poniente y abocarlo a la senda de la sangre y la espada. Y algo que ha sido tomado así suele mantenerse de la misma manera.- Svenar ya sabía, que, para mi, un buen gobernante barajaría otras opciones mucho antes que la del conflicto armado para solucionar un problema- No creo que haya demostrado tener los méritos y cualidades de un buen gobernante. Sin embargo, creo que Daeron Targaryen ha demostrado que si goza de tales cualidades. Se preocupa por algo más que tener la maquinaria de su ejercito bien engrasada, cultiva el conocimiento, que puede traer muchas más prosperidad a sus dominios que un millón de espadas- aunque sabía que los ejércitos eran muy necesarios y obviamente no me oponía a ellos. Era una mujer con ideas, pero realista y no estúpida- Tampoco tengo nada en contra de Myriah Targaryen, ni de las costumbres y tendencias que está introduciendo. Pero claro, cualquier cambio molesta a los nobles siempre y cuando convenga que moleste...al menos muchos creo que funcionan así.- di otro sorbo para que no se me secara la boca- No veo nada de perjudicial en que la Corte se llene de un poco de aire nuevo- dije con una sonrisa entusiasta. Había cosas que me agradaban más, otras menos, pero no me oponía- Y por supuesto, no doy crédito a esos rumores sobre la supuesta ilegitimidad del Rey...me parecen un tanto oportunos ¿no te parece?- añadí con una sonrisilla irónica.- Creo que lo mejor que podemos hacer es movernos en la sombra. Sonreir y encogernos de hombros.-añadí. Dí otro sorbo al vino y mi expresión volvió a relajarse.
No me creía la suerte que había tenido al haber acabado con un hombre que me permitía manifestar mis ideas sin censurarme. Era uno de los múltiples motivos por los que le adoraba. Y había desarrollado un marcado instinto de protección hacia él, a mi manera claro. Le dediqué una cálida sonrisa y una suave caricia en el rostro. Me aparté de la barandilla, pues ya empezaba a calentarseme en exceso la espalda. Estaba convencida de que él también tendría algo que decir al respecto.
Enery Hightower
Re: We light the way... (Enery Hightower)
Miré a mi esposa mientras que se apoyaba contra la barandilla del Jardín. Cuando descubrí que Enery era una mujer enterada sobre la política y la situación general del mundo, no tardé en hablar con ella sobre decisiones y ambivalencias una vez que nuestra relación se profundizó lo suficiente, evolucionando a verdadero cariño. Así fue como ella se transformó en la primera y última consejera a la hora de tomar decisiones... aunque debía admitir que en un principio estaba un poco negado con la postura de que una mujer diera su opinión abiertamente. pero una vez mas, Enery resultó estar mas allá de las mujeres normales... si fuera otra cualquiera, probablemente no la habría informado ni del estado de los caminos entre Altojardín y Antigua.
Apoyé mis codos contra el balcón y me incliné para distribuir mejor el peso de mi cuerpo. La miré de reojo mientras escuchaba cada una de sus palabras. Cohincidíamos en todas los conceptos sobre la situacion. No podíamos declarar que estábamos en desacuerdo que una banda de bastardos de distintas casas (Por mas que sean extremadamente talentosos en diferentes áreas) se declarara por encima de la casa regente original. Obviamente que mis amistades estaban con los Targaryen no sólo por ser la casa reinante por derecho legítimo, sino también porque era amigo personal de alguno de sus miembros, como por ejemplo, el Príncipe Baelor. Pero, por otro lado, tampoco podíamos mantenernos a la espera, ya que en algún momento los Tyrell se darán cuenta de la indesición y exigirían respuestas u explicaciones.
Por lo que nos quedaban tres opciones. Mentir, y aliarnos con los Tyrell y los bastardos para luchar contra la Corona. Seguir nuestros ideales y declararnos abiertamente a favor de los Targaryen. O Mantenernos en la sombra y actuar con precaución hasta que la oportunidad de actuar llegue. Cuando ella terminó de hablar, me levanté y estiré mis músculos entumecidos. "Los Tyrell tienen el ejército mas grande de Poniente, y son los patrocinadores principales de los Fuegoscuro... quizás Daemon no tenga las cualidades para ser un buen gobernante, pero sí tiene un ejército considerable a sus espaldas.... y, a lo que viene el caso, es lo único que nos interesa de momento...." aseguro, completamente serio. Pero en mi interior bullían las preocupaciones. No era que yo quisiera vivir en paz eternamente sin que nadie perjudicara a mi hogar y a mi Casa, yo tenía mis intereses propios, y estaba determinado a llevarlos adelante antes que cualquier otro.
"Como bien dices En, es mejor esperar desde las sombras y mantener una posición neutral para el resto... no caerá para nada bien a los Tyrell, pero ellos mismos se han metido en un juego que no debían jugar de ése lado del tablero..." dije taciturno, tomando de nuevo de mi copa. Miré a Fang haciendo guardia para que nadie nos interrumpa ni pudiera espiar la conversación. Me sorprendía el nivel de entendimiento que tenía ése animal. Sonreí cuando ella me acarició el rostro y romé su mano entre las mías para darle un beso en ella y luego en los labios. "Pensamos exactamente igual por que veo, pero hablar las cosas contigo siempre va a ser un bálsamo para la cabeza...." aseguro con humor, siendo completamente sincero.
Suspiré y miré de nuevo como los últimos rastros del día dejaban el horizonte. La Ciudad del Saber comenzaba a prender sus antorchas y faroles, dando lugar a las actividades nocturnas. El puerto comenzaba a vaciarse de los trabajadores y gente honesta para llenarse con comerciantes, mercenarios y coimeadores corruptos que siempre había por mas que uno intentara eliminar por completo las actividades fraudulentas. Le tendí la mano a Enery y entrelacé mis dedos con los de ella. "El futuro es sólo conocimiento de los Siete... por ahora sólo podemos esperar que llegue y rogar por tener la capacidad y el tiempo para enfrentarlo..." reflexiono con aire un poco sombrío. Pero me recupero rápidamente y la miro con una sonrisa "Te parece si cenamos?" le pregunto, más fresco que cuando salí de mi estudio.
Apoyé mis codos contra el balcón y me incliné para distribuir mejor el peso de mi cuerpo. La miré de reojo mientras escuchaba cada una de sus palabras. Cohincidíamos en todas los conceptos sobre la situacion. No podíamos declarar que estábamos en desacuerdo que una banda de bastardos de distintas casas (Por mas que sean extremadamente talentosos en diferentes áreas) se declarara por encima de la casa regente original. Obviamente que mis amistades estaban con los Targaryen no sólo por ser la casa reinante por derecho legítimo, sino también porque era amigo personal de alguno de sus miembros, como por ejemplo, el Príncipe Baelor. Pero, por otro lado, tampoco podíamos mantenernos a la espera, ya que en algún momento los Tyrell se darán cuenta de la indesición y exigirían respuestas u explicaciones.
Por lo que nos quedaban tres opciones. Mentir, y aliarnos con los Tyrell y los bastardos para luchar contra la Corona. Seguir nuestros ideales y declararnos abiertamente a favor de los Targaryen. O Mantenernos en la sombra y actuar con precaución hasta que la oportunidad de actuar llegue. Cuando ella terminó de hablar, me levanté y estiré mis músculos entumecidos. "Los Tyrell tienen el ejército mas grande de Poniente, y son los patrocinadores principales de los Fuegoscuro... quizás Daemon no tenga las cualidades para ser un buen gobernante, pero sí tiene un ejército considerable a sus espaldas.... y, a lo que viene el caso, es lo único que nos interesa de momento...." aseguro, completamente serio. Pero en mi interior bullían las preocupaciones. No era que yo quisiera vivir en paz eternamente sin que nadie perjudicara a mi hogar y a mi Casa, yo tenía mis intereses propios, y estaba determinado a llevarlos adelante antes que cualquier otro.
"Como bien dices En, es mejor esperar desde las sombras y mantener una posición neutral para el resto... no caerá para nada bien a los Tyrell, pero ellos mismos se han metido en un juego que no debían jugar de ése lado del tablero..." dije taciturno, tomando de nuevo de mi copa. Miré a Fang haciendo guardia para que nadie nos interrumpa ni pudiera espiar la conversación. Me sorprendía el nivel de entendimiento que tenía ése animal. Sonreí cuando ella me acarició el rostro y romé su mano entre las mías para darle un beso en ella y luego en los labios. "Pensamos exactamente igual por que veo, pero hablar las cosas contigo siempre va a ser un bálsamo para la cabeza...." aseguro con humor, siendo completamente sincero.
Suspiré y miré de nuevo como los últimos rastros del día dejaban el horizonte. La Ciudad del Saber comenzaba a prender sus antorchas y faroles, dando lugar a las actividades nocturnas. El puerto comenzaba a vaciarse de los trabajadores y gente honesta para llenarse con comerciantes, mercenarios y coimeadores corruptos que siempre había por mas que uno intentara eliminar por completo las actividades fraudulentas. Le tendí la mano a Enery y entrelacé mis dedos con los de ella. "El futuro es sólo conocimiento de los Siete... por ahora sólo podemos esperar que llegue y rogar por tener la capacidad y el tiempo para enfrentarlo..." reflexiono con aire un poco sombrío. Pero me recupero rápidamente y la miro con una sonrisa "Te parece si cenamos?" le pregunto, más fresco que cuando salí de mi estudio.
Svenar Hightower
Re: We light the way... (Enery Hightower)
Como siempre, aquellos que no contábamos con un ejercito inmenso debíamos recurrir más que nadie a otra clase de estrategias para mantener la posición. En numerosas ocasiones pensé que la política era muy parecida a los juegos como el sitrang o el cyvasse, algunas veces podía ver las fichas encarnadas en las personas que participaban en el juego. Aunque en este caso, el juego era mucho más complejo. Unas piezas movían a otras, presumiblemente con menor poder, era difícil determinar el número de jugares, pues era extremadamente variable. Además, el tablero estaba envuelto en una espesa bruma, la información era un valor más codiciado que el oro o las tierras, pues te podía acercar a esto último. Los mecanismos que se movían tras el telón eran apenas un rumor lejano para muchos, y cada cual solo solía conocer las piezas que el mismo había incluido en la maquinaria del Gran Juego...y a veces ni eso. Yo misma, me descubrí como una pieza, y mi valor, en parte, dependería de mi.
El juego era más complejo, pero las bases apenas variaban. Nuestro silencio y supuesta neutralidad no podrían mantenerse eternamente, la estratagema acabaría destapándose, y para entonces, debíamos estar preparados, no era una opción. No temía tanto por mi como por mis seres queridos, yo podía aguantar más temporales violentos de los que la inmensa mayoría de la gente me atribuía, y ahí residía la mayor parte de mi fuerza...pocos sabían que había más allá de mi cara bonita y mis maneras protocolarias y amables, muy pocos.
Le devolví el beso que depositó sobre mis labios y sonreí. Apoyaría a Svenar y haría todo lo que estuviera en mi mano por él, incluso intentaría alcanzar un poco más allá si la situación lo exigía, había que valerse de todos los recursos posibles. Respondí a sus palabras con el tono suave y alegre que usaba con él.
-Me alegran mucho tus palabras. Sabes que puedes contar conmigo para lo que sea y que haré cuanto pueda.
Estaba segura de que ya lo sabía, pero de vez en cuando, lo dejaba caer. Asentí cuando sugirió ir a cenar, ya con aspecto de estar más relajado, y lo llevé de la mano entre los guardias escaleras abajo, hacia el comedor. Antes de llegar, mi doncella nos vio llegar y salió corriendo hacia la cocina para que sirvieran los primeros platos.
-Espero que te guste el menú de hoy.-comenté con una sonrisa.
Yo no cocinaba personalmente los platos, pero si elegía de los extensos recetarios los platos para cada comida. Como no le gustaba el pescado, a veces me las veía y me las deseaba para hacer un menú equilibrado. Había leído mucho sobre dietas sanas para evitar las enfermedades típicas de la nobleza, como la gota, y había hablado con el Maestre sobre su alergia a los frutos secos. Por lo que los platos que contenían estos últimos estaban completamente prohibidos, es más, hacía unos años, una de las cocineras había olvidado mi prohibición en un descuido (aunque los criados no sabían que era por alergia), he hizo una salsa con almendras machacadas...suerte que solía revisar todos los platos antes de ponerlos en la mesa, pues a simple vista, las almendras casi pasaban desapercibidas. Fue la primera vez que mi lado más furioso y cruel explotó. Eché la madre de las broncas a aquella mujer, clavando mi gélida y tensa mirada cargada de ira, reproche e indignación en ella. Sobra decir que la eché con cajas destempladas...aunque luego me arrepentí un tanto, pensé que había sido excesiva. Desde entonces nadie volvió a cometer tal error...es más, guardaron los botes de frutos secos muy lejos del resto de alimentos, por lo que los platos que preparaban normalmente ni olían tales frutos. Podía ser tolerante ante muchos fallos, pero no ante aquellos que ponían en peligro la integridad de los míos.
Como casi todos los días solo comíamos dos, en vez de usar el salón principal, usábamos otro más pequeño. Cuando entramos la temperatura era agradable. Habían encendido la chimenea, pero sin alimentarla demasiado, por lo que las llamas eran bajas y tranquilas. La mesa tenía espacio para seis comensales, pero los platos se agolpaban en un extremo de la misma, yo me solía sentarme a su derecha...podría sentarme en la otra cabecera, pero prefería sentarme cerca de que lejos. Decorando la mesa había un bonito centro de flores de tamaño moderado, formado por pequeñas rosas blancas y otras más sencillas de otros colores y una alta vela en medio. La vajilla era la que había encargado hacer mi madre para mi el día que florecí, por suerte había podido elegir la que más me gustaba a mi y no a ella, por lo que no era ostentosa, aunque si de excelente calidad. En una bandeja de plato, había colocado un par de gordas codornices, ya trinchadas, que brillaban debido a la salsa de vino y frutos rojos que habían usado para cocinarlo. En una salsera había más, y las aves asadas estaban colocadas sobre una cama de cebolla pochada con un suave sabor dulce, con una gran variedad de verduras hervidas y a la plancha al rededor. También habían colocado un par de cuencos a un lado de los platos, donde había unas pequeñas bolas empanadas (fritas), rellenas de verduras machadas y cocinadas, como zanahoria, guisantes, puerros...Por otro lado estaba el pan, tanto de trigo como de cebada, y el copero contra la pared, y una jarra de vino. Yo bebía agua normalmente para cenar, así que había otra jarra sobre la mesa.
-¡Codornices con salsa de frutos del bosque! Es una receta nueva.
Para él, no para mi, pero esperaba que fuera de su agrado. Antes de tomar asiento cogí su plato y le serví un poco de todo, después me serví lo mio y tomé asiento. Me serví agua y cogí una bolita del cuenco. Estaba ligeramente crujiente, y el relleno me había tocado de zanahoria. Arqueé ligeramente las cejas
-Bueno...vamos a ver que tal esto.
Probé la cebolla con la codorniz bañada en salsa y sonreí.
-No está nada mal...Y eso que me lo he inventado- comenté con gesto risueño, revelando el misterio de la receta nueva- Y de postre manzanas asadas-le guiñé un ojo y sonreí- como a ti te gustan.
El juego era más complejo, pero las bases apenas variaban. Nuestro silencio y supuesta neutralidad no podrían mantenerse eternamente, la estratagema acabaría destapándose, y para entonces, debíamos estar preparados, no era una opción. No temía tanto por mi como por mis seres queridos, yo podía aguantar más temporales violentos de los que la inmensa mayoría de la gente me atribuía, y ahí residía la mayor parte de mi fuerza...pocos sabían que había más allá de mi cara bonita y mis maneras protocolarias y amables, muy pocos.
Le devolví el beso que depositó sobre mis labios y sonreí. Apoyaría a Svenar y haría todo lo que estuviera en mi mano por él, incluso intentaría alcanzar un poco más allá si la situación lo exigía, había que valerse de todos los recursos posibles. Respondí a sus palabras con el tono suave y alegre que usaba con él.
-Me alegran mucho tus palabras. Sabes que puedes contar conmigo para lo que sea y que haré cuanto pueda.
Estaba segura de que ya lo sabía, pero de vez en cuando, lo dejaba caer. Asentí cuando sugirió ir a cenar, ya con aspecto de estar más relajado, y lo llevé de la mano entre los guardias escaleras abajo, hacia el comedor. Antes de llegar, mi doncella nos vio llegar y salió corriendo hacia la cocina para que sirvieran los primeros platos.
-Espero que te guste el menú de hoy.-comenté con una sonrisa.
Yo no cocinaba personalmente los platos, pero si elegía de los extensos recetarios los platos para cada comida. Como no le gustaba el pescado, a veces me las veía y me las deseaba para hacer un menú equilibrado. Había leído mucho sobre dietas sanas para evitar las enfermedades típicas de la nobleza, como la gota, y había hablado con el Maestre sobre su alergia a los frutos secos. Por lo que los platos que contenían estos últimos estaban completamente prohibidos, es más, hacía unos años, una de las cocineras había olvidado mi prohibición en un descuido (aunque los criados no sabían que era por alergia), he hizo una salsa con almendras machacadas...suerte que solía revisar todos los platos antes de ponerlos en la mesa, pues a simple vista, las almendras casi pasaban desapercibidas. Fue la primera vez que mi lado más furioso y cruel explotó. Eché la madre de las broncas a aquella mujer, clavando mi gélida y tensa mirada cargada de ira, reproche e indignación en ella. Sobra decir que la eché con cajas destempladas...aunque luego me arrepentí un tanto, pensé que había sido excesiva. Desde entonces nadie volvió a cometer tal error...es más, guardaron los botes de frutos secos muy lejos del resto de alimentos, por lo que los platos que preparaban normalmente ni olían tales frutos. Podía ser tolerante ante muchos fallos, pero no ante aquellos que ponían en peligro la integridad de los míos.
Como casi todos los días solo comíamos dos, en vez de usar el salón principal, usábamos otro más pequeño. Cuando entramos la temperatura era agradable. Habían encendido la chimenea, pero sin alimentarla demasiado, por lo que las llamas eran bajas y tranquilas. La mesa tenía espacio para seis comensales, pero los platos se agolpaban en un extremo de la misma, yo me solía sentarme a su derecha...podría sentarme en la otra cabecera, pero prefería sentarme cerca de que lejos. Decorando la mesa había un bonito centro de flores de tamaño moderado, formado por pequeñas rosas blancas y otras más sencillas de otros colores y una alta vela en medio. La vajilla era la que había encargado hacer mi madre para mi el día que florecí, por suerte había podido elegir la que más me gustaba a mi y no a ella, por lo que no era ostentosa, aunque si de excelente calidad. En una bandeja de plato, había colocado un par de gordas codornices, ya trinchadas, que brillaban debido a la salsa de vino y frutos rojos que habían usado para cocinarlo. En una salsera había más, y las aves asadas estaban colocadas sobre una cama de cebolla pochada con un suave sabor dulce, con una gran variedad de verduras hervidas y a la plancha al rededor. También habían colocado un par de cuencos a un lado de los platos, donde había unas pequeñas bolas empanadas (fritas), rellenas de verduras machadas y cocinadas, como zanahoria, guisantes, puerros...Por otro lado estaba el pan, tanto de trigo como de cebada, y el copero contra la pared, y una jarra de vino. Yo bebía agua normalmente para cenar, así que había otra jarra sobre la mesa.
-¡Codornices con salsa de frutos del bosque! Es una receta nueva.
Para él, no para mi, pero esperaba que fuera de su agrado. Antes de tomar asiento cogí su plato y le serví un poco de todo, después me serví lo mio y tomé asiento. Me serví agua y cogí una bolita del cuenco. Estaba ligeramente crujiente, y el relleno me había tocado de zanahoria. Arqueé ligeramente las cejas
-Bueno...vamos a ver que tal esto.
Probé la cebolla con la codorniz bañada en salsa y sonreí.
-No está nada mal...Y eso que me lo he inventado- comenté con gesto risueño, revelando el misterio de la receta nueva- Y de postre manzanas asadas-le guiñé un ojo y sonreí- como a ti te gustan.
Enery Hightower
Re: We light the way... (Enery Hightower)
Un poco más relajado, me dispuse a seguir a Enery por los pasillos del Faro hasta la habitación donde solíamos cenar. El Gran Salón de Antigua era demasiado ostentoso para que dos personas cenaran, por lo que habíamos tomado la costumbre de hacerlo en una habitación mucho más reducida en tamaño y en adornos, aunque tenía una excelente chimenea y una muy buena vista por sus ventanales en punta. Con mi mano en la de ella, atravesamos el umbral y nos encontramos en nuestro comedor personal. De inmediato, los olores de los diferentes platos que se habían cocinado varios pisos abajo llegaron a mis fosas nasales. Podía identificar el olor de las aves asadas y las verduras hervidas, junto con las fuertes esencias de las hierbas picantes y aromatizantes que provenía de algún lugar de la mesa.
Me senté sonriendo mientras que En se encargaba de servir los platos, describiendo una nueva receta. Me serví vino en mi copa y tomé un par de sorbos, cuando de repente tenía el plato en frente, con un poco de todo. Quizás estaba algo incómodo con la cantidad de comida... no porque no pudiera comerla, sino por mi eterno problema con la ostentosidad. Igualmente, no hice comentario alguno... sabía que lo que no se comiera quedaría para otra ocasión, o sería aprovechado por los criados, por lo que me dispuse a comer tranquila pero ávidamente. Las codornices estaban espectaculares, y aún más acompañadas por las verduras hervidas. Por otro lado, las bolas empanadas fueron un excelente aditivo y, debo admitir, que cuando mencionó que habría manzanas asadas de postre, un pantallazo de mi infancia recorrió mi mente de forma extrañamente placentera...
Mientras comía no era ducho a mucha charla a menos que se trate de algo muy interesante o importante que requiriera que ocupara mi boca con otra cosa que no fuera masticar. Pero ésta ocasión me surgió la necesidad de hacerlo por trivialidades "Esta espectacular, aunque no se cuanto pueda meter en el buche En..." aseguré sonriendo mientras que limpiaba mi boca con una servilleta cercana y tomaba un sorbo de vino para bajar el bocado. "No quisiera ser las personas bajo tu comando en ésta fortaleza mujer! Parece como si los tuvieras cortos como correa de perro de caza!" bromee, exagerando obviamente.
Estaba seguro que mi esposa tenía un puño de hierro para manejar las cosas, pero también sabía lo excelente diplomática que era y su enorme capacidad para lograr las cosas que ella quería mediante el buen trato, cosa que Enery tenía por costumbre hacer. Le dí un beso en la mejilla tras mi frase y le arrojé un hueso de jabalí a medio pelar a Fang, considerando que el animal debía estar loco con la cantidad de olores que se mezclaban en el ambiente. De repente, alguien golpeó a la puerta justo en medio de la cena. Claramente no estaba acostumbrado a ser interrumpido mientras comía, por lo que debía ser importante. Miré unos momentos a Enery con un interrogante en la cara y ordené que los guardias del otro lado de la puerta dejaran pasar al "visitante". EL que atravesó la puerta fue el Maestre Marteras, mi fiel amigo y mentor durante mi infancia y que ahora servía directamente a la Ciudad de Antigua. Enarqué una ceja al mirar su preocupada expresión.
"Mi Señor, Mi Señora... ha llegado un cuervo que requiere vuestra inmediata atención..." Aseguró el anciano de lo más educado, haciendo las respectivas reverencias ante nosotros y acercándose con ágiles pasos. A mí me sorprendía como alguien que había pasado los 60 días del nombre y que era poseedor de una complexión física tan flaca y carente de músculos podía moverse con tanta soltura y, más aún, con ésa toga gris y la larga cadena alrededor del cuello. Dejé los cubiertos en la mesa y extendí la mano para tomar el papel finamente sellado y tratado a pesar del viaje. "De donde viene....?" pregunté, aunque sabía con exactitud de donde venía la carta antes incluso de mirar su sello.
"Son noticias de Desembarco del Rey, Mi Señor..." dijo Marteras, respondiendo sólo con lo necesario. Estaba bien, no requería de él nada más. "Debo retirarme, Mi Señor?" preguntó mientras que yo observaba el sello del Dragón Tricéfalo de los Targaryen con ojos brillantes, pero inexpresivos. Mi rostro estaba completamente inescrutable, aunque en mi interior agradecía haber comido bastante durante lo que había transcurrido de la cena, ya que ahora no podría continuar haciéndolo. "No Marteras, quédate.... me serviría tu opinión" dije, desenrollando la misiva y leyéndola en voz alta. Enery no necesitaba mi permiso para quedarse. Ella sabía que siempre quería que se enterara de éstas cosas salvo contadas ocasiones.
A la atención de Lord Svenar Hightower:
Estimado señor, me pongo en contacto con vos en tiempos que pronto serán convulsos para Poniente. Yo, el legítimo rey de Poniente por la Gracia de los Siete, os llamo a defender el honor de la justicia y a no apoyar la deshonra de una sublevación contra el legítimo gobernante de Poniente y sabed que la verdadera justicia caerá como un rayo fulminante contra aquellos que apoyen a mi hermano Daemon, a él se le juzgará el primero.
Sabed que no estamos solos, que grandes casas de Poniente están dispuestas a ir a la guerra por defender la paz y la verdadera monarquía del reino y dos de ellas ya están movilizando sus fuerzas, como son los hijos del Hierro y los hijos de los Ríos. Yo mismo iré a la cabeza de mis tropas hasta el Dominio, para encerrar al usurpador en el agujero que se merece y os pido vuestra colaboración en esta contienda. De ser así, ruego escribáis una misiva a lord Harrald Greyjoy para que sus barcos no atraquen con hostiles intenciones en vuestras costas al no tener conocimiento de vuestra disposición en la contienda.
Sabed que los Siete bendecirán a vuestra familia si apoyáis al que gobierna por la unción de éstos y no al que quiere matar para gobernar en su nombre con mano férrea. Espero vuestra respuesta.
Daeron II Targaryen, rey de los ándalos, de los rhoynar y de los primeros hombres.
Terminé de recitar la carta y la deposité sobre la mesa, apoyé mi espalda contra la cómoda silla y me froté la incipiente barba sin hacer el más mínimo comentario, observando el papel como si hubiera traído consigo una nueva peste a la Ciudad que, en parte, así era.
Me senté sonriendo mientras que En se encargaba de servir los platos, describiendo una nueva receta. Me serví vino en mi copa y tomé un par de sorbos, cuando de repente tenía el plato en frente, con un poco de todo. Quizás estaba algo incómodo con la cantidad de comida... no porque no pudiera comerla, sino por mi eterno problema con la ostentosidad. Igualmente, no hice comentario alguno... sabía que lo que no se comiera quedaría para otra ocasión, o sería aprovechado por los criados, por lo que me dispuse a comer tranquila pero ávidamente. Las codornices estaban espectaculares, y aún más acompañadas por las verduras hervidas. Por otro lado, las bolas empanadas fueron un excelente aditivo y, debo admitir, que cuando mencionó que habría manzanas asadas de postre, un pantallazo de mi infancia recorrió mi mente de forma extrañamente placentera...
Mientras comía no era ducho a mucha charla a menos que se trate de algo muy interesante o importante que requiriera que ocupara mi boca con otra cosa que no fuera masticar. Pero ésta ocasión me surgió la necesidad de hacerlo por trivialidades "Esta espectacular, aunque no se cuanto pueda meter en el buche En..." aseguré sonriendo mientras que limpiaba mi boca con una servilleta cercana y tomaba un sorbo de vino para bajar el bocado. "No quisiera ser las personas bajo tu comando en ésta fortaleza mujer! Parece como si los tuvieras cortos como correa de perro de caza!" bromee, exagerando obviamente.
Estaba seguro que mi esposa tenía un puño de hierro para manejar las cosas, pero también sabía lo excelente diplomática que era y su enorme capacidad para lograr las cosas que ella quería mediante el buen trato, cosa que Enery tenía por costumbre hacer. Le dí un beso en la mejilla tras mi frase y le arrojé un hueso de jabalí a medio pelar a Fang, considerando que el animal debía estar loco con la cantidad de olores que se mezclaban en el ambiente. De repente, alguien golpeó a la puerta justo en medio de la cena. Claramente no estaba acostumbrado a ser interrumpido mientras comía, por lo que debía ser importante. Miré unos momentos a Enery con un interrogante en la cara y ordené que los guardias del otro lado de la puerta dejaran pasar al "visitante". EL que atravesó la puerta fue el Maestre Marteras, mi fiel amigo y mentor durante mi infancia y que ahora servía directamente a la Ciudad de Antigua. Enarqué una ceja al mirar su preocupada expresión.
"Mi Señor, Mi Señora... ha llegado un cuervo que requiere vuestra inmediata atención..." Aseguró el anciano de lo más educado, haciendo las respectivas reverencias ante nosotros y acercándose con ágiles pasos. A mí me sorprendía como alguien que había pasado los 60 días del nombre y que era poseedor de una complexión física tan flaca y carente de músculos podía moverse con tanta soltura y, más aún, con ésa toga gris y la larga cadena alrededor del cuello. Dejé los cubiertos en la mesa y extendí la mano para tomar el papel finamente sellado y tratado a pesar del viaje. "De donde viene....?" pregunté, aunque sabía con exactitud de donde venía la carta antes incluso de mirar su sello.
"Son noticias de Desembarco del Rey, Mi Señor..." dijo Marteras, respondiendo sólo con lo necesario. Estaba bien, no requería de él nada más. "Debo retirarme, Mi Señor?" preguntó mientras que yo observaba el sello del Dragón Tricéfalo de los Targaryen con ojos brillantes, pero inexpresivos. Mi rostro estaba completamente inescrutable, aunque en mi interior agradecía haber comido bastante durante lo que había transcurrido de la cena, ya que ahora no podría continuar haciéndolo. "No Marteras, quédate.... me serviría tu opinión" dije, desenrollando la misiva y leyéndola en voz alta. Enery no necesitaba mi permiso para quedarse. Ella sabía que siempre quería que se enterara de éstas cosas salvo contadas ocasiones.
A la atención de Lord Svenar Hightower:
Estimado señor, me pongo en contacto con vos en tiempos que pronto serán convulsos para Poniente. Yo, el legítimo rey de Poniente por la Gracia de los Siete, os llamo a defender el honor de la justicia y a no apoyar la deshonra de una sublevación contra el legítimo gobernante de Poniente y sabed que la verdadera justicia caerá como un rayo fulminante contra aquellos que apoyen a mi hermano Daemon, a él se le juzgará el primero.
Sabed que no estamos solos, que grandes casas de Poniente están dispuestas a ir a la guerra por defender la paz y la verdadera monarquía del reino y dos de ellas ya están movilizando sus fuerzas, como son los hijos del Hierro y los hijos de los Ríos. Yo mismo iré a la cabeza de mis tropas hasta el Dominio, para encerrar al usurpador en el agujero que se merece y os pido vuestra colaboración en esta contienda. De ser así, ruego escribáis una misiva a lord Harrald Greyjoy para que sus barcos no atraquen con hostiles intenciones en vuestras costas al no tener conocimiento de vuestra disposición en la contienda.
Sabed que los Siete bendecirán a vuestra familia si apoyáis al que gobierna por la unción de éstos y no al que quiere matar para gobernar en su nombre con mano férrea. Espero vuestra respuesta.
Daeron II Targaryen, rey de los ándalos, de los rhoynar y de los primeros hombres.
Terminé de recitar la carta y la deposité sobre la mesa, apoyé mi espalda contra la cómoda silla y me froté la incipiente barba sin hacer el más mínimo comentario, observando el papel como si hubiera traído consigo una nueva peste a la Ciudad que, en parte, así era.
Svenar Hightower
Re: We light the way... (Enery Hightower)
Esbocé una alegre sonrisa ante su cumplido. Y yo tampoco creía poder comerme todo eso, estaba bastante segura que cocinaban de más para después comerse lo que nosotros no habíamos podido meternos en el cuerpo, pero aunque me daba cuenta, lo dejaba estar. Enarqué las cejas cando comentó que tenía mucha mano dura con las personas bajo mi mando, y fruncí ligeramente los labios denotando una fingida indignación, pues en parte era cierto y en parte no, aunque solía exagerar para pincharme un poco.
- ¡Ah! ¡No soy tan tirana!.
Le tiré mi servilleta a modo de broma y negué con la cabeza, pero sin que la sonrisa abandonara mis labios. Me puse agua y tomé un buen trago para asentar todo lo que había ingerido y seguí con los bolitas de verdura, a las que había cogido especial afición. Mientras, Fang, disfrutaba de su hueso, tumbado en el suelo y sujetándolo entre las patas delanteras. Se escuchaba perfectamente el roce de su dentadura contra la superficie del hueso, que se iba empapando de babas. Me iba a meter la ultima bolita en la boca, cuando el sonido de alguien llamando me distrajo. Automáticamente miré de reojo a Svenar, y nuestra miradas se encontraron. Después volví a mirar a la puerta con gesto interrogante y el ceño ligeramente fruncido...No solía haber buenas noticias en tiempos como aquellos a horas tan irregulares. Dejé la esfera en el cuenco de nuevo cuando el Maestre Marteras hizo acto de presencia, y por el semblante de su rostro, como mínimo, el asunto era urgente. Hice un respetuoso gesto de saludo con la cabeza cuando el hizo lo propio y miré fijamente la carta que llevaba en las manos. Cuando la tuvo Svenar en las manos me incliné para mirar y mi rostro se ensombreció al ver el sello: un dragón tricefalo. Casi podía ver como la estrategia de la neutralidad que habíamos venido usando se venía a bajo ante mis ojos sin necesidad de conocer ni una sola linea del contenido de la carta.
La expresión de mi semblante se volvió un tanto rígida y muy seria cuando Svenar comenzó a leer. Entrelacé las manos frente a mi rostro, con los codos apoyados en la mesa y entrecerré ligeramente los ojos cuando mencionó la parte en que su majestad sugería que avisásemos a los Greyjoy...para que no nos atacaran. Un tenso silencio siguió a la última palabra pronunciada por mi marido e instintivamente me acerqué un pulgar a la boca y empecé a morderme la uña. Muchas posibilidades empezaron a formarse en mi mente, todas las palabras escritas en aquella carta revelaban muchos caminos posibles, la bruma del tablero se había levantado ligeramente, y el panorama no era agradable para nosotros...es más en la más funesta de mis predicciones, las fichas se disponían de forma muy amenazadora y letal. Cogí aire y sin despegar los ojos de mi plato empecé a hablar.
-Pronto...eso suena a muy, muy pronto. Como siempre iremos con los acontecimientos muy acelerados y pegados a los talones para que nos cueste más reaccionar. Como si no fuera ya de por si suficientemente peligroso y complicado. Pero lo peor no es eso, esto es lo típico, lo normal, siempre ahogados por la falta de tiempo o la imprecisión. Lo que realmente me alarma es la "sugerencia" de que avisemos a los Greyjoy de que no nos ataquen. No sé...Yo no me fiaría de los Greyjoy, sus credenciales históricas no les avalan demasiado, además yo pienso que puede ser que se muevan fingiendo seguir a los Targaryen, esperando su oportunidad para proclamarse ellos mismos Reyes, aunque eso es lo que buscan la mayoría de las casas de Poniente, asi que tampoco es nada nuevo. Pero tomando en consideración la posibilidad de que los Greyjoy estén esperando que los vientos cambien a su favor, desde luego, podría resultarles muy conveniente tomar Antigua y así se ahorran la molestia de una flota de barcos que pueda causarle problemas y ganarían un buen emplazamiento para atacar El Dominio. Podrían esperar a que las fuerzas leales a la corona y las leales a los Altos Bastardos se destruyan entre ellas para actuar...pero al mismo tiempo su fuerza reside en su flota, muy mermadas tendrían que estar las fuerzas de las casas, para que ellos tuvieran alguna oportunidad tierra a dentro...y esta claro esta guerra no se decidirá por mar.
Si los acontecimientos se decantan a favor de Daemon, estaremos cercados por el Norte, y los Greyjoy podrían cambiar de bando y cercarnos por el sur.- cogí aire y bajé los brazos de la mesa- Aunque ellos también se arriesgarían mucho por supuesto, y muchas cosas podrían salir mal en su contra. En resumen, tenemos que guardarnos de ellos.
Nadie era de fiar en aquel juego, yo solo confiaba en dos personas, el resto sabía que por mucho que me sonrieran a mi o a mi familia, acabarían obrando a conveniencia sin importar que. Por suerte, nosotros podíamos contar con el apoyo incondicional de mi propia casa, de mi hermano y era algo que debía tener muy presente. Es más, en cuanto saliera de allí, le escribiría. Lo que acababa de decir era mi primer análisis, todo cuanto podía abordar sabiendo lo que sabía en aquel momento de la situación. Por lo que decía la carta, o más bien, por lo que no decía, el Norte, el Valle, y Occidente aún no se habían decantado. En resumen, había muchas fieras esperando un atisbo de debilidad, o se unirían a la casa Targayen o a la suya propias, o a la de Daemon, en función de la tajada que creyesen poder sacar.
Enery Hightower
Re: We light the way... (Enery Hightower)
En la habitación se comenzó a respirar un ambiente un poco mas tenso. El viento se podía cortar con cuchillo y lo único que se escuchaba era las respiraciones de nosotros tres y los jadeos del perro Fang. Mis dedos estaban aferrados unos con otros mientras observaba el papel con las palabras del Rey y las noticias mas aciegas que haya recibido en años. La guerra era más inminente de lo que habíamos pensado, y ahora golpeaba nuestras puertas. No me sorprendió que la primera en hablar fuera En, ya que había observado como se había impacientado mientras que leía la carta, detectando su gesto de morderse levemente el pulgar y apoyar los codos contra la mesa.
Sus palabras eran sabias, como era de costumbre, ya que hacían referencia a lo engañoso y riesgoso que podía resultar hacer tratos con los Greyjoy. Yo pensaba para mis adentros lo distintos que eran los Hombres de Hierro del resto de Poniente... ellos eran salvajes y desleales. Su honor lo entendían sólo los propios Hijos del Dios Ahogado, y su interés sólo recidía en el pillaje y en "pagar el precio de hierro" por lo que obtenían. Así que los rumores sobre el Rey otorgándoles derechos de posesión a las Tierras que conquistaran los piratas no tenían tanto de rumores como de verdad. Entrecerré mis ojos y analicé la situacion.
Si los Greyjoy recibían mensaje mío indicándoles que la casa Hightower apoyaba a la Corona, su propio genio podía volverse contra nosotros mismos y atacar Antigua de igual forma para tomarlo y usarlo como bastión para atacar todo el Dominio Luego. Pero por lo que tenía entendido, Las Islas Escudo le servirían mucho mas como enclave que Antigua, así que con enviar una carta a Herrald Greyjoy y otra a Su Majestad, sería suficiente para mantener Antigua lejos de los piratas... por lo menos durante un tiempo. Por otro lado... "La carta a los Greyjoy no puede demorarse. De hacerlo nos arriesgamos a un seguro ataque a Antigua. En cambio, si avisamos a los piratas de que estamos del mismo lado, pues pensarán dos veces en golpear la Ciudad" comencé a hablar en voz alta, pero sólo para que me escucharan Marteras y mi esposa. Mi tono de voz era el normal: monocorde y calmado. "Lo mas importante de todo es que, una vez enviado el cuervo, nuestra perdida de neutralidad se mantenga en secreto, por lo menos, hasta que los Greyjoy desembarquen en el Dominio. En caso contrario, los Tyrell tendrán que tomar represalias en nuestra contra... cosa que seria inconveniente..." continué hablando, ahora frotándome la barbilla mientras escuchaba el crepitar de las llamas en la chimenea. Miré a Marteras.
"Maestre, necesito dos de sus mejores cuervos listos para partir, escribiré las cartas yo mismo ésta noche... luego deberé dormir... hace dias que no duermo de forma decente" y dudaba que lo hiciera en muchos días por venir. Marteras me ofreció leche de amapola para ayudar con el insomnio, pero me negué, ya que quería tener la mente en claro y no embotada y lenta. "Ahora sólo nos queda esperar... y mantenernos dentro de los Muros de Antigua hasta que se defina bien que es lo que los Hombres de Hierro harán..." odiaba el plan, pero dentro de lo que había era lo mejor para hacer... por lo menos por ahora. Despedí al Maestre y le sonreí a mi esposa. Era preciosa y quizás la única persona dentro de éste mundo que quería de verdad que no tuviera nada que ver con las viscisitudes del destino. "Voy a la habitación a escribir... allí nos vemos..." le digo cariñosamente, dándole un beso en los labios y retirándome a mover las piezas que nos pertenecían en éste juego...
Sus palabras eran sabias, como era de costumbre, ya que hacían referencia a lo engañoso y riesgoso que podía resultar hacer tratos con los Greyjoy. Yo pensaba para mis adentros lo distintos que eran los Hombres de Hierro del resto de Poniente... ellos eran salvajes y desleales. Su honor lo entendían sólo los propios Hijos del Dios Ahogado, y su interés sólo recidía en el pillaje y en "pagar el precio de hierro" por lo que obtenían. Así que los rumores sobre el Rey otorgándoles derechos de posesión a las Tierras que conquistaran los piratas no tenían tanto de rumores como de verdad. Entrecerré mis ojos y analicé la situacion.
Si los Greyjoy recibían mensaje mío indicándoles que la casa Hightower apoyaba a la Corona, su propio genio podía volverse contra nosotros mismos y atacar Antigua de igual forma para tomarlo y usarlo como bastión para atacar todo el Dominio Luego. Pero por lo que tenía entendido, Las Islas Escudo le servirían mucho mas como enclave que Antigua, así que con enviar una carta a Herrald Greyjoy y otra a Su Majestad, sería suficiente para mantener Antigua lejos de los piratas... por lo menos durante un tiempo. Por otro lado... "La carta a los Greyjoy no puede demorarse. De hacerlo nos arriesgamos a un seguro ataque a Antigua. En cambio, si avisamos a los piratas de que estamos del mismo lado, pues pensarán dos veces en golpear la Ciudad" comencé a hablar en voz alta, pero sólo para que me escucharan Marteras y mi esposa. Mi tono de voz era el normal: monocorde y calmado. "Lo mas importante de todo es que, una vez enviado el cuervo, nuestra perdida de neutralidad se mantenga en secreto, por lo menos, hasta que los Greyjoy desembarquen en el Dominio. En caso contrario, los Tyrell tendrán que tomar represalias en nuestra contra... cosa que seria inconveniente..." continué hablando, ahora frotándome la barbilla mientras escuchaba el crepitar de las llamas en la chimenea. Miré a Marteras.
"Maestre, necesito dos de sus mejores cuervos listos para partir, escribiré las cartas yo mismo ésta noche... luego deberé dormir... hace dias que no duermo de forma decente" y dudaba que lo hiciera en muchos días por venir. Marteras me ofreció leche de amapola para ayudar con el insomnio, pero me negué, ya que quería tener la mente en claro y no embotada y lenta. "Ahora sólo nos queda esperar... y mantenernos dentro de los Muros de Antigua hasta que se defina bien que es lo que los Hombres de Hierro harán..." odiaba el plan, pero dentro de lo que había era lo mejor para hacer... por lo menos por ahora. Despedí al Maestre y le sonreí a mi esposa. Era preciosa y quizás la única persona dentro de éste mundo que quería de verdad que no tuviera nada que ver con las viscisitudes del destino. "Voy a la habitación a escribir... allí nos vemos..." le digo cariñosamente, dándole un beso en los labios y retirándome a mover las piezas que nos pertenecían en éste juego...
Svenar Hightower
Re: We light the way... (Enery Hightower)
"Seria divertido que ahora los Tyrell jugaran a enviarnos otra carta instándonos a lo mismo que el Rey" pensé esbozando una pequeña media sonrisa irónica ante tal ocurrencias. Como se solía decir, lo peor de lo peor es que siempre puede empeorar. Después de tanto análisis la conclusión solía ser siempre la misma, esperar a que todo saliera bien, no como estaba previsto, si no lo mejor posible, a fin de cuentas las previsiones no solían cumplirse...y si lo hacían es que algo iba mal normalmente. empujé un poco hacia atrás mi plato, con los ojos clavados en lo que me había dejado. No me sorprendía nada de aquella situación, sabía que en algún momento pasaría, lo único de lo que no estaba segura era quien enviaría primero la carta. También había pensado en los acontecimientos futuros en función de cada posibilidad, aunque claro, aquellos tiempos tenían una gran capacidad para darte un montón de sorpresas desagradables. Aunque como solía decir...las malas noticias nunca son una sorpresa, son una decepción, pues ya te las esperas aunque guardes un atisbo de esperanza porque al final no se den.
Respondí al beso al beso de Svenar y sonreí. Sonrisa que se apagó en cuanto cruzó el umbral y volvió a imperar mi gesto más bien duro, distante y reflexivo. Jugueteé con el cuchillo, partiendo un trozo de verdura en minúsculos pedazos, sumida en profundos pensamientos. Hasta que irrumpieron los suaves pasos de los criados en la estancia. Levanté la vista y me puse en pie para que lo recogieran todo. Fang abandono su cena a medio roer y me siguió los pasos. Me paseé por los pasillos en penumbra del Faro y me metí en un salón no muy grande, donde había tres arpas de diferentes tamaños y primorosas tallas adornándolas, una de ellas estaba forrada de pan de oro. Pero no había ido ahí a tocar. Pasé los dedos por las cuerdas de una de ellas, por todas y cada una, arrancándole una ondulante escala de agudos con gesto ausente. La habitación estaba iluminada únicamente por una débiles llamas a punto de ahogarse en los rescoldos de la chimenea. Al fondo había una puerta que llevaba a un balcón.
Puse una mano sobre una manzana de un verde brillante que había en un frutero y me la acerqué a la boca para morderla. Salí al balcón y me apoyé en la baranda, mirando hacia las tierras de los Tyrell. En el momento en que arrancaba otro bocado de manzana, escuché un sonido conocido a mi espalda, por lo que no necesité ni volverme para saber quien era. Ser Hosco Jalen, le llaman así porque no tenía cara de pocos amigos y era raro escucharle decir una frase completa. Era uno de los miembros de mi guardia, le había elegido yo personalmente, era de los pocos que no había sido colocados a mi servicio por medicación de mi hermano. A diferencia de lo que solía producirle Jalen a los demás, a mi me agradaba su mutismo y su cara adusta no me suponía una molestia. Además, era mucho más de lo que aparentaba, y no era idiota o retrasado como la mayoría pensaban.
-Este es el signo de los tiempos Jalen...-me tragué el trozo de manzana- Guerra. Y cuando no, es porque estamos cansados de la anterior y tenemos que recuperar fuerzas para la siguiente. Los seres humanos somos así, hacemos una y otra vez lo mismo, en realidad seguimos una rutina, por mas que otros digan que en realidad tendemos al caos.-pequé otro mordisco a la manzana- Tú has estado en varias batallas ¿verdad, Jalen?. Seguramente que ellas tienen algo que ver con que no sueltes prenda la mayoría de las veces y seas más difícil de matar que un dragón- me dí la vuelta y apoyé las lumbares en la baranda- Quizá debería participar en alguna.
Lo dejé caer con tanta parsimonia y decisión que hasta Jalen elevó ligeramente una ceja en su imperturbable rostro.
-¿Para qué?.
-Pues...-giré la manzana entre los dedos y le dí otro bocado- Para ganar experiencia en el noble arte de mantenerme con vida. En mi opinión es algo jodidamente bueno y útil en lo que pillar experiencia según los tiempos que corren. O eso, aprender a luchar. Ya que, según las reglas, hay que joder a alguien, prefiero que se jodan los demás. No es un pensamiento muy altruista...pero ese si que no es el signo de los tiempos. Y hay que ser realistas- tamborileé sobre la piedra con los dedos y me terminé la manzana dejando el corazón- Somos títeres del destino de otros, y eso no me gusta nada. Cambiar de un monarca a otro...¡que más da!, perros con el mismo collar, todos dispuestos a usarte de carnada si se tercia la situación. Todos se llenan la boca diciendo que su causa es más justa, más legítima, y más no se que a los ojos de los siete. ¡Todo es la misma mierda! Targaryen, Fuegooscuro...¡Bah!, gente pequeña que juega a alimentar su propia sed de poder y grandeza moviendo fichas sobre un mapa a costa de lo que sea...Todos jugamos a lo mismo, a salvar el culo como buenamente podamos, así que que no vengan con gilipolleces encumbradas de valores y tonterías por que solo los necios picarán- le lancé el corazón a Fang- En realidad la cosa es sencilla, esto es la guerra, solo habrá honor para el que gane e invariablemente será una carnicería. Pero eso no importa, porque solo cuentan los resultados. Y yo te aseguro que no voy a ser una de sus fichas de sacrificio. Ya pueden meterse sus hilos de titiriteros por el culo.-suspiré y volví a meterme en la habitación para ir al dormitorio.- Siempre es un placer hablar contigo Jalen.-comenté, la verdad es que me había quedado extraordinariamente a gusto y Jalen era un hombre totalmente de fiar sin dobles caras
Respondí al beso al beso de Svenar y sonreí. Sonrisa que se apagó en cuanto cruzó el umbral y volvió a imperar mi gesto más bien duro, distante y reflexivo. Jugueteé con el cuchillo, partiendo un trozo de verdura en minúsculos pedazos, sumida en profundos pensamientos. Hasta que irrumpieron los suaves pasos de los criados en la estancia. Levanté la vista y me puse en pie para que lo recogieran todo. Fang abandono su cena a medio roer y me siguió los pasos. Me paseé por los pasillos en penumbra del Faro y me metí en un salón no muy grande, donde había tres arpas de diferentes tamaños y primorosas tallas adornándolas, una de ellas estaba forrada de pan de oro. Pero no había ido ahí a tocar. Pasé los dedos por las cuerdas de una de ellas, por todas y cada una, arrancándole una ondulante escala de agudos con gesto ausente. La habitación estaba iluminada únicamente por una débiles llamas a punto de ahogarse en los rescoldos de la chimenea. Al fondo había una puerta que llevaba a un balcón.
Puse una mano sobre una manzana de un verde brillante que había en un frutero y me la acerqué a la boca para morderla. Salí al balcón y me apoyé en la baranda, mirando hacia las tierras de los Tyrell. En el momento en que arrancaba otro bocado de manzana, escuché un sonido conocido a mi espalda, por lo que no necesité ni volverme para saber quien era. Ser Hosco Jalen, le llaman así porque no tenía cara de pocos amigos y era raro escucharle decir una frase completa. Era uno de los miembros de mi guardia, le había elegido yo personalmente, era de los pocos que no había sido colocados a mi servicio por medicación de mi hermano. A diferencia de lo que solía producirle Jalen a los demás, a mi me agradaba su mutismo y su cara adusta no me suponía una molestia. Además, era mucho más de lo que aparentaba, y no era idiota o retrasado como la mayoría pensaban.
-Este es el signo de los tiempos Jalen...-me tragué el trozo de manzana- Guerra. Y cuando no, es porque estamos cansados de la anterior y tenemos que recuperar fuerzas para la siguiente. Los seres humanos somos así, hacemos una y otra vez lo mismo, en realidad seguimos una rutina, por mas que otros digan que en realidad tendemos al caos.-pequé otro mordisco a la manzana- Tú has estado en varias batallas ¿verdad, Jalen?. Seguramente que ellas tienen algo que ver con que no sueltes prenda la mayoría de las veces y seas más difícil de matar que un dragón- me dí la vuelta y apoyé las lumbares en la baranda- Quizá debería participar en alguna.
Lo dejé caer con tanta parsimonia y decisión que hasta Jalen elevó ligeramente una ceja en su imperturbable rostro.
-¿Para qué?.
-Pues...-giré la manzana entre los dedos y le dí otro bocado- Para ganar experiencia en el noble arte de mantenerme con vida. En mi opinión es algo jodidamente bueno y útil en lo que pillar experiencia según los tiempos que corren. O eso, aprender a luchar. Ya que, según las reglas, hay que joder a alguien, prefiero que se jodan los demás. No es un pensamiento muy altruista...pero ese si que no es el signo de los tiempos. Y hay que ser realistas- tamborileé sobre la piedra con los dedos y me terminé la manzana dejando el corazón- Somos títeres del destino de otros, y eso no me gusta nada. Cambiar de un monarca a otro...¡que más da!, perros con el mismo collar, todos dispuestos a usarte de carnada si se tercia la situación. Todos se llenan la boca diciendo que su causa es más justa, más legítima, y más no se que a los ojos de los siete. ¡Todo es la misma mierda! Targaryen, Fuegooscuro...¡Bah!, gente pequeña que juega a alimentar su propia sed de poder y grandeza moviendo fichas sobre un mapa a costa de lo que sea...Todos jugamos a lo mismo, a salvar el culo como buenamente podamos, así que que no vengan con gilipolleces encumbradas de valores y tonterías por que solo los necios picarán- le lancé el corazón a Fang- En realidad la cosa es sencilla, esto es la guerra, solo habrá honor para el que gane e invariablemente será una carnicería. Pero eso no importa, porque solo cuentan los resultados. Y yo te aseguro que no voy a ser una de sus fichas de sacrificio. Ya pueden meterse sus hilos de titiriteros por el culo.-suspiré y volví a meterme en la habitación para ir al dormitorio.- Siempre es un placer hablar contigo Jalen.-comenté, la verdad es que me había quedado extraordinariamente a gusto y Jalen era un hombre totalmente de fiar sin dobles caras
Enery Hightower
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