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Este foro está basado en la saga de George R.R. Martin titulada "Canción de Hielo y Fuego", además sacamos contenido de diversas webs relacionadas como Asshai.com o de Hielo y Fuego Wikia. También traducimos expresamente artículos relacionados de Westeros.org para utilizarlos en Valar Morghulis. Los gráficos, plantillas, reglas y personajes cannon fueron creados por los miembros del Staff por lo que poseemos derechos reservados. No intentes plagiar o tomar algo sin habernos notificado o nos veremos forzados a tomar las medidas necesarias y a efectuar las denuncias correspondientes a Foroactivo.
Tybolt Lannister
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Tybolt Lannister
Nombre del Cannon Elegido: Tybolt Lannister
¿Porque lo has elegido?: Me parece el personaje más semejante a lo que iba a crear. En todos los foros de rol interpretativo he escrito siendo un personaje inteligente, calculador, solitario e irónico. Se me plantea un reto al escoger un personaje tan importante como el heredero de Roca Casterly, un pez gordo en la trama, que espero que no planteará problemas a un fanático de Canción de Hielo y Fuego.
Casting:
Gruesos nubarrones trataban de ocultar la luz solar. Su tono, de un color oscuramente grisáceo, pronosticaba fuertes lluvias que entorpecerían el camino. El caballo se desplazaba con rapidez, alentado por un jinete que pretendía llegar cuanto antes a su destino.
El constante y rítmico repiqueteo de los cascos sobre la roca relajaba al joven rubio que dirigía al animal. Tybolt Lannister intentaba eliminar de su mente la impaciencia, pues no podría llegar tarde al torneo que se celebraría la semana siguiente. Su padre, Damon Lannister, y su hermano Gerold, habían partido durante la madrugada del día anterior, tan pronto despuntó el Sol, pero un perezoso Tybolt se había demorado, y su presencia en el Torneo de Vado Ceniza parecía improbable, pues le llevaría algo más de una semana alcanzar Altojardín, y aún no sabía a qué distancia se encontraba el Vado.
Sintió un leve toque en su armadura, que lo sacó de su ensimismamiento, y luego otro más, y comenzó a llover. Las zonas del camino que antes cubrían su superficie con una fina capa de tierra pasaron a ser lodazales, el cuero de color carmesí de su coraza pronto adquirió un tono más oscuro, y algunos mechones dorados se posaban, ahora húmedos, sobre su cara. Las nubes rugían truenos que semejaban terremotos, mientras los rayos iluminaban el cielo y la tierra, como si los pilares de la residencia de los Siete se tratasen.
- Que la Vieja ilumine nuestro camino, amigo Caster—Susurró Tybolt a su caballo. —Descansemos un rato hasta que esas malditas nubes descarguen toda su lluvia.
El Lannister bajó apresuradamente del caballo, con la cabeza encorvada entre los hombros y avanzando a zancadas, mientras su mano izquierda asía las riendas del animal y la derecha descansaba sobre su acero.
En medio de aquella extensa llanura pudo encontrar un gran roble bajo el que descansar y en el que atar a Swarley. Se trataba de un árbol viejo, casi tanto como uno de aquellos arboles blancos que adoraban los norteños, con unas largas ramas provistas de una gran espesura de hojas, excelentes para resguardarse de las acuáticas agujas que arañaban el suelo.
Aquella intensa lluvia no haría más que retardar su llegada a Ashford. El Vado Ceniza, su destino, se encontraba al este de Altojardín, en el Dominio. El castillo se asentaba al lado del río Clokleswent, un afluente del caudaloso Mander. Ignoraba su localización, pero las huellas recientes de la comitiva de su padre habían resultado un eficaz indicador del camino que las gentes del Occidente habían seguido. Pero aquella lluvia había desbaratado sus planes. El heredero de la Roca no debería faltar, pues el buen rey Daeron seguramente acudiría con la familia real, y no podía permitir que su ausencia manchara las buenas relaciones entre los leones y los dragones.
Tras dar una caminata alrededor del árbol, Tybolt se sentó en el aún seco suelo, apoyando sus hombros cansados contra la piel del árbol, notando la rugosa e incómoda corteza en su espalda mientras maldecía a los Siete. Un fuerte rugido sonó entre la tormenta, con mayor volumen que los truenos, un sonido semejante al de los leones que su padre le había enseñado cuando contaba con menos de 10 días del nombre. Pero los leones no existían en Poniente. Nadie había visto uno en muchísimos años, eran menos comunes incluso que los huargos que los Stark bordaban en sus blasones.
Tybolt lanzó una maldición, y acto seguido cerró los ojos, relajando su cuerpo tras la intensa caminata a lomos de su caballo. Su padre y su hermano no estarían ya a mucha distancia, si siguiese cabalgando hasta la puesta del sol seguramente les daría alcance. Volvió a maldecir, y se recostó perezosamente, mientras su mano asía firmemente su larga espada. En los caminos había peligros. Algún salteador se podría hacer rico asaltando a un Lannister distraído.
Oyó un relincho, luego unas patas golpearon el suelo cerca de donde estaba él, y sintió una exhalación en su mejilla.
- Caster, vete a pastar a otro lado y deja de molestarme.
El manotazo surcó el aire hasta dar en su objetivo. Al tocar al animal sintió un hocico achatado, peligrosamente diferente al de su caballo. El tacto era húmedo, y Tybolt abrió los ojos, asustado, para encontrarse frente a dos grandes cuencas doradas.
El Lannister se arrastró sobre el suelo, movido con los codos, para apartarse de aquella bestia antes de ser devorado. El animal, temeroso de perder a su presa, se irguió sobre sus cuartos traseros en un potente salto, buscando agarrarlo con sus colmillos.
Presa del pánico, Tybolt desenfundó su espada y la asió con ambas manos para potenciar el golpe. En el último momento pudo apartarse y descargar un tajo sobre la piel dorada del animal, que esparció sangre y vísceras sobre el suelo mientras caía. Agonizando, la bestia intentaba cerrar su herida abierta mientras rugía desesperado.
- Cállate de una vez, maldito—gritó Tybolt mientras descargaba el filo de su espada sobre el cuello del animal, ahorrando su sufrimiento— ¿Pero qué…? ¿Una leona salvaje? ¿Leones en Poniente? Imposible.
Los ojos de Tybolt observaban atónitos el cadáver felino que yacía a sus pies. Las orejas redondeadas, la fuerte musculatura de las patas, la larga cola terminada en una mata de pelo, y la poderasa mandíbula repleta de dientes del tamaño de su dedo índice confirmaban su hipótesis.
Cuando iba a apartarse de la leona muerta, Tybolt sintió un maullido al lado de la bestia. Seguramente la leona tenía su propia manada, que podrían ser peligrosos. Al volver la vista, con su mano derecha asiendo la espada cubierta de sangre, el Lannister pudo observar una escena que podría enternecer a cualquier otra persona, pues lo que parecía una cría de león intentaba lamer el ancho tajo que surcaba el vientre de su madre, queriendo curar sus heridas, y acto seguido rascó sus orejas contra la cabeza decapitada, haciéndola rodar en tal posición que los dorados ojos muertos del felino se clavaban en los de Tybolt.
El pequeño león, consciente ya de que su madre no volvería a cuidar de él se encaró valiente frente al humano, enseñando sus dientes y erizando el pelo blanco de su lomo.
- Maldito león. Como nuestro lema: ''Oye mi rugido''. Pequeño, pero atrevido y peligroso. Si la mitad de los Lannister fuesen como tú…
Subestimando al pequeño felino, Tybolt le dio la espalda, buscando con su mirada a su caballo Caster. Si el caballo hubiera sido devorado por la leona se encontraría en un grave aprieto, pues se encontraba a la mitad del camino, y tanto su punto de partida como su destino se encontraban a una gran distancia.
En efecto, el cuello de Caster había sido ferozmente mordido, el vientre abierto en canal esparcía sus entrañas por el suelo, y una de las patas había sido arrancada de cuajo. No tenía modo de huir de aquel lugar, a no ser que algún vasallo de los Tyrell le ofreciese amablemente una montura a cambio de su oro. Pero la lluvia seguía cayendo, y a su alrededor solo había dos animales muertos y un obstinado cachorro.
A Tybolt siempre le habían gustado los animales. En la Roca contaban con una jauría que llevaba a cazar, algunos incluso habían sido entrenados por él mismo. Aquel león no le supondría un grave problema. Podría intentar domesticarlo para pasar el tiempo, y si el felino intentaba atacarlo, la daga que pendía de su cinto sería de gran ayuda.
Comenzó acercándose a él desde un lateral, y tras un par de intentos fallidos, consiguió agarrarlo por la piel de su cuello, observándolo atentamente. Tenía el pelaje de un color blanco como el marfil y unos ojos despiertos del mismo color. Para ser tan pequeño contaba con gran coraje, y unos largos colmillos que con el tiempo se volverían mortíferos en combate. Domesticándolo podría tener una máquina de guerra a su disposición, una bestia que podría sesgar vidas con un simple gesto.
Al día siguiente, cuando la lluvia amainó y los caminos volvían a ser practicables, el Lannister continuó su camino a pie, buscando en el horizonte cualquier rastro que denotase la presencia de un pueblo o ciudad habitada. Ahora que el rastro se había perdido, necesitaba indicaciones para llegar al Vado Ceniza para el torneo. El río que discurría cerca de allí sería un lugar propicio para albergar poblaciones, por lo que lo siguió.
El pequeño león viajaba con él, pues finalmente pudo controlar el lado salvaje de a bestia. Al fin y al cabo era un gato como los que rondaban por Lannisport. Solo un gato que en su próximo día del nombre sería del tamaño de un caballo. Tybolt se detuvo para observar el cachorro albino que lo seguía.
- Habrá que ponerte un nombre, ¿no crees? ¿Qué te parece Barn? Suena como tu rugido.
Tras varios días siguiendo el riachuelo llegó finalmente a un fortín de planta triangular, con torres cilíndricas en sus vértices y gruesos muros. Se asentaba cerca de un mercado que rebosaba actividad, rodeado de casas encaladas y techos de paja. A lo lejos pudo divisar campamentos y banderas con telas de todos los colores. Preguntó al primer ciudadano que encontró sobre su situación.
- ¿Que donde estáis, Ser? Esto es Vado Ceniza, el hogar de lord Ashford. ¿No conocéis el torneo en honor a su hija?
- ¿Tybolt?—Un toque de una mano en su hombro distrajo su atención, y pronto se encontró cara a cara con la sonriente cara de su hermano.
- Se ha equivocado, milord, soy el Desconocido—Replicó con una sonrisa Tybolt Lannister mientras abrazaba a Gerold. — Espera, hermano. Toma, un Lannister siempre paga sus deudas. —Susurró al ciudadano mientras le arrojaba una gruesa moneda de oro. —Verás, Gerold, tengo que presentarte a mi gato Barn. Escucha su rugido.
¿Porque lo has elegido?: Me parece el personaje más semejante a lo que iba a crear. En todos los foros de rol interpretativo he escrito siendo un personaje inteligente, calculador, solitario e irónico. Se me plantea un reto al escoger un personaje tan importante como el heredero de Roca Casterly, un pez gordo en la trama, que espero que no planteará problemas a un fanático de Canción de Hielo y Fuego.
Casting:
Gruesos nubarrones trataban de ocultar la luz solar. Su tono, de un color oscuramente grisáceo, pronosticaba fuertes lluvias que entorpecerían el camino. El caballo se desplazaba con rapidez, alentado por un jinete que pretendía llegar cuanto antes a su destino.
El constante y rítmico repiqueteo de los cascos sobre la roca relajaba al joven rubio que dirigía al animal. Tybolt Lannister intentaba eliminar de su mente la impaciencia, pues no podría llegar tarde al torneo que se celebraría la semana siguiente. Su padre, Damon Lannister, y su hermano Gerold, habían partido durante la madrugada del día anterior, tan pronto despuntó el Sol, pero un perezoso Tybolt se había demorado, y su presencia en el Torneo de Vado Ceniza parecía improbable, pues le llevaría algo más de una semana alcanzar Altojardín, y aún no sabía a qué distancia se encontraba el Vado.
Sintió un leve toque en su armadura, que lo sacó de su ensimismamiento, y luego otro más, y comenzó a llover. Las zonas del camino que antes cubrían su superficie con una fina capa de tierra pasaron a ser lodazales, el cuero de color carmesí de su coraza pronto adquirió un tono más oscuro, y algunos mechones dorados se posaban, ahora húmedos, sobre su cara. Las nubes rugían truenos que semejaban terremotos, mientras los rayos iluminaban el cielo y la tierra, como si los pilares de la residencia de los Siete se tratasen.
- Que la Vieja ilumine nuestro camino, amigo Caster—Susurró Tybolt a su caballo. —Descansemos un rato hasta que esas malditas nubes descarguen toda su lluvia.
El Lannister bajó apresuradamente del caballo, con la cabeza encorvada entre los hombros y avanzando a zancadas, mientras su mano izquierda asía las riendas del animal y la derecha descansaba sobre su acero.
En medio de aquella extensa llanura pudo encontrar un gran roble bajo el que descansar y en el que atar a Swarley. Se trataba de un árbol viejo, casi tanto como uno de aquellos arboles blancos que adoraban los norteños, con unas largas ramas provistas de una gran espesura de hojas, excelentes para resguardarse de las acuáticas agujas que arañaban el suelo.
Aquella intensa lluvia no haría más que retardar su llegada a Ashford. El Vado Ceniza, su destino, se encontraba al este de Altojardín, en el Dominio. El castillo se asentaba al lado del río Clokleswent, un afluente del caudaloso Mander. Ignoraba su localización, pero las huellas recientes de la comitiva de su padre habían resultado un eficaz indicador del camino que las gentes del Occidente habían seguido. Pero aquella lluvia había desbaratado sus planes. El heredero de la Roca no debería faltar, pues el buen rey Daeron seguramente acudiría con la familia real, y no podía permitir que su ausencia manchara las buenas relaciones entre los leones y los dragones.
Tras dar una caminata alrededor del árbol, Tybolt se sentó en el aún seco suelo, apoyando sus hombros cansados contra la piel del árbol, notando la rugosa e incómoda corteza en su espalda mientras maldecía a los Siete. Un fuerte rugido sonó entre la tormenta, con mayor volumen que los truenos, un sonido semejante al de los leones que su padre le había enseñado cuando contaba con menos de 10 días del nombre. Pero los leones no existían en Poniente. Nadie había visto uno en muchísimos años, eran menos comunes incluso que los huargos que los Stark bordaban en sus blasones.
Tybolt lanzó una maldición, y acto seguido cerró los ojos, relajando su cuerpo tras la intensa caminata a lomos de su caballo. Su padre y su hermano no estarían ya a mucha distancia, si siguiese cabalgando hasta la puesta del sol seguramente les daría alcance. Volvió a maldecir, y se recostó perezosamente, mientras su mano asía firmemente su larga espada. En los caminos había peligros. Algún salteador se podría hacer rico asaltando a un Lannister distraído.
Oyó un relincho, luego unas patas golpearon el suelo cerca de donde estaba él, y sintió una exhalación en su mejilla.
- Caster, vete a pastar a otro lado y deja de molestarme.
El manotazo surcó el aire hasta dar en su objetivo. Al tocar al animal sintió un hocico achatado, peligrosamente diferente al de su caballo. El tacto era húmedo, y Tybolt abrió los ojos, asustado, para encontrarse frente a dos grandes cuencas doradas.
El Lannister se arrastró sobre el suelo, movido con los codos, para apartarse de aquella bestia antes de ser devorado. El animal, temeroso de perder a su presa, se irguió sobre sus cuartos traseros en un potente salto, buscando agarrarlo con sus colmillos.
Presa del pánico, Tybolt desenfundó su espada y la asió con ambas manos para potenciar el golpe. En el último momento pudo apartarse y descargar un tajo sobre la piel dorada del animal, que esparció sangre y vísceras sobre el suelo mientras caía. Agonizando, la bestia intentaba cerrar su herida abierta mientras rugía desesperado.
- Cállate de una vez, maldito—gritó Tybolt mientras descargaba el filo de su espada sobre el cuello del animal, ahorrando su sufrimiento— ¿Pero qué…? ¿Una leona salvaje? ¿Leones en Poniente? Imposible.
Los ojos de Tybolt observaban atónitos el cadáver felino que yacía a sus pies. Las orejas redondeadas, la fuerte musculatura de las patas, la larga cola terminada en una mata de pelo, y la poderasa mandíbula repleta de dientes del tamaño de su dedo índice confirmaban su hipótesis.
Cuando iba a apartarse de la leona muerta, Tybolt sintió un maullido al lado de la bestia. Seguramente la leona tenía su propia manada, que podrían ser peligrosos. Al volver la vista, con su mano derecha asiendo la espada cubierta de sangre, el Lannister pudo observar una escena que podría enternecer a cualquier otra persona, pues lo que parecía una cría de león intentaba lamer el ancho tajo que surcaba el vientre de su madre, queriendo curar sus heridas, y acto seguido rascó sus orejas contra la cabeza decapitada, haciéndola rodar en tal posición que los dorados ojos muertos del felino se clavaban en los de Tybolt.
El pequeño león, consciente ya de que su madre no volvería a cuidar de él se encaró valiente frente al humano, enseñando sus dientes y erizando el pelo blanco de su lomo.
- Maldito león. Como nuestro lema: ''Oye mi rugido''. Pequeño, pero atrevido y peligroso. Si la mitad de los Lannister fuesen como tú…
Subestimando al pequeño felino, Tybolt le dio la espalda, buscando con su mirada a su caballo Caster. Si el caballo hubiera sido devorado por la leona se encontraría en un grave aprieto, pues se encontraba a la mitad del camino, y tanto su punto de partida como su destino se encontraban a una gran distancia.
En efecto, el cuello de Caster había sido ferozmente mordido, el vientre abierto en canal esparcía sus entrañas por el suelo, y una de las patas había sido arrancada de cuajo. No tenía modo de huir de aquel lugar, a no ser que algún vasallo de los Tyrell le ofreciese amablemente una montura a cambio de su oro. Pero la lluvia seguía cayendo, y a su alrededor solo había dos animales muertos y un obstinado cachorro.
A Tybolt siempre le habían gustado los animales. En la Roca contaban con una jauría que llevaba a cazar, algunos incluso habían sido entrenados por él mismo. Aquel león no le supondría un grave problema. Podría intentar domesticarlo para pasar el tiempo, y si el felino intentaba atacarlo, la daga que pendía de su cinto sería de gran ayuda.
Comenzó acercándose a él desde un lateral, y tras un par de intentos fallidos, consiguió agarrarlo por la piel de su cuello, observándolo atentamente. Tenía el pelaje de un color blanco como el marfil y unos ojos despiertos del mismo color. Para ser tan pequeño contaba con gran coraje, y unos largos colmillos que con el tiempo se volverían mortíferos en combate. Domesticándolo podría tener una máquina de guerra a su disposición, una bestia que podría sesgar vidas con un simple gesto.
Al día siguiente, cuando la lluvia amainó y los caminos volvían a ser practicables, el Lannister continuó su camino a pie, buscando en el horizonte cualquier rastro que denotase la presencia de un pueblo o ciudad habitada. Ahora que el rastro se había perdido, necesitaba indicaciones para llegar al Vado Ceniza para el torneo. El río que discurría cerca de allí sería un lugar propicio para albergar poblaciones, por lo que lo siguió.
El pequeño león viajaba con él, pues finalmente pudo controlar el lado salvaje de a bestia. Al fin y al cabo era un gato como los que rondaban por Lannisport. Solo un gato que en su próximo día del nombre sería del tamaño de un caballo. Tybolt se detuvo para observar el cachorro albino que lo seguía.
- Habrá que ponerte un nombre, ¿no crees? ¿Qué te parece Barn? Suena como tu rugido.
Tras varios días siguiendo el riachuelo llegó finalmente a un fortín de planta triangular, con torres cilíndricas en sus vértices y gruesos muros. Se asentaba cerca de un mercado que rebosaba actividad, rodeado de casas encaladas y techos de paja. A lo lejos pudo divisar campamentos y banderas con telas de todos los colores. Preguntó al primer ciudadano que encontró sobre su situación.
- ¿Que donde estáis, Ser? Esto es Vado Ceniza, el hogar de lord Ashford. ¿No conocéis el torneo en honor a su hija?
- ¿Tybolt?—Un toque de una mano en su hombro distrajo su atención, y pronto se encontró cara a cara con la sonriente cara de su hermano.
- Se ha equivocado, milord, soy el Desconocido—Replicó con una sonrisa Tybolt Lannister mientras abrazaba a Gerold. — Espera, hermano. Toma, un Lannister siempre paga sus deudas. —Susurró al ciudadano mientras le arrojaba una gruesa moneda de oro. —Verás, Gerold, tengo que presentarte a mi gato Barn. Escucha su rugido.
Tybolt Lannister- Nobleza
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