Casting para Illion Greghi

La penumbra se hallaba débilente combatida por las cuatro antorchas que avivaban sendos fuegos en los laterales de la estancia. Luces tintineantes que provocaban un continuo danzar de sombras en la sala del trono; fugaces y perturbadoras, como si del reflejo del ánimo de Illion se tratase... oscuridades que aparecían y se esfumaban pero siempre dejando tras de si la angustia de su efímera presencia. A escasos centímetros del príncipe de Pentos descansaba, sobre una mesa de caoba labrada a mano con bellas incrustaciones, una botella de vino tinto, de esos con cuerpo pero con ese sabor afrutado que te endulza el sentido al tiempo que oculta a la razón la ebriedad hasta que es demasiado tarde. No obstante, Illion aún no había probado la bebida.

Dioses, - Pensó el príncipe mientras su mano derecha surcaba su cabello. Un gesto que jamás se permitiría realizar en público, un gesto que podía ser interpretado como duda, como angustia... cualidades que nadie desea ver en aquel que le gobierna. - ¿qué tipo de crueldad me ofrecéis al sentarme en este trono cuando el mundo se debate entre la espera y la espada? Liderando a un pueblo que quiere vivir al margen de las guerras pero que jamás perdonaría a aquel que, por pasividad, permitiera que nuestras tierras se vieran inmersas en una lucha que no pueden ganar. - Illion se levantó y su capa, de un intenso azul claro entremezclado con el blanco, se deslizó trono abajo hasta que sus ribetes bajos rozaron el suelo. Sus pasos, resonando en el vacío de la sala, se encaminaron hacia uno de los laterales donde se hallaba una vieja mesa de madera, grande como para poder sostener extendido un mapa, pero que ahora estaba vacía salvo por un par de documentos que le informaban de los últimos acontecimientos. Tras ella, un enorme ventanal que se abría al oscuro cielo de Pentos bajo el cual dormía su ciudad, la misma que ahora le encumbraba cuando mañana podría quitarle la vida.

Sus pensamientos volaron a su boca, pues la soledad tenía, a veces, ese efecto en él. Oír una voz, aunque sea la de uno mismo, es mejor que el silencio. - Y, ahora, los Fuegoscuro han llegado a mis fronteras. ¡Malditos sean! - Espetó al tiempo que su puño impactaba en la mesa. - Me obligan a jugar a un juego que no quiero. Me arrebatan mi imparcialidad sin inmutarse; como si pudiera no posicionarme. - Su puño, cerrado con fuerza por un momento, se relajó hasta posar la palma de su mano sobre la cálida madera. - Si les rechazo, obtengo enemigos; si, por el contrario, les acojo serán los Targaryen los que lo perciban como una alianza en su contra. - Las puertas del salón del trono se abrieron levemente, lo justo para que uno de los guardias, alertados por el golpe que Illion había propiciado en la mesa, se asegurara de que todo estaba en orden. Bastó un cruce de miradas entre el príncipe y el guardia para que éste último comprendiera que así era y se retirara cerrando la puerta de nuevo. Illion devolvió su mirada al horizonte, más allá del cual se fraguaban, al otro lado del mar, las circunstancias que decidirían el futuro de Pentos. - No puedo dejar al azar el destino de mi pueblo ni el mío. - Se dijo, en voz más calmada. - Nunca quise ser lo que soy pero no pude elegir, nunca quise tener lo que tengo pero eso tampoco me fue consultado... una vez más no soy dueño de las decisiones que me empujan a actuar pero, por los Dioses, que lo seré de aquello que decida hacer. - Conocería a los Fuegoscuro, valoraría sus posibilidades y entonces empezaría el juego de decidir cuál era el bando vencedor y a quién debía apoyar Pentos. No por gloria, no por riquezas, no por honor... sólo por supervivencia. Su puño volvió a cerrarse pero, esta vez, no era la furia la que lo gobernaba, era la angustia.

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