Despedida en Desembarco || Daeron Targaryen

Aquella mañana había madrugado más de lo habitual, Lady Ariadne llevaba desde temprano preparando todas sus pertenencias para abandonar Desembarco del Rey, y poder viajar al fin a su hogar. Reviso que cada uno de sus trajes estuviera en su maleta de manera de que las telas no se arrugaran y permanecieran intactos, también reviso que sus zapatos y sus perfumes estuvieran dentro de las maletas correspondientes, sin olvidar sus suntuosas joyas. Por la habitación pululaban docenas de doncellas, muchas de ellas solo eran ayudantes de los Targaryen, que iban llevándose parte de mi equipaje, y otras habían traído mi desayuno o arreglaban la habitación después de mi baño. Mis doncellas eran las encargadas expresamente de coger mis posesiones y guardarlas, pues ellas ya conocían el mecanismo y mis distinciones.

Ariadne tomo por un momento un pañuelo y lo mojo en agua para refrescarse la cara, aún en el tiempo en el que ya se encontraban y podía notar perfectamente la diferencia de temperatura entre varios kilómetros al sur de Occidente. Aunque agradecía este calorcillo al de Altojardin, allí había sido muchísimo peor, pero realmente lo más incomodo para ella, eran los trayectos de un sitio a otro, las incomodidades y el aburrimiento, odia viajar, y más aún si lo hacía sola y en esas circunstancias. había retrasado todo lo posible la llegada a las Tierras de los Targaryen, y ella sabía la razón, temía ver el cuerpo inerte de su hermano, al que había adorado, y seguiría haciendo aún después de muerto.

Unas lagrimas rodaron por sus mejillas, las cuales ella seco rápidamente, y fijándose en el reflejo que le transmitían los cristales de los ventanales de aquellos aposentos, volvió a encontrarse con su fría y dura mirada, la cual mantuvo cuando alguien toco a la puerta y dio el permiso para que entrara. Era una doncella que venía a informarla de que el Rey quería despedirse personalmente de ella. Daeron tan considerado como siempre, pensó tras escuchar a la joven. -No hagas entonces esperar a su majestad- alzó la voz a modo de regañina, mientras relajaba la expresión para recibir a su Rey y viejo amigo.