La voluntad de las Marcas

Casi un año de guerra, una mano perdida y el control casi total del medio rural en las Marcas, el balance era bueno. Algunos señores menores habían cedido y ahora sus castillos se gobernaban a sí mismos con la supervisión última de Oberyn en el campo militar, económico y lo más importante, social. El Dragón Negro, bastardo como él pero egoísta en extremo, se había llevado su mano izquierda y el otro había recibido una "marca" en la cara. Aquel día, meses después, a punto de dar otra de sus puntuales charlas, recordaba mirándose el muñon lo que se había llevado el Fuegoscuro. Ahora sabrían que las Marcas finalmente se habían levantado. Perdería la otra mano, las piernas y la vida, pero el camino que habían abierto estaba listo para ser pisado.

El eco resonó por la sala de reuniones, y recorrió el sistema de grutas unas cavidades más allá. Los rebeldes, en su mayoría jefes de grupo y sargentos se agrupaban sentados en toscas sillas hechas de piedra, escuchaban primero y preguntaban después. En otro momento aprendían a leer y escribir, a manejar las armas, a poner trampas, a moverse sin dejar rastro... y de todo eso aprendían algo más importante, a proteger, luchar y morir por lo que consideraban propio, su hogar.

-¡Os torturarán, tenedlo por seguro, en especial a los capitanes, os sacarán la piel a tiras y os quitarán las uñas hasta que habléis!-La voz, algo rasposa de Oberyn no trataba de ser magistral y de crear un espacio invisible que lo separase de su pueblo, sino que se mostraba más bien como la de un inflexible maestro, que apremia a sus alumnos para que no suspendan. Y la inflexibilidad en ciertas cuestiones era imprescindible, puesto que de la inobservancia de los preceptos básicos podía echar a perder no solo la vida de un rebelde, sino la de todos los compañeros. -¡No habrá piedad para vosotros, y si la hay, como borregos os tratarán de colmar de regalos, dinero, joyas, mujeres, tierras en espera de quebrar vuestra voluntad!- Negó con la cabeza. -¡Pero no somos borregos, sino hombres, marqueños! Cuanto más acorralados se vean en nuestras montañas peor será su reacción, hemos logrado mucho...¡ Y mucho más hemos de lograr, pero para eso no podemos olvidarnos, de cual es nuestra máxima fuerza, aquello, por lo que luchamos!- Levantó el muñón de la zurda, ajustado a él con correas y cuero sobresalía una daga. A pesar de haber perdido la mano aún podía matar con ese brazo, e incluso, ajustarse un escudo. Cerró el puño de la diestra, mostrando su rostro como solía, relajado y sabio, otorgando confianza a su pueblo. -¡Nuestra voluntad! La que henchida de sacrificio no cesará de susurrarnos una verdad a manos llenas. ¡Que tenemos derecho a ser gobernados con justicia, con unas leyes propias que den seguridad a las Marcas!¡Y que jamás, jamás, dejaremos de luchar... por enemigos que se presenten, por torturas que nos inflinjan o por muchas manos que cercenen!- Él era escritor y ejemplo de aquellos que no podían serlo de nadie, más que de sus propios hijos, mujeres y hermanas. -¡Recordad que la voluntad marqueña, nuestra propia voz siempre vencerá a cualquier espada que trate de silenciarla!

Solía reunir a los jefes de cuadrillas y líderes en distintos turnos, les recordaba aquello por lo que luchaban, les volvía a inspirar una y otra vez, haciendo que escucharan sobre la libertad, sobre su derecho... Y les instaba a debatir, a pensar. No a pensar sobre absurdas ideas de gobierno del pueblo, ni de derechos sobre el honor, la intimidad, o alguna clase de separación de poderes estatales. No aquello no lo entendía ni él no lo iban a entender ellos. Pero si podían esgrimir la idea sobre su propia autodeterminación, la presión que ejercida sobre los nobles por sus vasallos los obligue a gestionar un buen gobierno... Los tributos, sus propios tributos que eran reinvertidos lejos de allí, en reinos que no tenían conexión alguna con aquella tierra más que para exigir sangre y suelo. Una vez había escuchado que el tal Baratheon se quejaba de que él dejaba sin trabajo al pueblo tras invadir sus aldeas... Si hubiera podido le hubiera recordado que el trabajo de aquellos servía para financiar los muros de Bastión y la mierda de guerra civil a la que había llevado a su propio pueblo por no saber controlar a sus señores.

Respondió a las preguntas, muchas de ellas difíciles. ¿Y no es mejor vivir en paz y no pelear, al menos así no mataremos ni matarán a nuestros hijos? ¿Muchos de los guardias contra los que luchamos son como nosotros, pero de otra tierra, porqué no se marchan?¿Estarán seguras nuestras familias si nos unimos a la rebelión?¿Es necesario ejecutar a tal noble, no será mejor pedir rescate?

Y las respuestas siempre eran duras, pero Oberyn no mentía, lo detestaba, consideraba la mentira un instrumento de poder del que la clase nobiliaria se servía para acallar pacíficamente, antes de usar el látigo y hacerlo físicamente. Paciente, él y sus capitanes, volvían a repetirlo, una otra y otra vez y mil veces si fuera necesario. -Habrá muerte, sí, habrá ejecuciones, también y si os unís a la rebelión no estaréis ni más ni menos seguros que en vuestras aldeas o protegidos por Martell, Tyrell, Baratheon... ellos jamás desistirán, porque su poder depende de la opresión a vuestros pueblos. Así, no cederemos nosotros ni un ápice... Y puede que muráis, algunos caeremos, cierto, pero nuestros descendientes vivirán en una nación propia, con su propia tierra ganada a esfuerzo, sacrificio, voluntad y coraje...y ese es un pensamiento alentador, ¿No creéis?

Comió con sus capitanes, y después llamó a dos de ellos, encargados de ciertas zonas del territorio, a su despacho. Su despacho era una cavidad, como otras tantas, con una mesa artesanal, cuatro taburetes y mapas, todo estaba lleno de mapas. Generales de las marcas, específicos, mapas de invierno y de verano... Cientos de datos e información elaborada por él mismo sobre ríos, pasos , montes tipo de roca, arena, grosor del suelo, incidencia del sol... Por eso aquel era su reino, por eso y la voluntad de su pueblo, claro está.

-Los exploradores y la hueste de MontañaGris, han avistado un pequeño contingente que iba desde Refugio Negro hasta Canto Nocturno, como máximo una veintena. Llevan emblema de los Caron y es probable que el mismo Lord esté presente. Atrapadlos antes de que alcancen el margen derecha de Sendahueso.- Señaló un punto en un mapa sólo de la región de los Caron.- Aquí, en superioridad y con amenaza de arcos sólo tendréis que cortar el camino. No, ataquéis, es una orden.

-¿No Fuisteis Maestro de Armas de Canto Nocturno?

-Así es, pero ya hacen quince años que partí de allí. Su padre, Lord Pearos, hablaba a menudo del propio gobierno de las Marcas.- Para muchos, algunos Blackmont, Yronwood, Manwoody y más... -Canto Nocturno podría ser el estandarte sobre el que se levantara el Reino de las marcas, pero esa idea murió cuando Orson Baratheon le dio muerte. Hace dos años yo mismo luchaba bajo la bandera de Refugio Negro y muchos sintieron la pérdida- Se pasó una mano por la extensa frente para acabar tocándose las pobladas cejas grises.- No hay más que hablar, capturad al chico y veremos si si es un auténtico marqueño o si es otro cobarde perro de Fuegoscuro, partid con premura y que la montaña os guíe.

Puño al pecho del Rey y generales, ni reverencias ni idioteces, estaban en medio de una guerra, una en la que sólo les valía la victoria. Tiempo ha llevaban los Caron sin manifestar su voluntad, El buitre negro revisó de nuevo Canto Nocturno y se preguntó si los hijos del hombre que un día confió en él, estarían dispuestos a luchar por el título del que hacían gala:

-"Defensores de las Marcas".- Sonrió para sus adentros mirándose la mano.-"Eso está aún por ver"

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