Jeyne Sarsfield

A Jeyne, como toda chica de su edad y su posición social, le gustan la danza y la música. Le encanta la lectura desde que su padre le enseñó a leer a edad temprana y la poesía. Disfruta mucho pasear bajo cielo abierto y si es de noche incluso mejor, pues es una apasionada de las estrellas. Le encanta, también, practicar tiro con arco y montar a caballo. Adora a todas las especies de animales, incluso los insectos, y siente gran afinidad por ellos. Entre otras cosas sus colores favoritos son el azul y el verde, quizás porque son los colores que se distinguen en los ojos de su padre. El mar es una de sus pasiones escondidas, más que nada porque a su señora no es que le guste demasiado.

Jeyne nació en Sarsfield, fruto del joven matrimonio Sarsfield, compuesto por Lord Medford, que acababa de heredar el título, y Lady Sylena Swyft, hija de Lord Swyft de Maizal. Resultaba pues la hija primogénita, aunque nunca pensaron que iba a ser la única, en realidad. La incapacidad de volver a concebir de la señora de Sarsfield fue lo primero que Jeyne puede recordar desde que empezó a tener uso de memoria. Resultaba, pues, un gran problema para la continuidad de la Casa y el apellido, principalmente porque Lord Medford solamente contaba con una hermana y tan poco tenía sobrinos a los que pudiera referir como herederos.

Así que Jeyne, desde pequeña, es consciente de que las cosas en su hogar no están demasiado bien. Las discusiones entre sus progenitores eran más que frecuentes y la tensión podía a palparse en el ambiente. O al menos lo era al principio, hasta que Lady Martha, hermana de Lady Sylena, se fue a vivir con ellos. Lord Medford se encontró rodeado de mujeres, entre su hermana, su esposa, su hija y su cuñada, pero en vez de acabar histérico, supo aprovechar su situación, sobretodo pasando tiempo con su cuñada.Y aquel aprovechamiento se llamó Conrad Colina. A pesar de que el engaño y el adulterio era más que evidente, la llegada de Conrad supuso la paz en el hogar Sarsfield, al contrario de lo esperado. Lady Sylena y Lord Medford arreglaron extrañamente sus diferencias y Conrad, que nació cuando Jeyne contaba con ocho años, se convirtió en el perfecto compañero de juegos de la heredera, pues de todas formas un bastardo, por mucho que estuviera reconocido ante el mundo, no podía heredar. En teoría, al igual que tampoco lo podía hacerJeyne. Los problemas, en realidad, no estaban solucionados.

La muchacha, por otra parte, lejos de saber qué se estaba llevando a cabo en las alcobas del pequeño castillo que regentaba la familia, creció feliz. Descubrió que el tiro con arco, pasatiempo habitual de los Sarsfield, se le daba más que bien y empezó a utilizar su tiempo libre en practicar con mayor asiduidad. Mientras, el día lo pasaba entre clases de lectura o escritura, siendo instruida en los temas básicos que toda buena dama noble debía de saber, como bordar, cantar o administrar un hogar. Obedecía a lo que le decían y nunca se rebeló contra sus padres, de ahí que le venga la buena fama de chica modosa, aunque poco después una persona que se convertiría en alguien muy especial para Jeyne descubriría que siempre había tenido una personalidad oculta.

La mañana del decimoctavo día de su nombre, sus padres la mandaron a Roca Casterly. Después de mucho hablar, los Sarsfield habían llegado a la conclusión que Jeyne debía salir de sus tierras en busca de un mejor futuro y habían encontrado la manera de hacerlo: Lord Lannister necesitaba damas de compañía para su hija, la hermosa pero indómita Sofia Lannister, de trece años de edad por aquella época. Conocer a Sofia y entrar a formar parte de su vida diaria fue un suplicio en un principio. La joven Lady Lannister era todo lo opuesto a una señora amable con quienes estaban a su lado, pero Jeyne se armó de paciencia y voluntad. En verdad había algo en Sofia que la animaba a seguir adelante en vez de desistir. Aprendió a conocerla tras las dos caras que parece tener la Joven Leona y en vez de cerrarse intentó comprenderla. El resultado fue que, poco a poco, comenzó a ganarse la confianza de la joven, tanto como que ésta la tiene como su mayor consejera. Y se tomaron cariño. Jeyne se convirtió en la mayor confidente de Sofia y pasaron de no aguantarse a ser uña y carne, dando la vida una por la otra si fuera necesario. En realidad, tiene a Sofia como a una hermana pequeña, aunque nunca se lo ha dicho, como tampoco le ha dejado entrever su sexualidad. En efecto, a Jeyne le gustan tantos los hombres como las mujeres.

Al principio no se sentía cómoda con la idea de que le gustaran las mujeres, porque no entendía por qué le ocurría aquello, pero pronto descubriría que aquello no era tan importante. Decidió entonces que el lema de su Casa, «Fiel a la Marca», era más que apropiado. Era más importante ser fiel a uno mismo que aparentar algo que no se era. Por eso mismo, cada mañana, cuando se levanta, mirando el horizonte, Jeyne es capaz de sonreír y repetirse a sí misma que está orgullosa de ser quién es.