Un dia de compras

Era un día como cualquier otro, algunas cosas se atravesaron en su camino pero no dejó que eso le detuviese en su búsqueda de joyería y algunas telas que comprar para un nuevo vestido. Se removió el cabello de la frente con una sonrisa cuando el viento le jugó en contra y siguió caminando como si nada, solamente unas damas le seguían y eso era por que le habían obligado a llevarlas consigo, luego de aquel incidente en la carrera todo el mundo parecía estar ligeramente paranoico, por lo tanto, no discutió y simplemente se limitó a asentir ante los designios de su madre.

Ya en las calles comenzaba su búsqueda, caminaba con tranquilidad, deteniendose algunas veces para ver más de cerca los detalles que le ofrecían, una vez incluso se detuvo para comprar una cesta de fresas que iba comiendo de a poco mientras caminaba, compartía con cualquiera que se acercase, la verdad era que la rosa no tenía reparo alguno en compartir lo que a ella le sobraba con alguien más, era parte de ella misma ser así, por lo tanto, cada vez que un niño se acercaba a pedirle una, la rosa le compartía unas cuantas, nada parecía ir mejor que aquel gesto. Pero pronto se acabó aquella diversión pues alguien chocó con ella y tiró sus frutas al suelo, pisoteando algunas en su huída.

La rosa obviamente se molestó, deteniendo por el codo a aquel escudero que salía corriendo de una tienda a la que ella pensaba entrar. -¿Te has fijado en lo que hiciste?.- preguntó un tanto molesta, sosteniendo su mirada, era la primera vez en mucho tiempo en donde Rose Tyrell se sentía así, y todo por unas fresas. Se le quedó viendo un momento mientras a su mente se venía la idea de que sus facciones eran realmente afiladas para ser un escudero, aunque nada de eso le importaba, el incidente le nublaba el juicio así que simplemente esperó su respuesta con los labios claramente pegados en una fina línea.

Las palabras atropelladas de aquel escudero parecían no tener gran efecto en la rosa pues su mirada seguía fija, era la primera vez que se sentía así de molesta y no era por el choque, sino por la manera en que todo había quedado desperdigado por el suelo, era inaceptable, un completo lío, asi que simplemente le dejó ir y se agachó para tomar la cesta de fresas que habían quedado aún en buen estado. Viendo con un ligero mal de boca el estado en el que habían quedado las que el joven escudero había rescatado. -No tomaré esas, quién sabe quién habrá pasado por el lugar, puedes quedartelas.- soltó con amargura, todo el buen humor que había tenido en su día se iba perdiendo poco a poco al ver sus fresas en el piso, y otras más siendo acarreadas por los niños que antes había ayudado, no era bueno eso, no le gustaba que se aprovechasen de todo lo que la rosa dejaba ir pero en cierto modo entendía ese modo de vida, les había visto tan delgados que no dijo nada cuando se las llevaron, a veces le dolía el corazón de solo ver las condiciones en las que algunos niños parecían vivir, pero es que ¡siempre había trabajo! el problema era que la gente no quería realizarlo, y eso ya no quedaba en sus manos.

-No necesito que compres más, dejalo así, que no vale la pena.- comentó la joven rosa, viendole a los ojos, encontrando en ellos un verdadero sentimiento de arrepentimiento, fue por eso por lo que se acomodó el cabello como si eso significase que cambiaba de página, que no hablaría más de eso pues si lo hacía, terminaría más enojada que de costumbre y al escudero eso poco le convenía, al menos en ese momento no sería la idea más inteligente. -¿Por tu honor?... disculpa pero no necesito que nadie limpie su honor ante mi, no has manchado el mío así que, no hay problema, solamente no te cruces en mi camino de esa forma de nuevo, ¿Entendido?.- concertó sin más, viendole de pies a cabeza, era demasiado escuálido, no tenía pinta de ser un escudero en toda regla por lo tanto Rose concluyó que seguramente estaría empezando y tampoco podía culparle por eso, todos tenían sus días malos.

A decir verdad, internamente la rosa se sentía mal de tener que tratarle así, pero es que las cosas se habían salido de control y eso era algo que le estresaba de sobremanera, por lo tanto, no se retractó ni una sola vez, tampoco mostro su habitual compasión, menos en el momento en que escuchó de quién era escudero aquel chico, ¿Sería posible que Ser Orson no diera ese tipo de ordenes a sus hombres?, no era posible que aquel escudero fuese por el mundo pensando que unas palabras le salvarían siempre, a veces se necesitaba mucho más que eso para salir invicto y al parecer, esto todavía no comenzaba a comprenderlo -¿Nervioso?, no le digas eso a Ser Orson que dudo que lo tome a bien de uno de sus hombres de confianza, quizá le haga bien tomarse un té y caminar tranquilamente, las cosas se conocen mejor así que ir por las calles atrapando gatos.- musitó con sencillez, la verdad era que aparentaba una imagen regia, prolija, eso era lo que le diferenciaba de todas.

Cuando ofreció reparar el daño con compañía, la rosa sonrió, quizá no era lo correcto que le viesen con un simple escudero, pero siempre podía usar la carta de contar la verdad y explicar por qué era que le cuidaba. Se mordió los labios antes de asentir con seguridad. -Esta bien, puedes acompañarme, pero tampoco intentes llevarte nada a los bolsillos que ya sabes cuál es la política del rey contra los ladrones.- advirtió haciendole una señal para que entrase con ella al pequeño local donde las mejores telas eran subastadas a las mejores postoras. Comenzó a caminar entre el lugar, maravillandose al ver una seda del mismo azul que sus ojos que tenía un ligero detalle tornasol. -¿Crees que podrían confeccionarme un vestido bonito de éste color? ¿Me iría bien?.- preguntó inconscientemente hacia el escudero, dandose cuenta al voltear de su error.

No dijo nada, no intento quitar sus palabras en el momento en que vio como aquel chico las había tomado, pudo ver su enojo y una sonrisa brotó de sus labios, muchas veces iba a tener que callar y obedecer, así eran las cosas, no se podía ir por otro lado, había que aprender y eso era lo que la Tyrell intentaba que el escudero entendiese, mejor de una dama que a golpes de un caballero, ¿No?. Al menos así era como su madre le había enseñado a seguir las órdenes, a convertirse en quien era ahora, por lo tanto, no le importó nada y sencillamente, mantuvo la mirada en alto mientras caminaba al lado de aquel joven hacia la tienda. Se puso a ver las telas y a tomarlas entre sus dedos para juzgarlas, tenía ganas de algo suave, que se moviese contra el viento, quizá algo un tanto fuera de los canones de la moda en Poniente. - Verde es el color de mi casa, siempre lo uso, necesito algo nuevo... innovador...ah, no sé ni por qué te digo esto, seguramente te será más fácil ayudar a elegir armas que colores.- comentó bajando la mirada, sintiendose por un segundo, sola, no tenía a Sofia que le ayudase a elegir, ni siquiera a las Redwyne que iban con ella a todos lados, se sentía perdida y sola, no había peor combinación para la rosa.

Se mordió los labios al ver el sonrojo del escudero, e incluso un poco más se ampliaron sus dudas al ver lo aterrorizado que se veía. No dijo nada en aquella tienda, más sin embargo luego tendría algunas cosas que aclararle. Para distraerse siguió viendo colores, buscando telas que se moviesen con el viento sin parecer que usaría una suave pijama. -Ni siquiera sé como quiero el vestido.- musitó solo para que su acompañante lograse escucharle, acomodandose su largo cabello de un lado, dejando ver el arete que colgaba del lado contrario, esmeraldas, tal como el escudero había dicho que le quedarían a su persona, era algo que la rosa ya sabía y usaba a su favor. De hecho, Rose Tyrell no era una persona vanidosa, pero eso no quitaba el hecho de que le encantara que le dijeran alguno que otro cumplido, o que se sintiera bien cuando al verse en el espejo, lograba dar perfectamente en el blanco, de hecho, era por eso por lo que buscaba algún vestido o una tela en los locales de Antigua, quería lucir perfecta para el último despliegue de su juventud ante todos los nobles, como era de esperarse de la joven perteneciente a la casa anfitriona.

Había dejado su imagen siempre fresca y fácil para tomar una un tanto más solitaria y triste en algunos momentos, se mordía los labios pero aún así quién la viese de lejos nunca vería lo que turbaba su mirada poco a poco. Todo le era difícil, en público no le estaba permitido dejar ese tipo de comportamientos mostrarse, era imposible que la pequeña princesa de su padre dejara que sus líos internos demostrasen la debilidad que la rosa podía llegar a tener. Era como cualquier noble en eso al menos, nada le era permitido fuera de los cánones, así que luego de un minuto de ver a la nada, su vista volvió a concentrarse en lo que el joven escudero le decía, dejando que su total atención se concentrase en las telas y la calidad de éstas. -¿Turquesa, rojo y lila?...¿Podrían ir juntos?, creo que en todo caso tomaría los colores claros, pues el rojo me está prohibido por lo que significa para la fe fuera de los Siete.- comentó la rosa, tomando las finas telas, unas más gruesas que otras pero con una amplia caída que al bailar seguramente dejaría lucir cualquier tipo de movimiento. -Quizá haga el cuerpo entero del vestido en turquesa, ese color si me gusta.- contestó mientras observaba con seria concentración las telas intentando formarse una idea.

Siguió caminando entre las telas en búsqueda de algo que pudiese combinar cuando su siguiente comentario le alcanzó, una sonrisa suave se formó en sus labios por aquello, ¿Qué sabía él de esas cosas? Sin embargo, no deshecho la idea, quizá en algún momento de aburrimiento haría que le peinasen así para ver que tal le iba tal engarce. -Entonces, si usaré ámbar, el cuerpo del vestido puede ser un blanco con un toque de color marfil, así combinaría a la perfección, ¿No?.- preguntó mientras encontraba una tela de ese mismo color que ella se había imaginado con una caida suave y al mismo tiempo, de una finura impresionante, a simple vista aquello podía notarse. -¿Este?.- preguntó ofreciendola para ver si con el turquesa que llevaban podía dar una buena combinación, lo demás sería tema para la costurera seguramente. -Pienso que el cuerpo completo puede ser de este color claro, seguido y el enmarque del vestido en turquesa, cayendo por los costados como si fuese un abrigo hasta el piso, con los broches en perlas pues ceñiría un poco la cintura y el busto, un corte femenino pero diferente... Eso es lo que se me ocurre.- soltó la rosa buscando la aprobación de quién seguramente de aquel tema no sabía nada, quizá supiera las modas de los burdeles o de las pueblerinas en cualquier caso, pero si la rosa podía mezclar la sencillez del pueblo con la elegancia de la nobleza, aquel sería sencillamente un acierto.

A la rosa le gustaba complacer a quienes le daban algún consejo de alguna manera, quizá no tomaba siempre lo que le decían pero al menos una parte, era por eso que había escogido hacerle caso en usar ambar, no solía usarlo pero confiaba en que un hombre podría saber más que ella encuanto a belleza en una dama. Tocaba aún la tela entre sus dedos y al decidirse, lo puso encima de sus brazos pues cualquier escudero tenía esa obligación con una dama, ayudarle más allá de cualquier cosa militar, al menos así solían ser sus guardias oficiales. -Espero no equivocarme, quiero de verdad algo nuevo pues estoy harta de que la moda suela ser tan incómoda.- confió mientras caminaba hacia la salida donde pagarían por aquellas compras y les proporcionarían un saco donde llevarlas dado a la finura de los materiales.

Caminaba con soltura por el lugar que no era tan pequeño como le había parecido en un principio, asintió ante su pregunta con una suave sonrisa.- Supongo que es todo,si necesito alguna cosa, volveré después.- accedió mientras pagaba unas cuantas monedas por lo que se llevaba en aquel momento. -Si yo muestro miedo, todo el pueblo se asustará, somos sus modelos a seguir, ¿Qué imagen tendrán de una familia regente asustada?, estoy segura que estará de acuerdo conmigo por lo tanto, antes de volver iré por un agua fresca y algo de pan para llevar a escondidas.- comentó con una sonrisa inocente, confiada incluso, era una persona con una sonrisa tan fácil que a veces parecía mentira. -Y si, lo del pan es un secreto así que nada de comentarle a mi madre.- espetó al salir a la luz del día que poco a poco se iba yendo.