Just The Beginning [Élite]

♦ Cuatro humanos, inocentes e incautos se habían reunido en aquel pequeño panteón alejado del cementerio de la ciudad. Un pequeño edificio casi derruido por las tormentas y el viento, que últimamente, eran mucho más comunes que antes. La puerta chirriaba cada vez que la abrías, y dentro, el olor a moho y humedad golpeaba sus fosas nasales con fuerza, obligandoles casi, a taparse la nariz. Uno de ellos, una muchacha de cabello rojizo y ojos verdes, parecía bastante reacia a penetrar en el lugar, pero fue empujada por sus compañeros.
En el centro, en el interior, se situaban dos ataúdes de piedra blanca como la cera, dos espléndidas tapas de mármol cubrían cada uno de esos ataúdes, y escritas profundamente sobre el pálido material, rezaban letras doradas y símbolos que ninguno de ellos conocían.
— No puede ser tan malo— , dijo uno de ellos, colocándose entre medias de los dos ataúdes, — venga, son sólo piedras y polvo...
Eso pareció ser lo que movió al resto de compañeros que, con carcajadas y un par de empujones, ocuparon sus sitios.

— Ethan, sigue sin parecerme buena idea— , se quejó la chica pelirroja de nuevo, mirando a su compañero.
— No seas miedosa, Maggs— se burló otro se sus compañeros.

La chica que respondía al nombre de Margaret, bufó sonoramente y empujó al muchacho, que tropezó consigo mismo y casi acaba en el suelo. El chico, se agarró a uno de los ataúdes, el más cercano.
— Eres una miedica— el muchacho se incorporó de nuevo.
— Ethan, no te metas con ella y listo— el que se encontraba entre ambos ataúdes se encogió de hombros.
— ¿Y desde cuando eres tú el que nos guía, Alex?—Ethan alzó una ceja de manera divertida.
— ¿No veníamos a hacer la cosa esa que Maggs encontró en los libros de sus antepasados?— , el último miembro del grupo, Orion jugueteó con la linterna que traía entre sus manos y la encendió finalmente, apuntando a los ataúdes.—¿Qué pone?

Alex se balanceó encogió levemente sobre los ataúdes para observar las inscripciones, pero ni él ni el resto de sus compañeros podían entender qué había allí escrito.
—Parece bastante antiguo[/b]—la voz de Maggs rompió el silencio que se había creado en la sala, y todos se miraron entre sí.—[i]¿Deberíamos abrirlos o...?
—Antes no querías arrimarte, y ahora quieres abrirlos... Vaya, parecías tonta cuando te compramos—se burló Alex.—¿Pone algo en tu libro de brujería al respecto?

Maggs se descolgó la mochila que llevaba al hombro y la abrió. Rebuscó entre los libros que allí había y sacó uno antiguo, desgastado y casi roto. Lo abrió y comenzó a pasar hojas hasta llegar a una que estaba marcada.
—Dice nosequé de tener contacto directo y nosequé de sangre—la muchacha arrugó la nariz al pronunciar la palabra sangre.
—En otras palabras, que tenemos que abrirlo—Orion le tendió la linterna a Ethan y apoyó sus manos sobre la fría piedra, intentando inútilmente, moverla de su sitio.—¿Con qué sellaban las malditas tapas? ¿Con cemento o...?

La pelirroja volvió a pasar las hojas del libro, pero no encontró nada y sacudió la cabeza. Fue ella la encargada de sujetar la linterna mientras los tres muchachos empujaban la piedra hasta tirarla completamente al suelo. Un grito ahogado se escapó de la garganta de la chica cuando la luz golpeó lo que se encontraba allí escondido.

—Parece estar seco—, Ethan se aventuró a asomarse.
—Deberías ver esto, Maggs—, Alex sonrió divertido mientras señalaba el contenido.
La muchacha se había alejado todo lo que podía del ataúd, tropezando incluso consigo misma. Cayó al suelo y su mano se cortó con una de las miles de piedras que empedraban el lugar. Arrugó la nariz molesta, mientras Orión la ayudaba a incorporarse y la acercaba al ataúd abierto. ¿Era la única que parecía percatarse del olor a muerte que reinaba allí desde que habían abierto el ataúd?
—Eres torpe—comentó Alex, observando el corte en la palma de la mano de la chica. Después, cambió de tema radicalmente.—Mira esto, es fantástico. Parece como si estuviese...
—Momificado—completó Maggs apoyándo sus manos sobre la piedra. El frío de ésta, conseguía calmar el dolor que su mano herida le provocaba.
—¿Por qué no pruebas lo de la sangre?—inquirió Ethan, entusiasmado por la idea.
—¿En serio crees que funcionará?—Orion miró a su compañero, dubitativo.
—Intentalo.

Maggie no parecía convencida, pero Ethan apenas le dio tiempo a reaccionar. Agarró la mano herida de la chica y presionó la herida hasta que la sangre cayó gota a gota sobre el cuerpo del difunto. Al principio no reaccionó, y los cuatro amigos pensaron que todo aquello había sido una estupidez, pero cuando el cadáver alzó la mano y agarró la muñeca de Maggie con fuerza, el corazón de todos ellos se paró y unos latidos más fuertes resonaron en el panteón.

Marcus había sido despertado por ¿cuatro niños que se aburrían?
La mente del vampiro comenzó a funcionar con rapidez, la oscuridad fue desapareciendo y el olor a sangre inundó todos sus sentidos, tan sólo quería alimentarse, y la muchacha de cabellos de fuego parecía ser la única dispuesta a ser su comida. Eso pensaba él, estaba convencido y por eso se enfureció tanto cuando la fina muñeca de porcelana escapó de su agarre.
Algo había alejado a aquella chica de él, le había alejado con fuerza, impidiendo que se alimentase del todo y ahora, ahora le costaría mucho más recuperar fuerzas.
O al menos, eso pensaba, porque hubo alguien que no escapó. Ethan se había quedado mirando al vampiro desde la misma posición en la que estaba. Parecía sorprendido, hipnotizado por el simple hecho de haber despertado a un no muerto. Y Marcus lo sabía todo sobre él, lo sabía todo porque gracias a la sangre de la muchacha, había visto y absorbido todo lo que ella sabía y todo lo que tenía que ver con él.

—Sangre—, exigió Marcus, en un intento ridículo de ver si Ethan obedecía sus órdenes. Pero el humano hizo lo que él había querido, estiró su brazo y le dejó alimentarse. Aun así, no le mató. Iba a necesitarle para más adelante.



♦ Los humanos no se lo esperaban. No esperaban que de la noche a la mañana, todo lo que habían conocido como su hogar, desapareciese completamente. Inocentes e ingenuos, ¿cómo iban a pensar ellos que un juego de niños desencadenase una catástrofe como ésta?

Los vampiros no tardaron nada en salir de la oscuridad y multiplicarse, y así lo hicieron los hombres lobo. Genes que habían quedado dormidos por la desaparición de los chupasangres, volvieron a reproducirse y a despertar en aquellos durmientes.
Los altos cargos políticos no tardaron en reaccionar y en poco menos de tres meses, los misiles nucleares comenzaron a surcar el cielo y caer en zonas donde la población era mayor. Los vampiros no quedaron diezmados, los hombre lobos tampoco, fueron los humanos los que también, sufrieron por su propia especie.

Los supervivientes comenzaron a juntarse, a agruparse, formando La Comunidad. Comenzaron a pisar la calle sólo de día, y cuando el sol brillaba en lo alto, las armas comenzaron a ser conseguidas de manera fácil y sin necesidad de utilizar dinero. ¿Quién quiere dinero en tiempos como estos? El trueque se convirtió, de nuevo, en la forma de pago.
Empezaron a investigar, a utilizarse unos a otros como experimentos, buscando un arma más potente que pudiese defenderles frente a aquellas especies que consieraban procedentes de mitos e historias antiguas. Balas de plata, crucifijos, luz solar... Cualquier cosa que pudiese servirles para defenderse, en definitiva.
Se crearon pequeños grupos de gente armada, cada cierto tiempo, esos humanos salían de caza y volvían diezmados, pero con una presa. A veces un chupasangre, a veces un hombre lobo. Esos prisioneros también acababan en los laboratorios, laboratorios que los humanos habían construído y que se comunicaban con túneles subterráneos.
Y se empleaba su adn para recombinar el de los humanos y conseguir un arma, un híbrido, mitad vampiro, mitad humano. Pero incluso a nivel celular, ambas especies estaban destinadas a matarse. No sobrevivía ningún experimento.

Los Vampiros crearon La Orden, liderada por los Nosferatu, especialmente por Marcus y su hermana Cassidee.
Los licántropos comenzaron a agruparse también, la Manada Alfa, se encargaba especialmente de la toma de decisiones, y está formada por hombres lobos ancianos, aquellos que tenían más experiencia y la Manada Beta, los exploradores.



01 de Diciembre de 2016
♦ La situación se está volviendo insostenible. Ethan sigue sin aparecer y Alex y Orion han desaparecido, salieron en una de esas expediciones que organiza John, y no han regresado a casa.
Estoy asustada, creo que Marcus me busca a mí. El último vampiro que trajeron los exploradores murmuró mi nombre cuando me vio, se llama Jack, dice que es búlgaro y sólo quiere hablar conmigo. Es joven, y seguramente está tan asustado como yo.

Las calles no son seguras, los humanos vamos despareciendo, y el libro ha dejado de serme útil, pero no puedo salir de éste edificio. Los voluntarios a ser experimentos van aumentando cada día al igual que la desesperación y el miedo. No nos acostumbramos a vivir así, y sé que en cierto modo, es culpa de Ethan y sobretodo, mía por acceder a ir a aquel panteón.

10 de Diciembre de 2016

♦ Han pasado nueve días desde que Alex y Orion desaparecieron. Las patrullas ni si quiera se han esforzado en buscarles. Uno de los muchachos que iba con ellos dijo que los lobos les atacaron, todos sabemos a que se refieren. Ambos podrían estar muertos o peor, ser dos licántropos, no sé qué idea me aterra más.
Jack dice que no todo es como los mitos dicen, que los licántropos han aprendido a controlar su transformación, pero que los nuevos hombres lobo no tienen tanto control como los originales o los ancianos. El vampiro me está ayudando mucho, y ni si quiera me pide nada a cambio. Los científicos quieren usar su adn con dos muchachos de quince años que se han ofrecido a la transformación, pero Jack dice que no funcionará. Sabe mucho más de lo que cuenta.