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Judas Iscariote, según las creencias de los humanos, fue uno de los apóstoles de Jesús de Nazaret. Este siguió a su maestro durante su predicación por Judea y Galilea y, según los Evangelios, fue el apóstol traidor que reveló a los miembros del Sanedrín el lugar donde podían capturar a su Maestro, tal como había anunciado el propio Jesús durante "la Última Cena". Judas guió a los guardias que arrestaron a Jesús, y les indicó quién era besándole la mejilla, de ahí el famoso "beso de Judas", para calificar a alguien de traicionero. Por su traición fue recompensado con treinta monedas de plata, pero al poco tiempo se arrepintió de sus actos, intentó devolver las monedas a los sacerdotes que se las habían dado, y al no aceptarlas éstos, las arrojó en el templo. Luego, desesperado ante la magnitud de su delación, se suicidó ahorcándose en un árbol.
Las creencias humanas, aunque se asemejan en muchas de las partes a lo que realmente sucedió, no reflejan toda la verdad. Judas sigue entre nosotros y hete aquí la verdadera historia...

En el paraíso ancestral habitaban en armonía los ángeles, siervos de Dios, cumpliendo en todo momento los mandatos del gran creador y estos a su vez tenían como esclavos a los hombres lobo, los cuales a ojos de Dios eran abominaciones y eran considerados seres inferiores. Esto había sido así desde el comienzo de los tiempos, pero hace algo más de dos mil años, Judas Iscariote uno de los discípulos de Dios se reveló ante este. Judas, harto de las obligaciones a la que se veían sometidos y en desacuerdo con un Creador que se creía un padre y era un dictador, se reveló contra él, entregándolo a Belcebú, un ángel caído que había sido expulsado del paraíso y obligado a vivir en el infierno. Este por entregarle al gran Creador, le recompensó con treinta monedas de plata con las que Judas tenía pensado comenzar una nueva vida en la tierra, junto a los humanos y lejos de ese padre exigente.

Una vez que Belcebú tuvo en sus manos a Dios y le dio muerte, Judas bajó a la tierra, llevándose con él a su esclavo licántropo y creyéndose libre por fin. Sin embargo su felicidad entre los humanos duró poco, ya que no conseguía ser feliz. Todos y cada uno de los días se arrepentía de la traición a su Dios. Intentó devolver las monedas de plata a Belcebú a cambio de que deshiciera lo sucedido, pero cuando intentó llegar al infierno se dio cuenta de que ya no existían ni este ni el paraíso. Todo había desaparecido tras su acto de traición. Apenado, Judas se ahorcó en un árbol, pero a los pocos minutos resucitó. Había sido condenado a vagar por el mundo eternamente, pero no como lo hacían los humanos. Solo podría salir en la oscuridad de la noche y tendría que alimentarse de sangre humana. Sería privado de la luz del día, y aunque esta pudiera reducirlo a cenizas, no podría autodestruirse por voluntad propia. También se le castigó a no poder tocar ningún objeto de plata, en recordatorio por el cobro de las treinta monedas de plata que aceptó de Belcebú.

Su esclavo también sería condenado a vivir eternamente y a no poder tocar nada que fuese de plata, con la única diferencia de que este si podría salir a la luz del sol y tomar alimentos normales, propios de los humanos. Durante siglos, Judas convertido en vampiro fue alimentándose de sangre y convirtiendo a algunos humanos en lo que él era, con la esperanza de no sentirse tan solo en este mundo. Así se fueron reproduciendo poco a poco.
Los licántropos también fueron reproduciéndose y siguieron siendo esclavos de los vampiros hasta la edad media, cuando se revelaron y tras una batalla encarnizada entre vampiros y hombres lobo, finalmente consiguieron ser libres. Desde entonces son clanes enemigos, aunque hasta ahora han procurado no perjudicarse los unos a los otros, sobretodo por temor a ser descubiertos por los humanos que desconocen la existencia de ambos bandos.

Aunque con el paso de los años, tanto los vampiros como los hombres lobo han ido emigrando al resto del mundo, su origen y la mayor concentración de ellos se encuentra en la zona de los cárpatos.