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El reencuentro [Bran y Selyse]
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El reencuentro [Bran y Selyse]
Las herraduras de los caballos, golpeaban el enlodado terreno en un rítmico galope, produciéndose un sonido hueco que perturbaba el silencioso tramo que unía Amberly con Nido de Cuervos. El viento, soplaba con fuerza y hacía danzar las elegantes capas que envolvían nuestros cuerpos, protegiéndonos un poco del duro clima del cabo de la ira.
En total, éramos Diez los jinetes que cabalgábamos bajo los estandartes de la casa Morrigen, los cuales danzaban de forma suntuosa por los aires, tanto, que parecía que los cuervos de verdad volaban a nuestro lado y escoltaban vigilantes nuestro viaje. Delante de todos, iba yo, Bran Morrigen, el nuevo Lord de Nido de Cuervos y bajo mis hombros recaía la responsabilidad de levantar mi casa a sitiales nunca antes visto. Y si bien esta tarea sería complicada, producto de la poco afortunada gestión que había ejercido mi padre durante los últimos tres años, en la que aisló al Nido y cortó relaciones con gran parte de las casas nobles. Sin embargo, ahora dependía de mí, recobrar todo lo perdido durante el último par de años. Así que debía ponerme manos a la obra y comenzar a crear de nuevo aquella red de influencias y confianzas que mi padre había roto y qué mejor que comenzar con uno de los vecinos más cercanos. La casa Rogers de Amberly.
La verdad, hace mucho que no caminaba por éstas tierras, más de tres de años. La sensación era rara, una nostalgia invadía mi interior, con muchos recuerdos que emanaban uno tras otro, la inocente infancia, que había quedado atrás hace mucho, parecía volver con vivos colores a mi mente. Historias, anécdotas, sabores y olores de antaño, me parecían tan reales, como la realidad misma. Cada paso que daba mi caballo, me hacía entrar en un túnel de alucinaciones, el corazón se me encogía y el estómago se me apretaba por alguna extraña razón.
¿Cuántas veces habré recorrido estas tierras? ¿Cuántas veces escalé estos árboles? Que antaño parecían tan grandes e imponentes, que según yo, sólo un gigante podría llegar a la copa, excusándome así de las veces que fracasé en el intento. Sin embargo ahora los veo y no son tan grandes como solían ser ¿Cuántas veces, jugué a ser un caballero de renombre, asesino de dragones, gigantes y protector de doncellas y desvalidos? Sin duda, muchas veces y siempre acompañado de ella, mi fiel amiga, que aunque débil y frágil, tenía una fuerza de voluntad inquebrantable; testaruda como pocas, cuando se trataba de seguir mis pasos en busca de nuevas aventuras y aunque yo le advirtiera los riesgos, ella seguía adelante. De ella aprendí, todo lo que se de arcos, pues pocas veces vi a alguien tan diestro en su uso, cada vez que la reté a un duelo de arquería, me ganó; aunque claro, yo me escudaba falsamente, diciéndole que los verdaderos guerreros matan mirando a los ojos y no escondidos a muchos metros de distancia, intentando opacar así su triunfo. Pero ella, tenía muy claro, que lo salido de mis labios no eran más que excusas y siempre me respondía con un “ajá, lo que tú digas” mientras me despeinaba tiernamente.
Lo último que había sabido de ella, era que había asumido el mando de Amberly, después de que casi toda su familia había muerto durante la guerra. Lamentablemente, no pude estar en aquellos duros momentos. De seguro, se sintió sola y necesitó el hombro de alguien cercano, para desahogar toda aquella pena… aunque claro, después de todos estos años, para ella seguramente, no soy más que un desconocido, un lindo recuerdo de la niñez, tal vez, y con suerte recordará mi rostro…
De pronto, unas trompetas sonaron a la distancia anunciando nuestra presencia y me devolvieron súbitamente a la realidad. En la lejanía la fortaleza de Amberly se alzaba imponente, mientras atrás del castillo, el sol se comenzaba a ocultar entre las inquietas aguas de la bahía de los naufragios, tornando naranjo el cielo crepuscular. Poco a poco aceleré el paso mientras una comitiva esperaba a cada lado del sendero haciendo un pasillo de unos 10 metros de largo, justo en frente del gran portón que daba acceso a la fortaleza.
Al final del pasillo formado por la comitiva de bienvenida, se encontraba el viejo maestro de armas de Amberly, Ser Duncan, el cual, con un movimiento de mano, silencio las trompetas y con una sonrisa en su rostro, hizo una reverencia – Bienvenido Amberly, Lord Bran. Lady Rogers, lo está esperando – dijo con su particular sonsonete e inmediatamente después, inclino su cuerpo y elegantemente me invito a pasar con su mano. Las puertas lentamente comenzaron a abrirse con un rechinar que aceleraba mi corazón. Impaciente descendí de mi caballo, sabía que detrás de esa puerta se encontraba ella, mi pequeña compañera de tantas e incansables aventuras oníricamente infantiles, mi oponente pre adolescente y mi confidente juvenil. Ya no podía esperar más, por años esperé el día en que volvería a verla y ahora por fin el momento había llegado. De un momento a otro, el rechinar de las grandes puertas se detuvo y con ellas mi respiración, por fin el portón se encontraba abierto de par en par y frente a mí, a sólo unos cuantos metros, estaba mi fiel compañera, al verla, quedé paralizado y un susurro nervioso se me escapó entre los labios – Se…Selyse – …
En total, éramos Diez los jinetes que cabalgábamos bajo los estandartes de la casa Morrigen, los cuales danzaban de forma suntuosa por los aires, tanto, que parecía que los cuervos de verdad volaban a nuestro lado y escoltaban vigilantes nuestro viaje. Delante de todos, iba yo, Bran Morrigen, el nuevo Lord de Nido de Cuervos y bajo mis hombros recaía la responsabilidad de levantar mi casa a sitiales nunca antes visto. Y si bien esta tarea sería complicada, producto de la poco afortunada gestión que había ejercido mi padre durante los últimos tres años, en la que aisló al Nido y cortó relaciones con gran parte de las casas nobles. Sin embargo, ahora dependía de mí, recobrar todo lo perdido durante el último par de años. Así que debía ponerme manos a la obra y comenzar a crear de nuevo aquella red de influencias y confianzas que mi padre había roto y qué mejor que comenzar con uno de los vecinos más cercanos. La casa Rogers de Amberly.
La verdad, hace mucho que no caminaba por éstas tierras, más de tres de años. La sensación era rara, una nostalgia invadía mi interior, con muchos recuerdos que emanaban uno tras otro, la inocente infancia, que había quedado atrás hace mucho, parecía volver con vivos colores a mi mente. Historias, anécdotas, sabores y olores de antaño, me parecían tan reales, como la realidad misma. Cada paso que daba mi caballo, me hacía entrar en un túnel de alucinaciones, el corazón se me encogía y el estómago se me apretaba por alguna extraña razón.
¿Cuántas veces habré recorrido estas tierras? ¿Cuántas veces escalé estos árboles? Que antaño parecían tan grandes e imponentes, que según yo, sólo un gigante podría llegar a la copa, excusándome así de las veces que fracasé en el intento. Sin embargo ahora los veo y no son tan grandes como solían ser ¿Cuántas veces, jugué a ser un caballero de renombre, asesino de dragones, gigantes y protector de doncellas y desvalidos? Sin duda, muchas veces y siempre acompañado de ella, mi fiel amiga, que aunque débil y frágil, tenía una fuerza de voluntad inquebrantable; testaruda como pocas, cuando se trataba de seguir mis pasos en busca de nuevas aventuras y aunque yo le advirtiera los riesgos, ella seguía adelante. De ella aprendí, todo lo que se de arcos, pues pocas veces vi a alguien tan diestro en su uso, cada vez que la reté a un duelo de arquería, me ganó; aunque claro, yo me escudaba falsamente, diciéndole que los verdaderos guerreros matan mirando a los ojos y no escondidos a muchos metros de distancia, intentando opacar así su triunfo. Pero ella, tenía muy claro, que lo salido de mis labios no eran más que excusas y siempre me respondía con un “ajá, lo que tú digas” mientras me despeinaba tiernamente.
Lo último que había sabido de ella, era que había asumido el mando de Amberly, después de que casi toda su familia había muerto durante la guerra. Lamentablemente, no pude estar en aquellos duros momentos. De seguro, se sintió sola y necesitó el hombro de alguien cercano, para desahogar toda aquella pena… aunque claro, después de todos estos años, para ella seguramente, no soy más que un desconocido, un lindo recuerdo de la niñez, tal vez, y con suerte recordará mi rostro…
De pronto, unas trompetas sonaron a la distancia anunciando nuestra presencia y me devolvieron súbitamente a la realidad. En la lejanía la fortaleza de Amberly se alzaba imponente, mientras atrás del castillo, el sol se comenzaba a ocultar entre las inquietas aguas de la bahía de los naufragios, tornando naranjo el cielo crepuscular. Poco a poco aceleré el paso mientras una comitiva esperaba a cada lado del sendero haciendo un pasillo de unos 10 metros de largo, justo en frente del gran portón que daba acceso a la fortaleza.
Al final del pasillo formado por la comitiva de bienvenida, se encontraba el viejo maestro de armas de Amberly, Ser Duncan, el cual, con un movimiento de mano, silencio las trompetas y con una sonrisa en su rostro, hizo una reverencia – Bienvenido Amberly, Lord Bran. Lady Rogers, lo está esperando – dijo con su particular sonsonete e inmediatamente después, inclino su cuerpo y elegantemente me invito a pasar con su mano. Las puertas lentamente comenzaron a abrirse con un rechinar que aceleraba mi corazón. Impaciente descendí de mi caballo, sabía que detrás de esa puerta se encontraba ella, mi pequeña compañera de tantas e incansables aventuras oníricamente infantiles, mi oponente pre adolescente y mi confidente juvenil. Ya no podía esperar más, por años esperé el día en que volvería a verla y ahora por fin el momento había llegado. De un momento a otro, el rechinar de las grandes puertas se detuvo y con ellas mi respiración, por fin el portón se encontraba abierto de par en par y frente a mí, a sólo unos cuantos metros, estaba mi fiel compañera, al verla, quedé paralizado y un susurro nervioso se me escapó entre los labios – Se…Selyse – …
Última edición por Bran Morrigen el Lun Jul 01, 2013 1:35 am, editado 2 veces
Bran Morrigen- Casa vasalla
Re: El reencuentro [Bran y Selyse]
Las vidas van y vienen, nacimientos y perdidas de un ciclo interminable…algo que es completamente natural y prospero en aquel tiempo cargado de misterios e intrigas. Jamás podías bajar la guardia, jamás podrías suponer algo a menos que tengas la certeza de aquello… a menos que sepas, seguramente , que todo lo que te han informado es cierto; no obstante, jamás dejes de dudar en todas las posibilidades existentes en este mundo. Porque es algo que debía saber, era algo que su madre siempre remarco en su educación como una Lady. Ella a pesar de ser la compañera de quien fuera a ser su prometido, debía no solo otorgarle fuertes herederos, también debía ser un apoyo ante los futuros tiempos difíciles; ella debía ser precavida.
Inhalo con profundidad, pero ella jamás llegaría a ser la amante de nadie. Lo había decidido tras la muerte de su madre, cuando tuvo que asumir el control de Amberly ante la ausencia de los herederos primarios que eran sus hermanos. Ella había dado por sentado que jamás tendría que pasar por aquel peso sobre sus hombros. Pero se equivoco, ella había pensado mal y ahora tenía que acudir constantemente a sus obligaciones como cabecilla de la casa Rogers.
Dejo escapar un suspiro de sus labios, sentía la fría brisa acariciar su pálido rostro, mientras eran sus cabellos rubios que danzaban en aquel roce de libertad al caer por su espalda. Un rostro sumergido en el reflexionar de sus propios pensamientos, aquellos ojos distantes se mantenían fijos en el paisaje que se alzaba libre ante ella. Se sentía nerviosa, su izquierda aún sostenía aquella carta que Lord Morrigen le había enviado el día anterior, confirmando su visita a las tierras de Amberly. Era como si con la llegada de dicha carta, despertara uno a uno los recuerdos de aquella infancia que parecía tan lejana en comparación a su presente, como si aquel anhelo por verle resurgiera el dolor en su pecho. ¿Cómo olvidar a aquel joven de sus recuerdos? ¿Cómo olvidar su mano tendida para ella? Cuando ante la lejanía de su hogar, era su cuerpo el que negaba a seguir adelante por mucho que su voluntad así lo demostrara.
Pasos tras su figura, un nombre pronunciado y ella saliendo del letargo de aquellas imágenes que aprisionaban su corazón. Giro su cuerpo para ver la doncella que preocupada posaba sus ojos en su figura, bajo la vista a su atuendo. Aquel vestido platinado se ceñía a su cuerpo de forma delicada, no resaltaba su figura femenina de forma desesperada, odiaba aquella forma de llamar la atención. Ella no deseaba hacerlo, no porque no ansiara que la reconociera por lo que era…una mujer viendo como los años pasaban y ella mayor se colocaba. Sino porque encontraba que era su esencia aquella delicadeza, aquella forma de ser retraída consigo misma. Una cálida sonrisa afloro en sus labios , cuando su doncella terminaba de acomodar sus cabellos de tal forma que permaneciera su rostro libre de estos, terminando cayendo libremente aquellas ondas por su espalda. Sujeto aquella túnica oscura que ajusto sobre sus hombros, y cubría su delicada figura de las temperaturas de aquella primavera.
Se sentía nerviosa, sabía que debería esperarle en el interior del castillo…pero no podía, es por eso que pidiendo su caballo ensillado, monto sobre este y se acerco a la entrada de la fortaleza de Amberly. El sentir que el tiempo se acortaba hacia latir su corazón con fuerza, mordió su labio inferior nerviosa, mientras alzaba la vista a aquel cielo teñido del naranjo; cuando las trompetas clamaron su llegada. Su corazón se detuvo en aquel instante, se removió algo inquieta en la silla de montar y cuando las puertas se abrieron al fin… sus ojos lo buscaron con ansias.
Y sintió el rubor acudir a sus mejillas, una dulce sonrisa afloro de inmediato en sus labios teniendo aquellas ganas de bajarse de su caballo y correr a su encuentro. Pero se mantuvo en su lugar, inclino el rostro de forma delicada instando a aquel animal a acercarse hasta su posición. –Lord Morrigen, sois bienvenido a Amberly junto con quien os acompaña. –Dijo suavemente con el tono adecuado para hacerse escuchar sin la necesidad de alzar la voz. –Milord, tanto usted como vuestros acompañantes pueden haces uso de los establos, Ser Duncan los escoltara. Y luego si gustáis acompañarme en la cenar organizada por vuestra llegada. No os sintáis obligados a asistir… si necesitáis descansar informarle a alguna de mis doncellas- Sonrió cálidamente a los hombres de Lord Morrigen, en su interior no podía dejar de comparar la última imagen que tenia de él en sus recuerdos. A como estaba ahora…sus ojos eran los mismos, mas alto, ya no existía aquella mirada inocente, aquella sonrisa socarrona que influía superioridad. No, ahora él era mayor, todo en el demostraba la madurez de la experiencia y la enseñanza de los años al pasar.
-Espero que pueda seguirme el paso Milord .-dijo con cierto son de burla, esbozando una juguetona sonrisa, porque en su compañía se regreso a su morada. Bajo con ayuda de su caballo y observo como uno de sus hombres tomaba a ambos animales y los dirigía a los establos. Entonces trago saliva con dificultad, girando su cuerpo para contemplar al hombre que yacía a un lado suyo, aquel que tenia años sin ver…aquel… que la ponía nerviosa por completo.
Inhalo con profundidad, pero ella jamás llegaría a ser la amante de nadie. Lo había decidido tras la muerte de su madre, cuando tuvo que asumir el control de Amberly ante la ausencia de los herederos primarios que eran sus hermanos. Ella había dado por sentado que jamás tendría que pasar por aquel peso sobre sus hombros. Pero se equivoco, ella había pensado mal y ahora tenía que acudir constantemente a sus obligaciones como cabecilla de la casa Rogers.
Dejo escapar un suspiro de sus labios, sentía la fría brisa acariciar su pálido rostro, mientras eran sus cabellos rubios que danzaban en aquel roce de libertad al caer por su espalda. Un rostro sumergido en el reflexionar de sus propios pensamientos, aquellos ojos distantes se mantenían fijos en el paisaje que se alzaba libre ante ella. Se sentía nerviosa, su izquierda aún sostenía aquella carta que Lord Morrigen le había enviado el día anterior, confirmando su visita a las tierras de Amberly. Era como si con la llegada de dicha carta, despertara uno a uno los recuerdos de aquella infancia que parecía tan lejana en comparación a su presente, como si aquel anhelo por verle resurgiera el dolor en su pecho. ¿Cómo olvidar a aquel joven de sus recuerdos? ¿Cómo olvidar su mano tendida para ella? Cuando ante la lejanía de su hogar, era su cuerpo el que negaba a seguir adelante por mucho que su voluntad así lo demostrara.
Pasos tras su figura, un nombre pronunciado y ella saliendo del letargo de aquellas imágenes que aprisionaban su corazón. Giro su cuerpo para ver la doncella que preocupada posaba sus ojos en su figura, bajo la vista a su atuendo. Aquel vestido platinado se ceñía a su cuerpo de forma delicada, no resaltaba su figura femenina de forma desesperada, odiaba aquella forma de llamar la atención. Ella no deseaba hacerlo, no porque no ansiara que la reconociera por lo que era…una mujer viendo como los años pasaban y ella mayor se colocaba. Sino porque encontraba que era su esencia aquella delicadeza, aquella forma de ser retraída consigo misma. Una cálida sonrisa afloro en sus labios , cuando su doncella terminaba de acomodar sus cabellos de tal forma que permaneciera su rostro libre de estos, terminando cayendo libremente aquellas ondas por su espalda. Sujeto aquella túnica oscura que ajusto sobre sus hombros, y cubría su delicada figura de las temperaturas de aquella primavera.
Se sentía nerviosa, sabía que debería esperarle en el interior del castillo…pero no podía, es por eso que pidiendo su caballo ensillado, monto sobre este y se acerco a la entrada de la fortaleza de Amberly. El sentir que el tiempo se acortaba hacia latir su corazón con fuerza, mordió su labio inferior nerviosa, mientras alzaba la vista a aquel cielo teñido del naranjo; cuando las trompetas clamaron su llegada. Su corazón se detuvo en aquel instante, se removió algo inquieta en la silla de montar y cuando las puertas se abrieron al fin… sus ojos lo buscaron con ansias.
Y sintió el rubor acudir a sus mejillas, una dulce sonrisa afloro de inmediato en sus labios teniendo aquellas ganas de bajarse de su caballo y correr a su encuentro. Pero se mantuvo en su lugar, inclino el rostro de forma delicada instando a aquel animal a acercarse hasta su posición. –Lord Morrigen, sois bienvenido a Amberly junto con quien os acompaña. –Dijo suavemente con el tono adecuado para hacerse escuchar sin la necesidad de alzar la voz. –Milord, tanto usted como vuestros acompañantes pueden haces uso de los establos, Ser Duncan los escoltara. Y luego si gustáis acompañarme en la cenar organizada por vuestra llegada. No os sintáis obligados a asistir… si necesitáis descansar informarle a alguna de mis doncellas- Sonrió cálidamente a los hombres de Lord Morrigen, en su interior no podía dejar de comparar la última imagen que tenia de él en sus recuerdos. A como estaba ahora…sus ojos eran los mismos, mas alto, ya no existía aquella mirada inocente, aquella sonrisa socarrona que influía superioridad. No, ahora él era mayor, todo en el demostraba la madurez de la experiencia y la enseñanza de los años al pasar.
-Espero que pueda seguirme el paso Milord .-dijo con cierto son de burla, esbozando una juguetona sonrisa, porque en su compañía se regreso a su morada. Bajo con ayuda de su caballo y observo como uno de sus hombres tomaba a ambos animales y los dirigía a los establos. Entonces trago saliva con dificultad, girando su cuerpo para contemplar al hombre que yacía a un lado suyo, aquel que tenia años sin ver…aquel… que la ponía nerviosa por completo.
Selyse Rogers- Casa vasalla
Re: El reencuentro [Bran y Selyse]
De pronto, todo a mí alrededor pareció desaparecer, en mis percepciones, sólo existía ella, montada elegante, altiva y orgullosa. Por fuera, poco quedaba de aquella blanca chiquilla, de piernas delgadas y enclenques, ahora en cambio, era toda una mujer, la más bella que mis ojos habían visto. Pero, aunque su carcasa hubiera cambiado, en su interior, seguía siendo la misma de antes, su forma de mirar la delataba; aquellos ojos, puros, sinceros y cristalinos, eran los mismos de antaño.
De repente, su voz, dando la bienvenida protocolar, me devolvió la conciencia – Es muy amable, mi lady, por recibirnos de manera tan grata, en vuestras hermosas y entrañables tierras – dije, con voz grave, mientras una sonrisa se esbozaba en mi rostro. De reojo, observé como el viejo Duncan, se me acercaba, inmediatamente después que Lady Rogers, dijera que el viejo y su gente, llevarían los caballos a las caballerizas. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, le alcancé las riendas de mi caballo y luego de hacer una reverencia, continuó con su trabajo, llevando a los animales a los establos, donde tendrían su merecido descanso, luego del agotador viaje.
– Le aseguro, Milady, que estamos más hambrientos que cansados y gustosos acudiremos al banquete que ha organizado. Además, ninguno de mis hombres osaría hacerle un desaire así – le respondí, al tiempo que la miraba, aún sorprendido por la inconmensurable belleza que ostentaba Selyse.
Una amplia sonrisa se dibujó en mi rostro, al oír el reto que ella me planteaba; sonaba como yo lo hacía antaño, cuando la envalentonaba para que siguiera mis pasos. Con un suave trote, la alcancé, me posicione a su lado y comencé a caminar junto a ella– me subestima, milady ¿acaso no recuerda quién soy? Soy Ser Bran, asesino dragones, gigantes, domador de lobos huargos y protector de doncellas e inocentes – le repliqué al oído, con un tono jocoso, rememorando los nostálgicos juegos infantiles, en los que creábamos un mundo fantástico a partir de tan poco, dónde un viejo sauce era el temible gigante come hombres, sus lacias ramas hacían de enmarañado cabello, mientras los troncos más gruesos eran sus brazos; Billen, el enorme y viejo Perro de Sely, hacía de un feroz Lobo Huargo… recuerdo la enorme tristeza que nos produjo, el día en que no levantó sus orejas al oír nuestros pasos y cerró por siempre sus melancólicos ojos, para correr libre por los parajes de la ensoñació; nuestras armas, eran improvisados palos que encontrábamos en el camino, sin embargo para nosotros, eran legendarias armas, forjadas del más valioso y puro acero valyrio.
Una suave brisa marina, revoloteó por el lugar, con velos de nostalgia, levantó las secas hojas del suelo e hizo mariposear los rubios cabellos de Selyse, trayéndome consigo el dulce perfume de ella. Me quedé callado un par de segundos, embelesado por aquel aroma que me era tan familiar, tan cálido, tan cercano, tan ameno – hueles a esencia de manzana… como cuando éramos niños – le dije, con una sonrisa tímida en mi rostro, mientras inhalaba profundo el dulce aroma.
Quería decirle tantas cosas, contarle como había sido mi vida durante los últimos 3 años, preguntarle como estaba, qué sentía, sin embargo mis palabras se atragantaban nerviosamente en mi garganta y resignado caminaba a su lado. Mientras, atrás de nosotros, se escuchaba el rechinar de las armaduras acompañados de sonoros y rítmicos pasos, quizás eran cerca de 20 personas las que nos escoltaban, sin embargo para mí, en ese lugar estábamos sólo ella y yo. Como pude y armándome de valor, tomé su suave mano para detenerla - Supe lo de tú familia, no sabes cuánto me dolió no poder estar a tú lado en aquellos duros momentos… sé que fui un ingrato, malagradecido y merezco cualquier resquemor que tengas contra mí, lo aceptaré resignado, si así redimo mi ausencia en las acongojantes situaciones que te ha tocado vivir – mis palabras, salieron llenas de vergüenza y dolor por haberle fallado en aquellos momentos tan dolorosos, mi situación no era la mejor en Nido De Cuervos, pero en mi interior sabía que siempre, pude haber hecho algo más, un esfuerzo extra, un sacrificio si era necesario, sin embargo, no lo hice… y dejé sola en su sufrimiento a mi más cercana y querida amiga.
Mis ojos, en un principio, llenos de vergüenza y dolor, rehuyeron su mirada una vez que terminé de hablar. Lentamente solté su mano, en un aura de franca tristeza, aquel instante, aquellos segundos de silencio, se hicieron eternos y gélidos, tanto que incluso estremecían el frío carácter de Bran, el que confuso se preguntaba las razones y el porqué de su comportamiento. En otra ocasión, con otra persona, simplemente hubiera dado unas condolencias, hubiera alagado de sobremanera a los que partieron y hubiera dicho, quizás, las mismas las palabras y aparentado el mismo dolor… sin embargo, ahora diferente, su dolor era sincero y real, más de lo que a él le hubiera gustado. Se sentía débil y vulnerable ante ella.
De repente, su voz, dando la bienvenida protocolar, me devolvió la conciencia – Es muy amable, mi lady, por recibirnos de manera tan grata, en vuestras hermosas y entrañables tierras – dije, con voz grave, mientras una sonrisa se esbozaba en mi rostro. De reojo, observé como el viejo Duncan, se me acercaba, inmediatamente después que Lady Rogers, dijera que el viejo y su gente, llevarían los caballos a las caballerizas. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, le alcancé las riendas de mi caballo y luego de hacer una reverencia, continuó con su trabajo, llevando a los animales a los establos, donde tendrían su merecido descanso, luego del agotador viaje.
– Le aseguro, Milady, que estamos más hambrientos que cansados y gustosos acudiremos al banquete que ha organizado. Además, ninguno de mis hombres osaría hacerle un desaire así – le respondí, al tiempo que la miraba, aún sorprendido por la inconmensurable belleza que ostentaba Selyse.
Una amplia sonrisa se dibujó en mi rostro, al oír el reto que ella me planteaba; sonaba como yo lo hacía antaño, cuando la envalentonaba para que siguiera mis pasos. Con un suave trote, la alcancé, me posicione a su lado y comencé a caminar junto a ella– me subestima, milady ¿acaso no recuerda quién soy? Soy Ser Bran, asesino dragones, gigantes, domador de lobos huargos y protector de doncellas e inocentes – le repliqué al oído, con un tono jocoso, rememorando los nostálgicos juegos infantiles, en los que creábamos un mundo fantástico a partir de tan poco, dónde un viejo sauce era el temible gigante come hombres, sus lacias ramas hacían de enmarañado cabello, mientras los troncos más gruesos eran sus brazos; Billen, el enorme y viejo Perro de Sely, hacía de un feroz Lobo Huargo… recuerdo la enorme tristeza que nos produjo, el día en que no levantó sus orejas al oír nuestros pasos y cerró por siempre sus melancólicos ojos, para correr libre por los parajes de la ensoñació; nuestras armas, eran improvisados palos que encontrábamos en el camino, sin embargo para nosotros, eran legendarias armas, forjadas del más valioso y puro acero valyrio.
Una suave brisa marina, revoloteó por el lugar, con velos de nostalgia, levantó las secas hojas del suelo e hizo mariposear los rubios cabellos de Selyse, trayéndome consigo el dulce perfume de ella. Me quedé callado un par de segundos, embelesado por aquel aroma que me era tan familiar, tan cálido, tan cercano, tan ameno – hueles a esencia de manzana… como cuando éramos niños – le dije, con una sonrisa tímida en mi rostro, mientras inhalaba profundo el dulce aroma.
Quería decirle tantas cosas, contarle como había sido mi vida durante los últimos 3 años, preguntarle como estaba, qué sentía, sin embargo mis palabras se atragantaban nerviosamente en mi garganta y resignado caminaba a su lado. Mientras, atrás de nosotros, se escuchaba el rechinar de las armaduras acompañados de sonoros y rítmicos pasos, quizás eran cerca de 20 personas las que nos escoltaban, sin embargo para mí, en ese lugar estábamos sólo ella y yo. Como pude y armándome de valor, tomé su suave mano para detenerla - Supe lo de tú familia, no sabes cuánto me dolió no poder estar a tú lado en aquellos duros momentos… sé que fui un ingrato, malagradecido y merezco cualquier resquemor que tengas contra mí, lo aceptaré resignado, si así redimo mi ausencia en las acongojantes situaciones que te ha tocado vivir – mis palabras, salieron llenas de vergüenza y dolor por haberle fallado en aquellos momentos tan dolorosos, mi situación no era la mejor en Nido De Cuervos, pero en mi interior sabía que siempre, pude haber hecho algo más, un esfuerzo extra, un sacrificio si era necesario, sin embargo, no lo hice… y dejé sola en su sufrimiento a mi más cercana y querida amiga.
Mis ojos, en un principio, llenos de vergüenza y dolor, rehuyeron su mirada una vez que terminé de hablar. Lentamente solté su mano, en un aura de franca tristeza, aquel instante, aquellos segundos de silencio, se hicieron eternos y gélidos, tanto que incluso estremecían el frío carácter de Bran, el que confuso se preguntaba las razones y el porqué de su comportamiento. En otra ocasión, con otra persona, simplemente hubiera dado unas condolencias, hubiera alagado de sobremanera a los que partieron y hubiera dicho, quizás, las mismas las palabras y aparentado el mismo dolor… sin embargo, ahora diferente, su dolor era sincero y real, más de lo que a él le hubiera gustado. Se sentía débil y vulnerable ante ella.
Bran Morrigen- Casa vasalla
Re: El reencuentro [Bran y Selyse]
El tiempo podía transcurrir de forma curiosa, los recuerdos eran todo lo que poseíamos sin la necesidad de que se vieran afectados en el transcurso de nuestras vidas. Claro, solo aquellos casos en los que dramáticamente nos vemos privados del acceso a ellos; pero ese no era el caso en estos momentos. Ahora las cosas iban completamente diferentes para aquella rubia, que a pesar de su “corta” edad, demostraba el carácter necesario para dirigir aquellas tierras. No importaba lo difícil que podían ponerse la situación, ella seguía intentando buscar una solución a todo lo que estuviera a sus manos, sin importar el peso o el cansancio que esto significara para ella.
Es por eso que Selyse, señora de Amberly, se había ganado el nombre de “lucero”. Porque su sola presencia, su amabilidad, aquella bondad reflejada en sus ojos era la luz que su gente podía ver en ella. Sus rubios cabellos, danzaban tras su espalda con cada brisa que los meciera, a pesar que se encontraba atrapada en los recuerdos del pasado, jamás pensó que verle de aquella forma, terminaría por despertar no solo la emoción de cuando eran jóvenes… sino que el dolor de aquella época “feliz” limitada a ser un mero recuerdo. Había evitado con todas sus fuerzas, que la vista de ambos se encontrara, no sabía que podría ver en aquellos ojos…no sabía si aún pudiera observar la verdad tras ellos, y es que a pesar de que anhelaba de todo corazón volver a tenerle cerca… ahora temía que aquello fuese a quebrar una parte de ella, una sola pieza que aún se mantenía como sobreviviente después de la tormenta que giro su vida.
Se estremeció, aquella proximidad de Bran la tomo desprevenida. No obstante, no pudo evitar sonreír con cariño cuando aquellas palabras la remontaron tiempo atrás. Recordaba la sonrisa confiada de aquel pálido niño, sus ojos cristalinos que la hacían perderse en su color, siempre divagando en cómo se oscurecían cuando algo le molestaba. No es que se tornaran oscuros como tal, pero existía algo en ellos que despertaba su curiosidad, sobre todo cuando se mostraba distante con ella, cuando se encontraban y ella era perfectamente capaz de saber a través de estos, que existía algo que le perturbaba. Algo que intentaba ocultar, pero de una u otra forma siempre terminaban bajo algún manzano, siempre ella de tono suave le preguntaba, abordando el tema o dejaba que el mismo dijera lo que gustara decir, porque a pesar de todo Selyse siempre respeto a Bran y confiaba plenamente en que lo mejor era distraer su mente, a que agobiarlo recordando lo que quisiera evitar. Es por eso que lo seguía… es por eso que siempre sintió un cariño especial por él, porque a pesar de todo… de una u otra forma, habían conectado, como compañeros de aventura, como rivales, como amigos.
Selyse, estaba tan absorta en sus propios pensamientos, que las suaves palabras de Bran le sonaron lejanas. Parpadeo un par de veces y se obligo a si misma a intentar recordar lo que había dicho, entonces el rubor se apodero de sus mejillas sin atreverse a observarlo. –M-me gustan las manzanas… -se apresuro a decir algo nerviosa.- Supongo que tanto comerlas, como estar entre los manzanos… pudiera generar que mantuviera su esencia como propia… me sorprende Milord, ¿Aún recuerda esos detalles de nuestra niñez? –No era que fuera hace mucho tiempo que no se veían, solo fueron 3 años… solo 3 en comparación a los que pasaron juntos, pero una parte de ella creyó firmemente que en ese tiempo el ya la habría olvidado, que tras todo lo ocurrido en su vida una parte de él se hubiera perdido por completo, junto con el recuerdo de su propia existencia.
Entonces todo a su alrededor pareció detenerse por completo, aquel contacto cálido contra la frialdad de sus manos la hizo abrir los ojos con sorpresa. Por mera reacción giro el rostro para observar al causor de aquel gesto hacia su persona, su corazón se detuvo unos momentos para luego comenzar a latir de prisa contra su pecho. Al principio, no comprendió porque le decía todo eso…luego poco a poco las imágenes de aquello comenzaron a invadirla, sentía un dolor en su pecho, sentía las nauseas al recordar la sangre manchando todo el cuarto de su madre… el sentimiento de soledad que la embargo al darse cuenta que su hogar, se sentía demasiado vacío sin la presencia de sus seres amados. Y recordó perfectamente que ella al saber de la muerte de su padre, le envió un cuervo expresando todo el abatimiento que le causaba saber del sufrimiento que pudiera estar pasando, que le enviaba fuerzas… y respiro hondamente.
-No lo hagas… no hagas nada de lo que acabas de decir…-dijo intentando contener el temblor de su labio inferior, bajo la vista al ver como su visión comenzaba a nublarse. Y es que sus ojos comenzaban a anegarse en lagrimas, y no lo quería…no quería que después de todo eso la siguiera viendo como la niña débil que era. - ¿P-por qué abría de replicaros, Milord? ¿Qué derecho tengo yo hacía vuestra persona? –Negó con suavidad.-Comprendo que existieron motivos mayores… que lamentaros por lo ocurrido en esta familia.-Intento sonreír, intento que con ese gesto se diera el tema por terminado, pero solo una débil sonrisa pudo reflejar en sus labios. Entonces Suspiro resignada, ¿a quién engañaba? Ni ella se creería aquella patética forma de actuar. –Te extrañe…-susurro, con la mirada gacha.- Los extraño… no importaba cuantos cuervos llegaron con las condolencias, o cuantos se presentaron para … para despedir a mi madre…-Y guardo silencio cuando su voz se quebró, estremeciéndose.- No importo cuantos ofrecieran su apoyo a lo que me toco asumir como la ultima de los Rogers… egoístamente… egoístamente solo quería una cosa, solo pensaba en una cosa… y no era correcto, porque… porque como hubieras llegado… c-como… -Y las lagrimas comenzaron a caer por sus mejillas.- No abría podido soportar el sentimiento de soledad… y eso es ser egoísta… y no podía…no podía serlo contigo, es así como tu falta… fue lo correcto… a… a pesar que solo deseaba volver a sentirme segura…contigo…-
Y guardo silencio, cerro sus ojos intentando controlar el temblor de su propio cuerpo, se abrazo a sí misma. Aquello estaba mal, ¿por qué? ¿Por qué tenía que abordar ese tema justamente de camino al banquete? ¿Por qué frente a su gente? Pero al final la culpa no era de Lord Morrigen, no, la culpa era de ella y esa necesidad que tenia de hacerle saber que no deseaba que se sintiera mal, tampoco existía mayor motivo para ello. Pero quería estar en su cuarto, quería huir de allí tras haber dicho todo eso, no quería ver el desprecio en sus ojos, no deseaba que la odiara por lo egoísta que había sido o que era… -Milady.- Una voz femenina la hizo alzar la vista, una de sus doncellas la miraba con preocupación, acercándose algo cuidadosa a su lado. –El comedor esta listo para el ingreso de los caballeros, Milord.-dijo tras inclinar su rostro al observar a Lord Morrigen. Selyse por otro lado asintió, y dejo que su doncella guiara a los hombres al interior del que era su hogar, tenía ganas de sentarse para contener las nauseas que la embargaban, no obstante no se movió de su lugar, sus piernas se negaban a responderle…
Es por eso que Selyse, señora de Amberly, se había ganado el nombre de “lucero”. Porque su sola presencia, su amabilidad, aquella bondad reflejada en sus ojos era la luz que su gente podía ver en ella. Sus rubios cabellos, danzaban tras su espalda con cada brisa que los meciera, a pesar que se encontraba atrapada en los recuerdos del pasado, jamás pensó que verle de aquella forma, terminaría por despertar no solo la emoción de cuando eran jóvenes… sino que el dolor de aquella época “feliz” limitada a ser un mero recuerdo. Había evitado con todas sus fuerzas, que la vista de ambos se encontrara, no sabía que podría ver en aquellos ojos…no sabía si aún pudiera observar la verdad tras ellos, y es que a pesar de que anhelaba de todo corazón volver a tenerle cerca… ahora temía que aquello fuese a quebrar una parte de ella, una sola pieza que aún se mantenía como sobreviviente después de la tormenta que giro su vida.
Se estremeció, aquella proximidad de Bran la tomo desprevenida. No obstante, no pudo evitar sonreír con cariño cuando aquellas palabras la remontaron tiempo atrás. Recordaba la sonrisa confiada de aquel pálido niño, sus ojos cristalinos que la hacían perderse en su color, siempre divagando en cómo se oscurecían cuando algo le molestaba. No es que se tornaran oscuros como tal, pero existía algo en ellos que despertaba su curiosidad, sobre todo cuando se mostraba distante con ella, cuando se encontraban y ella era perfectamente capaz de saber a través de estos, que existía algo que le perturbaba. Algo que intentaba ocultar, pero de una u otra forma siempre terminaban bajo algún manzano, siempre ella de tono suave le preguntaba, abordando el tema o dejaba que el mismo dijera lo que gustara decir, porque a pesar de todo Selyse siempre respeto a Bran y confiaba plenamente en que lo mejor era distraer su mente, a que agobiarlo recordando lo que quisiera evitar. Es por eso que lo seguía… es por eso que siempre sintió un cariño especial por él, porque a pesar de todo… de una u otra forma, habían conectado, como compañeros de aventura, como rivales, como amigos.
Selyse, estaba tan absorta en sus propios pensamientos, que las suaves palabras de Bran le sonaron lejanas. Parpadeo un par de veces y se obligo a si misma a intentar recordar lo que había dicho, entonces el rubor se apodero de sus mejillas sin atreverse a observarlo. –M-me gustan las manzanas… -se apresuro a decir algo nerviosa.- Supongo que tanto comerlas, como estar entre los manzanos… pudiera generar que mantuviera su esencia como propia… me sorprende Milord, ¿Aún recuerda esos detalles de nuestra niñez? –No era que fuera hace mucho tiempo que no se veían, solo fueron 3 años… solo 3 en comparación a los que pasaron juntos, pero una parte de ella creyó firmemente que en ese tiempo el ya la habría olvidado, que tras todo lo ocurrido en su vida una parte de él se hubiera perdido por completo, junto con el recuerdo de su propia existencia.
Entonces todo a su alrededor pareció detenerse por completo, aquel contacto cálido contra la frialdad de sus manos la hizo abrir los ojos con sorpresa. Por mera reacción giro el rostro para observar al causor de aquel gesto hacia su persona, su corazón se detuvo unos momentos para luego comenzar a latir de prisa contra su pecho. Al principio, no comprendió porque le decía todo eso…luego poco a poco las imágenes de aquello comenzaron a invadirla, sentía un dolor en su pecho, sentía las nauseas al recordar la sangre manchando todo el cuarto de su madre… el sentimiento de soledad que la embargo al darse cuenta que su hogar, se sentía demasiado vacío sin la presencia de sus seres amados. Y recordó perfectamente que ella al saber de la muerte de su padre, le envió un cuervo expresando todo el abatimiento que le causaba saber del sufrimiento que pudiera estar pasando, que le enviaba fuerzas… y respiro hondamente.
-No lo hagas… no hagas nada de lo que acabas de decir…-dijo intentando contener el temblor de su labio inferior, bajo la vista al ver como su visión comenzaba a nublarse. Y es que sus ojos comenzaban a anegarse en lagrimas, y no lo quería…no quería que después de todo eso la siguiera viendo como la niña débil que era. - ¿P-por qué abría de replicaros, Milord? ¿Qué derecho tengo yo hacía vuestra persona? –Negó con suavidad.-Comprendo que existieron motivos mayores… que lamentaros por lo ocurrido en esta familia.-Intento sonreír, intento que con ese gesto se diera el tema por terminado, pero solo una débil sonrisa pudo reflejar en sus labios. Entonces Suspiro resignada, ¿a quién engañaba? Ni ella se creería aquella patética forma de actuar. –Te extrañe…-susurro, con la mirada gacha.- Los extraño… no importaba cuantos cuervos llegaron con las condolencias, o cuantos se presentaron para … para despedir a mi madre…-Y guardo silencio cuando su voz se quebró, estremeciéndose.- No importo cuantos ofrecieran su apoyo a lo que me toco asumir como la ultima de los Rogers… egoístamente… egoístamente solo quería una cosa, solo pensaba en una cosa… y no era correcto, porque… porque como hubieras llegado… c-como… -Y las lagrimas comenzaron a caer por sus mejillas.- No abría podido soportar el sentimiento de soledad… y eso es ser egoísta… y no podía…no podía serlo contigo, es así como tu falta… fue lo correcto… a… a pesar que solo deseaba volver a sentirme segura…contigo…-
Y guardo silencio, cerro sus ojos intentando controlar el temblor de su propio cuerpo, se abrazo a sí misma. Aquello estaba mal, ¿por qué? ¿Por qué tenía que abordar ese tema justamente de camino al banquete? ¿Por qué frente a su gente? Pero al final la culpa no era de Lord Morrigen, no, la culpa era de ella y esa necesidad que tenia de hacerle saber que no deseaba que se sintiera mal, tampoco existía mayor motivo para ello. Pero quería estar en su cuarto, quería huir de allí tras haber dicho todo eso, no quería ver el desprecio en sus ojos, no deseaba que la odiara por lo egoísta que había sido o que era… -Milady.- Una voz femenina la hizo alzar la vista, una de sus doncellas la miraba con preocupación, acercándose algo cuidadosa a su lado. –El comedor esta listo para el ingreso de los caballeros, Milord.-dijo tras inclinar su rostro al observar a Lord Morrigen. Selyse por otro lado asintió, y dejo que su doncella guiara a los hombres al interior del que era su hogar, tenía ganas de sentarse para contener las nauseas que la embargaban, no obstante no se movió de su lugar, sus piernas se negaban a responderle…
Selyse Rogers- Casa vasalla
Re: El reencuentro [Bran y Selyse]
La brisa crepuscular, cada vez era más fría, llenando el lugar con una atmosfera de cruda soledad. Sin embargo, ojalá el gélido sentimiento que recorrió mi cuerpo, hubiese sido provocado por aquella helada tarde y si bien, el ambiente no hacía más que darle un tinte más melodramático a la situación, no era por eso que abrigaba aquella extraña sensación en mí interior; sentí, como si el alma se me hubiera partido de un espadazo seco, al ver sus ojos inundados en lágrimas, su voz, cortada por la pena, desgarraba mi fría razón y devolvía al hombre, el sentimiento que voluntariamente aletargaba en mi interior.
Sus palabras, cargadas de dolor, de pena, de añoranza y extraña culpa, no hacían más que avivar las ganas en mí, de abrazarla, de contenerla, decirle que todo estaría bien, de jurarle por los antiguos dioses, que no permitiría jamás, que ella sufriera la perdida de alguien más. Sin embargo, sabía que le estaría mintiendo de una forma tan descarda; conociendo, que la maquinaria implacable de este mundo, avanza inclemente, imperturbable, pasando por sobre todos, aplastando vidas, truncando sueños y por más que quisiera mantenerla alejada de todo sufrimiento, me era imposible lograrlo, aunque en ello, dejara mí vida.
No podía, si quiera observarla a los ojos, sin desviar mi mirada, intentando ocultarla y perderla en alguna sombra de los numerosos manzanos que adornaban el patio de Amberly. De pronto, una lágrima rodó por su mejilla, instintivamente me acerqué a Selyse, dispuesto a secar aquellas gotas de dolor, con mi pulgar… cuando de repente una voz interrumpió el movimiento de mi mano a mitad de camino, sin siquiera llegar a tocar su mejilla “milady” dijo, una menuda sirvienta; nervioso, oculté mi mano entre mi capa y me volteé a ver a la recién llegada, la cual, informaba que todo estaba listo en el comedor. Miré a mis hombres y con apenas, un movimiento de cabeza, les ordené que pasaran.
Al cabo de unos cuantos segundos, el sonar de armaduras y espadas, se perdió adentro, en la inmensidad del ancestral castillo de los Rogers. Solo quedamos ella y yo, de frente, acompañados del sonido silbante, que producía el viento al pasar entre las hojas de los árboles. Di un paso tímido hacia mi querida amiga – ¿por qué te sientes egoísta? No lo entiendo y quisiera comprenderlo, para ver si así, puedo hacer algo para aliviar su pesar – le dije, mientras mi mirada se perdía en sus cristalinos orbes azules, instintivamente, alcé mi mano y sequé sus lágrimas con mi pulgar. La proximidad de su cuerpo, el rose de su suave piel, desencadenaron en mí una serie de sensaciones… sentía, como si el corazón quisiera salir de mi pecho, un extraño e invisible hilo, anudo mi garganta y mi respiración, se volvía levemente agitada. Me encontraba paralizado frente a ella, frente su belleza, frente a su cálida y luminosa presencia, que brillaba tan fuerte, incluso en las tinieblas de su pena…
Bran Morrigen- Casa vasalla
Re: El reencuentro [Bran y Selyse]
Un corazón temeroso dejaba rápidos latidos en su pecho, una opresión que le impedía respirar era uno de los tantos síntomas que la agobiaban. Sentía como si todo aquel presente fuera apartado de ambos, como si un manto los envolviera aislándolos de todo cuanto pudiera ocurrir, como si nada mas importase que aquellas orbes claras fijas en ella. Sus ojos, aquellos que mantenían sus muros bajos como en antaño… un cálido toque en su piel, recordando el respirar y sintiendo su garganta seca producto de aquel sentimiento que la hacía temblar.
-Bran…-logro articular, alzando su mano para en un acto fuera de sus propios protocolos, apoyarla sobre la contraria, presionándola sobre su mejilla y ladeando el rostro hacia aquel calor que le brindaba. Entonces Selyse cerró sus ojos, suspiro y no dijo nada más. Dejando que aquel sentimiento sobrecogedor la envolviera, dejando que la quietud de su ambiente fuera la fuerza que necesitaba para poder volver a sentir sus piernas, para volver a dar un paso vacilante hacia él, aun cuando aún no se atreviera abrir los ojos, aún cuando una voz le gritara que aquello era un acto falta de respeto hacia Lord Morrigen, pero en aquel momento…en aquel instante… él no lo rea, Lord Morrigen, él… era Bran Morrigen, él era por el cual su corazón latía con fuerza, por el cual sus pensamientos se perdían en la oscuridad de las noches sumergidas en su propia soledad.
Entonces ladeo el rostro y dejo un tímido beso en su palma, esbozo una pequeña sonrisa al observarle con las mejillas sonrojadas; ¿qué estaba haciendo? Quizás… dejando que la fuerza de su corazón le impulsara, quizás acercándose a un abismo sin retorno…pero después de tanto, después de aquellos años, ¿qué le aseguraba que en esos tiempos de guerra y muerte volviera a verle? ¿Qué los Dioses no desearan llevárselo, dejándola con su corazón roto y aquel sentimiento que jamás pudo decirle?.- Soy…y me sigo sintiendo así… porque quería que estuvieras conmigo, que te quedaras conmigo… sin detenerme a pensar en tus propias obligaciones, intenciones…sentimientos… yo… solo te quería aquí, para mi… .-no podía verlo tras eso, no podía sentirse bien al que supiera lo oscuro que podía ser su corazón. -¿No lo comprende Milord? Una doncella como yo no puede interponerse entre sus obligaciones, no puede ser causante que falte a su propio honor como es dirigir Nido de cuervos.-Dijo en un susurro, soltando el aire lentamente.
Entonces bajo su mano, retiro la contraria de su propia mejilla y… la soltó, sintió el dolor en su pecho, sintió como toda fuerza comenzaba a dejarla y sentía el peso de su soledad. Y es aquel peso el que la impulso a separarse de Bran, el que la hizo pasar por su lado y caminar hacia los manzanos que adornaban sus jardines. Aquellos que le traían dulces recuerdos de una infancia que parecía ya muy lejana, aquellos arboles que adoraba contemplar bajo el resguardo de su sombra, aquella fruta que muchas veces se divertía comiéndola…que se la arrojo en una que otra ocasión, y que juntos compartieron tras sus aventuras, tras sus pagos en pequeñas competencias tribales de niños.
Respiro con profundidad, extrañamente se sentía vacía por dentro, extrañamente se sentía protegida al estar entre ellos, esbozando una pequeña sonrisa acaricio la frialdad de la madera con su izquierda. Alzando su diestra, la estiro para alcanzar una fruta que había llamado su atención, sujetándola entre sus dedos jalo de esta… y observo su color. –Es… extraño, no es el momento… después de tanto , yo aquí diciendo estas cosas, ¿Sera porque temo no poder decirlas? –quizás era porque no deseaba pensar que hubiera sucedido si las hubiera pronunciado antes, si realmente existía la posibilidad que aquel varón pudiera fijarse en ella, en la joven que compartió su infancia.
Y aunque no lo estuviera observando, sabía que estaba allí con ella, sabía que estaba cerca suyo y solamente quería volver a sentir su calor.- Lo lamento… yo…esto debe resultar …incomodo.-se atraganto las palabras que amenazaban en salir de sus labios.- ¿Quiere regresar al banquete, Milord?.-Dijo tras inhalar con profundidad, girando su cuerpo y fijando sus ojos en su figura.
Selyse Rogers- Casa vasalla
Re: El reencuentro [Bran y Selyse]
El cálido naranjo del cielo, poco a poco, le iba dando paso al morado nocturno de la noche y por cada segundo que pasaba la fría brisa costera, iba tornando más y más helado el ambiente… sin embargo, mis cinco sentidos no hacían más que estar orientados hacia ella, el cálido roce de mi mano en su rostro, me invitaba a olvidar lo gélido del ambiente; su mano, cubrió la mía y sentí como si una suave seda la envolviera. Sin embargo, toda sensación que hasta ahí hubiera sentido, no se comparó con lo que desencadenaron sus labios al posarse sobre la áspera piel de mi mano; fue como si el corazón se me detuviera de pronto y volviera a latir con la fuerza de una tormenta, mi sangre se alborotó cual bandada de cuervos e invadió mí rostro, cambiando el usual pálido de mi cara, por el cándido color rojo del nerviosismo.
Escuché atentamente cada una de sus palabras, las cuales se albergaban en lo más profundo de mi ser. En esos precisos momentos, ya no recordaba nada, ni mis responsabilidades, ni mis obligaciones, ni los protocolares respetos que debía mantener; ante mí, sólo existía ella y la profunda alegría que me provocaban lo dicho por sus labios… intenté decir algo, pero los vocablos se atoraron en mi garganta y sólo atiné a seguirla con la vista.
Sus dulces palabras, revoloteaban en mi mente… ¿me quería? ¿Acaso eso me estaba diciendo? ¿Tal vez, sus palabras son las de una amiga hacia un querido añorado amigo?... Muchas dudas se plantaron en mi cabeza, mis típicas inseguridades que afloraban ante ella, intentaban rebatir lo que era lógico. Con ahínco, intenté sacar los fantasmas que me apremiaban y llenarme de fuerza… Sí, me quiere, como yo a ella; me quiere como hombre, como compañero, como amigo; después de todo, el tiempo no desbarató lo que sentíamos, la distancia no corto nuestros lazos y el olvido no añejó los recuerdos; de alguna manera, siempre lo supe, muy en el fondo, tenía la certeza que ella me correspondía, que era mía, como yo era suyo, desde el día que cruzamos nuestras miradas, aquel lejano otoño de nuestra infancia.
De sus palabras, saqué la fuerza que necesité por tantos años y silenciosamente, seguí sus pasos, hacia la sombra de los manzanos, que ocultaría y albergaría en secreto lo que por años soñé. Me detuve a unos pocos centímetros de ella, silente, sin incurrir en sonido alguno. Observé, como sus delicadas manos escogían la más hermosa de las manzanas y la arrancaban de su cuna natural. Mi corazón latía con fuerza, nervioso, pero decidido y aunque las palabras de Selyse, poco a poco, se llenaron de un sonsonete oscuro, triste y lleno de temores, estaba decidido a no guardar más, lo que sentía.
Con la sutileza característica que a ella siempre la acompaña, se dio vuelta y clave mis ojos en los suyos, intentando sumergirme en aquellos orbes azules; tan bellos, como el mar de zafiros que rodea la isla de Tarth. Sin decir nada, la tomé por la cintura y la apegué a mi cuerpo, al mismo tiempo que de forma impertinente le robé un beso… sin duda, cualquier realidad creada en la ensoñación de mis pensamientos, no le llegaban ni a los talones a este momento, a lo que ahora sentía, al rozar la calidez de sus suaves labios, al abrigar la calor su respiración, al percibir el fuego de su cuerpo pegado al mío… éramos uno, unidos por aquel beso impetuoso y noble, que por años le di con la mirada, el pensamiento y la memoria, de forma íntima, silenciosa. Pero, al fin, estábamos conectados, en aquel beso mudo, prohibido, sincero y calcinante en locura que me arrebataba los sentidos y me dejaba perdido y rendido ante ella…
Bran Morrigen- Casa vasalla
Re: El reencuentro [Bran y Selyse]
Su corazón latiendo con fuerza contra su pecho, sus ojos sorprendidos se alzaron para ver la expresión en su rostro. Pero en aquel instante, en aquel momento… todo comenzó a tornarse confuso, la línea de tiempo giraba en torno a ellos y por unos breves segundos pudo verse a ella misma corriendo a su encuentro, a ella sentada bajo la sombra de un árbol escuchando sus historias… aquellas que claro no había vivido, pero tan seguro de si estaba al contárselas…que ella podía ver su figura enfrentándose a bandidos, luchando con dragones, encarar los duros inviernos del norte. Selyse sabía que de todas esas cosas que él le narraba, sabía en el fondo que lo hacía para que ella las viviera a través de su propia imaginación; una forma de estar juntos en aquel deseo puro e infantil.
Pero ahora las cosas eran distintas, su realidad era que ambos habían crecido, ambos habían cambiado y a pesar de los años, ella no había cambiado su cariño por él. No obstante podía decir que las veces que se imagino diciendo aquellas palabras, el escenario sería diferente, el tiempo quizás no era el mismo…pero si el contexto en que se encontrarían.
Lo único que sus ojos lograron captar fue la proximidad del cuerpo contrario, como sus manos se aferraron entorno hacia su cintura y lo apegaban contra él. Rápidamente el rubor se apodero de sus mejillas, desconcertada, retrocedió como acto reflejo , pero Bran la sostenía con firmeza. La había besado… ¡la estaba besando! De repente todo comenzó a darle vueltas, se sintió desconectada de aquella realidad, estaba asustada. Todo su cuerpo se tenso ante el desconcierto de aquella situación, pero no era un beso forzado, no era brusco con ella… y Selyse entreabrió sus propios labios para recibir la calidez del contrario.
Su cabeza daba vueltas, sus brazos lentamente recordaron antes que su consiente; que era mejor permanecer alrededor de su cuello. O eso fue lo que intento hacer, porque terminaron apoyados en el pecho de aquel varón, cerrando sus ojos. Torpemente , aquella joven que se mantenía pura como ninguna, comenzó a intentar seguir aquel movimiento de sus labios, su corazón latía con fuerza contra su pecho, su mano soltando la manzana que tan bien sujeta mantenía… para así acariciar con la yema de sus dedos su mejilla. Todo era tan irreal, todo aquello era sacado del fondo de sus deseos, todo lo que estaba viviendo en aquel instante se sumergía en el simple contacto de sus labios. En aquella forma de enseñanza, de entrega, de desconcierto por un futuro que podría volverse tormentoso.
Pero ahora no había paso para aquellos temores, ahora solo existían ambos corazones latiendo en una misma sinfonía, en un ritmo nervioso, en un latido compartido como la unión de aquel contacto. Lentamente sus sentidos comenzaron a verse nublados, su diestra acaricio su pecho, temblorosa, comenzó a ascender hasta ponerse en punta, rodeando su cuello con ambos brazos. Le necesito tanto en estos años, lo necesitaba ahora y de seguro por siempre sentiría ese sentimiento de dependencia hacia su persona. No importase las cosas que tuviera que enfrentar por ello, sentía el frío apartándose para dar paso a aquel calor que emergía del interior de su pecho. Pero no fue consciente de cómo las lágrimas delatoras comenzaron a rodar por sus mejillas, como se separo unos instantes respirando de forma agitada, sin querer abrir sus ojos mientras una sonrisa se expandía por sus labios. Una dulce risa escapo de sus labios, abriendo sus ojos no podía dejar de contemplarle maravillada, porque aún cuando las palabras no fueron pronunciadas ella ya las sabia, las veía en sus ojos, en la forma en que la beso…su primer beso, entregado al dueño de su corazón. – Te quiero. –susurro sobre sus labios, una pequeña confesión, un pequeño susurro entre ambos; antes de atraerlo hacia ella retrocediendo un par de pasos hasta sentir su espalda contra la frialdad del tronco de aquel manzano que era testigo de aquel momento.
Una noche silenciosa, un jardín cubierto de testigos silenciosos sumergidos en aquel tiempo de confesar, en aquellos momentos para desconectar de su realidad y sentir la dicha creciendo en el interior de aquellos jóvenes corazones. Aquellos mismos que vieron crecer, que sintieron subir en sus ramas, a los que les entregaron resguardo bajo sus sombras… a los mismos que ahora cubrían en compañía de la noche, cual guardianes de aquel amor no pronunciado pero si, existente.
Selyse Rogers- Casa vasalla
Re: El reencuentro [Bran y Selyse]
Un “te quiero” rozo mis labios y retumbó profundó en mi alma, hinchando mi corazón con la alegría que guardé por años en mí pecho. Luego de tantos abriles, escuché aquellas palabras salir de su boca, en un susurro amoroso, cálido; mil veces lo soñé, en la soledad de nuestro alejamiento, junto al suave manto nocturno que cubría y guardaba mis pasos, en los incontables y noctívagos paseos que di por Nido de Cuervos y en su modesto bosque arcianos, que con su nostálgico semblante me recibía, abrazándome con sus cobrizas hojas y blancuzcas ramas, invitándome a transportar mi alma, mi ser, mi mente, a aquel lugar, que se teñía de naranjo en cada atardecer y que guarecía a la razón, que hacía palpitar mi corazón, con aquella fuerza frenética, rabiosa y recalcitrante, que se negaba a olvidar y dejar de lado a aquel amor puro y sincero, que se encarnaba en aquella figura pálida y frágil, de angelical belleza.
Sus manos – luego – me llevaron hacia ella, como el verano, atrae el canto de las golondrinas. Sentía, como si mi cuerpo flotara en el aire, atraído por una fuerza sobrenatural, con la cual, me era imposible combatir. Los brazos de Sely, en aquellos momentos, aunque aparentemente débiles, ejercían un extraño control en mí y ni todos los ejércitos de Poniente, me hubieran podido arrebatar de sus dedos, que se enredaban en mis elegantes ropajes y sugerentemente me apegaban a su cuerpo – Yo… Yo, también…siempre lo hice... y siempre te querré… Incluso más de lo que te imaginas – Le dije, mientras mis labios rozaban los suyos, entre beso y beso, en un susurro íntimo, indiscreto, que se deslizaba por la comisura de mi boca y se entrometía entre sus labios, llevando mis sentimientos y deseos, hechos palabras.
La besé, una y otra vez, de forma furiosa, vehemente, apasionada, como si no tuviera más vida; como si aquel, fuera mi último deseo antes de afrontar la muerte; como si intentara compensar todos aquellos años, en que la amé de forma silenciosa y distante, sosegando incluso la impulsividad de la adolescencia. Recorrí con mis manos sus caderas, su cintura y con la yema de mis dedos, le acaricié suave el cuello, las mejillas; inquietas mis manos, bajaron nuevamente por su nuca, recorrieron sus hombros, se deslizaron sutilmente por sus brazos; hasta que mis ásperas manos, llegaron a las suyas, nuestros dedos, se entrelazaron de forma perfecta, como si de dos piezas de rompecabezas se tratase, fundiéndose en un íntimo roce.
Desconozco cuanto tiempo pasó, quizás, sólo fue un minuto, quizás fueron diez, veinte o treinta, el mundo había desparecido por un instante y con él, todas las reglas de tiempo y espacio, ya ni el frío viento hacía merma en mí. La calidez de su cuerpo, de sus labios y su lengua me invitaban a pensar que estábamos solos en el infinito, sin embargo, no era así y pronto los ruidos propios del banquete, comenzaron a rasgar el aire… risas, carcajadas, gritos y canciones, poco a poco me devolvieron a la realidad y aunque no quería, le dije, con la voz entrecortada y la respiración agitada – S…Será mejor… que entremos, antes que vengan por nosotros… - Acto seguido, deposite un último beso en sus labios y sonrojado, con una sonrisa en la boca, desvié la mirada.
Salimos desde las sombras, que ocultaban de forma cómplice nuestros actos, recorrimos juntos, el corto trecho que nos quedaba para entrar al gran salón donde estaba preparado el banquete. Abrí la gran puerta e invité de forma caballerosa, con mi mano, a que Sely pasara y acto seguido entre yo. Los hombres y mujeres presentes levantaron sus copas dándonos la bienvenida y unos sirvientes, nos mostraron nuestros puestos. Ella, como líder de su casa, se sentó en la cabecera, mientras yo, a su diestra. Nervioso, de vez en cuando, buscaba la mirada de Selyse, ruborizado, mudo, pero completamente feliz. En tanto, los sirvientes, nos acercaban los mejores platos del banquete….
Sus manos – luego – me llevaron hacia ella, como el verano, atrae el canto de las golondrinas. Sentía, como si mi cuerpo flotara en el aire, atraído por una fuerza sobrenatural, con la cual, me era imposible combatir. Los brazos de Sely, en aquellos momentos, aunque aparentemente débiles, ejercían un extraño control en mí y ni todos los ejércitos de Poniente, me hubieran podido arrebatar de sus dedos, que se enredaban en mis elegantes ropajes y sugerentemente me apegaban a su cuerpo – Yo… Yo, también…siempre lo hice... y siempre te querré… Incluso más de lo que te imaginas – Le dije, mientras mis labios rozaban los suyos, entre beso y beso, en un susurro íntimo, indiscreto, que se deslizaba por la comisura de mi boca y se entrometía entre sus labios, llevando mis sentimientos y deseos, hechos palabras.
La besé, una y otra vez, de forma furiosa, vehemente, apasionada, como si no tuviera más vida; como si aquel, fuera mi último deseo antes de afrontar la muerte; como si intentara compensar todos aquellos años, en que la amé de forma silenciosa y distante, sosegando incluso la impulsividad de la adolescencia. Recorrí con mis manos sus caderas, su cintura y con la yema de mis dedos, le acaricié suave el cuello, las mejillas; inquietas mis manos, bajaron nuevamente por su nuca, recorrieron sus hombros, se deslizaron sutilmente por sus brazos; hasta que mis ásperas manos, llegaron a las suyas, nuestros dedos, se entrelazaron de forma perfecta, como si de dos piezas de rompecabezas se tratase, fundiéndose en un íntimo roce.
Desconozco cuanto tiempo pasó, quizás, sólo fue un minuto, quizás fueron diez, veinte o treinta, el mundo había desparecido por un instante y con él, todas las reglas de tiempo y espacio, ya ni el frío viento hacía merma en mí. La calidez de su cuerpo, de sus labios y su lengua me invitaban a pensar que estábamos solos en el infinito, sin embargo, no era así y pronto los ruidos propios del banquete, comenzaron a rasgar el aire… risas, carcajadas, gritos y canciones, poco a poco me devolvieron a la realidad y aunque no quería, le dije, con la voz entrecortada y la respiración agitada – S…Será mejor… que entremos, antes que vengan por nosotros… - Acto seguido, deposite un último beso en sus labios y sonrojado, con una sonrisa en la boca, desvié la mirada.
Salimos desde las sombras, que ocultaban de forma cómplice nuestros actos, recorrimos juntos, el corto trecho que nos quedaba para entrar al gran salón donde estaba preparado el banquete. Abrí la gran puerta e invité de forma caballerosa, con mi mano, a que Sely pasara y acto seguido entre yo. Los hombres y mujeres presentes levantaron sus copas dándonos la bienvenida y unos sirvientes, nos mostraron nuestros puestos. Ella, como líder de su casa, se sentó en la cabecera, mientras yo, a su diestra. Nervioso, de vez en cuando, buscaba la mirada de Selyse, ruborizado, mudo, pero completamente feliz. En tanto, los sirvientes, nos acercaban los mejores platos del banquete….
Bran Morrigen- Casa vasalla
Re: El reencuentro [Bran y Selyse]
Calor…un manto cálido cubriendo su figura, un corazón palpitando frenéticamente mientras en el silencio de aquella noche, ella comprendía los cambios que sentía su cuerpo ante el contacto de sus labios. Todo lo que siempre soñó, todo lo que siempre había deseado lo sentía, ya no estaba sola. Aquella fuerza emergiendo de su pecho, aquella “Luz” cubriendo su esencia, su fragancia adormeciendo sus sentidos… el olor de las montañas, la brisa fresca mezclada entre el acero de su espada y la libertad de los bosques. El conocimiento, la experiencia que el poseía en dicho instante era aprendida por ella, o así se podría definir cuando entre sonrisas se disculpaba por sus errores, por su forma de perderse en aquel contacto de sus labios.
Y todo comenzó a darle vueltas, todo lo que la rodeaba parecía tan irreal… tan fuera de todo, que el dolor despertó sus sentidos. Aquella fuerte clavada en su pecho, le recordó que sí, definitivamente todo trascurría tan vivo, tan cierto como su proximidad… como la textura de aquellas finas ropas, como sus palabras que entre besos fue confesando. Ella abrió sus parpados, perdida por completo entre sus brazos, perdida completamente en aquella ilusión de un amor compartido; donde los temores eran apartados por la dicha de aquel presente. Su cuerpo estremeciéndose ante el sentir de sus manos recorriendo su figura. ¿Miedo? No, no lo era… sentía las ansias por seguir sintiendo sus caricias, por seguir degustando el sabor de su boca… a pesar que un pequeño gemido quedo ahogado en su garganta y no comprendió si aquello fue causante que los temores se hicieran presentes, o únicamente fue un recordatorio de lo que estaba sucediendo entre ambos.
Y aquello no era correcto, ¿qué pensaría él de ella? ¡Por los Dioses que diría su madre!. Cuando Lord Morrigen logro decir las palabras adecuadas, sintió un peso en sus hombros… Él tenía completamente la razón, ellos deberían estar ya en el comedor con su gente. Cerro sus ojos apoyando su figura en la frialdad de aquel manzano, ¿qué le estaba sucediendo?.
Juntos emergieron de la oscuridad; ella había logrado juntar todo lo que amenazaba con golpearla en una pequeña bola de caos, se aseguro de enviarla a algún lugar de su ser. Para así poder sonreír, cuando al entrar en aquel comedor disfrutar de la compañía de sus invitados. Porque a pesar de que desconocía la verdadera razón del porque Bran había llegado a Amberly, no podía dejar que sus emociones interfirieran en su labor como Señora. –Lord Morrigen, Ahora que se encuentra dentro de la seguridad de Amberly… -dijo con suavidad, mirándolo unos segundos, antes de posar su vista en su plato de comida. Sentía su estomago revuelto y antes que le trajeran más cosas hizo un ademan con su mano y negó el ofrecimiento de comida. – Antes que nada…como dije con anterioridad usted y sus hombres son bienvenidos en Amberly. Los cuartos están preparados para sus descansos, cuando estime conveniente también puede pedir la preparación para tomar un baño si así gusta.- Concluyo la rubia, posando su vista en aquella larga mesa en la cual tanto hombres como mujeres disfrutaban del banquete. Risas y la atención de las féminas en aquel ambiente de cuerpos masculinos.
No obstante ella bien sabía que la hora de retirarse como buena doncella estaba próxima. Ese recuerdo la hizo sentir un vacío en su pecho, porque ante aquellas reuniones eran los varones quienes como anfitriones disfrutaban y compartían con el que era su invitado, su amigo. Ella como Señora, doncella, no tenía esa obligación y tampoco comenzaba a sentirse del todo bien como para permanecer más tiempo entre todo ese alboroto. –Bran… espero que pueda disculparme, pero yo me retirare en este momento… -dijo con suavidad, esbozando una pequeña sonrisa a modo de disculpa.-Con gusto si a usted no le es inconveniente, preferiría tratar los asuntos de su llegada a Amberly por la mañana…- Sus ojos por un instante se perdieron en aquel verde del contrario, sintió como nuevamente su corazón comenzaba a latir con fuerza y tras escuchar lo que necesitaba; se puso de pie.
Automáticamente el silencio se produjo en aquel salón, el rubor se apodero de sus mejillas al sentir todas las miradas puestas en su figura. Y mientras sentía su estomago comprimirse, esbozo una dulce sonrisa.- Disfrutad hasta que os sintáis a gusto, buenas noches caballeros.- Y salió de aquella habitación, sintió a sus doncellas acompañarla hasta que entro en su cuarto… entonces se dejo caer en su cama, cerrando sus ojos… mientras su diestra la posaba sobre sus labios. Los mismos que un tiempo atrás, habían sido besados por los de aquel hombre que la hacía sentir nerviosa y es que mientras escuchaba a sus doncellas preparar el baño… en aquel tiempo, se permitió volver a recordar sus palabras, aquel susurro… y sentir su corazón nervioso latiendo con fuerza contra su pecho. "¿qué es lo que debo hacer?"
Y todo comenzó a darle vueltas, todo lo que la rodeaba parecía tan irreal… tan fuera de todo, que el dolor despertó sus sentidos. Aquella fuerte clavada en su pecho, le recordó que sí, definitivamente todo trascurría tan vivo, tan cierto como su proximidad… como la textura de aquellas finas ropas, como sus palabras que entre besos fue confesando. Ella abrió sus parpados, perdida por completo entre sus brazos, perdida completamente en aquella ilusión de un amor compartido; donde los temores eran apartados por la dicha de aquel presente. Su cuerpo estremeciéndose ante el sentir de sus manos recorriendo su figura. ¿Miedo? No, no lo era… sentía las ansias por seguir sintiendo sus caricias, por seguir degustando el sabor de su boca… a pesar que un pequeño gemido quedo ahogado en su garganta y no comprendió si aquello fue causante que los temores se hicieran presentes, o únicamente fue un recordatorio de lo que estaba sucediendo entre ambos.
Y aquello no era correcto, ¿qué pensaría él de ella? ¡Por los Dioses que diría su madre!. Cuando Lord Morrigen logro decir las palabras adecuadas, sintió un peso en sus hombros… Él tenía completamente la razón, ellos deberían estar ya en el comedor con su gente. Cerro sus ojos apoyando su figura en la frialdad de aquel manzano, ¿qué le estaba sucediendo?.
Juntos emergieron de la oscuridad; ella había logrado juntar todo lo que amenazaba con golpearla en una pequeña bola de caos, se aseguro de enviarla a algún lugar de su ser. Para así poder sonreír, cuando al entrar en aquel comedor disfrutar de la compañía de sus invitados. Porque a pesar de que desconocía la verdadera razón del porque Bran había llegado a Amberly, no podía dejar que sus emociones interfirieran en su labor como Señora. –Lord Morrigen, Ahora que se encuentra dentro de la seguridad de Amberly… -dijo con suavidad, mirándolo unos segundos, antes de posar su vista en su plato de comida. Sentía su estomago revuelto y antes que le trajeran más cosas hizo un ademan con su mano y negó el ofrecimiento de comida. – Antes que nada…como dije con anterioridad usted y sus hombres son bienvenidos en Amberly. Los cuartos están preparados para sus descansos, cuando estime conveniente también puede pedir la preparación para tomar un baño si así gusta.- Concluyo la rubia, posando su vista en aquella larga mesa en la cual tanto hombres como mujeres disfrutaban del banquete. Risas y la atención de las féminas en aquel ambiente de cuerpos masculinos.
No obstante ella bien sabía que la hora de retirarse como buena doncella estaba próxima. Ese recuerdo la hizo sentir un vacío en su pecho, porque ante aquellas reuniones eran los varones quienes como anfitriones disfrutaban y compartían con el que era su invitado, su amigo. Ella como Señora, doncella, no tenía esa obligación y tampoco comenzaba a sentirse del todo bien como para permanecer más tiempo entre todo ese alboroto. –Bran… espero que pueda disculparme, pero yo me retirare en este momento… -dijo con suavidad, esbozando una pequeña sonrisa a modo de disculpa.-Con gusto si a usted no le es inconveniente, preferiría tratar los asuntos de su llegada a Amberly por la mañana…- Sus ojos por un instante se perdieron en aquel verde del contrario, sintió como nuevamente su corazón comenzaba a latir con fuerza y tras escuchar lo que necesitaba; se puso de pie.
Automáticamente el silencio se produjo en aquel salón, el rubor se apodero de sus mejillas al sentir todas las miradas puestas en su figura. Y mientras sentía su estomago comprimirse, esbozo una dulce sonrisa.- Disfrutad hasta que os sintáis a gusto, buenas noches caballeros.- Y salió de aquella habitación, sintió a sus doncellas acompañarla hasta que entro en su cuarto… entonces se dejo caer en su cama, cerrando sus ojos… mientras su diestra la posaba sobre sus labios. Los mismos que un tiempo atrás, habían sido besados por los de aquel hombre que la hacía sentir nerviosa y es que mientras escuchaba a sus doncellas preparar el baño… en aquel tiempo, se permitió volver a recordar sus palabras, aquel susurro… y sentir su corazón nervioso latiendo con fuerza contra su pecho. "¿qué es lo que debo hacer?"
Selyse Rogers- Casa vasalla
Re: El reencuentro [Bran y Selyse]
Mientras las copas y los platos sonaba y las carcajadas inundaban el castillo de Amberly, como hace mucho tiempo no lo hacían, una joven doncella, se acercó con una enorme bandeja, con diferentes tipos de carne. Sely, con su mano, negó el ofrecimiento e inmediatamente, la sirvienta, se volvió hacia mí, ofreciendo todo lo que ahí había. Moví mi cabeza, haciendo un gesto de aceptación e inmediatamente, saqué un humeante costillar y lo deposité en un elegante plato.
Al poco tiempo, Selyse, tomó la palabra, y dio la bienvenida formal a mis hombres y a los del rey Nathan. Sin embargo, lo que siguió no me agradó, me hubiera gustado seguir en su compañía y aunque se me hacía difícil mirarla a los ojos, prefería mil veces, sentir su presencia cerca y no lejana como los últimos tres años. Se disculpó conmigo y yo ocultando mi desazón, le dije – No os preocupéis, mi lady, comprendo completamente que deba retirarse. Espero que descanse y pasa una buena noche. Yo por mi parte, compartiré unos minutos y luego iré mis aposentos, mañana nos espera un largo día – al terminar de hablar, con mi mano, le di mi venia para que se retirara y con mi vista seguí su elegante andar.
Disfruté del banquete, la buena cerveza de Amberly y la compañía de tantas buenas mujeres y hombres: Ellos, entusiastas, nos contaban sus aventuras en la guerra. No pude evitar sentir mi orgullo rajado, por lo que aquellos hombres habían realizado y sin pensarlo, me puse de pie, demostrando mi imponente altura. El silencio, se apoderó de la mesa, mientras todos los ojos curiosos se depositaban en mi – Querida gente de Amberly, presento ante vosotros, respetos y disculpas, de parte de toda mi gente, de mi familia y obviamente mías, por faltar en aquellos momentos tan apremiantes. Seguramente, les hubiera gustado que en el fulgor de la batalla, una espada o una flecha del Nido de Cuervos, les quitara de encima a aquel fiero oponente. Si de nosotros hubiera dependido, creedme, que no hubiéramos dudado en acudir en vuestra ayuda y en la ayuda de nuestro Rey… sin embargo, las desventuras vividas en Nido de Cuervos, nos impidieron luchar a vuestro lado, escudo con escudo, hombro con hombro y por eso, desde ahora en adelante, mientras yo viva, os prometo, que en nosotros tendrán siempre apoyo, tendrán un brazo amigo que se extenderá como ayuda, sin importar el cansancio ni las circunstancias. Seremos más que vecinos, seremos amigos, hermanos en la lucha y en la vida. Sé que habéis tenido abundantes y dolorosas perdidas y juro por todos aquellos hombres y mujeres honorables, que ya no se encuentran entre nosotros, que no volveremos a faltarles ni a fallarles… - haciendo una breve pausa, alcé mi copa – Por el Rey y la Reina, por Amberly, por el Nido de Cuervos, por todos vosotros y el próspero y grandioso futuro, lleno de orgullo y honores que os espera y que es alumbrado por aquel lucero que os guía… ¡Salud! – Concluí y al unísono, un estruendo de copas se escuchó y un gran salud se esparció por la mesa y por el castillo, como marea incontrolable. En la euforia de la cerveza hombres y mujeres se abrazaban fraternalmente; gallardos guerreros, compartían sus gestas heroicas. Mientras la comida y la bebida corrían de esquina a esquina y apenas, unos segundos después de terminado discurso volví a tomar la palabra – Bien, si me disculpáis, paso a retirarme a mis aposentos… que tengáis una buena tertulia, divertíos en paz – dije, al tiempo que alzaba mi copa y tomaba hasta el último concho que en ella quedaba.
Fue así como me retiré del gran salón, acompañado de cincuentona septa. La cual, me guio por los fríos pasillos empedrados del castillo, hasta que de un de repente, se detuvo ante una gran puerta - Esta es vuestra habitación, Milord. Dentro de ella, podrá encontrar sus ropas y equipaje y también una gran sala de baños – dijo la mujer e inmediatamente hizo una reverencia y se retiró a través del mismo pasillo por el que llegamos.
Entré tranquilo y escudriñé curioso mi habitación y luego de un par de minutos me dirigí al cuarto de baño. Una gran tina de cerámica blanca se encontraba llena de agua aún humeante, deslicé mis dedos y dibujé ilegibles figuras sobre el tibio y vital líquido, mientras mi mente se echaba a volar recordando, la calidez de sus labios, la suavidad su de piel , el calor su respiración… ella parecía perfecta ante mis ojos y recuerdos, todo parecía una realidad idílica, sacada de la enamorada mente de algún bardo, que con la habilidad del mejor pintor y el talento del mejor actor, pintó y ejecutó aquella escena perdida entre los manzanos; en la cual, ella y yo, nos dijimos todo casi sin decirnos nada…
Quizá, pasé muchos minutos o tan sólo un par en aquella ensoñación, no sé claramente cuanto tiempo divagué, sólo sé que los gritos y la risas me devolvieron a la realidad, la gente, estaba muy animada aún y lo hacía sentir, después de tantas penas, tantos malestares y sinsabores traídos por la guerra, era justo que se divirtieran y dejaran salir esa alegría que por tantos meses enjaularon en algún rincón lejano del alma.
Sin alejarme mucho de la tina, me desvestí y luego me sumergí en aquella relajante agua. Estaba tibia, reconfortante y recuperadora, me hubiera quedado toda la noche ahí, disfrutando del relajante baño. Sin embargo, saber que ella se encontraba cerca, no me dejaba estar tranquilo. Sin duda, necesitaba hablar con ella, decirle todo lo que no le dije. Necesitaba confirmar, lo que ella sentía, por alguna extraña circunstancia, Las inseguridades, poco a poco comenzaron a tomarse mi cabeza, quizás, sólo respondió a mi beso, para no herir mis sentimientos… quizás la ofendí, quizá la hice sentir mal y por esa razón se retiró temprano… todos aquellos temores, hicieron que apenas terminara mi baño, me vistiera rápidamente y raudo saliera de mi habitación…
Avancé, sigilosamente por los pasillos y cuando estaba a unos metros de una gran puerta, un par de doncellas salieron de una habitación… eran las mismas que habían salido tras sus pasos, cuando se Selyse, se retiró del salón. Calladas avanzaron en la dirección contraria a la posición en la que me encontraba, seguramente, se dirigían al gran salón, nuevamente…. Callado, avancé, esperando que nadie me viera y de forma silenciosa abrí la puerta, la que a pesar de mis intentos, crujió de manera estrepitosa y aprovechando el ruido, me colé rápidamente en su cuarto. Ahí se encontraba ella, sublime, sentada sobre su cama, dándome la espalda y mirando el cielo a través de su ventana, sus rubios cabellos, se posaban de forma hermosa sobre su espalda. Sin mirarme, inquirió con tono molesto, por un segundo pensé que se dirigía a mí, sin embargo, luego me di cuenta, que aún no se daba cuenta que era yo el que había entrado y que sus palabras iban dirigidas a las doncellas que acababan de salir... sin decir nada me acerqué a la cama y mientras arreglaba un poco mis mojados cabellos, rompí el silencio – Selyse, disculpadme si os incomodáis con mi presencia, sin embargo, se me hacía imposible dormir, sin antes hablar contigo – me acerqué un poco más, hasta llegar a un costado de su ventana y la miré algo ruborizado y embelesado por su belleza mientras mi corazón se aceleraba y retumbaba con fuerza en mi pecho…
Al poco tiempo, Selyse, tomó la palabra, y dio la bienvenida formal a mis hombres y a los del rey Nathan. Sin embargo, lo que siguió no me agradó, me hubiera gustado seguir en su compañía y aunque se me hacía difícil mirarla a los ojos, prefería mil veces, sentir su presencia cerca y no lejana como los últimos tres años. Se disculpó conmigo y yo ocultando mi desazón, le dije – No os preocupéis, mi lady, comprendo completamente que deba retirarse. Espero que descanse y pasa una buena noche. Yo por mi parte, compartiré unos minutos y luego iré mis aposentos, mañana nos espera un largo día – al terminar de hablar, con mi mano, le di mi venia para que se retirara y con mi vista seguí su elegante andar.
Disfruté del banquete, la buena cerveza de Amberly y la compañía de tantas buenas mujeres y hombres: Ellos, entusiastas, nos contaban sus aventuras en la guerra. No pude evitar sentir mi orgullo rajado, por lo que aquellos hombres habían realizado y sin pensarlo, me puse de pie, demostrando mi imponente altura. El silencio, se apoderó de la mesa, mientras todos los ojos curiosos se depositaban en mi – Querida gente de Amberly, presento ante vosotros, respetos y disculpas, de parte de toda mi gente, de mi familia y obviamente mías, por faltar en aquellos momentos tan apremiantes. Seguramente, les hubiera gustado que en el fulgor de la batalla, una espada o una flecha del Nido de Cuervos, les quitara de encima a aquel fiero oponente. Si de nosotros hubiera dependido, creedme, que no hubiéramos dudado en acudir en vuestra ayuda y en la ayuda de nuestro Rey… sin embargo, las desventuras vividas en Nido de Cuervos, nos impidieron luchar a vuestro lado, escudo con escudo, hombro con hombro y por eso, desde ahora en adelante, mientras yo viva, os prometo, que en nosotros tendrán siempre apoyo, tendrán un brazo amigo que se extenderá como ayuda, sin importar el cansancio ni las circunstancias. Seremos más que vecinos, seremos amigos, hermanos en la lucha y en la vida. Sé que habéis tenido abundantes y dolorosas perdidas y juro por todos aquellos hombres y mujeres honorables, que ya no se encuentran entre nosotros, que no volveremos a faltarles ni a fallarles… - haciendo una breve pausa, alcé mi copa – Por el Rey y la Reina, por Amberly, por el Nido de Cuervos, por todos vosotros y el próspero y grandioso futuro, lleno de orgullo y honores que os espera y que es alumbrado por aquel lucero que os guía… ¡Salud! – Concluí y al unísono, un estruendo de copas se escuchó y un gran salud se esparció por la mesa y por el castillo, como marea incontrolable. En la euforia de la cerveza hombres y mujeres se abrazaban fraternalmente; gallardos guerreros, compartían sus gestas heroicas. Mientras la comida y la bebida corrían de esquina a esquina y apenas, unos segundos después de terminado discurso volví a tomar la palabra – Bien, si me disculpáis, paso a retirarme a mis aposentos… que tengáis una buena tertulia, divertíos en paz – dije, al tiempo que alzaba mi copa y tomaba hasta el último concho que en ella quedaba.
Fue así como me retiré del gran salón, acompañado de cincuentona septa. La cual, me guio por los fríos pasillos empedrados del castillo, hasta que de un de repente, se detuvo ante una gran puerta - Esta es vuestra habitación, Milord. Dentro de ella, podrá encontrar sus ropas y equipaje y también una gran sala de baños – dijo la mujer e inmediatamente hizo una reverencia y se retiró a través del mismo pasillo por el que llegamos.
Entré tranquilo y escudriñé curioso mi habitación y luego de un par de minutos me dirigí al cuarto de baño. Una gran tina de cerámica blanca se encontraba llena de agua aún humeante, deslicé mis dedos y dibujé ilegibles figuras sobre el tibio y vital líquido, mientras mi mente se echaba a volar recordando, la calidez de sus labios, la suavidad su de piel , el calor su respiración… ella parecía perfecta ante mis ojos y recuerdos, todo parecía una realidad idílica, sacada de la enamorada mente de algún bardo, que con la habilidad del mejor pintor y el talento del mejor actor, pintó y ejecutó aquella escena perdida entre los manzanos; en la cual, ella y yo, nos dijimos todo casi sin decirnos nada…
Quizá, pasé muchos minutos o tan sólo un par en aquella ensoñación, no sé claramente cuanto tiempo divagué, sólo sé que los gritos y la risas me devolvieron a la realidad, la gente, estaba muy animada aún y lo hacía sentir, después de tantas penas, tantos malestares y sinsabores traídos por la guerra, era justo que se divirtieran y dejaran salir esa alegría que por tantos meses enjaularon en algún rincón lejano del alma.
Sin alejarme mucho de la tina, me desvestí y luego me sumergí en aquella relajante agua. Estaba tibia, reconfortante y recuperadora, me hubiera quedado toda la noche ahí, disfrutando del relajante baño. Sin embargo, saber que ella se encontraba cerca, no me dejaba estar tranquilo. Sin duda, necesitaba hablar con ella, decirle todo lo que no le dije. Necesitaba confirmar, lo que ella sentía, por alguna extraña circunstancia, Las inseguridades, poco a poco comenzaron a tomarse mi cabeza, quizás, sólo respondió a mi beso, para no herir mis sentimientos… quizás la ofendí, quizá la hice sentir mal y por esa razón se retiró temprano… todos aquellos temores, hicieron que apenas terminara mi baño, me vistiera rápidamente y raudo saliera de mi habitación…
Avancé, sigilosamente por los pasillos y cuando estaba a unos metros de una gran puerta, un par de doncellas salieron de una habitación… eran las mismas que habían salido tras sus pasos, cuando se Selyse, se retiró del salón. Calladas avanzaron en la dirección contraria a la posición en la que me encontraba, seguramente, se dirigían al gran salón, nuevamente…. Callado, avancé, esperando que nadie me viera y de forma silenciosa abrí la puerta, la que a pesar de mis intentos, crujió de manera estrepitosa y aprovechando el ruido, me colé rápidamente en su cuarto. Ahí se encontraba ella, sublime, sentada sobre su cama, dándome la espalda y mirando el cielo a través de su ventana, sus rubios cabellos, se posaban de forma hermosa sobre su espalda. Sin mirarme, inquirió con tono molesto, por un segundo pensé que se dirigía a mí, sin embargo, luego me di cuenta, que aún no se daba cuenta que era yo el que había entrado y que sus palabras iban dirigidas a las doncellas que acababan de salir... sin decir nada me acerqué a la cama y mientras arreglaba un poco mis mojados cabellos, rompí el silencio – Selyse, disculpadme si os incomodáis con mi presencia, sin embargo, se me hacía imposible dormir, sin antes hablar contigo – me acerqué un poco más, hasta llegar a un costado de su ventana y la miré algo ruborizado y embelesado por su belleza mientras mi corazón se aceleraba y retumbaba con fuerza en mi pecho…
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