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La sabiduría de un maestre
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La sabiduría de un maestre
El cuervo había llegado por la mañana temprano y la había pillado en la cama. Desde que se quedó sola en Lanza del Sol, tenía un sueño muy ligero, por lo que nada más oír las pisadas que se acercaban hacia su alcoba dio un salto de la cama, corrió hacia la puerta y, antes de que el chico de los cuervos hubiera llamado, ella ya le había arrancado el pergamino de las manos.
Lo abrió con desesperación, esperando que fueran noticias de alguno de sus hermanos, sin siquiera reparar en el sello que traía. Al comenzar a leer y ver que no le cuadraba el contenido del mensaje, fue a buscar lo que quedaba del lacre del pergamino y frunció el ceño. "¿Un cuervo de la Casa Myre? ¿Por qué?" Que ella supiese, la flota del Hierro que se encontraba bajo órdenes de su hermano era de la hija de Lord Greyjoy, y no llevaba consigo a ningún Myre. Aun así, pensó que el mensaje podría ir referido a lo que estaba ocurriendo con la flota de los hombres del hierro... pero nada más lejos.
"¿Dos años?" No sabía bien a qué venía todo aquello, pero le olía mal. En ese instante no recordaba nada de lo mencionado en la carta, pero teniendo en cuenta que tenía la cabeza abotargada con la guerra y que hace dos años tanto la situación como ella eran muy distintas, tampoco era de extrañar. "Diecinueve años... ¿En qué pasaba yo mis días con diecinueve años?" Aquello le parecía tan lejano. "En jugar con Olyvar, en tontear con él, en descubrir como estaba más guapo cada día que pasaba... como siempre. Y así sigo".
Leyó la carta varias veces y cada vez que lo hacía descubría un dato nuevo que no había visto antes. Todavía tenía los ojos pegados de estar recién levantada, y el mensaje fue tan inesperado que estaba tremendamente desconcertada. Definitivamente, no sabía que responder, y aunque lo supiera, no conocía de nada a ese tal Myre y no revelaría información a cualquiera así como así. Si tanto interés tenía en conocer de sus familiares, ¿por qué había esperado dos años para preguntar? ¿Y por qué no se personaba en Dorne, si era tan importante para él? Le daba mala espina.
Un navío que iba de Lyss a Dorne... si sospechaba que no había llegado a su destino, ¿por qué iba a tenerlo entre sus registros? ¿Acaso los estaba acusando de atentar contra sus vidas? ¿O de quien desconfía es de la versión que le han dado sobre dicho navío y su destino?
"Por todos es conocido el amor que procesáis a vuestros hermanos, por ello, me dirijo únicamente a vos esperando que comprendáis mi necesidad de conocer lo que ocurrido con dicho navío y mis familiares." Esa línea solo fue capaz de leerla una vez. Se le hizo un nudo en la garganta. Si a sus hermanos les hubiera ocurrido algo parecido, hubiera muerto de la pena. "No. Les habría vengado. Poniente se teñiría de sangre en compensación por la de mis hermanos".
Necesitaba esa información. Necesitaba saber a qué se refería Lord Myre, y si era conveniente devolverle la información que requería. Es por esto que decidió recurrir a la persona más sabia que vivía en el palacio de Lanza del Sol.
El maestre Rodrick era un anciano de más de sesenta años. Llevaba viviendo allí desde que salió de Antigua, ya que conocía a su abuelo desde la infancia y este decidió darle un voto de confianza y hacerlo aprendiz del maestre que en aquella época atendía a los habitantes de la capital. Había criado a su padre y había ayudado a su madre a dar a luz a sus hermanos y a ella, al igual que hizo con la esposa de su sobrino, Sofía Lannister, y con su cuñada, Daenerys Targaryen. Sarella era consciente de que la muerte de la dragona lo había hecho envejecer con más rapidez de lo que había hecho hasta entonces, pese a que nadie lo culpaba. Sin duda, no había en Lanza del Sol una persona más sabia que él: conocía todas sus historias y secretos.
Se dirigió a la sala de los libros que había cerca del comedor, una estancia amplia aunque con poca luz, a pesar de que se utilizaba para leer. Sabía que lo encontraría allí, encorvado sobre los libros, y así fue. Tenía la piel tostada de los dornienses, curtida por los años, en contraste con las largas melena y barba de un blanco brillante. Su porte y sus ojos color miel transmitían tranquilidad e irradiaban sabiduría.
Maestre Rodrick. Llamó desde la puerta. El anciano estaba tan enfrascado en la lectura que temía asustarlo si se plantaba junto a él. En cambio, el maestre levantó la cabeza con suavidad, dirigió su mirada a la princesa y sonrió, a lo cual ella devolvió la sonrisa. Disculpad que os moleste, sé que estáis en vuestro momento de lectura, pero me gustaría hablar con vos sobre un asunto.
Recorrió la sala y se sentó junto a él. Hace cuestión de unas horas ha llegado un cuervo... No es de mis hermanos. Le dio varias vueltas en las manos y al final decidió que era demasiado difícil de explicar. Leedla vos mismo, por favor. Le dijo extendiéndole la [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]. Esperó a que el maestre terminara de leer. Me gustaría saber a qué se refiere este hombre, Rodrick. Seguro que vos os acordáis. La sabiduría de un maestre no es comparable con la de ningún otro mortal. Si hay alguien indicado para responder sus preguntas y las mías, ese sois vos.
Lo abrió con desesperación, esperando que fueran noticias de alguno de sus hermanos, sin siquiera reparar en el sello que traía. Al comenzar a leer y ver que no le cuadraba el contenido del mensaje, fue a buscar lo que quedaba del lacre del pergamino y frunció el ceño. "¿Un cuervo de la Casa Myre? ¿Por qué?" Que ella supiese, la flota del Hierro que se encontraba bajo órdenes de su hermano era de la hija de Lord Greyjoy, y no llevaba consigo a ningún Myre. Aun así, pensó que el mensaje podría ir referido a lo que estaba ocurriendo con la flota de los hombres del hierro... pero nada más lejos.
"¿Dos años?" No sabía bien a qué venía todo aquello, pero le olía mal. En ese instante no recordaba nada de lo mencionado en la carta, pero teniendo en cuenta que tenía la cabeza abotargada con la guerra y que hace dos años tanto la situación como ella eran muy distintas, tampoco era de extrañar. "Diecinueve años... ¿En qué pasaba yo mis días con diecinueve años?" Aquello le parecía tan lejano. "En jugar con Olyvar, en tontear con él, en descubrir como estaba más guapo cada día que pasaba... como siempre. Y así sigo".
Leyó la carta varias veces y cada vez que lo hacía descubría un dato nuevo que no había visto antes. Todavía tenía los ojos pegados de estar recién levantada, y el mensaje fue tan inesperado que estaba tremendamente desconcertada. Definitivamente, no sabía que responder, y aunque lo supiera, no conocía de nada a ese tal Myre y no revelaría información a cualquiera así como así. Si tanto interés tenía en conocer de sus familiares, ¿por qué había esperado dos años para preguntar? ¿Y por qué no se personaba en Dorne, si era tan importante para él? Le daba mala espina.
Un navío que iba de Lyss a Dorne... si sospechaba que no había llegado a su destino, ¿por qué iba a tenerlo entre sus registros? ¿Acaso los estaba acusando de atentar contra sus vidas? ¿O de quien desconfía es de la versión que le han dado sobre dicho navío y su destino?
"Por todos es conocido el amor que procesáis a vuestros hermanos, por ello, me dirijo únicamente a vos esperando que comprendáis mi necesidad de conocer lo que ocurrido con dicho navío y mis familiares." Esa línea solo fue capaz de leerla una vez. Se le hizo un nudo en la garganta. Si a sus hermanos les hubiera ocurrido algo parecido, hubiera muerto de la pena. "No. Les habría vengado. Poniente se teñiría de sangre en compensación por la de mis hermanos".
Necesitaba esa información. Necesitaba saber a qué se refería Lord Myre, y si era conveniente devolverle la información que requería. Es por esto que decidió recurrir a la persona más sabia que vivía en el palacio de Lanza del Sol.
El maestre Rodrick era un anciano de más de sesenta años. Llevaba viviendo allí desde que salió de Antigua, ya que conocía a su abuelo desde la infancia y este decidió darle un voto de confianza y hacerlo aprendiz del maestre que en aquella época atendía a los habitantes de la capital. Había criado a su padre y había ayudado a su madre a dar a luz a sus hermanos y a ella, al igual que hizo con la esposa de su sobrino, Sofía Lannister, y con su cuñada, Daenerys Targaryen. Sarella era consciente de que la muerte de la dragona lo había hecho envejecer con más rapidez de lo que había hecho hasta entonces, pese a que nadie lo culpaba. Sin duda, no había en Lanza del Sol una persona más sabia que él: conocía todas sus historias y secretos.
Se dirigió a la sala de los libros que había cerca del comedor, una estancia amplia aunque con poca luz, a pesar de que se utilizaba para leer. Sabía que lo encontraría allí, encorvado sobre los libros, y así fue. Tenía la piel tostada de los dornienses, curtida por los años, en contraste con las largas melena y barba de un blanco brillante. Su porte y sus ojos color miel transmitían tranquilidad e irradiaban sabiduría.
Maestre Rodrick. Llamó desde la puerta. El anciano estaba tan enfrascado en la lectura que temía asustarlo si se plantaba junto a él. En cambio, el maestre levantó la cabeza con suavidad, dirigió su mirada a la princesa y sonrió, a lo cual ella devolvió la sonrisa. Disculpad que os moleste, sé que estáis en vuestro momento de lectura, pero me gustaría hablar con vos sobre un asunto.
Recorrió la sala y se sentó junto a él. Hace cuestión de unas horas ha llegado un cuervo... No es de mis hermanos. Le dio varias vueltas en las manos y al final decidió que era demasiado difícil de explicar. Leedla vos mismo, por favor. Le dijo extendiéndole la [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]. Esperó a que el maestre terminara de leer. Me gustaría saber a qué se refiere este hombre, Rodrick. Seguro que vos os acordáis. La sabiduría de un maestre no es comparable con la de ningún otro mortal. Si hay alguien indicado para responder sus preguntas y las mías, ese sois vos.
- Spoiler:
- No sé poner el enlace a la carta concreta, me sale directamente a mi post de cuervos. La carta a la que me refiero es a la enviada por Fleance Myre
Última edición por Sarella Martell el Dom Abr 14, 2013 10:25 am, editado 1 vez (Razón : Error en el número de años que hacía de los acontecimientos)
Sarella Martell
Re: La sabiduría de un maestre
Apoyó la mano huesuda en el borde de la mesa y descendió hasta sentir el contacto de la silla contra la adolorida espalda, los años empezaban a sentirse, en su cuerpo cada día más anciano. La verdad es que nunca se había quejado, siempre pasaban los años y todo los que lo conocían le preguntaban como seguía con aquella vitalidad aún con el tiempo y el trabajo cometido, él nunca encontraba la respuesta, pero, tras lo sucedido con la hermosa muchacha Targaryen nada era lo mismo. Era como si, el alma de aquella joven se le hubiera asentado contra la espalda, como si el peso de la culpa lo atormentara y lo hiciera sentirse mucho más anciano. Todos decían que no era culpa suya, pero aunque él sonreía y decía que era consciente de ello, en los momentos de soledad el llanto de Maron Martell al ver el cadáver de su esposa le hacía compañía noche, tras noche, tras noche. Aquella mañana revisaba un viejo tomo sobre navegación, le había pedido a alguna de las muchachas y chicos desocupados que le ayudaran a hacer limpieza en la amplia biblioteca que tenía. Muchos creían que el trabajo más duro era sacar los libros, limpiarlos y recolocarlos, pero no, para el maestre Rodrick era mucho peor leer libro a libro y decidir cuales debían ser desechados. Si es que tenía valor para ello. Empezó a ojear el tomo de navegación buscando si era útil, cuando el sonido de la puerta lo sacó de sus ensoñaciones, ladeó el rostro – Princesa – Farfulló, se hubiera levantado, pero ya le había costado suficiente sentarse como para levantarse ahora y sabía que ella lo entendería – ¿A que debo el honor de vuestra visita?
Un risa ronca se escapó de entre sus labios – Nunca sois una molestia, tomad asiento, hablad – Comentó antes de hacer un ademán con la mano para que se acercara, siempre había sido un hombre curioso, además nunca se negaría a presar ayuda a la casa Martell. Se acomodó en el asiento, un cuervo, parecía que la mañana de lectura se iba a tornar una mucho más interesante, tomó la carta entre sus manos y empezó a leer con clama, repitiendo cada palabra mentalmente para intentar no perder ni un detalle de lo que en esta se decía – Me habría preocupado el saber que se reciben cartas de piratas... – Golpeó con el índice el sello – Pero viene de parte de la casa Myre, así que no tendríamos por que dudar de sus intenciones, Lord Myre es un hombre hecho a las costumbres del continente, no lo conozco personalmente, pero todos aquellos que lo hacen no han hablado mal de su persona así que confiaremos... – Suspiró – Además dicen que es bueno con el tema de los barcos, que es un teórico, siempre me han gustado los teóricos – Rió de nuevo en una de sus ya habituales divagaciones. El maestre se acomodó la mano en la sien y presionó con cierta fuerza intentando hacer memoria – Hace dos años, hace dos años... – Tenía buena memoria, pero había visto demasiado como para tener tantos detalles presentes, pero de pronto chasqueó los dedos – Uno de los hermanos de Lord Flence murió en lanza hace un par de años, lo recuerdo por que uno de mis buenos amigos prometió cuidar el cadáver hasta que la casa Myre fuera y decidiera que hacer con él – Suspiró – Se decepcionó mucho cuando no le dejaron hacer un estudio de anatomía y se lo quisieron llevar para darle sepultura... Los hombres del hierro son muy distintos a los de aquí, están hechos de otra pasta y poder estudiar sobre ellos habría sido interesante... – Alzó los hombros – Habla de una viuda y de la hija, así que podemos apostar por que ellas también se desplazaran hasta Dorne para tomar decisión sobre que hacer...
– Veis esa montaña de libros de allí, buscad uno banco marfil, con los bordes de piel y un cinto dorado, es en el que tengo los informes sobre los barcos que han llegado... – Le hizo un gesto con la mano para que fuera – El caso es, que me suena mucho el nombre de ese barco... Pero no recuerdo que llegaran mujeres en él... De echo... No es posible que fuera ese el barco del que me habló el chaval, ese que ahora vuestro hermano tiene como criado... – Gruñó dando un suave golpe con la mesa – No lo recuerdo, pero si erá el su llegada estará registrada en el libro... Buscadlo – Insistió de nuevo. Como pudo se puso en pie de nuevo y se acercó a la puerta, la abrió de par en par y buscó con la mirada a una de las doncellas que por allí se encontraban, la hizo llamar – Ve y busca al muchacho de Lys – La chica asintió, no recordaba su nombre, tal vez por el poco trato, pero criados de Lys solo aquel chaval que tal vez, guardaba una historia que debía ser contada.
Un risa ronca se escapó de entre sus labios – Nunca sois una molestia, tomad asiento, hablad – Comentó antes de hacer un ademán con la mano para que se acercara, siempre había sido un hombre curioso, además nunca se negaría a presar ayuda a la casa Martell. Se acomodó en el asiento, un cuervo, parecía que la mañana de lectura se iba a tornar una mucho más interesante, tomó la carta entre sus manos y empezó a leer con clama, repitiendo cada palabra mentalmente para intentar no perder ni un detalle de lo que en esta se decía – Me habría preocupado el saber que se reciben cartas de piratas... – Golpeó con el índice el sello – Pero viene de parte de la casa Myre, así que no tendríamos por que dudar de sus intenciones, Lord Myre es un hombre hecho a las costumbres del continente, no lo conozco personalmente, pero todos aquellos que lo hacen no han hablado mal de su persona así que confiaremos... – Suspiró – Además dicen que es bueno con el tema de los barcos, que es un teórico, siempre me han gustado los teóricos – Rió de nuevo en una de sus ya habituales divagaciones. El maestre se acomodó la mano en la sien y presionó con cierta fuerza intentando hacer memoria – Hace dos años, hace dos años... – Tenía buena memoria, pero había visto demasiado como para tener tantos detalles presentes, pero de pronto chasqueó los dedos – Uno de los hermanos de Lord Flence murió en lanza hace un par de años, lo recuerdo por que uno de mis buenos amigos prometió cuidar el cadáver hasta que la casa Myre fuera y decidiera que hacer con él – Suspiró – Se decepcionó mucho cuando no le dejaron hacer un estudio de anatomía y se lo quisieron llevar para darle sepultura... Los hombres del hierro son muy distintos a los de aquí, están hechos de otra pasta y poder estudiar sobre ellos habría sido interesante... – Alzó los hombros – Habla de una viuda y de la hija, así que podemos apostar por que ellas también se desplazaran hasta Dorne para tomar decisión sobre que hacer...
– Veis esa montaña de libros de allí, buscad uno banco marfil, con los bordes de piel y un cinto dorado, es en el que tengo los informes sobre los barcos que han llegado... – Le hizo un gesto con la mano para que fuera – El caso es, que me suena mucho el nombre de ese barco... Pero no recuerdo que llegaran mujeres en él... De echo... No es posible que fuera ese el barco del que me habló el chaval, ese que ahora vuestro hermano tiene como criado... – Gruñó dando un suave golpe con la mesa – No lo recuerdo, pero si erá el su llegada estará registrada en el libro... Buscadlo – Insistió de nuevo. Como pudo se puso en pie de nuevo y se acercó a la puerta, la abrió de par en par y buscó con la mirada a una de las doncellas que por allí se encontraban, la hizo llamar – Ve y busca al muchacho de Lys – La chica asintió, no recordaba su nombre, tal vez por el poco trato, pero criados de Lys solo aquel chaval que tal vez, guardaba una historia que debía ser contada.
La Doncella
Re: La sabiduría de un maestre
Escuchó atentamente al maestre. Sí, a ella también le provocaba desconfianza todo lo relacionado con esos hijos del hierro. Cada vez que recordaba que su príncipe se encontraba en la guerra con Keira Greyjoy... Pero el Maestre Rodrick siempre había sido un hombre prudente, sabio, no dado ni a confiar ni a desconfiar a la ligera de la gente, y según él, ese hombre no era un pirata cualquiera... Usted mismo me instruyó en la historia de Poniente, Maestre. Sonrió. Conozco a la Casa Myre, pero sus integrantes no son más que nombres para mí. Y ya sabe que la experiencia me ha hecho confiar solo en aquellos que tengo cerca. "En Dorne, concretamente". Y las Islas del Hierro me son demasiado lejanas... No quiero ser escéptica, Rodrick, pero quizás esos que sí conozcan a Lord Myre personalmente no opinen mal de él porque son como él, pero esto no nos garantiza que sean personas de confianza... El Maestre era una persona sumamente inteligente, por eso había recurrido a él. Pero la desconfianza de Sarella estaba demasiado instalada en su mente como para dejarse convencer a la primera de cambio, por muy Maestre que fuese. El asunto le olía mal...
Rió con él. ¿Veis lo que os digo, Maestre? Usted es una persona inteligente, por eso os gustan las personas inteligentes. Ese hombre podría... Se dio cuenta de que había vuelto erre que erre a sus particulares desconfianzas y que el maestre parecía no entender a dónde quería ir a parar. Hizo un gesto con la mano como si estuviera apartando las palabras pronunciadas como quien espanta una mosca y sonrió. No me haga caso. Tantas cosas en la cabeza me hacen decir tonterías. Prosiga, por favor.
Al fin, lo que quería oír. Lo que ocurrió. Sabía que podía recurrir a él, ese hombre era un baúl de datos, documentos, historia, experiencias y sabiduría. No había circunstancia, hecho ni secreto a su alrededor que se le escapase. "Dos mujeres extranjeras en Dorne, en busca de un esposo y un padre perdido... " Aun así, la información parecía seguir estando inconclusa...
Por supuesto. Dijo mientras se levantaba casi de golpe, como si en ese libro fuera a encontrar la respuesta gráfica y literal a aquel misterio. Mientras ella buscaba, el maestre siguió narrando, y ella escuchando. Justo cuando encontró el libro que le pedía, dijo algo que no esperaba oír. "¿Yandry?" ¿Os referís vos a Yandry, Maestre? Efectivamente, era un chico de Lys al servicio de Lanza del Sol que trajo Mors en uno de sus viajes. No sabía qué podía tener que ver ese chico en todo aquello. No había caído... supuso que los años son lo que te hacen ver más allá de lo evidente.
Rió con él. ¿Veis lo que os digo, Maestre? Usted es una persona inteligente, por eso os gustan las personas inteligentes. Ese hombre podría... Se dio cuenta de que había vuelto erre que erre a sus particulares desconfianzas y que el maestre parecía no entender a dónde quería ir a parar. Hizo un gesto con la mano como si estuviera apartando las palabras pronunciadas como quien espanta una mosca y sonrió. No me haga caso. Tantas cosas en la cabeza me hacen decir tonterías. Prosiga, por favor.
Al fin, lo que quería oír. Lo que ocurrió. Sabía que podía recurrir a él, ese hombre era un baúl de datos, documentos, historia, experiencias y sabiduría. No había circunstancia, hecho ni secreto a su alrededor que se le escapase. "Dos mujeres extranjeras en Dorne, en busca de un esposo y un padre perdido... " Aun así, la información parecía seguir estando inconclusa...
Por supuesto. Dijo mientras se levantaba casi de golpe, como si en ese libro fuera a encontrar la respuesta gráfica y literal a aquel misterio. Mientras ella buscaba, el maestre siguió narrando, y ella escuchando. Justo cuando encontró el libro que le pedía, dijo algo que no esperaba oír. "¿Yandry?" ¿Os referís vos a Yandry, Maestre? Efectivamente, era un chico de Lys al servicio de Lanza del Sol que trajo Mors en uno de sus viajes. No sabía qué podía tener que ver ese chico en todo aquello. No había caído... supuso que los años son lo que te hacen ver más allá de lo evidente.
Sarella Martell
Re: La sabiduría de un maestre
– Yandry, siendo de Lys solo podía tener un nombre extraño... – Farfulló para si mismo mientras volvía sobre sus pasos para tomar asiento de nuevo en su silla de madera. Con el paso del tiempo y tan información a las espaldas, uno tenía que decidir que tipo de cosas deseaba guardar y cuales no, por eso ahora había nombres que ni se molestaba en aprender, prefería las historias que bajo la piel de las personas se encontraban. Apremió a Sarella con un gesto al ver que ya tenía el libro entre las manos y le tendió la mano al tenerla lo bastante cerca, se humedeció los dedos para empezar así a pasar las hojas buscando los registros de años pasados, no tardó demasiado en encontrar lo que buscaba – ¡Aja! Aquí esta... – Giró el libro lo suficiente para que la princesa pudiera ver lo que estaba en él escrito, señaló con el índice el nombre del barco al que Lord Fleance se refería en su carta – Observad, que el barco del que Lord Fleance habla si esta en los registros, pero esta señal... – Golpeteó el dedo una pequeña marca en forma de espiral que al lado del nombre se dibujaba – Quiere decir que es un barco que fue visto o del que alguien desembarco, pero que nunca llegó a puerto... – Su mirada deambuló de nuevo por el papel hasta encontrar el nombre que andaba buscando, Yandry – Como os decía, el chaval de Lys comentó que el barco había estado por la costa, pero al parecer nunca llegó a puerto... ¿Por que? – La verdad es que la historia tenía su miga, y al maestre empezaba a causarle curiosidad, siempre había sido de esas personas incapaces de dejar algo cuando lo empezaba y más si era algún tipo de entramado. No tuvieron que esperar demasiado, el sonido de la puerta alertó que su invitado improvisado acababa de llegar – Adelante – El joven abrió la puerta entrando en la sala.
– Dicen que me buscabais m... – El chico dio un brinco al ver a Sarella haciendo una reverencia – Princesa – Farfulló con cierto nerviosismo. Rodrick carraspeó intentando que el chaval dejara de lado sus nervios y se acercara a ellos para empezar a tratar asuntos los suficientemente importantes – Acercaos muchacho hay algo de lo que tenemos que hablar con cierta urgencia, tomad asiento no tardaremos demasiado – Comentó señalando la silla que se encontraba a su izquierda, frente a la de la princesa. El chico, obediente, hizo un suave movimiento de cabeza asintiendo y se apresuró a tomar su correspondiente asiento – Hemos estado investigando, Lord Fleance Myre mando una carta esta mañana preguntando por el barco del que, si mis informes no me engañan, nos dijisteis que viajabais... – El chico observó a Sarella con cierto nerviosismo, el de Lys siempre se había mostrado como lo hace un pez fuera del agua cuando debía de tratar con otros que no fuera Mors Martell – ¿Y en que puedo serviros? – Se limitó a preguntar – Me gustaría que nos contaras que sucedió con dicho barco... – El joven trago saliva – Pues, maestre Rodrick, esa embarcación pertenecía a mi padre, a él se le pagó una buena suma de monedas a cambio de llevar a un grupo de mujeres hacía Dorne – El maestre observó de reojo a Sarella – ¿Mujeres? – Preguntó dando a entender que debía ser más especifico – Gerrald Myre murió y su viuda quería estar presente en su funeral... Viajaban con ella su hija y bueno... Amigas – El muchacho sonrió nervioso – ¿Amigas? – Asintió – Somos de Lys maestre, allí las mujeres se dedican a una cosa, eran prostitutas, la viuda también lo había sido en su momento y al parecer no quería hacer un viaje tan largo sola... Que imprudencia, pero bueno, no nos quejamos, a nosotros nos daba igual...
– ¿Y que paso? – Inquirió para que el chico no se fuera por las ramas – El viaje fue normal, pero cuando estábamos cerca de Dorne... – Guardó silencio tomando aire – Nos atacaron... Piratas, maestre, nos atacaron piratas
– Dicen que me buscabais m... – El chico dio un brinco al ver a Sarella haciendo una reverencia – Princesa – Farfulló con cierto nerviosismo. Rodrick carraspeó intentando que el chaval dejara de lado sus nervios y se acercara a ellos para empezar a tratar asuntos los suficientemente importantes – Acercaos muchacho hay algo de lo que tenemos que hablar con cierta urgencia, tomad asiento no tardaremos demasiado – Comentó señalando la silla que se encontraba a su izquierda, frente a la de la princesa. El chico, obediente, hizo un suave movimiento de cabeza asintiendo y se apresuró a tomar su correspondiente asiento – Hemos estado investigando, Lord Fleance Myre mando una carta esta mañana preguntando por el barco del que, si mis informes no me engañan, nos dijisteis que viajabais... – El chico observó a Sarella con cierto nerviosismo, el de Lys siempre se había mostrado como lo hace un pez fuera del agua cuando debía de tratar con otros que no fuera Mors Martell – ¿Y en que puedo serviros? – Se limitó a preguntar – Me gustaría que nos contaras que sucedió con dicho barco... – El joven trago saliva – Pues, maestre Rodrick, esa embarcación pertenecía a mi padre, a él se le pagó una buena suma de monedas a cambio de llevar a un grupo de mujeres hacía Dorne – El maestre observó de reojo a Sarella – ¿Mujeres? – Preguntó dando a entender que debía ser más especifico – Gerrald Myre murió y su viuda quería estar presente en su funeral... Viajaban con ella su hija y bueno... Amigas – El muchacho sonrió nervioso – ¿Amigas? – Asintió – Somos de Lys maestre, allí las mujeres se dedican a una cosa, eran prostitutas, la viuda también lo había sido en su momento y al parecer no quería hacer un viaje tan largo sola... Que imprudencia, pero bueno, no nos quejamos, a nosotros nos daba igual...
– ¿Y que paso? – Inquirió para que el chico no se fuera por las ramas – El viaje fue normal, pero cuando estábamos cerca de Dorne... – Guardó silencio tomando aire – Nos atacaron... Piratas, maestre, nos atacaron piratas
La Doncella
Re: La sabiduría de un maestre
Por lo visto, el tal Fleance Myre parecía haber sido sincero en su mensaje: el barco nunca llegó a su destino. Permaneció en silencio escuchando las hipótesis del Maestre Rodrick e intentando elaborarse un mapa mental de la historia. Esperaba que el anciano prosiguiera cuando el muchacho llegó a la sala.
Al verla, perdió el color. Buenos días, Yandry. Le dijo con una sonrisa. Sentimos haberte mandado llamar tan precipitadamente, esperamos no haber interrumpido tus labores... pero necesitamos saber algo que puede que tú sí sepas. El maestre le ofreció asiento al chico y ella se sentó junto al anciano.
El muchacho empezó a divagar. Volvió a sonreir e, inclinándose ligeramente hacia él, dijo. Yandry, eso está muy bien, pero nos gustaría que fueras más preciso en la información. Era una manera bonita de decirle que no le interesaba en absoluto que la viuda de un hombre a quien no conocía de nada vendiera su cuerpo y se rodeara de prostitutas.
El chico se centró al fin, y entonces... Sarella se irguió como una cobra a la que han cogido por sorpresa, abrió los ojos y miró velozmente al maestre. ¿Piratas? Se volvió hacia el chico. Yandry, ¿qué clase de piratas eran? Sabía que había piratas por todos los rincones de Poniente, la mayoría de las Ciudades Libres. Viniendo de Lys, perfectamente podrían ser piratas lysenos, pero... Los hombres del hierro se hacían llamar piratas a sí mismos en ocasiones y se enorgullecían de ello. Pero, ¿por qué iban a atacar a un Myre? Es uno de los suyos. No queremos presionarte, cielo, pero nos vendría bien toda información que pudieras aportar. Lanzó al maestre una mirada que él conocía bien, una mirada que pedía a gritos hablar a solas. Sarella tenía una opinión muy clara de los hombres del hierro que no consideraba oportuno que el chico oyera. Pero no era el momento de echarlo, no ahora. Aún tenía muchas cosas que contar.
Sé que tiene que ser doloroso de recordar, Yandry, pero necesitamos saber con la mayor exactitud posible qué pasó en ese ataque. Necesitamos saber si esos piratas se limitaron a robar, si se llevaron rehenes o si asesinaron. Si son alguna de las dos últimas opciones, ¿conocías a los rehenes? ¿y a los muertos? ¿quiénes eran? Y, sobre todo, ¿por qué os atacaron? ¿Simplemente se toparon con vosotros, o crees que había algo más?Vio que el chico comenzaba a asustarse, por lo que arrimó su silla hacia donde él estaba, le agarró la mano y dijo en voz baja. Nadie sabrá nunca que fuiste tú quien nos dio la información. No saldrá de aquí. Pero hay un hombre que lleva años sin saber de su familia. Tú viviste el horror. Tú puedes aliviar ese sufrimiento. Y todos queremos ayudar a ese hombre, ¿verdad?
Al verla, perdió el color. Buenos días, Yandry. Le dijo con una sonrisa. Sentimos haberte mandado llamar tan precipitadamente, esperamos no haber interrumpido tus labores... pero necesitamos saber algo que puede que tú sí sepas. El maestre le ofreció asiento al chico y ella se sentó junto al anciano.
El muchacho empezó a divagar. Volvió a sonreir e, inclinándose ligeramente hacia él, dijo. Yandry, eso está muy bien, pero nos gustaría que fueras más preciso en la información. Era una manera bonita de decirle que no le interesaba en absoluto que la viuda de un hombre a quien no conocía de nada vendiera su cuerpo y se rodeara de prostitutas.
El chico se centró al fin, y entonces... Sarella se irguió como una cobra a la que han cogido por sorpresa, abrió los ojos y miró velozmente al maestre. ¿Piratas? Se volvió hacia el chico. Yandry, ¿qué clase de piratas eran? Sabía que había piratas por todos los rincones de Poniente, la mayoría de las Ciudades Libres. Viniendo de Lys, perfectamente podrían ser piratas lysenos, pero... Los hombres del hierro se hacían llamar piratas a sí mismos en ocasiones y se enorgullecían de ello. Pero, ¿por qué iban a atacar a un Myre? Es uno de los suyos. No queremos presionarte, cielo, pero nos vendría bien toda información que pudieras aportar. Lanzó al maestre una mirada que él conocía bien, una mirada que pedía a gritos hablar a solas. Sarella tenía una opinión muy clara de los hombres del hierro que no consideraba oportuno que el chico oyera. Pero no era el momento de echarlo, no ahora. Aún tenía muchas cosas que contar.
Sé que tiene que ser doloroso de recordar, Yandry, pero necesitamos saber con la mayor exactitud posible qué pasó en ese ataque. Necesitamos saber si esos piratas se limitaron a robar, si se llevaron rehenes o si asesinaron. Si son alguna de las dos últimas opciones, ¿conocías a los rehenes? ¿y a los muertos? ¿quiénes eran? Y, sobre todo, ¿por qué os atacaron? ¿Simplemente se toparon con vosotros, o crees que había algo más?Vio que el chico comenzaba a asustarse, por lo que arrimó su silla hacia donde él estaba, le agarró la mano y dijo en voz baja. Nadie sabrá nunca que fuiste tú quien nos dio la información. No saldrá de aquí. Pero hay un hombre que lleva años sin saber de su familia. Tú viviste el horror. Tú puedes aliviar ese sufrimiento. Y todos queremos ayudar a ese hombre, ¿verdad?
Sarella Martell
Re: La sabiduría de un maestre
Ante la pregunta de Sarella, el joven de Lys asintió. El maestre ya había oído a otros llegados a Dorne en condiciones extravagantes contar aquella historia, la verdad es que nunca les había prestado atención, lo que pasara en alta mar fuera de donde fuera la procedencia de los llamados piratas o bandidos era cosas que se escapaban de las incumbencias de Dorne. Lo máximo que podían hacer era cuidar de los que llegaran y si se les ocurría tocar alguno de sus barcos mercantes entonces si buscar remedio, pero por ahora no lo habían hecho y en Dorne tenían problemas mucho más urgentes – Piratas, hombres del hierro, no se, para nosotros son lo mismo... No se quienes eran, la verdad es que en todos estos años nunca he intentado saber de ellos... No he querido volver a recordar esa situación – El joven se atuso el cabello soltando un suave resoplido, pensativo tal vez elaborando una respuesta para aquellas preguntas algo precipitadas que la princesa la lanzaba. Pero necesarias si querían llegar a algún punto – En la embarcación solo íbamos la viuda, su hija, las amigas de esta, mi padre yo y algún que otro marinero que se ofreció a ayudarnos... No eramos un barco importante, nadie sabía de nosotros, eran hombres del hierro con ganas de saquear nada más princesa – Alzó los hombros – Nos cortaron el paso, nos abordaron, eran muchos... Yo estaba en la cubierta, pero cuando empezaron a atacarnos mi padre me cogió del brazo y me hizo ir al camarote, levantó unas placas del suelo y me dijo que me escondiera – Tragó saliva – No recuerdo cuanto tiempo estuve allí encerrado, llenaremos La Bastarda de tesoros decían, aún ese nombre Bastarda colea en mi cabeza... cuando el ruido cesó abandoné mi escondite, todo estaba patas arriba, cuando subí a la cubierta de nuevo solo había los restos de la batalla, los hombres que nos acompañaban estaban muertos y no había rastro alguno de las mujeres... – Suspiró – Supongo que se las llevaron con ellos, pobrecitas... Saquearon, se llevaron a las mujeres y se fueron... El resto, vuestro hermano me encontró días después y acabé aquí
El maestre se deslizó la mano por la barbilla pensativo – Creo que tenemos más que suficiente con toda esa información que nos has dado Yandry, gracias por todo, la ayuda ser recompensada – Realizó entonces un movimiento con la mano y el joven asintió, levantándose y abandonando la estancia no sin antes realizar una reverencia a cada uno de los presentes. El maestre observó de a la princesa – ¿En que estáis pensando princesa? – La mujer parecía distraída, tal vez todavía procesando toda esa información – ¿Queréis contarle todas esas cosas a Lord Myre? Si lo deseáis os puedo ayudar
El maestre se deslizó la mano por la barbilla pensativo – Creo que tenemos más que suficiente con toda esa información que nos has dado Yandry, gracias por todo, la ayuda ser recompensada – Realizó entonces un movimiento con la mano y el joven asintió, levantándose y abandonando la estancia no sin antes realizar una reverencia a cada uno de los presentes. El maestre observó de a la princesa – ¿En que estáis pensando princesa? – La mujer parecía distraída, tal vez todavía procesando toda esa información – ¿Queréis contarle todas esas cosas a Lord Myre? Si lo deseáis os puedo ayudar
Última edición por La Doncella el Miér Mayo 01, 2013 3:05 pm, editado 1 vez (Razón : Añadir el nombre del barco de los isleños)
La Doncella
Re: La sabiduría de un maestre
No levantó la vista de Yandry, con los ojos muy abiertos y casi sin pestañear. No quería (ni podía) perder ni un detalle de lo que el chico intentaba relatar lo mejor que podía. Permaneció en silencio, escuchando, intentando retener los pensamientos que iban surgiendo fugazmente para no desviar la atención de la historia.
Cuando el chico terminó, se crearon unos minutos de aplastante silencio. Sarella intentaba encajar todas las piezas de ese rompecabezas. "La Bastarda... La Bastarda...". No le sonaba de nada ese barco. Quizás Mors lo conociese, pero por lo que a ella respectaba... nada. Probablemente fuera una barcaza de piratas, pero aquello le seguía oliendo a chamusquina. Si hubiera sido un ataque corriente de unos piratas cualquiera, Lord Myre no se estaría molestando en investigar tanto: Habría asumido la muerte de sus familiares como tantos que habían perdido a sus seres queridos en el mar. Pero en esa historia parecía haber mucho que rascar... "La Bastarda..." ¿De quién sería ese barco?
Cuando el Maestre Rodrick dio permiso al muchacho para abandonar la sala, Sarella seguía tan ensimismada que no se dio cuenta de lo que estaba pasando hasta que no vio al chico levantarse por el rabillo del ojo. Sacudió la cabeza para salir del trance y se levantó. Oh, muchas gracias Yandry, de verdad. Nos has sido muy útil. Esperamos esclarecer todo esto cuanto antes. Sonrió. Mi hermano Mors tiene mucha suerte de tenerte a su servicio. Tómate la tarde libre, por favor, por las molestias. Con una leve inclinación de cabeza, lo despidió.
Volvió a sentarse y a perder la mirada en el infinito. Cuando el maestre le habló, contestó. Sus propios compatriotas, Rodrick. Había algo detrás de ese saqueo, dudo que fuera un simple robo. ¿Es que los hombres del hierro son tan animales como para matarse entre ellos? Sarella amaba Dorne y a todos los dornienses, y era consciente de que era muy querida en su tierra. En el sur todos eran mucho más cercanos entre sí, y en su mente no concebía matar a uno de los suyos. Dudo que esos tripulantes de la tal Bastarda desconocieran quiénes iban en ese barco... Quizás le estoy dando más vueltas de la cuenta y, efectivamente, fuera un simple ataque. De ser así, mataría a ese tal Myre solo por los quebraderos de cabeza que les estaba dando. No era el mejor momento para perder el tiempo, con tres hermanos en la guerra. Si ese Lord es un hombre tan cultivado como vos decís, no creo que se haya alarmado sin motivos... ¿qué opináis vos?
Al volver a bajar la mirada a la mesa, vio el libro. Claro... Susurró, abriendo mucho los ojos, los cuales volvió a dirigir hacia el anciano. Maestre, usted debe tener algún registro de barcos. Si esa galera es de alguien importante, estará registrada. Mi hermano... mi hermano podría tener... Se llevó la mano a la sien, intentando recordar. Hizo una mueca con la boca. No. Mors es capaz de reconocer un barco solo con ver un trozo de astilla de uno de sus remos, pero dudo que se haya molestado en recolectarlos por escrito... Y ahora, Mors estaba demasiado lejos como para preguntarle si le sonaba ese nombre, y la inmensa mayoría de los hombres de su confianza se habían ido con él. Tenéis montañas de libros, Maestre. En alguno podría venir ese nombre...
Cuando el chico terminó, se crearon unos minutos de aplastante silencio. Sarella intentaba encajar todas las piezas de ese rompecabezas. "La Bastarda... La Bastarda...". No le sonaba de nada ese barco. Quizás Mors lo conociese, pero por lo que a ella respectaba... nada. Probablemente fuera una barcaza de piratas, pero aquello le seguía oliendo a chamusquina. Si hubiera sido un ataque corriente de unos piratas cualquiera, Lord Myre no se estaría molestando en investigar tanto: Habría asumido la muerte de sus familiares como tantos que habían perdido a sus seres queridos en el mar. Pero en esa historia parecía haber mucho que rascar... "La Bastarda..." ¿De quién sería ese barco?
Cuando el Maestre Rodrick dio permiso al muchacho para abandonar la sala, Sarella seguía tan ensimismada que no se dio cuenta de lo que estaba pasando hasta que no vio al chico levantarse por el rabillo del ojo. Sacudió la cabeza para salir del trance y se levantó. Oh, muchas gracias Yandry, de verdad. Nos has sido muy útil. Esperamos esclarecer todo esto cuanto antes. Sonrió. Mi hermano Mors tiene mucha suerte de tenerte a su servicio. Tómate la tarde libre, por favor, por las molestias. Con una leve inclinación de cabeza, lo despidió.
Volvió a sentarse y a perder la mirada en el infinito. Cuando el maestre le habló, contestó. Sus propios compatriotas, Rodrick. Había algo detrás de ese saqueo, dudo que fuera un simple robo. ¿Es que los hombres del hierro son tan animales como para matarse entre ellos? Sarella amaba Dorne y a todos los dornienses, y era consciente de que era muy querida en su tierra. En el sur todos eran mucho más cercanos entre sí, y en su mente no concebía matar a uno de los suyos. Dudo que esos tripulantes de la tal Bastarda desconocieran quiénes iban en ese barco... Quizás le estoy dando más vueltas de la cuenta y, efectivamente, fuera un simple ataque. De ser así, mataría a ese tal Myre solo por los quebraderos de cabeza que les estaba dando. No era el mejor momento para perder el tiempo, con tres hermanos en la guerra. Si ese Lord es un hombre tan cultivado como vos decís, no creo que se haya alarmado sin motivos... ¿qué opináis vos?
Al volver a bajar la mirada a la mesa, vio el libro. Claro... Susurró, abriendo mucho los ojos, los cuales volvió a dirigir hacia el anciano. Maestre, usted debe tener algún registro de barcos. Si esa galera es de alguien importante, estará registrada. Mi hermano... mi hermano podría tener... Se llevó la mano a la sien, intentando recordar. Hizo una mueca con la boca. No. Mors es capaz de reconocer un barco solo con ver un trozo de astilla de uno de sus remos, pero dudo que se haya molestado en recolectarlos por escrito... Y ahora, Mors estaba demasiado lejos como para preguntarle si le sonaba ese nombre, y la inmensa mayoría de los hombres de su confianza se habían ido con él. Tenéis montañas de libros, Maestre. En alguno podría venir ese nombre...
Sarella Martell
Re: La sabiduría de un maestre
Deslizó la mano por su frente pensativo, cierto era que no le agradaban los que se hacían llamar hombres del hierro, pero también era cierto que sobre Lord Fleance Myre solo había escuchado palabras que hacían más que propicio el confiar. Estaba también dentro de si el que todo buen hombre debe ayudar a aquel que lo necesita y el que nunca había sido un hombre desconfiado, no sabía si ayudar o dejar pasar la carta, pues su mente le decía una cosa y su cabeza la otra – En el mar no hay amigos princesa, ya os he dicho miles de veces que no todo es como Dorne. Poniente es un lugar complicado, lleno de intrigas y tramas y las islas, todas ellas no solo las del hierro, son esa gota que colma el vaso – Suspiró – Son diferentes a nosotros, y por eso sabed que comprendo que deis muchas vueltas al asunto y que tengáis dudas – Con un gesto tranquilo volvió a apresar la carta para releer lo escrito – No, no creo que supieran quienes iban en ese barco sinceramente, si lo deseaban era hacer daño a la casa Myre ¿Por que atacar un barco lleno de mujeres y no ir a por el barco de Lord Fleance? Es una estrategia estúpida incluso para un hombre del hierro – Se permitió bromear – Pues a fin de cuentas, no pidieron nada a cambio de quienes allí se encontraban, se limitaron a saquear... Uno más entre tantos y seguro que a día de hoy siguen sin saber que tenían entre manos...
– ¿Deseáis que sea sincero con vos? – No esperó a la respuesta de la mujer, pues a fin de cuentas, podía imaginar que iba a decir – En esta carta solo veo las palabras de un hombre a quien le han dado esperanzas, alguien que creía haber perdido a seres queridos y a quien ahora, tal vez, se le devuelvan – Aunque seguramente nada quede ya de ellas, guardó para si mismo, pues aunque le gustaba ser honesto y sincero, no gozaba con alimentar el miedo o los prejuicios que hacía aquellos hombres Sarella pudiera tener – Creo que lo mejor es escribir una carta, ser claros, decir esto es lo que sabemos, por que prefiero ser correcto y arriesgar que quedar con el remordimiento de que por nuestra culpa alguien esta sufriendo – Una madre y una hija, un hombre que las busca y piratas... Si estas historias le hubieran pillado un poco más joven... – Pensadlo de este modo, poneos en la peor de las situaciones, uno de vuestros seres queridos cualquiera, el que escoja vuestra mente... Desaparece un día sin rastro. Muchos dicen que esta muerto, otros no saben que pensar. Pasa el tiempo y a vos os llega el rumor de que allá en los lejos, alguien sabe que sucedió a vuestro ser querido ¿No escribiríais una carta y rezaríais por que funcionara? Y lo más importante ¿No os gustaría que os respondieran?
– ¿Deseáis que sea sincero con vos? – No esperó a la respuesta de la mujer, pues a fin de cuentas, podía imaginar que iba a decir – En esta carta solo veo las palabras de un hombre a quien le han dado esperanzas, alguien que creía haber perdido a seres queridos y a quien ahora, tal vez, se le devuelvan – Aunque seguramente nada quede ya de ellas, guardó para si mismo, pues aunque le gustaba ser honesto y sincero, no gozaba con alimentar el miedo o los prejuicios que hacía aquellos hombres Sarella pudiera tener – Creo que lo mejor es escribir una carta, ser claros, decir esto es lo que sabemos, por que prefiero ser correcto y arriesgar que quedar con el remordimiento de que por nuestra culpa alguien esta sufriendo – Una madre y una hija, un hombre que las busca y piratas... Si estas historias le hubieran pillado un poco más joven... – Pensadlo de este modo, poneos en la peor de las situaciones, uno de vuestros seres queridos cualquiera, el que escoja vuestra mente... Desaparece un día sin rastro. Muchos dicen que esta muerto, otros no saben que pensar. Pasa el tiempo y a vos os llega el rumor de que allá en los lejos, alguien sabe que sucedió a vuestro ser querido ¿No escribiríais una carta y rezaríais por que funcionara? Y lo más importante ¿No os gustaría que os respondieran?
La Doncella
Re: La sabiduría de un maestre
Lo sé, Maestre. Sé que no todo es como Dorne. Dijo con un suspiro. Bien que lo sabía, es por eso que desde pequeña había tenido el sueño infantil de que los mares se tragaran el resto del mundo y dejaran Dorne sola, tranquila, libre. No necesitaba al resto de Poniente para nada, solo traía problemas. ¡Le hago caso! Dijo haciendo un puchero. Pero ya sabe lo que me cuesta... entender otras costumbres. ¡Me gustan tanto las de aquí! Bien sabían los dioses lo que rezaba para encontrar un marido dorniense que permitiera no tener que abandonar nunca esas tierras. No sé, maestre... Entre tanto, el maestre se sinceró con ella. Escuchó con interés lo que fuera a decirle: si algo apreciaba Sarella era la sabiduría y la sinceridad, y ese hombre poseía ambas cosas.
Le escuchó atentamente. Tenía razón. No le gustaban los hombres del hierro, pero ese tal Myre había sido educado en su carta, según el maestre parecía un hombre confianza y, al fin y al cabo, tampoco perdía nada contestándole...
"Olyvar..." Su mente tenía más que claro que ser querido escoger. Fue automático, su rostro apareció ante ella, con el casco, abandonando la alcoba en dirección al campo de batalla... Después recordó a Maron. Y a Mors. Y a Myriah. Y a sus sobrinos. "La guerra... el Muro... indefensos... Olyvar..." Las palabras de Mors golpeaban su mente como un martillo. "Tus tres hermanos podrían morir..." Había bajado la mirada casi avergonzada por haberse planteado siquiera no responder a ese pobre hombre. Sarella era la persona más generosa y empática del mundo si de un dorniense se trataba, pero con los extranjeros... Con los extranjeros, ¿qué? Eran personas también, tenían sentimientos, como ella. Lo único que las diferenciaba era el lugar en que nacieron, lo cual nadie podía escoger. "Olyvar..." Si algo malo le pasara, se moriría. Pero la incertidumbre... la incertidumbre sería aún peor. Se le hizo un nudo en la garganta.
Tenéis razón, Maestre Rodrick, como siempre. Por eso no dudo en recurrir a vos en estas situaciones... Sin levantar la mirada, puso su mano en la huesuda mano del anciano. Contestaré a ese hombre. Sí... contestaré. Respiró y levantó la vista hacia el maestre. Muchas gracias Rodrick, por todo, de verdad. Sonrió. Da gusto hablar con vos. Sois un pozo de sabiduría.
Se puso en pie y se dispuso para abandonar la estancia. Bueno, creo que ya le he entretenido suficiente. Gracias de nuevo. Voy a responder a Lord Myre antes de que otras ocupaciones inunden mi mente. Si me disculpais. Hizo una leve reverencia y abandonó la habitación.
Se dirigió a su alcoba, se sentó en su escritorio y cogió pergamino, pluma y tinta. A la atención de Lord Fleance Myre, comenzó a escribir. Tras un rato parada mirando el pergamino se dio cuenta de una cosa: Había mentido al maestre. No escribiría el pergamino antes de que otras ocupaciones inundaran su mente, puesto que ya era demasiado tarde para eso. Ella siempre tenía un problema rondando por su cabeza, una preocupación. "Olyvar... "
Le escuchó atentamente. Tenía razón. No le gustaban los hombres del hierro, pero ese tal Myre había sido educado en su carta, según el maestre parecía un hombre confianza y, al fin y al cabo, tampoco perdía nada contestándole...
"Olyvar..." Su mente tenía más que claro que ser querido escoger. Fue automático, su rostro apareció ante ella, con el casco, abandonando la alcoba en dirección al campo de batalla... Después recordó a Maron. Y a Mors. Y a Myriah. Y a sus sobrinos. "La guerra... el Muro... indefensos... Olyvar..." Las palabras de Mors golpeaban su mente como un martillo. "Tus tres hermanos podrían morir..." Había bajado la mirada casi avergonzada por haberse planteado siquiera no responder a ese pobre hombre. Sarella era la persona más generosa y empática del mundo si de un dorniense se trataba, pero con los extranjeros... Con los extranjeros, ¿qué? Eran personas también, tenían sentimientos, como ella. Lo único que las diferenciaba era el lugar en que nacieron, lo cual nadie podía escoger. "Olyvar..." Si algo malo le pasara, se moriría. Pero la incertidumbre... la incertidumbre sería aún peor. Se le hizo un nudo en la garganta.
Tenéis razón, Maestre Rodrick, como siempre. Por eso no dudo en recurrir a vos en estas situaciones... Sin levantar la mirada, puso su mano en la huesuda mano del anciano. Contestaré a ese hombre. Sí... contestaré. Respiró y levantó la vista hacia el maestre. Muchas gracias Rodrick, por todo, de verdad. Sonrió. Da gusto hablar con vos. Sois un pozo de sabiduría.
Se puso en pie y se dispuso para abandonar la estancia. Bueno, creo que ya le he entretenido suficiente. Gracias de nuevo. Voy a responder a Lord Myre antes de que otras ocupaciones inunden mi mente. Si me disculpais. Hizo una leve reverencia y abandonó la habitación.
Se dirigió a su alcoba, se sentó en su escritorio y cogió pergamino, pluma y tinta. A la atención de Lord Fleance Myre, comenzó a escribir. Tras un rato parada mirando el pergamino se dio cuenta de una cosa: Había mentido al maestre. No escribiría el pergamino antes de que otras ocupaciones inundaran su mente, puesto que ya era demasiado tarde para eso. Ella siempre tenía un problema rondando por su cabeza, una preocupación. "Olyvar... "
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