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La armada invencible
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La armada invencible
-Mi señor. Llegan los barcos de la segunda flota. Se divisan en el horizonte. - dijo el señor Hapkins
-¿Algo que destacar? - preguntó taciturno el Rey de las islas.
-Parece que los hubieran masticado y escupido, por lo que he visto en el catalejo.
Solo apoyó la mano en la sien para descansar un poco su mente. Qué gran desastre había acontecido. Doscientos barcos o más que envió a luchar para tomar el Rejo, y volvían a penas cincuenta. La flota había sido masacrada y ni siquiera tenía claro el cómo o el porqué. ¿A cuantos hombres del hierro había enviado a la muerte? ¿Todo por su arrogancia? ¿Tan imposible era alcanzar el sueño de volver a ser gloriosos? ¿De volver a reinar? Ni los elementos, ni los dioses ni las bestias se lo permitían. El mundo temía a los hombres del hierro, temía aquello que podía provenir del mar... Pero Harrald no agacharía la cabeza. Lucharía contra los mismos dioses si hacía falta. En aquellos instantes solo había cabida para la ira en la mente del Greyjoy. Una ardiente y desmesurada ira. Quería reducirlo todo a cenizas
-Preparemos el recibimiento. Avisad a Farwynd, a mi sobrino, a Altair y a Aaron. Iza la bandera de los Greyjoy en el castillo. Que sepan que han de venir a Hierro Gris - Así era como se llamaba ahora la Isla de Escudo Gris por orden del Rey. Había cambiado los nombres de las islas Escudo como derecho suyo por conquista del Lugar. Escudo Gris era ahora Hierro Gris. Escudo Verde era Escudo de Hierro. Escudo de Roble se llamaba ahora Arbolferreo, y por último Escudo Sur se llamaba Hierro Negro.
------------------------------
En el puerto, el primer barco en desembarcar fue el caballero de Mar. La nave de su hermano Harlaw. Su rostro era sombrío y taciturno. Más que de costumbre. Más que el Blacktyde incluso. Que el Ahogado lo guardase en sus salones. Harrald podía ver traslucida su furia infinita en su mirada. No era para menos. Ni siquiera pudo desembarcar, que era donde Harlaw se movía mejor. Y encima un buen comandante como era Blacktyde había muerto. Las Islas del Hierro habían perdido antes de tiempo a un marino y capitán formidable. Costaría reponerse de dicha pérdida.
-Bienvenido hermano, a Hierro Gris. Cuéntame lo que ha ocurrido. Vuestro mensaje llegó dañado. Pero sin duda parece que os habéis enfrentado al Dios de la tormenta. Me alegro de que estés vivo, hermano.
-¿Algo que destacar? - preguntó taciturno el Rey de las islas.
-Parece que los hubieran masticado y escupido, por lo que he visto en el catalejo.
Solo apoyó la mano en la sien para descansar un poco su mente. Qué gran desastre había acontecido. Doscientos barcos o más que envió a luchar para tomar el Rejo, y volvían a penas cincuenta. La flota había sido masacrada y ni siquiera tenía claro el cómo o el porqué. ¿A cuantos hombres del hierro había enviado a la muerte? ¿Todo por su arrogancia? ¿Tan imposible era alcanzar el sueño de volver a ser gloriosos? ¿De volver a reinar? Ni los elementos, ni los dioses ni las bestias se lo permitían. El mundo temía a los hombres del hierro, temía aquello que podía provenir del mar... Pero Harrald no agacharía la cabeza. Lucharía contra los mismos dioses si hacía falta. En aquellos instantes solo había cabida para la ira en la mente del Greyjoy. Una ardiente y desmesurada ira. Quería reducirlo todo a cenizas
-Preparemos el recibimiento. Avisad a Farwynd, a mi sobrino, a Altair y a Aaron. Iza la bandera de los Greyjoy en el castillo. Que sepan que han de venir a Hierro Gris - Así era como se llamaba ahora la Isla de Escudo Gris por orden del Rey. Había cambiado los nombres de las islas Escudo como derecho suyo por conquista del Lugar. Escudo Gris era ahora Hierro Gris. Escudo Verde era Escudo de Hierro. Escudo de Roble se llamaba ahora Arbolferreo, y por último Escudo Sur se llamaba Hierro Negro.
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En el puerto, el primer barco en desembarcar fue el caballero de Mar. La nave de su hermano Harlaw. Su rostro era sombrío y taciturno. Más que de costumbre. Más que el Blacktyde incluso. Que el Ahogado lo guardase en sus salones. Harrald podía ver traslucida su furia infinita en su mirada. No era para menos. Ni siquiera pudo desembarcar, que era donde Harlaw se movía mejor. Y encima un buen comandante como era Blacktyde había muerto. Las Islas del Hierro habían perdido antes de tiempo a un marino y capitán formidable. Costaría reponerse de dicha pérdida.
-Bienvenido hermano, a Hierro Gris. Cuéntame lo que ha ocurrido. Vuestro mensaje llegó dañado. Pero sin duda parece que os habéis enfrentado al Dios de la tormenta. Me alegro de que estés vivo, hermano.
Harrald Greyjoy- Nobleza
Re: La armada invencible
Las naves llegaron ajadas y rotas, los cascos estaban maltrechos pues hombres y bestias los habían azotado. Lucharon contra la mar, contra la tormenta, el viento, los enemigos, la mala suerte y un maldito calamar gigante y en todo su ente sólo había una palabra, una expresión que se repetía a sí mismo incurso en tamaña vergüenza, derrota. Se había quedado afónico gritando órdenes a sus propios hombres, se había jugado la vida para hacerse ver cuando la flota obvió las banderas, cuando abandonaron la campaña, cuando perdieron su honor. Todas las naves fueron llegando al puerto de la renombrada Hierro Gris y una a una fueron escupiendo a la isla miles de hombres que parecían venir de unos cuantos infiernos distintos, pues los males de una sola religión no bastaban para igualar su ruín fortuna. Él había perdido, sus hombres eran unos cobardes, tras el estrepitoso fracaso y la muerte de Blacktyde la humillación que sentía le hizo refugiarse en su camarote.... Había impedido acceder a él a nadie y pasó el trayecto desde el Rejo hasta las Escudo drogado, bebiendo leche de amapola y ron, con la puerta atrancada, ya que el mar, o sus hombres o el enemigo querrían matarlo y no estaba dispuesto a permitirlo. Las alucinaciones le venían a la cabeza y únicamente el sueño impedía que el corazón se le detuviera de sobredosis. En su mente y entre una marea de sábanas sudadas y malolientes peleaba una y otra vez contra Albus Drumm, Einar Blacktyde y Lord Redwyne, daba mandobles una y otra vez, pero a pesar de su esfuerzo ellos no caían... Y poco a poco sus pies se hundían en las negras aguas del mar occidental, mientras sus enemigos se reían de él y ascendían a la gloria.
Fue el último en abandonar la armada. Las tropas estaban reunidas frente a Harrald a la espera del segundo comandante de la flota, que ahora era el primero. Abrió la puerta con dos pestillos aún echados y ordenó a su segundo que le escoltaran sus cinco guardias juramentados y cincuenta caballeros más. A pesar del nido de ratas que tenía como tropa, los caballeros que aún le restaban que llegaban al millar, seguían manteniendo su actitud estoica y si habían huido con el resto era porque Harlaw había cometido el error o acierto de no dar la capitanía de ningún barco al estrato de Seres, salvo alguna excepción. El sol le quemó los ojos al abrir la puerta, no se había lavado en quince días y el metal, el sudor y la sangre reseca formaban parte de él del mismo modo que lo hacía la roña adherida a su piel. Echaba peste, la misma que echaba un perro que había sido apaleado una y otra vez y al que al final hubieran bañado con un único chorro de agua pero con mucha presión. Anduvo, con la cabeza gacha y flanqueado por una cincuentena de armaduras completas, que no iban a tener ni castigo ni halago, aquellos hombres habían llegado a ser caballeros en una patria que odiaba a sus homónimos, que había compaginado el honor propio con la falta de moral ajena.
Ascendió las escalinatas hasta Harrald y no pudo mirarle a la cara. Le había fallado a su hermano y a su Rey y a todos los demás hombres libres que esperaban galima, honor e historias de victoria en las Islas del Hierro. El blanco de sus ojos era tres cuartas partes rojo, los pómulos estaban negros y las ojeras moradas, El Greyjoy nunca lo había visto así. -No estoy vivo, Harrald, o al menos preferiría no estarlo.- Hizo una pausa, como si le costara hablar, cada explicación que tenía que dar le quemaba por dentro. -Prefiero que Fleance te ponga en situación, él te lo explicará mejor que yo...yo...aún...aún tengo que hacer algo.-
Bajó aún más la cabeza ante el Rey y dejó a Myre para dar explicaciones, de hecho si habían conseguid llegar a las Escudo había sido por la pericia del tullido de Harlaw, no por la suya. Unas varas más abajo, en la playa los caballeros habían enganchado a los capitanes de los derrotados y los estaban poniendo de rodillas. Quinientos caballeros más formaban una muralla impasible entre el resto de la tropa y sus líderes. Para hablar ante el rey no le quedaban fuerzas, pero siempre tenía calor interno para impartir justicia. Mientras Lord Fleance explicaba al Rey la campaña, Lord Victarion Harlaw, con la potestad disciplinaria con la que había sido investido por derecho isleño, ejecutaba un proceso sumario. Su verbo daba miedo, sus propios capitanes no sabían si los iban a desollar o a matar y el resto de las tripulaciones mantenían la calma controlados por sus segundos de abordo y la regia presencia de Harrald como observador.
-Cada capitán es Rey en su barco, por ello cada barco y tripulación quedan exentos de responsabilidad, pero no sus capitanes. Los capitanes que ahora os encontráis arrodillados conocíais todos las órdenes del Rey de desembarcar en el Rejo a toda costa a vuestra gente y tomar la isla cada uno con el cometido que se había repartido. Estas órdenes fueron concretadas por el comandante Einar Blacktyde y por mí mismo.- Sostuvo un silencio tenso, meditando la pena.- Desobedecer órdenes fundamentales debería conllevar la pena de muerte, pero atendiendo a las circunstancias seré clemente. Diez latigazos para cada capitán, que llevaréis para reflejar vuestra cobardía.
Las armaduras con patas fueron impartiendo el castigo a los capitanes, que aliviados por la posibilidad de una pena mayor asumieron su castigo con mejor o peor cara. -Después pasó a los seis jefes de escuadra que aún restaban, mientras tanto, la playa estaba muda, a excepción del restallar del cuero abriendo la piel de los mejores marinos de Harlaw. -Vosotros, cuya responsabilidad es mayor... por no poder controlar los barcos cuyo mando se os encomendó y por hacer nulo el sacrificio de los hermanos de Marea Negra. Vosotros, perderéis el mando de vuestras flotillas y lo recordaréis, con quince latigazos en la espalda.- El castigo era justo, pero las miradas de miedo y odio de sus propios hombres se cernían sobre él.
"No sabéis nada, ni lo que significa el honor, ni el respeto, ni la valentía ni el coraje. Las Islas no serán nunca nada si no hay caballeros que traigan un poco de cordura."
Los látigos habían cesado y todos, incluyendo al Rey esperaban unas últimas palabras de reproche. Nada más lejos de la realidad, habría un último reproche y un ejemplo, pues los hombres duros sólo aprenden con ejemplos extremistas. Cuatro caballeros le quitaron las piezas superiores de la armadura, poco a poco, hasta dejarle el torso desnudo mientras dictaba la última sentencia del día.
-Si grande es la responsabilidad de un capitán, mayor es la de un comandante. No puedo destituirme del cargo, pues eso sólo es voluntad de mi Rey. No he podido hacer que mis hombres cumplan las órdenes, he abandonado al hombre que ostentaba el mando a su suerte y bajo mi mando han muerto cerca de dos mil hombres. He perdido el honor y he deshonrrado a mis dioses y a mi Rey. Cincuenta latigazos.
Su propio hermano, Euron Pyke ejecutó la sentencia. Victarion agradecía aquel dolor, incluso cuando espasmos nerviosos recorrieron su cuerpo evidenciando el increíble sufrimiento físico que se había impuesto a sí mismo. Uno a uno todos los latigazos le fueron impactando en la espalda y mientras tanto no se detuvo un momento de rezar, los murmullos de fe le impedían gritar y hubo un momento que ya no sabía si estaba despierto o no. La sangre le manaba de los surcos acaecidos en la espalda, marcándole la vergüenza y la derrota para siempre. Finalmente, deshecho y sin poder dar un paso ni esgrimir una sola palabra, sus caballeros lo llevaron ante el Rey para que decidiera con él lo que gustase. Miles de hombres del ahogado vieron la escena, ellos se encharcaban los pulmones a voluntad, para mostrar la determinación con su dios. Victarion Harlaw sentía más la fe que la inmensa mayoría de ellos, como caballero, sí, pero también como el más duro de los hombres del hierro.
Fue el último en abandonar la armada. Las tropas estaban reunidas frente a Harrald a la espera del segundo comandante de la flota, que ahora era el primero. Abrió la puerta con dos pestillos aún echados y ordenó a su segundo que le escoltaran sus cinco guardias juramentados y cincuenta caballeros más. A pesar del nido de ratas que tenía como tropa, los caballeros que aún le restaban que llegaban al millar, seguían manteniendo su actitud estoica y si habían huido con el resto era porque Harlaw había cometido el error o acierto de no dar la capitanía de ningún barco al estrato de Seres, salvo alguna excepción. El sol le quemó los ojos al abrir la puerta, no se había lavado en quince días y el metal, el sudor y la sangre reseca formaban parte de él del mismo modo que lo hacía la roña adherida a su piel. Echaba peste, la misma que echaba un perro que había sido apaleado una y otra vez y al que al final hubieran bañado con un único chorro de agua pero con mucha presión. Anduvo, con la cabeza gacha y flanqueado por una cincuentena de armaduras completas, que no iban a tener ni castigo ni halago, aquellos hombres habían llegado a ser caballeros en una patria que odiaba a sus homónimos, que había compaginado el honor propio con la falta de moral ajena.
Ascendió las escalinatas hasta Harrald y no pudo mirarle a la cara. Le había fallado a su hermano y a su Rey y a todos los demás hombres libres que esperaban galima, honor e historias de victoria en las Islas del Hierro. El blanco de sus ojos era tres cuartas partes rojo, los pómulos estaban negros y las ojeras moradas, El Greyjoy nunca lo había visto así. -No estoy vivo, Harrald, o al menos preferiría no estarlo.- Hizo una pausa, como si le costara hablar, cada explicación que tenía que dar le quemaba por dentro. -Prefiero que Fleance te ponga en situación, él te lo explicará mejor que yo...yo...aún...aún tengo que hacer algo.-
Bajó aún más la cabeza ante el Rey y dejó a Myre para dar explicaciones, de hecho si habían conseguid llegar a las Escudo había sido por la pericia del tullido de Harlaw, no por la suya. Unas varas más abajo, en la playa los caballeros habían enganchado a los capitanes de los derrotados y los estaban poniendo de rodillas. Quinientos caballeros más formaban una muralla impasible entre el resto de la tropa y sus líderes. Para hablar ante el rey no le quedaban fuerzas, pero siempre tenía calor interno para impartir justicia. Mientras Lord Fleance explicaba al Rey la campaña, Lord Victarion Harlaw, con la potestad disciplinaria con la que había sido investido por derecho isleño, ejecutaba un proceso sumario. Su verbo daba miedo, sus propios capitanes no sabían si los iban a desollar o a matar y el resto de las tripulaciones mantenían la calma controlados por sus segundos de abordo y la regia presencia de Harrald como observador.
-Cada capitán es Rey en su barco, por ello cada barco y tripulación quedan exentos de responsabilidad, pero no sus capitanes. Los capitanes que ahora os encontráis arrodillados conocíais todos las órdenes del Rey de desembarcar en el Rejo a toda costa a vuestra gente y tomar la isla cada uno con el cometido que se había repartido. Estas órdenes fueron concretadas por el comandante Einar Blacktyde y por mí mismo.- Sostuvo un silencio tenso, meditando la pena.- Desobedecer órdenes fundamentales debería conllevar la pena de muerte, pero atendiendo a las circunstancias seré clemente. Diez latigazos para cada capitán, que llevaréis para reflejar vuestra cobardía.
Las armaduras con patas fueron impartiendo el castigo a los capitanes, que aliviados por la posibilidad de una pena mayor asumieron su castigo con mejor o peor cara. -Después pasó a los seis jefes de escuadra que aún restaban, mientras tanto, la playa estaba muda, a excepción del restallar del cuero abriendo la piel de los mejores marinos de Harlaw. -Vosotros, cuya responsabilidad es mayor... por no poder controlar los barcos cuyo mando se os encomendó y por hacer nulo el sacrificio de los hermanos de Marea Negra. Vosotros, perderéis el mando de vuestras flotillas y lo recordaréis, con quince latigazos en la espalda.- El castigo era justo, pero las miradas de miedo y odio de sus propios hombres se cernían sobre él.
"No sabéis nada, ni lo que significa el honor, ni el respeto, ni la valentía ni el coraje. Las Islas no serán nunca nada si no hay caballeros que traigan un poco de cordura."
Los látigos habían cesado y todos, incluyendo al Rey esperaban unas últimas palabras de reproche. Nada más lejos de la realidad, habría un último reproche y un ejemplo, pues los hombres duros sólo aprenden con ejemplos extremistas. Cuatro caballeros le quitaron las piezas superiores de la armadura, poco a poco, hasta dejarle el torso desnudo mientras dictaba la última sentencia del día.
-Si grande es la responsabilidad de un capitán, mayor es la de un comandante. No puedo destituirme del cargo, pues eso sólo es voluntad de mi Rey. No he podido hacer que mis hombres cumplan las órdenes, he abandonado al hombre que ostentaba el mando a su suerte y bajo mi mando han muerto cerca de dos mil hombres. He perdido el honor y he deshonrrado a mis dioses y a mi Rey. Cincuenta latigazos.
- Spoiler:
- *De 1-10 Victarion se desmaya antes de terminar. De 11 a 15 las piernas le fallan y cae de rodillas. De 16 a 20 aguanta de pie de milagro.*
- Número aleatorio (10,20) : 10
Su propio hermano, Euron Pyke ejecutó la sentencia. Victarion agradecía aquel dolor, incluso cuando espasmos nerviosos recorrieron su cuerpo evidenciando el increíble sufrimiento físico que se había impuesto a sí mismo. Uno a uno todos los latigazos le fueron impactando en la espalda y mientras tanto no se detuvo un momento de rezar, los murmullos de fe le impedían gritar y hubo un momento que ya no sabía si estaba despierto o no. La sangre le manaba de los surcos acaecidos en la espalda, marcándole la vergüenza y la derrota para siempre. Finalmente, deshecho y sin poder dar un paso ni esgrimir una sola palabra, sus caballeros lo llevaron ante el Rey para que decidiera con él lo que gustase. Miles de hombres del ahogado vieron la escena, ellos se encharcaban los pulmones a voluntad, para mostrar la determinación con su dios. Victarion Harlaw sentía más la fe que la inmensa mayoría de ellos, como caballero, sí, pero también como el más duro de los hombres del hierro.
Última edición por Victarion Harlaw el Dom Abr 14, 2013 6:19 am, editado 1 vez
Victarion Harlaw- Casa vasalla
Re: La armada invencible
Se encontraba con Harrald cuando llegaron los restos del ejercito que había partido al Rejo. Divisó a su amigo Fleance Myre, el cual parecía haber envejecido 30 años tras el viaje, y a Victario Harlaw, que estaba aún peor que el maestro si cabía.
Llegaron y se situaron ante el rey. Triston se colocó disimuladamente cerca de Myre mientras Harlaw se posicionaba para disculparse por lo ocurrido. Alegra esa cara, habéis sobrevivido a un puto kraken. Le susurró, pero su amigo no cambió la cara de consternación.
Nunca había visto a Harlaw tan destrozado, física y mentalmente. De repente, tras una mísera disculpa, se dio media vuelta y se fue. Soltó un bufido al oírlo y volvió a dirigirse a Fleance. Ya te ha encasquetado el muerto. Pero no creyó que su amigo tuviera ningún problema en explicarse ante el rey, ni este último en entenderle.
Más abajo, oyó los gritos de unos hombres y el restallido de látigos, e imaginó lo que estaba ocurriendo. "Eso lo tenías que haber hecho un poco antes"
Llegaron y se situaron ante el rey. Triston se colocó disimuladamente cerca de Myre mientras Harlaw se posicionaba para disculparse por lo ocurrido. Alegra esa cara, habéis sobrevivido a un puto kraken. Le susurró, pero su amigo no cambió la cara de consternación.
Nunca había visto a Harlaw tan destrozado, física y mentalmente. De repente, tras una mísera disculpa, se dio media vuelta y se fue. Soltó un bufido al oírlo y volvió a dirigirse a Fleance. Ya te ha encasquetado el muerto. Pero no creyó que su amigo tuviera ningún problema en explicarse ante el rey, ni este último en entenderle.
Más abajo, oyó los gritos de unos hombres y el restallido de látigos, e imaginó lo que estaba ocurriendo. "Eso lo tenías que haber hecho un poco antes"
Triston Farwynd
Re: La armada invencible
Después de varios días navegando en alta mar, la segunda flota lograba llegar al fin a su destino. Las grandes y poderosas embarcaciones que partieron desde Pyke hacia el Rejo, no tenían nada que ver con las que llegaron a las islas escudo. Rotas, desmembradas, quebradas, hendidas… La armada que ante los ojos de los victoriosos hijos del hierro de Hierro Gris se presentaba no hacía justicia a la flota que partió de las islas del hierro, pues la que antes era la más gloriosa flota de las islas parecía ahora una flota fantasma.
Con rostro casando y distraído, Lord Fleance atracó en uno de los muelles que dispusieron sus aliados en la recién inaugurada isla Hierro Gris. Allí, como un autómata, le esperaba un pirata grandullón con ojos pequeños y nariz grande, que parecía estar a las órdenes de Harrald. – Lord Myre, el rey de las islas os ruega vuestra presencia y la de Lord Harlaw en la fortaleza – dijo el fornido pirata señalando la fortificación que se alzaba en lo alto de la colina más alta de la isla. Una buena recompensa que habían obtenido como premio la primera flota. – ¿Cuál es su nombre? – Miró curioso a aquel hombre. - ¿Mi nombre mi Lord? – respondió sorprendido el pirata. Parecía que nunca un Lord le había preguntado por ello - Jonh HierroFundido mi Lord – Terminó de decir - Jonh HierroFundido, aquí tenéis una lista de los nombres de los barcos que necesitan reparación inmediata. Sólo solicito que se hagan los arreglos necesarios para que lleguen a Pyke de una pieza. Dudo que dispongamos en estas islas del material necesario para repararlas adecuadamente. – Dijo al grandullón ofreciéndole la susodicha lista a la vez que miraba a su alrededor - ¿Dónde está el campamento para atender a los heridos? – Preguntó acto seguido - Emm… Al sur del puerto, mi Lord – Dijo dubitativo - Ayudad a los hombres de la segunda flota con las heridas más graves a llegar hasta allí y acopañad a aquellos que necesiten alguna otra necesidad. – Ordenó al gigante a medida que avanzaba hacia “Caballero de Mar”. En el comienzo del muelle en cual se hallaba el barco de su señor, encontró a tres de las cinco espadas juramentas que habían jurado lealtad a Victarion. – Decidle a vuestro señor que Harrald le espera en la fortaleza. – Miró de reojo a los caballeros - Y dirigíos cuando podáis al campamento más al sur, allí os trataran vuestras heridas – Dijo poniendo rumbo hacia el castillo.
Cuando llegó ante la presencia de su rey, hizo una pequeña reverencia a Harrald y una leve inclinación de cabeza a Triston a modo de saludo. Antes de pudiera pronunciar palabra alguna, Harlaw llegaba acompañado de su séquito de hombres. Hacías varios días que no veía a su señor. Concretamente desde el día que tuvo lugar la batalla contra las embarcaciones de Lord Redwyne. Su aspecto era lamentable y el hedor que desprendía, vomitivo. Parecía que llevaba un mes sin permitir que el agua tocara su piel. Sin apenas mediar palabra con el rey Kraken, Victarion entregó el testigo al tercer comandante de la flota para dar las malas nuevas mientras que Triston le comentaba la intención de Harlaw de pasarle el muerto. – Bueno… ¿Por dónde empezar?... Nos dirigimos al Rejo para combatir las fuerzas de Redwyne, como vuestra majestad ordenó, sin embargo, el temporal hizo que la batalla se complicase bastante más de lo esperado... Perdimos más naves de las que tendríamos que haber perdido, no por por los daños que pretendían hacernos nuestros enemigos sino por el fuerte olaje que azotaba nuestras naves. A pesar de todo ello fuimos capaces de lograr la victoria… perdiendo para ello un tercio de la flota – Su tono era monótono, aburrido, como cuando un maestre daba lecciones de moralidad a sus pupilos - Debido a que el temporal desbaratara nuestra estrategia… algunas naves del Rejo consiguieron resguardarse en la isla… Hasta ahí, podemos decir que la campaña fue relativamente bien – Tragó saliva - Pero no esperábamos para nada la aparición del traidor de Albus Drumm… - Dijo cambiando su tono a uno más agresivo - Aunque si hubiese sido él sólo… con las pocas naves que dirigía, obtener la victoria no hubiese sido ningún problema… pero Albus tenían un as en la manga que no hubiésemos podido prever… pues controlaba un…un Kraken… de increíbles dimensiones… con grandes tentáculos que destrozaba nuestros barcos sin apenas esfuerzo. - Suspiró cansado - Parecía que lo controlaba a través de un cuerno… Tal vez sea ese la clave a tener en cuenta para derrotarlo… – A medida que iba relatando la historia se comenzaba a escuchar numerosos latigazos que le hicieron perder el hilo de la conversación - ¿Por dónde iba? Ah sí… Einar Blacktyde junto a sus hombres se dirigió con valentía a hacerle frente a Albus… pero de nada sirvió, ni siquiera para darnos tiempo para reagruparnos y dirigirnos a la isla del Rejo… pues ante el terror que inspiraba la bestia a nuestros hombres, más de la mitad de la flota huyeron hacia norte, desobedeciendo las órdenes de Victarion que les ordenaba que pusieran rumbo al oeste… Ante el contrarreloj que estábamos viviendo, por temor a que el Kraken nos alcanzara, decidí que el resto de la flota que allí permanecían siguieran a aquellos que minutos antes habían huido del campo de la batalla – Hizo una pequeña pausa – No sabemos el rumbo al que se dirige ahora Albus… Pyke, el Dominio o Dorne… No se preocupe, le he enviado un cuervo a su hija Keira en donde le advertía de la amenaza del Kraken – Esbozó una leve sonrisa. Cuando terminó de dar el informe a Harrald de lo ocurrido en aguas del Dominio, un ensangrentado Señor de Diez Torres aparecía de nuevo en la habitación….
Con rostro casando y distraído, Lord Fleance atracó en uno de los muelles que dispusieron sus aliados en la recién inaugurada isla Hierro Gris. Allí, como un autómata, le esperaba un pirata grandullón con ojos pequeños y nariz grande, que parecía estar a las órdenes de Harrald. – Lord Myre, el rey de las islas os ruega vuestra presencia y la de Lord Harlaw en la fortaleza – dijo el fornido pirata señalando la fortificación que se alzaba en lo alto de la colina más alta de la isla. Una buena recompensa que habían obtenido como premio la primera flota. – ¿Cuál es su nombre? – Miró curioso a aquel hombre. - ¿Mi nombre mi Lord? – respondió sorprendido el pirata. Parecía que nunca un Lord le había preguntado por ello - Jonh HierroFundido mi Lord – Terminó de decir - Jonh HierroFundido, aquí tenéis una lista de los nombres de los barcos que necesitan reparación inmediata. Sólo solicito que se hagan los arreglos necesarios para que lleguen a Pyke de una pieza. Dudo que dispongamos en estas islas del material necesario para repararlas adecuadamente. – Dijo al grandullón ofreciéndole la susodicha lista a la vez que miraba a su alrededor - ¿Dónde está el campamento para atender a los heridos? – Preguntó acto seguido - Emm… Al sur del puerto, mi Lord – Dijo dubitativo - Ayudad a los hombres de la segunda flota con las heridas más graves a llegar hasta allí y acopañad a aquellos que necesiten alguna otra necesidad. – Ordenó al gigante a medida que avanzaba hacia “Caballero de Mar”. En el comienzo del muelle en cual se hallaba el barco de su señor, encontró a tres de las cinco espadas juramentas que habían jurado lealtad a Victarion. – Decidle a vuestro señor que Harrald le espera en la fortaleza. – Miró de reojo a los caballeros - Y dirigíos cuando podáis al campamento más al sur, allí os trataran vuestras heridas – Dijo poniendo rumbo hacia el castillo.
Cuando llegó ante la presencia de su rey, hizo una pequeña reverencia a Harrald y una leve inclinación de cabeza a Triston a modo de saludo. Antes de pudiera pronunciar palabra alguna, Harlaw llegaba acompañado de su séquito de hombres. Hacías varios días que no veía a su señor. Concretamente desde el día que tuvo lugar la batalla contra las embarcaciones de Lord Redwyne. Su aspecto era lamentable y el hedor que desprendía, vomitivo. Parecía que llevaba un mes sin permitir que el agua tocara su piel. Sin apenas mediar palabra con el rey Kraken, Victarion entregó el testigo al tercer comandante de la flota para dar las malas nuevas mientras que Triston le comentaba la intención de Harlaw de pasarle el muerto. – Bueno… ¿Por dónde empezar?... Nos dirigimos al Rejo para combatir las fuerzas de Redwyne, como vuestra majestad ordenó, sin embargo, el temporal hizo que la batalla se complicase bastante más de lo esperado... Perdimos más naves de las que tendríamos que haber perdido, no por por los daños que pretendían hacernos nuestros enemigos sino por el fuerte olaje que azotaba nuestras naves. A pesar de todo ello fuimos capaces de lograr la victoria… perdiendo para ello un tercio de la flota – Su tono era monótono, aburrido, como cuando un maestre daba lecciones de moralidad a sus pupilos - Debido a que el temporal desbaratara nuestra estrategia… algunas naves del Rejo consiguieron resguardarse en la isla… Hasta ahí, podemos decir que la campaña fue relativamente bien – Tragó saliva - Pero no esperábamos para nada la aparición del traidor de Albus Drumm… - Dijo cambiando su tono a uno más agresivo - Aunque si hubiese sido él sólo… con las pocas naves que dirigía, obtener la victoria no hubiese sido ningún problema… pero Albus tenían un as en la manga que no hubiésemos podido prever… pues controlaba un…un Kraken… de increíbles dimensiones… con grandes tentáculos que destrozaba nuestros barcos sin apenas esfuerzo. - Suspiró cansado - Parecía que lo controlaba a través de un cuerno… Tal vez sea ese la clave a tener en cuenta para derrotarlo… – A medida que iba relatando la historia se comenzaba a escuchar numerosos latigazos que le hicieron perder el hilo de la conversación - ¿Por dónde iba? Ah sí… Einar Blacktyde junto a sus hombres se dirigió con valentía a hacerle frente a Albus… pero de nada sirvió, ni siquiera para darnos tiempo para reagruparnos y dirigirnos a la isla del Rejo… pues ante el terror que inspiraba la bestia a nuestros hombres, más de la mitad de la flota huyeron hacia norte, desobedeciendo las órdenes de Victarion que les ordenaba que pusieran rumbo al oeste… Ante el contrarreloj que estábamos viviendo, por temor a que el Kraken nos alcanzara, decidí que el resto de la flota que allí permanecían siguieran a aquellos que minutos antes habían huido del campo de la batalla – Hizo una pequeña pausa – No sabemos el rumbo al que se dirige ahora Albus… Pyke, el Dominio o Dorne… No se preocupe, le he enviado un cuervo a su hija Keira en donde le advertía de la amenaza del Kraken – Esbozó una leve sonrisa. Cuando terminó de dar el informe a Harrald de lo ocurrido en aguas del Dominio, un ensangrentado Señor de Diez Torres aparecía de nuevo en la habitación….
Fleance Myre
Re: La armada invencible
Por el Ahogado. Que situación. Un desastre. No podía salirles nada peor a la segunda flota. Una tormenta, una batalla y un puto Kraken. ¿Faltaba algo más? Los dioses, sus enemigos y los elementos se habían aliado para golpear a su gente en el peor momento y al mismo tiempo. El mar se había sembrado de hombres del hierro. Les costaría reponer tantas pérdidas. Era un gran ejercito el que había desembarcado, pero estaban heridos, cansados y los que no, traumatizados. ¿Qué más podía salir mal?
Asintió a las palabras del comandante y asesor de la segunda flota. Drumm había vuelto, eso era lo más importante. Y él sabía exactamente a donde se dirigiría. Con el cuerno... Nada podía pararle, salvo el mismo Harrald. Se dirigiría a su hogar, a Pyke. Y atacaría sin piedad. Axel ya se había marchado a las islas hacía una semana, en cuanto pudo ponerse en pie. pero tendría que hacer algo con las Escudo de Hierro y con las Islas del Hierro.
-Bien, Myre. gracias por la información... Esperad órdenes.
Que guerra tan cara le estaba resultando a los hijos del hierro, y sobre todo a Harrald. había perdido a su hijo, y ahora a más de media segunda flota... Su rostro mostraba como contenía su ira. Drumm... Maldito. pocos serían los tormentos que aplicaría sobre su cuerpo cuando lo cogiese comparados con los que se merecía. Una rata traidora que abandonó a los suyos y ahora volvía.
Se acercó a la playa, donde Victarion aplicaba la justicia del Hierro. Asintió a sus palabras. Le parecía lo justo. Latigazos y degradación. No hubo penas de muerte, pues estaban en guerra y necesitaban a todos los hombres que pudieran reunir. Tendría que dejar una poderosa guarnición en las Escudo de Hierro. Y mandaría comenzar a fabricar barcos con todos los recursos y la madera de que disponían las nuevas islas. Debían reponer su flota a cualquier coste.
Por último, Victarion cayó inconsciente después de hacerse azotar por sus hombres del mismo modo que hiciera con sus capitanes. Estaba loco el Harlaw, sin duda, pero nadie podía negar que era justo, hasta consigo mismo si hacía falta. No se beneficiaría de su posición. Reconocía su fallo, aunque nadie le culpara jamás por huir frente a tal bestia. Mientras estaba aún inconsciente, el Rey habló.
-¡Hermanos del hierro! ¡Habéis sufrido lo indecible! ¡Batallas, tormentas y monstruos os han acosado y herido sin misericordia, es cierto! ¡No podemos olvidar a los que han caído por cumplir el sueño de todos nosotros, conquistadores por naturaleza! ¡Pero igual que hay un momento para llorar, ahora llega el momento de lamer nuestras heridas, y con furia devolverles el golpe! ¡Observaos! ¡La gran flota del Rejo no ha podido con vosotros! ¡Las tormentas infernales enviadas por el Dios de la Tormenta no han podido con vosotros! ¡El Kraken no ha podido con vosotros! ¡Observad lo fuertes que sois, a lo que habéis sobrevivido! ¡Y si sentís vergüenza por haber tenido miedo y huir, recordad a vuestros hermanos! ¡Recordad cómo ellos no huyeron! ¡Recordad como se enfrentaron al Kraken! ¡Recordad cómo dieron su vida para que pudierais escapar! ¡Lo hicieron no para que vivierais arrepintiéndoos! ¡LO HICIERON PARA QUE OS COBRÉIS VENGANZA POR SUS MUERTES! ¡LO HICIERON PARA QUE VIVAIS LA VIDA POR ELLOS, PARA QUE LUCHÉIS POR ELLOS Y POR SU GLORIOSA MEMORIA!
El ruido de los hombres fue estruendoso. Los propios hombres Greyjoy vitoreaban entusiasmados, pues sabían que era eso lo que debían hacer. Debían ayudar a remontar la moral de las tropas de la segunda flota. Harrald se lo había dicho mientras llegaban. La teatralidad y el engaño son poderosos aliados. Si los usas bien, un hombre puede convertirse en un Dios. Al vitorearle sus hombres con fervor, poco a poco se fueron sumando los hombres de Harlaw y Blacktyde. La frustración, la vergüenza y la ira se hicieron uno. Se conformaron en el interior del corazón de cada hombre para dar forma a los más poderoso sentimientos que impulsaba a los hombres del Hierro. El Ansia de venganza, el deseo de rectificar, una segunda oportunidad.
-¡ALBUS DRUMM HA MATADO A NUESTROS HERMANOS, A NUESTROS AMIGOS Y COMPAÑEROS, SOLO PARA DEMOSTRAR SU PODER! ¡PRETENDE SER REY, PERO MIRAD CÓMO SE GANA AL PUEBLO DE LAS ISLAS! ¡LO MASACRA Y LO ATERRORIZA! ¡PUES YO OS DIGO QUE NO! ¡UN REY CUIDA DE SU GENTE, Y DA LA VIDA POR ELLOS, Y NO AL REVÉS!
Se acercó a sus hombres, los Greyjoy que habían luchado en las Escudo a su lado.
-¡Dormack, diselo a tus camaradas, y di la verdad, como siempre has hecho! ¡¿Estuve en los barcos, luchando a vuestro lado contra la flota de las Escudo?! ¡¿Estuve a vuestro lado cuando las puertas de Escudo Gris y Escudo de Roble no cedían y había que empujar el Ariete?! ¡¿Estuve cuando tomamos las plazas de Escudo verde y Escudo Sur y los defensores nos intentaron detener a caballo?! ¡¿Sostuve con mis hombres una lanza para detener las cargas de caballería de las tropas de las Escudo!?
-¡Si, mi Rey, y mil veces si!
Los vítores de sus hombres volvieron a oírse, la multitud estaba enardecida. Estaba consiguiéndolo. Estaba consiguiendo convertir una derrota que podría minar la moral de sus hombres en una ofensa que clamaba venganza por toda su gente. Teatralidad y engaño... Solo hacía falta eso para jugar con la mente y el corazón del hombre, y así convertirlo de un campesino, a un demonio del más profundo averno. Ahora solo quedaba el asunto del kraken.
-¡TIENEN UN KRAKEN! ¡¿Y QUÉ?! ¡BLACKTYDE Y SU GENTE NO TUVIERON MIEDO! ¡¿LO TENDREMOS NOSOTROS?! ¡EN MAR ABIERTO ESE ANIMAL SE MUEVE BIEN, PERO ENTRE LAS ISLAS SERÁ DÉBIL, LENTO Y TORPE! ¡EN LAS ISLAS LO DETENDREMOS, VENCEREMOS A DRUMM Y ANIQUILAREMOS A CADA UNO DE SUS HOMBRES POR LO QUE NOS HAN HECHO! ¡CLAMAD VENGANZA, PUES VENGANZA MERECEMOS Y VENGANZA OBTENDREMOS! ¡VENGANZA! ¡VENGANZA!
Las tropas del hierro gritaron al unísono. Solo podía oírse el clamor de su cólera por las vidas perdidas y por la vergüenza a la que habían sido sometidos. Les habían humillado, y ahora los hijos del Hierro clamaban venganza contra aquellos que se mofaron de ellos y les hicieron huir.
-¡VENGANZA!
-¡VENGANZA!
Así se dio la vuelta Harrald Greyjoy, dejando que siguieran vitoreando sus hombres y los de la segunda flota. El ruido era ensordecedor y seguirían así un rato mientras los oficiales volvían a repartir órdenes. Harrald se dirigió hacia Fleance y Triston.
-Preparadlo todo. La mitad del ejercito vuelve a las islas del hierro, la otra mitad se queda y lo mismo con la flota, mitad y mitad. Esto no va a quedar así.
-¡VENGANZA!
-¡VENGANZA!
Asintió a las palabras del comandante y asesor de la segunda flota. Drumm había vuelto, eso era lo más importante. Y él sabía exactamente a donde se dirigiría. Con el cuerno... Nada podía pararle, salvo el mismo Harrald. Se dirigiría a su hogar, a Pyke. Y atacaría sin piedad. Axel ya se había marchado a las islas hacía una semana, en cuanto pudo ponerse en pie. pero tendría que hacer algo con las Escudo de Hierro y con las Islas del Hierro.
-Bien, Myre. gracias por la información... Esperad órdenes.
Que guerra tan cara le estaba resultando a los hijos del hierro, y sobre todo a Harrald. había perdido a su hijo, y ahora a más de media segunda flota... Su rostro mostraba como contenía su ira. Drumm... Maldito. pocos serían los tormentos que aplicaría sobre su cuerpo cuando lo cogiese comparados con los que se merecía. Una rata traidora que abandonó a los suyos y ahora volvía.
Se acercó a la playa, donde Victarion aplicaba la justicia del Hierro. Asintió a sus palabras. Le parecía lo justo. Latigazos y degradación. No hubo penas de muerte, pues estaban en guerra y necesitaban a todos los hombres que pudieran reunir. Tendría que dejar una poderosa guarnición en las Escudo de Hierro. Y mandaría comenzar a fabricar barcos con todos los recursos y la madera de que disponían las nuevas islas. Debían reponer su flota a cualquier coste.
Por último, Victarion cayó inconsciente después de hacerse azotar por sus hombres del mismo modo que hiciera con sus capitanes. Estaba loco el Harlaw, sin duda, pero nadie podía negar que era justo, hasta consigo mismo si hacía falta. No se beneficiaría de su posición. Reconocía su fallo, aunque nadie le culpara jamás por huir frente a tal bestia. Mientras estaba aún inconsciente, el Rey habló.
-¡Hermanos del hierro! ¡Habéis sufrido lo indecible! ¡Batallas, tormentas y monstruos os han acosado y herido sin misericordia, es cierto! ¡No podemos olvidar a los que han caído por cumplir el sueño de todos nosotros, conquistadores por naturaleza! ¡Pero igual que hay un momento para llorar, ahora llega el momento de lamer nuestras heridas, y con furia devolverles el golpe! ¡Observaos! ¡La gran flota del Rejo no ha podido con vosotros! ¡Las tormentas infernales enviadas por el Dios de la Tormenta no han podido con vosotros! ¡El Kraken no ha podido con vosotros! ¡Observad lo fuertes que sois, a lo que habéis sobrevivido! ¡Y si sentís vergüenza por haber tenido miedo y huir, recordad a vuestros hermanos! ¡Recordad cómo ellos no huyeron! ¡Recordad como se enfrentaron al Kraken! ¡Recordad cómo dieron su vida para que pudierais escapar! ¡Lo hicieron no para que vivierais arrepintiéndoos! ¡LO HICIERON PARA QUE OS COBRÉIS VENGANZA POR SUS MUERTES! ¡LO HICIERON PARA QUE VIVAIS LA VIDA POR ELLOS, PARA QUE LUCHÉIS POR ELLOS Y POR SU GLORIOSA MEMORIA!
El ruido de los hombres fue estruendoso. Los propios hombres Greyjoy vitoreaban entusiasmados, pues sabían que era eso lo que debían hacer. Debían ayudar a remontar la moral de las tropas de la segunda flota. Harrald se lo había dicho mientras llegaban. La teatralidad y el engaño son poderosos aliados. Si los usas bien, un hombre puede convertirse en un Dios. Al vitorearle sus hombres con fervor, poco a poco se fueron sumando los hombres de Harlaw y Blacktyde. La frustración, la vergüenza y la ira se hicieron uno. Se conformaron en el interior del corazón de cada hombre para dar forma a los más poderoso sentimientos que impulsaba a los hombres del Hierro. El Ansia de venganza, el deseo de rectificar, una segunda oportunidad.
-¡ALBUS DRUMM HA MATADO A NUESTROS HERMANOS, A NUESTROS AMIGOS Y COMPAÑEROS, SOLO PARA DEMOSTRAR SU PODER! ¡PRETENDE SER REY, PERO MIRAD CÓMO SE GANA AL PUEBLO DE LAS ISLAS! ¡LO MASACRA Y LO ATERRORIZA! ¡PUES YO OS DIGO QUE NO! ¡UN REY CUIDA DE SU GENTE, Y DA LA VIDA POR ELLOS, Y NO AL REVÉS!
Se acercó a sus hombres, los Greyjoy que habían luchado en las Escudo a su lado.
-¡Dormack, diselo a tus camaradas, y di la verdad, como siempre has hecho! ¡¿Estuve en los barcos, luchando a vuestro lado contra la flota de las Escudo?! ¡¿Estuve a vuestro lado cuando las puertas de Escudo Gris y Escudo de Roble no cedían y había que empujar el Ariete?! ¡¿Estuve cuando tomamos las plazas de Escudo verde y Escudo Sur y los defensores nos intentaron detener a caballo?! ¡¿Sostuve con mis hombres una lanza para detener las cargas de caballería de las tropas de las Escudo!?
-¡Si, mi Rey, y mil veces si!
Los vítores de sus hombres volvieron a oírse, la multitud estaba enardecida. Estaba consiguiéndolo. Estaba consiguiendo convertir una derrota que podría minar la moral de sus hombres en una ofensa que clamaba venganza por toda su gente. Teatralidad y engaño... Solo hacía falta eso para jugar con la mente y el corazón del hombre, y así convertirlo de un campesino, a un demonio del más profundo averno. Ahora solo quedaba el asunto del kraken.
-¡TIENEN UN KRAKEN! ¡¿Y QUÉ?! ¡BLACKTYDE Y SU GENTE NO TUVIERON MIEDO! ¡¿LO TENDREMOS NOSOTROS?! ¡EN MAR ABIERTO ESE ANIMAL SE MUEVE BIEN, PERO ENTRE LAS ISLAS SERÁ DÉBIL, LENTO Y TORPE! ¡EN LAS ISLAS LO DETENDREMOS, VENCEREMOS A DRUMM Y ANIQUILAREMOS A CADA UNO DE SUS HOMBRES POR LO QUE NOS HAN HECHO! ¡CLAMAD VENGANZA, PUES VENGANZA MERECEMOS Y VENGANZA OBTENDREMOS! ¡VENGANZA! ¡VENGANZA!
Las tropas del hierro gritaron al unísono. Solo podía oírse el clamor de su cólera por las vidas perdidas y por la vergüenza a la que habían sido sometidos. Les habían humillado, y ahora los hijos del Hierro clamaban venganza contra aquellos que se mofaron de ellos y les hicieron huir.
-¡VENGANZA!
-¡VENGANZA!
Así se dio la vuelta Harrald Greyjoy, dejando que siguieran vitoreando sus hombres y los de la segunda flota. El ruido era ensordecedor y seguirían así un rato mientras los oficiales volvían a repartir órdenes. Harrald se dirigió hacia Fleance y Triston.
-Preparadlo todo. La mitad del ejercito vuelve a las islas del hierro, la otra mitad se queda y lo mismo con la flota, mitad y mitad. Esto no va a quedar así.
-¡VENGANZA!
-¡VENGANZA!
Harrald Greyjoy- Nobleza
Re: La armada invencible
Escuchó atentamente la versión de Fleance de la historia. El maestro estaba hundido, pero la situación lo merecía: había visto morir a sus compañeros a manos de un monstruo... y de su mascota. Había tenido que salir corriendo para salvar la vida, y ahora, uno de los supervivientes se dedicaban a fustigarse mientras a él le tocaba darle explicaciones al rey.
Sinceramente, la actuación de los caídos le pareció una estupidez temeraria: ¿A quién en su sano juicio se le ocurre enfrentarse a un kraken? Pero los hombres del hierro valoraban aquel tipo de heroicidades infructuosas y desdeñaban los actos de sensatez a los que Myre los tenía acostumbrados. Sería más aburrido, pero al menos era un aburrido vivo. De ninguna ayuda servirían a su rey bajo el agua.
Pero Harrald reaccionó como Triston esperaba que haría: valorando tanto a los valientes caídos como a los avispados supervivientes, lo cual debería haber significado cierto alivio para Fleance, aunque no lo pareciese. Ese Drumm no ha dejado de insultar a los hombres del Hierro desde que nació. Ha masacrado a nuestros compañeros y se ha atrevido incluso a pensar que podría llegar a ser nuestro rey. Soltó un gruñido. Yo solo tengo un rey. Solo hay una persona a la que soy leal, y ese sois vos, Harrald Greyjoy. Si quiere arrebataros el trono de piedramar, tendrá que pasar por encima de mi cadáver. Y aun haciéndolo, volvería de entre los muertos y se lo haría pagar. Soy leal a vos, y no soy el único. Esta también es leal. Dijo palmeándose el mango de la maza. Lord Myre y yo lo pondremos todo a disposición. Hizo una inclinación de cabeza y miró a su amigo instándole a seguirle.
Quita esa maldita cara de muerto andante. Le dijo mientras se dirigían juntos playa abajo. Entendía que se sintiera así, pero no le gustaba verlo de esa forma. Siempre había sido un apoyo para él. A Triston las palabras de cariño no se le daban precisamente bien, y si uno de sus pocos apoyos se hundía... Deberías estar pegando saltos de alegría por haberte enfrentado a un kraken y haber vivido para contarlo. No hubo respuesta. Hiciste bien en irte, Fleance. Lo que hicieron Pyke y Blacktyde fue una temeridad, y como la mayoría de las temeridades, salió mal. ¿Qué ibas a hacer contra un kraken? ¿Pegarle con el bastón? Ya has oído a Harrald. Sois todos unos malditos héroes, así que si quieres seguir flagelándote casi que prefiero que le pidas prestado el látigo a Harlaw a seguir teniendo que verte esa cara.
Y ahora espabila, nuestro rey nos ha mandado deberes. Ya sabes que de estrategias y numeritos no tengo ni puta idea, y a ti gritarle a un puñado de piratas no es que se te dé muy bien. Por tanto, podríamos organizar la flota que se va y la que se queda entre los dos. Dime, ¿como administramos los barcos? Tu flota está más perjudicada, así que tendrá que ir escoltada lo mejor posible por la nuestra tanto si se va como si se queda, tú me dirás cómo. De lo que vaya dentro ya me encargo yo.
Sinceramente, la actuación de los caídos le pareció una estupidez temeraria: ¿A quién en su sano juicio se le ocurre enfrentarse a un kraken? Pero los hombres del hierro valoraban aquel tipo de heroicidades infructuosas y desdeñaban los actos de sensatez a los que Myre los tenía acostumbrados. Sería más aburrido, pero al menos era un aburrido vivo. De ninguna ayuda servirían a su rey bajo el agua.
Pero Harrald reaccionó como Triston esperaba que haría: valorando tanto a los valientes caídos como a los avispados supervivientes, lo cual debería haber significado cierto alivio para Fleance, aunque no lo pareciese. Ese Drumm no ha dejado de insultar a los hombres del Hierro desde que nació. Ha masacrado a nuestros compañeros y se ha atrevido incluso a pensar que podría llegar a ser nuestro rey. Soltó un gruñido. Yo solo tengo un rey. Solo hay una persona a la que soy leal, y ese sois vos, Harrald Greyjoy. Si quiere arrebataros el trono de piedramar, tendrá que pasar por encima de mi cadáver. Y aun haciéndolo, volvería de entre los muertos y se lo haría pagar. Soy leal a vos, y no soy el único. Esta también es leal. Dijo palmeándose el mango de la maza. Lord Myre y yo lo pondremos todo a disposición. Hizo una inclinación de cabeza y miró a su amigo instándole a seguirle.
Quita esa maldita cara de muerto andante. Le dijo mientras se dirigían juntos playa abajo. Entendía que se sintiera así, pero no le gustaba verlo de esa forma. Siempre había sido un apoyo para él. A Triston las palabras de cariño no se le daban precisamente bien, y si uno de sus pocos apoyos se hundía... Deberías estar pegando saltos de alegría por haberte enfrentado a un kraken y haber vivido para contarlo. No hubo respuesta. Hiciste bien en irte, Fleance. Lo que hicieron Pyke y Blacktyde fue una temeridad, y como la mayoría de las temeridades, salió mal. ¿Qué ibas a hacer contra un kraken? ¿Pegarle con el bastón? Ya has oído a Harrald. Sois todos unos malditos héroes, así que si quieres seguir flagelándote casi que prefiero que le pidas prestado el látigo a Harlaw a seguir teniendo que verte esa cara.
Y ahora espabila, nuestro rey nos ha mandado deberes. Ya sabes que de estrategias y numeritos no tengo ni puta idea, y a ti gritarle a un puñado de piratas no es que se te dé muy bien. Por tanto, podríamos organizar la flota que se va y la que se queda entre los dos. Dime, ¿como administramos los barcos? Tu flota está más perjudicada, así que tendrá que ir escoltada lo mejor posible por la nuestra tanto si se va como si se queda, tú me dirás cómo. De lo que vaya dentro ya me encargo yo.
Triston Farwynd
Re: La armada invencible
Tras escuchar el discurso que animaba a los hijos del hierro a cobrar venganza por sus hermanos caídos y recibir las órdenes del rey de las islas, Fleance hizo una leve inclinación de cabeza a su rey, para acto seguido, seguir a Triston en su camino hacia la costa. – Ha sido todo demasiado inesperado amigo mío, ¿Quién podría predecir que Albus aparecería tras la batalla y… con semejante bestia a sus órdenes? – Sus palabras denotaban conmoción. Parecía que todavía no había conseguido procesar todo lo ocurrido días atrás en las aguas que bañaban las costas del Rejo. – Siento presentarme con este aspecto, pero no he tenido mucho tiempo para descansar…. Han sido varios días sin dormir. Después de la batalla y del ataque sorpresa de Drumm, tuve que reorganizar las naves para dirigirlas hacia aquí…. Y la verdad, no ha sido tarea fácil. Entre el nerviosismo que les provocaba a los hombres la posibilidad de que el Kraken apareciera de nuevo en escena para acabar con ellos en un santiamén, y el miedo que les provocaba la posibilidad de que las amenazas de Victarion pudieran tener lugar durante el viaje… Si a eso le añades que mientras viajaba tuve que preocuparme del estado de Victarion y encargarme de las heridas de varios de nuestros hombres durante todo el viaje… - Se frotó los ojos con notable cansancio. -
A medida que descendían hacia la playa, los amigos continuaban con su amarga conversación - Creo que “enfrentar” no es la palabra adecuada para describir nuestra actuación ante tal monstruosidad marina… Aunque sí es cierto, que gracias a nuestra retirada a tiempo, seguimos respirando para poder dar aviso de lo ocurrido – Dijo dándole la razón al león marino - Tal vez haya sido una temeridad, pero el valor que demostraron Blacktyde y sus hombres plantándole cara a Albus y a su bestia… dándonos el tiempo suficiente para poder retirarnos del campo de batalla… Es digno de alabar… Todos y cada uno de nosotros deberíamos guardarle el máximo de los respeto por ello – Dijo reprendiendo a su amigo – Seguramente, si no hubiese sido por su intervención… no quedaría nada ni nadie perteneciente a la segunda flota – Dijo a la vez que suspiraba y miraba el cielo azul que les bridaba el día. Ya nada quedaba de la tormenta que días anteriores había consumido a gran parte de las segunda flota - Imagínate, sólo por un instante, lo que hubiese podido ocurrir si Einar hubiese derrotado a Drumm y arrebatarle ese cuerno de sus frías manos…. Ahora mismo tendríamos un Kraken a las órdenes del rey de las islas… un Kraken que podría destruir todas las flotas de nuestros enemigos sin necesidad de sufrir bajas…- Lo cierto es que, pensara lo que pensara, para Fleance, la idea de tener un Kraken, les proporcionaría a los hijos del hierro grandes ventajas en lo que respecta a las batallas navales se refiere - ¿Y Harley Pyke? No lo he visto por ningún lado….
Cuando llegaron a la playa, ambos lores se acercaron a una carpa cercana a la orilla, la cual, se encontraba flanqueada por un par de guardias en su entrada. Una vez dentro, Fleance se acercó al gran tablero situado en la parte central del habitáculo. Dicho tablero se encontraba decorado por un enorme mapa de Poniente y varias figuras de madera que representaban las flotas de los hijos del hierro – Respondiendo a tu pregunta… Lo mejor sería dividir la flota en dos flotillas, lo más equitativas posibles, algo así como volver a juntar la primera y la segunda flota para después hacer otras dos divisiones, permitiéndonos formar dos flotas completamente diferentes a las anteriores. – Juntó el grupo de figuras de maderas en forma de naves para después separarlas en dos grupos diferentes a los anteriores. - Las naves más inviables para regresar a las islas del hierro permanecerán en las islas escudo de hierro para que puedan ser reparadas… ya he mandado a uno de los capitanes bajo las ordenes de Harrald para que se ocupe de ello. – Sonrió - También contaremos en esta flotilla con parte de los navíos que estén en las mejores condiciones posibles para la defensas de las islas, pues no sabemos cuándo podremos sufrir algún ataque procedente del Dominio para recuperar sus tierras… - Dijo a modo de reflexión a la vez que arqueaba una ceja - La otra flotilla se dirigirá hacia Pyke. Las naves que formarán parte de ella serán aquellas que, a pesar de los daños sufridos en las batallas, puedan poner rumbo hacia Pyke sin hundirse por el camino, siendo respaldadas por la otra parte de las embarcaciones que estén en condiciones óptimas para zarpar. – Desvió su mirada del mapa para dirigirla a los ojos de su amigo – Los comandantes que dirigirán la flota hacia Pyke serán Harrald, Victarion y yo mismo. Los que se quedarán en estas islas seréisn Aaron, Altair y tú… ¿Serás capaz de dirigir estas islas Triston, serás capaz?
A medida que descendían hacia la playa, los amigos continuaban con su amarga conversación - Creo que “enfrentar” no es la palabra adecuada para describir nuestra actuación ante tal monstruosidad marina… Aunque sí es cierto, que gracias a nuestra retirada a tiempo, seguimos respirando para poder dar aviso de lo ocurrido – Dijo dándole la razón al león marino - Tal vez haya sido una temeridad, pero el valor que demostraron Blacktyde y sus hombres plantándole cara a Albus y a su bestia… dándonos el tiempo suficiente para poder retirarnos del campo de batalla… Es digno de alabar… Todos y cada uno de nosotros deberíamos guardarle el máximo de los respeto por ello – Dijo reprendiendo a su amigo – Seguramente, si no hubiese sido por su intervención… no quedaría nada ni nadie perteneciente a la segunda flota – Dijo a la vez que suspiraba y miraba el cielo azul que les bridaba el día. Ya nada quedaba de la tormenta que días anteriores había consumido a gran parte de las segunda flota - Imagínate, sólo por un instante, lo que hubiese podido ocurrir si Einar hubiese derrotado a Drumm y arrebatarle ese cuerno de sus frías manos…. Ahora mismo tendríamos un Kraken a las órdenes del rey de las islas… un Kraken que podría destruir todas las flotas de nuestros enemigos sin necesidad de sufrir bajas…- Lo cierto es que, pensara lo que pensara, para Fleance, la idea de tener un Kraken, les proporcionaría a los hijos del hierro grandes ventajas en lo que respecta a las batallas navales se refiere - ¿Y Harley Pyke? No lo he visto por ningún lado….
Cuando llegaron a la playa, ambos lores se acercaron a una carpa cercana a la orilla, la cual, se encontraba flanqueada por un par de guardias en su entrada. Una vez dentro, Fleance se acercó al gran tablero situado en la parte central del habitáculo. Dicho tablero se encontraba decorado por un enorme mapa de Poniente y varias figuras de madera que representaban las flotas de los hijos del hierro – Respondiendo a tu pregunta… Lo mejor sería dividir la flota en dos flotillas, lo más equitativas posibles, algo así como volver a juntar la primera y la segunda flota para después hacer otras dos divisiones, permitiéndonos formar dos flotas completamente diferentes a las anteriores. – Juntó el grupo de figuras de maderas en forma de naves para después separarlas en dos grupos diferentes a los anteriores. - Las naves más inviables para regresar a las islas del hierro permanecerán en las islas escudo de hierro para que puedan ser reparadas… ya he mandado a uno de los capitanes bajo las ordenes de Harrald para que se ocupe de ello. – Sonrió - También contaremos en esta flotilla con parte de los navíos que estén en las mejores condiciones posibles para la defensas de las islas, pues no sabemos cuándo podremos sufrir algún ataque procedente del Dominio para recuperar sus tierras… - Dijo a modo de reflexión a la vez que arqueaba una ceja - La otra flotilla se dirigirá hacia Pyke. Las naves que formarán parte de ella serán aquellas que, a pesar de los daños sufridos en las batallas, puedan poner rumbo hacia Pyke sin hundirse por el camino, siendo respaldadas por la otra parte de las embarcaciones que estén en condiciones óptimas para zarpar. – Desvió su mirada del mapa para dirigirla a los ojos de su amigo – Los comandantes que dirigirán la flota hacia Pyke serán Harrald, Victarion y yo mismo. Los que se quedarán en estas islas seréisn Aaron, Altair y tú… ¿Serás capaz de dirigir estas islas Triston, serás capaz?
Última edición por Fleance Myre el Lun Abr 22, 2013 9:45 am, editado 1 vez
Fleance Myre
Re: La armada invencible
Yo les guardo respeto, pero es un respeto inútil. De nada sirve alabar a un muerto. De nada sirve que les compongan canciones, ¿acaso las van a escuchar? No. Me alegro porque los demás hayáis salido vivos, Fleance. Blacktyde y Pyke tuvieron valor, por supuesto, no todo el mundo está dispuesto a hacerlo. Pero era un ataque inútil y suicida desde el primer momento. Tendrán mi respeto por toda la eternidad si lo hicieron por salvar a sus hermanos... Pero me da que lo que querían era gloria. Estuvo a punto de decir, pero prefirió ahorrárselo. Fleance Myre había visto a esos hombres siendo engullidos por las aguas y por un monstruo gigante con sus propios ojos, y lanzar opiniones al aire solo serviría para echar sal en la herida. Intentó ponerse por un momento en la situación: Triston, un hombre que no organizaba los ataques perfectos, sino que lanzaba estocadas a diestro y siniestro a todo lo que se plantaba por delante; un hombre que había llegado a salir a batallar sin yelmo, total, con lo alto que era ningún hombre lo alcanzaría; un hombre que no valoraba su vida, ni su presente, ni su futuro, y que tenía un pasado que preferiría borrar, que consideraba que no tenía nada que perder... ¿Y si lanzar estocadas no fuera suficiente? ¿Y si SÍ que hubiera un hombre tan alto como él o incluso más, y pudiera machacarle el cráneo desnudo con un hacha? ¿Y si SÍ tenía algo que perder muriendo? Si alguien se tiraba a la batalla sin pensar en las consecuencias ni tomar las suficientes precauciones, ese era Triston. No tenía motivos para criticar a dos hombres del hierro que habían expuesto su cuerpo a la furia de un kraken, ya que él hubiera hecho lo mismo si la vida de sus hombres y la de su rey dependieran de ese bicho. Pero las razones podrían ser muy diferentes: Quizás Einar y Evander buscaran gloria. Triston simplemente no veía diferencia entre morir y seguir viviendo. De hecho, probablemente una muerte así tuviera más sentido que toda su vida junta. No quería ofender su memoria. Dijo tras la reflexión, que le hizo valorar la situación de una manera muy distinta, y dio lo que pretendía ser un afectuoso apretón en el hombro a su amigo. Me conoces lo suficiente como para saber que yo hubiera hecho la misma gilipollez valerosa, y ahora sería un trozo de carne entre los dientes del kraken. Pero eso sí, un gran hombre. Quizás no era tan mala idea dejarse matar por un kraken. Su fama de borracho taciturno habría muerto con él para dejar paso a un gran hombre del hierro que dio su vida por la casa Greyjoy. Esos hombres querían vivir. Querían gloria, pero querían seguir luchando. A mí me da igual todo. En cambio, yo sigo vivo, y ellos... Asha...
El tono interrogante de su amigo lo hizo salir de sus tenebrosos e improductivos pensamientos, aunque tardó un rato en procesar lo que le había preguntado. Harley... Ah, sí. Se frotó la cara para espabilarse. Cayó en la primera batalla. Otro héroe. Lo vimos caer al agua y nadie lo vio salir... Ese chico me recordaba a Ryk, Fleance. Gruñó. Temía que sus hijos corrieran algún día la misma suerte, y que él tuviera que verlo. Esta guerra nos ha dejado demasiadas bajas...
Tras la charla, volvieron al tema que les ocupaba. Me parece bien dividirla lo más equitativamente posible. Entre la primera y la segunda flota contamos con unos... trescientos barcos, aproximadamente, creo recordar. Así que lo ideal sería dividirlos en dos flotas de unos ciento cincuenta barcos, más o menos. Pero bien es cierto que unos están mucho más perjudicados que otros, por lo que también dependerá del estado en que se encuentren el número de barcos que compondrá cada flota. Ya mismo partireis a Pyke, por lo que dudo que de tiempo a repararlos, y sería inútil enviar un barco que se va a hundir a mitad de camino. Pero tampoco podemos dejar aquí solo las cáscaras, o tendremos que defender los posibles ataques por mar subidos en tablones de madera. Por tanto, no solo tenemos que dividirlos en número, también tenemos que ver el grado en el que están. Propongo que dividamos los barcos damnificados en dos grupos: los que están mal y los que sería más productivos hacer una hoguera con ellos. Estos últimos se quedarán aquí, acompañados por algunos de los mejores barcos de nuestra flota, por si no resulta muy viable su reparación tener un buen arma con la que defendernos y atacar si se diera el caso. El resto, partirán a Pyke.
Ya que contamos con unos 300 barcos en total entre las dos flotas, he pensado que marchen a las Islas del Hierro 150, con 12000 hombres entre caballeros, arqueros y hombres de armas. En cuanto a los remeros, enviaremos más a Pyke de los que se queden aquí, ya que en el viaje serán mucho más útiles que aquí parados. Van 100 barcoluengos, pero muchos de ellos están bastante perjudicados, por lo que, a ser posible, que los "rotos" vayan custodiados por los que están bien, ¿qué opinas? Tú eres el estratega de los mares, así que el trabajo de colocarlos en el mar como fichas de sintrang te lo dejo a ti. Mientras yo me quedo aquí. Yo, Triston Farwynd, que no sé gobernar ni mi propia casa... Yo, Triston Farwynd, el que lleva años muerto en vida... Y aquí estoy. Ni Einar. Ni Evander. Ni Harley. Yo.
El tono interrogante de su amigo lo hizo salir de sus tenebrosos e improductivos pensamientos, aunque tardó un rato en procesar lo que le había preguntado. Harley... Ah, sí. Se frotó la cara para espabilarse. Cayó en la primera batalla. Otro héroe. Lo vimos caer al agua y nadie lo vio salir... Ese chico me recordaba a Ryk, Fleance. Gruñó. Temía que sus hijos corrieran algún día la misma suerte, y que él tuviera que verlo. Esta guerra nos ha dejado demasiadas bajas...
Tras la charla, volvieron al tema que les ocupaba. Me parece bien dividirla lo más equitativamente posible. Entre la primera y la segunda flota contamos con unos... trescientos barcos, aproximadamente, creo recordar. Así que lo ideal sería dividirlos en dos flotas de unos ciento cincuenta barcos, más o menos. Pero bien es cierto que unos están mucho más perjudicados que otros, por lo que también dependerá del estado en que se encuentren el número de barcos que compondrá cada flota. Ya mismo partireis a Pyke, por lo que dudo que de tiempo a repararlos, y sería inútil enviar un barco que se va a hundir a mitad de camino. Pero tampoco podemos dejar aquí solo las cáscaras, o tendremos que defender los posibles ataques por mar subidos en tablones de madera. Por tanto, no solo tenemos que dividirlos en número, también tenemos que ver el grado en el que están. Propongo que dividamos los barcos damnificados en dos grupos: los que están mal y los que sería más productivos hacer una hoguera con ellos. Estos últimos se quedarán aquí, acompañados por algunos de los mejores barcos de nuestra flota, por si no resulta muy viable su reparación tener un buen arma con la que defendernos y atacar si se diera el caso. El resto, partirán a Pyke.
Ya que contamos con unos 300 barcos en total entre las dos flotas, he pensado que marchen a las Islas del Hierro 150, con 12000 hombres entre caballeros, arqueros y hombres de armas. En cuanto a los remeros, enviaremos más a Pyke de los que se queden aquí, ya que en el viaje serán mucho más útiles que aquí parados. Van 100 barcoluengos, pero muchos de ellos están bastante perjudicados, por lo que, a ser posible, que los "rotos" vayan custodiados por los que están bien, ¿qué opinas? Tú eres el estratega de los mares, así que el trabajo de colocarlos en el mar como fichas de sintrang te lo dejo a ti. Mientras yo me quedo aquí. Yo, Triston Farwynd, que no sé gobernar ni mi propia casa... Yo, Triston Farwynd, el que lleva años muerto en vida... Y aquí estoy. Ni Einar. Ni Evander. Ni Harley. Yo.
Última edición por Triston Farwynd el Mar Abr 23, 2013 2:24 pm, editado 1 vez (Razón : Añadidos datos numéricos sobre la flota)
Triston Farwynd
Re: La armada invencible
Después de asegurarse de que Victarion no moriría por esa autoflagelación y de hablar con varios capitanes sobre el estado de los naviós, Harrald bajo a la playa de nuevo en busca de sus dos comandantes. Alguien debía quedarse en las Escudo y defenderlas, Necesitaba una cara, alguien a quien mirasen los hombres y respetasen. Ese era Triston. Amado por sus hombres aún a pesar de su taciturnidad. Era un guerrero fuerte, una inspiración en la batalla, pero le preocupaba el asunto de una estrategia defensiva. Si Harrald y Victarion volvían a las Islas del hierro, ¡Quien ayudaría a Triston sin hacerle la pelota, sin intentar ganarse su favor? Solo Myre cumplía esos requisitos. Si dejaba solo a Myre los hombres no le respetarían lo suficiente, pero con Farwynd a su lado, no había nada que temer, el campo de la estrategia estaría cubierto, y el de la ferocidad en la batalla también.
Cuando llegó hasta ellos los encontró hablando sobre lo mismo que pensaba el mismo Greyjoy.
-Triston. Te quedarás en las Escudo de Hierro para protegerlas y serás el regente de las cuatro islas. Fleance, necesito que alguien se quede para ayudar a Triston a dirigir la defensa de las Escudo de Hierro si son atacadas. Se que te pido mucho, pero ¿Puedo contar contigo para ese cometido?
Cuando llegó hasta ellos los encontró hablando sobre lo mismo que pensaba el mismo Greyjoy.
-Triston. Te quedarás en las Escudo de Hierro para protegerlas y serás el regente de las cuatro islas. Fleance, necesito que alguien se quede para ayudar a Triston a dirigir la defensa de las Escudo de Hierro si son atacadas. Se que te pido mucho, pero ¿Puedo contar contigo para ese cometido?
Harrald Greyjoy- Nobleza
Re: La armada invencible
- Así que Harley Pyke está muerto… - Al entender el significado de las palabras pronunciadas por su amigo amigo, su gesto cansado cambió. Ya no existía el agotamiento, la extenuación o el desaliento en su rostro, lo único que podía apreciarse en aquel hombre era una profunda preocupación. Una preocupación indescriptible, pero visible e evidente para cualquiera... Incluso para cualquier borracho que caminara medio ciego de vuelta a su hogar. ¿Pero por qué la noticia había preocupado tanto al Intruso? Por todos era sabido la animadversión que se procesaban ambos hijos de hierro. Entonces… ¿Por qué esa mueca de consternación? ¿De verdad estaba triste por la noticia? ¿Querría mostrar respeto al bastardo del rey de las islas? Nada más lejos de la realidad. La preocupación cincelada en el rostro de Fleance no era debida a la muerte de Harley, sino a la situación que estaría por venir para la viuda de de sal del bastardo. ¿Estarás bien pequeña? En cuestión de segundos las ideas más escalofriantes en relación al nuevo estatus de Qusayra en las islas cruzaron su mente. ¿Qué pasará con ella ahora que Harley está muerto? - Maldita sea… Cuando creía que la situación de la pequeña no podía ser peor, pensó en la protección que Lady Shiera ofrecería a Qusayra, lo que hizo que pudiera respirar tranquilo al menos unos segundos. ¿Y si no fuese así? Fleance había oído acerca de la compasión de la reina, sin embargo, su preocupación era tal, que la idea de regresar a Pyke era la mejor opción para calmar su inquietud, y de paso, poder comprobar por sus propios ojos la tesitura en la que se encontraba Qusayra. Tenía que saber cómo estaba la pequeña y ya que Harrald les había pedido a Triston y a Fleance organizar los barcos, las tropas y los comandantes para regresar a su tierra natal aprovecharía esa oportunidad para colarse entre los comandantes para volver a las islas.
Asistió con un leve movimiento de cabeza a las palabras de su amigo. Parecía que Triston había entendido la idea y repartió los barcos de los que disponían sabiamente siguiendo la estrategia de flotas equitativita planteadas por Lord Myre. – Ciento cincuenta barcos se quedarán en las islas escudo… de hierro. Aún le costaba denominar a las islas escudo por su nuevo nombre. - Lo mejor será bordear la costa lo bastante lejos para no ser descubiertos por el enemigo y evitar así cualquier contratiempo. – A la vez que sus palabras dictaban la estrategia, desplazaba con la empuñadura de su bastón las figuras de madera en el mapa, marcando la ruta que debían seguir. – Cuando lleguen a su destino, deberán ordenar el envío de algunos refuerzos más hasta las islas escudo de hierro, pues lo necesitaremos para las próximas contiendas que tengan lugar. Dudo mucho que Garlan se quede con los brazos cruzados mientras los hijos del hierro disfrutan de sus tierras.
Antes de poder decir nada más, Harrald apareció entre ellos para comunicarles algo que no iba a ser del agrado de Lord Myre. ¿Triston?¿Regente de las cuatro islas? No de una, ni de dos, ¿sino de las cuatro? La idea parecía más que disparatada. No malinterpretéis los pensamientos de Fleance, pues aunque Myre se alegrara por el título con el que se le estaba condecorado a su mejor amigo, no entendía que se le había pasado a Harrald por la cabeza para decidir nombrar a Farwynd como castellano. ¿Cómo esperaba el rey de la corona de madera que iba a gobernar cuatro islas un hombre que no podía gobernar ni su propia Casa? Sus dudas fueron despejadas cuando Harrald terminó de exponer su decisión. Quería que Fleance permaneciera al lado de Farwynd, de tal forma que Triston fuese la cabeza visible ante los hijos del hierro que permanecieran en las islas escudo, siendo Fleance quien, de alguna forma, se encargaría de la administración, estrategia y gobierno de las islas, al menos, en la sombra. Reflexionó por unos instantes las palabras de su señor. Sabía que no podía dejar sólo a su amigo, pues perderían las islas en menos tiempo de lo empleado para conquistarlas, sin embargo, la incertidumbre del estado de Qusayra le instaba a rechazar la oportunidad que le brindaba su rey. Ya se sabe que un corazón preocupado nubla la mente, así que ideó un plan improvisado para mantener su mente y su corazón tranquilos – Me quedaré al lado de Triston si es lo que deseáis – Parecía que se dibujaba una especie de sonrisa entre la abudante barba de su señor ante la aceptación de la proposición – Pero antes de establecerme en estas islas, deberé volver a Pyke – sus palabras no denotaban petición ni ruego, sólo condición. Si quieres que haga de niñera, deberás permitirme volver a Pyke. – Mi estancia será corta, un día o dos a lo sumo. Luego volveré a estas islas para ayudar a Triston en su cometido el tiempo que veáis oportuno.
Asistió con un leve movimiento de cabeza a las palabras de su amigo. Parecía que Triston había entendido la idea y repartió los barcos de los que disponían sabiamente siguiendo la estrategia de flotas equitativita planteadas por Lord Myre. – Ciento cincuenta barcos se quedarán en las islas escudo… de hierro. Aún le costaba denominar a las islas escudo por su nuevo nombre. - Lo mejor será bordear la costa lo bastante lejos para no ser descubiertos por el enemigo y evitar así cualquier contratiempo. – A la vez que sus palabras dictaban la estrategia, desplazaba con la empuñadura de su bastón las figuras de madera en el mapa, marcando la ruta que debían seguir. – Cuando lleguen a su destino, deberán ordenar el envío de algunos refuerzos más hasta las islas escudo de hierro, pues lo necesitaremos para las próximas contiendas que tengan lugar. Dudo mucho que Garlan se quede con los brazos cruzados mientras los hijos del hierro disfrutan de sus tierras.
Antes de poder decir nada más, Harrald apareció entre ellos para comunicarles algo que no iba a ser del agrado de Lord Myre. ¿Triston?¿Regente de las cuatro islas? No de una, ni de dos, ¿sino de las cuatro? La idea parecía más que disparatada. No malinterpretéis los pensamientos de Fleance, pues aunque Myre se alegrara por el título con el que se le estaba condecorado a su mejor amigo, no entendía que se le había pasado a Harrald por la cabeza para decidir nombrar a Farwynd como castellano. ¿Cómo esperaba el rey de la corona de madera que iba a gobernar cuatro islas un hombre que no podía gobernar ni su propia Casa? Sus dudas fueron despejadas cuando Harrald terminó de exponer su decisión. Quería que Fleance permaneciera al lado de Farwynd, de tal forma que Triston fuese la cabeza visible ante los hijos del hierro que permanecieran en las islas escudo, siendo Fleance quien, de alguna forma, se encargaría de la administración, estrategia y gobierno de las islas, al menos, en la sombra. Reflexionó por unos instantes las palabras de su señor. Sabía que no podía dejar sólo a su amigo, pues perderían las islas en menos tiempo de lo empleado para conquistarlas, sin embargo, la incertidumbre del estado de Qusayra le instaba a rechazar la oportunidad que le brindaba su rey. Ya se sabe que un corazón preocupado nubla la mente, así que ideó un plan improvisado para mantener su mente y su corazón tranquilos – Me quedaré al lado de Triston si es lo que deseáis – Parecía que se dibujaba una especie de sonrisa entre la abudante barba de su señor ante la aceptación de la proposición – Pero antes de establecerme en estas islas, deberé volver a Pyke – sus palabras no denotaban petición ni ruego, sólo condición. Si quieres que haga de niñera, deberás permitirme volver a Pyke. – Mi estancia será corta, un día o dos a lo sumo. Luego volveré a estas islas para ayudar a Triston en su cometido el tiempo que veáis oportuno.
Fleance Myre
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