Tratando de Cruzar la frontera

El sonido de las botas contra el barro alertaron al capitán de la guardia quien pensativo se mesaba la recién recortada barba. La frontera estaba tranquila, el trabajo que los hombres bajo su supervisión realizaban era excelente, por eso el ver al muchacho correr sofocado hacía su posición le obligó a ladear el rostro y enarcar una ceja a la espera de lo que este tuviera que decir – ¡Capitán! – Espetó aún con el aire en el filo de los pulmones – Unos cincuenta hombres mi capitán, se acercan, acabamos de divisarlos – Añadió segundos después de un modo entrecortado. El capitán se mesó de nuevo la barba mientras, con paso tranquilo, se acercaba al joven muchacho – ¿Quien los comanda? ¿Que estandartes portan? – Ante su sorpresa el muchacho negó con la cabeza – Parece más que acompañan a alguien antes que un grupo ofensivo capitán, no portan estandartes, o al menos no los hemos visto... – El joven tomó aire de un modo pesado – ¿Que hacemos capitán? – El hombre se quedó callado unos segundos, tal vez tenía razón, tal vez era solo gente de paso hacía un refugio ¿Pero es que acaso había llegado a capitán por confiarse? No, en tiempos de guerra aún aquellos que buscan auxilio pueden esconder entre sus gentes a espías, lobos con piel de cordero – Cortadles el paso, que ensillen mi caballo yo mismo me encargaré de ellos – El joven soldado asintió y salió corriendo de vuelta a avisar a sus compañeros.

En menos de lo que aquellas palabras fueron pronunciadas, pocos más de cincuenta hombres se posicionaron cortando el paso a quienes se acercaban, adelantado a todos ellos, el capitán, aún sobre su corcel gris alzó la vista para intentar discernir quienes eran los que a su territorio se acercaban – ¡ALTO! – Exclamó, su voz sonó clara, contundente, si deseaban pasar deberían primero acatar sus ordenes – ¿Quien viene!?

Una sonora carcajada abandonó los labios del capitán ante las palabras de aquel hombre, fue tal el brutal sonido de esta que se podría decir que se podría haber caído del caballo. Se llevó la mano al vientre intentando calmarse – ¿Comerciantes y campesinos decís? – Soltó buscando una confirmación ante tales palabras – Comerciantes y campesinos con caballos de pura raza, con armas de una calidad a la par a las nuestras, todo hombres... – Una de sus manos se alzó y su dedo índice señalo a la mujer que entre ellos se encontraba, una joven muchacha a la cual burdamente trataban de ocultar – Menos ella – Añadió al fin antes se esbozar una media sonrisa – Si vosotros sois comerciantes y campesinos yo soy el lord de la casa Lannister y estas mis concubinas – Hizo un movimiento con la mano señalando a los hombres que lo acompañaban quienes soltaron una carcajada parecida a la que él mismos había soltado instantes atrás. Negó con la cabeza – Como broma es muy buena caballeros, pero ahora tenéis todavía que responder a la pregunta que os e realizado... ¿Quien viene? – Su voz sonaba calmada, pero no lo estaba en absoluto.

Hacía años que era el capitán de la guardia de la casa Hoggs y se había ganado ese puesto a pulso, era un hombre incisivo, que se fijaba en todos y cada uno de los detalles, a el no lo tomaban por estúpido y menos ocultando todo de un modo tan burdo – ¿No me habéis escuchado? ¿Que quien viene!? Vos lo habéis dicho estamos en guerra, y si no os identificáis pronto, y sin nada de juegos... – Chasqueó los dedos haciendo que sus hombres desenfundaran el principio de sus relucientes espadas – O no nos importara empezara aquí una batalla a menor escala

Una sonrisa ciertamente victoriosa se dibujó en los labios del capitán al ver al fin que parecían empezar a comprender que aquello, de juego, tenía bien poco. Estaban en guerra y durante la guerra ningún hombre esta para juegos. Observó a la mujer que ante él se alzaba, de cabello castaño y ojos vivaces, pero le pareció igual que cualquier muchacha que por las tierras de la corona podían encontrarse, él siempre había sido un hombre de guerra, lords, reyes y príncipes podía conocer a cualquiera solo con ver uno de los cabellos que coronaran sus cabezas, pero las grandes ladys de Poniente le resultaban cuanto menos, indiferentes. Si no iba a enfrentarse a ellas ¿Para que el esfuerzo? Arryn, vaya, al parecer hemos dado con un pez gordo, pensó antes de mesarse la barba en un gesto distraído, pensativo incluso. La voz de la dama era suave, y la carcajada que estalló tras sus palabras no sonó indiferente para nadie, ni para los hombres propios ni los ajenos, con un suave gesto les hizo callar, pero sus ecos resonarían en sus cabezas durante largos minutos – ¿Vais a la boda de Tybolt Lannister... – Hizo una breve pausa para no volver a reír – ...Cruzando las tierras de la corona? My lady, creo que tanto tiempo a tanta altura os ha perturbado el juicio – Sus hombres rieron de nuevo y él, con un movimiento ágil, se desmontó de su caballo dejándolo a recaudo de uno de sus hombres. Aunque los años habían pasado, aún estaba lo bastante en forma como para enfrentarse a una niñita – Lady Lyanna, o os habéis perdido o me mentís una vez más... Y me da en la nariz que es lo segundo, llamadlo intuición...

El capitán dio un par de pasos al frente, los hombres que acompañaban a la joven lady Arryn lo observaban en silencio sin hacer ningún movimiento, estaban bien instruidos sabían bien que tenían que hacer para no poner la vida en peligro – No se como son las cosas en el Nido de Águilas my lady, no he estado nunca allí y la verdad es que no tengo intención alguna de hacerlo – Los Arryn eran unos traidores al rey, y estaba claro que cuando los Fuegoscuro perdieran la guerra los pajarracos traidores también caerían junto a él – Pero aquí no nos gustan los mentirosos, y vos os estáis perfilando como una de ellos – Negó con la cabeza – No, no vais a pasar para ir a la boda, solo tenéis una opción my lady – Sonrió – Pedid a vuestros hombres que se desarmen, prometemos firmemente que cuanto todo esto acabe cada arma será devuelta a su respectivo dueño sin ningún tipo de rasguño, una vez hecho esto, nos seguiréis hasta la fortaleza de nuestro señor, Lord Gideon Hoggs quien se hará cargo de vos de un modo pertinente. Por supuesto hay una segunda opción, pero preferiría no tener que usarla – Seguro la joven no era estúpida, y sabia bien que si proseguía en su intento de pasar sin su consentimiento, no dudarían en alzarse en armas – Y bien lady Lyanna ¿A que estáis esperando?

Observó a Lyanna de reojo y todo aquello le dio mala espina – Por supuesto my lady, acercaos soy todo oídos – Hizo un ademán con la mano para que los dejaran solos. Colocando las manos a la espalda, observó el grácil andar que toda dama de la corte debía tener, le dio pena, cabello castaño, piel pálida, ojos llenos de vida, le recordó a una de sus hijas, tal vez por eso había sido tan tranquilo, tan permisivo con las constantes idas y venidas de la Arryn. En el fondo era una dama de corte que tan solo deseaba cruzar un paso y que había sido capturada, sin embargo, no podía dejar pasar a intrusos pues para él su señor y obligaciones era lo primero. Esbozó una media sonrisa al ver a la chica frente a frente, intentando aliviar tensiones, pero a diferencia de su señor, él no era un hombre hecho en la corte y se notaba a la lengua la inseguridad que aquella confesión le propiciaba. Intentar esconder no es siempre lograrlo – Hablad, ni a mi lord ni a mi persona nos gusta esperar – Inquirió ante las dudas de la muchacha a pronunciarse, algo molesto, no podían perder mucho más tiempo.

Cargó todo su peso en la pierna contraria escuchando la perorata que la mujer soltaba entre los labios, al parecer su hermano uno de los innumerables traidores hacía la corona le había enseñado bien. Alzó una ceja al escuchar que proponía una segunda opción ante lo propuesto, sacó de su cinto una bolsa de un color rojizo, con una cinta dorada que lo cerrada y de la cual pudo ver el brillo de un puñado de monedas de oro que hubieran cegado a cualquiera. Durante unos instantes se quedó en silencio observando lo que allí dentro se encontraba, pero la voz de la dama le hizo alzar de nuevo la vista – ¿Oro? – Preguntó antes de soltar una suave risotada – Siempre me ha gustado el oro mi lady, a todos los hombres nos gusta el oro – Respondió antes de hacer un gesto con la mano para que le entregara la bolsa. Sintió el peso con de las monedas en la mano y sonrió de medio lado – Creo que estas monedas os proporcionarán un buen viaje my lady – Con un suave gesto, cerró la bolsa y se la guardó en uno de los bolsillos antes de chasquear los dedos. El sonido de los dedos al rozar fue un murmullo, pero las espadas desenvainar y las cuerdas de los arcos tensarse apuntando a la comitiva no dejó indiferente a nadie – Os pagaran un buen viaje, a Cuerno de la Puerca my lady no al valle – Se inclinó acercándose a la muchacha – Solo hay una opción my lady, los Arryn puede que tengáis poco honor y os pierda el oro, pero aquí, no... Lord Gideon Hoggs es mi señor y el oro no cambiará tal cosa... Mal jugado, la pena que me dabais por el recuerdo lejano que a una de mis pequeñas me producíais se ha esfumado por completo – Con un nuevo gesto con la mano uno de sus soldados se acercó – Corre al campamento y mando un cuervo a Lord Gideon, dile que llegaremos en nada a Cuerno y la compañía de la que gozamos...

El joven hizo una suave reverencia – Si capitán – Pero cuando fue a salir corriendo hacia su rumbo, lo detuvo. Sacó de nuevo la bolsa con oro que la Arryn le había entregado y lanzó una de las monedas al muchacho, quien la cazo al vuelo – Toma, como recompensa, hoy invitan los Arryn

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