Expediente de Athila Mooton

Athila Mooton

Amad a esta Iglesia, permaneced en esta Iglesia, sed vosotros esta Iglesia...

Datos Básicos

Nombre completo:Athila Mooton.
Apodos: .
Edad:39 días del nombre
Lugar de Nacimiento:Poza de la Doncella, hogar de los Mooton.
Clase Social:Noble.
Ocupación:Septón Supremo
Orientación Sexual:Heterosexual, no obstante célibe por sus votos
Armas:Espada, lanza de caballería

Descripción Psicológica

Descripción Psicológica: Cualquiera que hubiera conocido a Athila Mooton en su adolescencia habria apostado porque sería un caballero de reluciente armadura, digno hijo y heredero de Ser Garlan Mooton. Orgulloso, valiente, pendenciero aunque no insolente, risueño pero disciplinado, el joven Athila despuntaba como jinete y soldado, a fuer de que muchos decían que estaba destinado a ser el guerrero más formidable de los Ríos. Sin embargo la larga convalecencia de una grave enfermedad (ver Historia) produjo en el joven una transformación radical que tomó por sorpresa todos cuantos le conocían, acusando rasgos de su personalidad hasta entonces latentes. Del joven de sangre caliente, jovial y de temperamento alegre queda muy poco rastro en el Septón Supremo, cuyo carácter se ha ido ensombreciendo con los años. Actualmente es un hombre serio, inflexible y severo, aunque no exento de cierto rudimentario encanto, acentuado por el carisma que le otorga su fe incontrovertible y su encendida oratoria. Desprecia a los creyentes en otra fe que no sea la de los Siete, hasta el punto de poder perder los estribos, aunque ha suavizado con los años su espíritu de cruzado, al menos aparentemente. Su desapego a los placeres mundanos, su apasionada defensa de las tradiciones y su energía son proverbiales y le han aupado al pontificado.

Athila es un hombre generoso y virtuoso como sólo pueden serlo quienes carecen de ambiciones terrenas, por un lado, y ansían con avidez las recompensas celestiales, por el otro. Desprendido, compasivo y caballeroso, honorable e incluso dulce en el trato con los humildes, ha emprendido una lucha contra la ostentación y la riqueza en el seno de la Iglesia de los Siete.

Habilidades de Combate:
· Es un excelente guerrero, acostumbrado a las armas caballerescas. Quizá no pueda competir con los mejores aceros de los Siete Reinos, pero quienes no le conocen harían mal en subestimarle.
· No es demasiado alto, pero sí fuerte y rápido para tamaño, incluso con armadura. Está muy acostumbrado a vestir loriga de malla, y se mueve con ella como pez en el agua, bastante más ágilmente que la inmensa mayoría de guerreros.
· Es un jinete excepcional.

Virtudes:
· Fervorosamente religioso, es tenaz, incorruptible y bastante más astuto de lo que muchos creen. Buen lector, buen orador, paciente y, si no sabio, sí al menos prudente y reflexivo.

Defectos:

· Intransigente, puede que incluso con ciertos rasgos fanáticos. Como muchos hombres que se consideran a sí mismos paradigmas, es muy poco tolerante con los deslices y debilidades de los demás.

Gustos:
· Ha renunciado a la mayoría, por no decir la totalidad, de los placeres mundanos. Come con austera frugalidad, viste hábitos humildes, duerme apenas unas horas y guarda un férreo celibato. Su única pasión son los caballos, que monta con asiduidad, y el ejercicio marcial, que entrena varias horas por semana.

Disgustos:
· No tolerará, en su presencia, rituales o admoniciones a otros dioses que no sean los Siete.

Manías,Fobias u Enfermedades:
· Ninguna apreciable, aunque es especialmente escrupuloso con la limpieza y el orden.

Datos Biográficos

Familiares:

Al convertirse en Septón, Athila renunció a su apellido y su estirpe. Sus familiares son ahora sus hermanos de fe, a lo largo y ancho de los Siete Reinos.

Historia:

Pocos en Poza de la Doncella conservaban la esperanza. El hijo mayor de su señor, lord Mooton, había caído enfermo de la fiebre escarlata durante la falsa primavera, y yacía en una amplia estancia de la fortaleza. "Delira constantemente", se rumoreaba. "Su fiebre es tan alta que su padre manda traer agua fria de los manatiales de las colinas durante la noche", decían otros. "Lleva más de dos meses postrado en la cama, sin despertar", aventuraban unos. Lo único cierto es que la enfermedad y la convalecencia del joven Athila duró más de un año. En apenas un par de semanas al desatarse su enfermedad, el joven vital y alegre que todos recordaban se había convertido en despojo esquelético y macilento, sacudido por convulsiones y desfigurado por las violentas erupciones y sarpullidos de color encarnado que cubrían su rostro y su torso. Poco quedaba ya del vigoroso guerrero que había descabalgado, no muchos meses atrás, a los mejores caballeros de su padre en el modesto torneo que organizó lord Wooton para la fiesta de la cosecha, y todos aguardaban, horrorizados, que llegara el fatal desenlace ya que ni el anciano maestre que lord Wooton había hecho venir de Desembarco del Rey había podido hacer nada más que aplacar levemente la espantosa calentura. Sólo lady Wooton conservaba la fe, orando sin cesar a l Madre y al Guerrero, al Padre y al Desconocido, sin separarse del lecho de su primogénito. Cuando varias semanas de calvario después la enfermedad pareció remitir, y el joven Athila abrió sus grandes ojos azules, lady Vera Wooton rompió a llorar entre agadecimientos a los Siete, porque sabía que sus plegarias habian sido escuchadas.

Y sin embargo quedaban largos meses de zozobra.

La muerte nunca abre fácilmente sus garras, y la recuperación de Athila fue lenta y dolorosa. Y, en cierto modo, nunca se recuperó del todo. Destruido su cuerpo en plena juventud, encadenado contra su voluntad al lecho, aquejado de feroces recaídas, el joven Wooton se refugió en aquello que había servido, en última instancia, a su propia madre. Leyó con avidez los pergaminos de la humilde biblioteca del castillo familiar, que pronto resultó dolorosamente famélica, y se hizo visitar por septones traídos de toda la Tierra de los Rios, para espanto de lord Wooton. Esgrimiendo la renovada fe como antaño esgrimió la espada, convenció finalmente a su padre de su voluntad le arrancó la promesa de que tan pronto como pudiera viajaría a Antigua y Desembarco del Rey para tomar los hábitos. Aunque no si antes recibir a cambio la promesa de que sólo lo haría tras haberse recuperado totalmente. Espoleado por la decisión, pronto el joven comenzó a ganar peso, a montar a caballo, a cazar y a entrenarse de nuevo con la espada y la lanza.

Quiza lord Wooton esperaba que, recobradas las fuerzas, Athila recobrase de la misma forma su antigua personalidad y abandonase su propósito, pero nada más lejos de la realidad. El joven, consagrado al Padre y al Guerrero, a quienes atribuía su nueva salud, abandonó Poza de la Doncella con la última luna llena del mes de la vendimia, dispuesto a continuar con su devota misión.

Athila Wooton se convirtió en el septón Athila con apenas veinticuatro días del nombre.

Recorrió el sur del reino como peregrino, visitó los septrios de las órdenes monásticas, ejerció de septón en media docena de villas, compartió caminos y penurias con los Hermanos Mendicantes, y finalmente regresó a Poza de la Doncella como un hombre nuevo y, a la vez, viejo. Lord Garlan Wooton lo recibió con severo respeto, y lady Vera Wooton con devoción y orgullo. Era como un hijo pródigo, pero no regresaba para quedarse. Partía a Desembarco del Rey, y necesitaba algo más que un hábito para crecer allí.

Gracias a la influencia de su familia, Athila fue nombrado prior de uno de los septrios más importantes de la ciudad, donde ejerció con severa mano y recta justicia. Joven, enérgico, y sobre todo consumido por el fuego interior de la fe, pronto escaló posiciones en la corte y la Iglesia, ganándose el favor de los septones más jóvenes por su carismática generosidad y convicción, y el de los mayores por su buen nombre, su actitud caballeresca y su humilde pero fanática personalidad. Nombrado miembro de los Máximos Devotos antes de su trigésimo día del nombre, fue elegido Septón Supremo casi por unanimidad apenas tres años después. Desde entonces, su fama no ha hecho más que acrecentarse. Una fama de hombre recto, justo, generoso, pero también inamovible, temperamental y consagrado al Guerrero, cosa harto extraña en el seno de la Iglesia. No carece de enemigos, que le reporchan la excentricidad de entrenarse para el combate o dar largas cabalgadas a caballo por el Bosque Real, pero son muchos más aquellos a quienes ha conquistado con su fuerte carácter, su piadosa actitud y su intachable imagen. El pueblo llano lo considera un septón supremo inusual, ya que ha renunciado a mucha de la la pompa y ostentación de sus predecesores, y lo ha complacido con generosas donaciones y obras de caridad.

Otros:

· Bajo su hábito de color oscuro viste siempre una loriga de malla.
· Raramente viste con los atributos de su cargo, excepto en las raras ceremonias en que así lo exige el protocolo.