La puesta de Sol en Lanza

La tensión debida a la muerte de Daenerys poco a poco iba remitiendo en el plano superficial no porque fuese extrañada en menor medida sino porque poco a poco los diversos miembros de la familia iban acostumbrándose a su partida. De los Martell los realmente afectados eran Maron y Myriah, pues Aelinor sabía que su tía, La Bondadosa, no era precisamente sujeto de devoción de sus demás tíos maternos. De los Targaryen, en cambio, los tres hermanos estaban igualmente afectados aunque demostraban en mayor o menor medida sus sentimientos al respecto. El afecto de Aelinor se había ido aplanando progresivamente y aunque no lloraba, tampoco solía sonreír mucho, y cuando lo hacía generalmente era para no preocupar a los demás. Excepto, claro, cuando se encontraba jugueteando con la pequeña Liria Martell. Fue allí el lugar en el que Olyvar la encontró y la invitó a acompañarlo, que tenía algo que mostrarle. Un poco a regañadientes la Targaryen había aceptado y le había seguido.

En medio de lo que habría podido pensar, Aelinor no se había imaginado que su tío la llevaría a ver eso. El sol se escondía en el horizonte tiñendo el cielo de un color entre dorado y rojizo que se reflejaba sobre las olas del mar que poco a poco aumentaban su frecuencia al chocar contra la playa, pues la marea justo empezaba a elevarse. Escuchó las palabras que él decía con paciencia, con los ojos violáceos fijos en la bola de fuego que poco a poco se hundía en la inmensidad del mar y el ceño ligeramente fruncido precisamente por toda aquella luz -Comprendo. Está muy bien ubicado- admitió con un suspiro colándose entre sus palabras. Extendió el cuello y volvió su cabeza hacia el Martell, quien la miraba en aquel momento. Le sonrió, esta vez de verdad pues lo que había dicho acerca del espectáculo era valedero, no obstante la sonrisa estaba teñida con algo de melancolía... Lo usual en Aelinor Targaryen.

La pregunta que Olyvar hacía era exactamente la misma que había estado rondando su cabeza en los últimos días. Sentía unos extremos deseos de quedarse en Lanza del Sol, no precisamente para acompañar a su cuñada en el proceso de parto y puerperio sino para poder compartir un poco más de tiempo con la pequeña Liria, pero era también consciente de lo que podría interpretarse a partir de su ausencia de los Seis Reinos en un periodo tan convulso políticamente. Que Sofía se ausentase era comprensible por su estado, pero ¿ella? Aquello sería un paso en falso que no sería fácilmente perdonado, así como el paso en falso del Velaryon que les había costado tanto en el terreno político -No lo sé- fue sincera, chasqueando la lengua -Depende de cómo sigan las cosas en los Seis Reinos. Una princesa no puede simplemente ausentarse, ni siquiera aunque no tenga ni un destacamento bajo su mando- añadió, encogiéndose de hombros. Si le decía lo mucho que deseaba quedarse viendo a Liria él encontraría la manera de hacer que se quedara.

Liria... Era como si el Martell hubiese leído sus pensamientos pues justo la mencionaba a ella, a la causal de tanta indecisión en Aelinor. Al final una sonrisa dulce brotó de sus labios e inclusive la expresión en sus ojos se suavizó al pensar en la pequeña de cabellos platinados y ojos violáceos -Liria es completamente adorable- admitió recordándola minutos antes, justo antes que Olyvar la abduciera. Sus ojos violáceos, tan parecidos a los de la bebé, volvieron a enfocarse en el moribundo sol del ocaso -Será una soberana más que buena para Dorne. Ya veréis...- añadió, enarcando las cejas. "Será perfecta para Dorne. Su padre se ocupará de ello", añadió en su cabeza -Sé que os ocuparéis que no se olvide de nada. Ni de la lanza, el sol y el desierto, así como tampoco del dragón, el fuego y la sangre. Todo eso es ella- agregó con un suspiro -Dudo que pueda quedarme, si os soy sincera, pero tan pronto como pueda volver lo haré y tú cumplirás tu promesa- concluyó con una sonrisa. "Tú la tuya y yo la mía de conocer la tierra de mi madre. Algún día, Olyvar, algún día...", pensó.