Empieza el juego ( Mance Blackwood)

Todo estaba listo y preparado, había dado la orden desde hacía días para que todo estuviera listo para la partida, los soldados que habían sido requeridos para la misión ya se encontraban a las afueras de Desembarco, en pequeños núcleos, hablando, o preparándose, a todos les había dado tiempo para despedirse de sus seres queridos, aquellos que estuvieran en la ciudad, y de la misma forma los civiles que habían decidido y habían sido requeridos para su acompañamiento, todos ellos ya tenían sus misiones bien planteadas y decididas, y el mismo príncipe partiría con ellos, en un gesto de ánimo y valentía. El primer movimiento ya había sido hecho y podía observarse como un número alzado de soldados empezaba a moverse llevados por uno de los generales y servidores de más confianza del Rey. Aun debían posicionarse pero no tardarían mucho en llegar a su lugar idóneo. El por su parte termino de preparar su equipo, dejando tres cartas largas y extensas en su mesa, y con la orden de dársela a su esposa e hijos si algo llegaba a ocurrirle en batalla.

Bajo con toda su armadura puesta y con un joven lacayo siguiéndolo a todos lados, no había tomado aún escudero, y ese joven harías las veces de este hasta que tomara uno de noble cuna para servirle como mereciese, había dado órdenes de que Lord Mance estuviera esperando y preparado para la partida, daría sus órdenes a su hermano antes de el mismo partir con sus hombres al destino convenido. Su paso era apresurado, pero a la vez seguro y férreo, llevaría aquella armadura la inmensa mayoría del tiempo desde aquel día, una lustrosa armadura negra, de lo mejor material de los que podía haber en poniente en aquellos tiempos, y hecho claramente a medida. Ando mirando al chico, y como este se encargaba de terminar de ensillar su caballo, subiéndose segundos después a este, mirando tras el cómo dos de los capas blancas lo acompañarían en todo su recorrido, serian su guardia personal y cuidarían por su vida como era menester.

El sol apenas despuntaba cuando salió de la Fortaleza Roja rumbo a las afueras de Desembarco para reunirse con Mance y los hombres que ambos comandarían, pero vio como algunos aldeanos habían salido para ver su partida, mientras su joven lacayo alzaba el estandarte Targaryen a su paso ondeando al viento, era momento de ir a la guerra, y no volvería hasta que todo se hubiera solucionado. Cuando llego a las afueras de la ciudad vio las tiendas completamente desmontadas, y como un número de hombres ya había echado a andar con algunos soldados, los leñadores adicionales, y los maestros constructores y sus aprendices abrirían el paso con una pequeña comitiva que iría a caballo con ellos, llevando buena parte de provisiones y materiales necesarios.

Bajo de su caballo, esperando a que su hermano de armas y espada juramentada se acercara, mientras dejaba que el crio le quitara los guanteletes para poder saludar con un apropiado apretón de mano a su amigo. – El sol se alza rojo como el fuego y la sangre, y yo me siento Aegon el conquistador en este momento…pero sin dragones claro esta…estás listo para partir hermano?

Las ordenes estaban claras. Y Mance para variar, impaciente. Necesitaba estirar las piernas, moverse ya. La monotonía lo volvía irascible y malhumorado, y cuando además se trataba de largas esperas era aún peor.

Estaba impaciente, había ido allí a ponerse bajo el mando del Rey de su protector y protegido Maekar, para serle útil en la guerra que su familia se veía obligada a librar por un puñado de rebeldes cobardes. El Tridente era fiel, y él lo demostraría.

Se ajustó el cinto con su espada, se puso las botas, una camisa ligera de lino con vuelo para que no le estorbara al cabalgar y se fue colocando la armadura. Era ligera, porque su misión no era entablar un combate normal y corriente. No, él tendría que desgastar al enemigo, volverlo loco y evitar el contacto directo. Tenía que valerse de su mejor arma, la astucia.

Por todo ello aquella mañana se había levantado radiante, entusiasmado y henchido de vida. Por fin podría cumplir su juramento y participar activamente en la defensa de la verdad. En la causa justa y mirar adelante con orgullo, tuviera que enfrentarse a lo que fuera. Le mandarían al mando de una pequeña fuerza pero mortífera.

Cabalgó a las afueras de la ciudad donde partiría definitivamente a su destino, y Maekar le esperaba para pincelar las últimas ordenes. Sus hombres aguardaban y era a los únicos a los que les debía algo, ya que no estaba comprometido ni con vistas a estarlo. Y su familia casi extinta estaba en su hogar, alguien debía guardarlo.

Bajó de Aswann de un salto y le estrechó por el antebrazo la "mano" a su señor.

Me temo que sus enemigos eran más dignos que vulgares traidores. Por fin podremos rendir cuentas con ellos, y nos sobrarán la mitad de los hombres, los cobardes no son tan útiles. Esperemos que se dignen a aparecer pronto. O no aguantaré mi impaciencia ni yo.



Asintió con gesto sincero.

Estoy totalmente preparado, veamos que sorpresas nos tienen reservadas ellos.

Sonrió mirando a su hermano y compañero de armas, asintiendo suavemente con la cabeza, ambos eran hombres jóvenes y aguerridos, que disfrutaban de un buen cruce de armas y era su momento de dejar sus nombres en la historia, de hacerse valer como caballeros y guerreros, aquel sin duda era el momento que todo joven ansiaba de una forma u otra. – Si todos están listos pongámonos en marcha lo antes posible, te comentare los detalles por el camino, compartiremos el camino durante un par de horas antes de que tu continúes hacia el norte…- Lo miro largamente antes de comenzar a andar hacia su caballo y montarse en este mirando a sus oficiales largamente.

Dad la orden que iniciemos la marcha no quiero que nos retrasemos más de lo convenido…- Se puso en frente de la marcha esperando a que su hermano de armas se pusiera a su altura, con algunos de sus hombres fieles también cerca para que todos los escucharan- Mis hombres y oficiales están ya informados de la estrategia a seguir, y cuando lleguéis al destino los ingenieros os contaran todos los detalles de este, pues tienen órdenes de darle los detalles solo a los generales…En cuanto a las tropas estoy seguro que sabréis que hacer con ellas llegado el momento adecuado..y cuidad de los civiles, en cuanto terminen su trabajo hacedlos volver a la seguridad de Desembarco, aunque podréis reclutar a aquellos que decidan quedarse, la decisión es de ellos y de nadie más.. – Miro a la lejanía como aun podía observarse el paso de los hombres más avanzado con los civiles, aquellos que llevaban cuervos y provisiones.

Contareis con cuervos suficientes como para informar de lo que ocurre, tanto a Desembarco como a Aguas profundas y algunas de las casas fieles a la corona….Podéis si fuera necesario pedir refuerzos, tanto a nuestras tierras como a las vuestras, ya sabéis que casas tenéis cerca y como contactar con ellas….por lo demás, estará todo en tus manos Mance..- Observo a su amigo largamente, con gesto solemne porque realmente no sabía si sería la última vez que lo viera o no. – Si algo me pasase y vos salierais vivo, encargaos de proteger a mis hijos, y llevarlos a zona segura, fuera de Ponientes si fuera necesario..

Si que parece que lo estén, cuanto antes salgamos mejor.



Regresó a su corcel y montó en él colocándose a la diestra de Maekar.

Tampoco es que haya demasiado que explicar, mi misión está bastante clara. Sólo me gustaría saber los detalles. Pero cada cosa a su tiempo.



La larga columna de hombres avanzó a la orden del Príncipe. Los rostros eran de lo más dispares. Unos serios, otros impacientes, muchos no habían conciliado el sueño el día anterior fuera cuales fuese los motivos. Los millares de hombres avanzaban en silencio, el único sonido que se oía era el de las botas arrastrándose y el bullicio propio de cuando una mole se mueve.

No te preocupes, cuidaremos de cada aldeano, ya que a fin de cuentas son una pieza muy importante, y necesitamos además su silencio. Cuando terminen regresaran, pero su seguridad en el viaje no puedo garantizarla.


Siguió escuchando las breves indicaciones que le daba con la mirada perdida muy al frente. Como si ya divisase su destino y acababan de salir.

Estará todo en nuestras manos.

Rectificó Mance.

Y me temo que no sé muy bien quién de los dos volverá, o si alguno de nosotros lo hará..

Aquello lo dijo en un tono más bajo

La misión es cuanto menos, peligrosa.



De hecho era mas que consciente de que era muy arriesgada. Pero estaban en guerra, y tenían un lugar que ocupar. Además sus funciones eran vitales para la defensa de la corona. Por lo que no podía permitirse fallar, ni dudar ni mucho menos tener miedo.

Observo largamente a su amigo y freno tranquilamente alzando las manos para que los hombres empezaran a dividirse según su destino, era momento de que cada uno doblara hacia su destino final, miro largamente a su amigo y hermano. – Los civiles deberán volver al menos con 15 hombres, tú decides cuales y cuantos, pero se consciente que es posible que muchos deseen quedarse…conociendo a mucho de esos testarudos trabajadores no me extrañaría que tomaran armas y se sumaran a nuestros soldados..y aquí es donde nos separamos Mance, recuerda preguntar a los ingenieros, ellos te dirán cuál es la mejor estrategia a seguir según la situación y las características del ataque, otea el cielo…siempre, mantén un par de ojos oteando el cielo casi de forma constante, ellos te dirán que significado tienen, y cuídate de los ciudadanos que no conozcas..o que parezcan sospechosos, deja que los aldeanos cercanos se aseguren de que son conocidos….- Lo miro largamente, sabía que podían enviar espías o intentar colarles hombres enemigos tras los suyos propios, ahora tendrían que ir con mil ojos.

Que los sietes cuiden tu marcha y tu lucha Mance, y que nos veamos antes de que el Desconocido decida llevarnos con él a sus dominios.. – Sonrió a su amigo haciendo una leve reverencia antes de azuzar a su caballo para tomar el camino de la izquierda rumbo a su destino acompañado a su diestra y siniestra por su guardia personal, y encabezando la marcha de los soldados, no sabía cuando volverían a verse, pero esperaba que los dioses fueran piadosos con ellos, y con su contienda, que era completamente legitima.

Quizás si, quizás no. Para gente de cuna como tu y yo la guerra puede traer gloria, pero para la gente común. No es más que algo desagradable por lo que les hacen pasar. No dudo que sean fuertes y tengan moral. Pero si yo fuese ellos. Regresaría con mi familia.

Ya tenían que dividirse. Cada uno tenía un destino aunque su misión era parecida. Esconderse, emboscar, asaetear al enemigo y diezmarlo numérica y moralmente. Parecía sencillo, pero en absoluto era así.

Nos volveremos a ver hermano. Los Siete guiarán nuestro brazo y nuestras decisiones porque nuestra causa es justa. Y si no, me daré el lujo de llevarme por delante tantos perros traidores como pueda. Cuidate Maekar. Y ten paciencia, que en algunos momentos es la mejor consejera.

Maekar no estaba en su mejor momento. Eso bien lo sabía Mance, su familia estaba dividida. Él mismo tenía sentimientos encontrados respecto de su padre. Y su hermano, era otra historia aparte, pero también cargada de dolor. Su esposa e hijos se encontraban lejos y debía marchar a la guerra. Ir a un lugar tan peligroso con la cabeza a leguas de distancia no era prudente. Pero Mance no podía hacer mucho más por él.

Lucharía a su lado como prometió, hasta su último aliento. Los Blackwood eran orgullosos y su palabra era de lo más valioso que tenían.

Giró su corcel y tomó su camino. El que ya habían tomado sus hombres previamente y no miró atrás. No quería.