Cásting para Brandon Stark

Las horas transcurrían con gran lentitud. Anna se encontraba aún de parto, y mi preocupación no había menguado en ningún momento. Sintiéndome impotente salí del gran salón, donde muchos de los habitantes de Invernalia festejaban ya la llegada de un nuevo Stark al mundo. “Qué malvado por mi parte traer otro hijo al mundo, con la tormenta que se desencadena en el Sur…” Me desperecé, apartando tan sombríos pensamientos de mi mente y me levanté, atrayendo las miradas de todos.

-Voy al bosque de dioses, no os preocupéis.- Los habitantes de Invernalia asintieron y continuaron con sus charlas, animados como ningún otro por el momento. Robben y Rickard estaban también por ahí, si bien no tan nerviosos como yo. Les hice un gesto para que no me siguieran; necesitaba estar solo por un rato.

Deambulé por Invernalia hasta llegar al bosque de dioses, meditabundo. Miré al árbol corazón, sonriendo. “Cuidad de mi familia. Que mi hijo, o mi hija crezca sano y feliz, y dadme sabiduría y valor para afrontar esta dura prueba…” Me gustaba mucho la paz reconfortante del bosque de dioses, especialmente cuando no había nadie, como en este momento. Suspiré, escuchando las hojas del arciano moverse, como si respondieran con un arrullo tranquilizador. Los dioses antiguos eran difíciles de entender, pero siempre habían sido clementes con los Stark.

Como respuesta a mis plegarias, poco tiempo después Rickard llegó al bosque de dioses, con una sonrisa en la cara. Yo estaba con los ojos cerrados, pensando con desasosiego en la guerra inminente; la reunión entre los señores de todo el Norte era inminente, y no sabía qué pensarían mis banderizos sobre la rebelión de Fuegoscuro. Los Mormont seguramente apoyarían marchar hacia el sur… a apoyar a Daemon, así como los Glover y los Tallhart. Los Manderly nos apoyarían con reservas, los Umber siempre están dispuestos a la batalla… y los Bolton… su joven Lord me inquieta profundamente, pero era razonable; su participación en el concilio sería cuanto menos interesante.

-Enhorabuena, has tenido otro varón, hermano.- Rickard se sentó a mi lado, haciendo que abriera los ojos como platos.
-La manada aumenta… y se acerca el invierno.- Dije, con la voz ronca, algo más sombrío por pasar tanto tiempo inmerso en sombríos pensamientos.

Sonreí al poco a Rickard, y le pasé un brazo sobre los hombros.

-Perdón, sigo inquieto por los rumores sobre la guerra, hermano. Sólo espero que de ir, o no a la guerra no nos perjudique… Amo demasiado a mi familia como para verla en peligro, pero por otra parte… Tampoco quiero dejar a un amigo como Daemon sólo frente al peligro. ¿Tú qué harías?

-Por lo pronto, hermano, ve a conocer a tu hijo. Ya tendrás tiempo para preocuparte de esas cosas, pero conoces mi respuesta. Te seguiré allá a donde decidas ir.

-Eso no es de ayuda. Rezo a los dioses para que me otorguen sabiduría.

Tras una última mirada agradecida al arciano me incorporé y, acompañado por Rickard, una sonrisa en el rostro y una dicha inconmensurable volví a Invernalia, a conocer a mi tercer hijo.