La Rebelión De Los Fuegoscuro
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Sombras en la noche (Cualquier Caron)

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Mensaje por Brynden Ríos Sáb Mar 30, 2013 3:28 pm

Durante la noche debían ser sombras, pero el problema llegaba durante el día, donde debían ser invisibles, pues ni sus oscuros ropajes los ocultaban del implacable sol que bañaba las praderas de El Dominio. Pero aún así lo consiguieron.
Brynden y sus siete hombres dejaron atrás a los hermanos Ríos y otros tres, y cruzaron el Fuegoazul casi al alba, cuando el sol comenzaba a despuntar rojizo por el horizonte. Granmesa, el asentamiento de la casa Merryweather, no suponía la mejor de las opciones para refugiarse, por lo que decidieron disfrutar de los frutales poco vigilados que se nutrían de las aguas de los afluentes del Mander.

Aquellos dos días, hasta que el terreno volvió a elevarse con las primeras colinas que limitaban con las tierras de las Tormentas, fueron largos a pesar de que iban con el paso más acelerado que podían. Debían eludir patrullas, pequeños campamentos y las idas y venidas de soldados que indudablemente irían a juntarse al batallón principal o a fortificar alguna ciudad. Nadie creería que aquel grupo de hombres podría cruzar el este del Dominio de norte a sur y que ni un alma se percatara de ello.
La ciudad de Vado Ceniza, el asentamiento de la casa Ashford, suponía una alternativa mejor que Granmesa, pues si iban por separado podrían pasar por viajeros si tan solo se quedaban en el extrarradio de la ciudad. El castillo que coronaba la ciudad tenía forma triangular y sus torres eran un bocado muy suculento para cualquiera que quisiera poner en jaque aquella ciudad. Pero ese no era su caso. Debían pasar por allí, fundirse lo suficiente con sus gentes para que, si a los dos días alguien preguntaba por ellos, nadie supiera decir nada.
Y así lo hicieron. Pasaron medio día y casi una noche, pues antes del alba, el grupo ya estaba reunido a varias leguas para continuar su camino.

Las limpias aguas del río de los Mejillones circulaba a su derecha. Ellos lo siguieron hasta su nacimiento en las montañas que circundaban Refugionegro. Brynden sabía que los Baratheon y los Tyrell no se pisaban el terreno, por lo tanto, aquella frontera estaría más despejada de soldados.
Los chorros del río en su nacimiento supusieron un remanso de tranquilidad donde los Dientes de Cuervo pararon a llenar sus pellejos de agua y sus zurrones de bayas comestibles, que sirvieron de acompañamiento a la carne en salazón que les quedaba, al queso duro y a las hogazas de pan moreno. Por suerte habían robado algunas piezas de fruta y embutidos del mercado de Valdehierba sin llamar la atención.
Aquellas montañas bajas no suponían un especial obstáculo para aquellos hombres, hasta que Garnett estuvo a punto de despeñarse por un cortado pronunciado si Brynden no llega a sujetarlo por la pechera.

Días después dejaron los terrenos montañosos y las tierras de las flores, dejaron Refugionegro antes siquiera de verlo. Y de pronto, un nuevo accidente geográfico, la frontera natural entre Dorne, El Dominio y las tierras de las Tormentas, las Montañas Rojas, se erigieron imponentes frente a ellos. No hizo falta comunicarles a sus hombres que se encontraban en las Marcas de Dorne.
Los Dientes de Cuervo sabían a dónde iban, y en ningún momento se opusieron o rebatieron lo más mínimo la decisión del consejero. Canto Nocturno quedaba a unas leguas de distancia y ellos, al igual que lo estaría la fortaleza, estaban preparados para lo que se encontraran; ya fuera una celda, la muerte o un colchón de plumas.

Los guardias que custodiaban las puertas y los que estaban apostados en las almenas observaron a duras penas -dada la noche cerrada- como el reducido grupo se acercaba hacia ellos sin dar muestras de hostilidad.
-¿Quiénes sois y qué queréis? -preguntó un guardia rondando la treintena iluminándolos con una antorcha cuando se acercaron a la puerta.

Brynden no tenía ganas de líos después de viajar mucho, dormir poco y lavarse menos. Solo quería hablar con los Caron, tomar un baño, comer caliente y dormir cómodo, y no necesariamente en ese orden. Así que respondió escuetamente:
-Brynden Ríos, Cuervo de Sangre, -obvió títulos -y quiero ver al Caron que tenga a bien recibirme -el que fuera, no tenía ganas para rebatir autoridades y competencias.

El guardia no pudo evitar dar muestras de asombro y abandonó su puesto raudo -a la vez que otro guardia lo ocupaba- para avisar a alguien que lo recibiera.
Brynden Ríos
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Mensaje por Pearse Caron Dom Mar 31, 2013 5:22 pm

Pearse tañía su arpa de plata con delicadeza, moviendo sus dedos con un tenue roce que parecía la caricia del viento sobre las hojas. Las notas surgían de improvisto, con total naturalidad, y una belleza superior a la de los bardos que llegaban desde varias leguas alrededor de Canto Nocturno. Llevaba allí desde el atardecer, tocando el instrumento argénteo con suavidad, mientras su mente buscaba una forma de encarar el futuro sin perder la vida en el intento. Él tenía claro que no le importaba la guerra entre dragones rojos y negros, pues ni unos ni otros habían intercedido durante la batalla acontecida dos años atrás, más su lealtad debía estar con quien ocupase el Trono de Hierro. Daemon podría tener la espada que quisiese, pero si Daeron tenía la corona era porque le pertenecía.

Y ahora que los Baratheon se habían puesto del lado de Fuegoscuro, de ayudarle al legítimo rey Targaryen quizás recibiese una grata recompensa.

Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando al otro lado de la puerta de su torre sonaron las placas de la armadura de uno de sus soldados. Entró sin llamar, y apeló a su nombre. En su asiento, Pearse apartó la preciada arpa de plata, apoyándola contra la pared, sin perder de vista al recién llegado en ningún momento.

- ¿Qué coño quieres para venir a molestarme a estas horas? Te pago para que vigiles mis murallas, no para que me interrumpas. Habla rápido antes de que ordene tu detención. Y la próxima vez recuerda llamar antes de pasar, porque esta no es la puerta del burdel.

- Mi… mi señor… porto noticias demasiado importantes como para llamar… lo siento, pero… los otros guardias encontraron a un hombre, y… y me mandaron a avisaros… lo siento, pero Brynden Ríos está frente a la puerta… sí, el Cuervo de Sangre… dice que quiere ver algún Caron…

Pearse frunció el ceño, con la mirada aún furibunda respecto a la falta de educación de aquel soldado. ¿Tanto había caído la educación de sus hombres? Debía tomar cartas en el asunto antes de tener que regir a 10000 reses en vez de soldados. Suspiró y acompañó al soldado hasta la puerta, ajustándose sus ropas con un ademán. Decidió no castigar al centinela, pero durante el trayecto fue argumentando que la próxima vez no sería tan flexible. Si todos hacían así, rara vez lograría discernir si el visitante se trataba de un asesino pagado por sus enemigos o uno de sus hombres trayendo noticias.

Caminó hacia la muralla en silencio luego de comentar todos los puntos de sus quejas, despidió al hombre con un inapreciable movimiento de cabeza, y se apartó el largo pelo de delante de sus ojos antes de alcanzar las almenas. Una sola mirada al visitante lo hizo reconocible. Nadie más desde el Rejo hasta el Muro poseía unos ojos rojos como aquellos, incluso entre la penumbra de la noche brillaban como rubíes.

- Hacedle pasar. Escoltadlo hasta el salón de audiencias. Allí lo espero dentro de un rato. Ordenad a las cocineras que preparen algo para comer, los viajeros suelen llegar hambrientos, y decidle al mayordomo que traiga un buen vino de la bodega, creo que no es una visita de cortesía y que debatiremos largamente. Ah, e informad a mi hermana Persefone de si quiere reunirse con nosotros.

* * * * * * * * * *

La sala de audiencias había quedado vacía tras la orden dada. Estaban solos, el Consejero de Rumores del rey Daeron y el Señor de las Marcas, solo acompañados por los perros Rayo y Trueno, quienes roían con ganas unas sobras de la cena. Persefone no llegaba aún, quizás porque pasaba de asistir al evento, o porque aún no se había adecentado. De todos modos, tomó la delantera en la conversación, y con un trozo de empanada de carne de venado entre sus finos y largos dedos apuntó:

- Y bien, lord Ríos, ¿qué es lo que os trae por Canto Nocturno? Supongo que no venís de paseo, tal y como está la situación sería un suicidio hacer algo así, y no creo que vinieseis a por refugio frente a la tormenta. Pero un señor de tan reducidos dominios siempre puede equivocarse… - añadió con un susurro casi inaudible.

Pearse creía conocer el motivo de aquella inesperada visita, pero se calló, esperando la respuesta de su sombrío interlocutor. Mientras tanto, masticó en silencio un trozo de aquella sabrosa empanada.
Pearse Caron
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Mensaje por Persefone Caron Lun Abr 01, 2013 7:23 am

Por lo menos, ya no le dolía tanto cada milímetro de su cuerpo. Para mantenerse distraída y evadirse un poco de la realidad que la rodeaba, Persefone se había centrado en cumplir sus entrenamientos para formarse en la lucha. Pese a que ya no era tan torpe como en los primeros días y que ya había aprendido a aferrar correctamente sus dagas, seguía careciendo de la fuerza necesaria para defenderse de un ataque, al menos no durante largo rato. Sus sentidos ya estaban prácticamente amoldados y era capaz de visualizar los movimientos que debería hacer para repeler a su atacante... Pero su cuerpo aún no la seguía a la velocidad adecuada y siempre terminaban desarmandola. Su entrenamiento se basaba pues en ganar algo de fuerza y resistencia. Ardua tarea para una dama que jamás se había visto en la tesitura de necesitar ni lo uno ni lo otro. Pero era gratificante comprobar que cada día aguantaba más, llegaba más lejos en sus entrenamientos... Avanzaba lentamente, pero lo hacía, y eso le hacía olvidar todo lo demás.

Sus doncellas la miraban con cierto horror mientras la ayudaban a desvestirse para el baño... Tenía moratones en los brazos y en las piernas, pues eran incontables las veces que había terminado de bruces en el suelo o rodando por el empedrado del patio para tratar de esquivar a su atacante y recuperar sus armas... Persefone recordaba todo eso con la emoción de una aprendiz, por lo que seguramente, los hematomas no la horrorizaban ni la mitad que a sus doncellas. Además, ya no le dolían tanto, y tener las rodillas raspadas no es tan grave.

Se metió en la bañera que sus doncellas habían preparado para ella con agua muy caliente, aceites aromáticos y pétalos de rosa. Delicia. Su cuerpo agradecía enormemente la calidez y suavidad del agua, y Persefone sintió que cada vertebra de su columna se estremecía de puro placer. Ahogó un gemido contra la palma de su mano, lo último que necesitaban sus doncellas era otro motivo más para escandalizarse... Lo pensó mejor, se acomodó, y cerrando los ojos volvió a gemir. Que se escandalizasen si querían. Ella llevaba horas entrenando, y tras todo el esfuerzo acumulado, su cuerpo merecía exteriorizar cualquier signo de placer absoluto que sintiese.

Mientras una de sus doncellas y ella se afanaban en dejar su piel impoluta, otra le desenredaba el pelo mojando el peine en agua de lavanda. Todo estaba en calma y en la estancia se disfrutaba del silencio. La ayudaron a salir de la bañera, en la que el agua ya comenzaba a enfriarse, y se afanaron en secarla con paños de lino. Justo en aquel instante entró otra doncella, irrumpiendo casi con prisa. Persefone la escrutó casi con reproche, no le gustaba nada que nadie se sintiera con el derecho de irrumpir de esa forma ante ella, y mucho menos si la encontraban desnuda. Se esforzó mucho para reprimir el instinto de cubrirse bien con los paños. Si la situación debía de ser incómoda, que quién más incomoda se sintiera fuera la doncella. Optó por actuar con normalidad.

-¿Qué ocurre? -Le preguntó a la repentinamente muda doncella.

-Hay un hombre de vuestro hermano en la puerta. Desea avisaros de que Brynden Ríos está en Canto. Vuestro hermano ha ido a recibirlo en el salón de audiencias y os invita a acompañarlos -Respondió la doncella, tratando de no mirar directamente la desnudez de su señora, cosa sumamente extraña, ya que ella había sido la encargada de ayudarle en el baño en otras ocasiones... Quizá también le ponían nerviosa los hematomas, como a las demás.

-Me vestiré y acudiré enseguida -Aseguró Persefone, dejando marchar a la azorada doncella con un leve gesto antes de ordenarles a las otras dos que la ayudaran a vestirse de nuevo. Eligió un vestido de mangas largas y holgadas para esconder sus marcas ante el inesperado invitado. Mientras la preparaban, ella se centraba en recopilar en su mente toda la información que poseía sobre Brynden Ríos, el Cuervo de Sangre... ¿Qué podía traer al Consejero de los Rumores de Daeron a Canto Nocturno? Las Tormentas no eran buen lugar para ningún partidario del rey, sobre todo un partidario tan conocido y cercano al monarca.

Cuando ya estuvo lista, apropiadamente vestida con un traje de color burdeos y con el pelo suelto, se dirigió al salón de audiencias para reunirse con Pearse y su inesperado invitado. Los encontró a ambos totalmente solos, a excepción de los perros de su hermano, que alzaron la vista para mirarla un instante antes de seguir royendo las sobras que les habían dejado. Se aproximó a ambos hombres con la sensación de que algo importante flotaba en el aire justo en aquel instante.

-Mi lord ... -Dijo saludando a su hermano con una leve reverencia -Lord Ríos ... -Repitió la misma venia para el invitado antes de mirarlo con curiosidad -No esperábamos vuestra llegada, pero sed muy bienvenido a Canto Nocturno. ¿Podré tomar asiento junto a ambos y unirme a la cena? -Preguntó a sabiendas de que si su hermano la había hecho llamar, era por algo. En realidad se moría por preguntar qué estaba haciendo el Cuervo por las Tierras de Tormentas, pero sabía que para ello debía esperar y observar, a nadie le debe de gustar que le asalten a preguntas.
Persefone Caron
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Mensaje por Brynden Ríos Mar Abr 02, 2013 5:20 pm

Sintió movimiento en las almenas, pero al contrario que sus hombres, ni siquiera levantó la cabeza para ver de qué se trataba. La puerta comenzó a abrirse, y aunque no lo reflejaba, el consejero estaba más que inquieto e impaciente por entrevistarse con quien fuera, comer, darse un baño y descansar, sin saber cuál de esas cosas más deseaba.
El bastardo se dejó guiar por los guardias después de dar órdenes a sus hombres de que podían retirarse a descansar, pero sin dejar sus obligaciones a un lado, puesto que aún no sabían a ciencia cierta si volverían a ver el sol o si aquella fortaleza sería la última en la que estarían con vida.
Aún así, Brynden deambuló solo hasta la sala de audiencias guiado por el guardia; cruzó arcos, dobló esquinas, atravesó lóbregos pasillos de piedra, puertas cerradas que podrían esconder desde los aposentos de invitados hasta un excusado para el meón de turno que no llegara al final del pasillo. Sea como fuere, y aunque sus sentidos estaban casi siempre alerta, le importaba un boniato hervido el camino, solo quería llegar.
El guardia se detuvo y le indicó que habían llegado. Se dispuso a abrirle la puerta y el bastardo lo miró:
-Gracias, creo que puedo abrirla yo solo -dijo frío y cortante. El guardia tragó saliva y se marchó sin decir nada.

Cuando entró, los primeros en percatarse de su presencia fueron los perros de Lord Caron, que alzaron sus orejas y permanecieron expectantes a que el bastardo se aproximara a la mesa. Con el arco y el carcaj pendidos del hombro, Hermana Oscura de su cincho y un andar tan cansado -e impropio de él- que no hacía siquiera que su capa de viaje ondeara a sus espaldas.
Al llegar hasta Lord Caron se detuvo y acarició a ambos perros. Era algo típico en el consejero: sentir más empatía por los animales que por las personas.
-Buenas noches, Lord Caron, espero no haberos importunado con mi visita nocturna -dijo quedamente.

Al contrario de lo que muchos pensaban, Brynden guardaba sus modales siempre y cuando quien tenía delante no hiciera nada por desmerecerlos. Se dejó caer pesadamente en un asiento frente al Lord de Canto Nocturno, miró a la nada y se volvió a él dando la sensación de no haberlo escuchado, pero sí lo había hecho:
-Podríais equivocaros... -comenzó -pero no lo habéis hecho -dio un largo trago a la copa de vino y con naturalidad cogió un trozo de empanada que observó con curiosidad dado su olor particular. Creyó saber cuál era la carne. La mordió vagamente, notando un sabor parecido al de la ternera, pero menos graso. Interesante, pensó -No es precisamente un viaje de placer entrar al Dominio por Ladera, "pisar ligeramente" -aludiendo al lema de los Footly -y cruzarlo hasta salir por Vado Ceniza atravesando ríos, patrullas y campamentos -una sonrisa amarga y fingida se dibujó en su rostro.

En ese instante, las puertas de la sala de audiencias se abrieron de nuevo de forma liviana. Brynden vio como los perros de Lord Caron movían el rabo de lado a lado, por lo que el bastardo se dio la vuelta para ver de quién se trataba.
Una oscura melena, un rostro dulce y una mirada sobria, pero que sin duda ocultaba algo, todo tras un vestido oportunamente elegido, fue lo que el bastardo vio de aquella joven en un fugaz vistazo.
Cuando llegó a ellos, la miró con cierta curiosidad. Pensó que, o El Bardo había contraído matrimonio sin que él se hubiera enterado, o que aquella debía ser, por edad, la menor de los Caron. Sin duda, su actitud hacia el Lord decantó la balanza en favor de la segunda opción.
-Gracias, mi Lady -dijo levantándose con una inusual calidez que pronto se tornó de nuevo gélida -Nadie me esperaba por estos lares, ni siquiera yo hace unas semanas -dijo con tranquilidad -Podéis y debéis tomar asiento, por favor, estáis en vuestra casa -cogió de nuevo el trozo de empanada pues estaba hambriento, pero en presencia de la mujer no quería aparentar tosquedad -Iba a decirle a Lord Caron que vengo a perturbar vuestra tranquilidad -no sonrió -A convertir Canto Nocturno en el principal bastión de resistencia contra la causa Baratheon dentro de las Tierras de la Tormenta -aquellas palabras eran incendiarias, pero debía ser directo -Decidme que queréis escuchar el resto y continuar con la conversación y me quedaré, o decidme que no y mañana al alba no volveréis a saber de mí. Saldré por la puerta de atrás como si nunca hubiera estado aquí -no era una amenaza, ya que si lo hubiera sido, el desaliento no habría pasado fugazmente por sus ojos.

Los miró a ambos intentando permanecer firme y frío, pero sin dar muestras de imposición o de hostilidad.
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Mensaje por Pearse Caron Dom Abr 07, 2013 10:06 am

Un Targaryen… bueno, un bastardo de Targaryen, con cojones. En el fondo de su alma Pearse se sorprendió sobremanera. Recorrer el Dominio sin ser visto y hacer de las suyas sin que nadie se enterase era algo a tener en cuenta. Si bien era cierto que circulaban rumores acerca de aquel sombrío personaje, muchos de ellos relacionados con magia negra y brujerías, nadie había hablado de que fuese un experto montaraz ni un huidizo luchador. Solo los Siete Dioses que aullaban en la tormenta sabrían lo que había hecho Brynden Ríos en su estadía en el Dominio.

Su hermana apareció poco después de ambos tomasen asiento en el lugar acordado. Sin duda los guardias cumplían sus órdenes como el quería, una satisfacción entre una tormenta de enfados por la ineptitud de algunos de ellos. Siempre había uno que olvidaba lo que los Baratheon habían hecho, uno demasiado perezoso como para cumplir órdenes, y el típico oficial que se creía más inteligente que su lord. Todos aquellos recibían su castigo, y ahora parecía que iban aprendiendo como se hacían las cosas correctamente.

- Bienvenida, querida hermana. Toma asiento y únete a la comida si lo deseas. –Indicó el lord Caron con una sonrisa de cortesía y un ligero gesto ensayado.

Aguardó hasta que su hermana se hubo sentado y masticó la comida que habían traído con pulcritud, lanzando luego dos trozos generosos a sus perros. Solía tratarlos como a los soldados, quizás mejor que a algunos de ellos. Aquellas criaturas solían ser más amables que medio Canto Nocturno, comían menos que un humano, alertaban de los peligros y nunca cuestionaban sus órdenes.

Las palabras de Brynden Ríos lo pillaron bebiendo un sorbo de vino dorniense, y a punto estuvo de ahogarse. Giró la cabeza hacia un lado y escupió el licor, formando una nube de pequeñas gotitas que descendieron poco a poco al suelo. Tosió dos veces, luego otra más, tragó e inspiró. Entonces respondió, con una sonrisa torva en sus labios.

- Veo que sois un buen consejero de susurros y estáis debidamente enterado de las catástrofes de la posguerra contra los Baratheon. Y si venís aquí a decir eso… es que estáis completamente seguro de que os seguiremos. No os diré que no tengo ganas de empalar a esos malditos venados. Quizás Orson, quien mató a mi padre, sería empalado en varios postes diferentes. –Esto último lo susurró, creyendo que solo los perros lo oirían. Como única respuesta de los cánidos, estos alzaron sus orejas picudas.

- ¿Pero creéis que alguien seguirá a una casa, caída en desgracia como la nuestra, a una guerra civil de rebelión? Cada vez estoy menos seguro de las posibilidades de éxito de un nuevo levantamiento, porque lord Ríos, la gente comienza a olvidar. En el último consejo celebrado en Bastión, la gran mayoría de los vasallos, por no decir todos, parecían seguir a ciegas al Baratheon.

- No sé qué gracia les hace rebelarse contra los Targaryen, pues el verdadero rey Daeron les dio su hijo mayor como pupilo, nos ayudaron en la guerra contra ese maldito rey Buitre, y ahora se les levantan en armas. ¿Qué motivos blanden para seguir a un pretendiente bastardo? Alguien que solo desea el trono por portar la espada de su padre. Que diga y argumente lo que quiera, ¿pero quién me asegura que Aegon IV le dio esa espada que tanto ama y que no se la robó para darse importancia a sí mismo?

- Sí, lord Brynden, me gustaría rebelarme de nuevo y pagar las deudas que hemos contraído con ellos, pero la empresa sería complicada. Podríamos dividirnos la labor diplomática entre mi hermana y yo, y ver cuáles de los que antes estaban a nuestro favor siguen teniendo fe en que esta rebelión tenga éxito. Pero ello me hace preguntaros una cosa: ¿obtendríamos algo a cambio si nuestros movimientos son exitosos, o seríamos solo un medio para que los dragones rojos se mantuviesen en el poder?
Pearse Caron
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Mensaje por Persefone Caron Dom Abr 07, 2013 10:47 am

Persefone se acomodó en su asiento y se hizo con un trozo de empanada de carne de venado, pues aquella era la única forma en la que los venados podían llegar a agradarla, muertos y bien adobados. Mantuvo la mirada sobre el plato mientras seguía cavilando sobre el por qué de la presencia de Brynden Ríos en Canto Nocturno. Al parecer, ni siquiera el Cuervo tenía planeado pasar por allí... Quizá se había visto obligado a tomar dicha decisión en el último momento a consecuencia de alguna inclemencia durante su viaje... ¿Viaje a dónde? Su invitado era escaso en explicaciones, pero eso no la sorprendía en absoluto, a fin de cuentas era el Consejero de los Rumores y su función consistía en recabar información, no en otorgarla, al menos, no a cualquiera.

Pensaba en todo aquello mientras picoteaba un poco de su empanada, y fue por eso que las palabras de Brynden la pillaron desprevenida y con un trozo de empanada a medio camino entre el plato y su boca. Sintió que sus pulmones se llenaban de fuego mientras que la sangre se le congelaba en las venas. Miró a su hermano de soslayo mientras bajaba lentamente la mano para volver a depositar el trozo de empanada en el plato, de pronto se le había cerrado el estómago a cal y canto. Peor suerte había corrido Pearce, que se encontraba bebiendo en aquel momento y se vio obligado a escupir el vino para no atragantarse. Persefone escrutó primero el rostro de Pearse, tratando de averiguar que pensamientos cruzaban la mente de su hermano. Luego volvió sus ojos a Ríos, que había pronunciado las palabras que Persefone llevaba años esperando escuchar... Y ella estaba perpleja, asombrada y asustada, con la extraña sensación de que aquel hombre había logrado hurgar en su mente para decir exactamente las mismas palabras por las que ella había rezado tanto tiempo.

¡Dioses, sí! La simple perspectiva de poder volver a alzarse contra los Baratheon la hacía templar de emoción. Y aquella vez no se alzarían como simples rebeldes... No, serían los grandes y nobles Caron, que defenderían los intereses del Rey Daeron ante los pérfidos y traidores Baratheon, que se habían vendido a la causa de Fuegoscuro. En realidad, era la primera vez que se veía interesada por todo el asunto de Daeron contra Daemon, pero es que Brynden había pronunciado las palabras precisas. Era sin duda un ofrecimiento tan tentador, que a Persefone le costaba mantenerse quieta en su asiento, pero logró no moverse ni un pelo y permanecer estática sobre su asiento, cómo si no se hubiese visto afectada por las palabras del Cuervo, aunque por dentro estaba hirviendo en el jugo de sus propias emociones y ansias.

Esperó durante lo que le pareció una eternidad, buscando en su mente algún motivo que refrenara sus ansias de seguir escuchando las palabras del Cuervo de Sangre. No encontró ninguna. Pearse señaló entonces el gran inconveniente: Las Casas de las Tormentas, incluso las que un día se unieron contra los Baratheon, no parecían tener renovadas intenciones de alzarse contra los Baratheon, y por muchas ansias de venganza y justicia que tuvieran los Caron, eso les dificultaba mucho las cosas.

-Podríamos tantear al resto de Casas, sí, pero nada nos asegura el éxito, Baratheon los tiene a todos atados en corto, parecen haber olvidado quién es el verdadero rey y siguen al Venado en su traición a Daeron. Necesitaremos algo con los que persuadirlos -Persefone se obligó a posar los pies en la tierra y no lanzar las campanas al vuelo -Hermano, estoy segura que lord Brynden no nos propondría una cosa así si no estuviera seguro de que todos podríamos beneficiarnos ampliamente de los resultados de dicha rebelión. ¿No es cierto, lord Brynden? -Dijo posando su mirada de nuevo en su invitado. Por muchas ganas de pisotear a los Baratheon que tuvieran los Caron, era natural que no estuvieran dispuestos a exponerse así por nada -La Corona será consciente de los riesgos de nuestra cruzada contra los traidores al reino, y de nuestra ferviente... Lealtad.

Se llevó la copa a los labios y bebió un poco para intentar deshacer el nudo que se le había formado en la garganta a causa de la sorpresa y la emoción contenida.
Persefone Caron
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Mensaje por Brynden Ríos Dom Abr 14, 2013 10:57 am

Los miró con los ojos un tanto entornados. Evaluó sus reacciones ante las incendiarias palabras que habían salido de sus rígidos labios. Firmes, sin preámbulos y sin adornos. Las Marcas eran un terreno duro, por lo que Brynden dedujo que sus señores serían también duros, al igual que él, y que agradecerían la franqueza por encima de todo.
Escuchó las palabras de Lord Caron, pero antes de que el consejero abriera la boca, su hermana lo secundó.
Si las palabras del bastardo eran un tanto alarmantes, las de Pearse no se quedaban atrás. Empezaba a gustarle aquel hombre, aunque era demasiado pronto para hacer un veredicto acerca de aquel lugar y sus señores. Brynden, aunque aparentemente se mostraba seguro de con quien estaba hablando, en el fondo los estaba tanteando. Los ponía a prueba, quería ver la reacción en sus rostros, en sus miradas cómplices, en sus manos y postura. No hacía falta ser verdevidente ni tener la mayor de las inteligencias para ser buen observador. Brynden lo era porque había conocido, interrogado y conversado con mucha gente; Lores y Ladys, campesinos, ladrones, bandidos, asesinos, soldados, prostitutas y madames -sin duda de las mejores mentirosas y embaucadoras-, y bastardos. El consejero tenía lo que se llamaba suspicacia o sabiduría popular, hecha con la experiencia, aquella que se aprendía con sangre no con teoría. Había sido engañado para descubrir mentiras, herido para anticipar emboscadas y había sido repudiado, ultrajado, valorado, temido y creía que amado, para reconocer las intenciones ajenas.

Aquel hombre escondía algo. Tras esa apariencia elegante, tras el apelativo de El Bardo, tras su aparente timidez recluído en aquel castillo, había una mirada sombría que podría vislumbrar un hombre vengativo y un cazador paciente y despiadado cuando llegara el momento. Sentía cierto afín a él, pero no podía fiarse, no había nada hecho, la masa del pan aún no estaba siquiera lista para ser horneada, debían añadir más ingredientes y trabajarla:
-Como bien dice vuestra hermana, Lord Caron, todo es cuestión de tantear e ir dando pequeños pasos sobreseguros, sin dormirse, pero sin construir sobre barro -comenzó de forma trivial -No creo que la gente haya olvidado, en todo caso perdonado, pero olvidar es más difícil. No soy un estudioso de la historia, Lord Caron, pero hay acontecimientos de peso que no se me escapan -hizo una breve pausa, miró a Persefone para hacerla partícipe y continuó -No sois los únicos que perdieron a su padre a manos de los Baratheon, ¿Ander...? Andrew Connington también murió en la última rebelión, donde los Dondarrion también se alzaron a vuestro lado y también fueron aniquilados en la Batalla del Desfiladero -dejó que los amargos recuerdos calaran en ellos. Brynden, aunque siempre directo, también podía ser manipulador -Dudo que hayan olvidado, ni ellos, ni otras casas que no recuerdo también implicadas -tomó un sorbo y acarició a uno de los canes.

Se volvió de nuevo a Lord Caron:
-No tengo ni idea qué han visto esos ciervos en mi medio hermano, ni en sus mecenas las flores -había abandonado la retórica -Desde luego, no voy a entrar en las estupideces que mi padre hizo. Era un gordo borracho y putero, del que no tengo ni idea de cómo engendró tantos bastardos si ni siquiera llegaría a vérsela -no estaba realmente cabreado ni ebrio, ya que hacía tiempo había dejado de usar el pensamiento contrafáctico en estos asuntos, simplemente los estaba probando de nuevo ¿Reirían? ¿Se mirarían sin saber qué hacer? ¿Callarían cambiando de tema? Miró a ambos comensales y siguió: -No estáis solos, si eso es lo que teméis, por eso he venido personalmente -tomó el tema más estratégico -Los Baratheon no desviarían sus fuerzas hacia aquí puesto que su principal objetivo será Desembarco, así que, no creo que esta vez cuenten con todos sus efectivos para aplacar una rebelión. Las condiciones son más favorables, y desde luego, su posición no es la más idónea. El único hueco que veo es si Altojardín intenta ser el que os aplaque, cosa que dudo, pero si así fuera me gustaría saber si contáis con aliados en Dorne con los que podamos negociar o que os deban algún enorme favor -Comenzaba a estar algo más emocionado, dentro de las posibilidades de su rictus pétreo y su frialdad latente -La corona, y yo personalmente, somos conscientes del riesgo, por eso estaría dispuesto a ayudaros en lo que fuera menester ¿La recompensa? Bueno, venganza, tierras, derechos de conquista, poder, esas cosas. Cada uno tiene sus propias motivaciones... -esperó.

¿Y cuáles eran las de Cuervo Sangriento? Nadie las sabía.
Brynden Ríos
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Nobleza
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