Dragonic Hogwarts - Élite

¿Tienes un lado oscuro?

Como el agua y el aceite dos sociedades antiguas vivían en extremos del mundo, escondidas ante el ojo humano. No por orgullo ni temor, si no por simples diferencias en la raíz de su núcleo: La magia. Los elfos, con sus voces armoniosas, cantaban en lengua antigua para obtener lo que quisieran de la naturaleza. Los magos con palabras compuestas encantaban y hechizaban objetos para su beneficio. Pero había algo común entre ellos: Dragones. Parte de su sociedad adoraba a tan magníficas criaturas intentando entender su núcleo de magia y aquellos secretos envueltos en escamas que brillaban cual gemas.

Una antigua raza de dragones, aquella que podía comunicarse y realizar increíbles hazañas con sus extraños poderes, brindó a los elfos la oportunidad de realizar un pacto que los convirtiera en uno. Así nacieron los Argetlam…Los Jinetes de Dragón. Los protectores de la tierra y la sociedad elfa. Pasaron años y años antes de que tal pacto llegara a manos de magos y brujas comunes uniendo ambas sociedades entre sí. El nexo surgió ante la petición de ayuda de los elfos a la sociedad mágica para combatir la Oscuridad que invadía su amada naturaleza e incluso a ellos mismos convirtiéndolos en pequeños títeres de un ser maligno y cruel.

Fue entonces como el apoyo y conocimiento de elfos y magos puso fin a la Era Negra de la sociedad élfica. Agradecidos por ello pactaron entregar huevos de dragón al Ministro de Magia correspondiente para que los jóvenes pudieran pasar ante ellos y observar si alguno “encendía” ante su presencia pues recordemos que las magníficas criaturas sólo nacen delante de su futuro Jinete. Una vez elegidos, los más antiguos Jinetes de Dragón elfos acudían para enseñarles valores, Lenguaje Antiguo, vuelo y maniobras, uso de espadas; entre otros aspectos de la formación de un verdadero Jinete de Dragón quien defendería a la sociedad elfa y formaría el Escuadrón Especial de Aurores del Ministerio Británico.

Pero todo cayó en el abismo…

Un antiquísimo Jinete de Dragón de origen humano y con poderes nigromantes había hecho de las suyas, hace mil años, y su alma fue encerrada por las sacerdotisas Xenidis en una estatua levantada en una alejada montaña de Escocia. Su nombre fue borrado del lenguaje para que nadie le recordara. Su dragón fue asesinado para evitar que su magia le reviviera y la historia, cual leyenda, pasó de generación en generación como advertencia para los futuros Jinetes. La ambición de poder siempre terminaba mal. Siempre.

Sin embargo, el paso de los siglos fue cobrando lo suyo y al morir las antiguas sacerdotisas que mantenían fuerte el lazo de unión entre el alma y la estatua, el nigromante consiguió la fractura necesaria para salir de su purgatorio. Fue así como obtuvo el cuerpo de otro Jinete de Dragón, Dimitri Orsini, e infundo el terror en Londres encima de la dragona Anyax que estaba bajo su control cuyas garras destrozaron más de un sector de la ciudad. Pero, lo cierto, es que el cuerpo del joven italiano, pese a su fortaleza, no podía sostener un alma tan oscura y corrupta. Fue por ello que el nigromante tuvo que rastrear a sus descendientes encontrando a una pequeña licántropa, Verity Wolfstrong, quien descendía de su línea de sangre y, además, portaba natos poderes de nigromante.

La sociedad elfa al enterarse de la situación tras el despertar de uno de los maestros que se encontraba en Londres, Lolindirr, acudió en ayuda para encerrar nuevamente a tal ser. Sin embargo, en medio de la batalla silenciosa que llevaban a cabo el nigromante, el cuerpo de la rubia pequeña, y la reina elfa, Elerinthäl, se produjo una severa explosión que recorrió el terreno en el que aurores, demonios, magos, elfos y jinetes buscaban ponerle fin a la situación. Un lado batallando para implementar una dictadura y el otro defendiendo la libertad que ahora tenían.

El cuerpo del nigromante, una pequeña niña rubia, fue evaporado junto con el Elerinthäl, a causa del hechizo y su esencia fue dispersa en el aire. El terreno se hundió en un círculo negro y en medio de éste una pequeña perla de la corona de Elrinthäl se perdió entre la grama quemada y la tierra oscura. Extraviada.

Sin luz no hay oscuridad…

El sitio no volvió a ser el mismo. Quienes estuvieron ahí no retornaron iguales. La magia utilizada por el nigromante y Elerinthäl fue suficiente para cambiar la mismísima naturaleza y a todo aquel en 100 kilómetros a la redonda. Pero hasta ahora…Hasta ahora nadie se había dado cuenta. Nadie, sólo la ahora reina elfa, Izëia, notó la pérdida de la perla que reflejaba pureza en la corona de Elerintäl pero sólo colocó un nueva sin percatarse del significado de tal situación. Y todos volvieron a sus antiguas actividades, respirando paz por un momento. Por un momento que pudo haber detenido el tiempo. Pero a aquellos ojos que miraban con alegría la nueva paz no se percataban de los pequeños detalles que mostraban que algo…Algo no andaba bien.

Aquellos afectados por el hechizo silencioso y mortal son ahora dominados por su lado oscuro. Porque la luz no puede existir sin oscuridad y la oscuridad no puede existir sin la luz. La naturaleza malvada de cada uno de los presentes hierve en su interior y, poco a poco, va tomando y envenenando su lado luminoso a raíz de la esencia que dispersa la perla y que los une a todos con ella. Aquellos han descubierto que es más fácil dejarse llevar por su lado malvado. No hay reglas que cumplir ni protocolos que respetar. Su voluntad es hacer el mal porque así lo desean. Con cada paso que dan dejándose llevar por la Oscuridad que reside en su interior su magia va mermando. Los hechizos complicados ya no les funcionan, los más simples siempre salen mal. Han notado un incremento en sus habilidades físicas y cómo sus iris se van oscureciendo. Pero son secretos que nadie contará. Porque sólo dos pueden tener un secreto si uno de ellos está muerto.

Hilos de oscuridad los dominan…Los atan para siempre a una perla perdida.

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