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Y Ahora os toca a vos (Daenerys Targaryen)
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Y Ahora os toca a vos (Daenerys Targaryen)
Tras el desayuno, y la entrega de regalos, le tocaba el turno al dorniense, el momento que tanto había estado esperando. Enseñarle sus regalos a su prometida. La había mandado llamar y que visitera cómoda para realizar un pequeño viaje. Su yegua estaba preparada para partir así como una escuadra de caballeros que les escoltarían hasta el destino y Maron en su majestuoso caballo esperándola en las grandes puertas del castillo de Lanza.
Cuando Daenerys apareció el sureño no podía ocultar la sonrisa, quizás por lo bella que estaba, quizás por la excitación, sea por lo que fuere, le guiño un ojo cuando estuvo montada.
Ahora es el turno de que recibáis vuestro regalo, un regalo a vuestra altura.
Y espoleó al podenco que salió a paso ligero del lujoso edificio en dirección a las afueras de Lanza, permaneció en silencio a pesar de la insistencia de su prometida, por poco que le quedase por llevar de ese título. No quería estropear la sorpresa.
Al cabo de un rato cabalgando, en la lejanía empezó a aparecer ante sus ojos una sombra en el horizonte que rompía con el esquema natural de aquel lugar, una construcción de uan envergadura considerable, según se iban acercando se cegaban por la belleza de aquel sitio.
Bienvenida a los jardines del agua mi señora, son todo vuestros.
En la entrada le esperaban todavía más guardias, y algunos sirvientes que habían preparado a la entrada algo de beber para sofocar a la dragona y su príncipe, además de el resto de regalos que descansaban sobre unas alfombras de terciopelo traídas probablemente de las ciudades libres.
Allí había un vestido, de seda y terciopelo naranja, con un dragón bordado en rojo del mismo material y la lanza y el sol caían en una capa larga que tocaba el suelo. Y junto a aquel vestido, había una pequeña jaulita que no alcanzaba el medio metro de tamaño con un curioso compañero que sin duda daría que hablar en Lanza, se trataba de un monito de escasa edad que al parecer podía ser entrenado y era relativamente obediente. En algunos lugares se utilizaba de mascota, y por los rumores que le habían llegado de sus propios familiares, a Daenerys aquellas cosas la volvían loca.
Cuando Daenerys apareció el sureño no podía ocultar la sonrisa, quizás por lo bella que estaba, quizás por la excitación, sea por lo que fuere, le guiño un ojo cuando estuvo montada.
Ahora es el turno de que recibáis vuestro regalo, un regalo a vuestra altura.
Y espoleó al podenco que salió a paso ligero del lujoso edificio en dirección a las afueras de Lanza, permaneció en silencio a pesar de la insistencia de su prometida, por poco que le quedase por llevar de ese título. No quería estropear la sorpresa.
Al cabo de un rato cabalgando, en la lejanía empezó a aparecer ante sus ojos una sombra en el horizonte que rompía con el esquema natural de aquel lugar, una construcción de uan envergadura considerable, según se iban acercando se cegaban por la belleza de aquel sitio.
Bienvenida a los jardines del agua mi señora, son todo vuestros.
- Spoiler:
- Los jardines y el patio están cubiertos de mármol rosa pálido. Las terrazas tienen vistas a las numerosas piscinas y fuentes, a la sombra de los árboles de naranjas sanguinas, a las que puede accederse por una galería de pilares que lleva a una estancia de arco triple.
Los Jardines del Agua son un lugar agradable en otoño: días cálidos y noches frescas, con brisa salada que sopla desde el mar, con fuentes y piscinas para admirar y jugar
En la entrada le esperaban todavía más guardias, y algunos sirvientes que habían preparado a la entrada algo de beber para sofocar a la dragona y su príncipe, además de el resto de regalos que descansaban sobre unas alfombras de terciopelo traídas probablemente de las ciudades libres.
Allí había un vestido, de seda y terciopelo naranja, con un dragón bordado en rojo del mismo material y la lanza y el sol caían en una capa larga que tocaba el suelo. Y junto a aquel vestido, había una pequeña jaulita que no alcanzaba el medio metro de tamaño con un curioso compañero que sin duda daría que hablar en Lanza, se trataba de un monito de escasa edad que al parecer podía ser entrenado y era relativamente obediente. En algunos lugares se utilizaba de mascota, y por los rumores que le habían llegado de sus propios familiares, a Daenerys aquellas cosas la volvían loca.
Maron Martell- Nobleza
Re: Y Ahora os toca a vos (Daenerys Targaryen)
No era la primera vez que usaba pantalón, y sabía que tampoco sería la última. Lo triste era que no terminaba de sentirse cómoda allí dentro, pues incluso temía que la viesen como una cualquiera al no vestir falda. Pero, ¿quién era ella para criticar a otros por su forma de vestir? El título de princesa no le daba potestad ninguna para juzgar a otros por la apariencia. Además, Irya tenía razón: para ir a caballo lo más seguro era usar un pantalón de... ¿cómo había dicho? Ah, sí, de caza. El problema era que se estaba asando de calor, por no decir la de sirvientes que se llevaron las manos a la cabeza cuando la vieron pasearse con aquella indumentaria. Tan solo les faltó gritar "¡blasfemia!" por los pasillos.
¿Por qué nadie la habría avisado de las altas temperaturas de Dorne? Está bien, mentiría si negaba que había sido así. Pero no llegaron a especificar qué tan insoportables podían llegar a ser. Lo cierto es que en aquel momento podía culpar de sus males hasta al primer pájaro que se le posara en la ventana, y todo a causa de unos nervios que le estaban causando un terrible malestar en el estómago. "¿Qué es esto?", le había preguntado a su dama antes de beber de la copa. "Vos bebed. Os ayudará con ese ardor". No sabía si la braavosi era demasiado convincente o ella muy influenciable, pero terminó encogiéndose de hombros y tomando la infusión que le había preparado la mujer. Al cabo de un rato, se sintió más relajada y con el estómago estable. ¿Qué iba a hacer ella sin su Irya?
Se miró los brazos y resopló. Camisa de manga larga. ¿Por qué? ¿Por qué buscaban hacerla sufrir de aquella manera el día de su boda? Estaba claro, preferían evitar posibles quemaduras de Sol antes de la ceremonia, pero ella no parecía querer entenderlo. Por suerte, le habían recogido los cabellos; el colgante y los pendientes le daban un toque femenino en contraste con las botas. Dentro de un zurrón de cuero, guardó a sus dos crías de hurón. Fuera como fuera, Daenerys seguía tan hermosa como siempre. Aquel día, además, parecía desprender un aura especial.
Cuando vió a Maron, se sonrojó. No supo si fue por la vergüenza de ir en aquel pantalón que se introducía dentro de sus zapatos ajustándosele a las piernas o la emoción de volver a ver a quien dentro de unas horas sería oficialmente su esposo. Durante el recorrido, no cesó de preguntar a dónde se dirigían. Estaba nerviosa y entusiasmada.
La expresión que se le quedó grabada en el rostro al contemplar la majestuosa construcción fue digna de ser retratada para la posteridad. El corazón no solo le dio un vuelco, sino que giró un par de veces sobre sí mismo antes de asentarse en su lugar; o eso creía haber sentido ella en su pecho. Era impresionante; no tenía palabras para describir la hermosura de aquel lugar, y mucho menos para agradecerle todo aquello, pues no bastaría con dos simples palabras.
—Por todos los Dioses, Maron...— fue lo único que llegó a pronunciar, antes de permanecer un par de minutos más boquiabierta —No puede ser. Esto... Esto es increíble. ¡Es maravilloso!
Sin duda lo era, y más aún lo fue cuando descubrieron los jardines, las terrazas, flora y piscina. Su impresión llegó al cúlmen cuando los recibieron y allí encontró más regalos. "¡Es precioso!", exclamó al ver el vestido, con el que se quedó embelesada un buen rato hasta que se dio cuenta de la pequeña jaula. Daenerys se acuclilló frente a ella y la miró fijamente durante unos instantes, antes de soltar un pequeño grito de emoción. Había leído sobre aquellos animales en sus libros y le encantaban. No podía ser cierto, ¡¡tenía uno para ella sola!!
—¡Es un monito! ¡¡Tengo un mono!!— exclamó. Casi daba brincos de la alegría.
Daenerys había vuelto a ser aquella niña alegre, hermosa y feliz que muchos creían haber perdido, el tesoro de la casa Targaryen. Quizás esa era una de las razones por las que el pueblo siempre la había amado. La muchacha abrió el zurrón y dejó que sus dos pequeños asomaran la cabecita.
—Mirad, mis bebés, ¡tenéis un nuevo hermanito! ¿No es genial?— le dijo a los animales. Después, se puso en pie y corrió para lanzarse a los brazos de su prometido y estrecharle con fuerza —¡Me encanta! ¡Todo aquí es hermoso! Oh, mi Príncipe, no sé cómo agradeceros todo esto... Me siento avergonzada por los regalos que os he ofrecido tras ver los vuestros. Cada vez me sorprendéis más, ¿cómo podéis ser tan maravilloso?— contempló los ojos del dorniense sin soltar su cuerpo, perdida en su mirada clara, bella y sincera. Daenerys parecía cautivada, sino hipnotizada, por la cercanía que mantenía con el hombre que la hacía sentirse segura —No me lo merezco, mi señor. Ni todo esto, ni a vos...
Era un lugar perfecto. Un paraíso en el que mimar a sus mascotas y cuidar de su huevo de dragón, en el que entregarse a las artes y el estudio, dar a luz a sus hijos y hacer feliz a su esposo. Todo parecía un sueño, un hermoso y plácido sueño del que no quería despertar.
¿Por qué nadie la habría avisado de las altas temperaturas de Dorne? Está bien, mentiría si negaba que había sido así. Pero no llegaron a especificar qué tan insoportables podían llegar a ser. Lo cierto es que en aquel momento podía culpar de sus males hasta al primer pájaro que se le posara en la ventana, y todo a causa de unos nervios que le estaban causando un terrible malestar en el estómago. "¿Qué es esto?", le había preguntado a su dama antes de beber de la copa. "Vos bebed. Os ayudará con ese ardor". No sabía si la braavosi era demasiado convincente o ella muy influenciable, pero terminó encogiéndose de hombros y tomando la infusión que le había preparado la mujer. Al cabo de un rato, se sintió más relajada y con el estómago estable. ¿Qué iba a hacer ella sin su Irya?
Se miró los brazos y resopló. Camisa de manga larga. ¿Por qué? ¿Por qué buscaban hacerla sufrir de aquella manera el día de su boda? Estaba claro, preferían evitar posibles quemaduras de Sol antes de la ceremonia, pero ella no parecía querer entenderlo. Por suerte, le habían recogido los cabellos; el colgante y los pendientes le daban un toque femenino en contraste con las botas. Dentro de un zurrón de cuero, guardó a sus dos crías de hurón. Fuera como fuera, Daenerys seguía tan hermosa como siempre. Aquel día, además, parecía desprender un aura especial.
Cuando vió a Maron, se sonrojó. No supo si fue por la vergüenza de ir en aquel pantalón que se introducía dentro de sus zapatos ajustándosele a las piernas o la emoción de volver a ver a quien dentro de unas horas sería oficialmente su esposo. Durante el recorrido, no cesó de preguntar a dónde se dirigían. Estaba nerviosa y entusiasmada.
La expresión que se le quedó grabada en el rostro al contemplar la majestuosa construcción fue digna de ser retratada para la posteridad. El corazón no solo le dio un vuelco, sino que giró un par de veces sobre sí mismo antes de asentarse en su lugar; o eso creía haber sentido ella en su pecho. Era impresionante; no tenía palabras para describir la hermosura de aquel lugar, y mucho menos para agradecerle todo aquello, pues no bastaría con dos simples palabras.
—Por todos los Dioses, Maron...— fue lo único que llegó a pronunciar, antes de permanecer un par de minutos más boquiabierta —No puede ser. Esto... Esto es increíble. ¡Es maravilloso!
Sin duda lo era, y más aún lo fue cuando descubrieron los jardines, las terrazas, flora y piscina. Su impresión llegó al cúlmen cuando los recibieron y allí encontró más regalos. "¡Es precioso!", exclamó al ver el vestido, con el que se quedó embelesada un buen rato hasta que se dio cuenta de la pequeña jaula. Daenerys se acuclilló frente a ella y la miró fijamente durante unos instantes, antes de soltar un pequeño grito de emoción. Había leído sobre aquellos animales en sus libros y le encantaban. No podía ser cierto, ¡¡tenía uno para ella sola!!
—¡Es un monito! ¡¡Tengo un mono!!— exclamó. Casi daba brincos de la alegría.
Daenerys había vuelto a ser aquella niña alegre, hermosa y feliz que muchos creían haber perdido, el tesoro de la casa Targaryen. Quizás esa era una de las razones por las que el pueblo siempre la había amado. La muchacha abrió el zurrón y dejó que sus dos pequeños asomaran la cabecita.
—Mirad, mis bebés, ¡tenéis un nuevo hermanito! ¿No es genial?— le dijo a los animales. Después, se puso en pie y corrió para lanzarse a los brazos de su prometido y estrecharle con fuerza —¡Me encanta! ¡Todo aquí es hermoso! Oh, mi Príncipe, no sé cómo agradeceros todo esto... Me siento avergonzada por los regalos que os he ofrecido tras ver los vuestros. Cada vez me sorprendéis más, ¿cómo podéis ser tan maravilloso?— contempló los ojos del dorniense sin soltar su cuerpo, perdida en su mirada clara, bella y sincera. Daenerys parecía cautivada, sino hipnotizada, por la cercanía que mantenía con el hombre que la hacía sentirse segura —No me lo merezco, mi señor. Ni todo esto, ni a vos...
Era un lugar perfecto. Un paraíso en el que mimar a sus mascotas y cuidar de su huevo de dragón, en el que entregarse a las artes y el estudio, dar a luz a sus hijos y hacer feliz a su esposo. Todo parecía un sueño, un hermoso y plácido sueño del que no quería despertar.
Daenerys Martell- Nobleza
Re: Y Ahora os toca a vos (Daenerys Targaryen)
Por todos los Dioses, Maron. No puede ser. Esto... Esto es increíble. ¡Es maravilloso!
Maron no necesitaba escuchar otra cosa, sólo aquello. Pareceía haberle gustado y eso era lo importante, había tardado mucho tiempo, sacrificio y quebraderos e cabeza. Había traido mercaderes, constructores y artistas de todos los rincones del mundo, debía ser perfecto y a su parecer, lo era, y lo más importante de todo a su prometida también.
Daenerys admiró el vestido durante unos instantes, el sureño tenía buen gusto en cuanto a joyas, pero lo relacionado con las prendas de ese tipo, era otro cantar, por lo que había contratado a una serie de diseñadores que presentaron sus obras y escogió la que más le gustó, fue una especie de competición improvisada y el premio era suculento, por lo que no faltaron participantes. El Dorniense quería sorprender a su dama cuidando hasta el último detalle.
Pero sin duda lo que mas sorprendió a Maron fue que el regalo menos elaborado, el más sencillo y natural, aquel pequeño animalillo, era lo que más ilusión le había hecho a la joven mujer. Había sido el regalo más fácil de encontrar y además el más barato. Maron de hecho estuvo apunto de descartarlo debido a la escasa importancia que el hombre le daba a aquel presente. Y menos mal que no lo había hecho y había escuchado los consejos de sus “pajaritos” porque de no ser así no habría visto a Daenerys emocionada de tal forma.
¿Avergonzada? ¡Pero que decís! Vuestros regalos son fantásticos, y el mejor regalo todavía no me lo habéis dado, aunque cada vez falta menos, 7 promesas, son lo único que quiero. Las cosas materiales me parecen secundarias. Y os merecéis esto y mucho más. Os merecéis ser feliz.
Y Maron la veía contenta, de hecho pensó que hasta feliz, por un momento olvidó todo el lío de la boda, los problemas en Las Marcas y la creciente tensión con los Fuegoscuro. Por un momento sólo existían él, Daenerys y los jardines, sólo echaba en falta una cosa para ver convertida realidad su imagen idílica, un pequeño varón correteando por aquellos jardines jugando con las mascotas que acababa de recibir de regalo su señora.
Pronto, muy pronto, se repitió el Martell para sí. Y sosteniendo su rostro con ternura depositó un sincero beso en sus labios acallando su voz, que se deshacía en halagos que a Maron se le antojaban inmerecidos.
Maron no necesitaba escuchar otra cosa, sólo aquello. Pareceía haberle gustado y eso era lo importante, había tardado mucho tiempo, sacrificio y quebraderos e cabeza. Había traido mercaderes, constructores y artistas de todos los rincones del mundo, debía ser perfecto y a su parecer, lo era, y lo más importante de todo a su prometida también.
Daenerys admiró el vestido durante unos instantes, el sureño tenía buen gusto en cuanto a joyas, pero lo relacionado con las prendas de ese tipo, era otro cantar, por lo que había contratado a una serie de diseñadores que presentaron sus obras y escogió la que más le gustó, fue una especie de competición improvisada y el premio era suculento, por lo que no faltaron participantes. El Dorniense quería sorprender a su dama cuidando hasta el último detalle.
Pero sin duda lo que mas sorprendió a Maron fue que el regalo menos elaborado, el más sencillo y natural, aquel pequeño animalillo, era lo que más ilusión le había hecho a la joven mujer. Había sido el regalo más fácil de encontrar y además el más barato. Maron de hecho estuvo apunto de descartarlo debido a la escasa importancia que el hombre le daba a aquel presente. Y menos mal que no lo había hecho y había escuchado los consejos de sus “pajaritos” porque de no ser así no habría visto a Daenerys emocionada de tal forma.
¿Avergonzada? ¡Pero que decís! Vuestros regalos son fantásticos, y el mejor regalo todavía no me lo habéis dado, aunque cada vez falta menos, 7 promesas, son lo único que quiero. Las cosas materiales me parecen secundarias. Y os merecéis esto y mucho más. Os merecéis ser feliz.
Y Maron la veía contenta, de hecho pensó que hasta feliz, por un momento olvidó todo el lío de la boda, los problemas en Las Marcas y la creciente tensión con los Fuegoscuro. Por un momento sólo existían él, Daenerys y los jardines, sólo echaba en falta una cosa para ver convertida realidad su imagen idílica, un pequeño varón correteando por aquellos jardines jugando con las mascotas que acababa de recibir de regalo su señora.
Pronto, muy pronto, se repitió el Martell para sí. Y sosteniendo su rostro con ternura depositó un sincero beso en sus labios acallando su voz, que se deshacía en halagos que a Maron se le antojaban inmerecidos.
Maron Martell- Nobleza
Re: Y Ahora os toca a vos (Daenerys Targaryen)
Siete. Siete eran las promesas a formular para entregarse a él en cuerpo y alma; siete los Dioses que los bendecirían en su eterna unión; siete las veces que su corazón latió antes de atrapar en un beso sincero su boca. Daenerys sonrió, a sabiendas de que su prometido le había sellado los labios a conciencia para no seguir escuchando los halagos que pronunciaba. Ella no parecía querer soltarle, liberarle de la presa que mantenía a su alrededor con los brazos; le gustaba aquella cercanía y no dudaba en demostrárselo.
—Pronunciaré todas y cada una de las siete promesas, y os las seguiré susurrando cada noche al oído si con ello logro haceros despertar al alba con una sonrisa en los labios.— susurró contra sus labios, en una confesión solo para él. Esta vez fue ella la que lo besó con dulzura —Os equivocáis, mi Príncipe; el mejor regalo os lo daré el día que alumbre a la más hermosa criatura de este mundo.— con suerte, en unos meses Maron podría mecer al fruto de su amor entre los brazos.
Finalmente, ambos se separaron. Daenerys volvió hacia su nueva mascota y, con sumo cuidado, abrió la verja que lo mantenía encerrado en su jaulita. Le daba terrible lástima verlo allí y no correteando libremente por los jardines. El monito se alejó de ella asustado; Daenerys temía que no lo hubiesen tratado bien algunos comerciantes y tuviese miedo del ser humano, pero no le costó mucho ganarse su confianza. Primero, adentró la mano en la jaula; después, dejó que la oliese y se acostumbrase a su presencia. Finalmente, retiró su brazo y le dejó vía libre para salir por su propia cuenta, esperándole arrodillada sobre el suelo.
—Vamos, pequeño; no tengas miedo.— le dijo dulcemente.
Poco a poco, el mico fue aventurándose a asomar la cabecita por el hueco. Miró hacia los lados y luego a su nueva ama, como si quisiera preguntarle si realmente era seguro hacer aquello. Daenerys sonrió y el mono dejó su jaula, sentándose justo frente a ella.
—¡Muy bien! ¿Ves? No ha pasado nada. Eres una preciosidad, ¡y muy valiente!— la dragona le hablaba tal y como si el animal pudiese entenderla. Era extraño, pero parecía que el monito la comprendía a la perfección.
Lentamente, la criatura se fue acercando a ella. Al cabo de pocos minutos de contacto visual y olisqueo, dio un brinco y se lanzó a sus brazos. Daenerys rió y le acarició el lomo con cariño.
—Te llamaré Abú.— dijo; después volvió la cabeza para mirar a su prometido —¿Os gusta?— la Targaryen se puso en pie y se acercó nuevamente a Maron —Abú, te presento al Príncipe Maron, tu nuevo papá. ¿Has visto qué guapo es?— le preguntó al mono, haciendo las presentaciones "formales" y sonriendo felizmente.
Aún tímido, el pequeñín giró la cabecita y miró al hombre. Después, estiró su pequeña manita para tocarle con cuidado.
—Pronunciaré todas y cada una de las siete promesas, y os las seguiré susurrando cada noche al oído si con ello logro haceros despertar al alba con una sonrisa en los labios.— susurró contra sus labios, en una confesión solo para él. Esta vez fue ella la que lo besó con dulzura —Os equivocáis, mi Príncipe; el mejor regalo os lo daré el día que alumbre a la más hermosa criatura de este mundo.— con suerte, en unos meses Maron podría mecer al fruto de su amor entre los brazos.
Finalmente, ambos se separaron. Daenerys volvió hacia su nueva mascota y, con sumo cuidado, abrió la verja que lo mantenía encerrado en su jaulita. Le daba terrible lástima verlo allí y no correteando libremente por los jardines. El monito se alejó de ella asustado; Daenerys temía que no lo hubiesen tratado bien algunos comerciantes y tuviese miedo del ser humano, pero no le costó mucho ganarse su confianza. Primero, adentró la mano en la jaula; después, dejó que la oliese y se acostumbrase a su presencia. Finalmente, retiró su brazo y le dejó vía libre para salir por su propia cuenta, esperándole arrodillada sobre el suelo.
—Vamos, pequeño; no tengas miedo.— le dijo dulcemente.
Poco a poco, el mico fue aventurándose a asomar la cabecita por el hueco. Miró hacia los lados y luego a su nueva ama, como si quisiera preguntarle si realmente era seguro hacer aquello. Daenerys sonrió y el mono dejó su jaula, sentándose justo frente a ella.
—¡Muy bien! ¿Ves? No ha pasado nada. Eres una preciosidad, ¡y muy valiente!— la dragona le hablaba tal y como si el animal pudiese entenderla. Era extraño, pero parecía que el monito la comprendía a la perfección.
Lentamente, la criatura se fue acercando a ella. Al cabo de pocos minutos de contacto visual y olisqueo, dio un brinco y se lanzó a sus brazos. Daenerys rió y le acarició el lomo con cariño.
—Te llamaré Abú.— dijo; después volvió la cabeza para mirar a su prometido —¿Os gusta?— la Targaryen se puso en pie y se acercó nuevamente a Maron —Abú, te presento al Príncipe Maron, tu nuevo papá. ¿Has visto qué guapo es?— le preguntó al mono, haciendo las presentaciones "formales" y sonriendo felizmente.
Aún tímido, el pequeñín giró la cabecita y miró al hombre. Después, estiró su pequeña manita para tocarle con cuidado.
Daenerys Martell- Nobleza
Re: Y Ahora os toca a vos (Daenerys Targaryen)
Sin duda el regalo que acababa de mentar su amada era el mejor. Un heredero o heredera, era prácticamente imposible superarlo. Maron lo ansiaba, era joven al igual que ella y podrían engendrar hijos fuertes, valientes y sanos. Pero aquello no le quitaba las ganas lo más mínimo, quizás era impaciente.
Ya tenéis mi corazón, no sé que podría daros a cambio de un heredero o una linda heredera.
Y aquello terminaba por confirmar sus sospechas, lo que mas le había gustado era el dichoso mono, Maron no podía terminar de creerlo, pero bueno parecía feliz que era lo que importaba, aunque al dorniense no terminara de gustarle el animalillo, lo veía inútil y aunque parecía gracioso, era bastante feo.
Daenerys en cambio estaba encantada, animaba al pequeñajo a salir de la jaula, pero el pobre animal no debía de haber tenido un buen viaje ya que no se aventuraba. Tras la insistencia de su prometida y un poco de paciencia el monito pareció más confiado y terminó por subirse en la dragona que lo acogió con cariño.
Si este pequeño es mi hijo, su padre no es tan guapo como decís. Rió a carcajadas cogiendo la curiosa mano del animal y observándola divertido.
Creo que todavía no os he enseñado mi mascota, no puedo tenerla suelta libremente pero es cariñosa a su manera, un día os presentaré aunque no estoy seguro de que os guste.
Ya tenéis mi corazón, no sé que podría daros a cambio de un heredero o una linda heredera.
Y aquello terminaba por confirmar sus sospechas, lo que mas le había gustado era el dichoso mono, Maron no podía terminar de creerlo, pero bueno parecía feliz que era lo que importaba, aunque al dorniense no terminara de gustarle el animalillo, lo veía inútil y aunque parecía gracioso, era bastante feo.
Daenerys en cambio estaba encantada, animaba al pequeñajo a salir de la jaula, pero el pobre animal no debía de haber tenido un buen viaje ya que no se aventuraba. Tras la insistencia de su prometida y un poco de paciencia el monito pareció más confiado y terminó por subirse en la dragona que lo acogió con cariño.
Si este pequeño es mi hijo, su padre no es tan guapo como decís. Rió a carcajadas cogiendo la curiosa mano del animal y observándola divertido.
Creo que todavía no os he enseñado mi mascota, no puedo tenerla suelta libremente pero es cariñosa a su manera, un día os presentaré aunque no estoy seguro de que os guste.
Maron Martell- Nobleza
Re: Y Ahora os toca a vos (Daenerys Targaryen)
A diferencia de Maron, a Daenerys no había bicho que no le pareciese hermoso. Menos los insectos; esos le daban un repelús indescriptible. Pero, ¿los monos? ¿Aquellos animalitos de ojos grandes, peludos y manos y pies como las de cualquier hombre? Esos la volvían loca. Por supuesto, también le enloquecían los gatos, los perros, los caballos, los hurones, los conejos, los ciervos, los osos, los lobos... Y un sinfín más de criaturas que poder acariciar, mimar y observar.
La dragona se echó a reír acompañando las carcajadas de su prometido. No había caído en la cuenta del doble filo de su comentario, pues ella solo pretendió alabar la hermosura del dorniense con unas palabras llenas de inocencia y ternura.
—¡Lo siento!— dijo casi sin poder articular palabra alguna —Mi Príncipe, no pretendía...— se le escapó otra tanda de carcajadas. Al cabo de unos segundos decidió coger aire e intentar tranquilizarse —Ya, ya... Ya paro.— suspiró —Sois su papá adoptivo. Bien sabéis, mi señor, que vuestra hermosura es tal que haríais suspirar hasta la más fiel y estirada de las esposas.— desvió unos segundos la mirada, sonrojándose por la sinceridad con la que había dicho aquellas palabras. Hasta que se dio cuenta del otro sentido de la frase —¿Y qué insinuáis, Maron? ¿Que nuestro nuevo hijo no es una preciosidad? ¡Voy a tener que castigaros por vuestra insolencia! ¿Verdad, mi pequeñín?— bromeó, terminando por hacerle cosquillas en la nariz al chiquitín. A su prometido le dedicó un guiño cómplice y pillo.
El recién nombrado "Abú" cogió el dedo índice del Príncipe y se lo llevó a la boca, quizá pensando que era algo de lo que podía sacar comida. No mordió con fuerza, pero sí que empezó a lamerle como si en ello le fuera la vida. Daenerys dejó escapar una pequeña risita, esta vez más relajada, y enarcó las cejas mirándole con una sonrisilla peculiar.
—Parece que nuestro bebé está hambriento. Creo que será mejor que le preparemos algo delicioso...— se acercó a él para susurrarle divertida el final de la frase —...antes de que os coma a vos.— sin nada más, se dio la vuelta alejándose de su prometido. Durante su caminar, giró el rostro para mirarle de reojo —Mi Príncipe, ¿por qué no nos enseñáis a Abú y a vuestra prometida el resto de los jardines? Estoy segura de que nuestro chiquitín también se muere de curiosidad por conocer su nueva casa. Además, puede que encontremos algo para él durante el paseo. O quizás estas preciosas damas puedan prepararle algo de fruta mientras tanto.— se giró a las doncellas y tomó con cuidado la manita del mono alzándola suavemente —"Por favor..."— dijo con una vocecilla tierna, como si en lugar de ella lo hubiera pronunciado el mico. Las doncellas rieron en voz baja.
Después, esperó al sureño y los cinco -Maron, el monito, los dos hurones y ella- se encaminaron a descubrir todos los secretos de aquella maravillosa construcción.
—Estoy impaciente por conocer a esa mascota de la que habláis, mi señor. ¿Cómo no podría gustarme? Seguro que es una monada.— se dio cuenta de lo que había dicho y miró a la criatura entre sus brazos —No te ofendas, cariño; es un halago.— rió.
La dragona se echó a reír acompañando las carcajadas de su prometido. No había caído en la cuenta del doble filo de su comentario, pues ella solo pretendió alabar la hermosura del dorniense con unas palabras llenas de inocencia y ternura.
—¡Lo siento!— dijo casi sin poder articular palabra alguna —Mi Príncipe, no pretendía...— se le escapó otra tanda de carcajadas. Al cabo de unos segundos decidió coger aire e intentar tranquilizarse —Ya, ya... Ya paro.— suspiró —Sois su papá adoptivo. Bien sabéis, mi señor, que vuestra hermosura es tal que haríais suspirar hasta la más fiel y estirada de las esposas.— desvió unos segundos la mirada, sonrojándose por la sinceridad con la que había dicho aquellas palabras. Hasta que se dio cuenta del otro sentido de la frase —¿Y qué insinuáis, Maron? ¿Que nuestro nuevo hijo no es una preciosidad? ¡Voy a tener que castigaros por vuestra insolencia! ¿Verdad, mi pequeñín?— bromeó, terminando por hacerle cosquillas en la nariz al chiquitín. A su prometido le dedicó un guiño cómplice y pillo.
El recién nombrado "Abú" cogió el dedo índice del Príncipe y se lo llevó a la boca, quizá pensando que era algo de lo que podía sacar comida. No mordió con fuerza, pero sí que empezó a lamerle como si en ello le fuera la vida. Daenerys dejó escapar una pequeña risita, esta vez más relajada, y enarcó las cejas mirándole con una sonrisilla peculiar.
—Parece que nuestro bebé está hambriento. Creo que será mejor que le preparemos algo delicioso...— se acercó a él para susurrarle divertida el final de la frase —...antes de que os coma a vos.— sin nada más, se dio la vuelta alejándose de su prometido. Durante su caminar, giró el rostro para mirarle de reojo —Mi Príncipe, ¿por qué no nos enseñáis a Abú y a vuestra prometida el resto de los jardines? Estoy segura de que nuestro chiquitín también se muere de curiosidad por conocer su nueva casa. Además, puede que encontremos algo para él durante el paseo. O quizás estas preciosas damas puedan prepararle algo de fruta mientras tanto.— se giró a las doncellas y tomó con cuidado la manita del mono alzándola suavemente —"Por favor..."— dijo con una vocecilla tierna, como si en lugar de ella lo hubiera pronunciado el mico. Las doncellas rieron en voz baja.
Después, esperó al sureño y los cinco -Maron, el monito, los dos hurones y ella- se encaminaron a descubrir todos los secretos de aquella maravillosa construcción.
—Estoy impaciente por conocer a esa mascota de la que habláis, mi señor. ¿Cómo no podría gustarme? Seguro que es una monada.— se dio cuenta de lo que había dicho y miró a la criatura entre sus brazos —No te ofendas, cariño; es un halago.— rió.
Daenerys Martell- Nobleza
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Vie Mar 20, 2015 10:13 pm por Invitado
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